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01↬ Proteger a Park

Adaptarme a los cambios siempre ha sido un rato muy duradero y largo para mí. Así que desde que supe sobre la muerte de mi hermano, todo en mí cambió. Aún no estaba consciente de ello, pues juraría que se trataba de una broma, pero los recuerdos y las fotos cada vez más olvidadas en los rincones de casa me daban cierta afianza.

Ni mucho ha de decir que contaba fuera de este mundo pocas semanas, a penas unas tres que logré contar, no más, tiempo en adelante mi memoria no soportará con la cuenta de estos días sin él.

Ahora, como cada día desde su muerte, era perseguido por los mismos chicos de siempre. La pandilla más temida del instituto. Sus razones siempre habían sido mi forma de actuar, andar o hablar, viéndome asquerosamente femenino ante la sociedad, o al menos ante esos ojos que me miraban a diario con furia y asco. En este último tiempo, la razón de sus persecuciones y daños hacia mi persona se debían a la partida de mi hermano. Me humillaban, trataban mal e incluso llegaban a ponerme la mano encima por el simple hecho de, ahora, ser hijo único y huérfano.

Y es que yo no podía sentir dolor, lástima o pena hacia personas que dejaban este mundo. Me daba igual que tan cercano era, no me considero frío o de pocos sentimientos, pero es una emoción tan fuerte que mi cerebro rechaza la idea convirtiéndola en ficción. Quizás, solo quizás y en algunas ocasiones, me permito estar triste cuando llevo un considerado tiempo sin esa persona y mi cuerpo la extraña.

En pocas palabras, no soy capaz de tener sentimientos cuando alguien muere.

¿Debería sentir pena? ¿O quizás fingir un llanto desconsolado para que las personas no me vean como un extraño?

Ellos me lo harían recordar, ellos sacarían las lágrimas de mis ojos por mí, a base de golpes.

Mi mano fue brutalmente agarrada por uno de ellos y rió al instante que notó mis uñas de un tono morado pastel. Me gusta pintarme las uñas, ¿qué problema hay con eso si me hace feliz? ¿Por qué la gente no entiende esto? ¿Por qué la gente no me entiende?

- ¿Mañana de qué color será, rubio? -ríe burlonamente el más alto. Sujeto mi maletín contra mi pecho, a las afueras de la universidad, a la misma hora de siempre, y bajo mi mirada para no enfrentarle.

- ¿Es que hoy te comió la lengua el gato, marica? -habla otro de ellos- Seguro ayer te quedaste afónico de tanto gritar y gemir, zorra.

Esa es otra de las insinuaciones despectivas a diario. Me llamaban puta o zorra, si, en femenino, porque relataban que contaba con una doble vida donde prostituía mi cuerpo para poder llegar a fin de mes sin trabajar mucho. Ellos no pensaban en trabajos pequeños o en la herencia de mis padres, simplemente atribuían mi vida y cuerpo a la prostitución.

Cuando llamaban puta a la persona que no había hecho el amor en su vida.

- Déjenme, por favor.

El chico más bajo de los tres que se aferraban a mí me levantó la cabeza para poder mirar directamente a mis ojos, su mano tocó delicadamente mi mejilla y descendió por mi cuello.

- ¿Qué tal si hoy le enseñamos otra cosa a parte de golpes? -formula. Los demás se acercaron atentos y relamiendo sus labios.

Solo podía concentrarme en el sonido de los autos y motocicletas a mi alrededor. Mi acelerada respiración producto del miedo era errática y mis pulmones dolían con cada exhalación.

¿La gente alrededor no paraba para ver si todo estaba correcto, en orden?

No, siempre miraban y pasaban de largo. Algunos no se atrevían a mirarme, otros simplemente sonreían de lado mientras miraban a mis ojos. Algún día me gustaría verlos en mi situación, rogando por mi ayuda, aunque yo no implorara por ella en este momento.

El rugido de un motor se hizo presente, no obstante, los chicos frente a mí seguían intentando tocar mi cuerpo. La motocicleta frente a nosotros paró y la persona baja de ella dando pasos lentos, con el casco sin quitar y ajustando su chaqueta de cuero negra.

- Tócale. -habla, dirigiéndose al más bajo y cruzándose de brazos. El chico no entendía- He dicho que le toques, ¿eso quieres, verdad? Hazlo.

- ¿Por qué...?

Mis ojos imploraban temor y agonizaban por su ayuda, pero no podía ver a través de los cristales de su casco si su mirada iba dirigida a mí.

- Tócale. -vuelve a ordenar- Quiero verte intentarlo.

El más bajo frunce el ceño y se gira de nuevo ante mí, sin embargo, el chico del casco le agarra por su maleta y tira de él hacia atrás.

- ¿¡Qué cojones te pasa!?

- Dije que intentaras tocarlo, no que lo fueras a conseguir. -cruje su cuello, tendiéndome su mano enfundada por el guante de cuero y me levanta- Seguro no es la primera vez que intentáis tocarle.

- Nos podríamos divertir todos. -afirma el más alto.

- ¿Eso deseas, diversión? -me mira- Yo veo a un chico, no un juguete. ¿Qué veis ustedes? ¿Un saco de boxeo?

- Es una zorra, debe ser tratada como tal.

- Sabes, me metería en graves problemas si golpeara a un menor de edad. -lleva sus manos al soporte del casco- Pero no me importaría meterme hasta el fondo, así que tenéis exactamente tres segundos para desaparecer de mi vista si queréis volver a andar.

Todos los chicos se miraron entre sí. Ellos eran tres, pero el chico del casco era imponente, rudo y su aura era bastante intimidante. Sin soltar su mano de la mía, acarició mis dedos con su pulgar en signo de protección y confianza y levantó la otra mano junto a tres de sus dedos.

- Voy a empezar a contar.

Ni siquiera hizo falta un aviso para que los chicos gruñeran y se fueran un tanto enfurecidos de ahí, poco contentos ante la ira del chico con casco.

- ¿Te molestan a diario? -pregunta, sacando su casco- Lamento entrometerme, pero sabes la historia tras esto.

¿Cómo no saberla?

Durante años estuviste yendo a casa como si fuera tuya, compartiendo habitaciones, comidas y canciones conmigo como si fuésemos amigos, sin embargo, solo lo hacías para mantener contento a mi hermano. Y cómo no ibas a seguir su estúpida promesa de protegerme ante todos.

Dime, Jungkook, ¿qué hice para que nunca me notaras como yo te notaba a tí?

Tal vez era miedo, respeto o diferencia de edad. Pero, ¿qué importaba eso en el siglo XXI? El respeto hacia mi hermano puedes mandarlo con él, la diferencia de edad tan solo nos afectan en un par de años y el miedo... ¿A qué le temes, Jeon?

- Te llevaré a casa. -afirma. Sin soltar mi mano me lleva hacia su moto, aquella con la que solíamos escapar a media noche cuando no podíamos dormir- Tus dedos se ven hermosos. -acaricia mis uñas, el púrpura se veía realmente bien en ellas.

- Volvieron a decirme cosas por ellos.

- ¿Volvieron? -me mira- ¿Desde cuando, Jimin?

- ¿Desde siempre? -pregunto más que afirmo. Jungkook bufó y entrelazó nuestros dedos en protección.

- Sabes que no tiene nada de malo que los chicos se pinten las uñas, ¿verdad?

- No me afectan sus comentarios, pero me hacen sentir que todo lo que hago está mal. -elevo mis dedos- Míralos, Jungkook, se ven preciosos y ellos tratan de que los vea horribles.

Jeon acaricia mi mano y la lleva hasta sus labios, depositando un casto beso en cada dedo.

- Tienes razón, Jimin, se ven hermosos. -sonríe y muestra los suyos, para sorpresa mía, sus uñas iban decoradas de un tono negro brillante- ¿Qué tal se ven las mías?

Sonrío ante el hecho de que se hubiera pintado las uñas por mí, hace días que le comenté el acoso que sufría por este pecado, y desde entonces no logré verle hasta ahora. Es un estúpido, pero me hace feliz, como nadie nunca lo hizo.

- Son muy bonitas, Jungkookie. -afirmo.

- Vamos. -avisa subiendo a la moto- Pasaremos por un restaurante de comida rápida, hoy invito yo.

• ----- ☯︎ ----- •

- Gracias por esto, no deberías. -agradezco entrando en casa seguido de Jungkook.

- Sabes que haría lo que fuera por tí.

- Por mi hermano. -afirmo.

- Jimin... -su tono de voz fue bajando de intensidad- Dejemos este tema a un lado, ¿si?

- Solo te acercas a mi porque mi hermano te puso una estúpida promesa, no te preocupes, estoy bien con eso.

- Soy tu amigo, me preocupo por tí, nene. -asegura acercándose a mí- De hecho, sé que no eres muy sociable, pero dentro de un par de días habrá una pequeña fiesta donde estarán varios amigos míos, ¿te gustaría ir?

- ¿Es una forma de decirme que haga amigos y te deje en paz? -río- Suficiente tengo con Taehyung.

- No me cae bien.

- A tí ninguno de mis ex's te caen bien. -bufo riendo, Jungkook deja la bolsa de comida sobre la mesa y se gira con una cara entre molesta y divertida hacia mí- Bueno, solo contando con Taehyung, el único del que llegaste a saber.

- ¿Llegué a saber? -alza la ceja- Explícame eso, Park.

Niego con la cabeza y me siento atrayendo la bolsa a mi regazo.

- Jimin.

- Tengo hambre, ¿podemos comer? -abulto mis labios, Jungkook se sienta a mi lado asintiendo- Iré solo si prometes cuidarme.

- ¿Cómo no?

Río, mirándole y acercándome para besarle la mejilla. Quizás la partida de mi hermano si haya traído cosas buenas.


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