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XXXVI.



thirty six;
EL REGRESO DE
HARRY





Tener un niño prematuro daba más trabajo que uno habitual. 

James lo decidió cada vez que sentía el pequeño cuerpecito de Ares temblar contra su pecho, a causa de los últimos vestigios del invierno que ni siquiera la presencia de un sabbat de fuego podía calmar. Magia le advirtió a James de los cuidados extras que él y White debían tener con Ares hasta que el niño terminara de formarse completamente, y a falta de San Mungo, James se convirtió en la incubadora portátil de su hijo.

— Baja la temperatura — sugirió William, tarareaba entre dientes y movía la varita alrededor del bebé que James mantenía sobre su piel desnuda, como Magia le había indicado que lo hiciera. White era un manojo de nervios primerizos y James, a pesar de sus dos hijos, no se quedó atrás, tratándose del estado prematuro de Ares. William era la única persona allí que permanecía en calma, o al menos la suficiente para asegurar el bienestar del bebé — No queremos incinerarlo antes de tiempo.

— ¿Puedo incinerarlo? — James parpadeó asustado. — ¿Antes de tiempo? No vas a incinerar a mi hijo, Sayre. 

William rodó los ojos.

— No, idiota, pero sabes cómo funciona el sabbat con los bebés — le reprendió, sin miramientos. William no estuvo presente cuando Harry y Rose nacieron, porque había permanecido en Noruega durante toda la primera guerra; sin embargo, James le dio información variada y William aprovechaba los momentos que le permitía para recordarle que, incluso siendo sus hijos, los bebés continuaban siendo demasiado sensibles al cambio de temperatura, no importa cuánto control James tuviera de la propia. William hizo un último movimiento de varita y suspiró — Bien, su corazón ya no está tan acelerado como hace unas horas y la bendición de Magia lo mantiene respirando con normalidad mientras sus pulmones terminan de desarrollarse. Probablemente esté bien cuando crezca, la bendición de Magia debe haberle evitado una Displasia Broncopulmonar. 

— ¿Qué diablos es una Displasia Broncopulmonar? — James miró a William como si acabara de hablarle en celta. 

 — Te sugiero que mantengas a Sirius y Remus alejados del bebé — William continúo ignorándolo, lo que hizo a James fruncir el ceño — La higiene respiratoria es muy importante si quieres que Ares crezca de forma normal y los cigarrillos de esos chuchos lo empeorarán — James le dio un poco de razón, sintiéndose terrible de inmediato. Amaba a sus mejores amigos, pero aborrecía por completo el hábito de fumar que adquirieron en Hogwarts — También existe la probabilidad que sufra de asma o anemia...

— William, estás asustándome. 

— O de ictericia*. 

— ¿Ite-? ¡Ni siquiera sé cómo pronunciar eso!

— No creo que pueda jugar al quidditch tampoco.

— Eres un asco motivando a las personas — James se quejó.

— ¿Recuerdas acaso cuál es mi manera de motivar? — William le dio una mirada aguda, y James trató de no reírse mucho, ya que aún sostenía a Ares contra su pecho. Los métodos de William siempre fueron extraños; se ofreció a hacerle una mamada cuando lo encontró teniendo una crisis de madrugada el fin de semana que escapó de Hogwarts y fue a Potter Manor por la aparición del tatuaje, lo que era algo que James nunca iba a olvidar — White me mataría si lo intentara de nuevo, y no quiero pensar en lo que me haría Pansy, así que no, acostúmbrate a mi pesimismo. 

— ¿Pansy? — repitió James, sólo para cambiar el rumbo de la conversación. No es como que lo haría, la infidelidad estaba fuera de los límites de sus decisiones impulsivas, pero tampoco quería pensar en la reacción de White si William se atrevía a motivarlo con sexo. Probablemente Sirius encuentre la manera de revivirlo y lo mataría él mismo, o algo peor. Trató de no estremecerse — ¿Tu novia Pansy?

— Sí, no empieces — William guardó la varita en el bolsillo de su pantalón y rodó los ojos a la sonrisita socarrona de James — Es hora de alimentar a Ares.

— No estás salvándote de esta conversación — amenazó, dándose la vuelta y subiendo las escaleras hacia la habitación que él y White ocupaban en la casa refugio.

Ares balbuceó, los parpados abriéndose débilmente para dejar el paso a un par de refulgentes orbes grisáceos que James observó con una sonrisa gigantesca. Aún era capaz de sostener al pequeño bebé en una de sus manos, y eso le destrozaba el corazón porque, aunque no era William o Magia, sabía lo que implicaba ser un bebé prematuro. Él mismo lo fue. Aunque él y White no eran sus padres, que ya estaban lo suficientemente mayores para considerar el embarazo una decisión muy riesgosa, incluso en términos de magos; era el primero de White. Entendía la razón de que le asustara tan fácilmente estar con Ares sin la compañía de nadie más que le guiara para no equivocarse.

Le encontró en el mueble frente al ventanal, las rodillas plegadas y la mirada perdida. James detuvo su caminata debajo del umbral de la puerta abierta, observándole de forma detallada. Había pasado un mes desde el nacimiento de Ares, pero ambos se concentraron tanto en el niño que él aún no se daba el tiempo de procesar el cambio de White. 

Saber del abuso de Stefan le volvió a un estado taciturno que comenzaba a preocupar a James. 

El cabello se mantenía castaño, cortado en puntas, llegándolo un poco más abajo de las orejas. La piel bronceada  había vuelto, por alguna razón, White ya no sentía comodidad con su palidez natural. Probablemente tenía que ver también con Stefan, aunque James no lo entendía del todo y no quería que le dijera a las malas. Había un par de bolsas bajo sus ojos, lo que era culpa de Ares; el pequeño demonio despertaba todas las madrugadas llorando sin falta por muchas distintas razones y les mantenía ocupados hasta que amanecía y caía rendido en las sábanas. 

La ropa de Tonks ya no era siendo alterada gracias al embarazo, así que ver a White usando lo que James consideraba ropa punk se había vuelto un habito de las últimas semanas. Lo sorprendió cuando notó que sólo traía una bata encima, brasier y bragas. 

— ¿Amor? — susurró, la tensión del ambiente había conseguido ponerlo alerta. 

White giró la cabeza. La niebla en sus ojos grisáceos se desvaneció al reconocer a James.

— ¿Hora de comer? — la expresión melancólica que poseía White partió el corazón de James, pero duplicó sus esfuerzos por verse calmado. White no necesitaba que James perdiera el control ahora, necesitaba que le apoyara y estuviera ahí si lo pedía — Muy bien, acabo de ducharme.

James se acercó y colocó a Ares en sus brazos. Ante el silencio de White, decidió simplemente ocupar el otro sillón vacío junto al ventanal, viéndole dar pecho al bebé, que seguía gorgoteando ahora que se había despertado completamente. White sonrió, una sonrisa débil que agitó todo su sistema nervioso, y peinó hacia la izquierda la desordenada melena de Ares.

— ¿Quieres hablar de lo que ocurrió? — preguntó, rompiendo el silencio que los rodeaba.

White negó ligeramente. Ares gorgoteó, y el leve sonido de succión que hacía su boca consiguió hacerle sonreír. El bebé parecía estar viviendo el mejor momento de su vida, lo cual no sorprendía a James. Era apetito Potter. Insaciable. Se estiró y jugueteó con la manito del niño, preparándose para el silencio que vendría. 

No culpaba a White por no querer hablar de Stefan, pero lo frustraba. Había oído una vez que una manera de superarlo sanamente era hablándolo, aunque James tenía la sensación de que no ayudaría mucho; su propio enojo sólo incentivaría el de White.  

— Distráeme — pidió, sin dejar de observar el rostro de Ares.

Y así lo hizo. Durante horas. Le contó de las últimas noticias que dieron Sirius, Remus y Tonks del mundo exterior. Le contó de la línea de radio que Lee Jordan manejaba desde octubre había conseguido sintonizar a más gente de la habitual el día anterior. Le contó que los nombres claves de Harry eran "relámpago" y el mínimo signo de aparición por parte de él o Ron y Hermione era "fuegos artificiales". Le contó que los esfuerzos de hacer un rescate a Roselyn se frustraron gracias a otro ataque de mortifagos, en el que cayó Ted Tonks (White se estremeció visiblemente ante ello). Le habló de todo, menos de Stefan; su estado desaparecido y que no encontraban rastros de su paradero, a pesar de la gran concentración que William tenía por cazarlo.

White agradeció bastante esa omisión, haciendo eructar a Ares.

— ¿Estás seguro de que "relámpago" es un buen nombre clave para Harry? — no pudo evitar burlarse, una sonrisa de triunfo creciéndole en el rostro con los balbuceos del pequeño niño a su oído, que ya comenzaba a quedarse dormido — Parece un poco obvio. 

— Es Lee Jordan — dijo James, y no mencionó que eso había sido idea de Sirius. La suya habían sido los fuegos artificiales, sólo por lo hilarante que fue la cara de Remus cuando le dijeron a Lee. 

La puerta se abrió antes de que White tuviera el tiempo de responder. Morrigan entró precipitadamente a la habitación, un abrigo enorme que le daba la sensación a James que pertenecía a William cubría lo suficiente el abultado vientre de la búlgara, de casi nueve meses. Ella seguía sin querer decirle quién era el padre del bebé, lo que frustraba un poco a James, pero tampoco insistía. Sabía que Morrigan hablaría cuando se sintiera segura.

Le preocupó bastante ver su rostro distorsionarse de emociones.

— ¿Qué sucede? — White se colocó de pie, apretando a Ares contra su hombro. El bebé gorgoteó de nuevo, aunque la angustia ya se colaba en la expresión de White y no le hizo caso — ¿Ha habido un nuevo ataque?

Morrigan sacudió la cabeza. Parecía a punto de sufrir alguna clase de colapso, ninguna palabra salía de su boca y lo único que logró fue señalar detrás de ella, hacia el hueco de la puerta.

— Harry — murmuró, y una ola de ansiedad rugió contra los oídos de James — Harry volvió. 

Salió corriendo antes de que su cerebro terminara de procesar la información.

Llevaba siete meses, dolorosos, agonizantes, ensordecedores meses sin ver a su hijo primogénito. Su gran orgullo. Harry había sido la razón principal de James para mantenerse vivo, de luchar, de despertar cada mañana y renovar sus ganas de patear traseros mortifagos, a pesar de que durante aquel tiempo los traseros pateados eran los de ellos. Su miedo inicial de convertirse en padre pasó rápidamente a ser una completa adoración cuando lo sostuvo entre sus brazos por primera vez. Dejar a Harry partir con sus dos mejores amigos a una misión suicida había sido una de las cosas más tormentosas que tuvo que atravesar; la idea de volver a verlo, a salvo... James no estaba seguro de poder controlar el latir de su corazón y evitar a tiempo que escapara a toda velocidad de su pecho.

Bajó las escaleras y escuchó voces provenientes de la sala. Reconoció la de William, el siseo sarcástico que emitía en su alivio oculto y sus ganas contenidas de estrangular a alguien, también reconoció el sonido agudo de las quejas de Hermione y los ligeros gruñidos de Ron (probablemente a William, había oído de Harry que Ron y William no se llevaban muy bien -cosa graciosa, James tenía el mismo problema con Sirius-); todo eso quedó apagado cuando una risa sonó.

— Sí, sí, salvar el mundo — el comentario irónico contenía el mismo tono que James recordaba siete meses atrás, cada vez que él le preguntaba la razón de mantener el silencio y no dejarlo participar, evitar la carga que su hijo mantenía sobre sus hombros desde que nació — Una historia muy larga, Dumbledore siendo un idiota. ¿Algo que no sepamos ya?

— ¡Harry! — reprendió Hermione.

— ¿Qué? — Harry parecía muy ofendido cuando James entró. Ninguno de ellos había notado la firma mágica de más en la sala — Quiero ver a mi padre, Will. Y a White. Y a Rose. Y a mi novia, pero sobre todo a mi novia. Dime que está bien ¿Ya nació el bebé?

—  No — dijo James, y Harry se congeló. Ron y Hermione giraron al mismo tiempo, sonrisas iguales creciéndoles en la cara, para dar un paso atrás y dejar a su mejor amigo reaccionar — Aunque tienes un nuevo hermanito esperando conocerte. 

— Otro Potter — Ron lloriqueó dramáticamente mientras Harry era aplastado en los brazos de James.

— ¡Ron! — Hermione estiró la mano y le golpeó la nuca. 

— Por primera vez — William parecía contener una sonrisa, luchando por hacerse oír sobre la voz espantada de James regañando a Harry por pasar los últimos siete meses lejos y sin tener la decencia de darles noticias — concuerdo con la comadreja.

— Oh, cállate.

— Estás castigado los próximos dos siglos, Harry — le prometió James, mirándolo con agudeza. Harry parpadeó incrédulo, pero antes de que tuviera tiempo de quejarse, James continúo — lo aumentaré a tres si me reclamas.

— No estarán vivos en tres siglos — señaló William.

— Cállate — le dijo James. 

William sacudió la mano, restándole importancia a su agitación.

Harry sonrió, con los ojos iluminados. Tenía el cabello amarrado en un moño, más largo de lo que James imaginó Harry lo tendría alguna vez, una barba cortada con tijera cubría su mandíbula y una cicatriz rosada vieja subiéndole por el cuello sobresalía de la ropa grande que usaba. James trató de no entrar en pánico ante el estado de su hijo, recordándose que Harry estaba frente a él, sano y salvo. 

Ron y Hermione no traían un mejor aspecto que el de Harry. James podía dar un brazo a que la mirada enloquecida y desconfiada de Hermione no estaba ahí siete meses atrás, y mucho menos las líneas de cicatrices plateadas (probablemente una despartición, pensó con una mueca) que se entrelazaban, como cables, en el brazo izquierdo de Ron, a la vista ya que se había quitado la chaqueta. 

— ¿Cómo llegaron aquí?

— Harry siguió la firma mágica de William — dijo Hermione, cuando vio que Harry miraba distraídamente detrás de James.

— ¿Puede hacer eso? — la voz de William salió aguda de la sorpresa. Harry sólo asintió, sin prestarles mucha atención. James podía sentir a su hijo temblar ligeramente, sosteniéndolo de los brazos para que no corriera fuera de su vista — ¿Cómo puedes hacer eso?

— También queremos saber — susurró Ron. Hermione levantó la ceja hacia él, y James casi juró que Ron se acobardó un poco, como si ya estuviera en los malos libros de la castaña y no quisiera volver a bajar de puesto en la lista de compañías gratas para la chica. Se preguntó qué había pasado con ellos, el Ron que James recordaba hubiera ignorado a Hermione o hubiera devuelto su expresión sólo por el placer de hacerla enojar — Quiero decir, fue aterrador. ¿Desde cuándo haces eso, compañero?

— Sabbat hereje — dijo Harry.

— Y eso es una explicación en si misma — Ron se oyó escéptico, a pesar de la sonrisa divertida que le dirigió a Harry por la actitud que poseía. James entendió que Harry probablemente se encontraba ansioso de ver a Morrigan, el leve cambio de la postura de Hermione a uno menos tenso y más comprensivo lo confirmó — ¿Han tenido noticias de Hogwarts, Sayre? 

William procedió a distraer a Ron y Hermione con lo poco que sabían del castillo de su estadía y la de Morrigan allí el primer semestre, incluyendo el nombre de la novia de Ron (una de las amigas más cercanas de Roselyn, si no mal recordaba James), lo que le quitó un poco el malhumor de la cara. Hermione asentía aliviada a cada palabra, dejando a Harry concentrarse ante la presencia de su padre otra vez.

— ¿Y Rose?

James hizo una mueca. Harry se tensó, su ceño frunciéndose.

— Se la llevaron el día que atacaron Potter Manor — explicó, sin pasar por alto lo rápido que subía la temperatura de Harry por el enojo —  El traidor rastreó las firmas mágicas del sabbat a casa, Harry. Sólo tuve tiempo suficiente para enviar a William y Morrigan aquí, luego las protecciones cayeron. Me separé de Rose y White y Rose le pidió a White que se fuera, que tratara de salir de los terrenos y desaparecerse. Fue a buscarme, me aseguró que distraería a los mortifagos lo suficiente para que huyéramos. Magia les informó poco después que Quien-Tú-Sabes él la tenía cautiva. 

— ¿Por qué no usaron el sabbat? — Harry estaba haciendo un esfuerzo titánico por calmar su temperamento. 

— Es una historia muy larga que William conoce mejor, lo único que te puedo asegurar es que el traidor sabe manipular el sabbat — James respiró hondo, la frustración que lo llenaba desde el secuestro de Roselyn sólo podía compararla con la de dejar a Harry irse voluntariamente a una misión suicida — Por nuestra propia seguridad, es mejor no usarlo, Harry.  

Harry asintió, su cabeza girando una vez más para darle parte de su atención a Ron y Hermione. Los dos mejores amigos de su hijo tenían el tacto suficiente de ignorar la conversación a favor de William, que ya parecía haber tomado la decisión de cogerlos de los brazos y llevárselos de allí para darles privacidad.

— ¿Dónde está Isolt?

— ¿Sabbat hereje?

Ambos compartieron una mirada aguda que casi logró hacer sonreír a James, el hecho de que Harry hubiera heredado algunas de las manías de Lily, como llevarle la contraria a James, siempre le causó gracia, si consideraba la tensa relación que su hijo primogénito y su ex esposa compartían. Le da cierta sensación de nostalgia por los viejos tiempos, un recordatorio constante de que los tiempos más fáciles existieron y no sólo provenían de su imaginación. 

Por supuesto, que pusiera el pie en el suelo era pura terquedad Potter. Lo obtuvo de James, lo que era una de las tantas cosas de las que William se quejaba si él le ofrecía la oportunidad o el tiempo suficiente. Haberle dado la orden de cuidar a sus hijos mientras estaba en Hogwarts tres años atrás sólo le incentivó. Por la forma en que Harry se cruzó de brazos y se negó a desistir, James estaba un poco tentado a darle la razón al irritante inmortal. 

— Si la guerra de miradas ha terminado ya — la suave mano de White golpeó delicadamente el hombro de James, haciéndolo retroceder un paso atrás. Harry parpadeó sorprendido, tal vez por el aspecto de White con el cabello castaño y piel bronceada, y se alumbró de nuevo viendo al bebé — ¿Quieres conocer a tu hermanito, Harry?

— Díganme que no lo llamaron Sirius o algo así — pidió Harry, aceptando con manos temblorosas el peso pluma de Ares envuelto en mantas cálidas. Sus ojitos grises parpadearon, buscaba la presencia desconocida y al encontrar a Harry, se metió la pequeña manito hecha puño a la boca y gorgoteó. James juró que los ojos de Harry brillaron — Quiero decir, es demasiado adorable para que lo maldigas con el nombre de Sirius, papá.

— Se llama Ares — dijo James, la tensión que se había formado alrededor de él y su hijo bajando de inmediato mientras Harry le hacía muecas a su hermanito bebé — Ares Niké. 

— Tenían la oportunidad de colocarle cualquier nombre, cualquiera — Harry pinchó la naricita de botón de Ares y la respuesta del bebé fue torcer los ojos, buscando el dedo que se acercaba y alejaba de su cara — Y le colocaron el del dios de la guerra y la diosa de la victoria. 

— Es un buen simbolismo — White se defendió, dándole a Harry un golpe suave en el costado de la cabeza. Harry le sacó la lengua, como el maduro elegido de una profecía para derrotar a Voldemort que era — Y es mucho mejor que White. 

— Sí — Harry sonrió — Ahí Sirius te maldijo, mamá. 

Y Harry ignoró deliberadamente la reacción de White cuando la última palabra escapó de su boca. James se había tensado, viéndolo completamente sorprendido (Harry sólo dejó de llamar -a regañadientes- a Lily por su nombre cuando James lo pidió) y White no se veía mejor, considerando el estremecimiento de sus hombros y el relampagueo de emociones que cruzaron sus ojos. 

Harry, en realidad, miraba detrás de ellos.

— Hola — la voz de Morrigan salió aguda.

— Hola, amor — Harry sonrió, sin demorar un segundo más antes de acercarse a ella y besarla, maniobrando perfectamente entre sostener a Ares y esquivar el vientre abultado de su novia. — ¿Me extrañaste? Di que sí o rompe mi corazón. 

— La última opción es tentadora — señaló Morrigan, riéndose. Todo el peso de no estar durmiendo bien y los últimos siete meses parecieron desvanecerse, al recostar la cara contra el pecho de Harry y dejar que siguiera abrazándola.  

— ¿Crees que Harry lo sepa? — James susurró.

— Lo hace — White salió de su ensoñación a tiempo, bajando el tono como James — ¿A quién crees que le dijo primero? William seguramente no.

— Por supuesto, su confianza me alegra el día.

James y White saltaron, girándose a mirar a William. Estaba de brazos cruzados y la ofensa se había escrito en toda su expresión facial. Ron y Hermione se habían apresurado al encuentro con Morrigan cuando notaron que llegó a la sala, los cuatro adolescentes sumergidos en una conversación de la que no parecían muy dispuestos a terminar rápido. 

— Te quiero — James aseguró, palmeando el hombro de William.

— No te creo — William le sacó la lengua — Bueno ¿Quién quiere decirle a Harry dónde está su hermanita exactamente?

— Sí — Harry se giró, como si la mención a su nombre hubiera sido alguna clase de señal. La sonrisa que cruzaba el rostro del chico era casi asesina — ¿Dónde está Rosie?

James no quiso pensar lo que Harry le haría a los mortifagos si se enteraba lo que estaba sucediendo con Roselyn. Lamentablemente, estaba muy tentado a permitirlo. La expresión maníaca de White le dijo que no le impediría tomar una decisión estúpida respecto a eso, lo que era algo que él adoraba mucho acerca de su amante.

— Esto será divertido — Ron sonrió de forma macabra. Incluso Hermione parecía un poco asesina ahora, lo que James trató de no pensar porque ella siempre había sido la consciencia de esos tres — ¿Rescate de último minuto, compañero?  

— Ni siquiera lo dudes, Ronnie — Harry asintió con decisión — Tenemos cosas que planear. Por favor díganme que podré golpear a Malfoy en el proceso.

— Ponte a la fila — dijeron Ron y Hermione al unísono.

— No creo que Rose aprecie que maten a su novio, Harry — intervino James.

— Probablemente me deje — Harry enredó su brazo desocupado alrededor de la cintura de Morrigan, que no se veía muy dispuesta a alejarse de él. White inhaló, como si acabara de darse cuenta de algo importante. James no pasó de largo la mirada de advertencia que Harry le dirigió cuando él también lo vio, sin embargo, su foque de atención cambió muy rápido para que James lo entendiera — ¿Dijiste algo de una secta queriendo asesinar a Magia, Will?

— No es una secta — dijo William.

— Sonaba como una secta — terció Ron.

William se detuvo, reconsiderándolo. Rodó los ojos, probablemente porque aceptó la conclusión de Harry y Ron, que se sonrieron de forma cómplice para risa de Hermione.

— Bien, hablemos de la secta.





*ictericia: coloración amarillenta de la piel y las mucosas debido al aumento de la concentración de la bilirrubina en la sangre. Los bebés prematuros son muy susceptibles a padecerla.

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