XXVII.
twenty seven;
LA BODA DE JAMES Y WHITE... Y LOS MORTIFAGOS, CÓMO NO
— White Altair Black ¿Aceptas a James Charlus Potter como tu esposo, para amarlo y respetarlo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, por el resto de tu vida hasta que la muerte los separe?
Charlie Weasley no tiene la menor idea de cómo ha terminado casando a su vieja amiga (también ex novia de su hermano) con su nuevo novio (que se veía bastante intimidante cuando Bill pensó que era una buena idea presentarlos el primer día de su regreso a Inglaterra) a vísperas de una segunda guerra mágica, solo un mes antes de la boda de su hermano mayor, la principal razón que tuvo para volver a su país natal.
Por supuesto que Charlie está mintiendo. Altair y sus hormonas ante el embarazo son los culpables de que esté ahí, haciendo el papel del encargado de la boda, enviando miradas asesinas hacía Bill porque este se ríe silenciosamente de él desde su lugar seguro en las bancas de madera, alejado de la explosiva pareja.
Cuando Charlie se encontró a Altair de nuevo, ya que ella y Dora eran las damas de honor de Fleur, decidió que se veía tan bonita como siempre. Luego Altair le mostró la verdadera cara de las hormonas embarazadas y Charlie reforzó la idea de que prefería a los dragones antes que a las mujeres.
— ¿Enserio me lo estás pidiendo? — le dijo esa tarde, tomando un poco de whisky y consiguiendo aguantar sus risas ante la mirada de Altair.
— O lo haces o te corto la garganta, Charles Weasley — amenazó, apuntándole con el cuchillo de mantequilla.
Charlie la conocía lo necesario para saber que iba enserio, procurando apartar el cuchillo de su camino y calmar a Altair.
— Oye, no es que no quiera ¿Pero no debería hacerlo alguien del ministerio?
— No confío en esos ineptos — declaró Altair, y a Charlie no le sorprendió en absoluto el comentario. — Y tú tienes el poder y la potestad para casarnos a James y a mí.
— En Rumania — le recordó Charlie, arrepintiéndose de haberle contado la historia de sus compañeros en la reserva que decidieron casarse luego de que uno de los dragones se saliera de control y casi matara al chico, dejándole a Charlie toda la responsabilidad. Tenía muchas anécdotas interesantes de su tiempo en Rumania, la mayoría de ellas esperaba mantenerlas ocultas de su madre.
— ¡Pero la tienes!
Como no quería que lo amenazara con el cuchillo de la mantequilla otra vez, y las risas de Dora por la situación ya estaban causándole un poco de molestia, Charlie aceptó el ofrecimiento.
Entonces ahí está, en la boda.
Es una ceremonia sencilla. Dora y Roselyn están haciendo el papel de las damas de honor, cada una usando vestidos rosa pálido con adornos plateados en la cintura y dos telas, una transparente y la otra bordada, encima de la falda. William y Harry tienen el lugar de los padrinos, de pie al costado izquierdo de James, usando capas de gala encima de esmóquines abrochados muggle negros con corbata.
Entre los pocos invitados están las personas más importantes para los novios: Bill y Fleur, el primero contando los minutos que Charlie tardaría en huir de Altair otra vez y la segunda vuelta un mar de lágrimas; a cercanías de su propia boda, Fleur estaba bastante sentimental. Sirius y Remus se encuentran uno junto al otro en la banca continúa a los prometidos; Sirius se suena los mocos en un paño de tela bordada (sabrá Merlín de donde lo habrá sacado) y Remus le palmeaba el hombro, consolándolo porque no fue re-elegido el padrino de bodas de James. Morrigan, a la izquierda de Sirius, con un vestido elegante rojo y unos pendientes plateados que hacían juego al brazalete de serpiente en su muñeca, sostiene una cámara mágica en manos e inmortalizaba la situación cada minuto, aprovechando para sacarle algunas fotos desastrosas a Sirius, probablemente con el fin de material de futuros chantajes.
Charlie se desentiende un poco al notar la ausencia de la madre adoptiva de Altair, Atenea, en el hogareño lugar. Se le hace surrealista no verla allí también. De lo último que sabía de la relación de esas dos, Altair era el todo de Atenea. Se preguntó dónde estaría, y por qué no había ido a la boda de Altair.
— Acepto — dice Altair, sacando a Charlie de sus pensamientos.
El pelirrojo entrelaza las manos detrás de su espalda, dándole a toda la estancia un recorrido con la mirada. Hay enredaderas y luces navideñas por el amplio lugar, una chimenea de piedra en el fondo que daba iluminaciones naranjadas a los bombillos. La mesa en el fondo, donde ya tenían los platos vacíos y las copas acomodadas, estaba viéndose alterada con los últimos retoques del par de elfos domésticos a disposición que tienen los Potter.
Fleur ayudó a Altair a decorar, y luego de una intensa discusión con Sirius de dos horas por las decoraciones, hicieron un acuerdo para que todo fuera agradable y del gusto de los tres. De alguna manera, lograron hacerlo quedar todo perfecto para la ceremonia y recepción.
— James Charlus Potter — prosiguió Charlie, en un retroceso mental al querer asegurarse de que dijo correctamente el nombre del novio. No era tonto, claro que conocía a James Potter (siendo sincero ¿Quién no lo hacía en plenos finales de los 90?), pero ¿Charlus? Era un nombre ridículo — ¿Aceptas a White Altair Black como tu esposa, para amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, por el resto de tu vida hasta que la muerte los separe?
— Acepto — dijo James, y la sonrisa de extrema felicidad que cruzó el rostro de Altair pareció darle un poco más de iluminación al lugar.
— Quien quiera detener esta unión, que hable ahora o calle para siempre.
— ¡YO ME OPONGO! — gritó, flotando a un lado de Morrigan, el fantasma de Salazar Slytherin.
Morrigan soltó la cámara ante la aparición repentina de la voz, girándose bruscamente para encontrar la sonrisa petulante en el rostro arrogante de su ancestro muerto. El sonido que causa el objeto al tocar el suelo llama la atención del resto de invitados, que miran a la chica con extrañeza.
— Se me resbaló, perdón — se disculpó Morrigan, rascándose la mejilla sonrojada y clavando sus ojos chocolates en Harry mientras colocaba la cámara en su regazo.
— Ese hijo de... — se quejó Godric, deteniendo sus volteretas en el aire y dejándose caer junto a Harry.
— ¿Quién? — murmuró Harry, mientras Sirius le alegaba a su padre del porqué no estaba siendo el padrino de bodas, provocando las risas burlonas de William. De reojo, Harry podía ver la figura flotante y fantasmal de Godric — ¿Qué fue eso?
— Nada — dijo Godric, palmeando la cabeza de Harry. Al ver que solo recibía una mirada desdeñosa de su descendiente, se obligó a sonreír — tú sigue con la boda.
— Bueno — Charlie se rascó la nuca. Eso había arruinado totalmente el ambiente — En vista de que no hay nadie que tenga algo en contra de este matrimonio — reitero, verificando que Remus seguía cubriendo la boca de Sirius con su mano.
— Pero yo dije que me... — refunfuñó Salazar.
Rowena imitó a Remus, tirando de Salazar mientras Helga se reía de él y Godric soltaba lágrimas inexistentes de alegría por la unión de James y White. Morrigan volvió a notar la repentina quietud de su ancestro, preguntándose porque parecía luchar contra el viento para abrir la boca de nuevo.
— Ya cierra el hocico, Salz — ordenó Rowena.
— Sí — concordó Helga, sin parar de reírse — No arruines la felicidad de Gody.
— Puedes besar al novio — dijo Charlie, sonriendo a Altair y retrocediendo un paso para darles su espacio.
— ¿Qué no era besar a la novia? — preguntó Roselyn, bajando de repente la mano con la que sostenía el ramo y llevándola a su cintura.
— ¿Ah si? — preguntó, recibiendo asentimientos colectivos de los demás presentes — Bueno, en Rumania mi amigo no podía moverse después de ese ataque de dragón así que lo hice con la novia. Pero si lo quieren de la otra manera; James...
— Nah, me gusta más esta — declaró Altair, enredando sus manos tras la nuca de James y plantándole un beso dulce en los labios, correspondida al instante por su, ahora, esposo.
Sirius y Fleur renovaron el llanto, acompañados por Roselyn mientras Remus, Bill y Morrigan se colocaban de pie para aplaudir. William y Harry lanzaron arroz y pétalos de rosas, chiflando a los novios cuando James cogió la cintura de Altair e invirtió la situación, recostándola en el aire. Tonks movió su varita e hizo estallar los globos trasparentes encima del altar, un ave fénix hecho de llamas mágicas lanzando luces a toda la sala.
— ¡Bravo! — Rowena y Godric aplaudían emocionados, como los fanáticos de las buenas historias románticas que eran.
Helga y Salazar se miraron, la primera soltando una carcajada al ver las arcadas fingidas del segundo.
— Por eso no te quiere Magia, Salz — acusó Rowena, su mirada azulina clavada en Salazar.
— ¡No metas a Magia en esto! — protestó Salazar, ofendiéndose.
— ¿Alguna vez te callas? — se quejó Morrigan, masajeando su sien.
— No creo que Sirius deje de llorar en un buen rato — le dijo Remus, malinterpretando sus palabras.
Sirius miró a Morrigan, con los ojos lagrimosos, y balbuceó contra la mano de Remus algo que se escuchó parecido a ¿Por qué eres tan grosera?, solo recibiendo de la chica un levantamiento de ceja divertido.
La recepción fue bastante inolvidable. James tenía a los dos elfos domésticos de Potter Manor sirviendo los platillos que obligó a William y a Harry ayudarle a preparar ayer por la noche, White a su lado mirando la copa llena de agua como si con eso pudiera transformarla en alguna bebida alcohólica que no fuera a afectar al bebé. Roselyn y Morrigan se estaban riendo de su puchero, acompañadas por Sirius que bebía del mejor vino de la reserva de los Potter frente a White solo porque quería molestarla. Fleur, muy emocionada, le contaba a Remus y Charlie los últimos detalles de su propia boda y Bill y Tonks estaban en una competencia reñida por quién colocaba más rollitos de canela dentro en sus bocas.
William se levantó de su asiento a mitad de la cena, murmurando una disculpa y la razón de que debía salir. Morrigan se ríe silenciosamente de él y asegura que está preocupado por Pansy Parkinson, la aparente nueva novia de William, solo recibiendo un gesto obsceno del chico antes de que cruzara las puertas del restaurante que han rentado para la ceremonia y la recepción.
Por supuesto, William no debía ser el único preocupado por esa chica, porque la sonrisa de Morrigan se borró de a poco y se quedó mirando su regazo.
— Pansy Parkinson es la mejor amiga de Morrigan — le explicó James, al notar su rostro ante el cambio de humor de Morrigan.
White lo comprendió. Según sabía, Pansy Parkinson debía estar con los mortifagos en ese momento, junto al novio (o lo que fueran esos dos) de Roselyn, Draco Malfoy. Los tres debían estar bastante sofocados con cada recuerdo de eso. Ella lo estaría. Si algo le sucedía a Tonks, así sea lo más mínimo... White no sabía cómo lo llevaría.
Harry profirió un suspiro, acomodándose la corbata y envolviendo los hombros de Morrigan con su brazo derecho. La morena recostó la cabeza contra el pecho de Harry y cerró los ojos, soltando los cubiertos.
— ¿Ya saben cómo llamarán al bebé? — preguntó Harry, sus ojos esmeraldas destellando curiosidad.
La idea de tener un hermanito o hermanita había sido dicha a Harry un día después del funeral de Dumbledore, en Hogwarts. Él estuvo tan taciturno alrededor de Ron y Hermione que ni siquiera notó, hasta que James lo retuvo del brazo y le dijo que él y White le tenían una noticia, que algo estaba sucediendo. Saber que ella estaba embarazada solo parecía reforzar a Harry el pensamiento de que debían acabar con Voldemort pronto.
Harry no se sentía dispuesto a dejar que su hermanita o hermanito creciera como él lo hizo, al consciente de que en cualquier momento ese sin nariz sociópata podía regresar a arruinar sus vidas.
— White quiere mantener el sexo del bebé desconocido hasta el parto — dijo James, dándole un sorbo a la copa de vino.
— ¿Por qué? — inquirió Roselyn, rascándose la ceja con inquietud y sonriendo a su padrino, Remus, que pasó a su lado y le revolvió el cabello mientras salía a verificar que todo estaba en orden fuera del establecimiento.
— Porque no se me ocurren nombres — refunfuñó White, cruzándose de brazos y colocando renovados pucheros.
Charlie se rió, girando a mirarla.
— ¿Sigues trabajando mejor a contra tiempo?
— Me pongo imaginativa cuando establecen límites — decidió White, borrando su anterior expresión a una más picarona. Las hormonas de White habían pasado, en el término de las sensaciones, reacciones y sentimientos, del 6 al 20 en una escala del 1 al 5 — Charlie y Bill lo pueden verificar.
Ambos hermanos Weasley se atragantaron, Charlie con el vino y Bill con los rollitos. Tonks mordisqueó su último pedazo y saltó de su asiento, tirando su vaso de agua sobre la mesa y la silla al suelo.
— ¡Te gané! — celebró la metamorfomaga, su cabello cambiando de color ante el sentimiento de triunfo.
— ¿Los dos? — se rió Morrigan — ¿Enserio?
White se encogió de hombros y bebió de su agua, ocultando una sonrisita sardónica con el gesto.
Si era sincera, White no sabía como empezar a tomarse todo el asunto de que estaba embarazada. Nunca se vió a si misma siendo madre, tal vez porque jamás se preocupó verdadera y totalmente por otra persona que no fuera ella. La idea de hacer algo mal con ese bebé que venía en camino la aterrorizaba, a tal punto que no se creía capaz de contarle a James todas las dudas que tenía.
Él le dijo que, la vez que se enteró que Harry existía, no se encontraba mejor que ella ahora. Aun así, mantuvo su silencio, solo porque sentía que eran dudas estúpidas. White logró ganarse a Roselyn, y Roselyn era difícil, siendo una adolescente callada, tímida, con trastorno de ansiedad generalizada y ataques de pánico. ¿Por qué la haría sentir de esa manera saber que estaba embarazada? No existían razones lógicas y eso solo lo empeoraba.
Se tocó el vientre. Alguna vez le habían dicho que las madres podrían escuchar el latido del corazón de su hijo, incluso pataditas. ¿Era muy pronto para que ella lo lograra? ¿O solo estaba tan desapegada a la idea de ser madre que no podía? ¿Si era así ahora, lo sería también cuando naciera?
¿Le pasaría algo malo al pequeño conjunto de células, nada considerado con su madre? ¿El vientre de White estaba capacitado siquiera para albergarlo? ¿Llegaría a sufrir un aborto? ¿Tendría alguna malformación? Mil y una eran las preguntas que cruzaban la mente de White, y con las nuevas que llegaban, más fatal se sentía. Si algo le sucedía a ese futuro bebé, sería totalmente su culpa.
James besó el hombro de White, notando las repentinas dudas que se reflejan en su mirada grisácea, dominada por el pánico.
— Es normal tener miedo — le susurró al oído, acariciándole los brazos y dejándola recostarse contra él — Es normal creer que vas a arruinarlo, pero no lo harás. Tienes a todo este grupo de personas que velan por ti y estarán ahí para ayudarte si los necesitas. A ayudarnos. Esto, White — James colocó su mano encima de la de ella, entrelazándola y deslizándola por el pequeño bulto que se había formado en su vientre con el pasar del mes — es nuestro. Es de ambos. Cuando ese bebé nazca...
— Aún no es un bebé — interrumpió, su voz hecha un susurro que se oyó doloroso — Aún está formándose. En mí, James, y si llego a perderlo será totalmente culpa mía.
— No sucederá — proclamó, mirándola seriamente — Sé que no. Y si existe la posibilidad, que no pasará, eso no nos alejará de ti, preciosa. Estamos aquí contigo, estoy aquí contigo.
White asintió, sintiendo las lágrimas bajar por su cara. James besó ambas mejillas sin dudarlo, limpiando el rastro que quedó de ellas, sin soltarla, recordándole a cada segundo que no se iría de su lado.
Remus volvió en ese momento.
— James — dijo, y su expresión seria llamó al instante la atención de su esposo.
— ¿Qué sucede? — preguntó, colocándose de pie con un salto y consiguiendo que el resto de las conversaciones se detuvieran.
— ¿Todo en orden? — Harry imitó a su padre, sosteniendo la mano de su novia mientras mantenía un tono de voz desconcertada.
Remus tragó saliva. No se veía muy feliz de estar arruinando la noche.
— Vieron mortifagos sobrevolando Privet Drive — anunció, y padre e hijos Potter compartieron una mirada asustada.
— ¿Privet Drive? — repitió Charlie — ¿No está a las afueras de Londres muggle?
— Es donde viven nuestros tíos — dijo Roselyn, mordiéndose la uña del dedo pulgar. El sonido que hacía los tacones que usaba contra el suelo se volvió repetitivo, probablemente moviendo las piernas por el nerviosismo — La hermana de mamá y su familia.
— ¿Qué podrían hacer los mortifagos allá? — preguntó White, parpadeando de sorpresa — ¿Tenían manera de saber que tienen familia en Privet Drive?
— Sí — dijo James. Su tono de voz profundo y oscuro solo le indicó a White que todo era más preocupante de lo que ella estaba pensando — Bill y yo tuvimos la idea de dejar un rastro falso en la orden de dónde podríamos ocultar a Rose y Harry las semanas que quedan para que Harry cumpla la mayoría de edad.
— ¿Y por qué la mayoría de edad? — cuestionó Fleur, su acento francés cada vez menos notable haciendo aparición con las r.
— Lily dejó una marca en Harry el día que perdió su magia, cuando Voldemort atacó Valle de Godric hace 16 años — explicó James. Harry estaba abrazado a Morrigan, que al mismo tiempo sostenía la mano de una temblorosa Roselyn — Se supone que aquella magia hace que Harry sea intocable para él. Lo protege.
— Dumbledore nos advirtió que los mortifagos podrían estar esperando el día que cumpla 17 años — comentó Sirius, completamente tenso y alerta — el sello se romperá.
— Ahí será cuando ataquen — añadió Bill.
— ¿Por qué dejar el falso rastro? — Roselyn parpadeó, sin entender.
El silencio que le siguió a sus palabras fue bastante tenso. White sintió que subía toda su temperatura al no tener ninguna respuesta rápida.
Fue entonces cuando Morrigan le confirmo sus peores sospechas:
— Hay un traidor en la Orden ¿verdad?
James, Sirius y Remus se miraron. White recordó, presenciándolo, lo que James le contó el día de su aniversario. Peter Pettigrew traicionó a la orden y los traicionó a ellos.
— Sí — dijo Bill, sin moverse del lado de Fleur, que permanecía silenciosa por la sorpresa — Y lo acabamos de verificar con esto.
— ¿Cómo procedemos? — dijo Tonks, el cabello volviéndole a un tono mucho más neutro. Su mano se aferraba al hombro de White, y la rubia no dudó en entrelazar sus manos.
— Las personas aquí son las únicas en las que podemos confiar ahora — declaró James — La guerra inició.
Sí, no había peor momento para que ella quedara embarazada.
Maldita sea.
capítulo relativamente corto pero una buena introducción a este acto final, mis kiwis. SE NOS CASARON LOS NIÑOS, YK, HAY QUE CELEBRARLO
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