Sábado, 20 de julio del 2019

Después de comprar algo de ropa, Laura está mucho más tranquila y cuando llegamos a casa de los padres de Rafael, su tía y su abuela acaban de llegar.

—Laurita —le saluda la madre de Rafael dándole un abrazo y sentándola entre ella y su marido en la mesa del jardín—, no hemos contado nada porque queríamos esperar a que llegases.

—Y que sepas que no ha sido fácil. Yo estoy tan contento, que he evitado decir palabra alguna para no meter la pata y que mi nuera me mate —añade Raif, el abuelo de Rafael.

Todos se quedan en silencio, esperando a que Laura hable, pero como no se decide, miro primero a su hermano que no sabe qué hacer y luego a Tomás que me parece el más normal de toda la habitación, el cual me da permiso con un movimiento de asentimiento con la cabeza.

—Laura está embarazada —digo yo en tono neutro, como si contara las noticias.

Durante unos segundos nadie rompe el silencio y la abuela y la tía de Laura se miran preocupadas. Pero nadie parece darse cuenta, porque el abuelo se levanta con su limonada en la mano, que esta vez ya está preparada, y empieza a dar un mitin. Un mitin que cualquier político podría envidiar por su pasión y alegría.

—Sí, ya lo sé —empieza diciendo Raif—. ¿No es maravilloso? Y lo mejor de todo es que exista la posibilidad de que nazca antes de Navidad. Si no, será durante las Navidades. Como yo soy el mayor de la familia, me voy a tomar la libertad de elegir que estas Navidades las pasemos aquí. Por supuesto que estáis todos invitados, ahora sois de la familia y podréis invitar a quienes queráis. Al fin y al cabo, por fin vamos a utilizar la casa, que es demasiado grande para nosotros. Yo siempre soñé con una gran familia, pero solo puede tener dos hijos y un nieto.

—Papá, deja hablar también a los demás —intenta pararlo su hijo, mientras la cara de la tía y la abuela de Laura es un poema y Laura mira, incluso, un poco divertida.

—Claro, pero déjame que les dé primero la buena noticia —continúa Raif—. Va a ser una niña. No sé cuándo fue la última vez que en mi familia nació una niña. Cuando nazca haremos un día festivo en el pueblo. Seguro que si hablamos con el alcalde nos da su permiso. En nuestra empresa ese día nunca se trabajará. Es el día más importante de mi vida, más significativo que el nacimiento de Rafael, que no os podéis imaginar lo esperado qué fue.

—Sí, papá, me lo puedo imaginar, no dejaste de decir que querías ser abuelo desde que conociste a mi mujer y eso que tenía dieciséis años.

—Antiguamente, las mujeres tenían hijos a los catorce y hoy en día también podrían si no nos dejásemos llevar por todas las normas impuestas por la sociedad. La naturaleza es sabia y si una mujer puede tener hijos a los catorce, quienes somos nosotros para decir que no. ¿No le parece a usted? —le pregunta directamente a la abuela de Laura.

—Visto de esa forma —contesta ella, claramente, sin saber qué decir.

—Sí, no me diga que no es el día más feliz de su vida, va a ser bisabuela. Es algo que por desgracia muchos no pueden decir. Como algunos tienen hijos a los cuarenta, a los nietos los viven muy viejos y a los bisnietos ni los ven. Como si un niño impidiese que un hombre vaya a trabajar o a estudiar o una mujer haga esa carrera laboral que ahora tanto ansían. Un hijo te da más fuerzas para soportar cualquier carga por dura que sea. Pero no se preocupe, aunque hoy me vea muy hablador, es debido a la alegría y a la emoción de la noticia, normalmente soy más comedido. Desde que me he enterado no he podido sentarme tranquilo. Creo que en mi vida me había sentido tan feliz. El único problema es que el padre está desaparecido —ya está el abuelo de Rafael anunciando otra bomba.

—¿Desaparecido? —habla por primera vez la tía de Rafael.

—Ha habido un malentendido y como al principio Laura le ocultó que iba a ser papá, consideramos que ha desaparecido porque pensó que Laura está embarazada de otro —les explico.

—¿De otro? —se extrañan la abuela y la tía de Laura.

—Yo no sé si ustedes también son frikis o no, sin ánimo de ofender —interviene Tomás para ayudarme—, pero a los frikis les gusta complicarlo todo. Ya saben, no cuentan las cosas como una persona normal. Siempre dejan algún cabo suelto para que haya malentendidos. Lo que quiero decir es que son muy listos para muchas cosas, pero, a veces, fallan mucho en la comunicación.

—No hay problema —vuelve a tomar la palabra el abuelo de Rafael—. Nosotros lo organizaremos todo. No sé si usted es creyente, yo no soy cristiano, pero sí me gustan las tradiciones. Si los chicos quieren hacer un bautizo estaremos nosotros tres, usted —dice mirando a la abuela de Laura —la Yaya, que es como la abuela de mi nieto, y yo en la mesa principal. ¿Dónde está la Yaya? —pregunta de repente el abuelo al darse cuenta de que no está en el jardín.

—Estaba aquí antes de que llegaran todos —le contesta su hijo.

—Pues si quieres encontrar al chico, hijo mío, deberías hablar con ella. Posiblemente, sea la única que sepa dónde puede estar. Lo conoce mejor que todos nosotros —aconseja al padre de Rafael antes de levantarse de su sitio e irse, posiblemente, a buscarla.

—Abuela —le dice Laura a su abuela cuando Raif se va y todo queda un poco más tranquilo—, ¿qué te parece?

—Que le va a parecer Laura, la mejor noticia del año —ahora es el padre de Rafael quien interrumpe a mi amiga—. Un bebé es lo más maravilloso que hay en el mundo. Por mucho que avance la ciencia, el crear una vida es el mayor milagro que podremos ver.

—No sé qué decir, nunca pensé que un bebé fuese causa de tanta alegría —dice, por fin, la abuela de Laura.

—No lo sabe usted bien —le digo yo sonriendo y esperando que sea amable con Laura.

—Felicidades, mi niña —la felicita su abuela—. Seguro que esa niña y tú vais a ser muy felices.

—Gracias, abuela —dice Laura, después de levantarse y abrazarla.