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XXXIV.



thirty four;
EL ÚLTIMO REFUGIO







Descubrir que tu ex buscaba asesinarte era una mierda.

Descubrir que ese ex realmente abusó de ti cuando tenías 16 años era una mierda aún peor. 

La única razón por la que White pensaba que no había sufrido un aborto espontaneo a este punto, donde sus sentimientos se revolvían y resurgían como fénix para darle dolor de cabeza, era la magia blanca que le rodeaba desde el momento que los hechizos de los mortifagos tocaron las barreras de Potter Manor. No entendía cómo lo sabía, pero lo hacía, mientras acariciaba su vientre bajo y caía de rodillas frente a una cabaña de aspecto deshabitado.

— ¡White! — Morrigan salió de la cabaña dando pasos torpes y con movimientos lentes. El posible glamour que tenía encima de ella se había desvanecido, dejando a la vista un abultado vientre de 8 meses. Sus mejillas regordetas y el temblor que sufría no le daba un aspecto más sereno acercándose. Ella sacó la varita y les apuntó — ¿Dónde está William?

— No... no sé — susurró White, la voz ahogada al sostener la mano flácida de James. Él respiraba hondo y trataba de encontrar la lengua para hablar. La herida abierta en su frente y el hecho de que todo su cuerpo se sentía frío le asustó — Dijo que nos largáramos de allí. ¡Somos nosotros, Morrigan! Por favor, James necesita ayuda...

Morrigan no vaciló. Frunció el ceño y mantuvo la varita en alto.

— Cuando nos conocimos, me dijiste que tenías que cambiarte el pantalón... — comentó James, como si le costara mantenerse despierto. Apoyó las manos sobre el pasto y miró a Morrigan a los ojos, a través de las gafas cuadradas, con una reluciente sonrisa divertida — Pero dijiste pantalones* y pensé que hablabas de la ropa interior.

Ella bajó la varita de inmediato y se apresuró a ayudarles. White creyó que todo le daba vueltas, pero se apoyó contra Morrigan, sus ojos grises vagando hacia James. La sangre emanaba de su herida a una velocidad impresionante, el color rosado claro de su cara disminuyó a un tono pálido enfermizo y mantuvo los parpados cerrados al subir, a punto de desmayarse cuando tropezaron en la sala frente al sofá. 

— ¿Qué le sucedió? — preguntó Morrigan, sosteniéndolo a tiempo antes de que cayera de cara. Tomó la temperatura de James, desconcertada, y encendió la chimenea con un movimiento simple de varita. A la luz del fuego, el rostro de James pareció verde — ¿Está envenenado?

— No lo sé — White mordió su labio, el nerviosismo volviendo a su sistema mientras trataba de pensar. No quería preguntar dónde estaba Roselyn y la conversación que acababa de tener con el estúpido de Stefan Martinelli no ayudaba a sus nauseas — Nos separamos. Rose se fue a buscarlo y yo traté de aparecerme, pero colocaron hechizos anti aparición en la mansión. Corrí a los límites del terreno y me encontré a Stefan...

— ¿Stefan? — repitió Morrigan — ¿El profesor Martinelli?

— Sí, el imbécil es el traidor — White frunció el ceño con molestia. Las flamas de la chimenea se agitaron, sólo que no se dio cuenta, a diferencia de Morrigan, que desviaba la mirada chocolate de White a James — Luego llegó William y nos dio el tiempo suficiente para correr.

Morrigan asintió, colocándose de rodillas frente al sofá. Ella parecía muy pensativa; estudió el rostro de James, buscó venas visibles en su cuello y muñecas y chasqueó la lengua, agitando su varita y haciendo muecas diferentes durante el estudio apresurado que sólo colocaban patas arriba el estado de ánimo de White. Los cinco minutos de silencio no calmaron sus nervios; ocupó el asiento a la derecha de James y lo miró fijamente, esperando el veredicto de la adolescente. 

— No está envenenado — anunció Morrigan, el alivio escapó de sus labios con un suspiro — Tiene síntomas de haber sido torturado y de agotamiento mágico. Hay un hechizo rastreo en él, pero la magia proviene del núcleo de William, debió colocarlo antes de que se fueran. Definitivamente necesita reponerse, su estado es el mismo que provoca el veneno. 

— ¿Cómo estás tan segura?

— Puedo manipular, crear, transformar y obstaculizar los venenos, White — Morrigan bufó de forma desdeñosa, sin hacerle caso. Movió la varita de James y dejó caer un par de gotas de agua sobre la frente de este, que guío con un ademán de dedos y permitió hundirse en su piel. Las venas de todo el cuerpo de James se iluminaron de verde electrizante — Sé lo que hago. Es parte del sabbat y lo que pasó a James tiene que ver con el sabbat.  

White acarició su vientre ante la mención. No la veía, pero la luz flameante blanquecina seguía allí. La sentía a su alrededor, como en una extraña danza, protegiendo al bebé. Se preguntó si a Lily le ocurrió esto embarazada de Harry y Roselyn o el hecho de que su bebé estuviera tan armonizado con el sabbat resultaba sólo una muestra mas de lo extraña que era la vida de White.

Hubo un plop afuera de la cabaña que cortó todo el silencio del bosque. Morrigan se enderezó, la varita en alto y preparada para lanzar maleficios.

— Envíe un patronus a Sirius y Remus — mencionó, pidiéndole con una seña que se quedara allí. 

White estuvo a punto de protestar, pero el vientre se le revolvió de nuevo y tuvo que sentarse. El crepitar de la chimenea era lo único que se escuchaba mientras Morrigan se perdía en el pasillo a la puerta. Miró a James, apretando los labios con rabia contenida, y estiró su mano para tomar la de él. 

— Aún no es momento de salir, bebé — susurró entre dientes; la contracción había regresado — Por favor, papá no está disponible ahora y lo necesito conmigo cuando llegues.

Otra contracción. White rezó (no sabía a quién exactamente, pero rezó) que el bebé no haya heredado la impaciencia de James.

Sirius apareció por la esquina del vestíbulo; tenía la cara manchada de hollín y sangre sobre la chaqueta de cuero. No lo notó, de inmediato corrió hacia White y le envolvió en sus brazos, ignorando su quejido bajo y a Remus y Morrigan, que volvían a la sala. El olor a perro mojado le hizo sonreír un poco, escondiendo el rostro contra el pecho de su hermano. 

— Te pierdo de vista cinco minutos, Altair — siseó Sirius — ¡Cinco minutos! ¡Y paso esto! — y antes de que pudiera replicarle que era capaz de protegerse y que debía estar más preocupado por James, dado su estado casi muerto, Sirius añadió: — ¡Te prohíbo morirte!

Remus y Morrigan lo miraron incrédulos. El hombre lobo tenía la boca ligeramente abierta, como si no entendiera lo que Sirius acababa de decir, y Morrigan tenía una expresión extraña, su intento de no reírse volviéndose inútil con el evidente desconcierto de White.

— ¿Me prohíbes...? ¿Morir? — White parpadeó — ¡No puedes prohibirme morir! 

— A nadie le puedes prohibir eso — señaló Remus.

— ¡Pues lo hice! — Sirius le lanzó una mirada exasperada al licántropo — No te morirás mientras yo esté vivo, mocosa. 

White decidió que era buena idea no discutir con él. Dejó que le abrazara el resto de la tarde y permitió a su magia aplacarse y armonizarse a la de Sirius. 

William llegó unas tres horas después de que James cayera dormido encima del sofá. Tenía la ropa echa jirones, cortes en todo el cuerpo, una mirada loca flameando de sus ojos mieles y el hueso sobresaliendo del brazo izquierdo. Morrigan le gritó durante un buen rato, manipulando el sabbat para cicatrizar las heridas más horribles de William, mientras les explicaba lo que sucedió cuando James y White escaparon de Potter Manor.

— El hechizo que usan para manipular el sabbat es demasiado voluble — comentó, sin moverse o hacer muecas tras los leves chasquidos que emitía su piel cicatrizándose. A diferencia de Morrigan, que parecía a punto de vomitar viendo la cantidad de sangre que se quedó manchando de marrón el cuerpo de William. Se había quitado la camisa y White no podía apartar su atención del agitado tatuaje en forma de serpiente — No pueden llevarlo al límite por la magia que les consume.

— ¿Lo mataste? — siseó White.

William le sonrió de forma macabra.

— Te dejaré esa oportunidad a ti — accedió, la diversión bailando cuando White le devolvió el gesto. Sirius retrocedió unos centímetros lejos de su persona, para diversión de Remus, que sacudió la cabeza. — O a James, no creo que haya logrado procesar bien que Stefan te violó. 

— ¿ÉL HIZO QUÉ? — gritaron Sirius y Morrigan al mismo tiempo. 

— No estamos hablando de eso — White rodó los ojos. A pesar de que ese conocimiento le carcomía el pecho, era mejor enfocarse en el principal problema: el imbécil buscaba matarle. Y a su hijo. White lo cortaría en pedacitos antes de permitir que eso sucediera. Remus debió haber olfateado la decisión que tomaba, y no parecía contento a juzgar la mirada preocupada que le dio, pero lo ignoró — Dijiste que era un non-magicae* y un squib. Lo vi haciendo magia toda mi adolescencia.

— ¿Es un squib? — repitió Morrigan, confundida.  

— Lo es — susurró la voz de Salazar a su oído. Morrigan alzó el rostro, viendo a su ancestro, y no pudo evitar fruncir el ceño cuando él la examinó, asegurándose de que no estaba volviéndose loca ahora que quitó el glamour de si misma. William accedió a hacérselo sólo porque sabía que, de lo contrario, perdería la cabeza con el recordatorio constante de su embarazo — Hay dos clases de squibs: los que poseen el núcleo mágico tan agotado que no se manifiesta de la manera que debería, como el celador de Hogwarts, el de la gata demoníaca. Y luego están los non-magicae como Stefan Martinelli. 

— Cuando comenzó la cacería de brujas — William contaba una historia parecida a la de su tío materno — Hubo un grupo particular de familias que no se encontraban muy contentas con la idea de esconderse y tratar de pasar desapercibidos. Querían hacer algo para defenderse de los muggles.

— No los culpamos — murmuró Salazar, sin apartarse de Morrigan.

— Pero a diferencia de los fundadores de Hogwarts, lo llevaron demasiado lejos. — William movió un poco los hombros, Morrigan había cerrado una herida fea cerca del borde del tatuaje. El siseó de dolor que emitió la hizo apenarse, murmurando que lo sentía antes de continuar su trabajo — Esas familias intentaron alterar el ciclo natural de las cosas, intentaron alterar a Magia.   

— En eso sí fueron estúpidos — opinó Salazar, el ceño fruncido como si lo hubieran insultado a él directamente. Morrigan sólo rodó los ojos y decidió ignorar su presencia. 

— Y ella les quitó su magia — completó White. 

— Los castigó — William asintió, la sonrisa ladeada se veía casi malvada a la luz del fuego — Los nombramos non-magicae, para diferenciarlos de otros squibs. El castigo de Magia les molestó y planearon venganza contra ella. Algunas brujas y brujos se les unieron, también perdieron el gen mágico, pero lograban avances. Se sacrificaban por obtener el hechizo que los hace absorber la magia de quienes asesinan. 

— Dijiste que era como la maldición sombra.

— ¿La maldición que dijiste tenías? — preguntó Remus, y parpadeó confundido cuando respondió positivamente — Pensé que sólo eran reencarnaciones, doppelgängers.

— No — Morrigan se detuvo, mirándolo de uno a uno — Las sombras son diferentes. Yo soy un doppelgänger porque físicamente soy igual a Konstantinova Slytherin, la original doppelgänger de mi línea sanguínea. Las sombras son distintas, no necesariamente necesitan verse como el portador original de la maldición. 

— Los doppelgänger se crean cuando una sombra se cruza con un sabbat — explicó William — Mi madre era portadora de la maldición sombra, pero hizo parte del ritual del sabbat que se trasladó a los genes de nuestros linajes. La convirtió en un doppelgänger, aunque no tuvo más descendencia a parte de mi. Eso es lo que hace a Morrigan igual a ella. White no se parece a Galatea, es una sombra natural. 

— ¿Qué tiene que ver todo esto con los non-magicae?

— Tiene que ver, cachorro impaciente — se burló William, dándole a Sirius una mirada exasperada que este devolvió con la misma intensidad. Remus rodó los ojos y White y Morrigan se rieron, la tensión y el odio que sentían no había disminuido a través de los meses — La maldición sombra está ahí para absorber parte de la esencia de quienes la poseen y trasladarla a otro portador. White no puede acercarse al fuego, Galatea murió quemada. La esencia que se queda y perdura es lo que les hace sombras. Los squibs manipularon la naturaleza de la maldición con la muerte de Galatea y absorbieron su magia. 

— ¿Y Magia no puede quitarles esa magia? — Remus intervino, sintiendo que había un hueco en la historia.

William hizo una mueca.

— Magia está débil — comentó, mirando a su izquierda. White no entendió a qué, pero Morrigan se sorprendió, siguiendo sus ojos al espectro de Salazar. Él sacudió la mano y sonrió, sacándole a William un bufido bajo — La gente empezó a olvidarle, a Hécate y a Morgana. El ritual del sabbat no era recurrente porque se tenía miedo de que los muggles lograran encontrarlos durante él. Eso también fue trabajo de los non-magicae.

— Se confabularon con muggles para capturar grandes brujas y brujos — dijo Salazar, cruzándose de brazos — Como a mi hermana.

— Mi madre, Helga Hufflepuff y mi tía Basilia estaban entre la lista de secuestrados — continúo William, consciente de sólo Morrigan podía escuchar a Salazar — Así mi madre conoció a Merlín. Salazar buscó ayuda en una de las doncellas más confiables de mi madre, a parte de Helga, Rowena Ravenclaw. Ella consiguió la información acerca de mi padre, que viajó a la capital de Britania siguiendo el rastro de los secuestradores por Basilia, su hermana menor. Después de rescatarles, notaron lo que sucedía y decidieron intervenir. Fundaron la escuela como un refugio, por eso eligieron los terrenos junto a Hogsmeade. Era una aldea de puros mágicos que servía como barrera directa a los niños. 

— Las creencias mágicas se mantuvieron durante algunos siglos — dijo Morrigan, mientras William parecía perderse en los recuerdos de esos tiempos — Tras la ida de Salazar de Hogwarts y las muertes de Godric, Basilia, Helga y Rowena. Pero se empezó a prohibir hablar de ello, cuando la gente asumió que la existencia de Magia, los rituales a Hécate y los altares a Morgana eran simples tradiciones de los sangre pura. Las historias cambiaron y los acontecimientos de lo sucedido fueron otros para ellos: Salazar odiaba hijos de muggles, la disputa con Godric fue por ello, Morgana se enfrentó a Merlín en batalla porque dejó entrar a Mordred a Camelot para asesinar a Arturo. Eso las debilitó.

— Magia no puede intervenir sin desvanecerse — William retomó el hilo, sacudiendo la cabeza como para apartar viejos fantasmas. Morrigan le colocó la mano sobre el hombro, dándose cuenta que no apartaba la mirada del rostro dormido de James — Hécate se dedica a estar con los aquelarres que siguen el culto únicamente de la hechicería, porque eso mantiene su esencia viva. Morgana murió pocos después del sacrificio de Merlín y Arturo por la supervivencia de Britania y Lilith nació de la cuarta fragmentación*, pero ella permanece en América. Estamos solos en esta guerra.

— Stefan mencionó que les diste muchos dolores de cabeza — murmuró White, un intento desesperado por cambiar el tema cuando notó la expresión de William retorcerse de dolor mientras hablaba de Morgana. 

William sonrió, animándose.

— Cuando asumí la inmortalidad, decidí cumplir la promesa que le hice a mi madre antes de morir — comentó, recostándose contra el sofá mientras Morrigan tomaba asiento encima del reposabrazos — Viajé a América siguiendo el rastro de Lilith y conocí a Isolt Sayre I, su ancestro — hizo un ademán vago a Morrigan con una mueca renovada — La insulté mucho por fundar Ilvermorny. 

— ¿No te gusta Ilvermorny? — Remus se escuchó muy sorprendido.

— Nací en el Reino de Alba*, mi madre era parte africana e hija de una mujer esclava que fue usada para satisfacer los deseos carnales del Rey de Britania cuando su reina no estaba disponible — William rodó los ojos — No me gustan los colonizadores y menos los ingleses, aunque ella era irlandesa. Isolt me comprende — Morrigan se sonrojó, murmurando que a ella tampoco le hacia mucha gracia todo lo que envolvía la creación de su antigua escuela — Como decía, permanecí allí hasta los juicios de Salem. Me quemaron en una hoguera tratando de proteger al doppelgänger de mi madre de esa época. Los non-magicae les tienen especial inquina a ellas, mi madre fue la razón principal de la conexión que tenían los fundadores y el por qué se les complicó matar a Magia.

— Fue la razón por la que me mudé a Inglaterra — añadió Morrigan — los non-magicae me perseguían. 

— Así perdí la memoria — completó William, encogiéndose de hombros — pero tenía el recuerdo de los sabbats y la promesa a mi madre, seguí protegiéndolos. Los non-magicae me odian por eso. 

— Tal vez no seas tan imbécil después de todo — dijo Sirius, analizándolo.

William le enseñó su dedo medio.

El destello de luz los cegó antes de que tuvieran oportunidad de respirar, mucho menos de procesar toda la información. Aún así, White reconoció esa sensación de livianez y no se movió, los ojos grisáceos clavados en la divinidad a unos metros. 

Magia no se inmutó cuando las varitas de Sirius, Remus, William y Morrigan la apuntaron, una sonrisa tirando de sus labios rosados. Tenía el cabello rubio platinado, igual a como White la recordaba, la piel de marfil y los orbes que parecían el cielo despejado de nubes. 

Si White se concentraba, podía ver las motas blancas moviéndose que, de hecho, eran nubes. 

 — Es bueno ver que están tan alerta — dijo Magia, con ese tono cantarín y conciliador que le daban ganas de recostarse y dormir un poco, perderse en la tranquilidad que su presencia brindaba — A pesar de la seguridad que esta cabaña, impregnada de magia ancestral Potter, puede ofrecerles.

— ¿Qué haces aquí? — preguntó William.

— No seas grosero — le reprendió Salazar. 

La habitual felicidad de Magia disminuyó ante la pregunta. Los ojos celestes se oscurecieron, y a White no le sorprendió oír fuera de la cabaña el sonido de los truenos y vislumbrar el destello de los relámpagos traspasando la cortinas del ventanal.

— He venido a darles malas noticias — susurró, como si una parte de ella estuviera siendo arrancada al decir esas palabras. — James no habrá podido decirles la razón de que Roselyn no esté aquí.

Remus se enderezó. Sirius se había puesto verde. William inhaló fuerte y Morrigan se cubrió la boca con la mano, conteniendo un sollozo doloroso.

— ¿Está... muerta? — tartamudeó el hombre lobo, y la forma en que sus palabras se fundieron alrededor de ellos hizo a White querer vomitar.

Magia abrió la boca, pero ninguna palabra salió de sus labios. Al contrario, lo único que logró hacer fue dejar escapar un grito, que les aturdió y les mandó al suelo, incapaces de moverse por la potencia de las ondas sonoras que Magia emitía. La desesperación y la tristeza se alzaron, impregnando y envenenando el aire, masacrando sus pulmones, y White sintió que todo estaba perdido, la negatividad metiéndose en su mente y haciéndole pedazos. Se dobló, un intento loco de protegerse, y la magia blanquecina que rodeaba al bebé se extendió por su cuerpo.

La tranquilidad se vínculo a su propia magia y se aferró, aunque el efecto no funcionó por mucho; le alteraba ver a Magia retorcerse en el aire, cogiéndose el rostro y dando alaridos, su vestido blanco flotante volviéndose tiras. 

Salazar Slytherin, Godric Gryffindor, Rowena Ravenclaw y Helga Hufflepuff se manifestaron al mismo tiempo. Salazar sostuvo a Magia, mientras la veía sucumbir de dolor, con el horror filtrado en sus fantasmales facciones. Rowena y Helga luchaban por acercarse, pero los destellos que ella emitía se los impidieron. 

La magia del bebé terminó por rodearlos en una cúpula, que los dejó ciegos a lo que sucedía entre los fundadores. Sólo cuando los gritos de Magia se detuvieron, la cúpula blanca se desvaneció y el bebé dejó de retorcerse en el vientre de White.

— ¿¡Qué demonios!? — William, que protegía con su cuerpo a una temblorosa Morrigan, miró de inmediato a Godric. Él se veía igual de impresionado que su hijo, ayudando a Salazar a mantener a Magia erguida. 

White sintió que todo le daba vueltas al verla. Su piel marfil se había puesto amarilla, los ojos celestes se volvieron un gris opaco, contaminado, y su cabello perdió color, vida, volviéndose casi albino y agrietado. El vestido se sostenía de milagro en ella, completamente oscurecido, nada de lo que representaba Magia estaba ahí mientras lloraba de pena.

— Son los non-magicae — dijo Godric, apretando la mandíbula. Sus ojos buscaron a James y luego a White, asegurándose de que nada les había sucedido. Él seguía inconsciente, lo que no fue una sorpresa. El bebé también lo protegió y le dio el tiempo de descanso que necesitaba para no debilitarse otra vez. White sólo lo sabía — Esto sucede cada vez que los non-magicae hacen algo contra ella.

— ¿Algo cómo qué? — Remus fue capaz de decir, cuando ninguno de ellos tuvo el suficiente valor de hablar.

Magia ladeó la cabeza, apoyándose contra Salazar, exhausta y aturdida. La mirada asesina del fundador estremeció un poco a White, aunque no lo culpó oyendo lo que ella tenía por decir:

— La tienen... — susurró, con la mirada ida — El heredero de Slytherin tiene a Roselyn.






*: en inglés británico, la palabra para referirse a pantalones es "trousers" y para referirse a ropa interior es "pants". En inglés americano, la palabra para referirse a pantalones es "pants" y para ropa interior es "shorts". Como Morrigan se crio con el inglés americano, ella dijo "pants" y James creyó que hablaba de su ropa interior.

*: "non-magicae" significa "sin magia" en latín

*: la fragmentación es como se llama al nacimiento de Hécate, la hechicera; Morgana, el hada negra y Lilith, la bruja. Magia es la naturaleza, como he explicado antes, pero a partir de esa naturaleza se divide (fragmenta) su poder, y de eso existen Hécate, Morgana y Lilith. Por esto, a ellas se le conoce como: Lilith, la hija de Morgana. Morgana, la hija de Hécate y Hécate, la hija de Magia.

*: Alba es Escocia en gaélico escocés. Escocia fue colonizada tanto por irlandeses como por romanos. Sin embargo, más específicamente, William nació en Caledonia, como los romanos llamaban a Escocia durante la Alta Edad Media.

ANUNCIO IMPORTANTE, cuando edite Queen, después de terminarla, le cambiaré el nombre a uno que siento más apropiado a la historia de James y White. Perdón por eso, pero me siento un poco mejor con esta edición. Nos leemos.








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