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XXVI.



twenty six;
LA LUZ EN LA OSCURIDAD











James se sentía demasiado tranquilo en aquel lugar.

Godric había logrado calmar sus preocupaciones (aunque James le gritó un buen rato -o lo que sentía como un buen rato- tratando de hacerle entender que debía volver a asegurarse que sus hijos estaban a salvo) y lo convenció de quedarse allí, donde sea que estén porque no quiso responder sus dudas, a dejar que la herida que le provocó el hechizo de Snape se sanara sola. La magia del lugar era tan abrumadora, tan potente, que a James no le sorprendió lo rápido que estaba sintiéndose mejor.

— ¿Qué estás pensando? — Godric conserva su apariencia de 11 años. A pesar de que James sigue preguntándose porqué se presenta de esa manera ante él, verlo sentado a su lado le recuerda los viejos días, cuando sus hijos eran pequeños y los problemas aún no comenzaban. 

Cuando estaban a salvo, eran felices. Relativamente, no necesitaban nada más que estar juntos. 

Los pensamientos de James habían cambiado con el tiempo y ahora, después de conocer a White, a su cabeza no entraba ninguna posibilidad de separarse de ella. No sabría qué habría hecho si nunca se la hubiera topado. White le dió el sentido a su vida que James creyó perdido hacía años.

— En White — se encogió de hombros, mirando el paisaje. Le daba demasiada curiosidad saber dónde se encontraban, o al menos tener un nombre que darle a tanta maravilla que puede ver. Sus manos, recostadas contra el pasto verde y húmedo, bien cuidado, cosquillean al sentir la tierra, sentir la vida que la misma naturaleza emite. 

— Es una buena chica — dijo Godric, sonriendo de lado. Sus ojos oceánicos parpadean temblorosamente, como si la pereza o el sueño estuvieran ganándole. James no sabía que los fantasmas pudieran dormir (aunque luego de que petrificaran a Nick Casi Decapitado en el segundo año de Harry, tampoco lo dudaba), sin embargo, Godric se veía bastante propenso a hacerlo. Se preguntó que estaba pensando, viendo la laguna a sus pies con tanta intensidad — Estabas cometiendo un error cuando la dejaste ir. 

— Mi tiempo de ser egoísta se quedó en Hogwarts — James sonrió, dejando caer su cabeza y permitiendo que los rayos amarillos golpearan su rostro. Sus lentes habían sido hechizados por él mismo, a los 13 años, para oscurecer el lente en cuanto tocaran la luz solar. Se le hacía menos incómodo y así podía disfrutar mejor de la estrella hirviente — Si ella no podía soportar mi situación, sería un asco de persona reteniéndola a mi lado. Bueno, más de lo...

— ¿Sigues sintiéndote culpable por eso? — cortó Godric, sin mirarlo. James cerró los ojos, suponía el posible regaño que recibiría hablando más de la cuenta. Godric tenía el mismo tono de Remus cuando James sacaba a relucir el tema — Todos cometemos errores siendo adolescentes, James. No eres el único, ni el primero y tampoco el último, que podría cometer las estupideces que hacía.

— No tiene ninguna justificación lo que hice, Godric.

— No, no lo tiene — aceptó él, parpadeando otra vez. James había dejado caer su espalda por completo sobre el pasto, sintiendo la humedad del pasto mojar su ropa. — Lo importante es que te arrepientes y lo intentas emendar. Educaste a Harry y Roselyn de una manera diferente a la que Charlus y Dorea te educaron. No les implementaste prejuicios y dejaste que ellos mismos se hicieran una idea de cómo funcionaba el mundo mágico sin que tus propias creencias intervinieran. Eso demuestra tu cambio, y es de lo que deberías estar orgulloso. Eres digno de White, tanto como ella es digna de ti. Ya has sufrido demasiado. Mereces ser feliz, James.

James sonrió irónicamente. 

— ¿Cómo puedo serlo si hay un loco psicópata queriendo asesinar a mi hijo?

— Incluso en los momentos de oscuridad puedes hallar un poco de felicidad — dijo Godric, levantando su mano y agitándola levemente. La ráfaga de viento sacudió toda la ropa de James, escuchando el suave canto de un ave fénix reconfortándolo. Alzó la mirada, encontrando a los lejos, surcando el cielo, la figura majestuosa del mítico animal, sus alas extendidas mientras volaba — Solo tienes que saber encender la luz.

James parpadeó.

— ¿Eso no lo dijo Dumbledore?

— ¿Quién es Dumbledore? — devolvió Godric, confundido. Su expresión infantil hizo a James sonreír. Godric se parecía a él, y por ende a su hijo, lo que solo aumentaba el sentimiento de nostalgia que atacaba su pecho viéndolo. — De todas formas, no importa. Magia ya está aquí.

Ambos se giraron. La cabellera rubia y la figura flotante captó su inmediata atención, viéndola girar alrededor de la extraña pradera acompañando el canto del ave fénix. La piel de Magia, tan blanca como el marfil, adquirió un brillo dorado bajo la luz solar.

— ¿Qué es lo que está haciendo?

— Cada vez que se acerca esta época, ella viene aquí — dijo  Godric, con un suspiro desconsolado en la punta de los labios — Es la única manera que le queda para contactar a su nieta. — y antes de que James tuviera la oportunidad de preguntarle a quién se refería, Godric siguió hablando — Ragnor tiene la inmortalidad, pero su esencia quedó impregnada aquí tras su muerte. La perdida de Morgana durante el reinado de Arturo afectó a Magia, como a todos.

— ¿Morgana? — repitió, incrédulo.

— Eso es una historia para después — Godric se estiró, palmeando el hombro de James y dándole una sonrisa de oreja a oreja  — Tienes que regresar. ¡Y recuerda lo que dije! La felicidad llega en el momento en que menos la esperas. 

Mantenerse despierto comenzó a hacerse difícil para James. Perdió la visión completa del prado antes de volver a la inconsciencia. 

Los cantos del ave fénix nunca lo abandonaron. De hecho, antes de que pudiera abrir los ojos otra vez, la triste pero consoladora melodía volvió a viajar a través de su cerebro, activando poco a poco cada uno de sus sentidos. La pesadez de su cuerpo le hizo replantearse cuánto tiempo llevaba acostado, moviendo sus dedos al sentir el flojo agarre de alguien sosteniéndolos, el cosquilleo de una cabeza recostada encima de su vientre.

Consiguió abrir los párpados minutos después, encontrándose a si mismo en la enfermería de Hogwarts. Su visión estaba borrosa y empañada por su falta de lentes, pero lograba distinguir los borrones de cabelleras pelirrojas, castañas, pelinegras y el velo blanco que usaba Madame Pomfrey en su uniforme de medimaga.  

— Oi — la voz temblorosa de su prometida le hizo olvidar los últimos indicios de sueño que le quedaban. James parpadeó, girando la cabeza y encontrándose el rostro desenfocado y lleno de lágrimas de White — Estás despierto.

— No veo una mierda... — se quejó James, sintiendo que la garganta le quemó al forzar su voz. Trató de tragar saliva, la boca reseca por la falta de líquido. White tomó el vaso con agua de la mesa y lo colocó cerca de sus labios, acomodándole los lentes y sonriéndole tristemente, sus ojos empañados de lágrimas — ¿Qué... qué sucedió, preciosa? ¿Por qué lloras?

James intentó enderezarse, pero el peso encima de su vientre se lo impidió. Al voltear, encontró el rostro dormido de William apoyándose contra él, sentado en una silla junto a la camilla. Aún vestía el uniforme de Hogwarts, la túnica de Slytherin sirviéndole como cobija cubriendo sus brazos desnudos. Tenía hollín en la cara y un rasguño rojizo que subía todo su cuello hasta el borde de la mandíbula.

— Se quedó dormido hace unas horas — susurró White, entendiendo su cara desconcertada. James parpadeó, sosteniendo el rostro de William para enderezarse mejor. White lo ayudó a recostarlo encima de sus piernas, quitándole el flequillo de los párpados y estudiándole la expresión exhausta — No dejó que Madame Pomfrey lo atendiera, quería que despertaras primero. Estaba demasiado cansado. Lo que sea que hizo para reforzar el sabbat, le drenó todas sus energías James. 

James entrelazó su mano a la de White, haciendo un pequeño recorrido por toda la habitación. Las cabelleras pelirrojas pertenecían, como pensó, a los Weasley. Todos a excepción del segundo hijo, Charlie, estaban allí, alrededor de la camilla que ocupaba Bill. También pudo ver a Roselyn, recostada y medio despierta en la de su lado derecho. En el lado izquierdo encontró a Harry, sosteniendo la cabeza de Morrigan, que dormía profundamente, contra su pecho. Haciendo guardia cerca de ellos vió a Sirius, pendiente de los movimientos de Remus. 

James trató de conectarse a la conversación.

— ¿Dicen que Greyback lo atacó? — preguntaba Arthur a McGonagall distraídamente — ¿Pero no se había transformado? Así que¿Qué significa eso? ¿Qué le pasará a Bill? 

— No sabemos aun — dijo McGonagall, mirando a Remus en busca de ayuda. 

— Habrá probablemente alguna contaminación, Arthur — respondió, evidentemente cansado. James sabía lo duro que siempre le resultó a Remus hablar del cambio — Es un caso raro, probablemente único... no sabemos como puede ser su comportamiento cuando despierte... 

Molly tomó el ungüento de olor fuerte de Madame Pomfrey y empezó a colocarlo en las heridas de Bill.

— ¿Y Dumbledore? — dijo Arthur — Minerva ¿Es cierto... Está realmente...? 

Cuando McGonagall asintió con la cabeza, James volvió a escuchar el suave canto del fénix. Parpadeó, sosteniendo la mano de White y consiguiendo enfocarse nuevamente en la escena frente a sus ojos. 

White miraba a Fleur, que tenía una expresión congelada a un lado de Bill.

— Dumbledore se ha ido — susurró Arthur, con pesadumbre. 

Molly solo tenía ojos para su hijo mayor. Empezó a sollozar, las lágrimas cayendo sobre la cara mutilada de Bill. 

— Por supuesto, no importa cómo se vea... no es re... realmente importante... pero era un muchacho muy guapo... siempre tan guapo... y él iba a casarse...

— ¿Y que quiegue decig con eso? — dijo Fleur, súbitamente en voz alta. James notó a White y Tonks enderezándose, como si se prepararan para contener a Fleur si tenía un estallido de humor que activara su lado veela — ¿Qué quiegue decig con que iba a casagse

Molly levantó la cara llena de lagrimas mirándola sobresaltada. 

— Bueno... solo que... 

— ¿Piensa que Bill ya no va a quegueg casagse conmigo? — preguntó Fleur — ¿Usted piensa que pog esas mogdidas ya no me amagá?

— No, eso no es lo que yo... — tartamudeó Molly.

White y Tonks parecían estar a punto de reírse.

Pogque él lo hagá — dijo Fleur alzándose en toda su estatura y echando atrás su largo y magnífico cabello plateado. — Tomagá más que un hombge lobo paga que Bill deje de amagme.

— Bien, si, estoy segura — dijo Molly, tratando de apaciguar la situación — pero pienso que quizás dado como... como el... 

— ¿Piensa que yo no queguia casagme con él? O quizás ¿Es eso lo que espega? —estalló Fleur, con las fosas nasales dilatadas. Su piel se veía mucho más brillante de lo normal — ¿Qué me impogta cómo se vea? Yo soy lo suficientemente bonita paga nosotgos dos.¡Todas esas magcas muestgan que mi futuro esposo es valiente! Y yo hague eso — añadió fieramente, empujando a Molly a un lado y arrebatándole el ungüento. 

Molly cayó hacía atrás, contra su esposo.

White soltó una carcajada. 

— ¡Ya era hora de que hicieras algo! — celebró, dando unas cuantas palmadas. Todos se habían girado a mirarla, incluso Fleur, que siguió untando de ungüento el rostro de Bill — No tenías que dejarte pisotear todo el tiempo, Fleur. ¡Por fin habrá boda!

James tosió, consiguiendo ocultar su sonrisa. Podía sentir a William removiéndose incómodo, como si las voces lo estuvieran despertando. Eso, definitivamente, iba a ser divertido de ver. William odiaba que lo despertaran. 

Sirius, de pie junto a Harry, parecía perplejo. Cuando James lo miró, estaba murmurándole a Harry unas palabras que se oían bastante parecidas a "las mujeres están locas", lo que arrancó una pequeña sonrisa del rostro de su hijo.

— ¡Lo ves! — dijo una voz tensa. Tonks estaba mirando furiosa a Remus — Fleur todavía quiere casarse con él, ¡aun cuando ha sido mordido! ¡A ella no le importa!

— Es diferente — dijo Remus, apenas moviendo los labios y pareciendo súbitamente tenso — Bill no será un hombre lobo por completo. Los casos son completamente...

— Pero a mi no me importa tampoco, ¡no me importa! — Dijo Tonks, tomando el frente de la túnica desgastada de Remus y sacudiéndolo — te lo he dicho un millón de veces...

— ¿De qué están hablando? — preguntó Sirius, confundido.

Harry abrió la boca, enderezándose y procurando no despertar a Morrigan. La expresión de su cara se transformó, mirando de Remus a Sirius y viceversa con mucha diversión.

— Esto se pondrá bueno — decidió, acomodándose los lentes. 

— Y yo te he dicho un millón de veces — dijo Remus, rehusándose a encontrar los ojos de Sirius o de Tonks, prefiriendo mirar el suelo — que soy muy viejo para ti, muy pobre... y muy peligroso...

— He dicho todo el tiempo que estás tomando una postura ridícula sobre esto, Remus — comentó Arthur.

— No estoy siendo ridículo — respondió Remus, calmadamente — Tonks se merece alguien joven y completo.

— ¡Dile eso a Altair! — protestó Tonks.

Todos volvieron a girar hacía White. James, por otro lado, sintió la mirada dorada de Remus pedirle ayuda. Él estaba muy ocupado dándole sentido a la expresión descolocada de Sirius como para intentar levantarse y sacarlo de esa situación. Cuántas veces le dijo a ese hombre lobo terco que solucionara su situación con ambos antes de que fuera tarde. Pero no, nadie le hace caso a James cuando deben.

— A mí no me metan en esto — declaró White, alzando su dedo índice. Se veía muy incómoda de repente, y sus ojos grises observaban a Tonks con incredulidad — Dora, no creo que sea el mejor momento para...

— ¡Es el único que tengo! — decidió Tonks, se veía tan desesperada que su metamorfomagia se salió de control, su cabello variando entre el marrón y el rojo. 

— James y yo somos personas diferentes, Tonks — dijo Remus. James levantó la ceja, esa era la peor manera de zafarse del tema que a James podría ocurrírsele. Se preguntó si lanzar una almohada a Remus haría que se tropezara y quedara inconsciente hasta que pudieran hablar calmadamente... y cuando Sirius no los esté mirando de la forma en que lo está haciendo ahora — Y como dijo White, no es el momento para hablar de esto.

— Ni el lugar — añadió White, bajo su aliento — Ni el público.

— Dumbledore está muerto — seguía diciendo Remus.

— El viejo chiflado sería el primero en alegrarse de que esto suceda — dijo William, de repente, tan bruscamente que James saltó en su lugar. William se enderezó, acariciándose el rostro adormilado y mirando a James de mala manera — Lo más importante para él era el amor, el amor heterosexual.

— ¡Sayre! — reprendió McGonagall.

— Ustedes me despertaron, ahora se aguantan — gruñó William, parpadeando con sueño. Se recostó contra la silla y entrelazó los dedos tras la nuca, subiendo las piernas al borde de la camilla. — ¿Alguien quiere impedir que Black sufra un colapso allá atrás?

Harry parecía estar calmando a Sirius. Le jalaba de la mano y lo obligaba a prestarle atención, desviándola de la escena. Remus parecía aún más tímido al encontrar los ojos de Sirius, y James sintió renovadas ganas de tirarla la almohada en que apoyaba su espalda a la cara.

Remus ahogó la respiración.

James lo vió acercarse y se estiró, golpeándole el hombro.

— ¿No te había dicho que lo solucionaras? — murmuró, sacudiendo la cabeza. 

Estaban hablando entre susurros, a pesar de que nadie podría estarlos escuchando. Hagrid llegó a avisar a McGonagall del funeral de Dumbledore, William se acercó a Harry y estaba tomándole a Morrigan la temperatura. Sirius permanecía junto a su ahijado, a pesar de que sus claras intenciones de querer acercarse. White se había ido tras Tonks, tirando de ella fuera de la enfermería. 

— ¿Solucionarlo cómo? — devolvió Remus. Se veía más exhausto que William — Sirius ni siquiera nos recuerda. 

— Y Tonks va a seguir insistiendo hasta que quieras salir con ella — añadió James. 

— Sí, tú hacías eso con Lily.

— ¿De las únicas tres relaciones estables que he tenido en mi vida tomarás de ejemplo la de Lily? — ironizó James, acariciándose la sien — Lunático, de verdad. Tienes qué hablar con Sirius y luego explícaselo a Tonks. Ella va a entender que no estás para nuevos amores cuando el tuyo pende de un hilo desde que él y White regresaron de la muerte. 

Remus se veía indeciso.

White y Tonks volvieron a entrar, justamente mientras Roselyn se enderezaba en su camilla. James se giró, estirando su brazo y sosteniendo el de su hija, que se veía tan pálida y desanimada como cada vez que Lily defraudaba las promesas que le hacía. 

— ¿Estás bien, Rosie?

Lo que sea que hizo el chico Malfoy, esperaba que ella no hubiera estado involucrada. O mejor sí, tal vez así no se sentiría tan mal con el chico siendo un mortifago. James ya no sabía qué pensar de esa relación.

— Lo estaré, papá — murmuró Roselyn. 

— Hola, nena — saludó White, acariciando el cabello de Roselyn. Ella le sonrió al instante, y James no pudo evitar sentirse aliviado de ver el gran progreso entre la relación de dos de las mujeres más importantes de su vida — ¿Qué tal la siesta?  

— James — llamó la voz de McGonagall. 

James se enderezó, encontrando a la mujer cerca de Harry, que permanecía sosteniendo su mano entrelazada a la de su novia dormida.

— McGonagall quiere hablar conmigo afuera — informó Harry, parpadeando cansadamente tras sus gafas. 

— ¿Demorará mucho?

— Solo lo necesario — dijo McGonagall.

James suspiró. Remus le dió un apretón en el hombro como muestra de apoyo.

— Vuelve aquí cuando termines, Harry.

Harry asintió, inclinándose a besar la frente de Morrigan antes de dejar la enfermería detrás de McGonagall.

— Ah, los adolescentes — suspiró dramáticamente William, peinando el cabello de Morrigan. James, Sirius, Remus y White lo miraron con expresiones escépticas.— ¿Qué? Juntan sus edades y sigo siendo mayor que todos ustedes aquí. No me miren como si fuera un niño.

James tosió fuertemente, la expresión confundida de Roselyn debió llamar la atención de William, que tragó saliva y se rascó la nuca, apartando los ojos de la pelirroja.

— Tienes cara de niño, pequeña basura — gruñó Sirius, de malhumor. 

— Me preguntó entonces qué cara tienes tú, Black — respondió William, un tono venenoso que James ya había oído antes. William y Sirius siempre se habían tratado de esa forma — ¿Cara de homúnculo? Seguro que sí. 

— ¡No te rías! — reclamó Sirius indignado, mirando a White que escondía una sonrisa divertida tras su mano.

La pesadez de la habitación se desvaneció lentamente. El canto del fénix seguía allí, entonando y manteniendo activo el cerebro de James, dándose cuenta de los pequeños detalles que antes ignoraba. Godric tenía razón, después de todo, la pequeña luz entre la oscuridad aún no se extinguía. 

Madame Pomfrey llegó en ese momento, sosteniendo una taza humeante de té. 

James arrugó la nariz ante el olor.

— ¿Qué diablos es eso?

— Un poco de poción, señor Potter — dijo Madame Pomfrey. James apartó el rostro, sin notar que White retrocedía unos pasos lejos y se tapaba la nariz — No sea un niño berrinchudo y tómelo, le ayudará.

— ¿Ayudar a qué? ¿A matarlo? — Sirius parecía sorprendido. Su expresión se llenó de asco — Madame Pomfrey ¿el té disminuía el olor o le mintieron?

— No sea ridículo, señor Black — reprendió Madame Pomfrey.

— Ahora sabes lo que se siente tomar algo que no te gusta, papá — bromeó Roselyn.

— Usted y Sayre también lo beberán, señorita Potter.

— ¿¡Yo qué le hice para merecer semejante tortura!? — reclamó William, indignado. Morrigan se removió en la camilla ante su tono de voz, aunque él no parecía haberlo notado — ¡Esa cosa huele horrible!

— Ciertamente... — murmuró White, su rostro estaba completamente verde.

— ¿White? — llamó James, preocupado e intentando colocarse de pie.

White sacudió la mano y su expresión se distorsionó, solo teniendo el tiempo para dar la vuelta y correr unos pasos lejos antes de ceder a las nauseas que revolvieron su estómago y vomitar. Sirius se apresuró a sostenerle el cabello, y Remus la ayudó a mantener el equilibrio. Roselyn se escondió bajo las sábanas asqueada y James ahogó la respiración, siendo impedido de ayudar por Madame Pomfrey.

— Señor Potter, quédese aquí — ordenó la medimaga.

— Pero...

— James — William volvió a estar a su lado, sosteniéndolo del hombro y reteniéndolo contra la camilla. — Deja que la atiendan.

James suspiró, frustrándose al ver a Sirius y Remus colocar a White encima de una camilla. Madame Pomfrey movió la varita y conjuró una cubeta, dejándolo cerca de White por si las nauseas volvían. El vómito del piso se desvaneció, mientras Madame Pomfrey se apresuraba a su oficina y sacaba unos cuantos frascos de ella.

White suspiró temblorosamente.

— ¿El mundo está dando vueltas o volví a probar drogas? — se quejó, cerrando los ojos. Sirius le amarró el cabello, ofreciéndole un vaso de agua para limpiar su boca — ¿Por qué todo es ama...?

White tomó la cubeta y vomitó de nuevo. 

— ¿Qué diablos le diste para intoxicarla? — preguntó William, incrédulo.

— ¿¡La intoxicaste!? — se escandalizó Sirius.

— ¡No! — chilló James. Madame Pomfrey salió de su oficina, acercándose a la rubia. — ¿Qué tiene White?

Madame Pomfrey no le respondió, dándole otro trago de agua a tomar a White y haciéndola escupir en la cubeta. La medimaga murmuró unos cuantos hechizos, moviendo la varita por todo el cuerpo de la rubia. El líquido de los frascos cambiaba ligeramente de color.

— Señorita Black ¿Qué comió esta mañana? — preguntó Madame Pomfrey.

— Un poco de frutas — respondió White, parpadeando. Había comenzado a sudar repentinamente, lo que solo hizo a James sentirse más preocupado — Creps ligeros, jugo de naranja...

— Es lo que desayuna todos los días — comentó James.

— ¿Ha comido algo más desde entonces? — siguió diciendo Madame Pomfrey, mirando los frascos y sin dejar de mover la varita alrededor de White.

— James y yo almorzamos Cottage Pie — balbuceó White, acariciándose el vientre. Sus labios se torcieron en un pequeño puchero — Y me hice unos cuantos sándwiches de jamón cada que me daba hambre en la tarde.

— Se acabó el jamón — dijo James.

— ¿Cómo es que está en forma si come tanto? — murmuró Roselyn, aún debajo de las sábanas, escuchándose sorprendida.

— ¿Eso es algo habitual, señorita Black?

— No — White se quejó, recostando su cabeza contra el brazo de Sirius, que la sostenía — Hace unas semanas empezó a darme mucha hambre en las tardes.

Madame Pomfrey se detuvo de repente, alzando la mirada.

A James se le aceleró el corazón. Él ya había visto esos síntomas antes.

— ¿Ha sufrido algún desajuste en su menstruación, señorita Black?

William hizo un sonidito de entendimiento.

— Ya veo de qué están hablando — susurró, mirando a James con las cejas levantadas. Él estaba demasiado estupefacto para reaccionar a la burla en sus ojos.

— Yo no lo veo — se quejó Sirius — ¿Qué sucede con mi hermana, Madame Pomfrey?

— Tengo un retraso de tres semanas — comentó White, rascándose la mejilla y sin hacer caso de Sirius — ¿Por qué? A veces tengo retrasos. 

— Le haré una última prueba, señorita Black — dijo Madame Pomfrey, levantándose — Venga conmigo.

White los miró a todos, como si no supiera qué hacer. James trató de regalarle una sonrisa tranquilizadora, a pesar de que todo procesamiento normal en su cabeza se detuvo ante los síntomas que estaba escuchando. 

No podía ser. Ellos siempre usaron protección.

— Aquí nadie me dice nada — protestó Sirius, oyéndose molesto.

— No vas a querer enterarte, Black — se rió William.

— ¿Por qué no? — preguntó Remus, levantando la ceja.

— ¿Enserio no se dan cuenta? — siguió burlándose. Ocupó la silla en la que dormía antes de que James despertara y levantó los pies, apoyándolos contra la camilla. Se reclinó y sonrió a Roselyn, que asomó sus ojos esmeraldas en el borde de la sábana — Felicidades, Rosie, serás niñera.

— ¿Qué quieres decir con eso? — Roselyn parpadeó extrañada.

— William — gruñó James.

Él se encogió de hombros.

— Solo digo que deberían verificar la fecha de caducidad de los condones la próxima vez.

— ¿Qué? — Sirius tardó tres segundos exactos en darse cuenta. Al hacerlo, profirió un grito de indignación grandísimo, y James vio una buena opción imitar a su hija y refugiarse en las sábanas antes de que terminara de estallar — ¡POTTER! 

White volvió en ese momento con Madame Pomfrey. Entre sus manos sostenía un frasco con líquido color rosado brillante, y estaba mucho más pálida de lo habitual.

— ¿White? — preguntó Roselyn, preocupada de su expresión — ¿Estás bien? ¿Qué te sucede?

White abrió la boca, pero ningún sonido salió de ella. Parecía a punto de desmayarse. 

— Señor Potter — dijo Madame Pomfrey. James salió debajo de las sábanas, aguantando la respiración — Señorita Black...

— Solo dilo, Poppy — murmuró White, aún pasmada.

Madame Pomfrey suspiró, sonriéndole a ambos.

— Felicidades, serán padres.





FIN DEL SEGUNDO ACTO

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