19
Arya
Me quedé dormida con una sonrisa clavada en mi boba cara. Sentí mariposas revolotear por mi estómago al pensar en lo caballeroso que fue John. Me acompañó hasta casa y acordamos que al día siguiente desayunaríamos juntos. El resto de los días se transformaron en un sueño gracias a él.
Ya no iba conduciendo en mi coche hasta M.T, sino que él venía a recogerme y después siempre me llevaba de regreso a casa. Y hablando de mi casa, él me ayudó con todo el equipaje que llegó desde Estados Unidos y también me ayudó a amueblarlo. Lo admito, me estaba empezando a gustar John...
Pasó a buscarme como todos los días y nos dirigimos hacia M.T. En el trayecto charlábamos sobre cualquier bobada y sobre los futuros proyectos. Como CEO que yo era, tenía una gran responsabilidad que cargar sobre mis hombros, y John para animarme siempre me adulaba expresando lo bien que realizaba mi trabajo.
Mi cumpleaños acechaba a la vuelta de la esquina. No se lo había dicho a nadie, ni tampoco esperaba que alguien se diera cuenta, pero ¡qué sorpresa la mía cuando esa mañana John me trajo un ramo de rosas! Estaba perdidamente emocionada por tantos detalles y no sabía cómo corresponderlos.
—Después del trabajo iremos a cenar a mi casa —me propuso—, ¿te parece?
—¡Claro!
Hablando de John, él era un hombre muy atractivo. Ojos verdes, rubio... Alto y fornido, aunque no demasiado. En definitiva, él era el tipo de hombre que atraía como un imán al metal a todas las mujeres y hombres de la empresa. Yo no era la excepción. No se me había escapado su increíble atractivo. Tenía rasgos característicos de Europa y de Asia; sus ojos rasgados pero al igual del color de la hierba... Era encantador.
Llegamos a M.T y yo caminé en dirección a mi despacho. John me acompañó y, con toda la pasión que pudo tener en ese momento, me besó antes de dejarme.
Abrí la puerta y me dispuse a entrar, pero él me detuvo tomándome por el brazo, de forma un poco brusca, aunque sin llegar a lastimarme. Entonces me acercó a él de un tirón y unió nuestros labios. Su agarre y beso me recordó al momento que compartí con Lisa unas semanas atrás. Ella también me agarró firmemente, pero fue suave y gentil. Sus labios con los míos se complementaron y se fundieron. Por el contrario, la barba de John me rascaba, y sus labios finos se movían demasiado rápido repartiendo picos por mi boca. Estaba tratando de ser cariñoso, lo sé, pero no me agradó mucho.
Nos separamos y nos despedimos. A pesar de lo anterior, me sentí encantada por sus besos.
Organicé todo el día para terminar cuanto antes y reunirme con John. Tenía tantas ganas que no me di cuenta de cuando Lawan entró en el despacho con una sonrisa pegada a los labios.
—Perdona mi intromisión —dijo divertida—, pero ¿te besaste con John?
—Sí —afirmé ilusionada—. Fue perfecto.
Mentí un poco en eso último, pero estaba segura de que me tenía que acostumbrar a eso, antes de que me gustara.
Lawan se acercó a mí y comenzó a dar saltitos junto a mí mientras dábamos pequeños grititos. Me sentía como una adolescente. Por fin estaba saliéndome algo bien desde que llegué a Bangkok.
El resto del día lo dediqué a concentrarme en lo que debía hacer. Y cuando llegó el final del día, algo se torció. Lawan se encontraba ocupada con un asunto y no le podía hacer llegar unos documentos a Lisa, así que me tocó a mí hacerlo. Llevaba mucho tiempo sin verla.
Subí hasta el último piso, saludé a Verónica y entré. Esa vez llamé a la puerta. Me encontré a Lisa de pie haciendo unas fotocopias. Su vista se giró a mí. Parecía sorprendida por verme allí. Pero solo parecía, porque como siempre, tenía una expresión entre lánguida e intensamente gélida. No estaba triste, simplemente no mostraba ninguna emoción. Siempre me sorprendió esa capacidad suya para ocultar su rostro bajo esa máscara que decía llamarse Lalisa Manoban. Hacía unas semanas quisiera haberla derrumbado y haber tenido la ocasión de conocerla de verdad, pero durante esas casi dos semanas muchas cosas habían cambiado. Estaba comenzando una relación con John, aunque eso no evitó que mi corazón se acelerara al ver su hermosa figura.
—Te traía esto... —murmuré sin un ápice de iniciar una conversación.
Primero se quedó observando los papeles que dejé sobre su escritorio, y luego me observó de arriba a abajo con sumo cuidado y lentitud. Me sentí desnuda ante ella.
—¿Qué? —interpelé molesta.
Una sonrisa guanina se dibujó en sus perfectos labios. No podía ser..., estaba cayendo ante sus encantos de nuevo. ¡Dónde quedó tu orgullo, Arya!
—Un pajarito me contó que alguien está saliendo con John Cooper.
A la mente se me vino una imagen horrorosa de cierta rubia con una bocona muy grande y sucia.
—¿Samantha? —Al mencionar su nombre, Lisa rió brevemente, sarcástica, y volvió a enfriar su semblante.
—¿Estás celosa de ella?
—¿Debería estarlo? Puede que sí esté iniciando una relación con John, así que permíteme dudar.
Frunció sus ojos, como si pudiera leer mi mente y saber qué había en ella.
¿Estaba celosa de Samantha? ¡Claro que no! Yo con Lisa no tenía nada. Cualquier rastro de que sus labios hubiesen besado los míos había sido borrado por los de John. Aunque sí he de admitir que quería volver a probar la boca de Lisa. No quería que lo hiciera con Samantha, sino conmigo.
«¡Maldición! Sí que estoy celosa de verdad.»
—Hacía mucho que no te veía —comentó acercándose hacia mí.
—Estuve ocupada —justifiqué, como si necesitara darle explicaciones a esta mujer que parecía darle lo mismo todo.
—¿Con John? —se burló.
—¿Te importa? —Me separé, intimidada, por su cercanía.
—Al igual que yo, eres la CEO, ¿por qué no debería importarme? —quiso saber con ironía en su voz gutural pero a la vez endulzada.
—Mi vida no te importa, me lo dejaste más que claro —rememoré.
Su manera fría de mirarme aquella vez que Samantha sobrepasó los límites me dejó marcada. Era doloroso.
Sin previo aviso, Lisa dio grandes pasos hacia mí. Yo, asustada, retrocedí hasta dar contra una pared. Recostó uno de sus brazos a un lado de mi cabeza y con el otro sujeto mi mentón. Su mirada desprendía llamaradas. Estaba hipnotizada por sus orbes.
Sus ojos descendieron hacia mi cuello y se acercó a él con parsimonia, torturándome a cada segundo que transcurría y no sentía sus labios sobre mí. ¡Ya quería que me besara, rayos! ¿Por qué tenía tanto poder sobre mí?
Como haciendo caso a mis lascivos y necesitados pensamientos, sus labios por fin rozaron la erógena piel de mi mandíbula nada más haciendo un sutil contacto, solamente para torturarme con la suave caricia. Envió descargas por todo mi cuerpo, y mis piernas casi temblaron ante el roce de sus labios, tan carnosos y deseables que estaban torturándome con sus sutiles toques. A penas me estaba tocando y ya me encontraba ardiendo.
Sus taimados besos se hicieron menos disimulados y comenzó a besarme ejerciendo algo más de presión, pero agradablemente. Repartió ósculos por toda la base de mi cuello, y terminó en la mandíbula. Se separó de mí con los ojos oscurecidos. Agarró mi cuello con la mano que estaba en mi mentón y acercó su boca a la mía. Quería besarla y que me tomara entre sus brazos ardientes, pero una imagen de John se me vino a la mente. Él ya me estaría esperando en la salida, con una sonrisa plasmada en su boca y enseñando sus blancas perlas. ¿Y qué estaba haciendo yo? Dejarme llevar por una mujer a la que no le importaba lo más mínimo.
La aparté suavemente empujando sus hombros. Frunció el ceño ante mi acción, pero se separó, dejándome espacio. En eso, mi teléfono comenzó a sonar. Era John.
—¿Sí? —contesté.
—¿No bajas? —preguntó en un tono divertido.
—¡Sí, en eso estaba! —mentí—. Ahora nos vemos.
—¡Claro! —ratificó entusiasmado.
Colgué la llamada y casi me fui sin mirar atrás.
—¿Ary? —me llamó Lisa. Por poco me caí al suelo de rodillas al oír lo bien que sonaba mi nombre entre sus labios, y más cuando me nombraba por ese apodo.
De todas formas, yo no podía estar perdiendo el tiempo con Lisa. Ella ya me había dejado claro que solamente pretendía jugar conmigo, y por supuesto que no iba a permitir eso. No cuando un hombre encantador estaba dispuesto a hacerme feliz. Ignoré las miles de sensaciones y humedad que me había hecho sentir con unos pequeños besos en el cuello.
—Debo irme —quise interrumpirla. Me dirigí a la salida.
Una mano me retuvo por el hombro delicadamente.
—Feliz cumpleaños —murmuró cerca de mi oído, tan cerca que sentí su aliento húmedo y tibio en mi oreja. El tembleque hizo su magistral aparición.
Quisiera haber permanecido allí y haber besado a Lisa tal y como quería que ella lo hiciese. Me quería dar la vuelta y volver a besar sus labios. Estuve a punto de hacerlo, pero en el último momento recordé que había alguien más.
John me esperaba en la salida. Al verme sonrió tiernamente y plantó otro beso en mi boca. En contraste, sus besos eran mucho más duros. Sus labios estaban algo agrietados y su barba me molestaba, pero mandé al traste eso que consideré como una «superficialidad» y me concentré en la velada que tendríamos. Era consciente de lo que significaba ir a su casa, aunque en un principio sonara como una inocente invitación a cenar. Yo sabía que esa noche terminaría de una forma distinta.
Lalisa
Eché todo lo acumulado a la basura en cuanto me enteré, gracias a mi secretaria, de que Arya estaba comenzando algo con el estúpido de John. Me había mentalizado y preparado para que nada de eso me afectara, pero anda que si lo hacía. ¡Y cómo lo hacía! Me borboteaba la sangre de pensar que él podría besarla cuando y donde quisiera. Me arrepentí enseguida de haber pensado que tendría que alejarme de ella para evitar dañarnos a las dos. La única que se estaba haciendo daño era yo. ¡Cómo no iba a enamorarse de John Cooper, quizás el hombre más perfecto del país! Él la había tratado tan bien desde el principio y yo solo había provocado en ella dolor. Y todo por mi conveniencia.
Era una egoísta, no solo por todo lo mencionado anterior, sino porque en vez de aceptar que ella estaba siendo feliz con otro que no fuera yo, se me metió en la mente que aún no era demasiado tarde. Solo tenía en mente una cosa: hacer que ella me besara a mí y no a él; compensar todo el agravio que había instigado.
El único propósito que tenía era hacer que viniese a mí. Su presencia me era caótica y a la vez me transmitía paz. Me hacía sentir calor en el pecho y una sensación que daba por perdida desde hacía mucho tiempo. Y a la vez, esa misma presencia manifestaba en mi imaginación obscenidades que ansiaba cumplir a toda costa.
Arya no era ella. En el fondo era dulce, solo que yo no había sacado ese lado en ella, ya que solo le había estimulado a comportarse de un modo muy contrario. Pero sabía que bajo toda esa capa de ofuscación que había creado, se escondía alguien totalmente distinto. La quería para mí. Quería que rompiera con toda la insolencia que me caracterizaba. Era tan buena...
La necesitaba. Claro que la necesitaba, pero estaba tan sumergida en mi lobreguez que no presté atención a todo eso que sucedía a mi alrededor; aquello que me hacía sentir de nuevo vivaz. En cambio, solo estaba con la idea en la cabeza de que la única persona a la que necesitaba era Molly, teniendo a una mujer que me hacía perder la cabeza el triple. Que con solo pensar en ella el deseo me poseía como un ente maligno.
Cuando me quise dar cuenta, ella se fue al apartamento de un hombre al que quise despedir de inmediato.
¡Ay de mí, si tan solo la hubiese tenido un poco más en estima...!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro