CAPÍTULO TREINTA - LAURA
Viernes, 21 de junio del 2019
Todavía no sé por qué he venido a esta estúpida fiesta de antifaces. No conozco a nadie y a los que conozco, tampoco sé quiénes son. He estado hablando veinte minutos con una chica, que pensé que era Manuela y, como la luz no es nítida y la música está tan alta, no me he dado cuenta de que no era ella hasta pasados unos minutos.
Además, Jacobo me dijo que volvería en cinco minutos y de eso hace ya casi media hora. Seguro que no me encuentra.
Estoy en la planta de arriba del edificio, las escaleras les han quedado muy bien, de estilo barroco. La verdad es que parece toda una casa señorial y no la nave fría y vacía que suele ser. Seguro que han estado semanas preparándolo todo y yo no hago sino ponerle pegas.
El chico que vive en el edificio y que estudia bellas artes nos ha pedido una donación para el decorado. Sé que mi hermano le ha dado más de lo que se esperaban porque prometió que en la próxima fiesta nos pondría como organizadores del evento, aunque nuestra empresa no contribuyese económicamente. No sé a qué empresa se referirá, pero Santiago sabrá lo que hace.
—¿Laura? —me dice un chico detrás de un antifaz.
—¿Jacobo? —digo sin pensarlo, en realidad es más bajo que Jacobo, pero está todo tan oscuro que estoy totalmente desorientada.
—No tonta, soy Carlos —puedo oír que me dice mientras se ríe.
—¿Carlos? ¿Dónde has estado? No te he visto en los últimos días. ¿Cómo te ha ido todo? —le digo para entablar una conversación, me alegro de oír una voz conocida.
—Mejor de lo que podía imaginar. He estado estudiando y haciendo los exámenes con Rafael y hemos acabado hace una hora. Bueno, él se ha quedado un rato más que yo, aunque me acaba de enviar un mensaje diciendo que hemos aprobado todo —me cuenta Carlos y dejándome con la boca abierta.
—¿Rafael? —repito el nombre de mi novio, sin entender nada, mientras se me para el corazón.
—Sí, Rafael Gutiérrez. Ya sé que al principio de curso lo llamábamos disciplente, pero me ha ayudado estos días sin descanso —me contesta, como si fuese lo más normal del mundo que Rafael estuviese aquí.
—¡¿Rafael está aquí!? —afirmo y pregunto a la vez.
—¿Aún no lo has visto? Me pidió que no dijese nada, solo a ti. Aunque también me dijo que te vería él antes que yo. Seguro que es por los antifaces, no hay quien conozca a nadie.
—Carlos, me voy a buscarlo. Gracias por avisarme. Te llamo mañana y me cuentas, ¿vale?
—Vale y gracias a vosotros. Acabo de llamar a mis padres en cuanto llegué al piso y no dan crédito a lo sucedido. He aprobado todo y ya les había dicho que había dejado dos asignaturas y que una me había salido mal. Todavía me estoy haciendo la idea —me cuenta Carlos mientras nos distanciábamos.
Rafael está aquí. Tengo tantas ganas de verlo que me olvido de todo y me quito el antifaz. Comienza a sonar la canción de Como tú no hay dos de Beatriz Luengo y sé que esto no puede ser una casualidad. Bajo las escaleras corriendo y alguien apoya la mano en mi hombro desde atrás. Rafael, sabía que me encontraría. Me doy la vuelta y le doy un beso mientras lo abrazo.
—¿Pero? ¿Quién eres?
Este tío no es Rafael y le he besado. ¡Qué asco!
—¿Laura? Soy yo, Alfredo —me dice tan sorprendido como yo.
—¿Alfredo? —¡Oh, no, Jimmy!—. Perdona, me he confundido de persona.
—Ya veo, ya —me responde riéndose —yo solo quería decirte que tu amigo Jacobo está arriba y me ha preguntado por ti. Está en aquella esquina.
—Gracias, Alfredo, iré a verlo —le digo, mientras me dirijo hacia donde se encuentra mi amigo.
Esto es increíble, nunca he besado a nadie que no sea Rafael y, aunque solo se tocaron nuestros labios, me siento sucia. Estas son las meteduras de pata que solo me pasan a mí.
—¿Jacobo? —ya no estoy segura de quién es quién.
—¿Qué haces sin el antifaz? ¿Estás bien?
—No, estoy fatal —le digo, sin saber cómo contarle todo lo sucedido.
—¿Qué ha pasado? —se preocupa, mientras me aparta del grupo de personas donde se encuentra.
—He besado a Jimmy —le digo, como si eso lo explicara todo.
—¿A Jimmy? ¿Por qué? Mi hermano me va a matar —se preocupa.
—Pensé que era Rafael. Carlos me dijo que estuvieron juntos estos días y que él me vendría a ver a la fiesta, entonces alguien me tocó por detrás y supuse que era él.
—¿Pero un beso de tornillo? —este Jacobo sigue teniendo sus ocurrencias incluso en momentos como estos.
—No, solo le di un beso en los labios, pero sin lengua, ni saliva, ni nada. Jimmy se ha dejado un poco de barba y nada más besarle me di cuenta de que no era Rafael.
—Menos mal —dijo Jacobo aliviado.
—¿Menos mal? —le pregunto exasperada.
—Sí, si llega a saber que lo hiciste conscientemente, mi hermano hubiese matado a media humanidad y Jimmy ya estaría sin vida.
—Peludo, no me ayudas. ¿Tú has escuchado lo que te he dicho? Te estoy diciendo...
—Sí, que besaste a Jimmy, pero no significó nada, porque pensabas que era Rafael —me interrumpe sin permitir que yo acabe la frase.
—No —me enfado—. ¡Te estoy diciendo que Rafael está aquí!
—Pues ponte el antifaz, estás guapísima con él y muy sexy —parece que Jacobo acaba de entender lo que quise decirle desde el principio.
—Pero no sabrá quién soy, aquí es imposible reconocer a nadie.
—¿Tú has visto el traje que te regaló Rafael para el baile? —se burla de mí.
—Sí, es precioso, pero, aun así, no me encontrará —le respondo sin saber a qué se refiere.
—No, Laura. Tu traje brilla en la oscuridad —me dice divertido.
—¿En serio? —me sorprendo, observando lo que me acaba de advertir mi mejor amigo.
—Sí, parece que mi hermano ha planeado todo al detalle, como siempre.
—Entonces, me voy a bailar, a ver si me encuentra —le grito mientras me voy hacia la pista de baile.
Sinembargo, a pesar de que nos vamos bastante tarde, Rafael no aparece, lo que medeja hecha polvo. Lo echo tanto de menos y me he hecho tantas ilusiones, que elque no venga a verme, me deja devastada.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro