Capítulo 9 Refugio de los olvidados
A tropezones y empujones los llevaban por tierras desconocidas a través del bosque, ¿O, los bosques, o por campos? Difícil saber cuándo vas a ciegas. Se sentían extraños al ir solo vendados de los ojos y no amarrados de las manos. ¿Qué eran, invitados poco confiables, prisioneros, o qué? Escuchaban a sus captores hablar de muchas cosas excepto de lo que querían, no soltaban ninguna palabra sobre la reina o el resultado de la guerra, ni de sus amigos y si sobrevivieron. Mantenían la duda y se morían por saber quien fue quien les contó a esas personas acerca de ellos, tenían la esperanza de oír cualquiera de los tres nombres que mantuvieron en sus mentes por todo un año.
Lo que decían acerca de que cuando se pierde un sentido el resto se agudiza, era verdad. Escuchaban con claridad las voces de los hombres, podían girar la cabeza hacia donde provenía el sonido, hasta los ruidos del ambiente eran muy perceptibles, incluyendo el latir de sus propios corazones ahora alterados por el reciente evento de ser atrapados. Parecía que llevaban horas caminando, llegaron a pensar que su nuevo destino se encontraba lejos del que se marcaron. Lejos de Roheline. ¿Ahora como convencerían a estas personas de ayudarlos? Quizá si les mostraba la piedra entenderían que ellos continuaban siendo la salvación de Insondable y que, en vez de llevarlos con los ojos vendados como intrusos, deberían estar armando planes de apoyo. Por otro lado, no resultaba prudente mostrar la piedra a cualquiera que apareciera frente a ellos solo para probar si serían amigos, pues en un mundo en donde dominan los demonios, todos pueden ser tus enemigos. Los pensamientos de los tres kinegis se conectaban, asaltados por estas dudas.
Ramas se quebraban debajo de sus pies, pateaban rocas, sentían las hojas de arbustos rosarles las manos, iban a paso acelerado y les constaba trabajo seguirlo, el miedo a caerse los hacía frenar los pies y apenas levantarlos de la superficie, mientras que quienes los guiaban les presionaban los brazos para avanzar, haciéndolos perder el equilibrio al grado de hacerlos verse torpes para caminar. La velocidad de su andar comenzó a reducirse en el momento en el que Gwen percibió un olor conocido. Lilas. Al parecer ahora cruzaban un campo de lilas -según su deducción-; extendió su mano para rozar las plantas con sus palmas comprobando su correcta intuición. En efecto, era un campo de lilas. Avanzaron un tramo más y luego sintió varias hojas rozando su cara y cuerpo como una cortina, eran suaves y olían fresco. Después de pasarlas se detuvieron por completo y les descubrieron los ojos. Se encontraban ahora en un espacio oculto tras rocas gigantes, como una cueva sin techo. La entrada estaba tapada por hierbas altas y esa cortina de plantas. Había una cascada y un pequeño lago, el resto del lugar lo ocupaba un enorme campamento, no como el de Leiri, este lo formaban casas de tela sujetadas con palos de madera que la gente armó con sus propias manos. Niños, hombres y mujeres sobrevivientes de la guerra residían ahora ahí.
-Bienvenidos al refugio de los olvidados- les dijeron.
Los avanzaron por el lugar. Se sentía la tristeza abundando por donde pasaban, las personas vivían en el dolor de manera tan profunda que ni siquiera se animaban a dar una mirada a los desconocidos, ya no se preguntaban ¿Quiénes eran? ¿De donde los trajeron? No importaba la verdad. ¿Qué otra cosa importaría después de perder cosas a causa de una guerra? Gwen no pudo evitar contagiarse de esa tristeza, ¿Cómo podía no sentirse culpable, si se suponía que ellos eran los salvadores? Quería llorar, pero se vería ridícula haciéndolo, no había razones para que ella llorara, en el estado de ánimo de los habitantes, sentir lástima sería lo peor. Sin embargo, quedaba una esperanza, una manera de devolver a la gente su antigua felicidad y paz; en ese momento le llegó una revelación. La frase que leyó en la estatua en el castillo <primero tormenta, después tranquilidad>, por fin entendió su significado, la tormenta ya pasó, los demonios dominaron la tierra, ahora viene la tranquilidad, la cual significaría una cosa. La derrota de los demonios.
-No se distraigan- les habló el chico pelirrojo- no miren a nadie directamente. La amabilidad y hospitalidad se han perdido. Solo queda la agresividad al temor de ser dañados. Tengan cuidado-
- ¿A dónde nos llevas? - preguntó Gwen. Continuaban caminado, casi al lámite de la cueva no techada.
-Los llevaré con la matriarca-
- ¿Qué es este lugar? – preguntó Caroline.
-Se le conocía como el "secreto de Limbus" pero ahora funciona como escondite de los que lograron escapar de la ira del dragón en la batalla de Limbus-
Al escuchar "secreto de Limbus" Gwen sacó el mapa, no le prestó verdadera atención la primera vez, solo se fijó en los nombres de los lugares y su posición en el papel, se le pasó notar las líneas negras que marcaban las divisiones de las tierras. Seguían en territorio de Limbus, abarcaba más que solo el castillo, también bosques y el rio y ese escondite.
Llegaron a la pared del otro extremo de la entrada, ahí se encontraba la única cabaña construida de madera, la puerta estaba abierta dejando ver a una mujer anciana con el cabello totalmente blanco, machacando hierbas en un plato con un pedazo de piedra. La mujer levantó la mirada y pareció emocionarse al verlos, con dificultad se levantó de su banco apoyándose de un bastón, estaba jorobada y parecía cojear al caminar.
-Bienvenidos salvadores. Bienvenidos. He estado esperando su regreso- les dijo la mujer. El chico pelirrojo puso los ojos en blanco al escucharla decir eso.
- ¿Sabe quiénes somos? – preguntó Gwen desconcertada.
-Por supuesto que sí. No se ven kinegis a menudo y las noticias de su llegada viajaron por todo el mundo. He esperado su regreso por todo un año y finalmente están aquí-
La anciana regresó a sentarse a su banco a continuar lo que estaba haciendo- Acérquense, siéntense en el pasto- los invitó. Confundidos obedecieron. El chico pelirrojo se paró recargado en la pared detrás de la anciana. – Tengo que terminar esta mezcla antes de que caiga la noche. Son para las personas que aun son asaltadas por la pesadilla del fuego, les hago un té de esto y duermen cual bebés cuando aparece la luna-
-Tengo una pregunta-dijo Gwen.
-Oh, estoy segura de que tienes muchas, pero ya habrá ocasión de responderlas. Por el momento responderé dos de tus dudas. Mi nombre es Hilda y no soy una bruja a pesar de mi apariencia, que tengo un gran conocimiento en hierbas es cierto, pero eso no me hace una bruja. Y este joven se llama Callan, es el líder del grupo que se hacen llamar "los hijos del mañana" son aquellos que los encontraron el bosque y los trajeron aquí-
Les quitó las palabras de la boca, sin duda esas aclaraciones eran preguntas que iban a generar y definitivamente tenían muchas más, que al parecer no les dejarían realizar ese día. – De acuerdo. Gracias por esa información. ¿Creo? – dijo Gwen. Estaba decepcionada, no solo se trataba de aclarar dudas, si no de obtener su ayuda. Tras comprender la frase, Gwen no disponía de tiempo para perder en descansos, al ver el sufrimiento causado quería apresurarse a corregirlo.
-De nada. Ahora vayan, coman y duerman. Mañana volveremos a hablar. Callan. Por favor muestrales donde descansaran -
-Por supuesto matriarca- respondió Callan. Les hizo una seña para que lo siguieran con la cabeza y los kinegis se levantaron.
-Ammm. Gracias por todo- dijo Alec. Aunque no sabía bien que es lo que estaba agradeciendo.
Los regresó al centro del campamento en donde había un circulo de calderos sobre fogatas calentando comida. Alrededor gozando del fuego por igual estaban el resto de los "hijos del mañana" que Hilda les contó. -Siéntense. Ahora les traigo comida- les dijo Callan. Volvieron a acoplarse sobre el pasto incómodamente.
La comida que les dieron no les apeteció desde la primera vista, no podían determinar que era, al probarla no tenía sabor. Era un caldo blanco con pedazos de pan flotando en él. Logan permaneció observándola con asco, no se atrevía a dar el primer bocado, volteó a ver a sus amigos con mas asombro por que comían el raro guisado sin excusas. Avergonzado de su comportamiento se aguantó el asco y comenzó a comer. Gwen no dejaba de mirar a Callan, quería decirle algo y no sabía cómo, lo veía muy serio y reservado que si le pronunciaba una palabra probablemente se daría la vuelta y se marcharía. Finalmente le habló.
-Sabías quienes éramos ¿No es así?, ¿Por qué nos hiciste venir de esa manera? –
- ¿Por qué deberían ser tratados diferente a cualquiera de aquí? -respondió- se le llama el secreto de Limbus porque es difícil de encontrar y no todos pueden saber su ubicación-
-No es como si fuéramos a revelarlo-
- ¿Cómo puedo estar seguro? Los llaman salvadores, pero no los conozco, nadie lo hace. No confiaré en ustedes solo porque trajeron la piedra. ¿De que sirvió su gran ayuda? -
-No fue nuestra culpa que la piedra nos regresara a nuestra casa antes de lo esperado- dijo Gwen con tono serio- Hemos regresado porque aún tenemos una misión que cumplir, eso es lo que importa-
-Muy bien ¿Y eso en que me involucra a mí? ¿Crees que por decirme que han regresado a salvarnos voy a tratarlos diferente? Estas equivocada kinegi-
-No espero que nos trates diferente pero tampoco merecemos una actitud hostil de tu parte. Tu perteneces aquí, debería importarte lo que nuestro regreso puede significar para el futuro de tu tierra- Gwen se puso de pie.
-Primero que nada, yo no soy de aquí, vengo de las tierras del norte más allá del mar. Así que cuando los demonios aprendan a cruzar el mar entonces consideraré relevante su participación en el futuro. Mientras tanto discúlpame si no creo en que unos viajeros de otra tierra sean considerados salvadores. Mi gente se a salvado de muchos peligros sin la necesidad de magia o de una piedra-
-Vaya, disfrutas vivir en tu ignorancia que no te das cuenta de lo que pasa. ¿Has visto si quiera un demonio de cerca, o la bruja? Porque nosotros sí. No te pido que creas en nosotros, esta piedra cerrará el portal y salvará a tu tierra de los demonios –
- ¿Qué es lo que me vas a pedir exactamente? No hubieras iniciado esta conversación sin un propósito-
-Tu ayuda. No podemos perder tiempo, tenemos que llegar a Roheline y comenzar a buscar como pelear contra los demonios. Tu matriarca quiere esperar hasta mañana para resolver nuestras dudas, pero nosotros no podemos desperdiciar ni un momento más-
-No puedo ayudarlos a menos que la matriarca me lo ordene. Su cabaña está justo aquí- señaló a la derecha- en medio de todos. Pasen una buena noche-
Gwen permaneció de pie viendo a Callan alejarse y dejarla con su desesperación en las manos, sus amigos no dijeron nada, quedaron estupefactos por la escena.
En su pantalón la piedra comenzó a brillar.
***
Acostada en su cama, Reaven dormía profundamente. Su máscara abollada yacía tirada a lado de la cama, polvorienta por el tiempo que llevaba allí. Su respiración era tranquila y despreocupada. Llevaba seis meses en ese estado. Estática, prácticamente en coma.
En cuanto la piedra brilló en Insondable. Reaven despertó.
***
Gwen pasó la noche en vela, permaneció sentada con medio cuerpo dentro de la cabaña y la otra mitad fuera; tomó una manta poniéndosela en la espalda para no pasar frio, pero la noche en ningún momento fue fría, sino cálida como el día mismo. Observó las estrellas la mayor parte del tiempo, había muchas y brillaban claramente, podía sentirlas muy cerca, como si bastara con alzar su mano para tocarlas. Trataba de pensar en otra cosa que no fuera la conversación que tuvo con Callan horas atrás, se sentía culpable por su reacción, pensó que exageró la situación, bastaba con esperar al momento indicado para hacer su pregunta, pero tampoco pudo evitar en su totalidad esa reacción, no podía fingir que no estaba preocupada o desesperada. Quedó envuelta en un mar de emociones desde su retorno, la destrucción de Limbus, los sobrevivientes, todo eso cayó en sus hombros como un costal de rocas.
Incapaz de olvidarlo mejor buscó con que distraerse. Sacó la piedra de su pantalón jugándola entre sus manos, la alzó a la luz de la luna, no había notado lo cristalina que era a la luz, tan hermosa. Admirándola, de pronto notó que su color cambiaba a un tono morado, la nueva luz que se reflejaba se intensificó y proyectó una sombra en el pasto. Parecía una mujer, una mujer oscura. ¿Qué significaba eso? ¿A quien le mostraba? ¿Era Reaven? ¿Le estaba advirtiendo algo? Cuestionando el mensaje, Gwen no presentía lo que ocurría detrás de ella y es que, dentro de la cabaña, acostada de espaldas, Caroline emanaba un aire diferente de su boca y nariz. El aire era purpura.
A la mañana siguiente, en cuanto las primeras personas despertaron, Gwen se dirigió a ver a Hilda. En el camino buscó a Callan sin éxito, quería disculparse por lo absurda que actuó, algo que al parecer no iba a poder hacer, pues parecía que él quería evitarla y por ello no lo veía entre la gente. Llegó a la cabaña encontrando a la anciana nuevamente sentada en la entrada y machacando plantas.
-Buenos días niña- le dijo. El tono de su voz era tan alegre, sin estragos de guerra.
-Buenos días-
-Siéntate, siéntate. Te serviré una taza de té – a lado de Hilda se encontraba una tetera y dos tazas.
-Estoy bien gracias- Gwen se sentó.
-Necesitas beberlo, te ayudará a relajarte. Cargas con mucho- le entregó la taza casi llena, olía a romero.
- ¿Cómo no? Es culpa lo que siento –
-Esa culpa no te corresponde-
- ¿No es así? No se supone que soy una salvadora. Traje la piedra para ayudarlos a derrotar a los demonios y fracasé. He estado viviendo mi vida normal mientras el sufrimiento sigue creciendo aquí. Siento que, si alguien llegase a dirigirme la mirada, lo harán con rencor.
-Hay mucho que ni tu ni el resto de las personas entienden. No eres una salvadora niña, todavía no. Es verdad que nos devolvieron la esperanza al traer la piedra, pero esta es solo la quinta. Sin las demás no funciona-
- ¿Quinta? ¿Hay más piedras? – preguntó Gwen desconcertada.
- Es un hecho que la mayoría ignora u olvida. La gran Elaria otorgó cinco piedras para encerrar a los demonios. Reaven posee las otras cuatro, pero sin esa- señaló al pantalón de Gwen- no puede liberar a los lideres, y nosotros sin las otras cuatro, no podemos cerrar el portal-
- Entonces no hay mucho que podamos hacer-
-Han hecho ya demasiado. Tenemos una oportunidad de ganar mientras mantengan la quinta piedra a salvo. Estas cargando una culpa que no te corresponde llevar, lo que pasó en Limbus fue imprudente, la reina debió pensar con estrategia, reunir a los demás reinos, enfrentarse a Reaven solo para poder recuperar las demás y solo así cerrar el portal-
-Fue algo grande lo que la orilló a esa batalla-
-Entonces las consecuencias recaen sobre ella. O recayeron quizá deba decir-
- ¿Acaso ella no está viva? -
-Nadie lo sabe-
Gwen se terminó el té sintiendo su inmediato efecto, sus hombros se liberaron y su cabeza se calmó- Gracias por el té. Tenía razón, lo necesitaba- Hilda le sonrió- Tenemos que hablar- le dijo con pena.
-Se lo que me vas a decir Gwen. Si los ayudaremos, a su debido tiempo. No partirán mañana y quizá tampoco pasado mañana, debes tener paciencia y disfrutar de la tranquilidad que puedes encontrar aquí, pues no sabes cuando, a partir de que cruces la entrada, volverás a sentarte a tomar un té sin que el peligro te aseche-
Hilda hablaba con la verdad. Gwen pasó todo el año preguntándose cuando volverían, que sucedió después de que se fueron, quienes sobrevivieron; olvidando disfrutar de la normalidad. Los días que pasarían ahí podrían ser los últimos tranquilos y algo normales que gozarían, porque en el mundo de afuera les esperaba guerra, demonios y muerte. Sin embargo, ni Gwen, ni Alec, ni Logan, ni Caroline imaginarían jamás lo oscuro que sus días se volverían.
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