04| Anabel Tanner
Camelia, tú que no dejas que el invierno te roce, que el agua te ahogue, o el sol te queme.
Camelia, tú que bonita miras al mundo, que creas envidias por los bosques.
Camelia, tú que vives eterna e inmarcesible.
Todo te debo a ti, Camelia.
–Entra –señaló la puerta.
¿Había sonreído?
Me metí en clase dándole la espalda. No sabía por qué le había pedido que se quedara, pensaba que con la compañía del de arriba me bastaba, pero me había sentido demasiado pequeña ante la mirada de todos esos ojos en mí, incómoda.
Su presencia al menos me había distraído de aquel sentimiento. Quería caerles bien, quería tener amigas, pero no sabía muy bien cómo se hacía, no había tenido muy buenas experiencias en el internado, hablaba con mis compañeras y me pasaba el día con ellas pero no sentía que fueran mis amigas, no sentía que encajara en sus círculos, esperaba encajar esta vez.
"Por fa pórtate esta vez, que la última te luciste" le pedí al de arriba, con la esperanza de que moviera sus hilos divinos y me cayera una amiga del cielo.
Alcé mi mirada, intentando localizar algún asiento libre, encontrando uno tras una chica morena, era casi al fondo de la clase, no me solía gustar ese lugar pero era lo que había así que me amoldaría a ello.
Tomé asiento en el rígido pupitre observando con curiosidad a mi alrededor cómo la clase se iba llenando de alumnos, todos vestían con diferente ropa, me encantaba aquello, el uniforme del internado me aburría.
–Buenos días –saludo Gabriella–. Hoy tenemos una nueva compañera, preséntate cielo –indicó haciendo un ademán con la mano para que me levantara.
Todos giraron sobre su cuerpo para observarme, haciéndome tragar duro.
Me levanté sin pensarlo mucho, arrugando la tela de mi jersey entre las manos, nerviosa.
–Hola, me llamo Anabel Tanner, tengo 18 años y vengo de la iglesia de Sant Marie, allí estuve con mis compañeras y hermanas del internado desde que– hice una pausa, no sabía muy bien cómo hablar de aquello–, todo esto comenzó –relaté intentando que no sonara tan atropelladamente.
–¿Y donde se supone que duerme? Por la habitación no ha pasado –comentó una de las chicas sentada en primera fila.
–Vive con el Sargento Caiger, es él quién se encarga de ella –contestó por mi Gabriella cosa que agradecí.
–¿Y por qué tiene que ser ella la que viva con él? ¿Por qué no podemos ser algunas de las que llevamos aquí desde el principio?
La molestia en su voz era palpable.
–Es decisión del Sargento y no hay nada más que objetar –sentenció dando a entender que lo que Einar decía iba a misa.
La chica bufó en su sitio, mostrando su desacuerdo.
No sabía cómo era el dormitorio de chicas, pero quizás la casa de Einar era un lujo que muchas de ellas querían tener, yo había llegado hace apenas unas horas, era normal que pensaran que no merecía tal privilegio.
La chica morena delante mía se giró para encararme.
–Bienvenida, Liana Bennet para servirla –se presentó tendiéndome su mano, la cual no dude en estrechar–. Creo que ya te has ganado el odio de la mitad de la clase, presiento que vamos a ser buenas amigas –me regaló una sonrisa.
–¿Tan malo es el dormitorio de chicas como para que quieran vivir con Einar? –formulé desilusionada, pensaba empezar con mejor pie.
–¿Bromeas? –alzó sus cejas sorprendida, como si acabaran de salirme tres cabezas.
Liana y Einar parecían polos opuestos, apenas había cruzado un par de palabras con ella y ya había tenido más expresiones faciales que Einar.
–No –negué con mi cabeza divertida.
–Llevan intentando llamar la atención de Caiger desde que llegaron aquí y él ni siquiera sabe que existen, están rabiosas, llegas tú de la nada y te mete en su casa.
Querían ocupar mi lugar por ¿Einar?
–¿Pero qué culpa tengo yo de eso?
Volver a ganarme el odio de la gente de manera injustificada comenzaba a desesperarme, solo quería caerles bien, ¿por qué era tan difícil?
–Ninguna, pero ellas tienen el conocimiento justo para echar el día, que sea tu culpa o no les da igual, les has robado a su hombre.
¿Robar a su hombre? Pero si yo no tenía ningún interés en Einar ni mucho menos él en mí, no había robado nada.
–¿A ti no te gusta Einar? –formulé esperanzada de que Liana no me odiara también, aunque la había conocido hace dos minutos, necesitaba a alguien.
–No, soy más Team Dean.
–No sé quién es Dean.
–Madre mía me encanta esto, en el descanso te pongo al día de todo, o a lo que me de tiempo –me regaló una amplia sonrisa antes de girarse hacía delante.
–Silencio –alzó Gabriella su voz—. Lo dije el otro día pero lo vuelvo a repetir hoy, en unos días comenzaremos con los entrenamientos, Marcus considera que no contamos con el número suficiente de militares para protegernos de lo que hay ahí fuera, así que vamos a contar con vosotros para que seáis lo suficiente independientes como para aseguraros de vuestra propia supervivencia.
—¿Se sabe ya quién será nuestro instructor? —formuló un chico sentado a un par de asientos.
—El Sargento Caiger se encargará de prepararos.
No podía aguantar la emoción, íbamos a ser entrenados, me iba a convertir en un arma letal, en el terror de los muertos vivientes, bueno quizás estaba exagerando y con no morir en el intento bastaba, pero me gustaba soñar a lo alto.
—Con respecto a la clase de hoy, veremos cómo debemos reanimar a nuestro compañero en caso de insuficiencia cardiorrespiratoria. Prestar atención porque esta es una clase muy importante que puede salvar la vida a más de uno.
Había dado alguna que otra clase de primeros auxilios en el internado, pero hacía tanto tiempo que no recordaba muy bien cómo se hacía.
—Bien, obviando los pasos de llamar al 112 o pedir ayuda a los servicios sanitarios, pues no hay, en vuestras manos está que la persona que tenéis a vuestro lado viva o muera. En primer lugar, comprobamos la respiración de nuestro compañero, observando si su pecho sube o baja, en segundo lugar comprobaremos si tiene pulso, ya sea en el cuello o la muñeca. Recordamos dedo índice y anular sobre la carótida, en el cuello o la radial en la muñeca. Si no hay pulso y tampoco respira procedemos a realizar el masaje cardiaco, 30 compresiones por cada dos insuflaciones, al ritmo de una o dos compresiones por segundo. Para realizar el masaje cardiaco colocamos las manos así —colocó una de sus manos sobre la otra, entrelazando sus dedos—. Y a la altura del esternón es donde ejercemos la fuerza, los codos no se doblan, los brazos se mantienen rectos y con el peso del cuerpo realizamos las compresiones. Para realizar las insuflaciones colocamos la mano en la nariz de nuestro paciente, echamos la cabeza del mismo ligeramente hacia atrás e insuflamos aire ¿Alguna duda?
Nadie dijo nada, pero yo ansiaba levantar mi mano y preguntar.
—Estupendo, poneros por parejas y comenzar a practicar, al final de la clase y aquí al principio tenéis más sitio para realizar las maniobras. Quiero que practiquéis por vuestra cuenta a lo largo de la semana, el viernes evaluare vuestras maniobras —dio por último una palmada al aire indicando que las maniobras habían comenzado.
—¿Liana te pones conmigo? —me apresure a decir cuando ella giró sobre su silla para mirarme.
—Hecho –asintió levantándose de su asiento—. Vamos atrás, en la zona de adelante no creo que seamos muy bienvenidas.
—¿A ti por qué te odian?
Aquella pregunta pareció maravillarle, podía ver el brillo en sus ojos.
—Dean me pidió que pintara un mural en la valla, para hacer este sitio un poco más bonito. Hablamos un par de veces, le dije que me gustaba pintar y me lo pidió.
—¿Él te gusta?
—No, él me encanta, es...—lanzó un suspiro al aire.
—¿Y tú a él? —curiosee, deseaba que me dijera que si, no la conocía, ni tampoco al tal Dean, pero yo ya me había imaginado asistiendo a su boda, a ella vestida de blanco y celebrando su luna de miel en Punta cana, sería precioso.
—No lo sé —suspiró apenada—. Es que es raro por que a veces me saluda, otras hace como si yo no existiera, otras aparece de la nada y me asusta o me hace bromas, nos reímos un rato pero luego vuelve a estar distante, así que no lo se, no se si le gusto, si es que se aburre y se entretiene conmigo o qué sé yo.
—No sabía que los hombres eran tan...—no me dejó acabar la frase.
—¿Imbéciles?
—Iba a decir complicados pero esa palabra también me vale —reí, me gustaba su descaro.
—¿Tú qué opinas? ¿Crees que le gustaría o que solo se está riendo de mí?
—Me faltan datos para poder emitir un veredicto, dame una semana y te contestaré. Háblame de él —pedí.
Me sentí como si estuviera viendo una película, necesitaba datos, ponerle cara al famoso Dean, que me contara todo sobre lo poco que según ella habían hablado.
—Pues es alto, pelo negro, ojos oscuros, no sabría decirte que color es exactamente, pero es preciso. Él y Caiger sirvieron juntos, también con Marcus que ahora es su superior. Casi siempre van juntos, aunque Dean se encarga más de la valla y Caiger de salir y hacer las rondas por el cuartel, pero siempre se sientan juntos a la hora de comer, siempre en la mesa del fondo, en una esquina, creo que es para tener una visión de todo el comedor.
—¿Cuándo empezaste a hablar con él?
—Pues no hace mucho, me quedé muda durante los primeros meses que estuve aquí —confesó.
–¿Muda? Te quedaste afónica —asumí.
—No, no, Kaitlin me dijo que se llama shock post-traumático o algo así, no quise preguntar mucho, la cosa es que me sentía como en trance, no podía hablar con nadie.
Esquivaba mi mirada pronunciando aquellas palabras.
—¿Qué te pasó? Si me quieres contar claro está —no sabía si era buena idea preguntar, tampoco cuánto tiempo hacía de todo lo que ella me estaba relatando, pero algo dentro de mi y por la forma que tenía de hablarme me decía que hacía tiempo que no se desahogaba con alguien, esa necesidad de escupir aquello que nos serpentea y embiste sin cesar.
Liana hizo una breve pausa, mirando a su alrededor, como si no quisiera que alguien la escuchara.
—Yo estaba en casa cuando pasó, los muertos vinieron y mis padres me encerraron en el sótano para protegerme de ellos, no sé por qué lo hicieron, pensarían que podrían matarlos pero no fue así, eran demasiados. No sé cuánto tiempo estuve en el sótano, pero Caiger y Dean vinieron para sacarme de allí. Me llevaron al pueblo donde vivíamos antes, no hablé con Dean hasta que llegamos al cuartel.
Procesé toda la información que había dicho y no pude evitar sentir admiración por ella, no puedo imaginar lo que sería vivir algo así, pero ella parecía haber luchado contra la tristeza y el shock, saliendo adelante.
—Eres fuerte —alagué ganándome una sonrisa de su parte–. ¿Por qué vinieron al cuartel?
—El sitio en el que vivíamos no era seguro —respondió colocándose en el suelo para comenzar a hacer las maniobras.
—¿Muertos? —me tumbé en el suelo simulando que yo era el paciente.
—Hombres, Caiger los vio un par de veces rondando por el pueblo, según él teníamos demasiado que perder contra ellos, pues tengo entendido que eran unos veinte hombres y nuestro grupo está formado en su mayoría por adolescentes, así que decidimos marcharnos antes de que tuviéramos algo que lamentar. Es por eso que vamos a comenzar con los entrenamientos, para saber defendernos si alguien decide saquear este sitio —asentí preparándome para recibir el impacto del masaje cardiaco de Liana.
Colocó ambas manos en mi pecho, comenzando con las compresiones, di gracias a que no ejerció mucha fuerza.
—Lo del boca a boca lo dejamos para otro día, no soy de dar besos en la primera cita —bromeó haciéndome reír.
Cuando terminó con las compresiones me reincorporé, recobrando un poco el aire.
—¿Te llevabas bien con alguna chica antes de que Dean te pidiera el mural? –curioseé, era mi turno.
—Compañerismo y poco más, no me gusta que me miren por encima del hombro ni que me ignoren cuando hablo, son cosas que ellas hacen, por eso no he llegado nunca a congeniar.
Asentí en respuesta sintiéndome ligeramente identificada con aquello de no congeniar demasiado con el resto.
Me decidí a comenzar las compresiones, sintiéndome ligeramente incómoda, no quería hacerle daño.
—Dime si duele.
—Tu tranqui, dale que me se supone que me estoy muriendo.
Las maniobras transcurrieron tranquilas, sin ningún incidente que lamentar. Gabriella nos dio un tiempo de descanso, el cual aproveché para comerme el bollo dulce que Einar me había dado esta mañana.
Liana y yo nos quedamos en los pasillos, sentadas en el suelo, con la espalda apoyada en la pared.
—Cuéntame sobre el tema Dean, ¿Qué significa?
—Caiger y Dean son los dos únicos hombres solteros y jóvenes que hay en el cuartel, es un ritual tienes que elegir uno.
—Pero yo no puedo elegir.
—¿Por?
—Por que tu eres team Dean, no puedo elegir a Dean, ya te gusta a ti y vivo con Einar, no puedo elegirlo a él, aparte de que no me gusta —hice una pausa reflexiva—, en realidad nunca me ha gustado nadie.
Nadie que fuera real quería decir, pero temía que Liana lo tomara como una tontería, como las chicas del internado.
—¿Cómo que nunca te ha gustado nadie?
—Llevo en un internado de monjas desde los 11, no había chicos allí, así que nunca ha sido algo que haya tenido en mente para mi, pero me encanta el amor, sobre todo los libros.
—Tranquila ya te gustara Einar ¿Tú lo has visto bien? —aseguró alzando sus cejas.
—No se si lo he visto bien, por lo que me cuentas algo me he perdido seguro –bromee, Einar era alto, fuerte y puede que algo guapo, pero no pensaba que fuera del otro mundo, un hombre sin más—. Háblame de él.
—Nadie sabe mucho de él, nunca hemos hablado.
—Si nadie sabe mucho de él como están tan enamoradas, ni siquiera lo conocen.
—Porque es guapo, altísimo, y tiene una presencia que te deja muerta, no sé un aura misteriosa de chico serio y reservado. Aquí las chicas son curiosas, quieren saber que hay debajo del Sargento, bueno de él y su ropa –rio tapando su boca.
Abrí los ojos cuando entendí a qué se refería.
—Cómo te escuche la hermana Claudia –advertí imitando su gesto para ocultar mi sonrisa y sonrojo.
Ambas reímos hasta que Gabriella nos llamó para que todos volviéramos a entrar al aula para continuar la clase.
El tiempo en la formación pasaba increíblemente rápido, Gabriella había dado por finalizada la lección y todos nos disponíamos a salir al comedor.
Recordé que Einar me esperaría a la salida, así que le pedí a Liana que se quedara conmigo, así con suerte ella podría comer con Dean, los cuatro juntos.
Tal y como había dicho Einar se encontraba en la salida, apoyado en la pared, recargando sus brazos sobre el fusil que colgaba de su cuello.
Liana podría llegar a tener algo de razón, la presencia de Einar imponía.
Me alegré al verlo, era mi única cara conocida aquí y había cumplido su palabra, me esperaría a la salida.
—Hola —saludé cuando estuve a unos metros de él—. Ella es Liana —presenté a mi nueva amiga—. ¿Puede comer con nosotros? —pregunté dando por hecho que comería con Einar.
—Fingiré que no la he visto en mi vida —murmuró lo suficientemente alto como para que lo escucháramos—. Hola Liana Bennet, Sargento Caiger —inclinó su cabeza a modo de saludo—. A comer —ordenó dejando la pared en la que estaba apoyado atrás, comenzando a andar, con intención de que le siguiéramos.
—No es de muchas palabras —le susurré a Liana la cual parecía en shock por que Einar supiera su nombre y apellido.
Caminamos en silencio hacia el comedor, el cual me sorprendió, era enorme.
Tal y como había dicho Liana, Einar comía en la esquina del comedor junto con Dean el cual ya se encontraba sentado.
Einar caminaba demasiado rápido, apenas podía seguirle el ritmo.
—No te creo —susurró Liana emocionada observando la mesa de la esquina.
—Siéntate —señaló las sillas que aún no estaban ocupadas.
Observé a Dean, la descripción cuadraba con la que Liana me había dado.
Lo que me sorprendió fue su cara al verme, parecía que había visto a un fantasma.
—¿Quién es nuestra invitada? —formuló levantándose de su asiento, quedando al lado de Einar.
—Anabel Tanner —respondí con la mejor de mis sonrisas haciéndolo palidecer.
—Dean Ross, encantado —se presentó agachándose ligeramente—. Caiger tenemos que hablar —encaró a Einar ¿enfadado?
—Ahora os traemos la comida, no te muevas de aquí por favor –lanzó Einar una última mirada antes de marcharse con Dean.
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Gracias por leer 💜
Love u Sinners ❤️
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