24
Arya
Después de varios días exhaustivos por fin tuve algo de paz. John tenía una reunión. Me dejó sola en la habitación durmiendo. Esa noche no hicimos nada por primera vez. Estuvimos durante casi dos semanas haciéndolo todas las noches. Yo no aceptaba porque le deseara, o algo parecido. Lo hacía porque todavía seguía en busca de esa atracción que tanto ansiaba, sin nunca encontrarla.
Estaba frustrada. Mi novio no me gustaba, no me complacía, no me henchiaba de ninguna de las maneras. Frotar mi sexo no terminaba de saciarme. Necesitaba más.
El malogro me sentaba peor cuando se me venían a la mente varias imágenes de Lisa mirándome. Con una mirada lograba hacerme derretir. Pero que nadie se confunda; yo seguía sin ver la obvia razón de por qué era. Pensaba que era por todas las hormonas contenidas. Necesitaba una buena noche y estaba más que claro que John era incapaz de dármela. Me causaba mucha tristeza pensar en tener que decirle algo así. Ni siquiera llevábamos un mes estando juntos y yo estaba harta de él. No podía soportar que él durmiera abrazándome. Me sorprendía que no me hubiese asqueado mientras me tocaba o mientras me penetraba.
Desperté por unos golpes en la puerta. Corrí a abrirla con la cabeza dando vueltas por lo repentino.
Me topé con Lisa. Maldije mi corazón traidor por dar saltos al verla. Me había despertado del todo de un plumazo.
—Buenos días —me saludó con su particular carácter serio e imperturbable.
—Hola —dije igualmente con una sonrisa pegada.
Tenía el presentimiento de que sería un buen día. Normalmente cuando piensas que algo saldrá bien, así será. Y si crees a ciegas que todo irá mal, irá mal. Ese día me sentía optimista. Sería porque me encontré con el rostro más angelical que nunca vi dándome los buenos días. Fue una pena que lo hiciera con el semblante lánguido. Me imaginaba lo bonita que se vería una sonrisa en sus labios rosados.
—Debemos irnos a Oxford. Tenemos un asunto pendiente allí.
—¿No era que hoy teníamos el día libre? —bufé.
Me envió una mirada oscura, como queriéndome increpar por quejarme de mis obligaciones. Tenía razón. Era nuestra misión. Había un montón de personas que lo estaban pasando peor por nuestra rivalidad con otras compañías.
—Saldremos en un par de horas, así que arréglate —indicó.
—¿Puedo saber al menos qué se nos perdió por Oxford?
—Es complicado de explicar. —Lisa se pasó una mano por el cuello y pensó en la respuesta adecuada—. Digamos que es un asunto que podría ayudarnos a encontrar al culpable.
—¡Te dije que no te metieras en eso, que para algo están las autoridades! —me enfadé.
Se lamió los labios buscando contener mi rabia.
—Es mi deber, Ary.
—¡Al menos haberme dicho!
—¿Por qué debería hacerlo? Que seamos iguales ejecutivamente no quiere decir que te tengas que meter en lo que hago o dejo de hacer.
Buen punto. Y buen golpe.
Me sujeté la tripa como si hubiera recibido una patada ahí.
—...solo quiero decir que te estás metiendo en terreno peligroso. Seguramente termines los días más agotada aún.
Su rostro se lenificó. Tuve que agachar mi mirada por la fuerza que estaba ejerciendo sobre mí. No me estaba tocando. Ella estaba haciendo lo de siempre: matarme con sus ojos y silencio.
—Estoy bien —me tranquilizó—. La gente también estará mejor después de lo que veremos allí. No quisiera meterte en esto, pero es necesario que vengas.
—Está bien, nos vemos en unas horas.
Corrí a prepararme. Quería verme bonita para Lisa (y para mí).
Me bañé y me perfumé. Después me vestí con una falda negra recta, una camisa blanca sencilla y una chaqueta de ejecutiva de la misma tonalidad que la falda. Me maquillé y me peiné. Y cuando me quise dar cuenta, ya era la hora.
Llegué a la recepción, donde me estaba esperando una Lisa espléndidamente vestida. Lucía un vestido negro que se apegaba perfectamente a su cuerpo estrecho conjuntado con unos tacones que la hacían parecer mucho más alta. No fui capaz de evitar que mis ojos se desencaminaran hacia sus largas piernas, que se veían relucientes como la porcelana.
Aquello era un atentado a mis sentidos. Lisa me traía insanamente maníaca. Lo único a lo que dedicaba mis pensamientos durante el día era en los ojos de Lisa. En sus labios besando mi piel. Y enredándome en esas piernas tan exquisitas...
Al parecer se enteró perfectamente de que me la estaba comiendo con la mirada, porque sonrió ladinamente e interpeló:
—¿Te gusta lo que ves?
Se me olvidó cómo respirar durante unos segundos, mientras mi cerebro procesaba la información. ¿Qué se supone que debía responder a eso? ¿Sí? ¿No?
—Quizás.
Antes de soltar esa bobada, se me pasó por la cabeza decirle lo bonita que se veía para ser cortés, pero tres líneas más arriba se puede leer un gran motivo de burla hacia mí. No era culpa mía; ¡era la de Lisa! Ella hacía que dejara la cordura perdida por quién sabe dónde. Yo solo era una pobre presa de esa mujer. Derrochaba sensualidad y belleza. ¿Quién no se sentiría así por alguien como ella?
Sonrió ladinamente y se dio la vuelta para irse. La seguí de cerca y entramos en la furgoneta.
Durante unos veinte minutos disfruté del paisaje lleno de árboles y vegetación. Me sentía muy intrigada por saber qué nos depararía en Oxford. Nunca estuve antes ni visité la ciudad. Tenía fama por la impresionante edificación de la universidad de allí. Solamente lo había podido ver en fotos, pero no le hacía justicia a cómo sería deleitarse la vista con algo así.
—¿Queda mucho?
Lisa me contempló con el ceño fruncido, como queriendo preguntarme que por qué lo preguntaba, pero en su lugar inquirió:
—No será que tienes mareos, ¿no?
—No, no, pero tengo ganas de llegar.
—¿Estás nerviosa? —preguntó.
—¿Eh?
Me encontré de repente con sus ojos atravesándome. Miré hacia al paisaje que tenía al costado como distracción.
—Queda una hora —respondió pasados unos segundos—. Deberías calmarte. Estaremos seguras.
Como me temía, ella adivinó el miedo que me inquietaba con tan solo echarme un ojo. También podría haberse debido a que no dejaba de jugar con mis dedos y mi pierna no paraba de agitarse verticalmente.
—Los enemigos que tenía Roselle's no eran pocos —apunté.
—Tampoco los de Manoban Holdings, Ary —masculló con ironía.
—Pero no es la primera vez que sucede algo así —alegué con convicción—. Mis padres ya tuvieron que ocuparse de un par de accidentes graves como este. No me extrañaría que se tratara de una conspiración.
—Seguramente se trate de eso —concordó—. Nosotros no tuvimos ningún accidente parecido, sobre todo por nuestro estricto control para los eventos. Pero no puede tratarse de una simple coincidencia.
Me picó la curiosidad mucho más.
—¿Qué averiguaste en estos días?
—Pronto lo sabrás.
Guardamos silencio. Yo seguía igual de nerviosa. Lisa lo vio. Resopló. Se desabrochó el cinturón y se acercó a mí. Cerca del oído me susurró:
—El conductor no debe oír que Evernever Company y Jojo Blossom se fusionaron.
—¿Como nosotras? —inquerí susurrando al igual.
—Sí. Es probable que hayan organizado un complot contra nosotras.
—¿Por qué harían algo así?
—Porque estamos manejando mucho dinero y ellos tienen *hambre* de ese dinero.
¿Cómo podía alguien encenderme con tan solo pronunciar la palabra «hambre»? Pensé, incluso sentí, que ella lo dijo con ese propósito, porque cuando se alejó y regresó a su asiento, me contemplaba famélica. Yo al igual que ella, la observé con deseo en la mirada. No me cohibí, al menos por unos segundos antes de regresar a la realidad en la que aún seguía siendo novia de John. Por muy poco que me gustara, no podía engañarlo. Mis pensamientos ya le traicionaban a cualquier hora del día; no dejaría que se hiciera realidad. No merecía algo así.
El resto del viaje lo pasé durmiendo. Finalmente caí somnolienta apoyada en el cristal de la ventana.
Un empujón en mi hombro acompañado de unas sacudidas me despertó. Ya habíamos llegado. Lisa dejó mi hombro en paz al comprobar que ya estaba totalmente despierta y salió por el lado contrario al que nos encontrábamos. Yo también salí.
Frente a mí se regía una hermosa ciudad inglesa que conservaba parte de su maravillosa cultura renacentista e ilustrada.
Caminamos por las calles acompañadas de los escoltas hasta llegar a un edificio antiguo. Se trataba de la comisaría de St. Aldates. Allí dentro nos esperaban un grupo de hombres y mujeres reunidos pertenecientes a Grupo Especial de Operaciones (GEO), Unidad de Intervención Policial (UIP) y la Brigada de Investigación Tecnológica (BIT).
Me senté al lado de Lisa con las manos temblando. Eran bastantes personas importantes que movían Inglaterra y bastante de Reino Unido.
Me sentía juzgada por todas esas personas, de las cuales algunas me conocían por mis padres. Como le conté a Lisa, no era la primera vez que sucedía algo así con el mandato de mis padres. Al ser yo la sucesora las cosas no habían cambiado demasiado. Me preguntaba cómo es que aguantaría que tragedias así se produjeran cada cierto tiempo.
—Señoritas —anunció un hombre de unos cuarenta años. Supuse que sería el portavoz—, investigamos, como nos pidió la señorita Manoban, la escena en la que se produjeron los acontecimientos y tomamos nota de varios testimonios.
—¿Y bien? —le instó a seguir Lisa.
—La investigación no ha sido lo suficientemente larga como para asegurarlo al cien por ciento, pero Jojo Blossom parece la opción más acertada. Todo apunta hacia allí.
—Pero no comprendo —intervine—. ¿No era que se había fusionado con Evernever?
—Sí, sí —prosiguió—. Lo que quiero decir, es que el culpable podría tratarse de su presidente: Josh Blossom.
Al oír el nombre la mano de Lisa encontró rápidamente la mía y la apretujó por debajo de la mesa. La miré por un corto periodo. Tenía la mandíbula marcada por la tensión. ¿Qué estaba sucediendo?...
Para tratar de tranquilizarla, masajeé con mi pulgar su palma. Pareció ser efectivo. Me miró de reojo por un segundo y apartó bruscamente su mano, como si no se hubiese dado cuenta de lo que hacía.
Me remojé los labios y presté mayor atención a lo que nos seguían contando.
«¿Qué es lo que escondes, Lisa?»
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