CAPÍTULO CUARENTA Y UNO - JACOBO
Viernes, 12 de julio del 2019
A los pocos minutos de hablar con Rafael, llego al piso y toco el timbre en vez de abrir la puerta. Por lo que ha dicho mi hermano, quizás mi mejor amiga y Santiago están aquí y no quiero entrar sin avisar. A los tres segundos mi amiga me abre la puerta contrariada mientras me hace señas para que no hable. La sigo hasta la cocina y allí está Santiago hablando por teléfono.
—... sepas que, a pesar de la relación que tengas con mi hermana, yo siempre te he apreciado y considerado mi amigo —hace una pausa para escuchar a la persona que se encuentra hablando al otro lado de la línea.
Yo miro a Laura para que me chive con quién está hablando su hermano, pero ella no se inmuta.
—Le he prometido que le daría un mes más antes de obligarla a que hable contigo. No sabía que ya habías acabado con el programa de protección de testigos —vuelve a hacer otra pausa.
Está hablando con mi hermano. ¿Qué está pasando?
—He hecho una promesa y aunque te aprecie mucho, ella es mi hermana. Me cuidaba cuando era pequeño para que nadie me hiciese daño, se peleaba con los mayores para que me dejaran en paz y es la única familia que me queda. Lo siento, cuñado, he prometido que no diría nada hasta el nueve de agosto —habla Santiago en el tono más frío que le he escuchado hasta ahora.
En cuanto deja de hablar intento intervenir en la conversación, está hablando con Rafael y yo también quiero hablar con él.
—Estamos todos bien —dice y cuelga para no darme oportunidad de decir nada.
Cuando deja el teléfono sobre la barra de la cocina, Santiago mira a Laura contrariado y Laura me mira sin decir nada.
—¿Alguien me va a explicar lo que está pasando? —pregunto en un tono más alto de lo que pretendía.
—Nada, Jacobo. ¿Por qué lo dices? —dice Laura antes de que su hermano pueda hablar.
—Porque no le coges el teléfono a Rafael y tu hermano le acaba de colgar —le respondo en tono sarcástico.
—No es lo que piensas —dice mi amiga sin saber muy bien que decir.
—¿Y qué es lo que pienso? Si te soy sincero, ya no sé qué es lo que pienso. Si te has enfadado porque no te vio el día de la fiesta, que sepas que hay una explicación más que razonable. Así que no lo hagas sufrir más, que ya le has hecho pasar lo suyo. ¿Y a ti no te da vergüenza, Santiago? Te salvó de una paliza dos veces, menudo mierda de amigo —le riño mientras me siento en la barra de la cocina.
—No es eso, Jacobo, ahora no lo entiendes, pero...
—¿Qué es esto? —le interrumpo cuando veo el babero encima de la barra de la cocina.
—¿Eso? —dicen los dos hermanos a la vez.
—No me digas que te lo ha mandado el abuelo de Rafael. Cuando mi amigo se entere se va a enfadar. ¿Y qué pone? "Soy la niña bonita de su tío". ¿Su tío? —ahora soy yo quien no entiende nada.
—¡Sorpresa! —me dice Laura—. Estoy embarazada.
—¡¿Qué?! —exclamo, ya que estoy seguro de que es una broma.
—Voy a ser mamá —me explica Laura, como si no lo hubiese entendido la primera vez.
—Y yo tío —dice Santiago muy feliz.
—¿Pero qué le pasa a todo el mundo con los niños? Tengo diecinueve años, mis amigos no deberían desear ser papás —me quejo sin entender cómo se están acelerando tanto las cosas a mi alrededor últimamente.
—Bueno, no fue planificado, pero ya que está aquí, lo mejor es recibirla con alegría —me dice Laura sonriendo.
—¿Es una niña? —le pregunto sin entender muy bien qué es lo que ha sucedido.
—Eso nos han dicho —me confirma Santiago todavía más contento que Laura.
—¿Y el padre? —no sé si quiero saber la respuesta.
—¿Cómo me puedes preguntar eso? —se molesta Laura.
—Porque me he pasado los dos últimos días con Rafael, incluso hablé con él hace diez minutos, y no me ha dicho nada de que va a ser papá —le respondo.
—Es que no lo sabe —me responde ella tímida.
—Pero tú eres idiota, amiga, perdona, pero lo eres —me enfado con ella.
—No lo entiendes, Jacobo, no quiero que Rafael sacrifique su futuro por nosotros —se justifica Laura.
—¿Qué futuro, Laura? Él solo quiere un futuro contigo, el resto le da igual.
—Jacobo, de verdad que tú no lo entiendes. Su familia es muy importante, él es un genio. No quiero que su familia piense que le he destrozado la vida haciéndolo papá tan joven —intenta explicarme mi amiga.
—Lo que yo decía, idiota —le grito mientras me voy a mi cuarto a llamar a Rafael para contárselo todo.
Me da igual que Laura y Santiago se enfaden conmigo. Rafael siempre ha hecho lo posible para que estemos todos bien y Laura le está haciendo sufrir sin necesidad alguna. Espero unos minutos para tranquilizarme y llamo a mi amigo, no obstante, el teléfono está apagado.
A los diez minutos lo vuelvo a intentar, aunque el teléfono sigue apagado.
Tendré que tragarme mi enfado y pedirle ayuda a Santiago. Cuando llego a la cocina, Laura está llorando y su hermano intenta consolarla.
—No, hermana, no eres idiota. Jacobo solo estaba preocupado por Rafael y por eso se enfadó contigo. Pero él también te quiere. Todos te queremos, hermana.
—Sin embargo, ahora estoy muy enfadado para decirlo —le digo mientras la abrazo.
—No te enfades, Peludo, en serio que lo he hecho pensando que era lo mejor —dice entre sollozos.
—Seguro que es por las hormonas, además, he leído en alguna parte que cuando estás embarazada a las neuronas les falta oxígeno —bromeo para que deje de llorar.
—Claro, Laura, en unos meses serás la de siempre —la consuela Santiago.
—Sí, amiga y felicidades, que antes no te dije nada —la felicito mientras continúo abrazándola.
—Hermana, deja de llorar —le pide Santiago.
—Por cierto, Santiago, no consigo hablar con Rafael. ¿Qué te dijo que haría? ¿Estará de camino? —le digo preocupado.
—No me dijo nada, pero ya conoces a Rafael, si le dices que necesitas espacio, te lo da, aunque sufra con ello —me recuerda Santiago.
—Pues lo llamaré más tarde —le digo—, pero ¿tú podrías enviarle un mensaje diciéndole que me llame en cuanto pueda?
—¿No le dirás nada por teléfono? —pregunta Santiago, incrédulo.
—Claro que no, aunque le diré que venga —le contesto.
—No le digas nada, Jacobo, seguro que su padre me mata —dice Laura.
—Amiga, parece que no conoces bien a la familia de Rafael, harán una fiesta y brindarán con limonada —le explico, acordándome de lo sucedido ayer en el almuerzo.
—Eso lo dices para que me quede tranquila —dijo ella entristecida.
—No, eso lo digo porque es lo que va a pasar —me enfado otra vez.
Me doy cuenta de que mi amiga no me va a creer, por lo que decido que lo más apropiado será enviarle un mensaje a la Yaya. Seguro que ella soluciona el problema.
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