A Elaria le costaba cada vez mas controlar sus pesadillas, temía a que se volvieran realidad como la ultima que tuvo, estas nuevas eran más terroríficas e inconclusas, le mostraban una maldad naciente que se encontraba lejos pero que no tardaría en alcanzar a Insondable, no tenían final, ningún indicio de como resultaría ni de como podría detenerse. Despertaba entre gritos y sudor, su sueño se le arrebataba en un instante y le costaba el triple de intentos recupéralo, la mayoría de las ocasiones se resignaba a quedarse despierta lo que quedaba de la noche, le resultaba un alivio ver el primer rayo de sol y de saber que podía salir a aclarar su mente.

La ultima noche del año (contando desde el día en que los kinegis abandonaron el mundo) volvió a caer dentro de la misma pesadilla. Estaba de pie, vestida de blanco, caminando descalza entre cenizas, pisando las brasas del fuego sin sentir el calor, en frente, de espaldas al horizonte se encontraba una sombra con una silueta bastante deforme para saber si se trataba de algún hombre, mujer o demonio; la veía sin tener ojos y le hablaba sin tener boca, las palabras que transmitía le eran incomprensibles. Trató de alejarse, pero solo se movía en el mismo lugar, sintiéndose amenazada alzó sus brazos para defenderse, pero nada salía de ellas, ni luz, ni magia; normalmente en esta parte terminaba el sueño, solo que en esta ocasión continuaba en él, inmóvil, viendo como esa criatura se le acercaba, su miedo creció y la desesperación por huir, debajo de sus pies se comenzó a formar una costra de hielo que cubría todo rápidamente a su paso.

Permaneciendo con los ojos cerrados, Elaria no notaba que el hielo dentro del sueño también se estaba formando fuera de él, su cama ahora era un cubo de hielo al igual que toda su cueva, de su boca salía aire por el frio. De pronto, fue liberada de su propia mente y se sentó de un salto. Confundida miraba lo que ocasionó, entonces, rápidamente del suelo se comenzó a alzar una figura que pronto de materializó como un monstruo; este le gritó amenazante y de su mismo cuerpo sacó una estaca afilada saltando sobre ella para matarla. Elaria se rodó al suelo y corrió hacia su espada, el monstruo se abalanzó nuevamente y ella alzó su espada bloqueando la estocada, en un rápido movimiento le arrebató la estaca y con un golpe de la afilada cuchilla le arrancó la cabeza del cuerpo. Aliviada bajó la guardia un instante, hasta que escuchó el hielo tronar de nuevo; varias figuras comenzaron a alzarse al mismo tiempo, y ella sin intenciones de arriesgar su vida salió desenfrenada de la cueva, montó su caballo con espada en mano y le dio una palmada para que comenzara a avanzar. Miró hacia atrás los primeros metros asegurándose de no ser perseguida, al notar que no fueron tras ella se detuvo en medio del bosque, a lo lejos apreció el rugir de una nueva amenaza, preocupada, solo pudo decirse a si misma...

- ¿Qué he hecho? -