Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

14

Arya

—Oye, ¿a qué viene eso? —demandó sin alejarse de mí.

    Empezaba a comprender su táctica.

    —Viene a que no voy a caer en eso, Lisa.

    —¿Puedes hablar con claridad?

    —¡Que te digo que no te voy a seguir el juego!

    —¿Qué juego? —interpeló levantando la voz.

    Lo tenía más que claro. Ella se pensaba que le besaría los pies de la misma forma en la que lo hacía Samantha.

    —¡Tú te piensas que me dirás lo que te dé la gana sin conocerme y que al día siguiente no te lo tendré en cuenta por tu cara bonita! —espeté casi gritando. No me importaba llamar la atención—. ¡No pienso dejar que me hagas eso!

    —¿Qué...? —preguntó. Su voz se ahogó por el asombro que mostró.

    Pero eso tan solo era otro juego. No caería en algo tan evidente.

    —Yo no haría algo así —agregó. Su voz aparentaba ser sincera.

    —Ya, claro... —ironicé rodando los ojos—. Pero eso es lo de menos. Aunque no fuera así, eso no cambia el hecho de que ayer me hablaste como a un montón de mierda.

    —Oh, ¡discúlpame si tan solo dije la verdad! —expuso con sarcasmo en la voz.

    —Fue a medias. ¡Dijiste la verdad como te pareció!

    —¿Ah, sí? —masculló burlona—. ¿Acaso el lunes pasado no estuviste ebria y despertaste en mi casa porque te cuidé?

    —Que sí, pero que sigue siendo una verdad a medias.

    —¿Y qué sabes? ¡Si casi ni te acuerdas de lo que ocurrió!

    —¡Te hablo de lo que me llevó a hacer eso! ¿Es que no lo entiendes?

    —Guau, rompiste tu teléfono después de hablar con tu madre. ¿Qué te dijo? ¿Que tenías que quedarte aquí lejos de ella y papi?

    Su insensibilidad y sus prejuicios me molestaban, pero por encima de eso, me dañaban y me hacían sentir un dolor en el pecho inefable.

    Ella había tocado un punto muy sensible para mí. Era una zona muy peligrosa, cubierta de minas que estaban a punto de estallar todas juntas.

    —Aish... ¿quieres saber la verdad?

    —¡Ilústrame, querida!

    —¡Pues que sepas que mi abuelo llevaba enfermo durante mucho tiempo y se encontraba en fase terminal! —grité sin contenerme—. ¡Y de no ser por esa mierda de contrato podría haberme despedido de él! Pero no. Mis maravillosos padres decidieron mentirme con la estimación de su tiempo de vida para arrastrarme engañada hacia aquí. ¡Y todo para que no me distrajera de esta pesadilla de trabajo, en el que ya piensan que soy una zorra que está aquí por acostarse contigo gracias a lo que dijo la cerda a la que te tiras! ¡Y mejor ni hablemos de las pullas que me sueltas constantemente!

    La había dejado bien en sus sitio, con la boca abierta. Sus labios formando una «o» casi perfecta y algo recostada. Estuve unos segundos fulminándola con la mirada. Lo máximo que pude hasta que sentí que mis ojos se estaban inundando de nuevo. No tenía planeado repetir lo de anoche, y menos delante de ella. Por eso, si iba a llorar, lo haría en la intimidad; a solas. Estaba harta de mostrarme débil ante su presencia. Si no era para quejarme del estrés, era por los rumores... Y si yo no estaba borracha, me daba la ansiedad. Y sino, ella se enfermaba y yo la cuidaba, sin saber muy bien por qué.

    Aquella vez desarrollé un instinto que me instigó a quedarme con ella y preocuparme en todo momento. Si no fuera porque ella prácticamente me lo pidió, me habría quedado toda la noche despierta vigilándola. Pero después la odiaba por ese tipo de actitud que tanto detrimento me estaba proporcionando.

    Me largué de la sala agarrando mis cosas y procuré con toda mi voluntad no llorar hasta llegar el hotel. Me encontraba devastada y cansada por el día.

    Estaba segura de que cada día iba de mal en peor.

[...]

    Al día siguiente amanecí angustiada. Era un sentimiento que ya se reiteraba. Me sentía carente de energía. Eso solía ser difícil de ver en mí. A pesar de haber sido una niña muy nerviosa, eso no quitaba el hecho de que fuera también alegre. Y por supuesto que lo fui, mucho. A pesar del terror que me causaba hacer prácticamente todo, siempre afrontaba mis peores días como podía. Eso es algo que me enseñó a enfrentar mi abuelo. Era inevitable sentir una punzada en el corazón al recordar que el hombre que me enseñó a afrontar mi pánico a todo ya se fue, quedándome con un montón de frases por decir en el camino.

    Me quería dar fuerzas para que todo lo que él me enseñó en un pasado no cayese en el vacío. Sabía que tenía que levantarme de la cama e ir a trabajar, pero al final no lo hice.

    Avisé a Lawan de que me avisara si me surgía alguna reunión y me duché y preparé. El plan que tenía ese día era distinto; me iría a la inmobiliaria que me recomendara Lawan y buscaría una casa. Estaba harta de las cuatro tristes paredes del hotel. Tenía que establecerme allí. Iniciar una nueva vida. El primer paso era tener un hogar, y ya lo había chafado, así pues...

    Podía permitirme el lujo de la ausencia. Con todo lo que trabajé ayer, el miércoles no tenía nada importante. Las cosas estaban calmadas porque el día anterior casi llegué a mi límite. Me merecía un respiro. Y ¿qué mejor que elegir una casa nueva? No es algo que se pudiera hacer todos los días.

    Esparcí algo de maquillaje por mi cara para no lucir muerta. Estaba demasiado pálida para lo que mi tono de piel californiano era. Como estaba acostumbrada a recibir los rayos del sol todos los días, pocas veces solía estar blanca. Y no es que la piel se me estuviese blanqueando; es que las ojeras me hacían parecer como un fantasma. O puede que se tratara de la iluminación del lavabo. Me daba lo mismo. De ninguna manera dejaría que todo lo pasado repercutiera en mi aspecto.

    Finalmente llegué a la inmobiliaria. Allí me esperaba un hombre vestido de traje que me recibió con una enorme sonrisa, seguramente practicada.

    —¡Señorita Rose, es un placer recibirla! —manifestó tomando una de mis manos entre las suyas.

    Sus manos, rodeando las mías, me provocaron repulsión. Seguro que las tenía lavadas y tenían una temperatura agradable, pero sentir en ese mismo instante que ese hombre me tocaba mientras miraba sus ojos me hacía sospechar. No me daba buena espina.

    —El placer es mío —concordé, aunque en contra de lo que deseaba hacer. Quisiera haberle dicho que apartara sus sucias zarpas de mis manos, pero no era apropiado hacer algo así simplemente porque no me caía bien.

    Estaba juzgando mal a ese hombre.

    O eso creía yo.

    Nos montamos en su coche. Recorreríamos la periferia de Bangkok llena de casas que nunca habían sido habitadas, tras su construcción; propiedad del gobierno. Entre ellas estaba la que sería mi nuevo hogar.

    Algunas horas más tarde llegamos a una vivienda que captó mi atención por completo por sus colores. Por fuera tenía una apariencia bastante moderna. Había un tejado de pizarra negra y el resto era de color blanco. La residencia estaba rodeada por un gran jardín con una piscina (vacía) y más adelante se podía ver un pequeño bosque. Visualmente ya me tenía ganada.

    Pasamos adentro de la casa para que yo pudiera echarle un vistazo al interior. Por dentro no era muy impresionante. No estaba amueblada, haciéndola ver muy sobria. Si era que me decantaba por esa vivienda, le daría un toque de mi estilo.

    El ambiente que transmitía el parqué marrón oscuro con las paredes de tonos beige me recordó a Acción de Gracias. Contagiaba familiaridad. Estaba segura de que me sentiría como en mi hogar de California en un sábado de invierno por la noche.

    —Esta me gusta —dicté.

    —¿De veras? ¡Pues tiene suerte, porque esta está de descuento!

    —Perfecto —alegué con el ánimo mucho más elevado.

    Tomarme el día libre me hizo bastante bien, después de todo.

    —Deberíamos regresar a la agencia. Se hace tarde. —Me dejó pasar primero por la puerta.
   
    Durante el trayecto recibí una llamada.

    Esa llamada era de Lisa.

    «Ups, me parece que estoy en problemas.» Aunque realmente eso era lo que menos me importaba.

    Descolgué la llamada.

    —¿Sí?

    —Vaya, parece que estás viva —ironizó—. Tienes como unas cinco llamadas perdidas mías. Contemplé la posibilidad de que estuvieras otra vez borracha.

    «Gracias por ese primer golpe tan gratuito.»

    No pasaron ni quince segundos desde que comenzamos a hablar y ya estaba disparándome.

    —Se te ve calentita, ¿a qué se debe el placer?

    —A que hoy cierta persona ha pasado de venir a trabajar. Y por si no fuera poco, no has dado señales de existir. —Sonaba enojada.

    —Oh, discúlpame, Lisa, pero yo a ti no te tengo que dar explicaciones de lo que hago —la coloqué en su lugar—. Te recuerdo que somos iguales.

    —¿Igual a ti? ¿Yo? —Se carcajeó.

    —Si no piensas decirme nada que me interese, te tendré que colgar con todo el dolor de mi alma —fingí tristeza.

    —Dime dónde estás —proclamó con dureza.

    —Primero dime tú para qué quieres saberlo —la provoqué.

    —Para ir a recogerte —me informó con impaciencia—. Debemos discutir unos asuntos de suma importancia en mi casa.

    Gruñí al otro lado de la línea.

    —Está bien —resollé—. Pero iré yo en coche.

    —Como quieras —dijo con simpleza—. A todo esto, ¿qué estás haciendo?

    —Comprar una casa —me regocijé.

    La oí atragantarse al otro lado de la línea.

    —¿Un miércoles? —inquirió.

    —¿Qué con eso? Ayer estuve trabajando como una desgraciada. Y creo que me merezco un respiro.

    —Pero...

    No la dejé acabar porque corté la llamada y me centré en bajar del coche. No me percaté de la presencia del hombre que me había acompañado durante toda la tarde. Había discutido con Lisa. No me quería ni imaginar lo que pensaría de mí. O de nuestra relación, visiblemente pésima.

    Dentro del edificio rellené unos papeles y acordamos que al día siguiente regresaría para elegir varios muebles que me había ofrecido. Me extrañó que la casa estuviera en descuento y encima trajera consigo un sofá, dos camas y tres estanterías. No era común.

    Me lo tomé como un golpe de suerte que había tenido tras aquellos últimos traspiés. Me dirigí a la salida con un peso quitado de encima y pensando que dentro de poco tendría un sitio al que llamar «hogar». O eso esperaba hacer, porque no tenía familia allí. Me daba fuerzas pensar que solamente me necesitaba a mí. Ya era independiente.

    Estaba a punto de agarrar el pomo, cuando de repente noté que alguien bloqueaba la puerta con su brazo. Noté un abultamiento comprimirse contra mi trasero. Todos mis nervios se pusieron en modo de alerta. Mi primer instinto fue girarme para encontrarme con el autor.

    —¡¿Q-qué se cree que hace?!

   

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro