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07: Un futuro incierto

Los personajes no me pertenecen, todos los derechos a los respectivos creadores.
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-No puede ser... -susurra Goku, asombrado pero decidido a no retroceder. Aunque sorprendido, no siente miedo, solo una mezcla de conmoción y determinación.

El autodenominado dios comienza a gritar estruendosamente, rugiendo como un animal salvaje y golpeándose el pecho con una fuerza que sacude el suelo. Un fuego rojo, abrasador y enigmático, envuelve a Ares, quemando lentamente su piel pero sin provocar ninguna reacción visible más allá de sus rugidos de guerra.

-Oye, ¿quieres agua? -Goku intenta desviar la atención de la batalla, pensando rápidamente en una estrategia mientras se resguarda de aquel fuego desconocido.

¡BOOOM!

Antes de que pueda reaccionar, Ares aumenta su velocidad de forma espontánea y le asesta un golpe devastador que Goku no pudo prever. El impacto lo envía volando varios metros hacia atrás.

¡BOOOM! ¡BOOOM! ¡BOOOM!

Goku lucha por esquivar los golpes siguientes, pero se da cuenta de que no podrá evadirlos todos. A pesar de su resistencia sobrehumana, sigue siendo un niño y no puede soportar el implacable asalto de un enemigo tan poderoso.

Desesperado, intenta lanzar hechizos para contraatacar, pero su magia aún no ha alcanzado el nivel suficiente para hacerle frente a la imparable efectividad de su oponente.

Ares parece haber entrado en un estado de trance, sin mostrar ninguna reacción lógica, más como una bestia enloquecida que solo busca destruir a su enemigo.

La idea de huir cruza la mente de cualquier persona con un mínimo de sentido común, pero Goku no ha sido educado para ceder ante la adversidad. Él se ha comprometido a luchar y está decidido a derrotar a Ares, sin importar las circunstancias.

Donna observa la batalla con preocupación, consciente de que Goku está en peligro. Aunque ella entiende que su raza entrena desde una edad temprana, no puede evitar sentir angustia al ver a un niño enfrentándose al dios de la guerra.

Gira ligeramente la cabeza hacia su madre, a punto de decirle algo, pero Hipólita se adelanta:

-No, Donna, no puedes intervenir -le advierte con autoridad.

-¡Mira eso! -exclama Donna, señalando horrorizada.

-Ares se ha vuelto más fuerte... Por eso no puedes involucrarte, sería suicida -responde Hipólita con seriedad.

Donna mira a su madre incrédula y aprieta los puños con impotencia.

-¿Y qué hay de Goku? -pregunta desafiante.

Hipólita aparta momentáneamente su mirada de la batalla para dirigirse a su hija, negando con suavidad.

-Es solo un niño.

-¡Pero tiene el alma de guerrero! -responde Donna, con determinación en su voz-. Y recuerda que tú también eres una guerrera. ¿Querrías que intervengan en tus batallas?

La reina se queda en silencio por un momento, mirando fijamente a su hija. Finalmente, suspira y responde:

-Hace un momento te dije que confiaras en él, ¿dónde está tu fe ahora? -dice, arqueando una ceja-. ¿Ves a su supuesto tutor en alguna parte?

Donna escruta el campo de batalla más allá del enfrentamiento y utiliza su aguda vista para buscar al hombre que afirmaba ser el tutor de Goku. Sin embargo, no logra encontrarlo.

-Ese hombre está en un nivel completamente diferente al nuestro -explica Hipólita-. Podría derrotar fácilmente a Ares, pero no está aquí. Supongo que no está tan preocupado o que tiene una confianza abrumadora en este niño. Tal vez, ambas cosas.

La princesa no responde, vuelve su atención a la batalla que se desarrolla ante sus ojos.

¡ZOOM! ¡ZOOM! ¡BAM! ¡BAM! ¡KABOOM!

El choque de poder y habilidades se intensifica mientras Ares y Goku continúan su enfrentamiento. Los golpes y explosiones resuenan en el campo de batalla, generando una sinfonía caótica de sonidos.

Goku, aprovechando su instinto de lucha y su capacidad para adaptarse rápidamente, despliega una serie de movimientos ágiles y precisos. Esquivando y contrarrestando los ataques de Ares, utiliza su velocidad sobrehumana para moverse como un rayo por el campo de batalla.

¡WHOOOSH! ¡BANG! ¡CRACK!

El fuego de Ares se intensifica, pero Goku no se deja intimidar. A medida que los golpes del dios de la guerra se acercan, Goku responde con una fuerza y velocidad sorprendentes. Sus puñetazos y patadas impactan con precisión, creando ondas expansivas que envían a Ares tambaleándose.

-¡No podrás vencerme! -exclama Goku, su voz llena de confianza y determinación.

Ares, enfurecido por la valentía y la resistencia de su joven oponente, redobla su ataque. Sus movimientos se vuelven más salvajes y violentos, pero Goku se mantiene firme, confiando en sus habilidades y en su propia evolución reactiva.

En medio del caos, los espectadores observan la batalla con asombro y preocupación. El suelo tiembla bajo la intensidad de los impactos y las explosiones, mientras el cielo se oscurece por la energía liberada en cada encuentro.

Goku, con sus ojos centelleantes y su espíritu inquebrantable, no se rinde. Se sumerge en la pelea con una determinación férrea, dispuesto a proteger a quienes ama y a demostrar su valía como guerrero.

El enfrentamiento entre el niño prodigio y el dios de la guerra se convierte en un duelo épico, una danza de poder y coraje que desafía los límites de lo imaginable. En ese momento, Goku comprende que está escribiendo su propia leyenda, forjando su camino como un guerrero legendario.

Con cada golpe y contragolpe, la tierra tiembla bajo la ferocidad del enfrentamiento. Los movimientos de Goku se vuelven más fluidos y su destreza marcial se perfecciona a medida que se sumerge más en el combate. Cada vez más confiado en su poder, Goku canaliza su energía en un último ataque deslumbrante.

¡AHHHHH!

Un rayo de energía azul y resplandeciente se dispara de las manos extendidas de Goku, atravesando el campo de batalla con una fuerza devastadora. El impacto del ataque envuelve a Ares en una explosión brillante, lanzándolo lejos con una fuerza abrumadora.

El humo y el polvo se dispersan lentamente, revelando a Goku de pie en medio de la destrucción. Su cuerpo, cubierto de heridas y con la ropa rasgada, muestra el costo de la batalla, pero su mirada ardiente y su sonrisa de satisfacción demuestran que ha alcanzado la victoria.

El silencio cae sobre el campo de batalla, roto solo por la respiración agitada de Goku y los susurros de asombro de los espectadores. Ares yace derrotado, sus rugidos de guerra se han apagado y su cuerpo revela su derrota ante el niño que se ha convertido en su igual.

Donna, con lágrimas en los ojos, corre hacia Goku y lo abraza con fuerza.

-¡Lo hiciste!-dijo- ¡Eres increíble!- su voz temblaba de emoción.

Goku, abrazado a Donna, siente el latir acelerado de su corazón y la adrenalina que aún corre por sus venas. Sin embargo, su celebración se ve interrumpida cuando llega alguien más.

Sparda, con su imponente figura demoníaca, se pavonea frente a las Amazonas. Su rostro distorsionado por una sonrisa malévola muestra sus afilados colmillos, y sus ojos brillan con un destello de maldad. El orbe naranja con las cuatro estrellas rojas brilla en sus manos, irradiando una energía espeluznante.

El demonio señaló el orbe con una mirada acusadora hacia la reina Hipólita-. Mujer, ¿qué hacía esto en tu reino?- preguntó con voz amenazante, mientras sus ojos se posaban tanto en el objeto como en la preocupada reina.

Hipólita parecía nerviosa, notando de reojo a su leal consejera, Areto, quien se mantenía a unos metros de distancia. Susurros silenciosos entre ellas indicaban que la verdad era la única opción, pues mentirle a un ser tan poderoso sería inútil.

-Fue hallado en la playa hace aproximadamente tres lunas llenas. El mar lo trajo hasta nosotros, y aunque consideramos devolverlo, al percibir su magia decidimos conservarlo y estudiar sus propiedades- respondió la reina, mirando dubitativa al demonio-. Nos dimos cuenta de que este orbe albergaba algo divino. ¿Por eso Ares ha acudido aquí, verdad?

El demonio desestimó sus palabras con desdén-. Estaban explorando cosas que vuestros meros cerebros mortales no pueden comprender- declaró con superioridad.

En ese momento, Goku, quien había sanado de sus heridas en un instante, se soltó del abrazo de la princesa y se dirigió hacia su guardián, Sparda.

-Sparda-san, ¿qué tienes en tus manos?- preguntó Goku con genuina curiosidad.

El demonio observó al joven y guardó silencio unos instantes, debatiéndose internamente sobre si era más prudente mantener la información para sí mismo o explicársela a Goku. Aunque el muchacho había derrotado a un ser olímpico, seguía siendo un mocoso y los peligros que le esperaban eran enormes.

Sin embargo, el demonio comprendió que si no escuchaba la verdad de sus labios, no quería ni imaginar quién más podría manipular el objeto. Decir la verdad a medias sería su mejor opción.

El demonio suspiró y se inclinó hacia el niño-: Goku, este objeto es conocido como el Orbe Estelar, también llamado la Esfera del Dragón. Es un antiguo artefacto que contiene un poder inmenso y peligroso. Junto con otros seis orbes similares, puede realizar cosas asombrosas. Se dice que fue creado por una antigua civilización celestial y otorga un poder inconmensurable a aquellos que lo poseen. Sin embargo, también puede corromper a aquellos que no son dignos de su poder- habló en voz baja para que nadie más pudiera escuchar.

Las palabras dejaron al joven estupefacto. La idea de que algo así pudiera existir superaba incluso los mangas y cómics que había leído mientras estuvo en el internado.

-¿Qué vamos a hacer con esto?- preguntó Goku, un poco alarmado, sintiendo un nudo de nervios o quizás de adrenalina ante la perspectiva de otra aventura.

-Por ahora, ¿podrías guardarlo por mí?- extendió el orbe-. Después de todo, derrotaste a Ares, así que tienes derecho a poseerlo- dijo con una sonrisa apenas perceptible.

Goku recibió la esfera y contempló fascinado las cuatro estrellas rojas que brillaban en ella.

-Creo que nuestra visita concluye aquí, pequeña reina- anunció Sparda-. Normalmente diría que fue un gusto, pero ambos estaríamos mintiendo, ¿no?

Hipólita miró el orbe en manos del peli-palmera y soltó un suspiro frustrado, al saber que ahora estaba fuera de su alcance. Inclinó la cabeza y ofreció la sonrisa más falsa que los gobernantes suelen dar a los visitantes-. Lamento cualquier malentendido- miró a Goku-. Gracias por ayudarnos con Ares.

El niño miró hacia la dirección donde había expulsado al supuesto dios hace solo unos momentos, pero ya no percibía nada allí.

Suspiró-. No fue nada, me divertí- sonrió apenado-. Adiós, Donna- agitó su mano hacia la princesa.

La reina observó cómo su hija no podía ocultar el rubor en sus mejillas debido a la sonrisa radiante que le brindaba el niño. Eso podría resultar útil en el futuro.

El demonio colocó una mano en el hombro de Goku y miró con arrogancia a todos. En un estallido púrpura, los hizo desaparecer.

__________

El Señor Orden estaba en su laboratorio, con un libro abierto sobre la mesa en el que estaban escritas runas que no se asemejaban a ningún idioma humano. En su mano sostenía un frasco con un líquido oscuro, la sangre de Sparda.

Contempló eso con fascinación, cuánto poder en tan solo unas gotas de vida. En las manos equivocadas, muchas cosas malas podrían suceder. Por suerte, el Dr. Fate no permitiría que eso ocurriera. En nombre de Nabu, pobres de aquellos que intentaran robarle.

Iba a continuar con sus estudios cuando escuchó un torbellino a sus espaldas. Cerró el libro y desapareció el frasco. Al voltear, vio a Goku y a Sparda.

-Espero que se hayan divertido- dijo con voz monótona-. Y también que hayan comprendido las consecuencias de pronunciar hechizos sin conocerlos- dirigiendo su mirada al más joven.

Goku se rascó la nuca y rió nerviosamente, mientras el albino le dio un pequeño golpe en el hombro y le indicó que prosiguiera.

-Lamento mi imprudencia, no volverá a suceder- dijo haciendo una reverencia.

Dr. Fate asintió, aceptando sus disculpas, luego sus ojos se fijaron en algo en particular-. Al parecer, su visita a las amazonas no fue en vano.

El niño ocultó la esfera de cuatro estrellas tras su espalda y miró desconfiado al hechicero.

-¿Puedo verlo?- preguntó agachándose y extendiendo la mano.

Goku dudó por unos segundos, pero finalmente le entregó el orbe con cuidado. Cuando estuvo en posesión del Dr. Fate, el hechicero levantó una ceja y contempló la esfera, encantado por su brillo.

-Tanto poder en algo tan pequeño, quién lo diría- comentó en voz baja- ¿Qué deseo le pedirías al dios dragón si lo tienes frente a ti?

-Podría dármelo- pidió Goku un poco ansioso.

-Claro- lanzó la esfera y el niño la atrapó sin problemas-. Cuídala bien, muchas personas curiosas se fijarán en ti por poseer eso- dijo con seriedad, y el niño asintió.

-¿Por qué no vas a entrenar un poco?- propuso Sparda-. Los adultos debemos charlar, ya hablaremos de tu escapadita más tarde.

El niño asintió, tal vez ahora debería seguir más las instrucciones y no salirse tanto con la suya, quería evitar una reprimenda más severa.

Una vez que los dos adultos estuvieron solos, la diminuta sonrisa en el rostro de Sparda desapareció y en su lugar aparecieron unos ojos sin emoción alguna.

-Esto es un problema- declaró sin más, cruzando los brazos.

-Lo sé- el Señor del Orden parecía estar de acuerdo-. Creí que Kami las había ocultado mejor, supongo que le asigne algo que excedía sus habilidades- dijo con un poco de molestia.

-Una esfera del dragón en la isla de esas zorras- comentó Sparda con fastidio-. Hace siglos que no aparecía una, y tenía que ser en ese lugar. Afortunadas de que fuera un sucio olímpico quien fuera por ella y no algo peor.

-¿Qué olímpico?- preguntó el Dr. Fate, intrigado.

-Ares, el maldito idiota obtuvo un poder elemental y fue con la confianza de que eso bastaría- explicó Sparda con un deje de malicia hacia la excesiva confianza del otro.

-Imagino que enfrentarse a ti fue humilante - reflexionó el hechicero.

-No peleé con él, le di ese gusto a Goku- declaró Sparda con una diminuta pizca de orgullo.

-¿El niño?- pareció sorprendido-. Hmp, aprende rápido, o quizás soy un maestro estupendo.

-Lo primero- dijo Sparda, bajandole los humos-. Y retomando el tema, debemos buscar el resto de las esferas. Es probable que Ares no esté trabajando solo y que también atraiga la atención de otros invitados indeseables.

-¿Y luego qué?- preguntó el Dr. Fate- ¿Pedir un deseo? Yo no deseo nada, ¿y tú?

-Las destruiré- declaró Sparda con determinación-. Sé que tendré que utilizar parte de mi poder para romper la magia de los dragones, pero si eso significa liberar al mundo de cualquier deseo estúpido, no tengo otra opción.

Dr. Fate asintió, comprendiendo la seriedad de la situación-. Será una tarea peligrosa, pero debemos asegurarnos de que las esferas no caigan en manos equivocadas.

Ambos se sumieron en un silencio reflexivo, conscientes del arduo camino que les esperaba. El destino del poderoso artefacto estaba en juego, y no podían permitir que cayera en las manos de aquellos que lo usarían para fines oscuros.

Con una determinación renovada, el Señor Orden y Sparda comenzaron a trazar un plan para localizar y destruir las demás esferas del dragón, dispuestos a enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en su camino.

Mientras tanto, Goku continuaba su entrenamiento, ajeno a las conversaciones de los adultos. No sabía lo que les deparaba el futuro, pero estaba decidido a superarse.

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Ares sintió un profundo dolor en esos momentos, y decir que era solo físico sería subestimarlo. No había experimentado algo así en siglos, y eso despertó en él una mezcla de emociones: la emoción de haber tenido una batalla que lo llevó al límite y la vergüenza de recordar que su rival había sido un niño que, además, lo había derrotado.

Nada podía ser peor en esos momentos. Abrió los ojos y una vena se marcó en su cuello al ver a los esbirros del anciano Daimao acercándose cada vez más.

-¡Aléjate!- gritó con todas sus fuerzas, intentando lanzar un golpe que resultó en vano debido a su debilitado estado.

-Muchachos, por favor, denle espacio- habló Daimao desde unos metros de distancia.

Sus fieles sirvientes obedecieron, aunque no sin antes dedicarle una risa burlona al hijo de Zeus.

-Deberías ser más humilde, Ares- comentó el anciano con calma-. De no ser porque ellos te sacaron sin que nadie se diera cuenta, ahora mismo estarías haciéndole compañía a tu abuelo.

-Tsk- gruñó el dios, sintiendo arder su furia. -Más te vale callarte si no quieres que te reduzca a cenizas- amenazó, mientras sus manos se iluminaban con fuego.

-No olvides que fui yo quien te otorgó ese poder- respondió Daimao sin inmutarse ante la amenaza-. Y aún así fracasaste, ni siquiera te venció un demonio, sino un mocoso.

Una risa burlona escapó de los labios del anciano, y sus hijos se unieron al juego. Ares contuvo el aliento, consciente de que no estaba en posición de iniciar una pelea que no podría ganar.

-Ese mocoso resultó ser más que un simple humano- admitió Daimao con cierta sorpresa.

-Lo noté, idiota- respondió Ares con irritación-. Pero no te equivoques, en la próxima oportunidad mataré a ese niño.

Daimao sonrió siniestramente-. Ya no podré confiar ciegamente en ti. Es momento de que yo también entre al juego- declaró, dejando en el aire un aura de misterio y peligro.

Fin del capítulo 7.

Vaya... cuánto tiempo sin noticias o algo nuevo de esto.

Daré, como todo en este fic, un nuevo poder y un origen alternativo a las esferas del dragón para que todo encaje, seguiré manteniendo lo de los deseos pero no será tan sencillo como en canon, en DC hay muchas cosas que piden deseos, necesito algo que haga destacar a las esferas.

Voten, comenten, etc. Adiós!

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