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02: Que pequeño es el mundo

Los personajes no me pertenecen, todos los derechos a los respectivos creadores.

El pequeño Goku, con su característico cabello en forma de palmera, se encontraba sumido en un sueño plácido en su cama. Aunque no necesitaba dormir, disfrutaba fingir que el descanso era un placer reservado para él. La paz de la habitación era interrumpida de manera abrupta.

—Despierta —una voz resonó en el aire, clara y autoritaria.

Goku se giró hacia el otro lado, ignorando la llamada. La tranquilidad del momento se rompió de nuevo.

—¡Despierta! —reiteró la voz, esta vez más firme. Era Sparda, su guardián, quien decidió tomar cartas en el asunto. Sin previo aviso, vertió un vaso de agua fría sobre el niño.

En un abrir y cerrar de ojos, Goku se encontró adherido al techo, como un gato sorprendido ante un ruido inesperado. Con un salto, aterrizó de nuevo sobre su colchón, aún tratando de asimilar lo que había sucedido.

—¿Quién hizo eso?! —exclamó, su enojo evidente en cada palabra, mientras dirigía su mirada furiosa hacia el demonio que lo había despertado.

—Te dije que despertarás —replicó Sparda, con una calma que solo podía provenir de su naturaleza demoníaca.

Goku, aún aturdido, se dio cuenta de que estaba en una posición bastante ridícula. Con un gesto de espanto, se cayó de nuevo sobre la cama, el colchón amortiguando su caída.

—¿Terminaste con tu drama? —preguntó Sparda, arqueando una ceja—. Lávate los dientes y ponte ropa cómoda; tenemos que irnos.

—¿A dónde? —se preguntó el pequeño, levantándose de la cama, aún confuso.

—A entrenar —anunció Sparda, con un aire de autoridad que dejaba poco margen a la discusión—. Has perdido mucho tiempo aquí. He conseguido un permiso de tiempo indefinido para llevarte conmigo.

La sonrisa que iluminó el rostro de Goku era pura y genuina, un rayo de luz en un día nublado. En cuestión de minutos, ambos ya caminaban por los extensos jardines que rodeaban el instituto, dirigidos hacia la salida.

Goku iba vestido como un pequeño burgués: una camisa blanca con tirantes, elegantes shorts negros y unos zapatos mocasines de color negro. Sin embargo, la incomodidad de su atuendo era evidente; odiaba esa ropa que restringía su movimiento. Aún no había aprendido a invocar prendas que le resultaran más confortables.

—Estás muy feliz —dijo, observando a Sparda de reojo, notando que su expresión mostraba un leve cambio.

No era que el demonio luciera una sonrisa radiante, pero definitivamente se veía menos amargado que de costumbre.

—Tuve una noche productiva —respondió Sparda con una vaguedad que no engañó a Goku. Pero el pequeño prefirió no profundizar en el tema, pues tenía otras inquietudes.

—¿Y cómo será el entrenamiento? —preguntó, deteniéndose de repente, la curiosidad brillando en sus ojos.

—Este ya es el primer paso —hizo una pausa, su mirada se tornó seria—. Te enseñaré a teletransportarte.

—¡Wow! —exclamó Goku, formando una perfecta "o" con su boca.

—Pero aunque el nombre general es Shunkan Ido (瞬間移動), no es lo mismo como lo hago yo a como lo haces tú —aclaró, rompiendo las expectativas del niño—. Cada mente funciona de manera distinta.

—¿Entonces qué debo hacer? —preguntó Goku, con un ceño fruncido de confusión.

—Cierra tus ojos —pidió Sparda, y Goku obedeció al instante—. Pon tu mente en blanco y siente todo a tu alrededor: el viento, el sol, incluso las hormigas bajo tus pies. ¿Lo sientes? —esperó a recibir una respuesta.

Solo recibió un movimiento de cabeza afirmativo.

—Ahora intenta ir más allá; siente a los niños dentro del edificio, ve más lejos, hacia los coches en la autopista, la ciudad... ahora más, siente a todo el mundo, cada persona y criatura —dijo, su voz suave y calmada.

—S-son muchos —balbuceó Goku, comenzando a sudar, abrumado por la cantidad de información que estaba intentando procesar.

—Aún no estás acostumbrado. Busca una persona a la vez... una sola —colocó su mano en el hombro del niño, dándole confianza—. Tú puedes. Imagina el lugar donde está esa persona, vamos.

Goku se concentró intensamente, su mente intentando discernir entre la multitud de sensaciones. Pero, sin previo aviso, se esfumó en un destello.

¡FLUSH!

La desaparición del niño tomó a Sparda completamente por sorpresa. El demonio maldijo en voz baja, con un susurro lleno de frustración.

—Mierda —se dijo a sí mismo—. No le dije que diera un salto.

La inquietud lo invadió; ahora podía estar en cualquier parte... o en ninguna.

Con un suspiro exasperado, Sparda miró a su alrededor, preguntándose qué nuevas aventuras o desventuras se desatarían por la imprudencia del pequeño.

—Debo encontrarlo —murmuró para sí mismo.


[...]

—¿Sparda-san? —Goku intenta llamarlo con una tonta esperanza de que aparezca. Se repite a sí mismo que debe concentrarse—. Vamos, Goku, concéntrate —se anima.

Comienza a buscar una energía fuerte, aferrándose a la ilusión de que una de ellas pertenezca al demonio albino.

—Lo tengo —dice, sonriendo con satisfacción, y de nuevo desaparece del lugar.

¡FLUSH!

—¡Auch! —se queja al caer de espaldas contra la tierra. Se incorpora, mirando a su alrededor con confusión—. Creo que no es aquí —murmura, observando el paisaje. Se encuentra rodeado de maleza y cultivos; la situación no es buena, no tiene idea de dónde se encuentra.

—¿Qué me trajo aquí? —se pregunta en voz alta, levantándose y buscando esa energía que había sentido antes.

—¿Quién eres tú? —una voz suena detrás de Goku.

Se gira lentamente y ve a un niño de apariencia similar a la suya. Tiene el cabello negro y ojos sorprendentemente azules. Viste una sudadera azul con un símbolo extraño en el pecho, jeans azules y una capa roja que ondea ligeramente al viento.

—Hola, soy Goku —se presenta, extendiendo la mano con la cortesía que aprendió en la escuela. Es lo primero que se le ocurre decir, todavía procesando todo lo que está sucediendo.

El otro niño lo observa unos momentos, analizando sus intenciones. Finalmente, le devuelve el saludo con una sonrisa tímida.

—Mucho gusto, soy Clark —responde, un poco nervioso al estrechar la mano del peli-palmera.

De repente, la emoción transforma la inquietud de Clark en asombro.

—Si... si... ¡siento tu agarre! —tartamudea, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y admiración.

—¿Eh? —Goku parpadea, sin entender. Trata de alejar su mano, pero el otro niño no lo deja ir—. ¿Podrías soltar mi mano?

—Lo... lo siento —se disculpa Clark, retirando su mano, aún visiblemente aturdido.

Goku no había roto la mano del otro niño, pero había notado algo curioso al sentir su pulso: su corazón latía de forma diferente al de los humanos que conocía, sus huesos parecían más robustos, y emanaba una especie de feromonas que le resultaban extrañas.

Eso lo llevó a una conclusión que pudo desarrollar en medio de su confusión.

—Eres... como yo —susurra, casi en un hilo de voz, pero lo suficientemente claro para que Clark lo escuche.

—¿Cómo tú? —pregunta, inclinando la cabeza en señal de curiosidad. Clark no entiende del todo—. Oye... —dice, confundido, cuando Goku lo abraza de repente.

En ese instante, siente un ligero temblor en el cuerpo de Clark, como si estuviera llorando. No hay duda, es algo justificado: ahora ya no se siente tan extraño, como un fenómeno en un mundo que no lo comprende. Hay otro como él, y la sensación de no estar solo lo inunda de alivio.

—¡Esto es increíble! —exclama, separándose un poco y limpiando sus lágrimas con la manga de su sudadera. Su alegría es contagiosa, pero Goku, aún desorientado, le da unos momentos para que se tranquilice.

—Disculpa, ¿puedes decirme dónde estoy? —pregunta al fin, buscando algo de claridad.

—En Kansas, es la granja de mi familia —explica Clark, dejando de lado el sentimentalismo—. ¿Tú de dónde eres?

—Vengo de un lugar llamado Londres. ¿Lo conoces? —inquiere Goku, mientras Clark asiente con la cabeza.

De repente, los ojos de Clark se abren desmesuradamente.

—¡Mi mamá debe saber esto! —anuncia, y antes de que Goku pueda reaccionar, se eleva en el aire, volando con una velocidad impresionante.

—¡Espera! —exclama Goku, mirando hacia donde desapareció Clark. Justo en ese momento, siente una mano adulta en su hombro.

¡FLUSH!

—¡Espera! —la voz de una mujer resuena desde el cielo—. ¡Clark Joseph Kent! ¡Detente! —regaña con firmeza.

Clark, aún en el aire, aterriza con rapidez. Ante él aparece una mujer de poco más de treinta años, vestida con ropa típica de trabajo en el campo, su expresión mezcla de sorpresa y preocupación.

—¿Qué te dije de hacer eso? —le pregunta, frunciendo el ceño.

—Mamá, tiene justificación. Conocí a alguien como yo —replica Clark, su mirada radiante—. Él está... aquí —mira a su alrededor, buscando a Goku, pero ya no lo ve.

—Hijo —la mujer, al borde de la incredulidad, considera la posibilidad de que se trate de amigos imaginarios—.

—Mamá, no fue mi mente —intuye los pensamientos de su madre—. Había otro chico aquí, se llama Goku. ¡Era como yo! No estoy loco —dice con una convicción que sorprende a su madre.

—Claro, cariño —responde la mujer, abrumada por la emoción, abrazándolo. Clark, con un destello de alegría en los ojos, corresponde al abrazo, sintiendo que, por primera vez, no está solo en el mundo.


[...]

Mientras tanto, en una dimensión separada de la realidad, un silencio inquietante envolvía la escena.

—No recuerdo haberte indicado que hicieras algo —articula Sparda con un tono grave y severo, sus ojos azul profundo fijos en Goku. La situación se tornaba tensa, la atmósfera cargada de expectativa.

Goku, nervioso, junta ambas manos en una actitud de evidente arrepentimiento.

—¡Lo siento, lo siento, lo siento! —exclama, su voz se eleva en un tono suplicante, como si sus palabras pudieran borrar el error cometido.

Sparda observa al joven con una mezcla de frustración y curiosidad.

—¿A dónde fuiste cuando hiciste eso? —pregunta, su mirada penetrante refleja el deseo de entender la naturaleza del desliz de Goku.

—Fui a un lugar extraño, no había nada allí. De repente, pensé en alguien fuerte y... aparecí en otro sitio —responde el chico, buscando las palabras adecuadas mientras intenta procesar lo sucedido.

—Eso era un *Shunkan Idō Kūkan* (瞬間移動空間), un "espacio de teletransportación" —explica el demonio, recordando su vasta experiencia en estas técnicas. —Cuando se desea llegar instantáneamente a un lugar, generalmente se desmolecularizan los átomos para poder ingresar y transportarse a través de estas zonas.

—¿Y yo pasé por uno de esos? —pregunta Goku, aún intentando comprender la complejidad de lo que ha experimentado.

—Sí. Generalmente, uno ni siquiera se da cuenta. Pero tú ejecutaste la técnica sin tener claro a dónde ir, por lo que quedaste en ese plano hasta que descubriste a alguien que te trajo de vuelta —le aclara Sparda, asintiendo con comprensión. —Descuida, allí el tiempo no existe; aquí no pasó ni un microsegundo. Por algo es instantáneo.

—Vaya... —murmura Goku, maravillado ante la complejidad de la técnica.

—Pero, ¿quién era Clark? ¿Qué es para que sintiera su poder? —pregunta, la curiosidad brillando en sus ojos.

—¿Así se llama el niño? —pregunta Sparda, y al recibir una afirmación, continúa—. Es un ser originario del planeta Krypton, una raza considerablemente fuerte.

—¡¿Un alienígena?! ¿Como en las películas? —exclama Goku, la incredulidad evidenciada en su tono.

—El cosmos es vasto, pero en ocasiones parece un pañuelo. Por supuesto, habría seres así en la Tierra —comenta Sparda con un tono despreocupado, como si la existencia de extraterrestres no fuera algo extraordinario.

—¿Volveré a verlo algún día?... a Clark —pregunta Goku, su voz cargada de anhelo y esperanza. El encuentro había sido fugaz, pero significativo.

—Quizás. Los fuertes siempre se encuentran tarde o temprano —responde Sparda, restando importancia al asunto pero dejando una leve esperanza en el aire.

Un silencio breve se instala entre ellos, mientras Goku observa el entorno, intrigado.

—¿Y en dónde estamos exactamente? —se atreve a preguntar finalmente.

—En un lugar llamado Alaska, más precisamente en mi propiedad —explica el albino con desdén, como si lo material no tuviera mucha relevancia.

—¿Cuánto dinero tienes? —inquiere Goku, arqueando una ceja en un gesto inocente.

—Lo suficiente —responde Sparda, su tono cortante pone fin a la charla sobre su riqueza.

Pero de pronto, saca una especie de dispositivo de su bolsillo, abriendo un portal púrpura que destella con energía.

—Continuemos con tu entrenamiento —anuncia, y sin más, se adentra en el portal. Goku, aunque un poco dubitativo, lo sigue.

Al atravesar el portal, Goku cae de rodillas, sintiendo la presión de la gravedad que le resulta ajena.

—Aquí la gravedad es más pesada —indica Sparda con calma. —Deja que tu cuerpo se acostumbre —le avisa, mientras el joven comienza a levantarse con esfuerzo.

En cuestión de segundos, Goku se yergue, adaptándose a la nueva presión que le rodea. Se encuentran en un vasto espacio blanco, carente de cualquier objeto, lo que intensifica la sensación de aislamiento.

—Bien. Estamos en una dimensión de bolsillo; será suficiente para entrenar por un tiempo —explica Sparda, su mirada fija y decidida.

—¿Y qué vamos a hacer? —pregunta Goku, su voz entrelazada con una mezcla de emoción y ansiedad.

—Pelea conmigo —anuncia Sparda, tomando distancia del chico.

Goku lo observa con sorpresa, la incredulidad grabada en su rostro. Nunca había logrado acertar un golpe al demonio.

—Ya te he dado instrucciones antes. Considera esto un cáliz —intenta tranquilizarlo, sabiendo que los nervios pueden jugar en su contra. —Recuerda lo que te he enseñado; deja que tus instintos te guíen.

Goku se coloca en una postura de guardia, imitando una posición de boxeo, mientras Sparda se cruza de brazos, confiado.

—¿Vas a quedarte así? —pregunta el demonio, desafiándolo con una sonrisa burlona.

—Oblígame a no estarlo —responde Goku, su tono arrogante refleja un nuevo atisbo de confianza.

La seriedad regresa a los ojos del azabache, y eso era justo lo que Sparda había estado buscando.

A una velocidad casi imperceptible para los ojos normales, Goku aparece frente al albino e intenta propinarle un derechazo. Pero Sparda simplemente ladea su rostro, y una gran onda de choque agrieta el suelo.

—Tsk —chasquea su lengua, siguiendo con su estrategia de esquivar los golpes. Los movimientos del demonio son fluidos, casi como si el tiempo se detuviera para él. Su calma es desconcertante, mientras el joven ataca sin descanso.

El albino puede observar más allá de lo que el espacio-tiempo permite, lo que hace que cada intento de Goku por golpearlo parezca inútil. Sin embargo, no es culpa del chico; Sparda es simplemente superior.

—Ya basta —dice de repente, y en sus ojos azules aparece un destello rojo.

Goku cae de rodillas, llevándose la mano al estómago, y un hilo de sangre escapa por la comisura de su labio. La sensación de derrota es abrumadora, pero el demonio no quiere ser inflexible con él. Sabe que el mundo no sería con él.

—Cuando te dije que siguieras tus instintos, no me refería a que te abalanzaras sin pensar —explica Sparda con seriedad. —Piensa en cada golpe que das; que este vaya dirigido con un propósito y que acierte —añade, agachándose un poco para acercarse a Goku.

Pero en un instante, una patada roza su rostro; la esquiva no le resta sorpresa.

—Nada mal, niño —lo felicita, pero antes de que pueda reaccionar, el albino le da un golpe en la frente.

¡Booommm!

Goku sale rodando a una gran velocidad, destrozando el suelo a su paso y frenando con dificultad.

Vamos, mocoso, alienta Sparda en su mente, observando cómo el chico se recupera.

¡FLUSH!

De repente, el azabache desaparece ante el demonio, quien apenas logra reaccionar antes de que...

¡FLUSH!

Goku aparece nuevamente frente a Sparda, lanzando un ataque inesperado.

—Veo que lo entendiste —le dice Sparda, pero el chico no responde. Está completamente concentrado en el siguiente golpe.

Con una agilidad sorprendente, se abalanza sobre el demonio, pero Sparda lo detiene con facilidad, desatando su fuerza.

—Cuando pelees, no esperes que te traten como a un niño. Las batallas son sangrientas, sucias, y el que menos te lo espera puede atacarte por la espalda —le advierte con frialdad, pero sus palabras están llenas de sabiduría.

Goku, de forma inconsciente, comienza a liberar más y más poder.

—¡V-voy a golpear... tu estúpida cara! —anuncia, su determinación resplandece.

De repente, un aura azul lo rodea y salta de nuevo a la acción, sus movimientos se vuelven más rápidos y precisos. Cada golpe es un destello de su herencia, mostrando la rápida evolución que está experimentando.

Sparda se toma más en serio la pelea y utiliza una mano para bloquear los ataques que Goku lanza con fervor.

—¡Ahhh! —grita el joven, pero la energía que emana de él es abrumadora.

¡FLUSH!

¡BOOOMMM!

Los dos son arrastrados de vuelta al mundo normal, mientras el aura de Goku causa un colapso en la dimensión de bolsillo.

—Oye, mocoso, ¿estás bien? —pregunta Sparda, preocupado por la mirada ensombrecida del chico.

—¡Jajaja! ¡Lo hice! ¡Te toqué! —celebra Goku, señalándolo con alegría desbordante y dando saltos eufóricos.

—¿De qué...? —Sparda siente algo frío escurrir su mejilla, lleva su mano allí y no tiene que ver para saber perfectamente lo que es ¿En qué momento? piensa con algo de sorpresa.

Bueno no fue un golpe, pero si logras sacarle sangre a un demonio así de legendario. Sigue siendo un gran logro.

Días después.

Guardián y protegido caminaban por el mítico pueblo Massachusetts...Salem.

Famoso por quemar supuestas brujas en el siglo XVII, a Sparda le causaba risa esa historia.

-Nos están mirando mucho- dice Goku con incomodidad, le gustaba un perfil bajo.

Y cómo no iban a observarlos, era un hombre estúpidamente guapo que parecía salir de un retrato viejo y un niño de peinado único.

-Ya casi llegamos, por ahora sólo ignora a la chusma- se limita a responder Sparda, el cual iba tan confiado que hasta caminaba con los ojos cerrados.

Momentos después de que pasarán por la zona vieja de la ciudad, caminaron más allá de una reja desgastada por el tiempo.

Entonces se toparon con una torre aparentemente en ruinas.

Goku no lograba comprender porque estaban allí, solo siguió al albino quien para su sorpresa tocó ciertos bloques del muro y este se abrió.

Entonces la perspectiva de la torre cambio para el azabache. Ahora parecía un museo alumbrado por candelabros antiguos, escaleras sin aparente dirección y cuadros que se movían.

-¿Quién se atreve a invadir mi santuario?-

Una poderosa voz resuena en el lugar, ambos recién llegados miraron hacia arriba, uno con una reacción distinta claro está. Se trataba de un hombre (o eso aparentaba), que vestía con un traje azul brillantez una capa dorada y partes de la armadura del mismo color, lleva un Ankh decorando su cinturón. Ninguna parte de su cuerpo está al descubierto, su rostro es completamente tapado por un casco dorado y sus ojos brillan de un azul intenso, al igual que la gema que lleva en su cuello.

-¿Así recibes a todos tus invitados?- pregunta Sparda impacible por la presencia del sujeto.

Goku miraba con asombró todo, el aura de ese tipo detonaba que era extremadamente fuerte.

-¿A qué haz venido Densetsu no Makenshi (伝説の魔剣士)?- pregunta regulando el volumen de su voz, pero aún con esa fiereza en su tono.

Muy pocos conocían ese sobre nombre, él era uno de esos pocos.

-He venido a pedir tu ayuda- dice con calma y el sujeto desciende hasta tocar el suelo.

-Y veo que trajiste al mestizo contigo- habla en un aparente tono hostil.

El azabache por un momento piensa en retroceder, pero Sparda pone una mano en su hombro, dándole confianza.

-Tengo- pasa saliva- Nombre...Soy Son Goku, mucho gusto- se presenta haciendo una pequeña reverencia.

-Yo tengo muchos nombres, pero la mayoría me conoce como Dr. Fate- repite el gesto del niño- Estas escaleras no son un lugar apropiado para pedir favores, vamos a un lugar más cómodo- anuncia y da un aplauso.

De golpe aparecen en otro lugar, eso hizo tambalear al niño y tomar por sorpresa al demonio.

Era una especie de estudio, con muchos libros y otros artefactos. Cada objeto tenía toda un aura mística, como su propietario.

-¿Entonces...cuál es ese favor?- pregunta Dr. Fate, que ya se estaba haciendo una idea.

-¿Tú huésped o por qué ahora eres más directo?- le hace otra pregunta, casi siempre usa trucos.

-Él que preguntó fui yo- dice serio.

Hubo unos momentos de pausa dramática.

-Necesito tu guía en la instrucción de Goku- dice Sparda con calma- Ya tiene un ligero conocimiento de la dicha del combate, pero existen artes que yo no puedo explicar, no como tú- observa al hechicero.

El viejo ser lleva su mano a su mentón, como meditando.

-¿Y qué ganó yo?- pregunta, porque si eres bueno en algo jamás lo haces gratis.

-Te daré una muestra de mi sangre- habla con un poco de seriedad.

Goku solo escucha sin entender mucho de esa recompensa, pero el otro entiende.

-¿Estás seguro, Sparda?- pregunta distorsionando su voz.

-Yo siempre estoy seguro- responde en el mismo tono.

Y toda la tensión volvió a apagarse de golpe. Dr. Fate se dirigió a una de sus repisas y tomo un frasco.

-Aquí tengo un pequeño experimento, un demonio que atrapé hace décadas y he estado jugado con él- hace una pausa- Tú Son Goku...debes matarlo, esa es tu prueba para probar si eres digno de ser mi alumno.

-¿Acaso mi palabra no basta?- pregunta Sparda.

-Una buena pelea siempre sirve más que cualquier conversación, te muestra más cosas- responde Dr. Fate.

-Lo haré- dice Goku.

Fin del capítulo 2.

Al parecer el DB x DC x DMC está tomando sentido, al igual que las etiquetas.

¿Qué les pareció?.

La información de la teletransportación la saqué del manga y de la enciclopedia oficial de DB, creo que era la Daizenshuu 7, además de información de DMC por parte de mi enciclopedia personal XD.

Y como dato extra. Gracias a un par de amuletos, hechizos y hax, sin contar unos cuantos datos, el Dr. Fate puede ponerse al 1v1 con demonios de alto calibre del verso DMC.

Eso es todo por hoy, un abrazo desde la distancia.
Bye!!

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