25
Arya
Una vez dentro de la furgoneta de nuevo, tomamos un rumbo distinto al que tuvimos al llegar.
—¿Adónde vamos? —interpelé.
—Le pedí a Ronnie que reservara una habitación cerca de aquí.
—¿Qué? —volví a preguntar.
—Es tarde. Ni siquiera hemos cenado y son casi las once.
—Pero John... —quise quejarme.
—John volverá tarde. Salió de rondas con Rosie, Jisoo y Jennie.
Era imposible que mintiera, pues cierto era que se llevaba muy bien con las otras tres.
—Bien —me conformé.
No me importaba ni mucho menos John. Lo que pasaba es que quedarme sola con Lisa me horrorizaba. Las pocas veces que lo habíamos hecho siempre sucedían cosas extrañas. Cuando ella estaba enferma, yo ebria... Y mejor no hablemos de cuando dormí en su casa. O la bonita escena en el avión, que por cierto, habría ido a más de no ser por John. Quise arrancarle la cabeza entonces.
La mera idea de quedarme con Lisa en un hotel me quemaba la piel.
Recordé entonces que no tenía por qué dormir con ella. Dormíamos en habitaciones distintas y asunto resuelto.
En la recepción Lisa tomó una tarjeta en vez de dos.
—¿Y la otra?
—¿Qué otra? —preguntó sin saber.
—La otra tarjeta... para la otra habitación.
—¿Qué insinúas?
—Insinúo que no pensarás algo así como que dormiremos en el mismo cuarto —bufé.
—No es como si fuera la primera vez.
Mis músculos se contrajeron. Tragué saliva y me remojé los labios. ¿Por qué me ponía tan nerviosa estar con ella? Si estaba a su lado y ya estaba más caliente que un motor.
—¿Hay algún problema? —quiso saber la recepcionista con una sonrisa torcida. Me percaté de que tras nosotras había más gente que estaba esperando para ser atendida.
¿Realmente merecía la pena montar una escena por una bobada? Lisa no me haría nada malo. El problema era yo, que era un manojo de puros nervios que no podía mantener sus hormonas quietas.
«Y las feromonas» dijo ese lado travieso de mi conciencia.
«¡No! De ninguna manera. Simplemente me siento intimidada por Lisa, eso es todo» rebatió el racional.
De todas formas, no era el momento adecuado como para ponerme a discutir con mi subconsciente. No cuando algunas personas comenzaban a quejarse ya.
—Todo está bien —negué con simpleza y una sonrisa natural.
En el ascensor, Lisa se inspeccionó las uñas y me ignoró por completo. ¿Qué tenía que ver en sus dedos? Si sus uñas eran cortas. Imaginé por qué.
Una vez llegamos a la habitación pude ver que solamente se hallaba una cama tamaño matrimonial en toda la sala. ¡Qué bien! Mis nervios me jugaron una mala pasada y el calor se me subió por las orejas. Debía ser tan caliente como el centro de la Tierra, seguramente.
—¿Te encuentras bien? —inquirió Lisa con esa voz tan repleta de sensualidad.
Si me seguía hablando así, muy pronto me encontraría en un terrible estado del que no podría salir.
Bueno, ya lo estaba.
—Sí, no te preocupes.
Estuve a punto de tomarme un baño para calmarme, pero entonces:
—Un momento —dije cayendo en la cuenta de algo muy grave—: No tenemos ropa de recambio. Ni mudas. Ni pijama. Ni nada. —Sentencié aquello como si fuese tan grave.
—El pijama no es necesario. Siempre puedo quitármelo —musitó con frescura.
Me quedé estancada de pie en mi sitio. Ella estaba en el pie de la cama retirando sus tacones.
—¿Qué ocurrió en comisaría? —se me ocurrió preguntar para desviar mi incomodidad. Y resulta que lo desvié a lo peor que pude hacer.
—¿Hmm? —Parecía sorprendida.
—¿Por qué te pusiste así cuando dijo el nombre del presidente de Jojo?
—¿Así cómo? —inquirió con burla.
—Pues... no sé. Me agarraste la mano con fuerza.
—Fue sin querer —respondió tajante.
He ahí de nuevo la Lisa cuya fortaleza estaba hecha de un metal inexpugnable. Me dolieron sus palabras, pero no me eché atrás.
—No lo creo —le llevé la contraria.
—¿Ah, no? —se burló otra vez—. Entonces dime, ¿por qué lo hice sino?
—Por algo que sucedió en el pasado con Josh Blossom, supongo. Pero no puedes decir que fue por casualidad.
Me sorprendió oírme a mí misma hablando tan seria y fría como ella. Increíblemente, estaba manteniendo la calma. Creo que hasta a Lisa le sorprendió.
—Se podría decir de ese modo, sí.
—¿Por qué tratas de ocultarlo?
La pillé desprevenida, así que vi la estupefacción en su cara durante unos segundos. Volvió a recobrar la serenidad al poco rato.
—Porque no tengo por qué decirte qué sucedió en el pasado con él.
Sus palabras fueron como dagas, más me mantuve impasible.
—¿Algo amoroso en relación con Blossom? —inquerí.
—Siempre he sido lesbiana.
—¿Entonces?
Sabía que no debía presionarla a contar algo que ella no quería decir, pero me molestaba que yo hubiese mostrado mis miedos y debilidades tantas veces y ella no. Ella sabía sobre mi abuelo y sobre mis problemas familiares —más o menos. Incluso nos cuidamos la una a la otra. ¿Por qué no confiaba en mí?
—¿Tanto te importa? —me espetó masajeándose las sienes.
—Sí —contesté sin titubear.
Me fulminó con sus ojos. Se levantó y llegó hasta mí.
—Mantuve una larga relación con su actual esposa durante la universidad. Eso es todo. —Me dio la espalda y se sentó en un escritorio para revisar unos expedientes.
Yo aún no me sentía satisfecha.
—No.
Volteó su cabeza y me miró por encima del hombro.
—¿No qué?
—Que eso no es todo.
—¿Y qué con ello?
Apreté los puños en un intento de obligarme a no gritar.
—Que no entiendo por qué me lo quieres ocultar.
La oí suspirar. ¿Conque a ella le estaba molestando que me preocupara? No era como si hubiese podido evitarlo. No salía de mis fantasías durante todo el día. ¡Sí, lo admitía! Me gustaba mucho Lisa y me preocupaba lo que sucediera en su entorno. Quizá dejaría a la prensa y a su círculo libre de cuestiones, ¡pero a mí no! Siempre se mostraba tan infranqueable que nadie se atrevía a preguntarle sobre su vida privada en ningún tipo de entrevista. Y de ser así ella siempre evitaba a toda costa rozar el tema. Yo era la primera que estaba tocándolo. No sabía cómo reaccionaría ella. Seguramente mal. Lo presentía.
—Como tú has dicho, porque quiero. Estoy en mi derecho.
—¿Acaso no ves que quiero ayudarte? —inquerí dolida. Me senté en la cama, pudiendo verla de perfil.
—¿Acaso no ves que no necesito tu ayuda? —contestó con una frase casi igual a la mía con sarcasmo.
—Lisa —le llamé.
—¡Qué! —respondió con una agresividad para nada calculada.
—Que qué es lo que te sucede conmigo. Un día eres más o menos amable y al día siguiente eres más cortante que una navaja. Y luego después...
—¿Después qué?
—...intentas seducirme —dije con la cara más roja que un tomate.
—¿Seducirte? —Otra vez su sonrisa guasona sin una pizca de gracia.
—S-sí —balbuceé—. El día de mi cumpleaños y en el avión...
—¿Qué sucede con eso?
—No, no. ¿Qué te sucede *a ti* con eso? ¿Por qué cambias de actitud constantemente.
Sin responderme, volvió a sus asuntos. Leyó los papeles que había sobre la mesa sin prestarme atención. Estaba logrando que me enfadara de verdad.
—¡Lisa! —grité en cólera.
Desvió su cabeza y sus ojos hacia mí de nuevo con el ceño fruncido. La impotencia comenzó a venir por mí. Justo en el peor momento. Mis ojos enrojecieron.
Se puso en pie y quedó frente a mí. Yo también me levanté y la enfrenté. No dejé que las lágrimas se deslizaran. Las dejé bien guardadas para mostrar la menor debilidad posible, aunque era más que evidente.
—Cuando me preguntaste si alguna vez me enamoré, fue de Molly Blossom, cuando aún se apellidaba Kim. Me utilizó y me engañó. Estuvo con Josh durante un año antes de nuestra ruptura. Querían hundirme y evitar que heredara la empresa.
—Pero en ese momento pertenecía a tus padres, no a ti.
—Te puedes imaginar lo que ocurrió —alegó con una risa triste.
Abrí mis ojos de par en par. Me avergoncé por haber sido así de insolente, como siempre era con Lisa. Ella era de la manera en la que nació, vale, pero no tenía la culpa de nada de lo que sucedió. Molly la traicionó y según las insinuaciones de Lisa, ella tuvo algo que ver con la muerte de sus padres. Prefería no ahondar en ese tema.
—¿Y tú qué? ¿Alguna vez te pasó algo así? —inquirió irónica.
Lo arruinó. Ella se creía que mi vida había sido de color rosa y que nunca había sufrido en mi cuerpo el dolor con todas sus letras.
—Mi abuelo falleció hace poco más de un mes, ya lo sabes.
—Por causas naturales, ¿cierto?
—Pero pude haberme despedido de él, Lisa —reproché con cansancio—. En cambio, mis padres me ocultaron su estado y me envolvieron en todo esto. Convocaron ese acuerdo con tus padres porque pensaban que yo no era suficiente para heredar su empresa. Eso es duro, porque durante toda mi vida he sido juzgada en base a mis errores, y el único que siempre me apoyó y que me puso en el camino correcto, se fue sin poder decirme adiós. A lo mejor no he sufrido lo que tú, porque mis padres siguen vivos, pero mi vida entera es basada en traiciones.
Dije todo aquello mirando fijamente sus ojos oscuros. Contemplé el arrepentimiento en su coraza. No pasó desapercibido esa vez.
—Lo... lo siento. No tenía ni idea. Pensaba...
—Pensabas que mi vida fue de caramelo y purpurina, ¿a que sí? —Me reí sin una pizca de gracia—. Resulta que mis padres nunca me han prestado la menor atención a cómo me he sentido, aunque mi padre sí lo empezó a hacer cuando me fui a la universidad. Mi abuelo era el único que me apoyaba y me lo han arrebatado. Y resulta que cuando entré a la secundaria todo se volvió un caos.
—¿Un caos?
—Bulling, acoso escolar o como lo quieras llamar. Después fui adicta al alcohol y por poco reprobé todas las materias. Fue gracias a él que ahora estoy aquí. —Mi voz se ahogó—. Y se fue sin despedirme de mí.
Las lágrimas brotaron de mis ojos. Me estaba derrumbando frente a ella. Estaba haciendo lo que más detestaba: llorar. Y para mi desgracia, la sensibilidad en muchas ocasiones era mi peor enemiga.
—Arya, yo...
Lisa intentó abrazarme, pero la separé de mí de un empujón. Aún no había terminado. Tuve la grandiosa idea de empezar a enumerar todo lo que sentía.
—¿Sabes qué es lo peor? Que eres una cabrona conmigo. Haces lo que te da la gana. Dejas que Samantha arruine mi reputación y no me dejas despedirla. Te dio totalmente igual que estuviesen a punto de violarme. Y por supuesto, te importó una mierda cómo me pudiese sentar eso. Has jugado conmigo como te ha dado la gana. Pero, ¿sabes qué es lo peor? —repetí.
—Qué —dijo con la voz temblando por primera vez mientras me acercaba a ella con paso lento.
—Que si me pidieras follar ahora mismo aceptaría sin pensarlo dos veces, como la masoquista que soy.
Su angelical rostro se distorsionó un poco por la sorpresa. No me dio tiempo a contemplar su belleza mucho más, porque Lisa me pegó a ella de un tironazo en el brazo y juntó enseguida nuestras bocas.
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