28
Lalisa
Llegamos de regreso a Londres a eso de las ocho de la tarde. Dejé a Arya en la habitación que compartía con John, donde este la estaba esperando con su habitual alegría. Yo tenía otros planes. A las diez debía reunirme con Molly.
No tenía ni la más remota idea de lo que querría decirme. Solo presentía que nada bueno saldría de allí.
A las diez estuve más que lista y con cinco minutos de antelación me presenté en la puerta número seiscientos siete. Nerviosa, di tres golpes suaves a la puerta.
Se abrió al cabo de unos pocos segundos. No tuve que esperar mucho para descubrir el rostro de la hermosa Molly Kim adornado por una sonrisa que me auguraba malicia.
Hasta este punto de la historia, jamás di detalles sobre Molly, o no muchos ni muy precisos. Recuerdo haber mencionado que ella era una mujer muy idealista y con las ideas claras de una personalidad arrollante que pasaba por encima de todo aquel que se le interponía. Era un lobo en la piel del cordero. Poseía una media melena castaña, unos ojos achinados de color almendra y unos labios gruesos y rojizos. Tenía una estatura parecida a la mía y un cuerpo fino pero con curvas pronunciadas. Hasta ahí, el lector o lectora se puede hacer una buena idea, más o menos, de cómo era Molly Kim. Entonces, la cuestión que muchos se habrán hecho es: ¿por qué estaba perdidamente enamorada de ella?
No fue mi primer amor ni fue mi primera vez en nada, excepto en amar de verdad, o lo que creía que era querer a alguien. Sin embargo, existía algo aún más fuerte. Era algo que me ató a ella.
Supongo que fue por todas esas veces que lloró en mi hombro cuando discutió con sus padres porque no la aceptaban —por sus preferencias. O quizá por todos esos «te amo» que me dijo sin pudor. Pero por encima de todo eso, lo que me tenía completamente enamorada era el saber que yo sí fui su primera vez para todo.
Ella nunca antes tuvo ningún tipo de relación como esa, ni siquiera con hombres. Arrebatarle la virginidad, haciendo el amor por primera vez, fue una de las mejores experiencias de mi vida, aunque nada se comparó a la noche que compartí con Arya. Para mi desgracia, yo estaba demasiado ciega y muy aferrada a lo que creía que era «mi» Molly como para salvarnos. Fue muy tarde y no evité el desencadenante del caos. No fui capaz. Lo camufló todo tan bien...
—Buenas noches, Lis —me saludó. Sus ojos felinos me invitaron a pasar.
—Hola, Molly.
Su habitación era lujosa, algo propio de una mujer de su categoría.
—¿Y tu marido? —inquerí al notar la ausencia de Josh.
—No se encuentra aquí —contestó indiferente.
—Ajá.
Me ofreció asiento y una copa de vino. Tras unos instantes, habló:
—Supongo que te preguntarás por qué te cité.
—Supones bien.
Dibujó una sonrisa pérfida. Se levantó y consigo trajo un sobre.
—Jojo's Blossom sabe del incidente que tuvo lugar hace unas semanas —dijo.
—Conociéndote, seguro que sabrás que sois el principal sospechoso, además —le acabé la frase.
—Me conoces bien —bromeó sin gracia, devolviéndome la frase hecha que dije antes.
—¿Y bien?
—Mi misión aquí es librarnos de cualquier culpabilidad que nos pueda perjudicar.
—¿Por qué eso? Si sois inocentes, no hay nada que temer —ironicé.
—También tenemos enemigos, Lisa. Enemigos en común.
—¿Ah, sí? ¿Como quiénes?
—¿Te suena la organización siciliana Casa Nostra? Seguro que sí. Y de seguro también se te hace familiar cierto nombre de familia yakuza...
—¿Sumiyono-kai?
—Los mismos que tomaron parte de la desaparición de papi y mami —rió con maldad. Me crují el puño y le di un sorbo a la copa.
—¿Qué ha hecho Josh para buscarse el odio de una mafia japonesa?
—¿Y tus padres? —volvió a bromear.
—Basta, Molly.
Mi tono autoritario le bajó los ánimos de fiesta. Desde que rompimos, yo cambié mucho y de seguro no se esperaba algo así. A pesar de sus aires de chulería, pude notar que ella no me reconocía como la misma.
Daba igual, porque ella tuvo la culpa.
—Sospechan que tenemos acciones ilegales.
—¿Las tenéis?
—No sé, Lisa. —Se frustró—. Josh no me cuenta nada acerca de eso.
Sonreí.
—¿Tu maridito perfecto te oculta cosas?
—Solo no quiere ponerme en peligro.
—¿No quiere poner en peligro el nombre de su esposa, que ya conocen a nivel mundial?
—Eso es lo que dice él.
—Eso es lo que diría un idiota.
Sin darme cuenta, caí en sus redes de hilos hechos por sus encantos. Me atrapó en lo que sería mi perdición.
—No sigas por ahí. Sabes que nos amamos.
—No lo creo. Él siempre fue perfecto a ojos de tus padres y yo una degenerada.
—¿A dónde pretendes llegar?
—A que tu «perfecto matrimonio» solamente sucedió por conveniencia.
Me puse en pie y me acerqué a ella peligrosamente. Se removió en su asiento y se echó hacia atrás, intimidada.
—L-Lis, no es como tú crees...
—Sigo enamorada de ti, Molly —la interrumpí.
Me apoyé en los reposabrazos de su asiento y acerqué nuestras caras. Nuestros ojos quedaron fijos.
—Y yo, Lis... Siempre lo estuve.
Nuestros labios se juntaron atrozmente. Quise encontrar aquello que sentí un año atrás, pero no lo hice. Solamente tuve satisfacción cuando se levantó para abrazar mi cuello, más solo duró unos instantes.
No era lo mismo de antes. Ya nada era igual. Su boca me picaba al catapultarme a aquellos días de verano juntas bajo las sábanas de su casa en la playa de Hokkaido. Ya eran muchos los sentimientos rotos hacia ella, pero como estaba tan obcecada en volver a esos tiempos de dicha e inocente felicidad, me engañé a mí misma. Me traicioné de una manera que jamás olvidaré. Sobre todo porque también la traicioné a ella.
Debí haberme ido al infierno por haber besado a una mujer casada, ¡pero qué decir en mi no tan humilde defensa! Ella fue la que lo empezó todo. Sin embargo, esa excusa no le valía a mi conciencia. Me sentía culpable. La imagen de una melena rubia oxidada se me vino a la cabeza, e irremediablemente nos separé.
Nos contemplamos por lo que me parecieron eternas horas.
El sonido de la puerta abriéndose nos sacó de nuestra batalla de miradas. Cuando me di la vuelta, encontré a la persona que menos deseaba ver: Josh Blossom.
—Vaya, vaya, ¡pero si es mi querida Lalisa! —me acogió falsamente.
No reparé en mostrarle lo mucho que le detestaba. No obstante, él no se percató: o al menos hizo como que no se dio cuenta.
—Hola, Josh —le saludé vagamente.
—¿Qué estabais haciendo aquí? —preguntó.
Por poco me atraganté con la saliva. Normalmente, no me ponía nerviosa. El problema era ese hombre sin escrúpulos que al igual que su mujer, se escondía bajo la piel de un cordero. Conocía hasta dónde podía llegar con tal de hundir al resto. Por eso y por nuestra rivalidad —tanto personal como profesional— es que Jojo's Blossom se coronó en la lista de sospechosos.
—Oh, hacía eso que me pediste...
—¿Sí, y qué tal? ¿Cómo fue?
Hablaban como si ya no me encontrara ahí. Extraño, ¿no?
—En realidad, nos interrumpiste. No pude llegar a la mejor parte.
Sino hubiera trabajado tan bien la cara de póker, probablemente se me habrían salido disparados los ojos de las cuencas, de tanto abrirlos. ¿A qué se refería con eso? ¿Algo que él ya supiera?
—¿De verdad? —inquirió Josh con pena—. Oh, Lisa, no era mi intención, pero ya que estamos, quizá quieras oírme a mí también.
En realidad, no quería oírle a él ni a su palabrería barata, pero no tenía otra opción. No me fiaba de Molly del todo, pero si acaso existía una pequeña posibilidad de que me hablasen con la verdad, debía al menos arriesgarme.
Fue lo peor que pude hacer.
—Claro, por qué no —respondí como una invitación.
Los dos se sonrieron con complicidad que no logré distinguir si era malvada u honestamente noble. Como una estúpida, me decanté por la segunda opción.
Los tres tomamos asiento. Ellos enfrentándome y tomándose de las manos.
—¿Y bien?
—Verás, Lisa —habló Molly—, no tenemos ninguna prueba que nos libre de sospechas. El responsable ha sido muy listo.
—Sin embargo —prosiguió Josh—, no lo suficiente como para atar cabos y no dejar ninguno suelto.
—Id al grano —Detestaba verlos a los dos juntos. Me traían varios recuerdos del que fue uno de los peores días de mi vida.
—Hemos encontrado al verdadero culpable, Lis —declaró Molly—, y aquí tenemos la evidencia.
Molly me tendió el sobre que había portado durante todo ese momento. Lo abrí con cuidado, raspando el dobladillo con mis dedos.
En el interior, hallé pistas de todo tipo. Fotografías, conversaciones telefónicas, expedientes... Pero ¿hacia dónde apuntaban? O más bien, ¿hacia quién?
Hacia Arya.
Lo esperaba todo menos eso. Les miré con el ceño fruncido. Me animaron a echarle un vistazo a todo aquello. ¿Era de verdad?
En las fotos podía ver claramente a Arya caminando por las calles de Londres, cerca del lugar del incidente, observando con detenimiento el edificio. Las conversaciones eran con un número desconocido, hablando sobre un incidente que hacía encajar varias partes. Y por último: el expediente de Arya.
Poseía un historial bastante jugoso. Con una educación primaria normal, llegó a la secundaria, el desencadenante de varias manchas en su reporte. Agresiones graves a compañeros, escapadas de clase e incluso consumo de sustancias.
«¿Quién eres en realidad, Arya?»
Quité mis ojos de todo eso para que me dejaran de arder. Supuse que mi cara debía de ser todo un poema, porque pude ver la satisfacción escrita en las suyas.
Contentos con lo hecho, Josh acercó a su esposa a él tomándola por la cintura. Entré en cólera y salí de aquella habitación. Iba a buscar a Arya. Iba a destaparle la fachada a esa bruja.
Me sentía desamparada, como si me acabasen de dar la peor noticia de mi vida. Y lo cierto es que, fue algo así. Jamás me habría imaginado algo semejante. ¿De verdad había venido como una agente de incógnito? ¿Había estado involucrada ella en la muerte de mis padres?
Me daba una pequeña esperanza el pensar que quizás ella tan solo era un peón de sus padres. Me acordaba perfectamente de cómo le jodía que ellos aún quisieran controlar parte de su vida, a pesar de tener veintidós años y ser presidenta de una compañía multimillonaria.
Mi otra esperanza, era Molly. Ella dijo que aún seguía enamorada de mí. Lo que estaba fingiendo con Josh podía darme las fuerzas suficientes como para hacer frente a todo ese problemón, después de desenmascarar a Arya.
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