18. Eileen
Hoy es día libre. Me levanto alrededor de las nueve. Preparo la comida, limpio y hago las compras de la semana. Recibo un mensaje de Harry con la dirección y la hora de ensayo.
—Abuela te cuento que he aceptado un trabajo de modelo principal para un desfile importante —le comento mientras agarro del refrigerador un pote de helado.
—No sabía que te gustaba modelar — dice apoyando la espalda en la barra de la cocina.
—Yo tampoco —contesto brincando para subirme en la encimera—, pero no pierdo nada con intentarlo.
— ¿Te lo propuso Liam?
—No —le digo—, es en otra empresa. Con Liam tendría muchos privilegios y no quiero eso.
—Cariño oye palabras de vieja —dice—, ahí hay competencia como en todos los negocios. Ten cuidado no te involucren en ningún problema. Hay personas que con tal de ganar juegan sucio.
—Estaré atenta abuela —Termino de hablar y suena mi teléfono—, me voy.
Le entrego el pote de helado a mi abuela, la beso en la frente y me marcho.
—Señorita.—El chófer me abre la puerta.
—Gracias —contesto
—Es mi trabajo —responde.
No hablo ni media palabra en todo el camino. Estaba desesperada por llegar, el trayecto se me hizo incómodo.
Entro a la empresa.
—Buenos días —saludo a la recepcionista—, busco a Harry.
—Buenos días —me devuelve el saludo—, ¿Señorita Evans?
—Sí —respondo.
—Ella la guiará hasta el señor Harry —contesta, señalando a otra mujer que llega a nosotros.
Sigo a la persona. De camino me fijo en todo el lugar. Es un poco oscuro. Las paredes son de color carmelita. Hay muy poca iluminación. Pósters de varios diseños adornan las paredes.
—Ei —me saluda Harry.
—Harry —le digo. La chica me mira raro. Será por no decirle señor—. ¿Puedo decirte así? O necesito decirte "Señor Harry".
Él ríe.
—Dime Harry —contesta y le hace una seña a la chica para que se marche-, me encargaré de que aprendas todo lo que necesitas para modelar.
Asiento.
—Ei, la postura lo dice todo, y para poder caminar como una modelo es imprescindible que sea buena. Lleva los hombros hacia atrás, con la pelvis ligeramente hacia adelante y la espalda recta pero no tensa.
—Camina con paso firme —continúa—, manteniendo la postura en todo momento y con pasos idénticos, que no se vean unos más largos que otros. También debe ser cada paso con la misma intensidad y la misma actitud.
—Inténtalo —dice.
—Hombros hacia atrás, pelvis ligeramente hacia adelante, espalda recta, pasos idénticos —repito en alta voz mientras lo hago.
—Muy bien —expresa Harry—, todavía no lo es todo.
Avanza dos pasos hacia mí.
—La cabeza debe estar siempre elevada, recta, mirando al frente —explica. Yo voy captando lo que dice e intentando hacerlo—, lo ideal es que puedas fijar la mirada en un objetivo que este frente a tí, pero que sea un objeto, no una persona. —Y así lo hago—. Camina firme, con la mirada fija, confianza y seguridad, es muy importante que quien te vea caminar perciba eso.
—Lo haces realmente bien —comenta—, por último, lleva las manos relajadas, agítalas antes de empezar a caminar y no juntes mucho los dedos. Los brazos no deben moverse tanto como se mueve el cuerpo, solo deben balancearse ligeramente.
Vuelvo a practicar una decena ridícula de veces hasta que Harry decide que por hoy ha sido suficiente.
—Mañana tendrás ensayo nuevamente —comenta—. ¿A las 5:30 está bien?
—Sí —contesto—. Hasta mañana.
—Te invito a almorzar —dice con una sonrisa.
—Otro día —le respondo con una fingida sonrisa.
***
Voy a la empresa de Liam. Está vez impido que su secretaria le avise. Entro a su oficina, él revisa unos papeles. Gracias a Dios no lo encontré en otras cuestiones.
—No sé para qué coño me cuido de no salir embarazada —digo y el repara en mí. Me mira serio, pero con total descaro sus ojos me recorren de arriba abajo—, si acabo adoptando a un crío de treinta y cuatro años.
Sé que le asombró escuchar como mencioné su edad porque él no me la dijo. Pero en una conversación con Andrea de él, después de conocerlo en el club, ella me la dijo.
— ¿Tienes tiempo para hablar conmigo? —pregunto sentándome al frente—, o tengo que pedirle una cita a tu secretaria.
—Te escucho —comenta frío mientras cruza los brazos sobre la mesa.
—Si piensas pasarte los próximos días en esa actitud es tu problema Liam. —Empleo su mismo tono—. No estoy haciendo nada malo, no voy a regalar mi cuerpo, ni voy a bailar en un tubo en ropa interior; y aunque así fuera tampoco tendría nada de malo. No tengo dueño. Todo en exceso es malo, a veces te excedes con esa actitud posesiva. Te lo conté, te expliqué la razón por la que acepté y por qué no en tu empresa. He intentando que estemos bien, pero, aunque me duela, nosotros nunca lograremos más que discusiones.
Tocan la puerta. Su secretaria le dice que tiene una reunión. Él la mira asombrado, como si esta se le hubiese olvidado.
Yo me levanto de la silla para marcharme. Él me toma de la mano.
—Espera cinco minutos —me dice—, después nos iremos a casa.
Y así lo hago.
Con el propósito de no aburrirme abro el chat con Andrea.
Séptima Kardashian
Gracias por recordarme que soy una hermana bastarda de la familia.
Ella no es nada de las Kardashian, sin embargo tiene un cuerpo espectacular y como se pasa una cantidad de horas ridículas en Instagram viendo sus post, decidí apodarla así.
Deberías reclamar la parte de dinero que te corresponde. Aunque pensándolo bien, solo necesitas promocionar un reality y una línea de cosméticos
Son grandes
Grande mis ganas de irme de aquí. Estoy aburrida.
¿Dónde estás?
Esperando a Liam. Fue a una reunión.
Liam entra por la puerta.
Ya llegó. Me marcho.
Apago el teléfono y nos vamos.
Pensé que iríamos a su casa, sin embargo, llegamos a un aeropuerto.
— ¿Para dónde vamos? —pregunto inquieta.
Él no responde. Me agarra de la mano y me hace caminar hasta que subimos al avión.
—Buenos días señor Hamill —saluda la azafata.
Él no la atiende. Simplemente me sienta y se sienta al frente.
—Liam estoy hablando contigo —reclamo. La verdad estoy nerviosa, nunca había montado en un avión.
—Hablas demasiado —dice impertinente.
—Y tú eres un maldito cabrón —respondo—, que te cuesta decirme el destino de este viaje.
Él sonríe.
—Eres muy romántica —expresa ignorando por completo la segunda parte de mi comentario.
—Liam nunca he montado un avión —le digo a modo de rendición—, estoy nerviosa.
Él sonríe una vez más y se acerca a mi.
—Te dije que quería follarte en tres lugares —me explica al oído—, y voy a follarte en tres lugares.
—No todas las cosas que uno quiere puede obtenerlas —digo arrogante—, y eso es una de esas cosas.
Me gusta probar fuerza, aunque sé que termino tragándome a pulso todas esas palabras. Me gusta ver qué el tiene el control, que no se deja dominar.
Roza la punta de mis pezones, por encima de la ropa, con sus dedos. Retumban las alarmas de mi cuerpo, el placer está muy cerca y ya quiero sentirlo. Realiza la misma acción con el otro pezón y tira de él. Muevo la cabeza ante el contacto. Lo deseo, cada vez que me toca pierdo el norte, el sur, el este...pierdo la noción del tiempo, la cordura, la respiración, es cierto que no estoy pensando.
Baja la mano, despacio, llegando a mi sexo. La ropa impide sentir sus dedos, pero no puedo evitar excitarme igual.
—Me suplicarás que te folle —me dice al oído.
Una sonrisa se escapa de mis labios.
Él mueve su lengua por mi cuello llegando al lóbulo de mi oreja.
Tengo hambre, voraz. Pero no puedo pedirle que me folle, no tan rápido.
Me baja el pantalón junto con las bragas. Introduce uno de sus dedos en mi boca, lo lamo.
Introduce ese dedo en mi interior. Cierro los ojos al notar como mi cuerpo responde deliciosamente al movimiento en círculos. El cuerpo me hierve. Me muerdo el labio inferior para acallar esos gemidos que se me escapan, aunque en el fondo quisiera que todo el puto avión me escucharla, esto es demasiado bueno como para contenerme.
Lleva su lengua hasta encima de mi clítoris y la mueve fugaz. Acaba de introducir otro dedo. En mi interior surgen fuegos artificiales. Su lengua, sus dedos, me encienden aún más.
Quiero que me folle, necesito que me folle.
Liam se detiene y se para dispuesto a sentarse nuevamente en su asiento.
Le agarro la muñeca.
—Fóllame —le exijo—, ahora.
Liam sonríe y me da un intenso beso. Me quita el cinturón y me carga hasta su asiento. Desabrocha su pantalón y desliza sobre su sexo saliva. Me sienta a horcajadas sobre él, introduciendo su sexo poco a poco en mi interior.
Busco con impaciencia su boca y lo beso. Empiezo a moverme. Coloca sus manos en mis nalgas y las aprieta.
—Eres mía pelirroja —comenta con esa voz tan gruesa—, necesito tocarte para poder respirar.
Golpea ambas nalgas con sus manos. Sonrío. Muevo mis caderas en círculos, más rápido.
La azafata tose. Debería detenerme, pero no lo hago. Mi frase célebre:
«esto es demasiado bueno para no vivirlo»
Hundo la cabeza en su cuello y susurro un «quiero que se marche»
—Señor Hamill ¿Desea algo de tomar? —pregunta ella
—Máchate —le ordena Liam-, cuando ella desee tomar algo te aviso.
—Esta bien, señor —dice y se marcha.
Acerca su cabeza a mis senos. Succiona los pezones y tira de ellos. Gimo. Cada vez necesito sentirlo más.
—Eres mi puta obsesión —comenta apoderándose de mi boca y dándome otro beso.
Me muevo más rápido. Desde aquí puedo ver estrellitas, arcoíris, lucecitas de colores.
Él me empuja más fuerte con ayuda de sus manos, que siguen en mis nalgas indicándome el movimiento.
—Nena —ruge.
Pueden existir muchísimas cosas sexys en este mundo, pero nada comparado con los gemidos de un hombre.
Aprieto mis muslos. El placer recorre cada centímetro de mi cuerpo. Estoy a nada de correrme.
—Quiero que te corras conmigo —le pido. Él sonríe.
Otra nalgada, otra y otra más. Arqueo mi cuerpo. No he dejado de moverme, el agarra tosco mis caderas y hace que me mueva más rápido, más profundo.
Cierro los ojos, a punto de explotar.
—Mírame —me ordena y obedezco.
Una acometida, dos y a la tercera no damos más. Mi cuerpo se tensa en un delicioso orgasmo, llamándose al mismo tiempo con todo el líquido de Liam. Es el puto paraíso esto. No me importa a donde vayamos, si el destino tiene sexo, lo quiero.
Hundo mi cara en su cuello tratando de tranquilizar la respiración.
—Eres preciosa nena —expresa moviendo la palma de su mano sobre mi pelo—, de lo único que me arrepiento en esta puta vida es de no haberte conocido antes.
El resto del viaje me quedé dormida.
— ¿Dónde estamos? —le pregunto a Liam al bajar del avión.
—Santorini —contesta—, Grecia.
No lo puedo creer. Me encanta este lugar y eso que solo lo había visto en fotos.
Nos montamos en un taxi.
—Hello, what is the destination? —habla el taxista.
—Oia —contesta Liam.
—Are they on honeymoon? This place is very visited by couples —comenta el del taxi.
—Yes —contesta Liam—, we just got married.
¡Qué! Lo fulminó con la mirada y él sonríe impertinente.
—Congratulations —contesta emocionado el taxista.
Llegamos a Oía. El taxista se despidió aconsejando los mejores lugares para visitar.
— ¿Cuando nos casamos? —le pregunto a Liam—, cuando sucedió eso que no me enteré.
—Y que quieres que le diga —responde—, que vinimos a follar. Estoy protegiendo tu integridad Evans.
—Mi integridad se ha ido de vacaciones desde que te conocí —contesto.
Él sonríe.
Finalmente me centro en el lugar, lo miro detenidamente.
Oía es el típico pueblo que he visto un millón de veces en fotos y el más famoso en Santorini. Es bonito a rabiar.
Visitamos una tienda. Está vez, nos habíamos acabado de comprometer, según Liam. La mujer que atiende el lugar daba las enhorabuena. Liam no dejaba de reír y yo, aunque al principio quería matarlo, terminaba riéndome. Ahí alquilaban trajes de novia. Para resumirles el cuento, terminé con un traje de novia, sacándome unas fotos de rollo postureo simulando que me había casado.
Luego nos dirigimos hasta el antiguo castillo de Oia. Es increíble. He leído artículos dónde mencionan lo genial que es ver el atardecer aquí. El castillo hace referencia a las ruinas de un antiguo fuerte que había en la época de la ocupación veneciana. Es un espacio reducido y en el cuál se concentra mucha gente.
El lugar es m-a-g-n-í-f-i-c-o y esta palabra se queda corta.
Llegamos veinte minutos antes, ya estaba repleto de personas. Caminos hasta encontrar un pequeño sitio donde pararnos. Liam se coloca a mi espalda, rodeando sus manos por mis caderas.
—Es una vista increíble —comento.
—Te aseguro que no será lo único increíble hoy —me dice al oído para que solo yo pueda escucharlo.
—Te conozco Hamill y eres un adicto del sexo pero no te atreverías a hacerlo delate de esta cantidad de personas —le digo y lo estoy retando también.
—No me pongas a prueba nena —responde—, conmigo nunca se sabe.
Sonrío.
Como cada persona que se encuentra aquí, el atardecer llama por completo mi atención. El flash de las cámaras, las expresiones de encanto, de felicidad de las personas hacen eco en el lugar. Es un rollo muy, pero muy especial.
Cuando desaparece el sol, la gente, seguramente por las horas de espera sufridas se va corriendo.
A lo lejos solo quedan dos turistas.
Liam me debora el cuello con cálidos besos. Cierro los ojos mientras introduce su mano debajo de mis bragas.
—Abre los ojos —ordena—, lo mejor es ahora.
Acaricia suavemente mi clítoris. Hoy no es tosco. Mueve su dedo despacio por encima de la entrada de mi sexo, no lo introduce aún. La excitación sube un paso más.
—Liam hay turistas aún aquí —murmuro.
—Solo déjate llevar —susurra para después recorrer su lengua por el lóbulo de mi oreja.
Lento va introduciendo dos dedos en mi interior, moviéndolos sin prisa. Con la palma de la otra mano acaricia mi barriga, de manera suave.
El deseo vuelve a apoderarse de cada espacio de mi cuerpo. Muevo la cabeza hacia el lado y sus ojos ya me esperan. Lo beso. La excitación sube dos escalones más.
—No dejes de mirar al frente —me indica.
Retira la mano del interior de mi pantalón. En mi interior protesto, aunque doy por echo que no dará tregua. Desabrocha el botón de mi pantalón y lo baja junto con las bragas.
No puedo evitar mirar hacia donde se encontraban los turistas. Por suerte ya no estaban.
Liam me abre un poco más las piernas y se unta saliva en sus dedos. Lleva la mano hacia mi sexo nuevamente haciendo presión en mi clítoris.
— ¿Confías en mí? —pregunta.
—Sí —respondo.
—No dejes de mirar al frente —ordena.
Mueve la mano sobre mi clítoris hasta que desliza nuevamente los dos dedos en mi interior y los mueve. Siento la punta de su sexo en mi culo.
Me da un miedo terrible, lo reconozco. No he intentado esto en mi vida. Él parece notar mi miedo.
—Te aseguro que te va a gustar —me dice—, solo relájate. Y si no te gusta, me dices y me detengo.
Asiento. Trato de relajarme. Mantengo mi vista al cielo.
Liam empuja su sexo. Al principio siento un poco de molestia. Es incómodo, es raro. Pero poco a poco esa incomodidad se funde con placer. Él entra y sale despacio, moviendo sus dedos al compás de cada acometida.
El cielo comienza a inundarse de tonalidades violetas y rosas creando un entorno mágico hasta llegar a la mítica hora azul que junto a la iluminación de los hoteles y las piscinas y jacuzzis crea un espectáculo difícil de olvidar.
—Es increíble —murmuro
Nunca podré olvidar esto.
Liam sale y vuelve a entrar con más fuerza. Gimo. Vuelvo mirar a todos lados pidiendo de favor que no haya nadie.
—Concéntrate —dice—, a la mierda si nos ven.
Cada vez me siento más excitada, cada vez logro acallar menos mis gemidos. Nuestras respiraciones son un completo caos.
—Joder —ruge.
Con la mano que tenía libre agarra mi cuello haciendo que mueva la cabeza hasta alcanzar mi boca. Otro beso, otro gemido contra su boca, otro movimiento de sus dedos, otra embestida. Yo no doy más, él tampoco. Un orgasmo espectacular sacude todo mi cuerpo.
No tenía conocimiento de que podría alcanzar un orgasmo de esta manera. Está vez no trato de controlar mi respiración. Estoy tan concentrada en mis pensamientos que me quedo ahí sin moverme. Él parece notarlo.
—Hay nervios compartidos entre la pared anterior del ano a la vagina, por ello puedes sentir excitación sexual mediante la estimulación rectal —comenta.
—Estas muy bien informado —digo irónica.
—Me gusta estarlo —responde.
—Punto a tu favor —expreso colocándome nuevamente la ropa.
Él ríe.
—Tengo mis trucos —comenta
—Sí —respondo—, te funcionan.
— ¿Tienes hambre? —pregunta
—Mucha —contesto con total seguridad.
Bajamos hasta el Puerto Amoudi, el puerto viejo de Oia, después del atardecer. Al principio dudé si bajar o no al ver las escaleras, pero teniendo en cuenta que es una zona con encanto en la orilla del mar y con un bar y restaurante para tomar algo o cenar. Es magnífico.
Regresamos a San Francisco. Estoy exhausta, fueron 17 horas y 6 minutos. Me quedo en casa de Liam.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro