23. Eileen
He pasado cuatro días en casa de Liam. He sido tan feliz ahí, que solo deseo volver.
Regreso a trabajar en Upclide. Harry me ha dejado algunos mensajes para un ensayo hoy.
—Buenos días —saludo entrando a mi trabajo.
—Buenos días Ei —responde Andrea.
—Andrea estoy tan feliz —me sincero—, que asusta.
—Sí que asusta —comenta—, te pido por favor que no pienses solo en los orgasmos, piensa también en no olvidarte tomar la píldora.
—No —le digo—, como crees.
—Qué planes tienen para el cumpleaños de Liam.
—No sé qué día es su cumpleaños —contesto.
—Mañana.
No me debería asombrar tal hecho. Liam y yo hemos compartido más sexo que conversaciones profundas. Tal vez no es un día agradable para él, quizás no le da la importancia que tiene. Desde mi punto realmente no pienso armar un escándalo porque no me haya comentado de su cumpleaños. Sus motivos tendrá.
—No me ha dicho nada sobre eso.
—A Liam no le gusta celebrar su cumpleaños —expresa—. Durante los cuatro años que lo conozco nunca lo ha hecho.
—Este año todo puede cambiar —aseguro—. Cuando terminemos de trabajar planificaremos una fiesta de cumpleaños sorpresa.
—Me parece genial —expone—, le escribiré a las chicas.
La mañana en el gastropub fue movidita. Harry estuvo aquí, aproveché la oportunidad para inventarle una excusa para ausentarme al ensayo de hoy. Cuando terminé de trabajar, pasé por una tienda. Nunca me había fijado en ella. Habían muchísimas cosas hermosas de cristal.
Observo un cristal en forma de corazón. Es precioso. Es de tamaño mediano. Me encantó y lo he comprado.
Quedé con las chicas para las siete, ellas irían a buscarme. Me tomé media hora para visitar a mi abuela. Le conté todo, como me ha ido en casa de Liam y que mañana es su cumpleaños.
Al tocar el timbre pienso que son las chicas, pero no, es Liam. Después de saludar a mi abuela nos marchamos.
—Tenemos algo que hacer ahora —comenta con la vista perdida en la carretera, una mano en el timón y la otra en mi muslo.
— ¿Ahora? —pregunto.
—Sí, ahora.
—Pero había quedado con las chicas —le informo.
Su postura me indica que le vale bastante poco la excusa para pasar de su plan.
—Déjalo para otro día —responde.
Enciendo el teléfono y le envío un mensaje a Andrea.
Me va a llevar a algún lugar, no podré ir.
Está bien Ei. Nosotros nos encargamos.
La fiesta se la haremos en su casa. Trataré de hacerlo salir y te mantengo informada para que les de tiempo preparar todo.
Está bien.
—Listo —digo haciéndome la molesta—. Espero que tengas una buena razón para dejar plantadas a las chicas.
—Te encantará —responde seguro.
Liam es una maldita combinación de seguridad y arrogancia. Mi personalidad siempre ha odiado ese tipo de personalidad pero todo se lo llevó al traste mi rubio cuando apareció en mi vida.
Una vez más estoy en el aeropuerto. Recuerdo sus palabras "quiero follarte en tres lugares específicos" y todo esto cobra sentido. La idea me parece increíble pero para otro día, ya tenía planes para él.
— ¿A dónde iremos? —pregunto bajando del auto.
—Preguntas demasiado.
— ¿Cuando regresamos? —otra pregunta que le hago
—No sé —responde
—Liam mírame —demando y él lo hace—, mañana debemos regresar. Le prometí a mi abuela que nos quedaríamos en su casa —miento.
—Está bien —contesta—. Regresaremos pronto.
Nos montamos en el avión. Vuelve a recibirnos la misma azafata.
—Señor Hamill —lo saluda asquerosamente melosa. A mí ni me mira. Es como si yo no existiera.
—Cariño —le digo a Liam—. Puedes esperarme allí. Ahora iré —le guiño un ojo.
Liam me estudia. Sabe que intensiones tengo. Yo, en cambio, no sé si su andar hasta el asiento se debe a que aprueba lo que quiero hacer o ver exactamente hasta donde soy capaz de llegar.
—Mírame —le digo a la mujer para que me atienda—. Hoy no quiero que vayas allí. Si queremos algo ya vendré a pedírtelo.
Ella no responde y el estado de molestia en mí crece. Soy Eileen, la chica más común del mundo, pero no permitiré que me hagan mas pequeña solo por no lucir un caro vestido, unos zapatos de marca y un bonito maquillaje.
— ¿Has entendido? —pregunto.
—Sí —contesta.
No me gusta tratar mal a la gente. No me creo la señora, ni la dueña de todo esto por estar con él. Tampoco me importa su dinero, pero es la segunda vez que ella hace como si no existiera, como si fuera el juguetito que Liam tiene para divertirse en este puto avión.
Llego hasta él y me siento sobre sus muslos.
— ¿Qué hacías? —pregunta Liam y mueve su mano por mi muslo izquierdo.
—Pidiendo algunas cositas a la chica —respondo.
La mano de Liam recorre mi cuello y me empuja la cabeza hasta que tengo la boca muy cerca a la de él.
Me besa.
Recorro mi lengua por su labio inferior, para luego darle una mordida.
—Quiero que me folles —le susurro al oído—, como solo tú sabes hacerlo.
Tiene mi boca demasiado cerca. Su lengua invade mi boca, es un beso tan intenso que hace que lo desee aún más.
Me acomodo completamente de espalda a él. Agarra mis piernas y las levanta a cada lado del asiento.
Esto es lo bueno de usar vestidos.
Liam corre un poco las bragas. Se lleva una mano a la boca y le echa saliva. Aprovecho para deshacerme del vestido.
Lleva su mano a mi sexo. Sus dedos se apoderan veloces de mi clítoris. Gimo. Mi cuerpo arde de excitación.
Me toca, despacio, haciendo que explote de placer, pero, también disfrutando él al máximo.
Mueve un dedo hasta la entrada de mi sexo. Recorre la entrada, aún no lo introduce. Está haciendo que me vuelva aún más loca.
—Por favor —suplico. Necesito que avance.
Liam me ha hecho mucho bien y aseguro setecientas veces mis propias palabras. En el sexo no soy una experta, ni siquiera estoy segura de que sea la bomba personificada. Pero, he aprendido a abrirme sin miedos a lo que siento, a lo que me gusta, a disfrutar, a pedir más, a jugar. Eileen Evans es la misma chica de siempre, pero por dentro se siente diferente.
Prefiere torturame. Con la otra mano me gira la cara para que lo mire. El deseo avanza más, me castiga más.
— ¿Lo deseas? —su voz ronca me estremece.
Asiento.
—Nena sabes cómo funciona esto —me dice.
—Sí, lo deseo
Sonríe complacido. Introduce su dedo en mi interior. Vuelvo a gemir. El placer me vuelve su víctima. Las ganas esclavizan cada uno de mis sentidos. Y me pierdo, me pierdo en él, en todo lo que me está provocando.
—Mírame —ordena.
Su dedo entra y sale de mi interior.
Su atenta mirada y sus movimientos en círculos ayudan a subir más la temperatura de mi cuerpo.
Quiero más.
Introduce otro dedo. Jadeo.
Liam baja la otra mano hacia mi clítoris y juega con él, mientras que con la otra mano invade mi sexo.
Estoy en las nubes.
—No dejes de mirarme —expresa.
Se vuelve más rápido, más intenso, más preciso. Siento como mi cuerpo se tensa. Gimo entregada a un orgasmo increíble.
Horas después llegamos.
— ¿Dónde estamos? —le pregunto.
—Positano —responde.
¡¡¿Qué?!!
Nos hospedamos en un hotel llamado Le Sirenuse. El lugar es precioso, acogedor y tiene vistas magníficas.
Recorremos la habitación. Desde la terraza se podía observar gran parte del pueblo.
Liam se coloca a mi espalda, me besa todo el cuello y va dejando pequeñas mordidas. No puede ser posible que hace poco tuve un orgasmo y ya estoy estremeciéndome de nuevo por dentro. No sé cómo logra hacerme perder el equilibrio y la cordura cuando me toca. Una mano acaricia mis senos, los aprieta y tira de la punta. Suelto gemidos bajito. Desliza su mano por mi barriga, lo hace despacio, muy despacio. Cierro los ojos, el placer avanza un escalón más. Acaba de llegar a mi sexo. Sus dedos descienden hasta rozar la entrada, puede sentir como estoy mojada. Estamos en pleno balcón, ¿Esto es una buena idea? No, podríamos salir en la portada de una revista de chismes, pero no puedo evitarlo tampoco. Ya lo dije, Liam no me deja pensar claramente.
—Dime que deseas más —expresa con su voz ronca cargada de pura sensualidad.
—Deseo más —musito—. Necesito más.
Liam sonríe sexy cerca de mi oído. Me estremece. Despacio va subiéndome el vestido, rozándome los muslos. Me gira frente a él. Junta sus labios con los míos en un exquisito beso, su lengua juega deliciosamente con la mía. Gimo. Lleva a su boca mis senos. Muevo la cabeza hacia atrás al sentir mi boca posesiva sobre mis pezones. Succiona, lame, haciéndome explotar de placer. Se desliza con su lengua por mi barriga hasta que llego a su sexo. Baja mis bragas hasta que logra deshacerse de ella por completo. Me separa las piernas. Comienza desde la entrada de mi sexo hacia arriba, llega justo en la parte superior de mi clítoris y lame insistentemente. Coloco su mano en mi cabeza y lo empujo más hacia mí. Solo soy capaz de pensar en esto, no quiero que se detenga, no quiero que esto acabe nunca.
Chupa, lame mi clítoris y hace que se me aflojen un poco las piernas. Soy pura excitación, puro placer y satisfacción.
—Liam te deseo —expreso, casi musito—. Entra en mí.
Suplicarle le llena, le excita, le enloquece. Lo sé. Me encanta hacerlo y ver cómo busca todas las maneras posibles y deliciosas de hacer que pida más.
Vuelve a girarme. De nuevo estoy de espaldas a él.
— ¿Te gusta el paisaje? —pregunta, no sé por qué pero respondo:
—Sí, me encanta. Es precioso.
—Quiero que lo observes mientras hago que te corras hasta que no puedas mantenerte en pie.
Me coloca una pierna sobre la baranda del balcón. Siento su sexo rozándome. Estoy exasperada por tenerlo dentro.
Liam me gusta, me gusta muchísimo. Tengo el mundo en mis manos cuando me toca, cuando me embiste. Mi vida sexual nunca fue así de activa.
Al fin entra en mí. Jadeo.
Entra y sale de mí, preciso. Cada embestida me hace estar más cerca del orgasmo. Intento hacer lo que me pidió y observar el paisaje, pero, a veces cierro los ojos.
La mano de Liam acaricia mi clítoris. Una muestra más de que queda poco para que explote. Con la otra mano agarra mi cara y hace que la gire un poco para darme un delicioso beso con lengua, y ahí, justo ahí, es cuando todo, las manos, su sexo, su boca, pasan a llenar el significado de la palabra "placer". Mi cuerpo se tensa, no doy más.
—Liam —musito.
Él se mueve más fuerte, más rápido.
—Joder —ruge.
Ambos alcanzamos un orgasmo espectacular juntos, cargado de todo lo que no se puede ni siquiera explicar con palabras.
Luego de recuperarnos, nos tumbamos en la cama. El cansancio del viaje y el sexo increíble que acabamos de tener hacen que nos quedemos dormidos al instante.
Me levanto, miro el reloj, son apenas las once y media de la noche. Tengo mucha hambre. Liam al sentir mis movimientos en la cama se despierta.
—Pelirroja ¿Qué hora es? —pregunta pasándose las manos por los ojos.
—Las once y media —respondo—. Tengo mucha hambre.
Liam sonríe. Marca un número y pide pizza. Se me hace la boca agua con solo escucharlo decir "pizza".
A los minutos ya estaban tocando la puerta de la habitación.
Decidimos sentarnos en el balcón a comer. La vista desde aquí es espectacular aún de noche.
De la nada sonrío.
— ¿Qué sucede? —pregunta.
—Me encanta estar aquí —digo—, contigo.
Miro mi teléfono, faltan apenas unos minutos para su cumpleaños.
Seguimos comiendo de esta deliciosa pizza.
A las doce me siento en sus piernas y lo beso.
—Feliz cumpleaños corazón —expreso con emoción.
Él sonríe, pero lo noto un poco tenso.
— ¿Qué te pasa? —pregunto. Sé la respuesta, pero quiero escuchar de sus labios la historia de que no es un día agradable para él.
—No me gustan mis cumpleaños —dice—. Hace años que este día dejó de ser importante.
—Pero lo es cariño —aseguro él me observa—. Es un día importante. No importa la razón por la que dejó de serlo, a partir de este cumpleaños y mientras esté contigo este día va a ser especial.
—No puedes ver —continúo—. Lo feliz que estoy de que cumplas un año más de vida.
Él ríe.
—No me da ninguna gracia haber llegado a los treinta y cinco.
—Sí —contesto—. Debes saber que te estás acercando a las cuatro décadas.
Lo vuelvo a besar.
—Te dije que llegué para cambiarte la vida —le digo—. Quiero que seas feliz.
—Y lo soy pelirroja. Desde que estoy contigo.
—Te tengo algo —digo al dar un brinco y caer en la cuenta del corazón de cristal que he comprado.
Busco en mi bolso.
—Este es mi regalo —le entrego el corazón—. No tenía ni idea que darle a un hombre que lo tiene todo, así que decidí darte mi corazón.
Liam me observa en silencio.
—Es frágil, puede quebrarse muy fácil —le digo—, aún así confío en que vas a saber cuidarlo
Liam me besa, con tantas ganas, tanto cariño, tan delicioso que acabamos de tener sexo una vez más.
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