Sábado, 6 de abril del 2019

Laura está agotada a pesar de haber descansado casi todo el día o, por lo menos, la parte del día que ha estado sola. Me lo he pasado genial haciendo el grafiti, pero saber que ella está aquí hace que tenga que concentrarme en no correr para estar con ella. Parece ser que su campo gravitatorio es cada vez mayor.

—Vamos, Laura, tenemos que ir a cenar —le insisto por enésima vez.

—No, Rafael, de verdad que estoy cansada —me repite Laura y sé que es verdad, además, de que yo soy la principal causa de su cansancio, lo que me hace más feliz que cualquier otra cosa en este momento.

—Ni siquiera has salido a la piscina. Te has pasado todo el día aquí —le echo en cara.

—Me he metido en el jacuzzi y en la piscina de nuestra terraza también.

—Pues nos quedamos, pero que sepas que solo nos quedan dos preservativos.

—¿No le pediste a Jacobo? —se sorprende.

—Iba a hacerlo ahora, en la cena. También podemos ir a bailar un poco y luego volvemos a nuestro nidito de amor —le ofrezco poniéndole ojitos.

—Está bien, pero no quiero venir muy tarde. Mañana me quiero levantar temprano —me dice muy sería, como si fuese verdad lo que está diciéndome y lo que es peor, como si yo me lo fuese a creer.

—Esa será la excusa que le pongas a tu hermano, yo te conozco y sé lo pervertida que eres —le contesto mientras le muerdo el labio inferior para luego besarla apasionadamente.

—Me has pervertido tú —me responde metiéndome mano en el culo.

—No, princesa, en este caso ha sido al revés.

***

Llegamos los primeros al restaurante, lo que me alivia considerablemente. Santiago pensará que no hacemos otra cosa que hacer el amor y aunque en las últimas veinticuatro horas ha sido cierto, no quiero que sea tan evidente.

—¡¿Habéis llegado temprano?! —se sorprende Jacobo.

—Sí, hermano, llevamos aquí esperando un buen rato, pero como la compañía es buena, no me ha importado —exagero un poco, aprovechando que hemos llegado los primeros.

—Vaya, Laura, casi no te he visto hoy, solo en el desayuno —le echa en cara Santiago.

—He estado viendo un poco el hotel y disfrutando de sus instalaciones —se excusa mi prometida.

—Disfrutando seguro —interviene Jacobo—, pero no sé si concretamente de las instalaciones.

—¡Hermano! —regaño a Jacobo.

—Lo que tú digas —me contesta, sonriendo.

—He pedido por todos para poder ir a bailar antes de que esté la pista llena de gente —les informo.

La verdad es que incluso pedí que me llevasen un bufé a la habitación y varias botellas de agua. No pienso pasar esta noche el hambre y la sed que pasé la noche anterior y seguro que Laura tampoco.

—¿Cuáles son los planes de mañana? —pregunta ansioso Santiago mientras nos sirven los entrantes.

—Podríamos ir a una sala de billar y dardos que hay muy cerca del hotel —les recomiendo.

—Me encanta el billar —se entusiasma Jacobo.

—Pues yo no he jugado nunca —reconoce Santiago.

—Tranquilo, es solo física y trigonometría —le contesto yo, que solo he jugado una vez.

Cuando terminamos de cenar, lo cargamos todo a mi cuenta y nos vamos a bailar. Laura se niega a poner un pie en la pista de baile. Está agotada y no puedo quitarle la razón. Este fin de semana ha sido muy intenso para los dos. Yo estoy acostumbrado a los ejercicios de intensidad y, aun así, siento el desgaste físico, aunque cuando ella me mira se me olvida y vuelvo a estar lleno de energía.

—Vamos, Laura, solo una canción, la que sea. En cuanto acabé la que está sonando, nos vamos a la pista —le suplico.

—Así no me vas a convencer —hace que pierda los nervios.

—La pista está tan oscura que prometo meterte mano —le susurro al oído, intentando otra estrategia.

En cuanto la canción está acabando, Laura me toma de la mano y tira de mí. Adoro a mi princesa, está loca, pero la adoro.

Comienza a sonar Enchochado de ti de Don Patricio y Laura empieza a bailar tan pegada a mí que estoy seguro de que puede sentir la erección que me acaba de causar.

¿Cómo puede moverse así? Agradezco la oscuridad de la pista porque lo que estamos haciendo está prohibido. Yo le sigo el ritmo y nos movemos como nos hemos hecho toda la noche anterior, compenetrados. Parece que estamos haciendo el amor mientras bailamos. Cada segundo que pasa, el baile se vuelve más peligroso y si estuviésemos solos ya le habría levantado el traje y la hubiese hecho mía.

—Me prometiste meterme mano —me recuerda mientras pone mi mano debajo de su traje.

—Es la primera vez que te veo con un traje, es muy práctico —le respondo apartándole la ropa interior con mis dedos para comprobar lo mojada que está.

—La canción va a acabar —me dice, mirándome con lujuria.

Sin apenas pensarlo, le doy la vuelta, la sujeto por detrás y la llevo hasta el baño de minusválidos. Es una suerte que siempre haga un reconocimiento de la zona para verificar las posibles salidas por si hubiese algún problema. Aunque Laura me está volviendo loco y estoy haciendo cosas que nunca creí que haría, incluyendo el descuidar nuestra seguridad.

No puedo esperar más, con las dos manos le rompo su ropa interior y así dejar vía libre para darnos placer sin barreras.

A los diez minutos ya estamos de vuelta. Nos hemos arreglado un poco para que nadie pueda notar donde hemos estado o, mejor dicho, lo que estuvimos haciendo. Lo único que no puedo arreglar es su ropa interior, que dejamos en la basura del baño junto al preservativo.

Lode salir a la pista de baile no ha sido tan buena idea. No la pienso sacar abailar en toda la noche y menos sabiendo que ahora está sin ropa interior.Tengo que hablar con Jacobo, solo me queda un preservativo y toda una noche asolas con mi futura esposa.