CAPÍTULO NUEVE - LAURA
Jueves, 14 de marzo del 2019
A pesar de ser jueves, mi hermano ha venido ayer a verme y se va a quedar hasta el domingo. Posiblemente, esté preocupado porque hoy es el cumpleaños de Rafael y el aniversario de la muerte de nuestros padres. No se da cuenta de que lo llevo mucho mejor que en mi cumpleaños. El tiempo no lo cura todo, pero lo normaliza, y con eso hago mención, tanto al accidente de mis padres, como a no ver en su cumpleaños a mi novio.
Santiago está muy entusiasmado con el nuevo proyecto. Él está convencido que nos darán el premio. Otra vez lo ha hecho casi todo Rafael y lo presentan la semana que viene. Santi realizará la presentación con Jacobo. Esta vez yo, al igual que Jacobo, no hemos hecho absolutamente nada. Solo sé que trabajaban en la existencia de agujeros negros, utilizado la teoría de la relatividad de Einstein. No pudieron fotografiar uno para poder demostrar empíricamente la teoría de la relatividad, pero han enviado al Event Horizon Telescope (ETH) todos los datos y están en contacto con unos científicos que trabajan allí. Rafael opina que, en la constelación de Virgo, a unos cincuenta y cinco millones de años luz, pueden fotografiar un agujero negro.
Por esta información, el ETH le ha hecho una transferencia de trescientos mil dólares y si encuentran el agujero negro, le volverán a transferir la misma cantidad. Jacobo, que ha estado hablando habitualmente con mi hermano al respecto, me ha dicho que Rafael lo quiere incluir en el capital inicial para la empresa que vamos a crear cuando tengamos la oportunidad. Por lo que sé, ya lleva varios millones acumulados, sin contar con estas dos transferencias. Además, mi hermano y Rafael también han hecho algunos proyectos juntos a cambio de una retribución económica, como siempre dice mi hermano, acorde con los resultados y también lo quieren incluir como capital social.
—¡Hola, hermanita! —me saluda mi hermano, cuando llego al apartamento.
—¿Qué huele tan bien? —le pregunto.
—La Yaya ha preparado una merienda-cena. Hoy todos estarán fuera. A los chicos les he dado el fin de semana libre y a la Yaya le acaba de venir a buscar un coche para ir a visitar a la familia de Rafael.
—¿Y Jacobo? —me extraño de que el peludo no me esté esperando aquí.
—Está en el coche porque acaba de bajar las maletas. Hoy has terminado el ensayo más temprano de lo habitual.
—La directora no se encontraba bien y hemos acabado antes.
—Pues cámbiate de ropa y deja el instrumento de la traición en tu cuarto —me ordena mi hermano, que siempre que puede, me recuerda que soy una traidora por tocar la flauta travesera y dejar un poco de lado a la guitarra.
—No es el instrumento de la traición. Me encanta tocar la flauta en la orquesta de la universidad. Además, han sido muy amables, si tenemos en cuenta que yo estudio en el instituto.
—Seguro que tienen una cola de flautistas esperando para entrar —ironiza Santiago.
—Aun así, a mí me gusta tocar la flauta.
—Y dejaste tirada la guitarra, porque eres una traidora —ha tardado mucho en decirlo.
—Santiago, no he dejado la guitarra. La tengo en el cuarto y la toco cada dos o tres días. Pero no quiero entrar en un grupo de rock y en la banda no puedo tocar la guitarra —me defiendo.
—Nos vamos —dice, mientras da por zanjada la conversación.
—Pero ¿a dónde vamos? —le pregunto.
—De fin de semana. Los padres de Jacobo nos han invitado esta mañana. Se han enterado de que estoy de visita e insistieron en que fuésemos con ellos. Pero me elijo el cuarto para mí solo. Cuando Jacobo se despierta, siempre tiene que despertar al resto del mundo también —mi hermano aprende rápido, porque eso fue exactamente lo que pasó la última vez que se quedaron Jacobo y él en casa de los padres de mi amigo.
—Yo no voy —afirmo.
—¿Por qué no? Me dijiste que estabas bien.
—Y lo estoy, sin embargo, no tengo ganas de irme de fin de semana a ningún sitio —me sincero.
—Hermanita, ni se te ocurra discutir. Jacobo nos está esperando. Coge la merienda-cena para comérnosla por el camino, que Jacobo está abajo, en el coche, con tu maleta incluida.
—Está bien, pero es la última vez que hacéis planes sin contar conmigo —le advierto, dejándome convencer.
—Te lo vas a pasar tan bien, que vas a venir a todas nuestras sorpresas —me responde, regalándome una de sus sonrisas de sabelotodo.
El viaje se me hace un poco pesado y al final me dejo dormir apoyada en un cojín, lo que me recuerda al viaje de cuando vine por primera vez de visita a casa de los padres de Jacobo. Lo que daría por poder apoyarme en el pecho de mi novio y echarme una cabezadita, aunque creo que, si él estuviese aquí, podría hacer cualquier cosa menos dormir.
Cuando llegamos a la casa de mi amigo, ya son las ocho de la tarde. Los padres de Jacobo salen a recibirnos a la entrada de su casa. Se alegran mucho de vernos y se les ve muy entusiasmados con nuestra visita, más que de costumbre. Seguro que han echado de menos a Jacobo, que casi nunca viene a verlos. Incluso el mes pasado vinieron ellos a visitarnos, porque el hijo se pasó más de un mes sin pasar por su casa.
Nosotros nos quedamos hablando en el salón con los padres de mi amigo y Jacobo nos lleva las maletas a los cuartos de invitados. Hace un poco de frío y no me he puesto un suéter, aunque espero que alguien se haya acordado de poner uno en mi equipaje.
—Hermano, ¿pusiste una chaqueta en la maleta? —le pregunto a Santiago.
—Claro, Laura, en marzo siempre refresca.
—Peludo, porfa, ¿me lo vas a buscar? —le pido mimosa a Jacobo, que suele hacerme el gusto en todo.
—Venga, Laura, no seas tan holgazana —me contesta mi hermano—. Deja a Jacobo tranquilo y ve tú misma. Si quieres ponte más cómoda. En treinta minutos nos bañamos en la piscina, así que, si te apetece, ponte ya el bañador.
—Eres un mandón, te pareces a Rafael —le contesto enfadada y me voy a buscar la chaqueta.
Cuando llego a nuestro cuarto no tengo tiempo de encender la luz. Alguien me agarra con fuerza y me tapa la boca con una mano para que no pueda gritar. Estoy inmóvil contra la pared y evalúo la posibilidad de escapar, pero ni siquiera puedo morder la mano de mi agresor.
¿Cómo ha aparecido aquí este individuo sin que nadie se dé cuenta? ¿Estará buscando a Rafael? ¿Por qué no habrán venido los guardaespaldas cuando los necesitamos? Entonces lo oigo.
—Princesa, soy yo —me dice el agresor, con la voz de Rafael—. Voy a soltarte y a quitarte la mano de la boca. Por favor, no grites.
—¿Rafi? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabías...?
No puedo terminar la frase, porque como soy idiota, empiezo a sollozar.
—No llores, Laura. No desperdiciemos el tiempo. Le he prometido a tu hermano que estaremos en treinta minutos en la piscina preparados para un chapuzón. Además de que este fin de semana no habrá nada de sexo —me dice picándome el ojo e intentando en vano hacerme reír.
—¿Él sabía que estarías aquí? ¿Cómo puede actuar de forma tan natural? No me di cuenta de nada —le interrogo sin terminar de salir de mi asombro.
—Por eso se llama sorpresa, sorpresa de cumpleaños —me dice poniendo sus labios tan cerca de los míos, que parece que en cualquier momento se fundirán.
—Es tu cumpleaños, no el mío —le recuerdo mientras él sigue pegado a mi cuerpo, atrapándome contra la pared, puesto que, aunque ya no estoy inmovilizada, su cuerpo no permite que me mueva.
—La sorpresa es para ti, pero el regalo es para mí. ¿No me felicitas? —me dice, mientras me apartaba un mechón de pelo de la cara.
—Felicidades, Ra... —entonces, por fin, me besa.
Nuestros labios se encuentran y siento todo el peso de su cuerpo contra el mío. El beso no es un beso romántico, es uno lleno de pasión y urgencia. Durante cinco minutos no podemos separar nuestros labios. He echado tanto de menos su olor y el contacto de su cuerpo con el mío que sé que no voy a ser capaz de parar.
Sus labios calientan los míos y el tacto de sus dedos sobre mi piel la hacen arder. Mis manos se pierden bajo su camiseta y lo acaricio. En cuanto él hace lo mismo debajo de la mía, se relaja y puedo moverme, por lo que aprovecho y lo empujo hasta tirarlo en la cama y él se deja hacer.
—Laura, ya sabes lo que le prometí a tu hermano —me dice entre caricias y besos.
—Me dijiste que solo teníamos treinta minutos —le susurro al oído, mientras estoy encima de él.
—Me refería para poder hablar a solas —me susurra él también.
—Tú me besaste primero —le recuerdo antes de quitarle la camiseta.
—Porque tu campo gravitatorio siempre me atrapa —jadea.
—Y yo llevo seis meses sin verte —le advierto para que se dé cuenta de lo necesitada que estoy de sus caricias.
No soy una persona con mucha paciencia y un segundo después me quito la ropa yo misma.
—¡Laura! ¿Cómo me has quitado casi toda la ropa? —me pregunta sorprendido.
—Soy una chica muy ágil con las manos —bromeo, sin dejar de acariciar su espalda.
¡Dios, tiene todos los músculos tan definidos!
—Laura, no voy a tocarte, hace tiempo que no nos vemos, tenemos que hablar primero —afirma no muy convencido.
—Yo sí puedo tocarte a ti —le aviso ahora que estoy deleitándome con sus pectorales y llegando a los oblicuos.
—Laura, ¿vas a seguir torturándome? Si te portas bien, esta noche la pasaré contigo y mañana por la noche también —gime mientras noto que va a perder el control.
—¿En serio?
Casi no puedo creérmelo, sin embargo, tengo que aprovechar esta oportunidad, así que dejo de acariciarlo.
—En serio. Ahora vamos a ponernos los bañadores, nos vamos a la piscina y esperamos allí a tu hermano. Quiero que confíe en mí y nos permita dormir en la misma cama —me dice mientras me quita de encima de él.
—Rafael, tú siempre sabes cómo convencer a una chica —le hago saber ceremoniosamente, pero con una sonrisa de oreja a oreja.
El día había empezado como cualquier otro y aquí estoy, con mi novio y encima esta noche voy a compartir una cama con él. La vida puede ser muy hermosa.
Cuando llegamos a la piscina, no han llegado los chicos aún, por lo que nos acostamos en las hamacas que Rafael, estratégicamente, separa medio metro más la una de la otra. Yo llevo un bikini debajo y una camiseta, pero Rafael tiene puesto solo unas bermudas y aprovecho para comerme con la vista su cuerpo, que siempre suele tapar y, normalmente, no permite que admire. Las bermudas le quedan un poco grandes, pero sigue estando igual de increíble.
—¿Crees qué tus abdominales son irresistibles y por eso separas las hamacas? —le pregunto melosa.
—Estás totalmente equivocada. Quiero dormir esta noche sintiéndote a mi lado y si te tengo demasiado cerca, no sé si podré comportarme adecuadamente conforme a las expectativas de tu hermano —me aclara.
—Rafi, se nota que llevas tiempo sin ver a Jacobo. Ya empiezas a hablar sin su influencia —le digo regalándole mi mejor sonrisa.
—Es que me había olvidado de lo cómodo que estoy contigo y me sale sin querer, como dice la Yaya, esa forma pedante que tengo a veces de hablar —se disculpa mi novio.
—A mí me encanta esa forma de hablar tuya —le contesto mientras pego mi hamaca a la suya.
—Laura, no empieces —me riñe, aunque no hace nada para separar las hamacas.
—Te prometo que me portaré bien y si veo que hay algún peligro me lanzo a la piscina —me comprometo para que no se aleje de mí.
—Sigues siendo una gamberra —me dice mientras es él el que se acerca a mí.
Deja sus labios cerca de los míos durante unos segundos, torturándome, y cuando doy por sentado que solo quiere provocarme, me da un beso como cuando nos besamos la primera vez, lleno de pasión y dulzura.
Nos perdemos el uno en el otro durante unos minutos. Cuando empieza a besarme el cuello y luego a mordisquearme el óvulo de la oreja, se para, se levanta y se lanza a la piscina.
—¡Rafael! —me quejo al notar que se ha separado de mí.
—Lo siento, princesa, me dijiste que si había algún peligro nos lanzáramos a la piscina y nuestro beso se estaba poniendo un poco libidinoso —me dice mientras sale otra vez de la piscina y se seca con la toalla.
Cuando sale del agua no puedo evitar mirarlo de arriba abajo. Se nota que ha hecho mucho deporte. Tiene los hombros un poco más anchos y está un poco más alto. Sigue teniendo ese pecho definido y los abdominales marcados y las bermudas que lleva puestas, posiblemente de Jacobo, le caen un poco por debajo de las caderas, dejando los oblicuos a simple vista.
Me quedo mirándolo sin poder mediar palabra mientras me lo como con los ojos. ¿Lo estará haciendo intencionalmente? No, no creo. Rafael nunca presumiría de su cuerpo y mucho menos lo utilizaría para volverme loca, sabiendo, además, que mi hermano puede aparecer en cualquier momento. Pero es que, su cuerpo de pensamientos impuros ha incluso mejorado en estos meses.
—¡Hermano! —exclama Jacobo cuando se acercan él y Santiago hacia donde estamos nosotros, interrumpiéndome así de mis pensamientos.
—Peludo —le saluda Rafael mientras se abrazaban, dejando la camisa de Jacobo un poco mojada.
—Joder, Rafael, has estado machacándote en el gimnasio estos meses y se nota. No te vas a poder quitar a Laura de encima en todo el fin de semana. Nosotros también utilizamos el gimnasio que montamos en la azotea, pero creo que tú tienes más tiempo libre —le dice Jacobo emocionado.
—¿De verdad qué vais a hablar de abdominales? Solo tenemos dos días para vernos y hace meses que no habláis —interviene Santiago suspirando.
—No te enfades, Friki. Me ha costado bastante llegar hasta aquí. Salir de donde nos tienen escondidos es más complicado de lo que debería: demasiados kilómetros sin caminos ni carreteras. Vamos a disfrutar de la velada como si no me fuese a ir nunca —le dice mi novio a mi hermano para que no se enfade.
—¿Cómo te dejaron venir? —pregunto yo.
He estado con él media hora y no hemos hablado de nada trascendental, pero en mi defensa diré que cuando me miran esos ojos oscuros, me pierdo en ellos sin poder evitarlo.
—Bueno, esta vez pedí permiso al contacto del programa de protección de testigos. No me costó mucho. Normalmente, me escapo una vez cada tres o cuatro semanas. Pero al decirme Santiago que podía encontrarme con vosotros por mi cumpleaños, decidí que mejor era pedir una autorización. Además, a mí ya no se me considera un testigo de alto riesgo. He testificado ante el tribunal y también ante el juez, al igual que mis padres, por lo que, en realidad, ya no pueden coaccionarnos, aunque siempre queda la venganza. Tanto mi tía como su hijo están incomunicados hasta el juicio. También tienen incomunicado a otro detenido. Ni siquiera dejan que hablen con el abogado sin un representante de la ley delante. El único que está en una celda normal es el ingeniero, pero a él le rebajaran la pena, porque ha colaborado para encerrar a los otros tres, aunque de veinte o veinticinco años no lo salvará nadie. El otro testigo sigue siendo de alto riesgo, si no lo hubiese traído conmigo.
—¿Dónde vas todos los meses? ¿Quién es el otro testigo? ¿Por qué no has venido a verme a mí? —las palabras salen como balas de mi boca, estoy bastante enfadada y Rafael se da cuenta enseguida, porque se sienta en mi hamaca y me coge la mano.
—Princesa, le prometí a tu hermano que no te vería más hasta que todo esto acabe. ¿Lo recuerdas? Sabes que siempre cumplo mi palabra. Mis escapadas son un secreto. Te prometo que no me voy de fiesta ni salgo a pasarlo bien, pero si te lo digo, te pongo en peligro innecesariamente y a mí también, solo te puedo decir que no quiero renunciar a todo por estar en un programa de protección de testigos, tengo diecinueve años y muchas metas que quiero alcanzar en la vida y que, al no contarte nada de mi vida de antes, aún no sabes. Prometo que te lo contaré cuando acabe todo.
—¿Y el otro testigo? —pregunta Santiago.
—Es mi novio —contesta sonriendo.
—¿El que nos secuestró? —preguntamos Jacobo y yo a la vez.
—Sí, pero es un buen tipo y me ha ayudado mucho con los dos proyectos. También con el carné de conducir y ahora nos estamos sacando la licencia de piloto privado de helicóptero.
—¿De helicóptero? ¿Por qué? —Santiago no se puede creer la historia que nos está contando Rafael.
—Tomás dice que deberíamos de aprovechar que el estado nos paga todo lo referente a la licencia para sacárnosla. Si todo va bien, el mes que viene podré pilotar oficialmente.
—¿Y te sacaste el carné de conducir? —Jacobo está más que contento.
—Sí, según los planes, creo que ese viaje a Marruecos podremos hacerlo este verano, aunque sea a finales de agosto o principios de septiembre. Además, como tendré pasaporte, podríamos ir a otro sitio.
—¿¡Querías ir a Marruecos porque ibas a ir en coche!? — exclama Santiago con el mismo tono de incredulidad.
—No tenía pasaporte y como mi identidad era falsa, no iba a pedir cita en la comisaría más cercana. Así que coger un avión, no era una opción. Y en coche siempre encontraría una forma —nos explica Rafael.
—A veces me sorprende saber a todo lo que ha renunciado estos últimos años.
—En unos meses podemos escoger otros destinos, así que aprovecha que es tu cumpleaños y elige un destino, hermano —le aconseja Jacobo.
—Sí, y como nos enteramos de todo hoy y no nos dio tiempo de comprarte un regalo, está decidido que nuestro regalo es un viaje a... —mi hermano ya está con sus planes.
—Tailandia, sería estupendo ir a Tailandia. Pero sería mejor ir en diciembre, enero o febrero. Hace menos calor y ya ha pasado la estación de los monzones. En agosto lo pasaríamos fatal y más Laura que tiene la tensión baja y sabéis que no le gustan nada las altas temperaturas —decide Rafael.
—Pues ya está dicho. Nos vamos unas semanas a Tailandia a principios del año que viene —afirma Jacobo —y en cuanto te suelten, nos vamos unos días a Marruecos. Tengo ganas de volver a comer unos Jojojo, la Yaya no sabe hacerlos.
—Te tengo demasiado consentido con la comida, hermano. Si vamos a zambullirnos en la piscina, tenemos que hacerlo ahora. En una hora he quedado con los padres de Jacobo en el salón. Ya he preparado la cena, pero tengo que llegar quince minutos antes para terminarlo todo y aderezar la ensalada. Y me gustaría mucho que me acompañases, Laura —me pide, mientras me coge despistada y me lanza a la piscina con la camiseta y las sandalias puestas.
—¡Pues si crees que así me vas a convencer, lo llevas claro! —le digo, cuando puedo escaparme de él dentro de la piscina.
Todavía sigo un poco molesta porque cumpla la promesa que le hizo a mi hermano de no venir a verme, sobre todo, sabiendo que se escapa todos los meses al menos una vez.
—Yo pensé que podría convencerte aquí —me dice, mientras me arrastra hasta el borde de la piscina donde está él.
—¿Sabes que aquí no nos ve nadie? —le hago saber, mientras dejo que nuestros labios vuelvan a encontrarse.
—Claro, por eso consideré que aquí sería más fácil convencerte —sonríe y me quita la camiseta antes de besarme en la mejilla y sumergirse para quitarme las sandalias.
—¿Qué estáis haciendo? No os vemos —se queja Santiago.
—Estamos aquí, Friki. Esperando por vosotros. ¿Os vais a tirar o no? —y antes de que Rafael acabe la frase, ya se han metido Santiago y Jacobo.
—¿Echamos unas brazadas? Todavía me acuerdo la última vez que te vi en una piscina, cuñado —dice mi hermano divertido.
—Eso era la primera versión de Rafael. Ahora es la versión Rafael 2.0 —le defiendo yo.
—Tranquila, hermanita, creo que tu novio se sabe defender solo —se burla de mí.
—Solo te estaba ahorrando la humillación, Santiago. Mi hermano te va a dejar llorando —le avisa Jacobo.
—No, Friki, tú tienes el comodín de único hermano de Laura que quiero que me deje verla más a menudo. En ningún caso pienso dejarte mal —le contesta Rafael, haciéndole la pelota a Santi.
—Eres muy agudo, Rafael —intervengo yo sarcásticamente—, pero te has olvidado de que es mi hermano, no mi padre y, además, es menor que yo. Se supone que soy yo quien tiene que darle permiso porque, además, soy la única de los dos que es mayor de edad. Y como he dicho, soy mayor de edad, por lo que ya no tengo que pedirle permiso a nadie.
—¡Vaya, Laura! ¡No te enfades! Yo siempre he querido protegerte. No creo que sea un hermano dictador —exclama Santiago.
—Lo sé, pero es humillante que Rafael y tú decidáis siempre que va a pasar en mi vida y a mí nadie me pregunta nada —me quejo.
—Princesa, nosotros nos preocupamos por tu felicidad, pero ahora mismo es más importante tu seguridad —contesta Rafael, mientras me apartaba otra vez un mechón de la cara.
—Has dicho que ya no corres peligro, ¿por qué me vuelves a dejar sola?
—Bueno, que no haya peligro es una exageración. He confirmado que nadie sabe de la existencia de Jacobo en mi vida y a ti parece no seguirte nadie. Tomás le había dicho a su jefa que no habían hallado nada, por lo que, en realidad, nadie sabe que nos llegamos a encontrar. Mis padres son prudentes en lo que se refiere a su seguridad y no queda nada más de lo que preocuparse. Tampoco he podido ver a mis padres ni a mi abuelo en todo este tiempo. Ni siquiera me he acercado a la Yaya y ya la conoces, siempre se le echa mucho de menos y estoy segura de que ella a mí también.
—Ella te adora —respondo, mientras mi cabeza descansa en su hombro y él me mece dentro de la piscina—. No habla mucho de ti, no obstante, a veces nos cuenta alguna anécdota. Creo que le duele mucho estar lejos de ti. Hay algunas muy graciosas sobre tus primeros comienzos en el mundo de la limpieza —le digo riéndome, a lo que Rafael contesta poniéndose a nadar de crol y nosotros lo seguimos.
***
Mi hermano va a clases de natación una o dos veces por semana y siempre que puede, entrena un poco. Es uno de los únicos deportes que practica, porque, aunque le gusta mucho el tenis y el fútbol, dice que su vida es muy desordenada para poder quedar con otras personas para jugar a alguno de los dos deportes y solo juega a veces al tenis con un amigo de mi tía.
—Y ahora, nosotros vamos a salir para vestirnos e ir a preparar la cena. ¿Me acompañas, Laura? —me pregunta Rafael, cuando llevamos más de media hora en el agua.
—Claro, no me voy a separar de ti hasta que me eches de tu lado —le contesto cariñosa, ya que se me ha pasado el enfado de antes.
—Pero un poco de respeto ante los demás seres vivientes. Nada de besitos delante del resto del mundo, por favor. Yo aún soy menor de edad —se queja mi hermano, cuando Rafael me ayuda a salir de la piscina y se queda agarrándome por la cintura.
—¡Hermano! No estamos haciendo nada. No me avergüences, solo me ayudaba a salir del agua —me quejo.
—Sí, aunque esa postura en la que os quedasteis. Soy menor que tú, hermana, pero no tonto —me contesta Santiago.
—Perdona, Friki, lo evitaremos, ¿vale? Me comportaré como un caballero —se disculpa Rafael, mientras me toma de la mano y me arrastra hacia nuestras habitaciones.
—Más les vale, porque si no esta noche cada uno se irá a un cuarto —nos amenaza Santi.
—Hermano, tú también eres un mandón. Un mandón muy cruel —le digo, agarrada de la mano de Rafael con fuerza.
Lo sigo hasta el cuarto para vestirnos para la cena. Rafael cierra la puerta con llave nada más entrar, me toma de la cintura y me besa. Sin separar sus labios de mi cuerpo, me quita el bikini mojado y me lleva en brazos hasta la cama donde dormimos por primera vez juntos. Él también se quita las bermudas antes de acostarse encima.
Nunca he visto a Rafael tan lanzado. Se nota que sabe lo que está haciendo o, por lo menos, eso es lo que parece.
Empieza a besarme otra vez en la boca y luego pasa al cuello. Yo no puedo hacer otra cosa que dejarlo hacer, lo he echado tanto de menos, y él no para de acariciarme, sin embargo, no permite que yo le toque a él, ya que me sujetaba las manos con una de las suyas y como es bastante más fuerte que yo, no tengo nada que hacer.
Después de cinco minutos, yo no puedo más y estallo. Es un orgasmo tan intenso que Rafael, para evitar que mis gemidos se escuchen en toda la casa, me besa en la boca.
Después de un minuto donde no para de acariciarme y besarme, vuelve a seguir donde lo ha dejado. Me vuelve loca que me toque de esa forma, mientras sus dedos hacen que me pierda en el placer y sintiendo sus labios por todo mi cuerpo, por lo que unos minutos después vuelvo a sentir otro orgasmo.
Entonces me lanzo encima de él. Tiene el torso totalmente marcado y los bíceps también y disfruto acariciándolo y besándolo yo, hasta que después de unos minutos también él llega al clímax.
No supuse que fuese a permitir que nos tocáramos de esa forma así de fácil, sabiendo que mi hermano está a unos metros de nosotros. Se nota que él ha echado esto tanto de menos como yo y ha perdido el control.
—Laura, tengo que levantarme y limpiarme. No he planeado nada de esto y no tengo pañuelos de papel a mano —me dice para que me aparte y le deje levantarse después de que nuestras respiraciones se normalizaran un poco.
—¿Y qué suponías que iba a pasar con los dos desnudos en una cama? —me burlo un poco de él.
—Pensé que nos besaríamos y luego nos vestiríamos para ir a la cena, pero si lo pienso detenidamente, ahora estoy seguro de que iba a ser muy difícil —se sincera.
—Pues creo que ahora te vas a tener que dar una ducha —le digo yo juguetona.
—Sí, princesa, vete vistiéndote y yo me doy una ducha rápida —me dice mientras me da un beso en la mejilla y se levantaba de la cama.
—Yo me ducho contigo —le contesto sin un ápice de duda.
—Laura, tu hermano puede venir en unos minutos. ¿Qué le voy a decir?
—No lo sé, pero cuanto más tiempo tardes, mayor será la probabilidad de que mi hermano aparezca para vestirse para la cena.
—Pues ven —da su brazo a torcer dándome un beso rápido, esta vez en los labios—. Toma tu ropa también y así salimos vestidos del cuarto de baño. Solo podemos tardar cinco minutos.
—Me gustaba más el Rafael que me acaba de desnudar —le hago saber riéndome.
***
Mi novio vuelve a ser mi novio, aunque al menos me dejó disfrutar del Rafael fuera de control en la ducha. En cuanto llegamos a la cocina vuelve a ser el "yo solo hago lo que debo".
Además, lo tiene todo preparado. No hay nada que hacer y la mesa ya está puesta. Únicamente saca la comida, la coloca encima de la mesa y pone en la batidora agua, zumo de limón, unas fresas, hielo picado y dos cucharadas de azúcar.
—Aquí tienes princesa. Tienes que hidratarte —me dice Rafael al darme un vaso grande con el batido que acaba de preparar.
—¡Eres un tramposo! No tenía que ayudarte en nada —le echo en cara, sentándome junto a él en la barra de la cocina.
—Quería estar un tiempo contigo a solas —me confiesa—. Esta noche estará Jacobo en el cuarto.
—Le podemos pedir que se vaya —le digo mimosa.
—No, Laura, no podemos. No quiero incomodar a tu hermano —afirma con un poco de súplica en su voz.
Me encanta la influencia que ejerzo sobre él. Sé que si me lo propongo podría hacer que volviese a perder el control.
—No es mi padre —gimoteo.
—Pero es tu hermano y yo respeto sus decisiones. No quiero que tengas problemas con él por mi culpa.
—¡Uff, Rafael! A veces eres exasperante —me enfado.
—Lo sé —contesta mientras me sonríe—, aunque no siempre, ¿verdad?
—No, no siempre. Me quedo con el Rafael de la ducha —le digo mimosa, otra vez.
—Laura, no empieces. Tenemos que poder hablar tranquilamente sin ya sabes... —se ruboriza.
—Ahora te va a dar vergüenza de hablar de sexo conmigo. Sabes que son cosas que hacemos todos. Es algo natural.
—Has estado demasiado con Jacobo —afirma.
—¿Has crecido? —le pregunto, puesto que ahora sus ojos están más arriba que hace unos meses.
—Unos centímetros. Pero no creo que crezca mucho más. Ya he pasado unos cinco centímetros a mi padre y ya sabes que mi madre es más bajita que él.
—Además, has estado trabajando los oblicuos, a mí no me engañas —le digo intentando que entre en mi juego.
—¿Podemos pasar? —grita Jacobo al entrar en la cocina con Santiago.
—¿Qué dices, hermano? Claro que puedes pasar.
—Rafael, me tienes impresionado. No solo te estás comportando como un caballero, has mantenido a mi hermana a raya.
—Porque lo tienes amenazado —me molesto, —pero esto me lo pagarás, Santiago.
—Sí, claro, un pobre niño amenazando a James Bond —interviene Jacobo.
—Venga, voy a avisar a tus padres y comemos —interviene Rafael poniendo final a la discusión.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro