13. Liam
Entro a casa de Aiden y lo primero que escucho es la voz de Kimberly.
—Padrino —grita feliz mi princesa al correr a mis brazos.
—Hola preciosa —deposito un sonoro beso en su cachete.
—Padrino viniste a cuidarnos —pregunta la peque.
—Sí, princesa —afirmo, haciendo contacto visual con Eileen que acaba de llegar a la sala—. Me quedaré con ustedes tres.
—Tia Ei —le extiende una manito a Eileen para que se siente justo a nuestro lado en el sofá—, iba a jugar conmigo, un juego que me gusta mucho.
Nos miramos fijamente y entonces, todo lo que le dije la última vez, mi rebelión en contra de esas cosas que ella provoca en mí, parece esfumarse. Solo pienso en volver a tocarla.
—Pequeña —le habla con dulzura a la niña—, voy a contar, así que busca un buen lugar para esconderte.
Ella sonríe feliz. Eileen se tapa los ojos y emite la cuenta «1, 2, 3…10» en voz alta.
Mi hermosa ahijada busca donde esconderse. Ya ha salido de la sala.
Eileen retira sus manos de la cara.
—¿Qué haces aquí Liam?. Acaso no quedó claro la última vez.
—Debo cuidar de mis sobrinos —contesto.
—¿No sabías que estaría aquí? —pregunta y luego grita “Casi te encuentro Kim”
—Sí —digo con seguridad. Ella me mira y solo por ese instante solo existimos ella y yo—, pero no voy a dejarlos solos.
—Es mejor estar solos —dice levantándose del sofá—, que mal acompañados.
Sonrío. Es jodidamente sexy incluso cuando se enoja.
Se escuchan los «Kim estás ahí», la risa de Kim y el «te encontré» de Eileen.
—Este juego no me gusta ya —protesta la niña.
—¿A qué quieres jugar ahora peque?—pregunto alcanzándola.
—No sé —contesta—. Tengo hambre.
—¿Quieres pastel? —pregunta Eileen—. Podría hacerte uno.
—De chocolate —pide.
Eileen asiente.
—Ve a ver una película con padrino —expone—, en cuanto acabe el pastel te llevo una rebanada extra grande.
La miro fijamente a los ojos, ella evita el contacto visual. Sé que intenta mantenerse alejada de mí, yo mismo se lo pedí, pero joder todos mis sentidos fallan.
Aquella noche en el club, desde que la vi, me encantó. Por primera vez en mi vida estaba nervioso y eso me asustó. Esa noche me fui con dos chicas. Cada vez que coincidía con ella hacía lo mismo, hasta un puto día en el que no me pude contener más y entré en su habitación.
Desde ese momento, quiero tocarla todas las veces que la veo.
Cargo a Kim y la llevo hasta su cuarto. Enciendo la TV y coloco su película de princesa favorita “Barbie moda mágica en Paris’’.
Llevaba media hora la película cuando Kim bosteza varias veces hasta quedarse dormida.
Voy a la cocina a buscar a Eileen y ahí está introduciendo una bandeja al horno.
—Se ha quedado dormida —comento.
—Es demasiado temprano aún —responde.
Se hace un silencio entre nosotros. Ella se juega nerviosa con el pelo.
—Estás nerviosa —digo acercándome más a ella.
—¿Por qué tendría que estarlo? —responde tratando de sonar lo más convincente posible.
—Porque te gusto —comento en su oído.
—Estás loco Liam —se separa de mí y joder se siente todo frío de nuevo—. Hace un mes que me pediste que me alejara de ti, que ya me habías utilizado.
—No entiendes joder —rujo—, que no sé qué me pasa pero necesito verte, tocarte, para estar bien.
—No Liam —responde—. Tú solo necesitas verme rendida a tus pies una y otra vez. Eres así joder, te da satisfacción ver a todas las chicas a tus pies.
—Estas equivocada Eileen —me acerco a ella y ella vuelve a alejarse—. No me importa las otras chicas, solo me importas tú.
—No jodas Liam —sigue pronunciando las palabras con enojo—. Solo quieres satisfacer tu deseo sexual.
—Crees que si solo me interesara follar me acercaría nuevamente a ti —le digo—. Hay millones de mujeres en esta ciudad Eileen.
—Ve a follarte el millón de mujeres Liam —me dice—, y déjame en paz. No entiendes que no quiero seguir jugando el papel de estúpida contigo.
—De qué estás hablando —digo de mala forma. No estoy acostumbrado a esto—. Tú me encantas pelirroja. De qué forma te lo digo.
No dice nada. Me acerco a ella y la beso. Por unos segundos vuelvo a sentir que respiro.
Este mes fue el peor de mi vida. Más de una vez fui a su casa con el deseo de entrar por su ventana. La observaba de lejos en el club. Incluso aquellos domingos en los que caminaba por algunas tiendas. Es Eileen Evans la chica que quiero conmigo.
—Liam —me empuja—. No quiero ser tu puto juguete.
—Eileen —volvemos a estar en guerra—. No eres mi juguete.
Ella sonríe irónico.
—Pues yo me he sentido así desde que te tengo cerca.
La sangre me hierve. Mi actitud es así porque tengo miedo, no quiero enamorarme, no porque ella sea mi juguete.
La agarro de las caderas y la subo a la encimera abriéndome paso entre sus piernas.
—Escúchame Eileen. ¿Cuántas veces hemos tenido sexo desde que nos conocemos?.Olvídate de las veces que te he hecho sexo oral. Dime de las veces que hemos follado.
—La vez que entraste a mi habitación, por la ventana —responde.
—¿Crees que si solo fueras mi juguete no te habría follado todas las malditas veces que te he tenido cerca? —le digo.
—Esto es demasiado tóxico Liam —contesta—, y no me estás dejando pensar.
—No quiero que pienses nena, quiero que me quieras, que necesites estar conmigo.
De pronto parecemos darnos tregua. Volvemos a besarnos y yo vuelvo a sentir el puto paraíso en mis manos.
—Tía —se escucha la voz de Kim llegando a la cocina.
Eileen de un brinco se baja de la encima y alcanza a Kim que aún no había aparecido en la cocina.
El horno suena como confirmación de que ya el pastel se ha cocinado. Deslizo la tapa y retiro la bandeja. Tiene un olor increíble.
Eileen aparece con John y con Kimberly.
—Princesa acaso has dormido —le pregunto a la niña.
—Sí —contesta.
—Padrino puedo hacerte una pregunta.
—Dime peque —la siento en una de las sillas frente a mí.
—¿Te gusta tía Ei? —me dice al oído.
Sonrío, casi río.
—Sí pequeña. ¿Nos es hermosa?
—Sí —acompaña su respuesta moviendo la cabeza de un lado a otro.
—¿Podrías guardarme el secreto? —le pregunto.
—Sí —contesta.
Eileen pica una rebanada de pastel para cada uno. Como prometió el pedazo más grande es para Kimberly.
Antes de comerse su pedazo de pastel, le da de comer a John.
—¿Tía puedo hacerte una pregunta?
—Dime Kim
—¿A ti te gusta padrino? —Eileen la mira asombrada, sin saber que responder.
—No peque —contesta con una fingida sonrisa.
Ella hace puchero y me mira triste.
—A padrino si le gustas —suelta, como si esas palabras le pesaran mucho.
Eileen sonríe nerviosa, no sabe cómo actuar, ni que decir.
—¿Te ha gustado el pastel? —le cambia el tema.
—Sí —contesta feliz.
Las próximas horas de la tarde han sido de: juego con las muñecas, otra película de princesas, baño, comida y un libro de cuentos hasta que se duerma. Eileen aún no ha dejado a John en su cama. Se ve jodidamente adorable con él.
Acomodo a Kimberly en su cama. Eileen hace lo mismo con John.
—Vamos —la tomo de la mano y la llevo al cuarto de huéspedes. Ella se sienta en la cama, cruzando las piernas.
—¿Qué quieres? —pregunta con frialdad.
—Podría hacerte una lista de lo que quiero —le digo acerándome a ella—. «Besarte» «morderte» «chuparte» «tocarte mientras te mojas y me supliques que entre en ti»
Traga saliva y marca pequeños círculos con su dedo, sobre sus muslos, un gesto inocente que me la pone dura de golpe.
Sé que esto nos provoca lo mismo a los dos, que las ganas y el deseo inunda el poco espacio que nos separa.
—Pero hoy solo quiero que duermas bien —contesto mientras la beso en la frente y salgo de ahí cerrando la puerta a mi espalda.
No sé cómo demonios pude contener las ganas de follármela, de hacer que se corriera pronunciando mi nombre entre gemidos. Nadie va a lograr que se sienta como me siento con ella.
Es jodido, el deseo de tenerla cerca, pero, mientras ella siga sintiendo que es mi juguete, no voy a tocarla. Algo en mi interior necesita ver que ella se sienta como una diosa y no como un puto juguete.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro