
11. Liam
Hoy es un día de mierda y estoy dispuesto a pelearme con el mundo.
—Buenos días señor —me alcanza Patrick, mi secretaria, al entrar a mi oficina—. Tiene una reunión en cinco minutos.
—Está bien Patrick.
Justo antes de entrar a la sala de reuniones me llama Andrea.
—Andrea tengo una reunión importan...—no me deja terminar de hablar.
—A veces me pregunto si la capacidad de tu celebro es la del tamaño de una almendra —dice mientras pasa por mi lado directo a mi oficina. La sigo, no me podré deshacer de ella tan rápido.
—Patrick —rujo—, la reunión se aplaza unos cinco minutos.
—O es tu corazón el que está negro —continua.
—Raro que tu seas exactamente igual y me hablas a mí de corazón negro -le digo al sentarme frente a ella.
—Pero yo no lastimo a quien me quiere —contesta fugaz.
—Y qué sucede con Enzo -digo.
—No tiene nada que ver contigo -bufa y tengo sé que este no es un tema fácil para ella.
—Como sea —comento—. Habla rápido, tengo una junta.
—Me importa una mierda tu junta —contesta.
Conocí a Andrea a través de Keira, en aquel cumpleaños de Gabi. Es una versión de mí mismo pero en mujer. Tal vez los chicos pensaron que podía darse algo entre nosotros, algo más que una amistad. Nos pásabamos la mayor parte del tiempo criticando al otro, estabamos en un constante juego. Pero, jamás nos vimos con otros ojos, nunca tuvimos ningun tipo de roce, muchos menos sexo. Andrea es la bomba, lo reconozco, pero no es el tipo de mujer que me interesa. Es muy como yo y eso definitivamente no nos favorece en ningun aspecto. Le he cogido cariño, es mi familia, como lo son todos ellos. Están procupados por Eileen, yo estuve preocupado por Keira cuando empezó a sufrir por Aiden.
—La verdad duele —respondo—, pero es lo que hay.
—Liam, no seas imbécil —expresa—. Se que te importa.
Y sí, me conoce. Como la conozco a ella. Fue capaz de sentarse a hablar conmigo cuando le estaba asustando todo lo que estaba pasando con Enzo. Y aún sé que ese ese tema le asusta y que lo quiere.
—Si me importa, Andrea. Mi mundo también revoluciona cuando la tengo cerca. Lo que hice no fue planificado. Solo intentaba hablar con Jack para que la perdonara, pero ella llegó y escucho todo lo que decía. No sabes lo jodido que se siente dejar que ella vaya a sus brazos. Pero es lo correcto. Yo solo le haré sufrir.
—No debes elegir por los dos. No conoces a Eileen, ella no volverá a los brazos de Jack. Si seguía con él era porque no quería hacerle daño...
—Andrea —me levanto de la silla—. Apóyala e intenta hacerle entender que se merece algo mejor que yo.
—¿Tu vas a estar bien?.
—Sí —digo y dejo que la seguridad inunde esas palabras.
—Esta bien.
***
Llego a la sala de reuniones, todos mantienen conversaciones mientras me esperan. Al sentarme a la cabecera de la espaciosa mesa se hace un silencio sepulcral en toda la habitación.
Mi cara acaba de expresarles que estoy de un humor de perros.
—Ya se fijó la fecha de nuestra participación en el New York Fashion Week, es el 14 de febrero.
—¿Qué problema tiene esa fecha? —pregunto a sentir murmuros.
—Señor es el día del amor —contesta Jonhy.
—Sigue siendo un día común —contesto.
—Como les decía —continuo—. Estas son semanas movidas. No se duerman, hay que trabajar, trabajar duro. No me voy a conformar con poco, quiero la excelencia.
—Así será señor —contesta Jonhy.
—¿Estan listos los diseños para el Prefall?.
—Si señor —contesta Jonhy—. Se modificaron algunos diseños de acuerdo a su orientación en la última junta.
Asiento a modo de respuesta.
—Empecemos a trabajar en los diseños para la Semana de la Moda en Nueva York.
Llevo alrededor de tres horas en la sala de reuniones. Todavía requiero de más tiempo. Me gusta que todo esté hecho a la perfección, no me conformo con menos.
—Señor —me llama Patrick—. Necesita aprobar las modelos del próximo desfile.
—¿Qué sucede con Jess?.
—Tiene problemas en su casa —informa Patrick
—¿Es grave? —inquiero. Soy lo que quieran pero me preocupo por todos mis trabajadores.
—La madre está enferma —contesta ella.
—Ok Patrick —vuelvo a ocupar mi vista en el diseño en el que trabajaba—. Me encargaré de las modelos.
Patrick se marcha. Termino con el diseño y se lo entrego a Jonhy.
—Tómense un descanso —les digo a todos.
***
Todas estaban paradas encima de la pasarela.
—Seleccionaré a seis de ustedes —les digo con total control de la situación.
No centro mi mirada en ninguna. Me tomo con seriedad mi trabajo, no buscaría jamás que me titularan como «el jefe mediocre vacilador» que creen que, con un cuerpo perfecto y una carita angelical lo puedes tener comiendo de tu mano. Y no digo que no me he follado medio millón de modelos, pero no mientras trabajen para mí. Mientras tengan contrato con mi empresa, eso no ocurre.
Le hago una seña a la primera candidata para que modele.
La chica es delgada, es sencilla, solo mira hacia adelante tratando de dar lo mejor de sí, quizás sienta pena o miedo. La siguiente chica es totalmente diferente, pierdo la cuenta de la cantidad de veces que ha sonreído mirándome. Pasan todas las chicas.
Señalo a seis de ellas.
—La chicas que señalé den un paso al frente —ordeno—. Ustedes serán las modelos del Prefall.
Termino de hablar y me dispongo a caminar a la salida cuando una voz me llama.
—Señor.
Me giro y me encuentro con la chica sonriente.
—Dime —contesto distante.
—¿Podría hablar con usted? —mira de un lado a otro—. A solas.
—Sígueme —le digo ganándome una sonrisa.
Entramos a mi oficina. Ocupo mi puesto subiéndome un poco las mangas de la camisa.
—Sé directa —expreso—. No tengo mucho tiempo.
—Es que necesito el trabajo —comenta.
—Todas lo necesitan —y es cierto.
—Haré lo que usted me pida -descruza las piernas—. Lo que sea.
No puede ser que ella esté haciendo esto. No la conozco de nada, pero no veo para nada bien que haga estas cosas para conseguir un trabajo.
—¿Lo que sea? —pregunto
—Lo que sea -dice sonriendo—, y créeme no será ningún sacrificio.
—Cuentame por qué te urge el trabajo —pregunto.
—Vivo sola con mi padre y una hermana menor —cuenta—. Mi papá trabaja, pero su sueldo no es suficiente. Dejé de estudiar para ayudarlo con las cuentas y la educación de mi hermana. Él aún no sabe que dejé de estudiar, por eso necesito un trabajo, para cuando se entere le consuele saber que al menos tengo con qué sustentarme.
—¿Cómo te llamas? —ella contesta Molly.
—Molly crees que estás haciendo lo correcto —le digo con toda la sinceridad—. ¿Cuántos años tienes?
—Veinte.
—Intentando ayudar a tu papá, puede que le estés dando más problemas —le digo—. Tu crees que el no se esfuerza el doble para que tú y tu hermana puedan estudiar. Esto no es un trabajo duradero Molly, un título académico sí. Tal vez tengas suerte y llegues lejos pero aprende que la belleza es temporal.
—He buscado trabajo pero no me aceptan —contesta.
—¿Y tratando de acostarte conmigo creíste que te daría trabajo aquí? —ella baja la cabeza.
—Es que me sentí perdida —contesta—. Lo siento.
—No ofrezcas tu cuerpo como garantía para obtener algo. Logra lo que quieres trabajando, con esfuerzo. No le sonrías a todos los hombres pensando que con esa sonrisa obtendrás lo que quieres.
Ella no responde.
—Tu sabes que hubiese pasado si se lo hubieses pedido a cualquier otro jefe y acepta lo que pedías —expreso—. Hubieras hecho todo lo que él hubiese querido y luego podría haberte dicho que no eres apta para el trabajo. ¿Y qué harías Molly? No puedes hacer nada.
—Lo siento —vuelve a repetir.
Pienso en Kimberly, es apenas una niña, pero cuando crezca no me gustaría que con veinte años hiciera esto.
—¿En qué Universidad estudias? —inquiero.
—En la Universidad Estatal —responde—. Administración de Empresas.
—A partir de mañana te incorporas a la Universidad —digo bajo su asombro—. Iré a hablar con la Directora. Necesito que me des tu dirección, hablaré con tu padre.
—¿Qué le dirás? —pregunta preocupada.
—No te preocupes por eso. Céntrate en tus estudios. Y si quieres trabajar para ayudar a tu padre, hazlo, pero a tiempo parcial, no ocupando tus horas de estudio.
Emocionada me abraza. Yo no me muevo. Saben mi problema con las muestras de afecto.
—Muchas gracias —responde.
—Mañana te espero a primera hora en la Universidad —le digo.
—Sí señor —contesta—. Ahí estaré.
Veré qué trabajo mejor podré conseguirle al padre.
En ese instante entra Aiden sin tocar la puerta, seguido de mi secretaria.
—Disculpe señor —comenta agitada de tanto correr detrás de él—. No me escuchó cuando le dije que no podía pasar.
—Tranquila Patrick —contesto—. Ya estamos acostumbrados a esto.
Molly se marcha y Aiden se sienta.
—¿Quién te crees para hacer correr a mi secretaria? —comento.
—Tu mejor amigo —contesta—. Puedo entrar a esta oficina sin permiso.
—Aprende a tocar —le digo—. No siempre encontrarás esto tan tranquilo.
—Estás perdiendo facultades. Esa chica debe rondar los veintiuno.
—¿Crees imbécil que yo me follo a la que se me sitúa delante?.
—Sí —contesta con una sonrisa.
—Pues que te asombre entonces —respondo—. Solo la ayudé.
—No dudo que eres buena persona Liam —inquiere—, pero, ¿en qué puedes ayudar a esa cría.
—A que no cometa estupideces, dejando la escuela, por un trabajo de modelo que es temporal. Necesitaba ayudar a su padre con las cuentas y con los estudios de su hermana menor —bufo—. No sé ni por que demonios te explico todo esto.
—Porque eres mi hermano —contesta—, y de vez en cuando tenemos que sacar nuestro lado femenino tipo «amiga exijo todos los detalles»
Aiden trata de imitar la voz de una chica. Se le da de pena.
—Imbécil. Necesitas que te cuente también cuantas veces voy al baño —expreso con burla.
—También —responde, ganándose una mirada que explica de todo, menos que hoy estoy de humor—. Vine a contarte algo importante. Viajaré con Keira por nuestro aniversario. Pensamos llevarnos los peque pero Eileen va a quedarse con ellos.
—¿Quieres que me quede con ellos? —pregunto, pero no hace falta una respuesta.
—Sé que Eileen puede cuidar muy bien de ellos. Te aviso como un amigo cojonudo que soy para que acompañes a la chica que te gusta.
—Sabes que estás llevando la soga a casa del ahorcado —respondo.
—Deja de ser tan cobarde. Me marcho, te dejaré trabajar ya que nunca lo haces.
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