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CAPÍTULO SIETE - LAURA

Sábado, 6 de enero del 2019

En casa no nos regalamos en Reyes, a veces tenemos un detalle, pero nada más. Por eso, me llevo una sorpresa cuando llego al mediodía al piso nuevo y en medio del salón me encuentro un piano con un lazo rojo enorme.

El piano es precioso, un Steingräber & Söhne, concretamente un Grand E-172. Casi tres metros de largo y un poco de más de metro y medio de ancho. Me encanta nada más verlo y desde el principio sé que este regalo lo ha comprado Rafael para los dos.

Yo toco solo un poco el piano, lo que Rafael me enseñó y hace años que no practico, en cambio, Rafael es otra historia.

En el lazo me espera una nota: "Perdona, no me pude resistir, he soñado tantas veces con este piano y mi pretty woman". Mi imaginación vuela rápidamente a Richard Gere y Julia Roberts. Pretty woman es un clásico, pero no pensé que Rafael viese ese tipo de películas.

***

Al Jacobo llegar, dos horas más tarde, se queda sorprendido. Nuestros cuartos están totalmente amueblados y la cocina también. Mi hermano encargó a una empresa que nos pusiera todo exactamente igual que como estaba en el otro piso. Incluso ha entregado el piso de Jacobo y Rafael a su propietario. La Yaya de Rafael también está instalada en su apartamento, al igual que Carlos y Roberto, que comparten piso en la planta de abajo también.

Cuando la madre de Rafael se enteró del proyecto del edificio, su marido y ella se involucraron tanto que convencieron a mi hermano para que la inversión fuese a medias. Por eso han acabado tan pronto. El padre de Rafael utilizó algunos contactos y adelantó la obtención de los permisos y por consiguiente de la obra. En realidad, lo hicieron todo en la mitad del tiempo que, en un principio, Santiago tenía planeado.

Por lo que le escuché a Santi, también Rafael ha aportado alguna idea. La cocina la diseñó él y su cuarto también. El piso está dividido en dos, pero tiene la cocina y el salón en común. En una parte está el cuarto de Jacobo con su baño y el de Rafael también con su baño. La otra parte del apartamento es más grande, pero para mí sola. Tengo un cuarto enorme, con un vestidor que no llenaré en la vida. El baño también es grande y tiene una ducha doble y una bañera de hidromasajes. Además, tengo un cuarto para mi hermano que también es muy grande, con su baño.

Pero lo que más me gusta es que tengo mi propio salón. Y en el salón hay un armario que al abrirlo se encuentra una pequeña cocina. Imagino que esto fue idea de Rafael. Pensará que a mi hermano y a mí nos gustará tener intimidad cuando venga a visitarme. Lo que Rafael no sabe es que, posiblemente, estará más tiempo con él que conmigo. Desde siempre mi hermano ha sentido adoración por Rafael, pero ahora que ha conocido la versión 2.0, se ha transformado en idolatría.

La entrada quedó genial. Podemos ir a la planta de arriba sin entrar a nuestros cuartos. Y lo de la azotea si es un lujo. Supuse que no esa parte no estaba acabada, mi hermano me tenía engañada.

Jacobo se queda alucinando con el gimnasio, pero a mí me deslumbra el laboratorio. Y aún queda mucho espacio libre. Está preparado para poner un telescopio en el futuro, incluso podríamos poner la antena que utilizamos para el proyecto que hemos presentado. El cuarto de invitados también está genial, con un baño, una cama doble y un sillón cama. Los padres de Jacobo ya quieren venir a vernos, porque Jacobo les envió las fotos de todo el apartamento y les encantó.

Es extraño, pero a pesar de no haberse visto muchas veces, los padres de Jacobo echan de menos a Rafael. No saben exactamente lo que ha pasado, puesto que Jacobo solo les contó que está en un proyecto de protección de testigos y que por ahora no puede regresar. Yo sabía que el padrastro de Jacobo tenía muy buena relación con Rafael, pero que la madre también lo quiere tanto, no tenía ni idea.

Nos han dicho que Rafael y el otro testigo han vuelto al proyecto. Estaban esperando a que su contacto regresara de sus vacaciones. Espero que a la tía de Rafael se le quiten las ganas de intentar hacerles daño. Ahora, él que les atacó también testificará en contra de ella. La verdad es que no actuó inteligentemente. Hay demasiadas pistas que la perjudican. Incluso hace algunas semanas el atacante la visitó en la cárcel y todo está grabado. Esto hará que el testimonio del testigo todavía sea más creíble, puesto que Myriam, la tía de mi novio, ha intentado matarlo.

Por lo que me contó mi hermano, que ha hablado con su amigo, el policía, a Myriam la han incomunicado hasta que acabe el juicio, al igual que a dos de los sospechosos. Así que ven poco probable que haya más intentos de asesinato. Además, esto ha hecho que aceleraran el juicio. Posiblemente, tengamos a Rafael de vuelta con nosotros antes de un año.

—Amiga, este piano es alucinante. Yo no entiendo mucho de pianos, pero tiene pinta de costar más que este piso —me dice Jacobo al sentarnos en nuestro nuevo sofá, después de recorrer el piso para alcahuetear.

—Probablemente —le contesto sin darle importancia, aunque en realidad estoy loca con el regalo.

—Se supone que Rafael no tiene contacto con nadie. ¿Cómo es que sus padres le envían dinero? —se queja un poco envidioso.

—No, no tiene contacto con nadie. Por lo que me dijo Santiago ha hecho algún que otro proyecto y le han pagado bastante bien. Le han ingresado en una cuenta a la cual tiene acceso mi hermano, por eso lo sabe, aunque Santiago no suelta prenda. Pero seguramente se ha gastado la mitad del dinero en este regalo.

—El regalo —enfatiza Jacobo.

—Lo mejor fue la nota —le hago saber con una sonrisa pícara.

—¡Enséñamela, amiga! —me ordena Jacobo.

—Ni lo sueñes —me hago la ofendida.

—Seguro que tiene que ver con el sexo. Este piano incita a eso —bromea.

—¡Jacobo! Tú siempre tan sutil —me hago la enfadada, aunque él sabe que estoy solo actuando.

—Sutil o no, tengo razón. ¿Me equivoco? —me dice con una gran sonrisa en la cara.

—Sutil y un loco —añado.

—¿Pero? —insiste Jacobo.

—No lo vas a dejar pasar, ¿verdad?

—Ya sabes que no.

—Sí, parece ser que, a los chicos, este piano, les incita al sexo.

—¿Y a ti no?

—Ya ni me acuerdo de que es eso —me hago la víctima.

—Pues te aconsejo que te pongas a recordarlo de vez en cuando, porque si no, cuando Rafael vuelva, lo vas a dejar otra vez seco —bromea Jacobo.

—¡Jacobo!

—¿Qué? Tú sabes que no solo los chicos podemos darnos placer a nosotros mismos, ¿verdad?

—Sí, pero aún no me siento cómoda. Cuando me decida, serás el primero en saberlo.

—¿En serio? —se extraña Jacobo.

—Jacobo, claro que no. ¡Qué vergüenza! —le digo abochornada.

—Pues no te entiendo. Creo que hablar de los sentimientos es algo mucho más personal, y nosotros lo hacemos abiertamente. Al fin y al cabo, el sexo no es más que reacciones que se pueden explicar y que prácticamente nos pasa a todos. Los sentimientos sí que son diferentes, incluso la forma de enamorarte puede cambiar dependiendo de la persona de quien te enamores.

—Si te digo la verdad, opino que tienes razón. Pero no te olvides que todas estas sensaciones son nuevas para mí. Necesito un tiempo de adaptación —intento explicarme.

—¿Qué sensaciones? —se interesa mi amigo.

—Bueno, lo de ver un piano y que te haga pensar en... —le digo sin poder acabar la frase.

—¿Qué ponía la nota? —insiste curioso.

—Hablaba de Pretty Woman.

—¿Pretty Woman? —se extraña Jacobo —yo había pensado en Cincuenta Sobras de Grey.

—Yo no me he leído ese libro ni he visto la película —le digo.

—Pues ya ha salido hasta la tercera parte en cine. Claro que creo que no está recomendada para menores de dieciocho y tú los cumpliste hace menos de un mes. Aunque mejor esperamos a que llegue nuestro amigo, no quiero pervertirte y que él no esté cerca.

—Muy gracioso, Jacobo. No te olvides que algo de experiencia sí tengo.

—Lo sé, pero que te apuestas a que este piano lo voy a estrenar yo —bromea.

—¿Sabías que Rafael toca el piano muy bien? Siempre tuvo mucho talento para la música —presumo de novio.

—¿Por qué no me sorprende? Aunque imagino que los últimos años no habrá practicado mucho. Pero en casa, cuando cantó una de las últimas noches que pasó allí, me dejó alucinado. Tiene esa voz que parece que ha bebido y fumado toda la vida.

—Mis padres, a mi hermano y a mí, siempre nos inculcaron que para que una vida sea plena, toda persona que se aprecie debería de tocar un instrumento, hablar una lengua extranjera y practicar un deporte.

—¿Qué instrumento tocabas tú?

—La guitarra, aunque como a mis padres no les hacía mucha gracia, también tocaba la flauta travesera. De hecho, estuve en clases hasta el año pasado. Cuando mis padres murieron estaba en la banda del pueblo, no obstante, lo dejé. No me sentía cómoda. Así que todas las semanas venía una profesora a casa a darme una clase particular.

—¿Y de lo demás? —me pregunta Jacobo, curioso.

—Fuera de clase siempre he estudiado mucho francés, es un idioma que me encanta y un poco de árabe y alemán. En deporte me encantaba correr, con música, por supuesto. Pero mis padres me convencieron para que nadara. Así que desde pequeña recibía clases de natación.

—Lo de natación se nota. Nadas muy bien, aunque Rafael te dio una paliza la última vez en mi casa.

—Sí, en eso ha cambiado mucho. Una vez que Rafael vino a verme a entrenar, venía muchas veces, pero ese día casi se ahoga. No era muy diestro con los deportes. Su padre siempre lo sobreprotegía. Por eso la sorpresa de la clase de Systema. Yo había visto a Rafael sin camisa muchas veces y no tenía esos músculos definidos, ni siquiera se le veían los músculos. No era gordo, más bien delgado, sin embargo, era todo huesos y piel. Los músculos vinieron con la segunda versión.

—Me he tirado a Manuela —me cuenta de repente Jacobo.

—¡¿Qué?! —pregunto sorprendida.

—En la última fiesta que fui, me la encontré.

—¿Estabas borracho?

—No, no estábamos borrachos, ya sabes que le prometí a Rafael que me controlaría con la bebida.

—¿Y usasteis...? —dejo la pregunta en el aire.

—Por supuesto, ¿por quién me tomas? Sin embargo, es la primera vez que tengo sexo con alguien que no me gusta.

—¿No te gusta? —me extraño.

—Sí, me gusta como amiga. ¿Lo entiendes? —intenta explicarse mi amigo.

—Sí, no quieres nada serio con ella —le respondo para que se dé cuenta de que lo entiendo, aunque en realidad no pensaba que el peludo pudiese tener sexo de una noche.

—Exacto y ahora no sé cómo actuar cuando la vea —dice un poco preocupado.

—Pues tendrás que ser sincero. Cuanto antes, mejor, si no le romperás el corazón.

—Eso es lo que pienso yo, pero se me hace difícil. No lo pensé mucho cuando lo hicimos. Yo llevaba tiempo sin tener relaciones con una chica, aunque no lo estaba buscando. Creo que ella estaba igual que yo. Se nota que tiene bastante experiencia y, posiblemente, haya dejado a su novio en su pueblo al venirse aquí.

—¿Se nota mucho cuando una chica tiene experiencia? —le pregunto cabizbaja.

—Ni se te ocurra rayarte con eso. Vosotros os queréis, lo menos importante es si se tiene experiencia o no. Al principio puede ser una catástrofe, pero luego aprenderéis a conoceros íntimamente.

—Él lo hace todo tan bien —digo yo suspirando.

—Rafael estará también comiéndose la cabeza, pensando si lo hace bien o no, si te gusta o si es un desastre. Igual que tú. Bueno, igual no. Los chicos tenemos mucha más presión. No sé si es la sociedad o nuestra educación, no obstante, si las relaciones no son buenas, la culpa, siempre, recae sobre el hombre.

—Eso lo dices tú porque eres un chico, nosotras también tenemos esa presión.

—En realidad, es una tontería. Si hay química, hay química. Lo demás viene solo.

Sobre el piano se encuentran varios libros de partituras. Uno de ellos tiene escrito "Laurita" por fuera y es una recopilación de las partituras que he tocado de niña, cuando Rafael se empeñaba en que aprendiera a tocar el piano. También hay dos libros: Piano para dummies y Curso completo de Piano. Este Rafael está en todo.

Me decido por la colección de partituras de la película Orgullo y prejuicio. Rafael practicaba estas piezas de piano conmigo. Habíamos escuchado la interpretación de Jean-Yves Rhibaudet en la película, y Rafael me decía, siempre que la tocábamos juntos, lo que yo le recordaba a Elizabeth Bennet.

Poco antes del accidente de mis padres, recuerdo un día que tocábamos el piano y cuando acabamos se quedó tan pegado a mí que pensé que me iba a besar, pero de repente, retrocedió y empezó a tocar otra canción.

Habría pensado en Pretty Woman en ese momento. No creo, éramos solo unos críos. Pero seguro que, aun así, se moría por besarme.

—¡Laura! —se asombra Jacobo—, no sabía que supieses tocar.

—En realidad, solo toco un poco. Lo que me enseñó Rafael cuando éramos pequeños.

—Vaya con mi hermano, siempre fue un conquistador.

—No digas eso, Jacobo. En aquella época solo tenía ojos para mí.

—Ahora tampoco ha cambiado mucho. No sé cómo no me di cuenta cuando te vi la primera vez con él. Por muy borracho que estuviese, era la primera vez que Rafael se reía abiertamente, completamente feliz.

—Bueno, Rafael se ríe mucho —lo defiendo.

—Cuando está contigo mucho más, Laura. Antes de que te encontrara no lo oí reírse ni una vez. También te dio la mano cuando te conoció y bailó contigo sin problemas. Además, siempre parece que está luchando consigo mismo para no lanzarse encima de ti. Ahora que lo sé, me doy cuenta de detalles que tenía que haber visto antes.

—Es por mi campo de gravedad —le explico.

—¿Qué campo de gravedad? —se extraña mi amigo.

—El mío. Cuando me quejo a Rafael de que se acerca demasiado, siempre se disculpa porque dice que no se ha dado cuenta y se ha dejado atrapar por mi campo gravitatorio.

—¿Es en serio? Mi hermano es más friki de lo que parece —dice Jacobo, riéndose.

—Rafael es un MacGyver, que acaba de hacer un proyecto que podría ganar el Premio Nobel, pelea mejor que Bruce Lee y posiblemente hable más idiomas que él Papa. ¿Y a ti te parece friki que mi cuerpo le atraiga? —me molesto.

—Es que le atraes, literalmente, Laura.

—Tampoco soy tan fea —me defiendo.

—Al contrario, amiga, eres muy guapa. Seguro que atraes al noventa por ciento de tus compañeros en el instituto. Sin embargo, a ninguno, excepto a mi hermano, le atrapa tu campo gravitatorio. ¿Por qué? Porque son cosas de frikis. Y tú sabes que lo quiero mucho y que es la mejor persona que conozco, pero que le atrape tu campo gravitatorio, no es normal —me explica el peludo.

—Pues será que hace tiempo que no lo veo, pero echo de menos eso de él. Cuando se acercaba tanto a mí que incluso alguna vez, sin su permiso, lo besaba. Y aunque tú pienses que lo hacía para volverlo loco, la verdad es que él me atrapaba en su campo gravitatorio cuando se acercaba tanto —me sincero, añorando todo lo que me hace sentir mi Rafael.

—Bueno, eso sí es normal. Cuando una persona se acerca mucho, si te gusta, te atrapa.

—Pues me das la razón. Tú necesitas estar a diez centímetros de una persona que te gusta para que su campo te atraiga. A Rafael le pasa a un metro de mí. Es lo mismo.

—Esto me pasa por discutir con una media friki —bromea Jacobo.

—¿Media friki? —me extraño.

—Tienes que admitir que, aunque no seas tan friki como Rafael, tienes tu punto, amiga. Y eso es una de las cosas que me encanta de ti.

—Peludo, tú sí que sabes hacer que una chica se siente bien —me hago la ofendida.

—No te quejes. Mañana, ¿qué hacemos? Es festivo —cambia de tema.

—¿Nos quedamos en casa por la mañana y salimos un poco luego al parque? —le digo para que no me tenga de aquí para allá por toda la ciudad.

—¿Vamos al mercado por la mañana y por la tarde unas vueltas con unas BMX?

—¿En serio? No te has divertido demasiado estas vacaciones.

—Yo sí, pero estoy seguro de que tú, no. Le prometí a tu novio que te sacaría por ahí y que haría que te divirtieses —me recuerda.

—Aun así, lo echo de menos. Contigo me lo paso genial, no obstante, haga lo que haga, siempre lo echaré de menos.

—Y él a ti. Pero le aseguré que su princesa tendría el mejor año de su vida y que disfrutarías de todas las experiencias posibles este curso. Bueno, con lo del mejor año me he pasado.

—Eres un loco, pero está bien. Mañana iremos al mercado y luego haremos lo que quieras.

—Sí, tu novio quería que fuésemos el fin de semana que desapareció y aún no lo hemos visitado. Ya verás que nos va a encantar, siempre ha acertado con los sitios que nos ha recomendado —me tranquiliza mi mejor amigo.

—Sí, lo que tú digas —le respondo en tono sarcástico mientras sigo tocando el piano.

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