Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO - RAFAEL

Sábado, 22 de junio del 2019

Ya son casi las cinco de la tarde cuando decido acercarme a ver a los chicos. Llevo varias horas escondido, observando desde lejos lo que hacen. En cuanto Tomás me ve, me sonríe. Marcos está junto a él, como siempre que sabe que estoy de vuelta. Posiblemente, quiere asegurarse de que todo salió conforme a lo planeado.

—Manuel, pensábamos que llegarías más temprano. ¿No te dejaron irte después de media hora? —me pregunta Tomás con una sonrisa sincera.

—No es lo que imaginas, amigo, ni siquiera hablé con ella —le respondo, intentando que no se note el estado de ánimo en el que me encuentro.

—¿Y entonces? —se preocupa un poco Marcos, cualquier pequeño cambio de planes siempre lo disgusta.

—No quiero hablar de eso ahora, me voy al gimnasio un rato, ya que no he ido en una semana, y luego les vengo a ver —les contesto en un tono cansado.

—Pero ¿todo bien? ¿Algún problema con la operación? —pregunta Marcos.

—Todo conforme al plan, Marcos, solo que, cuando iba a hablar con ella, decidí que era mejor volver aquí, con vosotros —le contesto, mientras me dirijo al gimnasio.

***

Estoy dos horas machacándome hasta que Marcos viene con Tomás a despedirse. Se le ha hecho tarde y tiene que volver. El próximo sábado vendrá temprano a pasar el día con nosotros y cualquier cosa que necesitemos deberé hacérselo saber por la vía que normalmente utilizo.

A los cinco minutos aparece solo Tomás.

—Amigo, date una ducha, te espero en diez minutos en nuestro banco —me pide sin darme opción a negarme.

—Está bien. Allí estaré —le respondo.

No tengo ganas de hablar con nadie, pero sé que, si no lo hago ahora, tendré que hacerlo más adelante. Al fin y al cabo, Tomás sabe que me iba a casar y en algún momento se enterará de que se ha cancelado la boda.

Pero ¿cómo hablar de algo que yo no logro entender? Ni siquiera estoy enfadado o celoso, bueno, si lo estoy, pero, sobre todo, estoy decepcionado y triste. Se supone que iba a pasar el resto de mi vida con ella y la vi besando a otro y, para más inri, al más imbécil de todo el instituto. Aunque, en realidad, me hubiese dado igual a quién hubiese besado, para mí sería ahora el más imbécil de todo el instituto.

Cuando llego a nuestro banco, me siento sin decir nada.

—¿Me lo vas a contar? —me pregunta con voz suave.

—¿Te gustan las películas de James Dean? —le respondo con otra pregunta, después de dejar que pasen uno o dos minutos, mientras él no me presiona y espera pacientemente.

—No hizo muchas y son clásicas, pero sí me gustan. Además, hay que añadir que James Dean es mi tipo.

—Pues parece ser que también es el tipo de mi prometida o exprometida —ironizo.

—¿Exprometida? —pregunta, sin entender, realmente, lo que quiero decir.

—No lo sé, pero supongo que sí —intento explicarme suspirando.

—Va a ser mejor que me lo cuentes todo desde el principio, Manuel. Nosotros, los simples mortales, no tenemos tu facilidad de entendimiento —me pide en tono tranquilo, pero se le nota que está un poco preocupado.

—Donde estudiamos hay un chico que siempre ha estado demasiado atento a mi... —no sé cómo llamarla, todo esto me confunde más de lo que quiero demostrar.

—Vamos a llamarla María, puesto que no vas a poder decir su nombre y desconocemos tu relación con ella ahora mismo —intenta ayudarme mi amigo.

—Pues eso, hay un chico que estaba todo el día detrás de María. Desde el principio le pusimos el apodo de Jimmy, porque se parece mucho a James Dean —ahora que recuerdo lo que se le pegaba a Laura al principio de curso, me empieza a hervir la sangre, aunque sé que, científicamente, no es posible.

—Como si se parece a Tom Cruise, amigo. Y que sepas que de esto yo sé más que tú. Tú eres muy guapo, Manuel, y en cuanto te quitas esa camiseta no hay una chica soltera que se te resista —me intenta animar.

—Al principio, María no le hacía caso. Incluso me contó que hacen cosas juntos, en grupo, pero que el único que le desagrada un poco es Jimmy —recuerdo en voz alta la conversación que mantuve al respecto con Laura.

—¿Y cuál es el problema? —todavía Tomás no ha entendido nada, aunque en realidad, soy yo quien no se ha explicado bien.

—Ayer, al acabar los exámenes, decidí ir a verla a la fiesta de disfraces, como había acordado con Marcos. Tuve que mover muchos hilos para que fuese obligatorio un antifaz y así no me reconociese nadie, incluso cedí el lugar donde se hizo la fiesta y me inmiscuí en la organización para que nuestro encuentro fuese lo más seguro posible. Todo para poder estar media hora con ella y que ninguno de los dos corriese riesgos innecesarios —le cuento hasta que me doy cuenta de que no sé cómo describir lo que he visto.

—¿Y? —me pregunta Tomás, impaciente.

—Cuando estaba a unos quince metros de ella, ella besó a Jimmy —digo mientras lucho para no llorar.

Ya la pasada noche he llorado suficiente.

—¿Qué? No me lo creo. A lo mejor no era ella. ¿No dijiste que llevaban antifaz? —intenta hacerme ver que existen otras posibilidades.

—Le regalé un traje que se ilumina en la oscuridad para poderla distinguir entre las demás chicas y así encontrarla más rápidamente. Además, ella se había quitado el antifaz —no tengo duda alguna de que ha sido ella.

—¿Quizás fue solo un beso de amigos? —Tomás intenta encontrar una explicación lógica que no me rompa el corazón.

—Fue en la boca —le explico sin poder evitar sentir náuseas.

—¿Con lengua? —me dice sin pensarlo e incrédulo.

—No lo sé, en cuanto vi que ella lo besaba, me di la vuelta y desaparecí.

—¿Y si hubiese una explicación lógica? ¿Y si supuso que eras tú?

—Ella no sabía que yo estaría en la fiesta. Además, lo peor no fue el beso.

—¿No? —pregunta Tomás sorprendido.

—Lo miró como siempre me había mirado a mí. Saber que puede mirar a alguien igual, ya sabes, como si yo fuese el elegido entre miles de chicos, me deja sin esperanza, siento que me ahogo y no puedo respirar. Ella miró a Jimmy así.

—Amigo, no sé qué decirte. Quizás se aburrió de esperarte. Ya sabes que hay chicas que en cuanto conocen el sexo quieren más y tú no estabas allí.

—Lo sé, no puedo culparla. La he dejado sola y, además, le he dicho que hiciese lo posible por ser feliz, sin que tuviese en cuenta mis sentimientos. No obstante, al comprometernos, pensé que íbamos a estar juntos para siempre —me sincero, otra vez luchando para no llorar.

—¿Y ahora? ¿Qué vas a hacer? —se preocupa mi amigo.

—Pues lo mismo que antes, aunque sin casarme con ella. Una vez la dejé sola como amigo y le prometí que pasase lo que pasase no lo volvería a hacer. Tendré que recuperarme, olvidarme de sus besos y hacer de mejor amigo.

—¿Lo dices en serio? —Tomás no da crédito a lo que acabo de decirle.

—Claro, Tomás, yo la quiero. Siempre la querré, pero también la quiero como amiga y no puedo volver a fallarle con eso. Tú no sabes toda la historia, pero el día que más me necesitaba en su vida yo tuve que desaparecer y la culpa me ha estado persiguiendo todos estos años.

—¿Qué pasa si la vez besándose con ese Jimmy? —me pregunta mi amigo, diciendo en voz alta mis mayores temores.

—Tendré que ir al gimnasio a machacarme mañana y tarde. Ya lo he hecho otras veces. Es difícil, pero lo lograré —digo para convencerme, sobre todo, a mí mismo.

—Tus amigos no aprecian lo que es ser uno de ellos. Eres la persona más noble que conozco, Manuel, y no lo digo por decirlo. Me quito el sombrero ante ti. Si en el mundo hubiese un puñado de personas como tú, lo cambiaríais completamente.

—Aun así, ahora mismo necesito reponerme. Duele tanto —le digo mientras permito que un par de lágrimas corran por mis mejillas.

—Pero sabes que pasará. El tiempo lo cura todo, quizás no en un mes o un año, pero al final, llegará un día en que encuentres otra vez el amor —intenta mi amigo animarme en vano.

—¿Puedo hacerte una pregunta personal? —cambio de tema, necesito pensar en otra cosa.

—Claro, amigo, dispara —me dice él, contento también de poder hablar de otra cosa.

—Cuando nos conocimos hablabas alemán con fluidez. ¿A qué es debido? —siempre he querido saber la respuesta a esta pregunta y no me he atrevido a formularla.

—Vaya, no sabía que supieses alemán —ahora sí que está sorprendido.

—Bueno, los idiomas siempre han sido mi fuerte, viene de familia.

—Pues lo mío más o menos por el estilo. Como mi familia no me cuidaba de pequeño me dejaban con cualquiera del barrio y siempre eran inmigrantes. Desde muy pequeño me crie con diferentes nacionalidades y cuando fui creciendo fue perfeccionando mis conocimientos. Mi tía siguió la costumbre de mi madre y hasta que me fui siempre pasé mucho tiempo con familias pobres de muchos países. La ventaja de todo esto es que tengo muy buen acento, por ejemplo, con el alemán.

—¿Y cuál es el idioma más raro que dominas?

—Sé mandarín —me dice muy tranquilo.

—¿En serio? Vaya, eso sí que es una sorpresa —le digo, impresionado.

—Creo que el primer idioma que realmente aprendí fue mandarín, porque la mayoría de nuestros vecinos eran asiáticos.

—Ahora te voy a hacer una pregunta y solo quiero que me la contestes si quieres. No quiero coaccionarte —le explico, porque es importante que bajo ningún concepto piense que quiero utilizar mi relación con él para sacarle información.

—Deja las ceremonias para otra ocasión. Házmela —me exige, serio.

—¿Con quién hablaste el día del secuestro en alemán? —eso sí que le sorprende de verdad.

—Con Günter Müller —responde en voz baja.

Estoy seguro de que no se enorgullece del trabajo que hacía antes.

—Lo conozco, intento mantenerme informado en lo que al proceso se refiere.

—¿Cómo? —esa pregunta si es verdad que no puedo respondérsela, no solo por mi bien, sino también por el de él.

—Tengo mis métodos, pero tranquilo que no me pueden descubrir —esquivo la respuesta.

—Lo que no sabes es que en realidad se llama Hans Topf. Es uno de los mejores hackers del mundo y le lleva las finanzas a la señora.

Tomás intenta ayudarme y se nota que mi tía y el hacker no le importaban nada, por encima de todo eso está nuestra amistad.

—Por eso no he podido encontrar donde esconde el dinero —pienso en voz alta.

—Pensé que la habían dejado sin medios —me dice Tomás, preocupado.

—De momento, sí. Sus cuentas están bloqueadas, pero no tenía gran cosa, por lo que siempre he sospechado que tiene dinero escondido, pero no lo he encontrado. Ahora mismo no puede acceder a él. Tanto ella como Günter, bueno, Hans, no tienen acceso a Internet. Pero tendremos que vigilarlos muy de cerca.

—Rafael, a veces no sé si tenerles miedo a ellos o a ti —me dice medio en broma, medio en serio.

—A mí, amigo, siempre a mí —le respondo dándole la mejor sonrisa que puedo en este momento.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro