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Capítulo 2

[130 D.C]

Harry podía escuchar susurros llorosos y el sonido de un zumbido en su oreja.

Pero sobre todo, no podía sentir la magia envolvente de la sala común de Slytherin cerca de él. El aroma se percibe el olor magia de sangre, y el aroma a fuego salvaje.

Lentamente abrió los ojos, dándose cuenta que el cristal izquierdo de su anteojo estaba roto. Aun con la visión borrosa se dio cuenta que era de día y que no estaban en Hogwarts, pero sobre todo que Lucenys estaba inconsciente siendo cargada por un hombre de cabello platinado.

Lucenys tenía las medias escolares negras rasgadas y su recogido se estaba deshaciendo con el peligro que su cabello se suelte y quede expuesto a los demás.

Al lado del hombre que tenía una larga espada colgando de su cintura, había una mujer de cabello largo y platinado, sollozando mientras acariciaba el rostro de Lucenys, sonría como si su deseo hubiese sido cumplido.

—Mi niña— sollozó la dama de cabello platinado.

La criatura dentro de Harry se puso alerta. Esos desconocidos estaban muy cerca de su compañera.

Harry se levantó rápidamente con su varita lista apuntando al hombre que sostenía a su prometida y los pocos presentes jadearon

—Bajenla— ordenó Harry con su varita en alto, de pronto sintió la punta de una espada rozar su garganta, miró de reojo a otro platinado, de cabello largo y con un parche en el ojo donde sobresale una vieja cicatriz.

—¿Quién te crees para darnos órdenes? — preguntó el sujeto.

—Soy su prometido. Y mi deber es protegerla— contestó Harry.

—Aemond, baja la espada — ordenó un hombre de aspecto miserable. Pocas hebras de cabello plateado se aferraban a su calva, se sostenía en un bastón y le faltaba un brazo.

Harry observó como el hombre de aspecto mortal acercaba a Lucenys más a su pecho mientras la mujer se aferraba a él.

Harry dejó de apuntar al tuerto platinado para apuntar a Lucenys.

¡Enervate!— conjuró Harry y una luz roja salió de su varita para golpear a Lucenys. Ella despertó con un jadeo alto y la respiración acelerada.

Lucenys miró hacia los lados y cuando notó que estaba en brazos de un extraño empezó a chillar mientras se revolvía frenéticamente para que la soltará.

—Cariño, cariño, cariño — la mujer tocó un mechón que se había soltado del peinado de  Lucenys.

—¡No me toques el cabello! ¡No me toques! — le gritó Lucenys molesta.

—¡¿Qué le hiciste?! — el tuerto acercó aún más la punta de su espada a su garganta. Harry miró de reojo al sujeto.

De pronto se escuchó un grito de dolor, Harry miró como el hombre de cabello plata dejó caer a Lucenys para sostenerse la mano.

Lucenys lo había mordido.

Haciendo gala del ligero sadismo que los Black llevaban en sangre, Lucenys esgrimió su varita y apuntó al tuerto, sin titubear conjuró: — ¡Crucio!

El sonido de la espada caer al piso resonó en el salón seguido de un grito de dolor proveniente del hombre que amenazaba a Harry. Lucenys sonrió cruelmente, dejando ver ese brillo de locura famoso en la sangre Black.

Se acercaba como hiena a su presa aún la varita en alta. Con una patada deslizó la espada hacia los demás presentes. Todos miraban a Lucenys entre asombro y anhelo.

Tomando en cuenta las lecciones de Sirius. Ambos se pusieron espalda con espalda, sin dejar margen para ser atacados y protegerse mutuamente.

—¿Estás bien, mon amour ? — le preguntó Lucenys, con su postura de esgrimista.

—¿Estás bien? — quiso saber Harry. Lucenys tenía un par de rasguños en el rostro y sus medias rotas.

Harry abrió su mente, deslizándose por los pensamientos de las personas, pero tantas emociones eran palpables en el lugar.

—No uses Legeremancia— le susurró Harry con la postura de y con su varita lista — Las emociones son muy palpables que nos confundiría.

—Lucenys, hija mía — la mujer de cabello plata y ojos violetas se trataba de acercar a Lucenys.

—¡Tu no eres mi madre! — gritó Lucenys, la mujer retrocedió como si hubiese sido golpeada por un látigo — ¡Mi madre murió cuando era una bebé! ¡¿Quienes son?! ¡¿Dónde estamos?!

El tuerto se levantó y miró a una mujer con un vestido rojo. Harry percibió el aroma de magia antigua, magia de sangre emana como un perfume de la mujer.

Una bruja.

—¿Qué pasó? — preguntó el tuerto mientras una mujer con vestido verde se abrazaba a su brazo — ¿Qué le sucede a Lucenys?

—¡¿Quién eres y cómo sabes mi nombre?! — Lucenys cambió su postura para apuntar al platinado con el parche — ¡Habla o te vuelvo a maldecir con otro Cruciatus!

Harry tomó la mano de Lucenys, aun estando ambos de espaldas. No necesitaban que Lucenys tuviera un ataque de ira y terminará maldiciendo a todo el mundo.

—Le dije, príncipe — dijo la mujer de rojo. — El alma de la princesa Lucenys traspasó entre mundos. Con la apariencia algo cambiada, pero es la misma alma. Y por accidente trajo a un acompañante.

Harry sintió como Lucenys bajaba su varita y dejaba caer sus brazos al costado.

—La Lucenys que hablan... ¿Es Lucenys Velaryon? — preguntó, con la voz suave y a la vez algo irritada.

Los presentes asintieron con la cabeza, Lucenys dejó caer su varita al piso a la par que ella caía sobre sus rodillas.

Un alarido de locura salió de sus labios.

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Daemon aún sentía su mano escocer del dolor.

Zȳhon riña (Su niña) estaba cambiada. Su cabello era negro en vez del castaño que tenían Jacaerys y Joffrey. Sus ojos castaños ahora eran grises, como la plata fundida.

Lucenys se abrazó a sí misma mientras un grito de locura se escapaba de sus labios. El chico a su lado aún tenía ese palo levantado mientras la miraba con preocupación.

—Lucenys, Lucenys — llama el chico con esa extraña máscara sobre los ojos, parecía ser de oro y cristal.

Daemon no agarró su espada, sino que sostenía con una mano el brazo de Rhaenyra y con la otra levantada a los demás, una orden para que no se acercaran.

El chico aun con la varita en alto, apoyó una rodilla en el piso justo a lado de Lucenys, se susurró palabras cerca de la oreja. El aliso se detuvo y ella recogió el palo que dejó caer.

Con cuidado se levantó y se alisó la falda corta. Daemon notó que ambos vestían ropa raras.

Lucenys vestía un extraño atuendo. Una falda que le daba hasta las rodillas, una especie de blusa gris y por debajo otra blusa con un extraño lazo verde con franjas plateadas colgando de su cuello, todo eso por debajo de una túnica negra que tenía en el pecho es escudo donde se podía ver una serpiente.

El uniforme del chico era casi igual, solo que llevaba pantalones.

Lucenys respeto cerrando los ojos, cuando los abrió, un gris frío los miro a todos.

—Maldita nuestra suerte— dijo con un tono frío, jamás escuchado en los labios de Lucenys.

—Hija mía— dijo Daemon tratando de acercarse.

—La bruja de rojo tiene razón — contestó ella girando ese palo en sus dedos. Su voz era seria y solemne. Una imagen de poder absoluto que emanaba de su presencia, como si un minuto atrás estaba soltando alaridos de locuras — Esta es el alma de su Lucenys. Pero traspasó los mundos, ella murió.

—¿Entonces quién eres? — preguntó Daemon.

—Lucenys Adhara Black— una sonrisa cruel cruzó por su rostro — Heredera de la Noble y Ancestral Casa de los Black. 

N/a: Lucenys no se va con rodeos. A la primera amenaza ya lanza crucios y muerde a personas. 

Te amo Harry miope por defender a tu prometida.

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