04: Orgullo
Los personajes no me pertenecen, todos los derechos a los respectivos creadores.
Goku era llevado por esas bellas mujeres a un lugar desconocido, iba encadenado y en todo momento apuntado por lanzas. Por momentos recibía miradas de curiosidad o desconcierto, sin embargo, otras eran de repudió, enojo o hasta de odio. No comprendía a qué se debían estas últimas.
En cualquier momento podría romper sus ataduras e irse del mismo modo en que llegó. Pero prefería permanecer, deseaba saber en qué tipo de lugar se encontraba.
Tras salir del bosque se toparon con una serie de edificios de mármol, el peli-palmera recordó esa historia de 300 hombres en un lugar llamado las Termopilas la cual le encantó mucho leer y deseaba que sacasen alguna película en el futuro. Hasta había gente entrenando en combate.
Con la notoriedad de que no había ni un solo hombre; ni niño, adulto o anciano. Todas eran mujeres y todas le daban más de esas miradas que no entendía.
-Sigue caminando- ordenó una soldado al notar que se había detenido.
Hizo lo pedido y por momentos lo que hacían esas mujeres además de pelear entre ellas. Algunas parecían trabajar con artesanías, otras con esculturas, había unas pocas que pronunciaban poemas, tomando clases de matemáticas o filosofía y demás trabajos.
-(¿Acaso viaje al pasado?)- piensa en esa probabilidad, dado a qué ese lugar parecía estar trabado en el tiempo.
Y conforme caminaba, más y más mujeres notaban su presencia. Tuvo que mover la cabeza para esquivar un tomate que le lanzaron.
-¡Calma, por favor!- dijo la misma azabache que tuvo la idea de traerlo consigo- Vamos al salón del consejo- avisó.
Entonces como hormigas siguiendo a su líder, empezaron a seguirlos. Finalmente llegaron a una especie de senado.
Cuando ingresaron se encontraron con un grupo de mujeres discutiendo sobre quién sabe que de política. Una de ellas estaba sentada en un trono adornado.
-¿Qué sucede aquí?- pregunta con calma, pero sin perder su autoridad.
Es una mujer de facciones fuertes, pero delicadas tal cual un miembro de la realeza; sus ojos eran azules y estaba ligeramente maquillada con pigmentos naturales, su cabello era ondulado y de un negro que parecía azul, sus ojos tal cual el mar. Vestía con una armadura parecida a la que portaba la princesa, solo que color morado y una capa a juego. Portaba una corona bien adornada en señal de su posición.
-Mi señora él es...
-La criatura que cayó en el bosque, aunque ya no te puedo llamar así...niño- habló con seriedad- Veo que no hicieron lo de siempre con este invasor, Donna y Artemis- dice mirando a la azabache y pelirroja.
-Su majestad, fue idea de ella- la ya identificada como Artemis no tardó ni un segundo en responder.
-Vaya que eres chismosa- se quejó Donna.
-Suficiente, ya está aquí- dijo la reina- Hagamos un juicio de una vez- ordenó.
Y los murmullos comenzaron, Goku permancia inmutable a todo, no tenía miedo.
-Mi señora. ¿Está segura?- habló una Amazona de piel oscura que usaba una túnica blanca y joyería. Ella es Areto, la astrónoma entre la mujeres y miembro del consejo.
La reina comprendía el escepticismo de la consejera, pues al igual que todos sentía la energía desbordante de ese niño. ¿Pero no sería peligroso, solo es un niño, verdad?.
-Muy segura- responde con calma.
Pronto las butacas por encima de las sillas del consejo y al rededor del trono fueron llenadas por las otras mujeres que querían ser espectadoras, ya que era un juicio público. Las que no obtuvieron asiento, esperaron paradas a unos metros de distancia hasta la puerta estaba repleta.
Solo Artemis, Donna y unas soldados más permanecieron al lado del peli-palmera.
Sentía la mirada de todas y gran mayoría no eran con agrado.
-¿Cómo te llamas?- preguntó la reina, permaneció en completo silencio.
-¡Responde!- clamó Artemis antes esa "falta de respeto".
«Y justo mi hermana se llevó el Lazo consigo» piensa Donna sobando su cien.
La hija mayor de la reina, partió al mundo del hombre hace ya un tiempo lejano y se llevó consigo unos cuantos objetos.
-Calma- habló la reina levantando su mano en señal de silencio, comprendía esa falta de confianza-. Soy Hipólita reina de las Amazonas- se presentó, debía ser cautelosa, después daría el veredicto si matarlo o usar sus genes.
-¿Amazonas, eso son ustedes?- preguntó mirandolas, notandolo más no parecía ser fuertes. Comparando con otros seres que había conocido, quizá si peleaba con un grupo se divertiria.
Algunas mujeres lo vieron con ofensa, se sintieron tratadas como objetos o criaturas.
-Si, eso somos- respondió la reina, como gobernante ella era la más diplomática entre sus hermanas- ¿Ahora nos dirás tú nombre?.
-Son Goku- dijo con tranquilidad, como sino le importará su "juicio"- Me llamó Son Goku- repitió más fuerte para que todos le escucharán.
De nuevo hubo murmullos, era un nombre Interesante.
-Si sabes que estar aquí es un delito- otra mujer tomó la palabra.
Era morena y de largo cabello, vestía con una armadura neta con dorado. Su nombre es Phillipus, una general miembro del consejo y como dato extra es la amante de la reina.
-¿Desde cuándo es un delito estar perdido?- pregunta inclinando su cabeza hacia un lado y con una expresión de confusión, eso no tenía sentido.
-Mocoso descarado...- murmura Artemis, ya estaba deseando matarlo.
Hipólita por otro lado arqueó suavemente una ceja, era alguien que al parecer no se podía domar. Algo muy interesante.
-Te encuentras en nuestra isla, Themyscira- explica y observa como Goku medita por unos segundos.
-Nunca leí sobre este lugar- dice más para si mismo que para las demás- ¿Por qué no hay hombres?.
-Porque el mundo del hombre es malvado- responde Phillipus.
-¿Mundo del hombre? No sabía que el mundo tenía propiedad- dice y más de una mujer se rió pero rápido recuperaron la compostura.
-Se llama así- Donna tomó la desición de hablar- Porque son los hombres quienes lo controlan, aquí somos nosotras- explica.
Goku la observa, piensan que tienen un complejo o algo así.
-Ya nos estamos desviando del tema. ¿Qué eres exactamente?- pregunta una amazona rubia que usaba una especie de gocles. Su nombre es Althea, doctora de la isla y otra miembro del consejo.
-¿Por qué debo responder todas sus preguntas? Perfectamente puedo irme ahora y no perturbar más su paz- dice viéndolas con aburrimiento.
Ahora mismo parecía todo menos un juicio, estaba hablando con mucha libertad.
-Calla- una Amazona le dió un golpe con su lanza o eso intento pues tambaleó cuando...
¡Paaam!
-¡¿Qué está pasando?!- exclamó Artemis al sentir ese temblor.
¡Paaam!
-¡¿Nos están atacando?!- pregunta Areto con alarma.
De pronto el lugar se oscureció porque el cielo fue cubierto por gigantes nubes negras. De allí cayeron rayos púrpuras que golpeaban la tierra con ferocidad.
-Majestad, de la orden- pregunta una soldado al querer saber el proceder- ¡¿Majestad?!- Hipólita no responde.
-Un demonio acaba de llegar- dice en voz baja, pero su gente tiene sus sentidos muy desarrollados.
Las más jovenes no comprendieron, las cuenta cuentos se sorprendieron por la mención de ese mito. Pero las más mayores; esas que sobrevivieron a las antigua guerras, temblaron y se tensaron, pues esos seres son algo mucho peor que los mismos Titanes.
-Con que llegaste- murmura Goku y Donna alcanzo a oír, pero no pudo preguntar nada.
¡Paaam!
Porque un tercer temblor llegó y el centro de la sala se llenó de los mismos rayos.
«Siempre tan dramático con las entradas» piensa el peli-palmera.
De golpe eso se detuvo, de entre esa energía se materializó cierto albino de gabardina morada. Mantenía sus ojos cerrados.
Todas y cada una de las Amazonas; desde la reina hasta la más débil levantaron la guardia, estuviesen armadas o no, fue su instinto de defensa lo que las hizo hacer eso. Aunque ignoraban otro instinto de supervivencia, el miedo, esa voz que les suplicaba a gritos que no atacarán a ese hombre y ni que lo retarán, porque sería lo último que podrían hacer. Eran muy orgullosas para aceptar que un ser del género masculino las pusiera de esa forma.
Sparda permaneció con los ojos cerrados unos momentos y cuando los abrió, las ganas de pelear se hicieron polvo.
No importaba en que dirección se encontrará, al frente, atrás, izquierda, derecha o incluso si era alguien que estaba por fuera del recinto y solo escuchaba. Todas sintieron esa mirada por igual, ni una sola se salvó.
Una mirada que no detonaba nada más que terror y desesperación en sus almas. Era una más fría que un iceberg y tan cortante como un millón de espadas, entonces comprendieron que no debieron ignorar ese instinto de miedo.
¿Cómo ignorar a la naturaleza? Ya el orgullo no tenía que ver en un sentimiento tan inherente como ese.
Porque aunque no detonase alguna presión más con su aura, no lo necesitaba, ya había pretrificado a una raza entera. Y cuando sus ojos empezaron a recorrer su lugar, más de una deseo arrancarse los ojos, algunas se desmayaron y otras más vomitaron porque sus cuerpos no resistían, pues notaron que la muerte podría ser un regalo si se topan con unos ojos así.
Incluso la reina Hipólita quién se paró de su trono lista para defenderse, cayó sentada de nuevo ante esa presión. Ni siquiera Zeus fue capaz de tal hazaña.
El demonio acomodó su monóculo y ralajo su mirada, ya no necesitaba detonar más poder si ya tenía todas esas almas en sus manos.
Empezó a caminar hacia dónde estaba su protegido, con toda la elegancia de un caballero. No hubo murmullo, como si cada boca hubiera sido cocida, por lo que solo se oían sus suaves e imponentes pasos contra el suelo a un ritmo lento como los tambores de la muerte.
-Se que eres curioso, pero eso no excusa que seres inferiores a ti te puedan encadenar- habló con una voz suave como el viento, dirigiendo su mirada solo hacia el niño que era prisionero de las Amazonas.
Todas las mujeres centraron sus ojos en el peli-palmera, se necesitaba una fuerza casi divina para liberarse de esas ataduras...o eso creían
Goku entonces rompió sus cadenas ejerciendo un poco de presión, finalmente todas comprendieron que eso no era un "juicio" solo se estaba entreteniendo como todo niño.
-Si viniste- dice viendo a su guardián con una sonrisa.
-Tuviste suerte de que yo estuviera cerca y que no estuvieras en un verdadero peligro- explica Sparda, ya después se encargaría de reprenderlo.
-Lo siento, no es mi culpa que me dejen sin vigilancia- se excusa encogiendo sus hombros, el demonio solo pone una mano en su cabeza y revuelve su cabello.
Parecía que solo estaban enfocados en ellos dos, porque ninguna de las mujeres parecía poder o querer hablar. Claro, hasta que su reina se armó de valor.
-¡¿Quién eres tú?!- preguntó ignorando por completo sus nervios, ya con su mano en la empuñadura de su espada.
Sparda deja de ver a Goku y centra su mirada en Hipólita, una mirada que solo detonaba diversión.
-Solo vine en su búsqueda- con sus ojos señala al niño- ¿Qué clase de tutor sería sino vengo?- pregunta con calma.
-Eso no responde mi pregunta...- dice con seriedad.
-¿Quien eres tú para exigirme respuestas?- pregunta con una sonrisa ladina.
-Ella es Hipólita, la reina de nuestra gente. Muestra más respeto y arrodíllate- habló una de las generales.
Entonces tanto Sparda como el niño se rieron con ganas, las que ya habían salido de su miedo fruncieron el ceño por ese descaro.
-¿Me hablas a mi respeto?- el rostro del demonio pasó de risa a completa seriedad, miró a aquella mujer y luego a Hipólita- Cualquier gobernante debe demostrar algo para que otro se incline ante él. Yo soy el amo del desespero y tú no has mostrado nada para tener mi respeto, pequeña reina- la señaló y no pudo sostenerle la mirada.
Donna miraba todo en un estado de shock, no podía creer que su madre, la mujer más dura del universo. Se viese así de sumisa ante un hombre.
-Deja de hacer eso- habló el albino con fastidio.
Miró a una mujer que usaba las ropas de una sacerdotisa. Su nombre es Castalia, la óraculo de Themyscira y otra miembro del consejo.
La mujer tembló ante esa llamada de atención, se dió cuenta que su don servía para poco o nada.
-Indagar sobre lo que haré ahora a de ser frustrante para ti, no ves más que infinitas posibilidades en las que solo me retiro o en las que acabo con todas aquí...o algo peor, la precognición es tan inútil- explica con calma.
Castalia no responde solo acacha la mirada sintiéndose completamente inútil.
-¿Cómo se llama?- todas las Amazonas tiemblan al escuchar el respeto con el que Hypolita le habla al demonio.
Sparda sonríe con condescendiencia, finalmente estaban respetando rangos.
-Mi nombre no importa...
-Ustedes son invasores en nuestra soberanía- hablo Areto.
-¿Invasores? Dudo que ustedes sean muy respetuosas con sus supuestos invasores- responde con seriedad.
Sabían bien a qué se refería, pero no lo reconocerían.
-Consideran que por vivir aquí son mejores a los hombres, pero son igual a ellos con todo y sus pecados- dice con brutal sinceridad.
-Usted no sabe eso- habla Phillipus.
-Claro que lo sé, su supuesto papel divino y su liberación de la esclavitud- esa revelación causo la sorpresa colectiva- ¿Realmente que saben sobre la esclavitud?¿su libre alberdrío ha sido arrebatado?¿han sido encadenadas de tal forma que ni siquiera su alma pueda moverse con comodidad?- una pregunta salió de su boca y le siguieron las otras.
Entonces la duda invadió a más de una, ¿realmente fueron esclavas del hombre? quizá solo sintieron que recibieron más órdenes de la cuenta.
¡NO! Sus diosas las habían liberado, le habían dado a Hipólita la fuerza para unir a las suyas.
-¿Y de la libertad qué saben?- eso no se lo esperaban-. Realmente piensan que este lugar es su espacio de libertad, dónde no serán juzgadas por nada y será su utopía. Pero si su libertad se resume a un lugar realmente no son libres- la dureza en sus palabras pesa mucho.
-Este es un paraíso, así fue concebido por las cinco diosas- dice Castalia.
-He visto tantos lugares más allá de las estrellas y más allá de su comprensión...que realmente llevan las palabras de paraíso más allá del concepto de perfecto- dice con desinterés.
Por un momento nadie habla, solo se quedan en sus pensamientos. ¿Qué tan equivocada estaba su sociedad para odiar a los hombres?¿realmente era algo malo?.
«El mundo del hombre es duro...pero no lo recuerdo con maldad» piensa una general de nombre Hessia, recordando los años en los que se aventuraba al mundo exterior para buscar a sus hermanas replegadas por el mundo.
Artemis no soporto más, no le importo lo que su instinto le decía solo quería hacer callar a ese irrespetuoso.
-¡Artemis!¡NO!- exclamó Donna al verla levantar su hacha y correr hacia Sparda.
¡Paaam!
Una gran corriente de viento hizo que todas las mujeres movieran sus cabezas.
-¿Pe-pero...- la pelirroja estaba en un completo estado de shock.
Vio que únicamente como el albino tenía un dedo levantado, pero ni siquiera toco el hacha, quedó a centímetros.
Después movió ese mismo dedo de arriba a abajo.
¡CLICK!
Su arma se hizo pedazos entre sus manos, pronto sintió como su armadura se rompía también. Destapando su piel y quedando al completo natural.
Cayó de rodillas y tapándose, tanto ante los hombres que la veían como antes sus "hermanas". Pero notó que aquel ser de ojos azules no la veía con lujuria o algún deseo carnal, solo con decepción.
-Si con ese cuerpo pretendes ser guerrera, realmente no sobreviririas ni un momento peleando con un esbirro común del infierno- dice inclinandose a su altura- Hasta aquí me llega tu aroma a humano- susurra solo para ella.
Esa revelación hace que los ojos de Artemis se ensanchen en gran medida.
Hace tres mil años, Hipólita y su hermana Atíope dividieron a su raza en dos tribus. La primera para vivir la inmortalidad, la segunda para seguir con su tarea divina al lado del hombre como su par y fundó en Egipto la ciudad de Bana-Mighdall. Obviamente solos a unas se les concedió la inmortalidad, las otras para prevalecer se juntaron con hombres y le rezaron a otros dioses.
Obviamente Artemis no estuvo de acuerdo en compartir su vida con el hombre, tuvo la fortuna de ser encontrada por la mayor de las princesas de Themyscira y ser acogida en la isla dejando atrás todo eso. Pero ahora alguien se lo hizo recordar y no de la mejor manera.
-Oh no estés triste, no se puede olvidar lo que somos- pone una mano en su mentón, pero la amazona siente que en cualquier momento la podría quebrar- La única opción que nos queda es aceptarlo- le guiña el ojo y la suelta.
Goku piensa que se está excediendo, pero Sparda una vez le dijo que hay quienes necesitan tener lecciones.
-¿Ahora qué harás, pequeña reina?- pregunta viendo a Hipólita- Puedo apostar que hace unos minutos hubieses matado, dejarlo encarcelado o peor...esperar a que Goku creciera y aprovechar sus genes para ti y para tu gente- eran palabras duras, pero ciertas.
La reina se remueve en su trono y analiza sus opciones, pelear queda descartado, ni siquiera fue capaz de ver esa "defensa" contra Artemis. Negociar, ¿negociar qué?, eso solo se hace cuando en verdad se tiene algo que ofrecer y tal parece que no tiene nada.
Entonces su vista se pone en el ventanal del cielo y ruega a Athena, Afrodita, Artemisa, Deméter y Hestia por el perdón divino. Se levantó de su trono.
-Hipólita..- Phillipus se atreve a llamarla por su nombre, ella solo la mira y le pide con sus ojos que confíe.
Baja sus escalones con elegancia y la poca dignidad que puede conservar. Al estar a la altura del hombre se arrodilla ante él.
Todas las demás Amazonas al notar eso no tuvieron otra opción que hacerlo, y una a una veneraron al Demonio y a su protegido.
Fin del capítulo 4.
¿Qué les pareció?
SPARDA OPRESOR, espero que nadie sea tan payaso como para ofenderse.
Bueno dejen sus votos, con más de 69 (es un buen número) tendrán la continuación de esto.
Por ahora sólo diré...
Bye!
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