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XXXV.



thirty five;
ARES NIKÉ POTTER








James no despertó hasta después de un largo tiempo.

William le informó a White que aquello era una reacción natural, ya que la cantidad de poder que James usó para soportar la tortura del hechizo non-magicae, encargarse de cuatro mortifagos al mismo tiempo y usar los niveles de poder del bebé para localizar a White en el bosque le consumió más energía de la que James estaba acostumbrado a usar, y necesitaría más que unas horas si querían que se repusiese perfectamente de ello. 

Luego procedió a desmayarse también, generándole a Morrigan un leve pánico de sorpresa.

— Nunca le había visto cansarse a este extremo — susurró Morrigan, esa noche. Colocó encima de la frente de William un paño de agua tibia y se sorbió los mocos; el rastro del llanto en sus ojos consiguió que el corazón de White se encogiera. ¿Cuánto pasó Morrigan, sin que lo notaran, para llegar a este punto? No recordaba a Morrigan llorando con tanta facilidad antes, pero no la culpó — El alcance del sabbat de William y la maldición de inmortalidad le hacen capaz de soportar el límite más que nosotros. Sólo Harry...

Ella calló. El dolor de su voz fue muy evidente. 

— ¿Sabes del sabbat de Harry? — preguntó, sin saber cómo desviar la conversación a otro punto que no hiciera a Morrigan parecer muerta en vida. 

Se preguntó si ella quería hablar del embarazo, lo que consideró poco probable; la conversación que tuvo con Harry seis meses atrás se mantenía fresca en la mente de White. Morrigan no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer, y mencionarlo sólo la pondría de malas. Era un límite que White no deseaba cruzar. Esperaría a que tuviera la confianza suficiente para hablar por si misma y no porque White insistió.

— William lo llama sabbat hereje — explicó, viéndose un poco reticente. Alzó la varita y acercó una manta gruesa del armario, acomodándola encima del cuerpo de William en las sábanas de seda. White miró a su alrededor; Sirius y Remus le habían dicho que esta era una casa de seguridad que los padres de James habían construido durante los setenta, cuando tenían la esperanza de mantener a su hijo alejado de la guerra. — Harry no crea su propio elemento, él los consume y los moldea. Los herejes son muy raros, han nacido sólo tres desde que los fundadores lo trasladaron a su descendencia porque aparecen con el cruce de un sabbat y la magia oscura.

— ¿Magia... oscura? 

— Yo tampoco lo sé — Morrigan le sonrió tristemente — William aún no logra entender qué es lo que le sucede a Harry y por qué se acopla tan bien a la magia oscura, incluso si eso altera la naturaleza del sabbat, la naturaleza de Harry. Es parte de la maldición del hereje. Es capaz de usar todos nuestros poderes juntos, no sólo el fuego.  

Así pasaron dos semanas. 

Sirius, Remus y Tonks tuvieron la decencia de ir seguido; guardando silencio mientras veían a White pasearse de arriba a abajo, totalmente impaciente con la falta de reacción en James. Morrigan comía mucho e ignoró cualquier pregunta que le hicieran respecto a su embarazo; ella abandonaba la habitación tan rápido que no te dabas cuenta hasta notar su asiento vacío cuando alguien hacía el ademán de intentarlo. 

White siguió sin culparla, Morrigan no tenía más de 18 años y estaba asustada. William era la única persona allí que podría saber cómo tratarla, pero el proceso de curación de su núcleo mágico tardaba el mismo tiempo que el de James y no dio signos de despertarse durante el segundo fin de semana que ocuparon la casa de seguridad.

— ¿Enserio crees que esto sea una buena idea? — preguntó Sirius.

White se veía en el espejo, sin hacer caso de su hermano. Como habían tenido que huir de Potter Manor improvisadamente y no tuvieron tiempo de planear el escape, los únicos cambios de ropa que poseía White eran algunas cosas viejas de Tonks: pantalones de cuero, camisas destapadas y el aire rockero del estilo predilecto de Bill. Su embarazo resultó la única razón por la que se vio en la obligación de transformar la ropa, porque se veía increíble en ella.

También colocó un glamor sobre su persona que bronceó la piel pálida, tiñó su cabello (le dolió totalmente) de castaño y lo cortó en puntas, otra vez, sacando un flequillo que le caía de forma irregular sobre los ojos. 

— Siento que retrocedí en el tiempo y tienes 15 años de nuevo — dijo Tonks, con la boca abierta — ¿Cómo te conservas tan bien? — añadió, dándole una mirada de envidia fingida.

— Comer sano y hacer ejercicio — White se burló de ella, y Tonks le sacó la lengua. Sirius rio de su expresión, recostó el cuerpo contra el reposabrazos del sofá y levantó la ceja, esperando que explicara la verdadera razón del cambio — Está buscándome, no le facilitaré las cosas. 

— ¿Piensas salir de aquí? — Tonks arrugó la nariz — Es un suicidio.

— Fue un suicidio de su parte meterse conmigo — siseó, la molestia brillando en sus ojos grises. Sirius y Tonks parecieron igual de molestos recordando lo que Stefan estaba haciendo, y lo que había hecho, por lo que no le contradijeron — Y con mi hijo. Morirá. Disfrutaré mucho ver como lo hace.

— Un poco de tortura de por medio no estaría mal — señaló Sirius. Él y Tonks chocaron los cinco cuando la metamorfomaga asintió de acuerdo. — No nos importa ensuciarnos las manos, si necesitas ayuda, sólo no se lo menciones a Remus.

— Sé que no — White sonrió de forma macabra. Los genes Black bailaron alrededor de los tres, les era tan fácil hablar de ello que, si alguien externo los viera, pensaría que estaban locos. Probablemente lo estaban; la locura era parte natural de sus vidas con la familia de la que venían — Pero el traidor es mío

No le contradijeron, White les concedió el movimiento inteligente. La furia que sentía no se había calmado con las semanas, y cada vez que despertaba y veía que James no era más cercano a hacerlo también, la sensación de vacío aumentaba. Haría pagar a ese imbécil por lo que le hizo, por lo que le hizo a James, por lo que sucedió a Roselyn y por siquiera pensar que lograría colocarle las manos encima a su hijo.

Las noticias de lo que pasaba a Roselyn eran muy pocas; luego de la primera aparición de Magia, sólo Salazar, a través de Morrigan, tuvo la generosidad de informarles lo que lograban enterarse. Magia seguía débil y los ataques que le provocaban las acciones de los non-magicae, sumado a que Voldemort tenía a Roselyn, se hicieron constantes con los días. White no podía pensar en su hijastra y lo que podía ocurrirle en las garras de ese malnacido sin querer devolver el desayuno.

— ¿Algún intento de rescate? — preguntó, mordiéndose el labio inferior. Peinó su cabello y trató de que la ansiedad por una respuesta positiva no se notara mucho, aún luchaba por no llevar las emociones al límite (no quería saber lo que pasaría si lo hacía, las contracciones del día que se mudaron y los que siguieron le aterraron lo suficiente) y mantenerse en calma — ¿Han tenido noticias de la Orden?

— Ninguna — Tonks hizo una mueca, el cabello pasándole de rosa chicle a rojo con gran velocidad. El mismo día que los mortifagos aparecieron en Potter Manor, atacaron la casa de los Tonks, lo que no había ayudado a los nervios de Andrómeda. Sufrió un colapso bastante duro y Tonks tenía sus propias razones para querer ponerle las manos encima a Stefan, aparte del asunto de White — Moody casi pierde su otro ojo y Bill está evacuando a los Weasley de la Madriguera, es lo único que sé. Arthur dice que era cuestión de tiempo, perseguirlos, por el traidor o porque son la mayor familia de traidores a la sangre que existe. 

— Y por Ron — añadió Sirius, como comentario casual. Metió un par de frituras a su boca y suspiró, mirando a White — Tampoco tenemos noticias de los chicos. Dónde sea que se hayan metido, son buenos cubriendo rastros. ¿Cuándo se volvió Harry tan bueno?

— Hijo de merodeador — opinó White, controlando la pequeña sonrisa que luchaba por aparecer en su cara. James adoraba contarle, los primeros meses de su relación, historias variadas acerca del tiempo que pasaron en Hogwarts; sacaba a Pettigrew de la ecuación con una facilidad que fascinó a White tras enterarse que él existía, pero no culpó a James de ello. 

Si White veía alguna vez a Peter Pettigrew, lo mataría, aunque tendría que pasar a Remus y Sirius primero si deseaba la oportunidad. Mientras James hablaba de Colagusano con dolor (las pocas veces que lo intentó, White no quería presionarlo tampoco), Remus y Sirius lo hacían con un odio palpable que podría rivalizar al que White sentía por Stefan actualmente. No tenía idea de cómo Peter Pettigrew continuaba vivo teniendo a esos dos tras su cabeza. 

— Tenía que sacar las habilidades merodeadoras cuando queremos ayudarlos — refunfuñó Sirius. — Menos oportuno y se parecía a James teniendo dos hijos en plena guerra. Tres — se corrigió, cuando divisó la mueca de White.

Tonks le palmeó el hombro.

— Cálmate, cachorro, hallaremos la forma — prometió, e ignoró profesionalmente la mirada ofendida que Sirius le dio por el apodo. 

Ambos empezaron a discutir, Sirius hacia muecas y Tonks se las devolvía aún más exageradas. White pudo oír a Morrigan asomarse, fruncir el ceño, sacudir la cabeza y volver a irse después de notar la razón del ruido, lo que le hizo reír mucho. 

Un calambre en la parte baja de la espalda obligó a White a sentarse en un sofá vacío, inhalando fuertemente para relajarse. No le funcionó, el dolor sólo pareció intensificarse. 

— ¿White? — la vocecita de Sirius le sacó de sus pensamientos. 

Alzó el rostro, apretando los labios con fuerza. Los retorcijones de su estómago no le brindaban ayuda. Echó la cabeza hacia atrás y se concentró en respirar. 

— ¿Altair? — repitió Tonks, colocándose de pie.

— Son contracciones — logró murmurar, y el contacto de una mano masajeando su espalda casi le hizo sollozar de alivio. El olor a menta habitual de James le distrajo unos segundos, girando el cuello para verlo. Quería preguntarle a qué hora había despertado y por qué hasta apenas se dignaba a aparecer, pero las contracciones sólo aumentaron de ritmo y ningún sonido salió de su boca. James asintió, consciente de lo que sucedía — Me duele.

— ¿¡Está a punto de parir!? — Sirius parecía muy propenso a desmayarse, saltando fuera del sofá como si acabara de sufrir una descarga eléctrica.

— ¡Sólo le harás sentir más nervios, Sirius! — reprendió Tonks.

— Paren de gritar ya — ordenó James, su mirada imperativa consiguió que cerraran la boca. James rodeó el sofá y le sostuvo de los brazos, ayudándole a colocarse de pie. White respiró y exhaló hondo, a pesar de que el dolor tirante en la parte baja de la espalda que se extendió hasta su vientre no se detuvo — Uno de ustedes dígale a Morrigan que llene la tina con agua tibia. Muévanse. 

Sirius salió corriendo de inmediato. White trató de concentrarse en el ejercicio de respiración, dejándose guiar por James alrededor de la sala, dando vueltas entre los sofás.

— ¿Qué puedo hacer?

— William — James la miró, sin detener el masaje sobre la espalda de White. Tonks permaneció confundida — Se despertó poco antes de que yo, pero no ha salido de la cama. Dile que le necesito en mi habitación, ahora.

— ¿William sabe atender un parto?

— No lo sé, Tonks, William hace de todo ¡MUÉVETE!

White vio de reojo la cabellera azul eléctrico de su mejor amiga desaparecer escaleras arriba. El calambre sólo volvió con más fuerza, y el quejido distrajo a James de nuevo, murmurándole al oído que esto era normal y que rompería fuente pronto, si de verdad eran contracciones de parto. 

Por supuesto, eso no le relajó, hizo que los nervios aumentaran.

— Tengo siete meses y medio — tartamudeó, apoyándose en la escalera. 

— Lo sé, amor, pero ya es hora — James le acarició el cabello y le besó la frente. Sus labios cálidos se sintieron como un milagro sobre la piel fría de White — ¿Por qué te teñiste el cabello? Vamos, cuéntame, sólo llevo tres horas despierto, mi cabeza aún está nublada. 

— ¿Tres horas? — repitió, frunciendo el ceño. James asintió distraídamente, enredó el brazo alrededor de su cadera y le apoyó contra su pecho, ayudándole a subir al segundo piso. — ¿Por qué no apareciste?

— Gasté dos horas y media para moverme — admitió, con cierta gracia, y deslizó la mano hacia la zona lumbar. White cerró los ojos mientras él masajeaba. La puerta de la habitación de James se abrió y Morrigan empujó a Sirius fuera, William y Tonks apareciendo del otro lado de pasillo con iguales caras de preocupación — ¿Colocaste el agua?

— Sí — Morrigan miró de White a James, una mueca en su rostro nada agradable — Estoy controlando su temperatura ¿Qué piensas hacer?

— Estar en el agua ayuda a disminuir el dolor de las contracciones — dijo James, con tono sabiondo.

Sirius inhaló.

— Esto es como el parto de Rose — decidió, viéndose perturbado — ¡Y sucedió en mi casa!

— Cállate — ordenó William, dándole un zape a la cabeza — No le alteres, idiota. Ven, a la bañera.

Estar en la bañera realmente fue relajante, aunque podía escuchar los pasos preocupados de Sirius y los murmullos inquietos de Tonks. James sostuvo su mano, no detuvo los masajes y le ayudó a controlar mejor su respiración, sonriéndole y asegurándole que todo estaría bien. La sola idea del bebé prematuro perturbó un poco a White, pero luego de lo que parecieron horas, de vuelta en la cama solo vistiendo un camisón, sintió las gotas del líquido caliente bajar por su muslo y sus emociones aumentaron de intensidad.

— Creo que rompí fuentes — susurró, con miedo.

James le miró. Ahora sí parecía preocupado.

— ¿No sabes atender un parto? — preguntó a William — ¿¡Cuántos años tienes!?

— ¡Tú has tendido dos hijos! — acusó William, parpadeando con indignación — Además, antes los partos eran asunto de mujeres. No me dejaban ni entrar a la habitación. No me culpes de esto. Y creo que tengo una opción mejor, las parteras ayudan a armonizar la confianza de primerizos.

— ¿Eso qué significa? — Morrigan permaneció confundida.

— ¡Significa que atenderé el parto!

En un destello de luz, Magia apareció. Sirius saltó y se quedó pegado a Tonks, que abría y cerraba la boca sin saber que decir. Magia ya no se veía tan mal como dos semanas atrás; el vestido flotante y brillante, el cabello platino, los ojos celestes y la piel de marfil había vuelto, junto con su habitual resplandor y actitud cegadora.

— ¿Qué demonios? — Sirius se llevó la mano al corazón.

— ¿Quién es ella? — preguntó Tonks, apuntándole con la varita.

— Siempre quise atender un parto — Magia sonrió feliz, sin hacer caso de Tonks — ¡Y un descendiente de Godric! Oh, ya se ha desmayado dos veces — William rodó los ojos, como si no le sorprendiera oír aquello de su padre — Entonces, todos ustedes ¡Fuera!

— ¡Oye! 

— ¡Yo quiero ver!

— No me voy a ir — William se cruzó de brazos obstinadamente — Podrías necesitar una mano extra.

Al final, Magia consiguió sacar a Morrigan, Sirius y Tonks. El hechizo glamour bronceador que tenía la piel de White se había desvanecido, y empalideció más de lo natural de los nervios. James no se apartó de su lado de la cama, manteniéndose como apoyo moral, susurrándole palabras reconfortantes al oído, acomodándole la almohada si quería y quitándole el sudor de la cara. 

Magia comenzó a cantar, con una melodía dulce, armoniosa, y su voz angelical como acompañante, el ambiente alrededor de la habitación se mantuvo cálido, ideal. James creyó que los males del mundo se habían desvanecido y lo único que le quedaba en la vida era disfrutar, sosteniendo a la persona de sus sueños entre sus brazos y aspirando su aroma como si fuera una droga de la que no podía alejarse. La respiración de White se hacía más fuerte, pero el sonido de la voz de Magia lograba destensarle, la sincronización de los tres volviéndose palpable mientras pujaba. 

El bebé salió primero, y James escapó de la ensoñación a la que lo mandó el canto de Magia cuando no lo escuchó llorar.

— Él respira — le informó Magia, mientras William se encargaba de cortar el cordón umbilical. James suspiró aliviado y besó la frente de White, una sensación de livianez llenando sus pulmones — Es un niño prematuro. Con mucha dificultad, pero respira. Tan pequeño.

— ¿Puedo sostenerlo? — White sollozó.

Magia negó.

— No, espera — ella se alejó unos pasos y movió su mano izquierda encima de la frente del bebé. James creyó que los segundos se alargaban, viéndola asegurar a su bebé, y su corazón casi se detuvo cuando Magia consideró oportuno acercarse a ellos.

El bebé era tan pequeño. Sus dos piecitos juntos no cubrían el dedo pulgar de James. Seguía sin llorar, y el pecho le subía y bajaba aceleradamente, forzando a sus pulmones a funcionar. White sollozó de nuevo. Magia besó la frente del niño, murmurando un cántico antiguo en un idioma que él desconocía, y el esfuerzo del bebé se apaciguo, más relajado ahora. 

James parpadeó para alejar las lágrimas; recordaba que Harry y Roselyn se veían más redondeados y menos pálidos que su nuevo hijo.

— ¿No tiene... no tiene vérnix? — tartamudeó, sin poder contener un sollozo. Harry y Roselyn tenían un extraño material grasoso alrededor de ellos cuando nacieron, Marlene lo había llamado vérnix, que funcionaba como protección en los bebés. 

Su hijo no lo tenía; la piel del bebé era tan pálida que James podía verle los vasos sanguíneos sin esforzarse mucho.

— No — Magia acarició el cabello de White, un gesto maternal que le hizo sentir mejor, a juzgar por la paz repentina de su expresión — Es prematuro, James. Aún no se ha desarrollado por completo.

— Es horrible — dijo White, con las mejillas empapadas de lágrimas, cuando Magia se inclinó para que lograran verlo mejor.

James soltó un bufido tembloroso. William, en el otro lado de la habitación, se tuvo que girar para que no le vieran reírse abiertamente de esa frase.

 — Es un bebé, amor — James le miró, dándole un beso en los labios. El sabor salado de estos le retorció el corazón — Los bebés son feos. ¿Puedo sostenerlo, Magia?

Magia lo consideró. Volvió a pasar la mano encima del rostro del bebé y este dejó de inhalar fuertemente, su pequeño y delgado pecho relajándose. 

— Necesita calor, James. La temperatura ambiente lo resfriará. El bebé estará mejor si haces contacto piel a piel — luego, miró a White con un poco de tristeza — Tendrás que esperar para cargarlo, cariño. Primero tiene que sentir el calor.

James se separó lentamente de White y removió su camisa, las manos le temblaban cuando Magia colocó a su bebé en ellas. Sentirlo era una cosa diferente a verlo, y James no logró retener el resto de su llanto. Con la guía de las suaves y angelicales manos de Magia, lo colocó sobre su pecho, besando su cabecita entre jadeos de preocupación.

— Su cabeza es más grande que su cuerpo — susurró White, removiéndose un poco por las últimas contracciones. 

— ¿Qué parte de prematuro no han entendido? — William se burló.

James le ignoró; el bebé pareció escuchar el latido de su corazón, porque abrió lentamente los párpados, tratando de acostumbrarse a la luz.

— Tiene tus ojos. — dijo a White, con adoración.

White sonrió de forma llorosa.

— Aun tiene que expulsar la placenta — susurró William a Magia, cuando pareció que los padres se encerraban en su pequeña burbuja con el bebé.

— Déjalos — pidió Magia, una mirada soñadora en sus orbes celestiales — La magia de un hijo es algo inimaginable para aquellos que desean esta oportunidad más que nada en la vida. No todas las personas son material de padres, pero quienes sí... No hay nada que los detenga buscando el bien de su hijo.

La cúpula de magia que rodeaba la cama se iluminó, la bendición de Magia a la familia Potter-Black sellada con aquellas palabras. William, como testigo, simplemente sonrió.  

— Es un pequeño guerrero — opinó White, recostándose de lado y contra el hombro de James. Él le rodeó la cadera con el brazo derecho, el izquierdo manteniendo al bebé en su pecho, y besó la frente de White. Los ojos se le iluminaron mientras pensaba — Ares.

James asintió decidido.

— Un guerrero victorioso de sus batallas. — continúo, bajando un poco para besar los labios rosados de su amante — Ares Niké Potter.





Y NACIÓ EL PRIMER POTTER-BLACK, KIWIS

Mi niño Ares, cosita fea de bebé, cosita bonita celosa de grande. Todos alaben a Ares Niké Potter o los expulso de esta religión llamada Jhite como padres.






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