☁Parte única
Jung Kook, a sus 20 años, se seguía preguntado cuántos años habían pasado desde aquella vez que salió corriendo del hospital a refugiarse en los brazos de su madre. ¿Cuántas lágrimas derramó a lo largo de todo un mes? Tratando de recuperarse de algo que nunca podría superar. Él mismo se lastimaba recordándolo, dejando que su corazón y mente sufrieran.
Todos los años que pasaron y nunca dejó de pensar en quien había sido su mejor amigo, su único mejor amigo. Aquellos sábados que iba al hospital únicamente para verlo y poder jugar con él. Sonreía con cierta nostalgia al acordarse de aquella vez que jugaron a las escondidas y acabó llorando metido en un baño, porque había sido la primera vez que jugaba a eso. También, aquel día que celebraron el cumpleaños número 9 de Yoon Gi, donde le regaló un lindo suéter con la cara de kumamon bordado en el frente.
Para él eran muchos recuerdos, pero la realidad es que apenas habían sido memorias de unos pocos meses.
Dejando todo eso a un lado, se centró en lo que debía hacer. Frente a aquel piano de cola negra y brillante, había alguien observándolo sonriente, esperando por supuesto que sus dedos empezaran a deslizarse sobre las teclas negras y blancas para deleitar así sus oídos con un sonido melifluo.
Jung Kook estaba nervioso, no sabía tocar el piano. Le había mentido al rubio al decirle que lo dejaría absorto. Sólo quería poder darle algo a cambio por todo lo que el rubio hizo por él. Era como un regalo.
Sus dedos temblorosos hicieron un leve y sutil movimiento, posándose sobre éstas, pero no tocándolas. Temía que si tocaba una nota y, luego otra, no fuera a sonar del todo armonioso.
—Lo siento, no puedo...—sacó sus manos de las teclas y las bajó hasta apoyarlas en sus muslos.
—No te preocupes porque vayan a sonar mal—Yoon Gi dio unos pocos pasos y se sentó a su lado—,yo tampoco sé tocar el piano. Si quieres podemos hacer una horrible melodía en conjunto.
—Pero—Kook lo miró apenado y bastante avergonzado—yo quería poder regalarte algo especial.
—No tienes que regalarme nada, Kook. Con que estés aquí es suficiente.
Kook sabía que a Yoon Gi no le importaba nada más que tenerlo a su lado, pero por otra parte, aunque estuviese feliz por poder verlo, su objetivo era aprovechar el tiempo que tenía para poder darle lo que siempre se había imaginado en un futuro que lastimosamente, quedó en el olvido.
Yoon Gi se veía tan bonito como lo recordaba, de pequeña estatura, con su rostro un tanto malhumorado, su cuerpo tan delgado y blanco... Seguía siendo ese pequeño niño que vestía una pijama color azul.
—¿Recuerdas que dijiste que iríamos al parque? —preguntó Kook de repente, mirando al niño con una sonrisa.
—Sí, lo recuerdo. Pero nunca pudimos ir—agachó su cabeza, sintiéndose culpable por aquella vez—.Ahora que estás aquí, ¿podemos ir?
El corazón de Jung Kook latía deprisa, sentía dolor en su garganta debido a que trataba de contener sus lágrimas. Era tan sensible... Tomó la mano del pequeño y lo cargó como si pesara menos que una hoja de papel. Corrió por un largo camino hasta llegar a una inmensa zona de juegos. No había nadie; era un lugar hecho sólo para ellos, porque todo estaba sucediendo en un mundo de ensueño, alejado de toda realidad posible.
Yoon Gi de inmediato se sentó en un columpio y se hamacó a toda velocidad mientras el viento lo despeinaba y no dejaba de sonreír. Jung Kook estuvo a su lado en todo momento, disfrutando también de los juegos como si fuera un niño de nuevo.
Después de eso, ambos se sentaron uno frente al otro, con una notoria diferencia de altura entra ambos, empezaron a jugar a piedra, papel o tijera desafiándose a ver quién era el que debía escalar por un árbol. El perdedor fue Kook y logró con éxito completar su objetivo, mientras que Yoon Gi aplaudía su hazaña.
Como adoraba poder escuchar su hermosa risa, ver su rostro arrugarse y sentir que podía hacerlo feliz después de tanto. Nunca imaginó estar haciendo algo como eso, pero realmente agradecía el poder estar ahí con él, aunque fuera en otro lugar, aunque él no estuviese en la realidad.
Y por muy feliz que los dos estuviesen, Kook sabía que el tiempo se estaba agotando, debía marcharse de ese lugar, volver al mundo, para nunca regresar. Era la oportunidad para que Yoon Gi terminara por sentir que aquella amistad fue lo mejor que pudo experimentar en vida. A pesar de que ya no estaría más ahí para volver a correr, a reír o bromear con Kook, daba por hecho que su relación se convirtió en algo inmarcesible.
Siempre fue un niño muy inteligente y fuerte, porque podía superarlo. Podía dejar que Kook se marchara, ahora que lo había visto tan grande, tan alto y tan apuesto como se imaginó que sería al crecer. Le gustaba verlo así, le gustaba verlo sonreír, confortaba su cuerpo.
Bajo los tenues rayos de sol y unas nubes con formas variadas que parecían sacadas de un mundo fantástico, Jung Kook observó su reloj disimuladamente. No quería que Yoon Gi pensara que ya se quería marchar, al contrario, prefería poder estar ahí por la eternidad junto a él. Pero no podía.
—¿Cuánto falta? —preguntó el rubio con una suave voz.
—No importa cuánto falte, no pienses en ello.
—Kook, estoy seguro de que ya es hora de que te marches...—Yoon Gi lo tomó de las manos y le regaló una gran sonrisa que conmovió al otro de pies a cabeza—.Lo comprendo y no creas que me enojaré por ello. Me siento un poco triste, pero muy feliz de saber que has estado conmigo por un poco de tiempo después de tantos años.
Los ojos de Jung Kook se cerraron con fuerza y, no pudiendo contenerse más, las lágrimas volvieron a caer por su rostro. Escuchar a Yoon Gi hablar como todo un adulto, a pesar de que aun conservaba sus 9 años de edad, lo hacía sentirse un tonto que no tenía control sobre sus emociones.
—Yoon Gi, ¿sabes qué es la única vez que podré verte? —su voz se quebró.
El pequeño rubio asintió y llevó sus delgadas manos hacia la cara de Jung Kook, para así secarle las lágrimas. Le recordada a aquella vez que lloró cuando le contó acerca de su paro cardíaco.
—No debes llorar, Jung Kook. Si lloras creeré que estás triste y no quiero que lo estés.
De inmediato, Jung Kook se secó con las mangas de su suéter y rió al pensar que parecía más él un niño que Yoon Gi. Era tan injusto para él haberlo perdido tan pronto. Imaginó un futuro junto a él, una amistad duradera, que quedaría para la eternidad. Pero a pesar de que no iban a estar nunca juntos físicamente, lo estarían debido a esa promesa que hicieron. Jung Kook nunca lo olvidaría, ni Yoon Gi a él.
Sólo quedaba un minuto y treinta segundos para que acabara.
—Yoon Gi, por favor, nunca te olvides de mí. Eres lo más importante que tuve en toda mi vida—Kook abrazó con fuerza aquel pequeño cuerpo y empezó a llorar nuevamente, no podía aguantar. Se iba a marchar, ya no lo vería nunca más.
—Nunca lo haré, tonto.
Su abrazo fue correspondido con cariño. El cuerpo de Yoon Gi tembló sin apenas hacerse notar, y cuando su rostro chocó con el hombro de Jung Kook, empezó a sollozar. El tiempo era cruel; se preguntaba por qué no podía detenerlo y estar así por siempre. No quería verse débil ante quien ahora era mayor que él, pero seguía siendo un niño y no podía dejar eso de lado. Sus sentimientos por él siempre fueron algo inmensurable.
Sólo un minuto.
Jung Kook tomó la mano del pequeño rápidamente y con la otra, le mostró su dedo meñique. Como aquella vez, volverían a hacer una promesa. Juntaron ambos sus dedos y los entrelazaron con fuerza. Se miraron con una amplia sonrisa y con lágrimas en los ojos.
—Es una promesa—dijo Kook.
—Lo es—Yoon Gi apartó su mano con cuidado y dio unos pasos hacia atrás, no sin antes dedicarle unas última palabras de despedida a aquel chico—.Te quiero, Kook.
Los segundos pasaron volando y en cuanto Kook quiso responderle con un "yo también", su cuerpo dio un respingo y, obligado a parpadear, al abrir sus ojos, estaba de vuelta en la triste realidad.
—Gracias—dijo a quien tenía en frente de él.
—Él pudo irse feliz, ¿verdad?
Jung Kook asintió a esa mujer que le había ofrecido su ayuda para que pudiera comunicarse con Yoon Gi. Había sentido cosas extrañas a su alrededor por un tiempo y, sin creer mucho en cosas paranormales tuvo que dejarse llevar hasta uno de esos extraños lugares. Empezó a creerle a la mujer cuando le habló de que un niño de nueve años de edad estaba a su lado, queriendo llamar la atención. Le habló de cosas que sólo su madre y padre sabían y, si bien en un principio de asustó, luego sintió mucha calidez y, en ocasiones en las noches hablaba con Yoon Gi aunque no pudiese verlo.
En ese momento en que creyó, se preguntaba si era posible poder verlo de nuevo, poder oírlo... Y aunque fue una tarea complicada para esa mujer, pudo darle un tiempo corto sólo para que él y el pequeño pudieran despedirse.
Ahora que el pequeño Min Yoon Gi y el joven Jeon Jung Kook pudieron dedicarse un poco de tiempo para volver a recordar viejos momentos y decirse lo que querían, sus almas se sentían en paz. Incluso, si existía algo más allá de la paz y la felicidad, se podía decir que ellos padecían ese sentimiento fuera del vocabulario común y de la vida misma.
Después de haber pasado tantísimos años, ambos sabían que su amistad y el cariño que se tenían el uno por el otro, se convirtió en algo inmarcesible.
☁
Inmarcesible: que no puede marchitarse.
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