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8 | Indiferencia magistral ante un beso con piercings

Los gustos de Eleanor resultaron no ser tan excéntricos como hacía ver a primera vista.

Tras leer aquel mensaje suyo mi primera reacción fue no contestarle. Estaba demasiado atónita para lograr hilar pensamientos y elaborar un mensaje coherente, sobre todo porque estaba segura de que se encontraba con Joshua en Nueva York, o al menos, eso es lo que me había dicho Robert. Pero de aquello habían pasado varios días, semanas incluso, y ella estaba en Los Ángeles o, en todo caso, lo iba a estar al día siguiente.

¿Significaba aquello que él había vuelto?

Había dado un respingo ante la posibilidad y el resto del día había estado ansiosa, con una opresión en el pecho mezclada con la expectación y nerviosismo. Durante mis últimas clases había estado dispersa, ausente. Releía una y otra vez el mensaje de Elle, le escribía una respuesta, pero la borraba de inmediato antes de enviarla. Cuando James me recogió en la entrada de la universidad me había mirado extraño, pero lo había ignorado y así fue durante todo el trayecto de ida hacia La Casa Blanca. Luego, nada más había parado el motor salí casi corriendo, dejando dentro mi bolso y dando traspiés en el transcurso.

Entré acelerada a la sala de estar vacía. Pasé saliva y seguí el camino por el pasillo rumbo al despacho que se hallaba al final. Al llegar me quedé parada unos segundos delante de la puerta cerrada y observé el pomo ansiosa. No se oía ruido desde el interior. Sentía martillar mi corazón en el pecho, los músculos tensos.

Pasé saliva y abrí la puerta poco a poco. Para encontrar nada. Me desinflé completamente y me picaron los ojos al ver su escritorio limpio, sin una mota de polvo, con todo ordenado y apilado.

No sabía por qué me sorprendía, él nunca estaba y ya me había demostrado que cumplir promesas no era su punto fuerte. Me restregué los ojos, deshaciéndome del picor, y gruñí.

Estaba harta.

Volví a la sala de estar de nuevo vacía. Suspiré y me fui a la cocina en busca de algo que deshiciese el nudo en mi garganta, pero cuando llegué James estaba apoyado en la encimera bebiendo de una lata de Dr. Pepper y con mi bolso y su mochila a su lado. Me quedé mirando como su nuez de Adán subía y bajaba al tragar el refresco. Se había recogido su larga melena en un moño alto, resaltando de aquella manera todos los piercings de sus orejas e incluyendo los de su rostro.

Cuando se dio cuenta de mi presencia tiró la lata ya vacía al cubo de basura y se giró de cara a mí. Me miró largos segundos antes de abrir sus brazos.

─ Ven ─había dicho vacilante.

Observé su gesto dudando, pero me fui acercando y en menos de diez segundos estaba escondiendo mi rostro en el hueco de su cuello con sus brazos envolviéndome con fuerza. Había cerrado los ojos y me estaba mordiendo el labio para detener el temblor del que se había adueñado, pero me resultó imposible. Casi sin percatarme las lágrimas emprendieron camino sobre mi rostro terminando en la piel de su cuello. Lloré en silencio en los brazos de James, parados en la mitad de la cocina y durante a saber cuánto tiempo, hasta que lo oí carraspear.

─ Yo..., no puedo hacer que el señor Tyler esté siempre aquí, pero sí puedo estar contigo cuando necesites compañía, aunque solo sea para decirme que extrañas a tu padre.

Me separé y lo miré con los ojos nublados.

─ Gracias ─había murmurado titubeando.

Sonrió, se arrimó un poco más y sin ningún pronóstico alzó sus manos y las posó sobre mis mejillas. Me estremecí al notar el contraste de su tacto fría con mi piel cálida. Lo miré a los ojos mientras me enjuagaba con sus dedos anillados las mejillas empapadas por mis lágrimas. Noté como sus ojos iban descendiendo acompañados del movimiento de sus dedos, haciendo camino por mi mandíbula y mentón para luego volver a ascender y posarse sobre mi labio inferior tembloroso aún.

Di un respingo  y me quedé esperando curiosa su siguiente movimiento, pues cada vez su rostro se aproximaba más y su mirada oscilaba entre vacilación y determinación. Observé su boca entreabierta, la barra que atravesaba su lengua y el aro plateado que rodeaba el lateral de su labio inferior. Me alcanzó la duda sobre cómo se sentiría el tacto de las joyas en medio de un beso. Quería probarlo, creía que James me iba a besar, su aliento estaba encima del mío y sus labios casi palpando mi boca. Había cerrado los ojos y justo cuando pensaba que me robaría un beso cambió la trayectoria y sus labios se posaron sobre mi frente.

Parpadeé sorprendida al notar cómo se separaba.

─ Mi tía salió con tu perro, pero me escribió para decirme que nos dejó comida en la nevera. ─Lo seguí con la mirada mientras cogía su mochila y caminaba a la puerta que daba al jardín trasero de La Casa Blanca. ─ Saldré a hacer un trabajo con una compañera de clase; come sin mí. ─Se despidió con una leve sonrisa y, haciendo un ademán con la mano, salió por la puerta con su mochila colgando de su hombro.

Observé la misma puerta varios segundos más, pues estaba perpleja y no acababa de entender qué acababa de pasar. Estaba bastante segura de que James había tenido la clara intención de besarme, pero por alguna razón había desistido. Pero aquello no me preocupaba tanto como el echo de que yo lo habría permitido, a pesar de que nunca había pensado en él como una persona apta para hacerlo. Mejor dicho, no había pensado en él de ninguna otra forma salvo como amigo y sobrino de Roxy.

El tono de notificación de mi teléfono fue el que me sacó de la ensoñación.

Saqué el aparato del bolso y desbloqueé la pantalla. Lo primero que vi fue un mensaje de Beth instándome a ver y opinar acerca del nuevo libro de moda que se había comprado. Me apoyé en la encimera de la misma manera que había visto a James hacerlo hacía unos minutos y le contesté a Beth con un audio de voz. Cuando terminé entré de nuevo en el chat del número de Elle y me mordí el labio sopesando la respuesta mientras leía de nuevo el mensaje.

<<Hola guapa, ¿mañana te apetece comer conmigo? Conozco varios sitios que a lo mejor te gustará. Soy Elle, por cierto. >>

Suspiré y cerré los ojos.

No veía la razón de su invitación, apenas nos habíamos visto un par de veces y aunque no me caía mal tampoco éramos amigas. Simplemente... no podía visualizarla como mi madrastra, la única madre que había tenido era mi tía Sophie y estaba enterrada desde hacía meses en el cementerio de Washington tras su salida con el coche de la carretera. La sola mención de Eleonor representando un papel materno junto a Joshua me revolvía las tripas. Ni siquiera podía considerarlo a él como mi padre, se sentía erróneo, incorrecto.

Al reabrir los ojos volví a mirar su chat y decidida le respondí aceptando su invitación. Luego la agregué en mis contactos. No estaba segura de lo que aquello supondría, pero mi tía me había educado bien y no quería ser descortés sin razón. Al fin y al cabo, Eleonor no había hecho nada malo y su invitación parecía genuina.

Bloqueé el teléfono y me dirigí a la nevera. Cogí un túper de cristal lleno de pasta con pesto. Lo calenté y luego me senté en un taburete alto delante de la encimera. Revolvía los macarrones con el tenedor pensativa, sin tener mucha hambre en realidad, mirando de soslayo la pantalla negra del teléfono.

Me preguntaba dónde estaba, si estaba con Eleonor y, sobre todo, qué hacía con ella. ¿Paseaban de noche por las calles de Time Square tomados de las manos? ¿Se besaban bajo el bullicio de los transeúntes? ¿Pensaba..., pensaba en mí en algún momento? Él era tan reservado y apremiaba tanto su privacidad..., no había publicado nada en ninguna red social, ni siquiera en WhatsApp. Antes de acostarme solía verificarlas abochornada y siempre encontraba lo mismo; nada nuevo. Ni siquiera en la prensa hablaban de él. Acababa frustrada y viendo las fotos que nos habíamos tomado juntos en el observatorio Griffith, admirando en la oscuridad de mi habitación su perfil, su sonrisa torcida y sus ojos que resaltaban como dos faros azules bajo el flash.

Sus facciones eran rudas y marcadas que engañaban y lo hacían ver serio y apático, pero aquello no podía distar más de la realidad.

Con las personas cercanas esa actitud taciturna desaparecía y dejaba a relucir su sonrisa jovial y sus ademanes amables. Y conmigo iba más allá, bromeaba, me abrazaba y me daba castos besos en la mejilla o en la frente. Incluso..., incluso habíamos bailado pegados bajo el ritmo de Joji. Me había acariciado la cintura con sus dedos largos y me había hablado al oído, palpado el cuello con su aliento.

Suspiré y me toqué esa misma zona, rememorando aquella noche, la manera que había posado sus ojos sobre mí, el ardor de mi piel bajo su mirada, la imagen de él durmiendo antes de desaparecer sin despedirse, sin escribir ningún mensaje en semanas, sin siquiera llamar para preguntar sobre mí.

Me enfrié y al instante quité mi mano del cuello y me centré en la comida, pinchando los macarrones con más fuerza de la que a lo mejor debería.

Al día siguiente había avisado a James de que me iría antes de la universidad en taxi. Él me había mirado curioso y aceptó sin rechistar. En ningún momento había mencionado el casi beso del día anterior, parecía haberse olvidado por completo de aquél incidente. O, al menos, fingía indiferencia de una forma magistral. Lo cierto es que a mí no me preocupaba tanto, estaba muy absorta pensando en la mujer que me acompañaría a comer.

Faltaban un cuarto de hora para marcar la una del mediodía. Estaba anotando algunas frases que la profesora remarcaba sobre la perversa novela de Vladimir Nabokov, Lolita, cuando sentí un objeto chocar con mi cuello. Dejé el boli sobre el cuaderno y consternada giré la cabeza. Una fila más atrás una cabeza adornada con una cabellera rojiza estaba agachada. El mentón de Rhys Ingrosso estaba apoyado sobre su brazo y me observaba con aburrimiento.

Ese mismo día me había dado cuenta de que coincidíamos en todas las clases, pues al parecer no era la única de los dos que había decidido estudiar filología. Lo extraño era que hasta ese día Rhys nunca se había molestado en presentarse y yo simplemente no me había percatado en él entre los más de treinta alumnos y alumnas.

─ ¿No te parece que la señora Mitchel está romantizando demasiado una novela que favorece la pedofilia, el incesto y la depravación de una niña a favor de la glorificación del hombre?

Lo miré, sopesando sus palabras y asentí con la cabeza, dándole la razón.

─ Sí, pero de ella depende nuestra nota así que mejor nos callamos y le seguimos la corriente antes de que nos corte la lengua por decir nuestra humilde opinión.

La señora Mitchells se había ganado la reputación de obstinada y un tanto rencorosa entre su alumnado.

Rhys se rio en voz baja y yo sonreí.

Más tarde me subí al taxi y le indiqué a la conductora la ubicación que Elle me había enviado. Iba observando por la ventanilla las calles de Los Ángeles escuchando de fondo la voz de Harry Styles desde la radio que la mujer había encendido. Cuando llegamos al bulevar de Abbot Kinney sonreí emocionada y luego curiosa cuando me bajé delante de la entrada de un restaurante que parecía asiático por lo que dejaba ver la fachada llena de letras que me resultaban jeroglíficas.

Me adentré y de inmediato vi la cabellera rubia de Eleonor sentada en una esquina del pequeño local. No estaba muy lleno todavía, la mitad de las mesas estaban desocupadas, pero se percibía un ambiente agradable.

─ Hola ─saludé nerviosa.

Eleonor de inmediato se paró de pies y me sonrió de forma genuina. Se veía muy sofisticada luciendo de forma elegante una falda plisada negra y una blusa sencilla. En su cabello recogido brillaba una diadema y su cuello estaba adornado por un collar fino y personalizado con un nombre que estaba oculto parcialmente bajo otro collar de perlas. En cambio, yo representaba la viva imagen de una adolescente vistiendo un peto vaquero corto con una camiseta con el estampado del pato Donald. Me apené y al instante deseé parecerme a ella, verme más mayor.

─ ¡Álex! Hace mucho que no nos vemos ─habló tras darme dos besos en cada mejilla.

─ Eh, sí, es cierto ─contesté llevándome un mechón de cabello detrás de la oreja.

Me hizo un gesto para sentarme tras volver a acomodarse en la mesa con un mantel de color burdeos. En cada borde estaban colocados dos platos rectangulares con unas servilletas al lado negras con el logo del restaurante impreso en ellas y encima de cada una un par de palillos chinos.

─ Gracias por aceptar mi invitación, lo cierto es que tenía dudas ─ confesó uniendo sus manos sobre la mesa. Me miró de forma sosegada, a lo mejor incluso curiosa.

Me removí ligeramente en la silla y apreté los puños encima de mis muslos. No estaba muy segura de cómo responderle o de qué hablarle en general.

─ No fue nada, no tenía nada en especial que hacer ─contesté finalmente, torciendo la boca en un intento fallido de sonrisa─. Aunque me sorprendiste un poco ─admití en voz baja, centrando mi mirada en el collar que llevaba puesto, pues las perlas se habían movido, dejando ver el nombre que colgaba del otro collar más fino.

Pasé saliva al reconocer el diminutivo de Joshua, Josh.

─ Me lo imaginaba, pero si te sirve como consuelo simplemente quise verte para comentarte una cosa que creo que te haría ilusión o, al menos, a mí me haría. ─ Se rio entre dientes, hecho que me hizo volver a centrar mi vista en sus facciones delicadas y marcadas.

─ Mmm, ¿de qué se trata? ─pregunté arrugando la frente en una expresión de confusión.

─ Luego de pedir te lo cuento, ¡tengo hambre! ─Hizo un ademán con la mano, llamando al camarero que nos miraba desde la barra. Rápidamente vino, nos entregó los menús y tomó nota de lo que Eleonor le iba dictando. Después ambos posaron sus vistas sobre mí ─ ¿Tú qué vas a pedir, guapa?

─ Para beber agua y de momento una sopa miso y... ─Ojeé las hojas plastificadas un tanto nerviosa. No quería hacer demorar mucho al camarero. ─ Y dos onigiris, por favor.

─ Perfecto ─murmuró antes de marcharse y recoger los dos menús.

Lo miré marcharse y luego a Eleonor.

─ ¿Qué me querías decir? ─volví a preguntar. Me devolvió la mirada y sonrió al notar mi ansiedad.

─ Una de las socias de mi empresa va a realizar un evento de recaudación de fondos para las víctimas de la violencia de género. Será en unas semanas, pero lo quiere tematizar y eligió el carnaval ambientado con la moda victoriana.

Paró al escuchar la vibración de su teléfono y a muy a mi pesar se enfrascó leyendo lo que creía ser un mensaje o, en todo caso, la biblia, pues se había demorado varios minutos hasta que volvió a posar los ojos en mí. Sin embargo, su mirada antes tranquila se había vuelto más exhaustiva y pensativa.

─ ¿Pasó algo? ─había preguntado inquieta.

Negó con la cabeza.

─ Nada, tranquila, acaban de enviarme un artículo donde sale tu padre contigo. Pero no te preocupes, no es nada relevante. ─Hizo un ademán restándole importancia, pero su mirada todavía no había cambiado y pude percibir claramente el titubeo en su voz.

Agrandé los ojos sorprendida y quise coger el teléfono y buscar el artículo, pero Eleonor de pronto me agarró de la mano y la apretó, cambiando su expresión cautelosa por una de emoción.

─ ¿Te gustaría venir?

Parpadeé seguidamente y luego abrí los ojos sorprendida al darme cuenta de que se refería al tal evento.

─ Si quisieras yo te ayudaría para buscar tu disfraz ideal, aunque tengo entendido que te gusta mucho las historias de las épocas georgianas o victorianas, seguro que te las apañas sin mí, pero me encantaría ayudarte. Joshua no sabe nada sobre lo que te estoy proponiendo, pero sería una sorpresa agradable para él verte allí. Él está muy orgulloso de ti.

─ ¿De verdad? ─pregunté escéptica, mirando su mano apretando la mía y luego al collar que colgaba de su cuello.

─ Sí, mientras estábamos en Nueva York no paraba de hablar sobre ti y de lo contento que estaba por todo lo que estás logrando. Ni siquiera en nuestro aniversario no pudo evitar mencionar que te hubiera gustado el postre.

Aparté la vista y solté su mano para esconder mi puño apretado debajo de la mesa. Y es que, si tan preocupado había estado podría haber llamado al menos una vez, pero no lo había hecho y aquello le restaba validez a todo lo que Eleonor humildemente me contaba.

─ ¿Aniversario? ─resalté entre dientes.

─ Cumplimos un año juntos ─Sonrió y acarició el collar con el nombre de Joshua. Se me formó un nudo en el estómago al notar el gesto. ─ Me lo regaló la semana pasada, cuando volvimos a L.A.

Jadeé.

─ ¿habéis... vuelto la semana pasada? ─pregunté con la voz entrecortada, apretando con más fuerza los puños, clavándome las uñas en el proceso.

­­Vi como su sonrisa desaparecía lentamente al darse cuenta de lo que dijo y al instante adoptó una mueca de culpabilidad.

─ Creí que Joshua ya había vuelto a La Casa Blanca ─murmuró apenada, sin ser capaz de sostenerme la mirada.

─ Yo creía que seguía en Nueva York, pero ya veo que no ─ contesté irritada. Chasqueé la lengua. ─ Es increíble como la tecnología sigue avanzando año tras año, pero él aun no aprendió a mandar un mensaje, ¿no crees? ─seguí, sintiendo mis propias palabras como ácido─. ¿Y dónde está? Espera, no me lo digas, no me interesa.

Eleonor no contestó, pues el camarero volvió con varios bandejas en sus brazos. Dejó los platos y se volvió, pero Eleonor siguió sin decir nada y yo tampoco hablé. Tomé una bocanada de aire, la miré y le pedí disculpas en voz baja.

─ Perdón..., en verdad tú no tienes la culpa y no te mereces esta escena.

Esbozó una sonrisa conciliadora cuando respondió:

─ No te preocupes, comprendo tu enfado.

Asentí con la cabeza y ninguna de las dos volvió a hablar. Comimos en silencio, oyendo la música que habían puesto de fondo y viendo a las personas entrar y salir del local. Vi mi mano temblar cuando agarré la cuchara para probar la sopa japonesa, pero con el paso de los minutos me calmé y al poco tiempo pudimos volver a conversar, pero esta vez de trivialidades, sobre Nueva York, el evento que su socia quería realizar y sobre la nueva colección de ropa de invierno iba a confeccionar. Hablamos sobre varios temas, evitando siempre mencionar a Joshua, sin embargo, de vez en cuando no podía evitar observar de reojo el collar con el nombre de Joshua colgando del cuello de ella.

Al cabo de un rato pagamos la cuenta y estábamos en su coche volviendo a La Casa Blanca. Eleonor se había ofrecido llevarme y yo había aceptado encantada cuando me dijo que me dejaría elegir la música. Cantamos a pleno pulmón al son de varias canciones pop del momento y no pude evitar reírme de forma descarada al oír lo desafinada que sonaba Eleonor. Cuando llegamos delante de la enorme entrada le bajó el volumen a la música y me miró con una sonrisa. Le contesté de igual forma.

─ Gracias de nuevo por aceptar mi invitación, fue muy divertido pasar el tiempo con una chica Tyler. ─Me guiñó el ojo de forma cómplice.

─ No fue nada y... yo también me divertí ─respondí. ─Lo único malo es que creo que ahora tengo una otitis aguda por los berridos que te pegaste ─añadí de forma burlona.

Hizo una mueca de horror provocándome una carcajada.

─ Serás bruja ─masculló negando con la cabeza. ─ ¿Acepas venir al evento?

Sopesé la idea y al final asentí ligeramente. Soltó un gritito de emoción y luego me aseguró que no me iba a arrepentir. Lo cierto es que no tenía ni la más remota idea de lo que estaría por pasar aquel día y de las consecuencias que iba a acarrear.

Nos despedimos y luego me adentré en la enorme Casa Blanca, cuando me acordé del artículo que había mencionado Eleonor. Saqué al instante el teléfono y lo desbloqueé. Me saltaron varias notificaciones, entre una de ellas un mensaje de James avisándome que se había traído a varios amigos a la piscina que estaba acondicionada en la parte trasera del jardín. Los sonidos lejanos de voces masculinas gritando me corroboraron el mensaje. Pero lo ignoré y me centré en buscar el condenado artículo. Cuando lo encontré en una página web de noticias sensacionalistas me quedé sin habla. En la portada salía Joshua saliendo del hotel del que era dueño conmigo en brazos y pegada a su pecho. Mi rostro no se veía, pero a Joshua lo habían captado dándome un beso en la cabeza. Justo al lado otra foto la protagonizaba Eleonor, posando en lo que parecía una pasarela de moda. Debajo, en el pie de la foto, habían escrito en letras grandes

"Tyler por fin se muestra en público con su recién conocida hija y parecen ser muy cercanos. Las fuentes nos aseguran que se le vieron volando en un globo y luego bailando muy juntos. Con su pareja parece en cambio que las cosas no van tan bien. Varios testigos lo vieron discutir con la talentosísima Eleonor Adams en pleno restaurante de Manhattan. ¿Será que Tyler prefiere centrarse en la relación con su hija y olvidarse de todo lo demás?"

Jadeé y me llevé el teléfono al pecho, sintiendo los vellos ponerse de puntas y un nudo formarse de nuevo en mi garganta.

─ Ya estás aquí.

Volteé y vi a James acercarse con Corea corriendo y ladrando a su lado. Me agaché y recibí en mis brazos al pequeño can que de inmediato me comenzó a lamer la cara entre ladridos. Reí y le di un beso en la cabeza antes de soltarlo al suelo y dejarlo dar vueltas a mi alrededor. Me fijé en que James iba en bañador y que estaba mojado por completo. Su cabello estaba chorreando sobre su espalda y su pecho delgado brillaba. Sonreí al fijarme en otro aro colgando de su pezón.

─ Roxy te va a matar cuando vea todo el suelo mojado ─hablé con malicia, olvidándome de la angustia anterior.

─ Da igual, que me mate si quiere, estaré feliz de complacerla. ─Hizo una mueca y me reí de nuevo. ─Vente a la piscina.

Dudé.

─ No sé, no conozco a ninguna de tus amigos... ─murmuré.

─ Da igual, te caerán bien, no son unos pijos estirados como los de la universidad. ─Sonrió y yo le respondí al gesto.

─ Me has convencido.

Acepté ir. Me había subido corriendo con Corea siguiendo mis pasos hacia mi habitación para cambiarme. Estuve varios minutos pensando en qué elegir entre un bikini y un bañador, decantándome al final por la segunda opción. Me miraba al espejo apenada por la barriga que me sobresalía y sin querer pensé en cómo se vería Eleonor. Seguro que como una diosa sensual y hermosa. Suspiré y deseché la imagen. Cuando bajé James me presentó a sus cuatros amigos, entre ellos una chica dos años mayor que yo. Al principio me sentía muy bochornosa, pero todos fueron muy amables y pronto me sentí muy cómoda. Sin embargo, lo que yo no sabía era que mientras yo jugaba con James a hundirnos, muy pegada a su pecho en la piscina, una bestia de ojos azules irrumpiría en unos minutos escupiendo fuego al pillarnos casi rozándonos los labios y mezclando nuestros alientos. 

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