29
Arya
Cuando Lisa me dejó en mi habitación, John me acogió con un dulce beso. Me sentí culpable durante una décima de segundo hasta que Lisa se marchó y nos quedamos solos.
—¿Te lo has pasado bien?
—Bueno, no hice gran cosa.
—Ya, claro...
—¿Mmm?
Dejé de cepillarme el pelo y me di la vuelta para encontrarme con el rostro descompuesto de John. ¿Qué sucedía?
—Nada, nada.
—No, John, cuéntame —insistí.
Se puso frente a mí a una velocidad que me asustó. Vi la ira en sus ojos.
—¿Es que te hizo algo esa zorra? —inquirió con la voz desgarrada.
Le observé durante un instante como si hubiese perdido la cabeza.
—¿De qué me estás hablando? ¿Se supone que algo tendría que haber pasado?
Disimulé mi miedo. ¿Sabría algo John...?
—Te noto más tranquila. Normalmente eres puro nervio
—Ayer pude descansar en condiciones, después de dos semanas exhaustivas —me excusé.
—Pero Lalisa...
—¿Lisa?
—Es lesbiana.
Oh, no. No lo había dicho. Que fuese un sueño del que aún no me había despertado...
Me hice la tonta.
—¿Y...?
—Pues que quizás se atrevió a hacerte algo.
—¿Estás diciendo que por ser lesbiana, Lisa me ha hecho algo?
—Bueno, yo... —intentó argumentar.
—O sea que sí, ¿ah?
John me miró resignado y asintió disimuladamente.
De por sí, me horrorizaba tener que soportar que me besara. Sobre todo en público. Pero aquello me hizo enfadar tanto, que de un impulso quise alejarle todo lo posible de mí.
—Entonces, ¿no pasó nada?
Sonreí, lista para lo que se le venía.
—¿A qué te refieres con nada?
—A nada de... eso. Eso que hacen las lesbianas para hacerlo en la cama.
—¿Como usar los dedos para...? —Usé dos de mis dedos para simular lo que sería la masturbación femenina.
—Sí —me cortó, incómodo por nuestra conversación.
—Lo que sí te puedo decir es que lo hace mejor que tú. —Y le guiñé un ojo.
Se tomó un pequeño periodo para procesar lo que le acababa de decir. Cuando por fin lo entendió, abrió los ojos como platos y me contempló de hito en hito como si fuera un monstruo.
—¿Qué estás diciendo? ¿Es una broma?
—No, John... —confirmé sonriendo—, no es ninguna broma.
—Pero..., pero —pareció rebuscar en su mente para hallar las palabras idóneas—. ¡Pero eso significa que llevo rayando el techo con los cuernos desde ayer!
—Has dado en el clavo. —Me encogí de hombros, indiferente.
No me estaba afectando lo más mínimo lo que estaba admitiendo. Sí, haberle sido infiel había sido algo muy ruin por mi parte. Haber fingido mi amor por él también. Pero ser homófobo no tenía perdón. Menos aún faltarle el respeto a Lisa.
—¡Te follaste a una lesbiana! ¡Eres una sucia bollera! Oh, Dios, ¡¿qué hice yo para merecer esto?!
Me levanté dispuesta a irme para pedir un dormitorio para mí sola.
—Lo siento, John. Esta relación no debería haber surgido, en primer lugar.
Abrí la puerta, pero él la cerró de un portazo y me acorraló.
—Tú no te vas a ir —espetó.
—Oh, claro que sí. Porque si no lo haces tendrás muchos problemas conmigo —le amenacé—. La homofobia no tiene disculpas, así que si no me dejas salir, te despediré y haré que no te contraten en ningún otro sitio. Por el contrario, si me dejas salir, te despediré igualmente, pero no sucederá nada más. Tú decides.
La cara de John estaba extorsionada por la ira. Finalmente me dejó ir.
Nada más cerré la puerta detrás de mí, oí un golpe contra la pared. Tampoco le presté mayor atención.
[...]
Cuando por fin me instalé en mi nueva habitación, me sentí tentada a echarme sobre la cama y dormir. Era muy pronto, casi las diez de la noche, pero estaba cansada. Pediría al servicio de habitaciones que me trajera algo de cenar después de ducharme y desconectaría.
Por desgracia, mis planes se vieron cancelados por el pitido de mi teléfono. El sonido que lo arruinó todo.
—¿Sí?
—¡Arya, qué bueno que lo cogiste! —Al otro lado oí la voz de Lawan.
—Te noto nerviosa. ¿Pasó algo?
—Sí, presidenta... Algo terrible.
—Cuéntame qué es.
—Hackearon todo. Tu correo electrónico, tu expediente... ¡Todo! Tienen todos tus datos personales.
—¿C-cómo? —jadeé.
Qué repentino fue. Lo que yo pensaba que sería una serena noche tras el percance con John cambió de repente.
—Tal y como oyes. Fue un bándalo que ya está retenido en comisaría. Estarán terminando de interrogarle. Se sospecha que fue contratado para el culpable del accidente.
—¿Tan cerca estamos?
—¡Así es!
Suspiré aliviada. Me sentía ansiosa por saber de quién se trataba y por fin terminar con todo.
—¿Hizo algo con mi información?
—Se la envió a sus jefes para nada bueno, pero no creemos que usted se encuentre en peligro.
—¿Se sabe si para quién trabaja se encuentra en Reino Unido?
—Sí. De hecho, está en Londres. Debe andarse con cuidado. Es probable que tengan planeado algo más...
—¡Dios mío! —exclamé con el corazón en la boca—. Debo decírselo enseguida a Lisa. ¡Nos vemos, Lawan!
—¡Buenas noches, Ary! —se despidió y colgué.
¿Cómo manejar la información? Tenía ganas de ver a Lisa y contarle todo. Seguramente se alegraría de saber que dentro de poco podríamos regresar a Tailandia. Y ¿para qué mentir? Quería volver a pasar la noche con ella. Había resuelto el problema del sexo frustrado, pero también logró que necesitara más y más.
Me duché y me vestí para ir a verla a su habitación. Pero otra vez, fui interrumpida.
Esa vez no sonó la característica canción que establecí como tono de llamada. En su lugar, un tintineo monótono llenó la habitación. Provenía de mi bolso. Era el teléfono de Lisa. ¿Por qué lo tenía yo? ¿Habría acabado allí por error?
Debía al menos revisar si se trataba de alguien importante. Con toda la revuelta que se estaba gestando no podía dejar que el cacharro sonara.
—¿Hola?
—Señorita Manoban, ¿es usted?
—No, lo lamento. Soy la señorita Rose.
—Como sea, usted me sirve.
—¿Qué sucede? ¿Quién es usted?
—Soy la jefa de policías de Cambridge —indicó—. Es algo de suma importancia.
—Dígame qué pasa —le ordené.
—Ya lo tenemos.
—¿Qué? ¿Se refiere a...?
—Exacto. Lo cogimos. El culpable del sabotaje en el desfile de presentación que tuvo lugar hace unas dos semanas.
—¡¿Quién es?!
—Josh Blossom. Tal y como sospechábamos, el presidente de Jojo Blossom dio la orden a un grupo criminal al que pagó de que provocaran todo eso con el fin de hundir Roselle & Manoban's.
—¡De veras!
—El asunto no culmina ahí. Descubrimos que se trataba de un complot de Blossom gracias a un testimonio que nos llegó hace una hora desde Bangkok. El detenido fue interrogado y se descubrió que, entre otras cosas, robó su información personal para inculparla a usted, señorita Rose.
—¿Q-qué?...
—Sí, pero por suerte hemos podido encajar todas las piezas gracias a esa confesióm de última hora. Su información ya ha sido salvada, excepto porque fue compartida al presidente Blossom. Puede quedarse tranquila, nada malo le sucederá.
Suspiré, con los nervios aún sin calmarse.
—Comprendo, muchas gracias. Arreglaremos los asuntos restantes en los próximos días. Nos veremos, comandante...
—Cooper, gracias.
—Nos veremos, comandante Cooper.
Colgué la llamada. Las piernas me temblaban. Ya sabía que la esposa del presidente de Jojo Blossom fue novia de Lisa. ¿Cómo se tomaría aquello? Temía por abrir una herida que no sabía si ya estaba cicatrizada o no.
Me extrañaba que Lisa me hubiese contado tan poco sobre su pasado. O quizá no tanto. Sabía que se había enamorado y eso..., pero no mucho más. En realidad, ella era como una desconocida para mí. Lo sabía casi todo sobre mí; parte de mi pasado, mis debilidades... ¡Casi todo! ¿Y yo? ¿Qué conocía, que ni sabía si acaso le llegaba a la suela de las zapatos a su ex? ¿Por qué acabó la relación? ¿Cómo salió Lisa de eso? ¿Qué fue de ella tras la muerte de sus padres?
La impotencia me hizo sentarme. Tenía la mala costumbre de hacer suposiciones muy precipitadas y llegar a conclusiones arriesgadas y en ese momento, estaba pensando lo peor.
Pensé que antes de contarle a Lisa lo revelado, debía serenarme un poco. Había sido un día repleto de emociones y quería separar mis pensamientos. Opté por dar un paseo por los jardines del hotel.
No fue una buena elección. Debí haber ido corriendo a informar a Lisa, pero en ese momento no tenía ni idea de lo que se avecinaba.
Caminé durante un rato por el césped, meditando. ¿Qué quería de Lisa, exactamente? No lo sabía ni yo. Con ella, todo fue un torbellino de sentimientos desde siempre. Podía ser que desde el primer momento en el que la vi ya me gustara. De hecho, sí lo era.
Me costó mucho aceptar que realmente me gustaba todo de ella. Más tarde, cuando pasó todo ese tema con Samantha, quise mentirme a mí misma. Y lo logré por más tiempo del que pensé. Eso no estuvo bien. Dañé a John. En vez de dejar que alguien que le quisiese de verdad llegara a su vida, intervine para mis caprichos. ¡Todo por Lisa!
Todavía seguía sin comprender por qué las cosas se tornaron así. En general, Lisa siempre cambiaba mucho su carácter en cuanto a mí se refería. Su pasado me interesaba. Me daba igual usar todo el tiempo de mi vida para entenderla, solo sabía que era lo que necesitaba. Después de una noche tan llena de maravillosas sensaciones y sonrisas, no podía dejar de pensar en Lisa y su angelical faz.
Quería que todo siguiese así. Quería estar junto a ella todo el rato. De verdad que lo quería... Y cuando me sentí despejada y lista para volver a verla, ella apareció. Pude distinguir su figura a lo lejos. Andaba hacia mí con paso seguro y... ¿amenazante? Detrás de ella iban a hurtadillas un hombre y una mujer a los que pude descubrir fácilmente. Ignoré su forma de andar más intimidante que de costumbre y presté mayor atención a mi corazón palpitante. Me sentía plena por volver a verla.
Me dirigí a su encuentro sonriendo.
—¡Lisa! —la llamé—. Justo iba a ir a buscarte. Tengo unas noticias increíbles. ¡Por fin conocemos al culpable!
Traté de abrazarla, pero se apartó de mí y empujó mis brazos. Fruncí el ceño sin comprender.
—Sí, yo también lo conozco —anunció como la infranqueable que es—. O más bien, la conozco.
—¿Es una chica? —inquerí—. Me contaron que es...
—No tengo tiempo para tus mentiras —me espetó con fiereza—. Ya sé que eres tú, así que prepárate. Nadie se infiltra en mi empresa como nada más y nada menos que la copresidenta y se ríe de mí en mi cara.
Cuanto más hablaba menos entendía. Miré sus ojos con una expresión perpleja.
—¿Qué?
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