•Capítulo 16. Keira•
Nos bajamos frente a la casa de Gabi.
—Madre mía —exclama Andrea—. ¿Acaso es la casa del presidente? —su forma de expresarse hace que me ría.
—No me dijo. Aunque creo que no se le olvidaría contarme ese detalle.
La casa estaba más que preciosa. Y eso que la estábamos viendo fuera de la reja negra inmensa que separaba la propiedad de la calle. Frente a la reja estaban tres hombres, vestidos impecables.
—Buenas tardes señoritas —habla el del medio.
—Buenas tardes —respondemos casi al unísono. Lo que provoca que Andrea y yo nos miremos.
—Sus nombres por favor —continúa el hombre.
—Keira y Andrea —respondo.
—Bienvenidas señoritas —le hace una seña a otro hombre para que abra la reja.
Tenía muchos pinos alrededor del corto camino hasta la mansión. Un poco más adelante había una fuente en forma de ángel, a través de aro brotaba agua. Era hermosa y estaba tallada de mármol blanco.
Llegamos a la puerta principal de la mansión. Le mando un mensaje a Gabi.
A los segundos abre la puerta.
—Ya están aquí —expresa entusiasmada. Cómo si fuera su cumpleaños número quince.
—Nuevamente feliz Cumpleaños —comento mientras nos fundimos en un abrazo.
—Gracias a las dos. Ya no hay quien me separe de ustedes.
—Aquí está nuestro regalo —le extendemos un cuadro envuelto en papel de regalo con un moño rosa encima.
Gabriela lo tiene todo, en grandes cantidades. Vive rodeada de lujos. ¿Qué le podríamos regalar?. Es entonces, después de tanto buscar, se me ocurrió la idea de un cuadro diseñado súper bonito con la foto que nos tomamos en el centro comercial.
—No sabíamos que regalarte —confieso.
Ella rasga el papel con curiosidad, después de expresar que no teníamos que regalarle nada.
—Me encantó chicas. Muchas gracias —acompaña sus palabras con otro abrazo. Ella es muy cariñosa.
Entramos en la casa. Había un recibidor, más grande que el cuarto de mi departamento, con muebles en blanco y una mesita de centro tallada en madera. Seguimos caminando y entramos en la sala. Más grande que todo mi departamento. Una enorme lámpara cubierta de perlitas ocupa en el techo el medio del salón. Lo más curioso de aquí son las dos butacas doradas de tamaño exagerado que estaban en la cabecera de todos los muebles que habían. Todos los muebles juntos con las dos butacas quedaban en el centro de la sala. En la impolutas paredes de blanco habían montones de obras de arte. No soy apasionada por el arte por lo que no distingo las obras. En una de las paredes había una foto como todo lo que he visto ''exagerado'' eran de una pareja. Imagino que los padres de Gabriela. Bajo la foto había una especie de vitrina llena de fotos familiares.
—Vayamos al patio tracero. Ahí están mis padres.
Cruzamos la puerta de cristal. Es igual de genial que la casa. Habían muchísimos arbustos y flores. Alrededor de diez muchachas estaban decorando el lugar. Unos hombres estaban montando una especie de escenario frente a las mesas. Cada mesa y silla tenía un lazo en violeta.
Al igual que el escenario tenía unas telas del mismo color que caían del techo. Con el nombre de Gabriela en dorado.
—Mamá, papá. Ellas son Keira y Andrea. Mis amigas.
La mamá se queda asombrada al vernos. Pero no un asombro de esos que molesta o tipo “que hace mi hija juntándose con ellas”.
Reacciona.
—Disculpen, mi hija no acostumbra a traer amigos, por eso mi asombro —dice la madre—. Eso no quiere decir que no esté contenta. Al contrario me alegro de que cuente con ustedes.
Se acerca a nosotras y nos saluda. Es agradable. Apuesto a que ella ha influido mucho en lo grandiosa que es Gabriela.
—Mucho gusto soy James —nos extiende la mano el papá—. Ella es Amanda. Estaba tan emocionada que no se presentó.
Amanda se ríe.
—Mucho gusto señor James —digo.
—Nada de señor, ni señora. Somos parientes. No crea que porque nos ves así somos unos viejos amargados y rígidos —expuso James divertido—. Aquí el único así es mi hijo. Por cierto allí viene.
Volteo para ver el hermano de Gabi. Con unos padres y hermana como lo son ellos, debe ser alguien genial...
¡¿Qué?!.
Creo que me va a dar un infarto. No puedo creerlo. El mundo tiene que girar en mi contra. Tierra, trágame ya. Te lo ordeno.
Genial una mierda.
¿Cómo puede ser tan frío con esta familia que tiene?.
Ahí viene mi modelo favorito. Con su mejor estilo. Con los tantos que acompañan a cada adjetivo que tengo para calificarlo. Tiene un encanto natural que me emboba. El aire se mueve a su favor, moviéndole el pelo y abriendo un poco más su camisa por la parte de los dos botones desabrochados. Camina con esa seguridad de siempre.
Al contrario de mi, a él no parece asombrarle mi presencia.
—Hermanita —le da un beso a la hermana. Un mísero beso. Si tuviera hermanos, cuando cumpliera años le llenaría el cachete de besos—. ¿Cómo puede ser que no crezcas?. Veinte años ya y sigues siendo una enana.
Gabi frunce el ceño.
—Feliz cumpleaños —le dice.
—Tu como siempre tan insoportable —responde Gabriela.
—Madre —besa a Amanda—. Padre —saluda a James.
—Hijo, ni parece que vivamos en el mismo estado —se queja Amanda.
—Mamá, trabajo mucho. No tengo demasiado tiempo.
—Tanto así que creo morirme y no conocer a un nieto —suelta James.
—Padre, verás que sí. Ya Gabriela tiene veinte, pronto te dará un nieto.
—Vete al demonio Aiden —protesta. Él disfruta hacerla enojar.
—Y tú, ¿no piensas casarte y tener hijos? —inquiere Amanda.
—La verdad es que no. Así que con los nietos que les de Gabriela será suficiente.
Ahora, lleva su mirada hacia mí. Intento no ponerme nerviosa, ni sacar a la luz, mi cabreo por irse con la entrevistadora de silicona.
—Buckett —solo Buckett, cabrón. Ni siquiera me importa saludarlo.
—Señor —finjo una sonrisa.
Miro a Gabi. Quién ya se dio cuenta que es él, mi maldito y arrogante jefe.
—¿Cariño, conoces a las amigas de Gabi? —indaga Amanda.
—Buckett se encarga de la administrativa de la empresa, pero ahora cubre a la secretaria, que tuvo algunos problemas personales —mentiroso. Si soy la secretaria es por su culpa.
—Cuéntame hija—llama mi atención James—, cómo es tu jefe.
Grosero, sinvergüenza, odioso, descarado, mujeriego —lo pienso.
—Si dijera que es un jefe agradable te estaría mintiendo, es todo lo contrario —hablo como si Aiden no estuviera cerca. Me importa una mierda. James ríe. Aiden me fulmina con la mirada.
—No lo eduqué así. Lo juro. Tal vez responsable, decisivo, entregado, valiente, pero, lo demás lo aprendió solo —declara James.
—Pues, hizo un gran trabajo, porque lo único positivo que tiene es exactamente lo que usted le enseñó.
Vuelven a reírse, menos él. Aún continúa su mirada en mí. Cuadro los hombros.
—Tengo la esperanza que alguna mujer lo haga cambiar —comenta Amanda.
Con ese carácter que se monta, lo dudo.
¿El sexo Keira? —me recuerda mi subconsciente—. Es un punto a su favor.
—No te recomiendo que estés tan esperanzada mamá —le dice Gabi—. Tu hijo no sabe como tratar a una mujer. Dudo que alguien sea capaz de estar a su lado —esta vez es Gabi quien asesina con la mirada a Aiden—. Y ahora si nos disculpan, necesitamos arreglarnos.
Entramos en la casa nuevamente. Nos cruzamos con una señora un poco mayor, parece el ama de llaves.
—Trini —llama Gabi a la señora—. Te presento a mis amigas Keira y Andrea. Chicas ella es como mi segunda mamá.
—Hola mis amores. Estoy en la cocina, para lo que necesiten —comenta ella muy carismática.
—Muchas gracias —digo. Ella asiente con una sonrisa.
Seguimos caminando por la casa. Subimos unas escaleras. En las paredes hay más fotos de la familia. Aiden como siempre serio, muy serio.
—Buckett —imita Andrea a Aiden—. Vaya amiga, tu si tienes suerte.
—Lo juro que no tenía ni idea que mi hermano era tu jefe y el sinvergüenza que te hace la vida imposible —comenta Gabi.
—Lo sé Gabi. No te preocupes —le respondo.
Entramos a la habitación de Gabi. Estaba decorada en blanco y violeta. Parece cuarto de princesa de Disney, literal. Es verlo y vomitar pura pulpurina.
Es su gusto.
Respetado.
Y es bonito, también. Solo tiene exceso de detalles...pulpurina.
—No fue mi idea decorar el cuarto así. Fueron mi madre y Trini, que piensan que no voy a crecer —se excusa.
—Tranquila está hermoso —le dice Andrea. Doy por sentado que cuando tengan más confianza la llevará de compras para que cambie hasta el espejo.
Gabi mira el reloj.
—Dentro de media hora llegarán los estilistas.
—¿Para qué? Andrea maquilla genial —informo.
—No lo sabía, para la próxima lo hace ella.
Tocan la puerta.
—¿Dónde está mi enana favorita? —inquiere Liam entrando en la habitación—. Feliz cumpleaños princesa —la carga. Son muy cercanos parece.
—Gracias Liam. Lástima que no fuiste tú mi hermano.
Y yo que pensaba que Aiden era un cabrón solo conmigo, pero no, me equivoqué rotundamente.
—Preciosa, me alegro de verte de nuevo —me dice, autoseguido me besa en la frente—. Lamento lo de aquel día.
Dylan, seguido de Aiden entran en la habitación. Aiden, como de costumbre muy serio.
—Liam, lo mismo digo.
—Feliz cumpleaños enana. Hace, no mucho, corrías de aquí para allá y ya tienes veinte años— le dice Dylan, quien también la carga.
—Gracias Dylan.
—Keira —me saluda—. Todavía nos debes una ronda de whisky.
—Creo que eso se resuelve orita —sonríe.
—Creo que no estoy pintada en la pared —llama la atención de todos, Andrea—. Al terriblemente odioso de tu jefe lo conozco, pero, a ellos no. Eres una caja de sorpresas Buckett —al decir mi apellido imita la voz de Aiden. Río con las ocurrencias de mi amiga.
—Andrea, ellos son los amigos de mi terriblemente odioso jefe —parafraseo a mi amiga.
Todos ríen, menos Aiden. Estoy a nada de hacerlo explotar.
En realidad, quiero que se cabree, tal y como he estado yo.
Andrea saluda a los dos.
—¿Es la chica de Enzo? —pregunta Liam.
—Vamos, soy Andrea. Y no soy la chica de nadie.
—Ya me encantas —expone Dylan.
—No jodas Dylan, a tí te encantan todas —comenta Aiden.
Ahora sí, todos reímos.
—Aquí tienes los regalos —le extiende Dylan dos cajas y un sobre.
—Sois inseparables, hasta para dar regalos —replica Gabi.
Comienza a abrir la primera caja. Es un colgante. Abre la segunda es una pulsera. Abre el sobre y sonríe al ver a Aiden.
—Muy de tí. Mandar a comprar mi regalo —le comenta Gabi a Aiden.
—Pensé que una chica elegiría mejor que yo —responde este, como si fuese obvio.
—No te excuses. Solo porque quiero ir te perdono.
—Hay un solo pasaje. Si quieres ir con más personas solo dímelo y te compro los otros.
—Hablando de eso. ¿Por qué no vamos todos? —determina Gabi para mi asombro.
Nunca he ido a París y me encantaría pero... Aiden, ese es el problema.
Liam y Dylan se miran.
—Por nosotros está bien —comenta Dylan.
—No es lo mío los viajes en pandilla —por supuesto tenía que poner Aiden la patata podrida del saco—. Yo paso.
Gabi le hace un mohín, que el ignora deliberadamente.
—Ustedes no dirán que no —dice casi suplica Gabi—. Por favor, será genial.
—Gabi. Tenemos que trabajar —le digo.
Me haría muchísima ilusión ir. Nunca he viajado. Si le agregamos a ello un grupo maravilloso, como aseguro que lo seríamos, el viaje sería inolvidable. Sin embargo, sé que Aiden no me permitirá faltar al trabajo.
—Aiden, ¿le darás permiso de faltar, verdad?. Soy tu hermana y es mi regalo de cumpleaños.
—Si cumple con todo su trabajo. Trabajando horas extras cada día —comenta el sinvergüenza.
—Lo siento Gabi. Pero no soy un robot. No pienso hacer eso por nada y eso abarca el viaje a París.
—Eres un cabrón Aiden. Tu no quieres a nadie —expresa Gabi enojada.
—Eso ya lo sé hermana —le responde como si sus palabras no le afectaran.
Necesito mantener distancia. Este hombre será mi destrucción.
—Tranquila Gabi. No tienes por que arruinar tu vigésimo cumpleaños. Todavía quedan muchos clubes por disfrutar antes de tu viaje —desde ahora haré todo lo posible por molestarlo. No me importa si es cosa de niña. Ya me ha jodido bastante—. Además Andrea puede acompañarte.
—Ya está, tres pasajes más —comenta Aiden.
—Te equivocas, cuatro —le responde Gabi.
—¿Dónde está el cuarto? —pregunta Aiden.
—Lo sabrás hoy —Gabi deja la intriga.
—Enana, no me digas que tienes novio —expresa Dylan.
—Si. Y a este sí no van a joderle la vida.
—El gilipollas aquel se lo merecía —dice Liam.
—Totalmente de acuerdo. Pero este es diferente en todos los aspectos.
—¿A qué te refieres? —pregunta Aiden.
—Primero que no es ningún gilipollas, cabrón, mujeriego, abusador... sabes esas palabras que te caracterizan muy bien —Aiden se apoya en la mesa de maquillaje de Gabi y cruza sus manos—. Si, no me mires así, sabes perfectamente lo que digo y considero que a este punto ya todos nos conocemos bien. En segundo no es un chico así lleno de lujos como ustedes tres.
—Te aseguraste de que tenía buenas intensiones —pregunta Dylan.
Estos dos chicos parecen más sus hermanos que Aiden.
—Si, me aseguré de ello —le respondió Gabi.
—Entonces princesa. ¿Cuál es el problema?. No digo que me agrada que ya estés tan grande y con novio, pero imagino que ya llegó el día en que te veremos alejarte con otro hombre —comenta Liam.
—Aún con tus 20 años soy capaz de remover cielo y tierra si ese chico no se comporta como debe —habla esta vez Dylan.
—Parece sermón de padres. Ya está crecida y bastante, puede hacer lo que quiera —dice Aiden.
Joder. Si alguna vez dudé si tenía corazón o no. Ya hoy no me cabe la menor duda.
—Alucino contigo, la verdad —le digo a Aiden. No puede ser que los chicos le demuestren más afecto que él que es su verdadero hermano.
Salgo de la habitación de Gabriela. No puedo seguir viendo cómo se comporta el imbécil de Aiden. Necesito respirar. Voy a la cocina y allí me encuentro con Trini.
—Trini. ¿Podrías darme un poco de agua?.
—Claro mi niña. Mira aquí tienes —me extiende una jarra y un vaso—. Estoy como loca con todos los preparativos.
—Trini. ¿Por qué Aiden y Gabi no tienen esa relación afectuosa de hermanos?.
—Mi niño Aiden siempre ha sido así. Es muy solitario y poco cariñoso. Desde niño fue muy organizado y obsesivo de que todo se hiciera como él quisiera. Al contrario de Gabi, que es muy cariñosa. Aiden nunca le dio ese cariño de hermanos a ella. Ni siquiera conmigo y sus padres es afectuoso. Le cuesta trabajo dar amor —recoge un bol lleno de dulces de chocolates. La boca se me hace agua. Me extiende uno—. Se nota que te encantan. Iré a acomodarlos en el bufé.
—Gracias —digo ganándome una bonita sonrisa.
Regreso a la habitación de Gabriela disfrutando del delicioso dulce. Antes de que pueda abrir la puerta de la habitación, una mano me hala. Por supuesto que se quién es... quién si no, Aiden Stone.
Toma mi muñeca y me lleva hasta la habitación justo al lado. Aquí casi todo era azul. Fue lo único que alcancé a fijarme.
—Crees que puedes dejarme con la palabra en la boca —me dice mientras da pasos hacia mí. Yo camino hacia atrás con tal de alejarme.
—Creo que puedo hacer lo que se me de la gana, estoy bastante crecida —le respondo muy segura, utilizo casi sus mismas palabras.
—Conmigo tu pierdes el control —continúa acercándose peligrosamente y yo alejándome.
—Quizás en algún momento lo perdí. Pero, no volverá a pasar —caí sobre la cama tratando de alejarme de él.
—Segura —dijo con su voz ronca al situarse sobre mí.
Tratando de quitarlo, tomó mis manos y las apretó con una de las de él sobre mi cabeza.
—Te queda demasiado bien esta ropa —comenta.
—Suéltame Aiden —le ordeno y el hace caso omiso—. Si no lo haces pienso gritar.
Comienza a besarme el cuello, ignorando mis palabras, mi intento de amenazarlo.
—No serás capaz. No puedes negar que esto te encanta —expone...muy seguro de sí mismo.
—Suéltame —grito.
—No pienso soltarte —susurra a mi oído.
—Aiden —toca la puerta Trini—. Tu padre te llama —avisa.
Me da un beso tosco, con deseo, como si estuviera loco por eso. No puedo ocultar que me encantó, pero también me confunde. Se retira de arriba de mí y se marcha. Suspiro aliviada.
—Keiri ¿Dónde estabas? —pregunta Andrea sentada en una silla. Con dos hombres a su alrededor, uno le arreglaba el cabello y otro la maquillaba.
—Hablando con Trini —miento o más bien, le oculto información.
Gabriela sale de su closet, con su pelo y el maquillaje impecable.
—Estás preciosa —expreso.
Su pelo castaño recogido en una trenza, sobre la que habían pequeños adornos en blanco. Flequillos caían sobre su cara. El vestido es el que habíamos elegido en Plaza Ghirardelli.
—¿En serio? —pregunta, indecisa.
—En serio. Ryan pegará su mandíbula al suelo.
—A lo mejor no la pega al suelo, sino en otro sitio. Uno mejor, más suave, más húmedo...—ese comentario es propiedad de Andrea.
—Si vas a andar con Andrea —le hablo a Gabi—. Tienes que saber que al día puede salirte con una de su frases épicas del famoso libro “Mil ideas guarras para tu vida”. Pero que no se te pegue ninguna, ella tiene derechos de autor.
—Estas graciosilla hoy, Buckett —vuelve a imitar la voz de Aiden. Rodeo los ojos — La paciencia no es mi fuerte — y eso sí me proporcionó una risa. Esa frase si es de él.
—Gracias chicas. Jamás había empezado un cumpleaños tan bien —declara Gabi
—¿Qué tal estoy? —pregunta Andrea, quién ya adoptó una pose.
—Hermosa —contestamos al unísono Gabi y yo.
—Lo sé —camina hacia el vestidor de Gabi—. Igual gracias.
Reímos. Andrea es capaz de llenar de colores un día gris.
—Tu turno Kei —notifica Gabi.
Me siento en la silla. Que pasen los minutos rápidos. No han empezado a hacerme cosas y ya tengo ganas de levantarme.
—Preciosa, ¿cómo llevas tu pelo de costumbre? —me pregunta uno de los chicos.
—Recogido en una coleta —respondo, él asiente.
—El maquillaje...
—No me maquillo —lo interrumpo.
¿Una chica que no se maquille?
Pues yo.
Las veces que lo hago es debido a una obligación...obligación que se nombra Andrea.
—Creo que es tiempo de un cambio. Te encantará.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro