XXV.
twenty five;
AQUÍ VAMOS DE NUEVO
Por supuesto que James estaba celoso.
Pero no era como si fuera a decírselo a White.
No, definitivamente no se lo va a decir. Y menos en este momento, cuando la tiene retorciéndose sobre el escritorio, sin brasier y con la mano de James metida en sus bragas, lubricando su zona íntima y sonriendo socarrón ante los gemidos temblorosos de su prometida, su espalda arqueada y las gotas de sudor deslizándose por toda su cara sonrojada.
— Joder, ve más rápido — casi sollozó White, sus manos inquietas tratando de encontrar algo de qué sostenerse sin mucho éxito.
James se detuvo, estirándose para verla a los ojos.
— Lo siento ¿Qué fue lo que dijiste?
— ¡Que vayas más rápido, desgraciado hijo de...! — el reclamo de White murió entre el feroz movimiento de los carnosos labios de James, la rabia implementada en cada uno de sus acciones solo para generarle más placer a White, que tras casi una hora tonteando con James, había sido colocada bruscamente en el escritorio de su oficina y se vió despojada de la parte superior de su ropa antes de poder parpadear.
— Las groserías son muy malas — James jadeó un poco, sacando el índice de la entrada de White y deslizándolo hacía el clítoris. White gimió fuertemente contra su oído. La sonrisa de James se hizo un poco más cruel — No tienes que emplearlas, preciosura. Tus deseos son ordenes para mí. Solo dí las palabras mágicas.
White parpadeó, sintiéndose atontada por la cantidad de sentimientos encontrados que viajaban por su cerebro. Su pupila se había dilatado, cubriendo la mayor parte del iris gris natural de sus ojos, a causa de la excitación.
— Si no me follas ahora mismo, juro que no me vuelves a ver nunca en tu vida.
¿Cómo podía él decirle que no a eso?
Y si acaso lo creen, que hubiera estado celoso no es para nada la razón de que esté siendo tan brusco. A su hermosa futura esposa le gustaba el salvajismo, lo que era algo muy diferente. James no podía negárselo, menos mientras la tiene vuelta un completo desastre gracias a su mano.
¿Estaba aprovechándose de la situación y liberando frustración? Seguramente, él tiene una vida bastante complicada más allá del estúpido niño bonito que creyó, por alguna razón, era buena idea coquetear con White cuando era claro que eso no era lo que ella deseaba.
Pero ¿Quién piensa en eso cuando está haciendo el amor con la mujer que ama?
Él no.
Los pechos de White lo mantienen demasiado distraído para eso.
Sus caderas se mueven a un mismo ritmo, agradecido de que el lubricante le dejara más fácil la intrusión y salida de su miembro en la abertura de White. Las piernas delgadas y largas le envolvían los hombros, recostada aún sobre el escritorio, los párpados fuertemente cerrados y los gemidos de placer saliendo como canto celestial de sus labios rosados. James podía sentir el sudor bajando por su espalda, la tensión de todos sus músculos y las descargas que sufría todo su sistema nervioso alcanzando los puntos débiles de White.
Por su discusión, llevaban casi ya tres meses sin tener sexo. James no había querido solucionar sus problemas mediante el placer y White lo entendió a la perfección. Él quería sentirse merecedor de ella, de que estuviera ahí aún después de lo desagradecido que James fue esa noche. Más que buscar el perdón de su novia (porque ya lo tenía), James buscaba el suyo propio.
Ahora que resultó todo bien para ambos, se daba cuenta de lo mucho que había extrañado hacer el amor con ella.
Joder, es que era tan perfecta.
Su estómago se contrajo al conseguir el orgasmo, aunque sus caderas siguieron el movimiento circular, las sensaciones nubladas que le generaban su eyaculación obligándolo a mantener la concentración hasta lograr la llegada de White. No tardó demasiado, deshaciéndose de placer bajo sus brazos. James se dejó caer encima de ella, colocando ambas manos a los costados del rostro color carmesí de White para mantenerse erguido.
White sonrió, dando un largo suspiro.
— Estoy pegajosa y sudorosa — se quejó, sus dedos perdiéndose en los mechones de cabello de la nuca de James.
— Totalmente caliente.
— Eso no es nada caliente.
— Siempre eres caliente, preciosa — James sonrió, limpiándose las gotas de la frente y parpadeando varias veces seguidas, queriendo enfocarla un poco mejor. Estúpida miopía — Se nota con ropa, sin ella es mucho mejor.
— ¿Ponerte celoso era lo que debía hacer para conseguir sexo tan rudo? — White se rió pícaramente — Esa es una de las cosas que se dicen en las primeras citas, James.
— Estoy seguro de que el sexo rudo no es una conversación en las primeras citas — contradijo James, reforzando la fuerza de sus brazos para sostenerse. Su ceño se frunció levemente y la diversión de White se elevó. — Y no estoy celoso.
— Lo que te haga dormir mejor.
— Nunca tuvimos citas — James la ignoró, ladeando la cabeza pensativo. — Te llevaré a una cita mañana en la noche.
— Si termina en el baño de una cafetería muggle... — White movió las cejas de forma sugerente.
— El sexo público era mejor en los pasillos de Hogwarts de madrugada— James no se sorprendió de ver las pupilas de White dilatarse de nuevo, mordiéndose la mejilla interna mientras suelta un jadeo repentino sintiendo las yemas de sus dedos delineando las curvas de sus caderas hacía los muslos internos — A la luz de las antorchas, con la camisa abierta, la mano en el sujetador, la cabeza metida en la falda, la adrenalina de un prefecto encontrándote de rodillas y saboreando los líquidos sabor a piña de tu novia...
— En otra vida, habré ido a Hogwarts contigo — White suspiró, ladeando su cuello y dejando que los labios de James se movieran alrededor de su clavícula, mordiendo con ligereza y succionando para dejar un claro chupetón.
— Y yo estaré encantado de que lo hagas.
Llegaron un poco (un poco bastante) tarde a la reunión de la Orden al día siguiente. Y las semanas que le siguieron a eso, también.
Abril y mayo pasaron como una brisa de noticias trágicas que detuvo a James y lo ayudó a concentrarse una vez más. Habló con Roselyn, después de que despertara, sobre su relación con Draco Malfoy y le dejó en claro que no estaba molesto, solo le pidió que tuviera cuidado. William le escribió, el mismo día que sabía Roselyn saldría de la enfermería, que ella había obtenido el tatuaje (antes de tiempo) y que probablemente Harry también lo tenía, solo que el contacto a la magia oscura lo alteró. ¿En qué clase de cosas estaba metido su hijo para acercarse a esa clase de magia? James no estaba seguro, William tampoco fue específico en su carta. Debía esperar a que ellos finalizaran su año, así acaso conseguir información por parte de ambos.
White también estuvo un poco ocupada. Siguió buscando en los viejos libros que tenían los Potter y los Black la razón de ser de la maldición sombra, y lo que sea pudo pasarle en la infancia para tener el recuerdo en común con Galatea Gryffindor que ella le quitó a cambio de volver del velo.
A finales de junio, el niño-bonito del ex de White se había unido a la Orden, y aunque James no controló su fuerza de la sorpresa y se le partió un vaso de vidrio lleno de whisky en la mano al enterarse, la orden explícita de Dumbledore era mantenerlo al tanto de todo lo que sucedía y tratar de ayudarlo a adaptarse.
— ¿Por qué tanto odio, Cornamenta? — se burló Sirius, sentándose encima del reposa brazos del sillón donde James se encontraba. James tenía la barbilla apoyada sobre su mano hecha puño y se mantenía callado, pensativo, tratando de controlar su genio. Sirius le movió las gafas y lo sacó de sus pensamientos — ¿Ya conocías al niño bonito?
James hizo un gesto desdeñoso.
— No es bueno guardarse los sentimientos, Cornamenta — le reprendió Remus, apareciendo detrás de Sirius.
James quiso recordarle lo irónico que era que él, Remus John Lupin, fuera quien lo dijera, sus ojos avellana moviéndose del iris tormentoso de Sirius a los dorados de Remus, que mantenía la habitual mirada de advertencia en ellos cuando James intentaba convencerlo de decirle a Sirius toda la verdad. No le gustaba ver a sus mejores amigos siendo tan infelices, más si Sirius ni siquiera sabía porqué era infeliz, y menos viendo a una chica como Tonks en medio de todo ese problema de manera tan injusta.
— Es el ex de White — dijo en cambio.
Remus rodó los ojos.
— ¿Te sientes celoso del ex de tu prometida?
— ¿El ex de White? — repitió Sirius, a diferencia de Remus, no se lo estaba tomando con gracia. Sirius sí que se había vuelto sobreprotector con ella — Se ve mayor. ¿Cuántos años se llevan?
James se encogió de hombros.
— Daba clases en Hogwarts cuando ella estudiaba ahí.
— ¿Quién? — White se acercó, sentándose encima del regazo de James. Sus brazos, moviéndose por inercia y costumbre, le envolvieron la cadera, apoyándose contra su clavícula y sintiéndose ligero viendo su gran sonrisa — ¿De qué hablan?
— ¿El niño bonito de allá es tu ex? — dijo Sirius, en cambio. Se veía extremadamente serio, para los estándares de Sirius. James se rió internamente de su propia broma.
White asintió, sin darle mucha importancia.
— Sí ¿Por qué te ves tan molesto?
Remus parecía entender a dónde iba el pensamiento de ambos.
— ¿Te dió clases?
— Daba Estudios Muggles, pero sí, tomé esa optativa — White no lo estaba captando, y cuando el ceño de Sirius se frunció más, empezó a enojarse un poco — ¿Cuál es tu problema? Puedo dormir con quién quiera.
— ¿Cuántos años tenían cuando dormiste con él?
Esto siempre fue una cuestión de edad, no de celos. James también lo llevaba pensando desde el comienzo.
— No entiendo qué te molesta tanto, Sirius — White sacudió la cabeza, acomodándose y alejándose de los brazos de James. Era bastante claro que, en la discusión, James estaba de parte de Sirius. Esperaba que ella no malentendiera su molestia, porque no le gustaría que volvieran a tener problemas — Acababa de cumplir 16 y él tenía 24.
Remus le colocó una mano encima a Sirius cuando hizo el amago de moverse, su mano derecha volando hacía la varita que guardaba en el bolsillo de su pantalón. La fuerza licántropa de Remus logró mantener en control a los latidos y gruñidos del perro, a pesar de que no abandonó su expresión enfurruñada y seguía mirando con odio notable a la ubicación del niño bonito, a unos metros de ellos, hablando con Bill.
— Eras menor de edad — señaló Remus, consiguiendo retener a Sirius a su lado.
— ¿Y?
— White — llamó James. White lo miró, sin entender su expresión — Sonará raro viniendo de mí, pero estuvo mal de su parte acceder a acostarse contigo cuando es mayor 8 años y tú eras menor de edad, tanto en nuestro mundo como para los muggles.
— No lo entiendo — White frunció el ceño — No es como si me hubiera obligado a algo, yo dormí con él porque quería.
— Él era el adulto — Sirius gruñó, apretando los puños — Él era el responsable de decir que no, así se lo hubieras suplicado, White. Fue ilegal.
— Accedí por mi propia cuenta a dormir con él — White, tercamente, se cruzó de brazos. Sirius aún se veía como si quisiera saltarle encima al niño bonito, Remus trataba de contenerlo y James se acariciaba el puente de la nariz — He estado con hombres mayores toda mi vida, sé perfectamente lo que estaba haciendo.
— El punto no es que lo sepas, White — dijo Sirius, exasperado — El punto es que el imbécil de allá se pudo haber aprovechado de ti.
— ¿Enserio vas a sacar esa carta conmigo? ¡Ya te dije que accedí porque era lo que yo quería!
Las conversaciones de los demás miembros de la Orden se detuvieron. Todos se centraron en ellos. James notó que, de hecho, los que más parecían interesados eran Stefan y Bill, a quienes se les unieron Tonks y Fleur a la conversación. Tonks era la única, y Stefan que ya se colocaba nervioso, que se hacía a la idea de lo que estaban hablando.
White se levantó y salió de allí, casi echando humo por la cabeza.
Sirius tenía los ojos clavados en Stefan.
— No vas a hechizarlo — declaró Remus.
— Bien — dijo Sirius, sonriendo con crueldad — Lo voy a golpear.
— ¡Sirius, no!
James decidió que White era más importante que la vida del niño bonito (¿siquiera se sorprenden de que haya sido así?).
La encontró sentada en una habitación vacía y polvorienta que, un poco confundido, reconoció como la habitación de Regulus, el hermano menor muerto de Sirius. White había corrido las cortinas de dosel y había cruzado las piernas, apoyándose de las manos en el colchón. Tenía el ceño ligeramente fruncido y se veía muy contrariada.
— ¿No confías en mí? — fue las primeras palabras que salieron de sus labios.
— Claro que lo hago — contradijo James, sentándose a su lado. White siguió sin mirarlo, más interesada en la hilera de marcos de fotos encima de la repisa de madera mohosa. James notó que, de hecho, estaba mirando una de Regulus con el uniforme de quidditch de Slytherin — Jugaba como buscador.
— ¿Uhm?
— Regulus — indicó, moviendo su mano ligeramente al trofeo desgastado de la esquina. Se veía tan descuidado que todo el color dorado había sido sepultado bajo la tierra y el mugre — Jugó para Slytherin como buscador. A veces lo enfrentaba.
— ¿Eras buscador?
— No — James sonrió — Era cazador. Soy bueno en todas las posiciones, pero... — la risita de White debió ser involuntaria, aunque James se alegraba de lograr su atención otra vez — Te sorprendería la cantidad de veces que un buscador puede salir herido. Mi buscadora de ese entonces siempre hacía desastres en Pociones; en ocasiones se acercaba un partido importante y yo debía tomar su lugar. Regulus tenía futuro en las grandes ligas.
— Si hubiera tenido tiempo — murmuró White. Sus manos se apoyaron en las rodillas y trató de mantener la concentración. James se preocupó al verla fruncir los labios. — Atenea me habló de él. Dijo que fue un mortifago y cuando quiso retractarse, lo mataron.
James se encogió de hombros.
— Sirius nunca quiso averiguar qué sucedió a Regulus — confesó, bajando un poco su tono. Incluso si no lo conoció realmente, la idea de Regulus realmente podía afectar a White. Era la primera vez que lo notaba — Le dolió demasiado su desaparición. No lo admitía, y te aseguro que sigue sin hacerlo, pero cuando Sirius escapó de casa se arrepentía de no llevarse con él a Regulus, o al menos de intentar llevárselo. Era importante para él... así como lo eres tú ahora — James la miró, y cuando White lo miró de vuelta, notó que sus ojos se veían cansados — Él solo intenta protegerte. Eres su hermana.
— No tiene sentido que diga eso — White suspiró — No soy ninguna tonta, sé muy bien lo que quería. Y lo que quería a los 16 años era acostarme con Stefan.
— No te estoy diciendo que lo seas — James le tomó de la mano, dándole un ligero apretón para captar su atención — Te estoy diciendo que él tenía 24, él era el adulto de la situación y era él quien debió negarse a acceder, White. Tenías 16. ¿Siquiera te has detenido a pensar qué te llevó a eso? ¿Él se insinúo o fuiste tú directamente? ¿Te acercaste porque dió señales? — White, que había abierto la boca, la volvió a cerrar. James contó mentalmente para que su temperamento no estallara, de nuevo. — ¿Pasó algo parecido, verdad?
— Estábamos drogados — mencionó — Fue en el campamento hippie... yo... fue la única vez que probé las drogas.
— ¿Por qué siento que él sí sabía lo que hacía? — James se hizo una nota mental de ayudar a Sirius a golpear a ese idiota.
White frunció el ceño.
— No, sí estaba drogado. Los dos. Es solo que...
— ¿Él te ofreció, verdad?
Ella se encogió de hombros.
— Era lo que todos hacían, así que solo dije que sí.
James suspiró. Paso 1 del día: golpear al ex de su prometida. Paso 2: intentar que Sirius no lo mate, porque va a ser James el que obtenga esa oportunidad. Paso 3: ingeniárselas para que White se dé cuenta de que no es culpable de no haber notado que algo podría haber ido mal... porque era lo que estaba haciendo.
— Oye — susurró. White lo miró, levantando la ceja y fingiendo tranquilidad. James entrelazó sus dedos — Nada de lo que pudo haber pasado es culpa tuya ¿Sí? Es de él. Y realmente me siento un poco hipócrita diciéndolo pero me...
White se inclinó y lo besó, y el cerebro de James hizo cortocircuito.
Sus labios eran dulces y salados, una combinación muy rara que solo encontró natural del sabor natural de White y las lágrimas que no había podido contener del todo. La delicadeza en que se movieron sus labios hicieron a James olvidar los sentimientos de molesta que estaba profesando al resto del mundo. Acunó el rostro de White en sus manos y trató de dominarse otra vez.
Ella sonreía cuando se separaron.
— ¿Qué fue eso? — balbuceó James.
— No entendía porqué mis sentimientos por ti pasaron a ser algo más allá de lo sexual — explicó White — No entendía porqué fuiste diferente a los demás. Solo sabía lo que sentía. Ahora sí lo comprendo. Realmente te preocupas por algo que pudo haberme sucedido hace años.
James le acarició la mejilla.
— No mereces nada menos, White.
La puerta de la habitación de Regulus se abrió. Tonks se asomó, sonriendo nerviosamente al verlos tan cerca.
— Dumbledore nos quiere a todos abajo. Dice que saldrá de Hogwarts de nuevo y nos dará el protocolo de vigilancia y seguridad para Hogwarts.
El día siguiente pudo haber sido menos caótico si las cosas no hubieran terminado tan mal.
James estaba rondando los pasillos de las mazmorras, cerca de las cocinas y la sala común de Hufflepuff, cuando vió el retrato del frutero abriéndose bruscamente y una cabellera alborotada pelirroja salir disparada hacía la derecha, queriendo salir al salón principal. Librándose de su aturdimiento, James se dió cuenta que era Roselyn.
— ¡Roselyn! ¿¡Qué demonios estás haciendo!?
— ¡No hay tiempo, papá! — gritó ella, con desesperación. Sus ojos verdes estaban llenos de lágrimas cuando lo miró — ¡Los mortifagos están aquí en el castillo!
James se quedó estático.
— ¡Devuélvete a tu sala común!
— ¡NO! — chilló Roselyn. Su cabello rojo resplandeció entre su color natural y el amarillo, dándole un tono parecido al del sol que cegó a James durante unos minutos — ¡Están en la torre de Astronomía! ¡Tengo que ir! ¡Draco está ahí por ellos!
— ¡Señor Potter!
James se giró. El tiempo se ralentizó de repente al comprender lo que estaba sucediendo. Sintió un tirón de su estómago y el fuego salió disparado de sus manos antes de notar lo que estaba haciendo.
— ¡Godric! — chilló. No era él quien estaba controlando el sabbat, y estaba seguro de que el silencio de casi un año de Godric no había sido solo porque sí.
Cuando el castillo se sacudió, los hilos de Protego Diabolica que envolvían a su hija y a los amigos de Harry (Ron y Hermione) que acababan de aparecer por el medio, contuvieron los daños lejos de ambos, aunque James sí perdió el equilibrio y sintió, como un hierro ardiente, la caída de las barreras protectoras que envolvían Hogwarts.
— ¡Le avisamos al profesor Snape de lo que estaba sucediendo! — informó Hermione. Ni siquiera parecía haber notado lo que acababa de pasar.
— Sigo diciendo que no fue buena idea — murmuró Ron, frunciendo el entrecejo con desconfianza.
James notó por el rabillo del ojo el resplandor verdoso. Cuando James pudo enfocar bien su visión, William daba la vuelta por el tercer túnel que dividía las mazmorras, el pasillo izquierdo a la sala común de Slytherin, una cabellera pelinegra y corta junto a él, perteneciente a una chica de piel pálida y ojos verde lima, que como William vestía el uniforme de las serpientes.
— ¿Parkinson? — preguntó Hermione, incrédula.
— Ella era Parkinson — dijo James.
William frunció el ceño y volvió a girarse a su amiga (novia, amiga-novia, amiga con derechos, lo que fueran).
— Te devolverás.
— No — decidió la niña Parkinson.
— Cuida de Isolt.
— ¡Ya te dije que no!
— Asegúrate de que nadie salga de la sala común.
— ¡No seas imbécil, Sayre!
William le sonrió con picardía y se alejó de ella tras robarle un beso que la mantuvo estupefacta el tiempo suficiente para despistarla, llevándose a James con él. Las cabelleras de Roselyn, Ron y Hermione desaparecieron por el rabillo de su ojo hacía las escaleras que llevaban fuera de las mazmorras.
— Espero que sea importante.
— Por mi tío Salazar, que se retuerza en su tumba como Magia manda — William le gruñó — No seas protector. Tus hijos salieron a ti. Corren al peligro. No puedes hacer nada para mantener a Roselyn alejada de la batalla, haz algo para que todo salga a nuestro favor.
— ¿Cómo se supone hago eso?
William se cortó la palma de su mano y la colocó sobre el cuadro de oro. James acababa de notar que era el cuadro de un hombre rubio, de porte elegante, probablemente de la nobleza, ojos que variaban entre el verde y el azul y una sonrisa de superioridad.
— ¿Ese es...?
— Salazar Slytherin — William murmuraba maldiciones bajo su aliento mientras su sangre recorría los bordes del retrato — En su mejor momento. Godric está a su lado.
Godric era tan parecido a él que era escalofriante.
— Dulce y piadosa Magia — William retiró la mano y se la envolvió con una venda. James lo miraba demasiado incrédulo para preguntar, incluso si la sacudida del castillo volvió a recordarle lo que sucedía allá arriba, en la torre de Astronomía — No descuides a aquellos que seguimos fieles a ti.
El aura de William resplandeció.
— ¿Qué diablos acabas de hacer?
— Reforzar el sabbat — explicó, entre dientes y acomodándose mejor la venda — Mi conexión es a Salazar y a mi madre. La tuya y el resto de tu linaje es a Go... mi pa... iugh, a Godric. — definitivamente, James no fue idiota de adolescente cada vez que pensaba que William tenía problemas paternales — Refuerzas el sabbat, refuerzas la unión que representa con los fundadores. Te da poder, pero no te descuides, si te atacan, duele el doble.
— Ah, estupendo — masculló, cortándose un poco la palma de la mano y colocándola sobre el borde del marco de la pintura de Godric. Repitió las palabras que escuchó de William, sintiendo de inmediato como si todo su ser interno ardiera.
— En la naturaleza, todo requiere un equilibrio — William cerró los ojos y sonrió con crueldad — En la naturaleza, sobrevive el más apto. ¡Magia nos libre de la desdicha!
William estaba loco.
James estaba el doble de loco por hacerle caso.
La torre de Astronomía era todo un desastre. Podía ver al mismo grupo que Harry llevó al Departamento de Misterios el año anterior (Neville Longbottom, Luna Lovegood, Ginny Weasley, Ron, Hermione y la novia de Ron, Carrie, de la que Roselyn hablaba mucho pero James nunca vió antes) luchando contra los mortifagos y haciendo compañía a la Orden del Fénix.
Logró divisar a Bill retorciéndose bajo las garras de Fenrir Greyback, lo que lo iba a obligar a moverse antes de ver lo que William hacía.
Greyback se alejó, gritando de dolor, lejos de Bill, dejando un charco de sangre de la que no estaba seguro de si pertenecía a él o al despiadado hombre lobo.
— Realmente te da más poder — James sonrió, agachándose al sentir el roce de la maldición tocar su mejilla.
White se colocó de espalda a espalda con él.
— ¿¡Dónde estabas!? — le reclamó la rubia, moviendo su varita agilmente para mantener los hechizos lejos de ambos. James se sintió orgulloso de lo mucho que había mejorado desde su primera vigilancia juntos para la Orden.
— Trayendo la caballería — respondió, consiguiendo no reírse al ver a William moviéndose de forma silenciosa entre el resto de chicos de su aparente edad y ayudándolos a defenderse de los mortifagos.
White se agachó y James estiró su mano. La ráfaga de la maldición salió despedida, ardiendo en llamas al mortifago con el que ella luchaba.
— ¡Joder, Cornamenta! — oyó chillar a Sirius, que estaba enfrascado en un duelo junto a Remus contra el recuperado, aunque adolorido, Greyback — ¡Haz eso más seguido!
— Sí ¡Y cúbreme! — reclamó White, alzando su varita y enviando otro par de maldiciones punzantes a sus oponentes, que no pudieron escapar de las flamas azules mucho más tiempo cuando estas lograron alcanzarlos.
Ellos serían imparables, como un maldito equipo.
James podía oír los gritos de los mortifagos arriba, así como los de la Orden que intentaban abrirse paso a lo alto de la Torre. Los que quedaban abajo los mantuvieron bastante ocupados, asegurándose de proteger a los adolescentes que permanecían allí y deshacerse de sus enemigos.
— ¡Neville! — escuchó gritar a Ginny.
James la retuvo del brazo y la devolvió hacía Tonks.
— ¡Yo iré!
White y él corrieron hacía Neville, arrodillándose a su lado y tomándole el pulso. Neville jadeó, sosteniéndose el costado del abdomen. James recordó, durante unos segundos, a su viejo amigo Frank. Trató de concentrarse mejor y lo sostuvo de la espalda, haciendo presión sobre la herida. White alzó su varita y murmuró un hechizo para cerrarla.
— ¡Reducto! ¡Reducto!
— ¿Rose? — los ojos de James se desviaron a su hija, que permanecía de pie en medio de todo vislumbrando el gran desastre que se había formado.
Roselyn lo miró, murmurando temblorosamente un par de disculpas a las que James no entiende razón de ser.
La maldición que mantenía obstruida la entrada a la torre se vino abajo, enviando a Remus y Sirius a la pared opuesta a ella. Draco Malfoy fue el primero en descender, deteniéndose unos segundos en cuanto logra ver a Roselyn. Tras él, viene Snape, lo que hace que el cerebro de James trabaje más rápido de lo habitual.
White lo notó, alzando la varita.
Snape fue más ágil que ella.
Y James más rápido que el hechizo.
El rayo de luz morada le dió de lleno en la parte lateral de la cabeza, sintiendo la inmediata parálisis de toda su psiquis mientras la magia que lo envolvía se congelaba. El grito colectivo de su prometida e hija se perdió en sus memorias, viendo nublado a su alrededor y dejando que su cuerpo se desplomara sobre el de Neville.
Todo su sistema nervioso sufrió una sacudida al abrir los ojos. Le duele hasta respirar. Ya no está en la torre de Astronomía. Eso disminuye el dolor.
— Ragnor te advirtió que dolería el doble.
James se giró.
— Sagrado Merlín.
Luego de casi un año, el rostro sereno de Godric Gryffindor volvió a sonreírle.
— Siempre es un placer verte, James.
Aquí vamos de nuevo.
skyelost nada más que agregar, te amo♥️
Weno kiwis, penúltimo capítulo del acto y volvemos a tener a Godric haciendo de las suyas, juas juas.
Les confieso que no me gusta mucho tratar el tema de James/Snape porque me incomoda y me cae mal Snape. James es mucho más que una rivalidad de colegiales estúpidos y tras años de ver al fandom odiándolo por su pasado, como autora he decidido solo pasar de ellos. Aún así, espero hayan notado que esos dos se odian aún y espía o no, Snape no desaprovecharía la oportunidad que se le presentó🧚
Apuestas, apuestas, hagan sus apuestas. ¿James y White se casan este acto o les hago sufrir esperando un rato más?
Nos leemos, kiwis.
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