XXIV.
twenty four;
ANIVERSARIO ARRUINADO, NO HAY NADA MEJOR
El patronus de un ciervo despertó a White esa mañana.
Había estado inmersa en el mundo de los sueños hasta que sintió el destello de luz plateado atravesar las cortinas que tapaban las ventanas. White, que aprendió a mantenerse alerta gracias a todo lo que ocurría a causa de Voldemort y los mortifagos, se levantó de la cama al instante, tomando su varita de la mesa de noche y mirando las grandes cornamentas del patronus con incredulidad.
— Feliz aniversario, preciosa — la voz de James la descolocó, bajando la varita y soltando una risita nerviosa cuando el ciervo de luz estiró las patas, haciendo una extraña reverencia que la hizo sentir enternecida — El desayuno está listo.
La bandeja de plata con el habitual desayuno de White (creps ligeros, jugo de naranja y fruta en pequeños pedacitos cuadrados) apareció encima de la almohada de James, que seguía oliendo a menta como él. Joder, su aniversario. Ella había olvidado completamente que ese día cumplían un año juntos.
— Sí, sí — siguió diciendo la voz de James a través del patronus, acercándose a ella y trotando a su alrededor, generándole otra risita nerviosa a White que no se relajó hasta que habló de nuevo — Sé que lo olvidaste, hermosa. Mañana iremos a un spa y fingiremos que fue idea tuya. Ahora, come el desayuno, lee la nota y sigue las instrucciones. Tienes que mover un poco más el trasero, perezosa.
White rodó los ojos, reconfortada por la luz brillante y alucinante del ciervo-patronus, y se sentó en la cama. El ciervo flotó sobre la alfombra, estirándose y acostándose a observarla. Era casi como tener a James ahí, por lo que no la incómodo. Picó un poco de fruta y disfrutó su desayuno en cama, preguntándose qué idea tenía James queriéndola sacar de las sábanas a una hora tan temprana. Él sabía muy bien que ella no se despertaba antes de la diez.
Cuando dió un último mordisco a los creps, cogió la notita junto al jugo de naranja y la revisó. La letra de James, un poco desprolija, aunque cursiva, estaba ahí estampada.
En la sala busca la bebida que me diste la vez que nos conocimos en el bar. Verás más instrucciones esperándote. Espero que las sigas y no solo hagas un hechizo rastreador para encontrarme :(
White se rió.
— Tonto — murmuró, lamiéndose los labios para quitar los rastros del jugo de naranja en ellos.
Cornamenta, el ciervo-patronus que aún no se desvanecía, se levantó tras ella, galopando en el aire fuera de la habitación. White lo siguió, calzándose apresuradamente unas sandalias y procurando coger la chaqueta de James, por si tenía que salir de la casa y hacía frío. Se apresuró en las escaleras, bajándolas de dos en dos.
Se detuvo al llegar a la sala.
— ¿Qué carajos le dí esa vez? — se preguntó en voz alta. Recordaba a James medio ebrio y a ella riéndose de sus tonterías. Recordaba que se sintió atraída de inmediato por su cara bonita y su sonrisa ladina. También recordaba las bromas de los divorciados y los engaños. White le dijo esa vez que escuchaba las trágicas anécdotas de los ebrios para que le dieran propina.
La botella de Whisky añejo vacía sobre la chimenea llamó su atención. Por supuesto, era whisky. Ella siempre le daba whisky a los divorciados. Tequila para universitarios, whisky para los sufridos. Los jefes le preguntaban bastante seguido cómo era capaz de acabar las botellas tan rápido.
La notita dentro de la botella, como dijo James, era más larga de lo que esperaba gracias a la primera.
Esta es la situación; estoy ciento diez por ciento seguro que soy la única persona a la que te has presentado como White. No intentes negarlo, te he visto presentarte ya. Siempre usas Altair. Me gusta ese nombre. Altair. ¿Sabías que las estrellas Altair y Vega tienen la fama de ser amantes separados que una vez al año podían cruzar la vía láctea para conseguir una noche de pasión, consumiendo su amor? Pues yo lo aprendí por Sirius y la extraña familia que tienen ustedes. Es bonito, aún así. Me gusta la idea de que no tengamos que esperar como Altair y Vega para estar juntos. Me gusta estar contigo.
Hay alguien llorando, pero no les dirá quién es White.
Así que pensé que, así como tú compartiste conmigo ese nombre que pareces detestar, pero dejas que nosotros usemos, yo compartiré algo contigo de lo que no me gusta hablar mucho. Retira la tabla suelta del porche, en el primer escalón, hay otra nota allí ;)
— ¿A qué estás jugando, James? — murmuró, doblando la notita y guardándola en el bolsillo de la chaqueta mientras caminaba hacía la puerta.
Fue bastante fácil hallar la tabla suelta. El ciervo-patronus se quedó flotando sobre ella, lo que ahorró a White bastante trabajo. Se inclinó y la retiró, encontrando unos guantes para quidditch de cuero de dragón, que se veían algo desgastados, enrollados y envolviendo otro pedazo de pergamino.
¿No te saltaste mi búsqueda del tesoro improvisado? Genial. La historia es difícil de contar, incluso por escrito.
No siempre éramos Sirius, Remus y yo. Había otro chico. Otro merodeador. Se llamaba Peter, y le decíamos Colagusano. Hicimos Hogwarts todos juntos y nos unimos a la Orden también. Supongo que pensábamos que seríamos nosotros contra el mundo. Debes estar preguntándote dónde está Peter ahora. Lamentablemente, no murió. No sé si hubiera preferido que lo hiciera antes de lo que en realidad pasó.
Peter nos entregó a Voldemort. Ya debes hacerte a la idea de cuánto dolió saber que uno de tus mejores amigos era un traidor. No había dejado a nadie entrar desde entonces. Lo de Peter fue un golpe tan bajo que me prometí que no volvería a confiar otra vez de la manera que lo hacía antes. Llegaste a cambiar eso, preciosa, así como otras de las muchas cosas que estaban pasando en mi vida sin conocerte, y es una de las tantas razones por las que quiero agradecerte hoy.
Eres perfecta, White Altair Black.
Así que ponte los guantes y prepárate para escalar un poco, el bosque está esperándote.
— Si ibas a hacerme llorar, hazlo sin ejercicio de por medio — masculló, sonriendo tontamente y colocándose los guantes.
Cornamenta-patronus la acompañó hasta la entrada del bosque, sirviéndole de guía hacía lo desconocido. Tras el invierno, la flora había comenzado a crecer de nuevo, lo que le daba un toque de color a todo el marrón y el verde que predominaba el sector naturalmente. Aunque se resbaló un poco, y si no se cayó de cara fue de puro milagro, Cornamenta-patronus por fin se detuvo en un claro, cerca de un gran tronco que, casi en toda la cima, tenía una casa del árbol.
El rostro de James se asomó desde la baranda.
— ¡Sí llegaste!
Cornamenta-patronus galopó una última vez alrededor de White antes de desvanecerse. James se rió, moviendo su varita y llevando los halos de luz plateados hacía él.
— ¿Enserio quieres que suba hasta allá? — se quejó White, tratando de parecer indignada y fallando de forma miserable.
— ¡Vamos, chica ejercicio! — la sonrisa de James no tardó en aparecer — Hay otra cosa que quiero que veas. ¡Feliz aniversario!
White tuvo que escalar. Le sirvió bastante el uso de los guantes, porque estaba segura de que tocó lugares del tronco que tal vez no debía tocar (logró ver el líquido que se desvanecía después, lo que la obligó a detenerse a respirar adecuadamente). Escuchando las risas de James, y pensando que lo iba a golpear por hacerla subir así, llegó a la cima.
James la abrazó antes de que pudiera reclamarle, sacándole un suspiro a White que se sintió derretir contra su pecho cálido.
— Feliz aniversario — repitió, sus labios carnosos moviéndose cerca de su oído.
— Haces que me sienta pésima por no recordarlo — murmuró White, riéndose y temblando.
— No te preocupes, ya te dije que fingiremos que el spa es idea tuya — él se encogió de hombros, sin darle importancia. — Venga, te ganaste el regalo que preparé.
James tenía allí una canasta con un poco más de comida y una botella de vino directo de la reserva de los Potter. White levantó la ceja y se dejó arrastrar, sentándose en la manta de picnic y cruzándose de piernas. James se recostó a lo largo, recargando la cabeza encima de su regazo. White estiró su mano, comenzando a jugar con los mechones de cabello que le caían a James sobre las gafas y recibiendo las uvas que él le daba.
— ¿Acabas de construirla? — preguntó, tras oír la historia de cómo preparo todo para ella.
James sonrió, mordiendo la uva.
— Mientras dormías — explicó, burlándose de su expresión sorprendida — Se me ocurrió cuando hacía la nota de la tabla. Ya tenía hecha la mitad cuando envié el patronus. Fue fácil hechizarlo para que se mantuviera hasta volver aquí.
— ¿Por qué una casa del árbol? — dijo White, aceptando la uva que le ofrecía.
— Ah — James arrugó el entrecejo, pensando la respuesta que le daría — Bueno, en la casa del árbol te mostré el sabbat por primera vez. Como dije esa noche, no le había dicho a nadie antes. Pensé que, ya que estaba rememorando cosas de nosotros, sería perfecto porque la casa era tuya y traerla a nuestro hogar...
White inclinó la cabeza, dándole un beso que calló la verborrea de James de inmediato. Él le correspondió, succionando su labio inferior y jugando con su lengua, logrando la sonrisa instantánea de White, dejándose llevar de la sensación y el golpeteo de su corazón al intensificar el beso.
— Eres increíble — susurró, juntando sus frentes.
— Ya lo sabía — alardeó James — pero gracias. — White torció los ojos, fingiendo exasperación aunque no le duró demasiado, riéndose con él — También por seguir aquí.
James no había ignorado lo que sucedió en navidades. De hecho, y al principio, White tampoco lo hizo del todo. La propuesta de matrimonio no era una reconciliación para ninguno, por lo que James estuvo los últimos meses esforzándose para que las cosas fueran mejor de lo que eran antes de su discusión. Le llevaba el desayuno a la cama, le preguntaba lo que opinaba antes de tomar una decisión, incluso varias veces defendió la postura de White acerca de los protocolos de protección a Harry y los chicos en Hogwarts ante la de los demás durante las reuniones de la Orden.
White ya no sentía que tuviera algo que perdonarle, pero era como si James no se perdonara a si mismo. A ella le gustaba que fuera cariñoso, no al nivel de empalagoso, solo manteniéndose demostrativo. Se estaba abriendo a ella y el que lo hiciera le daba confianza. Si se iban a casar, serían un equipo de ahora en adelante. Le generaba seguridad saber que estaría ahí para apoyarla si lo necesitaba.
— No tengo razones para no estar aquí — le recordó, suspirando lentamente — Te quiero.
— Te quiero — repitió, estirándose para volver a besarla.
Se comieron todo el ramo de uvas y abrieron el vino. Llevaban la mitad de la botella cuando a White se le ocurrió una idea.
— ¿Cómo haces patronus?
James, que estaba sirviendo más para ambos, frunció el ceño.
— ¿Nunca has hecho patronus?
Ella negó.
— Nop — anunció, dándole un sorbo a la copa. La mirada escandalizada de James le daba risa — Después de mis TIMO's, no aprendí nada de Defensa. Mis últimos dos profesores fueron un asco. Sobretodo el último. Hablaba más de si mismo y los premios que ganó como la mejor sonrisa del año dado por Corazón de Bruja en lugar de hablar sobre las clase o los encantamientos. Ni siquiera estoy segura de que pudiera hacer patronus.
— ¿Corazón de Bruja? — repitió, atragantándose con el vino — ¿Tu último profesor fue Lockhart?
— ¿Lo conoces? — levantó la ceja, mostrándose curiosa.
— Era un imbécil — dijo, sacándole a White una carcajada — Estudio unos cursos más abajo de nosotros. Era Ravenclaw. Un completo patán. Además, intentó hacer obliviate a Harry y Ron el año que dio clases en Hogwarts.
— ¿Lo intentó? — White sacudió la cabeza, indignada — ¿Por qué nunca me entero de nada?
James sonrió.
— Volviendo al tema — decidió, bebiendo de su copa — El patronus es complicado de hacer. Mucho de los magos no son capaces de lograrlo. A la mayoría solo les sale una bruma. El verdadero patronus toma la forma que más nos representa. La forma de nuestro alma. Con los animagos es habitual que adquiera la misma forma que nos da la animagia.
— ¿Cómo se hace? — White frunció el entrecejo, removiéndose para estar más cómoda — ¿Por qué es tan difícil hacer patronus?
James se lo pensó.
— El patronus requiere un recuerdo que te haga feliz — explicó, volviendo a recostarse contra sus piernas. White lo dejó, estirando sus manos y permitiendo que comenzara a jugar con la sortija de compromiso — Verdaderamente feliz. No algo momentáneo. Que se haya quedado contigo para siempre. Esa es la parte más difícil de la teoría, y en la práctica es aún más complicado estando frente a un dementor. Están hechos para absorber los recuerdos felices y dejarte los tristes, lo que complica la situación.
— ¿Has estado frente a dementores?
James sonrió tristemente.
— Cuando tenía 21 fui a Azkaban una vez — ante su expresión de sorpresa, se apresuró a agregar — Luego de la primera guerra, apresaron a Sirius y lo metieron allí sin juicio previo. No estuvo en Azkaban más de tres días hasta que me enteré de lo que sucedió. Tuve que ir yo mismo a sacarlo porque Barty Crouch Jr no quería hacerlo. Es... es horrible, Azkaban, me refiero. Entiendo porqué los enloquece tan fácil...
James calló de repente.
— ¿Qué sucede? — preguntó White, cuando se enderezó bruscamente y se colocó de pie, cogiendo la varita del suelo y manteniéndola erguida. James no le respondió — Oye ¿Qué ocurre?
— Algo acaba de sobrepasar las protecciones — James frunció el ceño, reconsiderándolo. Sus ojos avellanas, oculto tras las gafas cuadradas, viraban de un extremo de la casa a otro— Es una lechuza.
— ¿Una lechuza? — White parpadeó, comenzando a sentirse nerviosa — ¿Una lechuza de Sirius? ¿De Remus? ¿De El Profeta?
— Ninguna de sus lechuzas llega directamente, las protecciones no las dejan atravesar hasta la casa — explicó James, mordiéndose el labio inferior pensativo — Debe ser Hedwig, o Mercurio. Probablemente Hedwig. Mercurio ya vino antes y no es normal que respondan tan pronto a una carta. Si quisieran avisar de algo que sucedió, enviarían a Hedwig, es mucho más rápida.
— ¿Hedwig es de Harry?
James asintió, asustado.
Tras una caminata devuelta que se sintió más larga de lo que fue llegar, entraron a la casa y se encontraron a la lechuza nívea de Harry, revoloteando impaciente alrededor de la sala en busca de atención. James se apresuró a acercarse a ella, acariciándole el pelaje para calmarla y desatándole el rollo de pergamino de la pata.
— Es de McGonagall — anunció, confundido. White se acercó y leyó sobre su hombro, cada vez más nerviosa de lo que haría a Minerva McGonagall enviar una carta con la lechuza de Harry.
Poco le faltó a James para desmayarse.
La carta decía que Roselyn estaba en la enfermería. No daba ninguna explicación, y lo único que agregaba era la presencia inmediata de James a Hogwarts. White lo vió pedir a gritos un abrigo y desaparecerse por la chimenea, completamente histérico de lo que podría haber sucedido a su hija. White se tomó el tiempo de escribir una nota a rápida para Sirius y Remus y la envío con Hedwig, asegurándose de que la lechuza la reconociera antes de acercarse. Hedwig, por lo que había visto, casi no dejaba que nadie más que Harry la tocara.
Se cambió de ropa y aún con la chaqueta de James encima, lo siguió por la chimenea.
Llegó directamente a la oficina de McGonagall.
James estaba allí.
— Quiero ver a mi hija, Minerva — gruñó, con una voz profunda que hizo a White estremecerse. James enojado no era una experiencia que ella quisiera repetir. Además, el uso del nombre de pila y no el apodo que él, Sirius y Remus le tenían a la subdirectora, la hizo tragar saliva nerviosa.
— Espero hables con el chico, al menos, James.
White acababa de notar que Harry estaba ahí. Sentada a su lado estaba Morrigan, aunque ella se veía molesta. Harry tenía los ojos puestos sobre sus manos, sin hacer caso de la indirecta de McGonagall.
James frunció el ceño y asintió.
El camino a la enfermería fue bastante silencioso, y no se rompió cuando Madame Pomfrey los recibió allí. White podía ver la cabellera roja de Roselyn, desparramada en la camilla, casi al fondo de la gran estancia.
— Estará bien, cariño — escuchó murmurar a Morrigan, unos pasos atrás de ellos.
— Esto es mi culpa, Isolt — le contestó la voz de Harry, casi temblando. White intentó no tensarse escuchándolos. ¿Qué había hecho Harry para que esto terminara así? ¿Qué diablos había pasado?
Madame Pomfrey, tras lograr calmar a James, se alejó a su oficina, logrando que la mirada volviera a recaer sobre Roselyn. White trató de concentrarse en la conversación de Harry y Morrigan.
— Pues... la verdad si lo es — aceptó Morrigan.
Una vez serpiente, siempre una serpiente. Le daría risa si la situación no fuera esta.
— ¡Isolt! — le reclamó él, en voz baja para que James no les prestara atención.
— No me subas el tono, Potter — advirtió Morrigan, oyéndose bastante molesta. El tono de su voz logró hacer que James los mirara, igual que White, frunciendo el entrecejo al notar el pánico de los ojos de Harry— No debiste decirle a Rose esas cosas. Es tu hermana, no una basura que tiras a la calle porque no eres consciente de nada. ¿Por un momento consideraste llamarla prácticamente una puta por relacionarse con Malfoy sabiendo lo sensible que es?
El silencio era tan filoso que podía cortar a alguien con él perfectamente. La respiración de White se detuvo.
— ¿Tú hiciste qué, Harry? — pregunta seriamente James, con voz tensa, fría y casi amenazante.
— Papá... — Harry intentó justificarse.
— ¿Por qué le dijiste eso a Rose? — intervino ella. No conoce al niño Malfoy del que Morrigan ha hablado, pero está segura de que Harry no tiene el más mínimo derecho a tratar a Roselyn de la manera que decía Morrigan solo por ser su amiga. La cercanía que tenía White a su futura hijastra se agrandó luego de navidades, y eso solo la hace sentirse más molesta y desconcertada.
¿Por qué Harry llamaría así a su hermana? No era normal.
— Yo... — Harry se veía muy nervioso — Sé que no debí...
— No, no debiste — concordó White.
— Pero, papá ¡Es Malfoy!
Las puertas se abrieron con un sonido fuerte. Los cuatro diferentes pares de ojos voltean a la persona de pie entre ellas. Es un chico alto y pálido, de cabello rubio platinado, casi albino, ojos grises tormentosos y vistiendo el uniforme de Slytherin. White lo reconoció. Había visto ese chico una vez, hablando con Roselyn. El día después de su discusión con James, llevó a Roselyn a la plaza de Wiltshire. Ella se entretuvo hablando con el chico y cuando White le preguntó si era su novio, minutos antes de que regresaran a Hogwarts, se colocó muy nerviosa y sonrojada.
Así que este era Malfoy.
James lo mira con cautela. A su lado, Morrigan le arrugó el ceño, y Draco Malfoy sonrió sarcásticamente en su dirección. White pude sentir la manera desconfiada en que él le prestó atención. White lo analizó de pies a cabeza de la misma forma.
— ¿Qué buscas, Malfoy? — le gruñó Harry.
Draco lo miró, sin inmutarse. Hay un odio en sus ojos que se agranda al vislumbrar la cabellera rojiza a lo lejos, y solo aparece al prestar atención de Harry. Ya había oído que Harry no se llevaba bien con el heredero de su prima Narcisa y el esposo de esta. Pero esa agresividad era mucho más personal que una simple rivalidad de colegiales.
— Harry... — reprendió Morrigan. No se veía muy feliz.
Harry no agregó nada más.
— Podemos salir — ofreció White, ya la incomodaba la tensión. James le miró con ojos aterrados. Ella rodó los propios, bufando. — Vamos, James, nos calmáremos y conseguiremos chocolate caliente de Minnie...
— Pero — la protesta de James murió antes de tener un alcance mayor. Miró sobre su hombro a la camilla donde descansaba Roselyn, y suspiró resignadamente. Sostiene la mano de White asiente de acuerdo — Vale, sí, de todas formas, Promfey dice que no despertará hasta que la poción haga efecto.
Ellos salen de la enfermería, aunque White no puede sentir que Harry y Morrigan los sigan. White se preparaba para regresar y arrastrarlos fuera de la oreja cuando ella y James chocaron con Sirius y Remus, que se ven bastante preocupados.
— ¿Qué sucedió?
Harry pasó junto a ellos, casi como una furia a punto de estallar en llamas. James prefiere no responder y hace el ademán de seguirlo, antes de ver a Morrigan cerrando las puertas de forma agresiva y corriendo por diferente corredor.
White está bastante segura de que la escuchó sollozar.
— Yo voy a buscarla, no te preocupes — murmuró.
James asintió y se llevó a Sirius y Remus con él, en busca de Harry. White aprovechó para regresar a la enfermería, encontrándose a Draco Malfoy de pie junto a la camilla de Roselyn y acariciándole la pálida mejilla.
—... No podía pasar un mes y ya estás en peligro de muerte. — decía Draco Malfoy, casi con una sonrisa cariñosa.
— Es de familia.
Draco se giró. La aparición de White lo hace retroceder unos pasos lejos de Roselyn. Su expresión desconfiada aún no lo ha abandonado, viéndola allí de pie. No es como que le importe a White, tiene algo en mente y él la va a escuchar, quiera o no.
Ella continúa acercándose.
— Eres el chico de plaza — no es una pregunta. Draco no la interrumpe. La estudia y trata de analizarla, pero no la conoce de nada. Es impredecible, y eso lo disgusta. Ella sonríe al notarlo. Ese chico es todo un Malfoy — Gracioso, pensé que eras su novio.
— ¿Qué te dice que no? — se burló.
— Roselyn hubiera explotado de ser así — se encogió de hombros. Hace caso omiso del tono en que le habla — Rose no es buena ocultando secretos, y Morrigan lo sabría. Fue demasiado claro que no se esperó esto para nada.
— Cuando te juntas con una serpiente...
— Se te pegan las mañas — completa ella. La realización de que ella fue una serpiente parece hacerlo sentir más alerta. Le gustó eso. Es cauteloso. Él también merece ese escudo en su túnica. — Sé eso, chico. Tan bien como sé quién eres tú, y sin necesidad de conocerte.
Draco ríe despectivamente.
— Típico de los Potter — bufó, como si estuviera teniendo memorias desagradables — Juzgando cuando no saben nada...
— ¿Cuándo dije que era una Potter? — ella ríe de igual forma que él. — No, chico. Yo sí sé quién eres. En quién te conviertes por la familia de que provienes — Draco se congeló, no le gustó eso. Ella lo notó, y eso la divierte — Oh, vamos. Mucho antes de que arrestaran a tu padre ya sabía lo bajo que se dejó caer. La pregunta aquí es si tú también...
— ¿Qué le importa?
Su sonrisa se desvanece. Él se ve un poco asustado viendo el cambio. La tonalidad gris de sus ojos varía según sus emociones. Los que decían que los ojos eran las puertas al alma, tenían toda la razón.
— Me importa porque le importas a Roselyn — la amenaza en su voz está explícita — Y porque le importas a Roselyn hace mi asunto si le rompes el corazón, Draco Malfoy. Sé quién eres, sé lo que te conviertes por tu familia y sé que así te criaron y es difícil que pienses lo contrario, pero si acaso sabes la razón por la que viniste aquí te recomiendo que lo reconsideres.
— ¿Por qué debería escucharla? — siseó — Ni siquiera sé quién es...
Ella sonrió de nuevo.
— Tu peor pesadilla, niño, si la lastimas — espera que él entienda lo que quiere decir. Él no la conoce, y le resultará más peligroso si se atreve a jugar con Roselyn. No sabe cómo o porqué ellos son amigos, todo lo que sabe es que este chico es una serpiente y las serpientes están hechas para adaptarse a las situaciones que los amenazan. Si él la lastima, firmará su sentencia de muerte. Parece entenderlo al quedarse estático mientras White avanza de nuevo — Lamentablemente, lo harás más temprano que tarde.
— No sabe nada sobre mí.
— Pero si yo lo sé todo sobre ti — ella se ríe — Actúas por miedo, no por honor ¿Me equivoco? — Draco se calló, porque ha dado justo en el clavo — Eres un Malfoy, niño. Así te criaron y así te quedarás para toda la vida a menos que cambies de opinión, lo que tampoco es fácil, porque así son los Malfoy....
— Mi familia...
— Tu familia ha caído bajo para la grandeza que profesaban antes — casi escupió. Es bastante notable que eso, de alguna manera, le ha llegado al chico. Se ve con ganas de responder, pero termina siendo incapaz de hacerlo — ¿Me equivoco? Te han pisoteado todo lo que sabías y aún así continúas de pie, niño. Algo Black debía quedar en ti ¿Eh? Entonces ahí radica el problema, niño — la rubia lo apuñala, una y otra vez. No se detendrá hasta obtener una respuesta, pero él no se ve en los cabales de dársela — Hay algo Black en ti. Los Black sí actúan por honor, no como los Malfoy.
— No todos lo hacen — masculló.
La renovada risa resulta escalofriante, incluso para ella. Aún así, espera mover un poco más el piso en el que Draco Malfoy permanece de pie. Tiene que reconsiderar la vida entera, porque se dará por muerto si Roselyn llora por su culpa.
— Vamos, dime uno.
No dice nada.
— No puedes — ella asiente, satisfecha — ¿Lo ves, niño? Tic, toc. Decide porque el reloj avanza, Draco Malfoy. Tienes ambas opciones así como tienes ambos nombres. Te guías por miedo o te guías por honor. Eres un Black, o eres un Malfoy.
Se da la vuelta y sale de la enfermería como si nada. Ahora sí, está más tranquila y ha dejado la amenaza correr por la mente del chico, a buscar a Morrigan.
Aceleró un poco el paso por el pasillo que ella eligió. Todos están solitarios, el alumnado debe estar en clase aún si no se equivoca. Espera que, si no alucinó el sollozo que escuchó de su parte, no sea por causa de Harry, porque ese niño tendrá que dar más explicaciones.
Chocó contra alguien al girar por el corredor.
— Lo siento, no veía por dónde iba — se disculpó de inmediato, viendo los rollos de pergamino rodar en el suelo.
— No importa — la risa, casi cantarina, hizo a White sentirse anonadada. Llevaba años sin escuchar esa risa — Yo tampoco veía... ¿Altair?
Me lleva la...
Estaba definido. El mundo la odiaba.
— Stefan — suspiró, tratando de mantener la sonrisa cordial, aunque temblorosa. Su antiguo profesor de Estudios Muggles la miró, con expresión sorpresa y torcida, como si se debatiera entre el horror o la alegría. La balanza iba hacía la primera — No pensé... ¿Qué no te habías ido?
Stefan se acomodó el borde de las gafas que usaba, sonriendo temblorosamente y conjurando un hechizo para colocar los pergaminos de regreso a sus brazos.
— Me ofrecieron un nuevo trabajo — explicó, restándole importancia. White intentó no gruñir por eso, la vida era más fácil cuando no volvía a verse con viejos amantes suyos que no fueran Bill o Charlie — Mejor paga que Estudios Muggles, mucho mejor oficina. No podía rechazar la oferta, con estos tiempos. Tú ¿Qué haces aquí? ¿Eres auror?
White se rió.
— ¿Yo? — repitió, señalándose — ¿Auror? Que tonterías dices. Se me dañarían las uñas muy fácilmente siendo auror. No, gracias. Mi manicura me cuesta bastante.
— No has cambiado nada — se rió él, sin dejar de mirarla.
— No tienes idea — ironizó, con una sonrisa forzada — Bueno, fue bonito verte. ¡Adiós!
Se dió vuelta, dispuesta a irse de allí lo más rápido posible. Enfrentarse a su pasado no la entusiasmaba. Estaba rehaciendo su vida, tenía algo muy bonito por delante esperándola, con James. ¿Por qué tenían que regresar sus errores a atormentarla?
— ¡No, espera!
White rodó los ojos, obligándose a mantenerse cordial y volviendo a girar hacía Stefan. Los pergaminos han desaparecido por completo y se retuerce los bordes de la túnica con nerviosismo. Claro, él siempre ha actuado así. Retraído, incluso para un hombre que sobrepasó las líneas de lo legal y durmió con una de sus estudiantes estando drogado y en un campamento hippie.
— ¿Si? — preguntó, lamiendo sus labios secos.
— Yo... te debo una disculpa — se apresuró a decir, acomodándose las gafas. White levantó la ceja. Vale, eso sí le interesaba — Sé que desaparecer como lo hice esa vez fue muy... grosero de mi parte.
— Inmaduro — corrigió White, enumerando con sus dedos — Y muy patán.
— No fue mi mejor momento, lo acepto — él sonríe nervioso — Pero debes entender que fue lo que debía hacer.
— ¿Huir lejos de la realidad? — se burló White.
— Antes de volver a hacerte daño, sí.
White se rió de forma despectiva.
— No te sientas tan especial, he estado con mejores — White le palmeó el hombro, a pesar de su expresión descolocada y sonrojada a la mención de lo sucedido —Vive y deja vivir, Stefan. No miremos al pasado, nos distraerá del ahora.
— Supongo — balbuceó, parpadeando confundido. White alargó su sonrisa, rezando para que no se viera tan fingida como la sentía — Pero fue de las razones por las que volví... Realmente quiero arreglar las cosas.
Entonces entendió.
— Já — White sacudió la cabeza — Camino equivocado, vaquero.
— Mi error fue irme sin darte explicaciones. Quiero cambiarlo. Dame una oportunidad, Altair — pidió, retorciéndose las manos.
Ella hizo que se lo pensaba.
— No — dijo después de un largo rato de silencio — No lo necesito. Soy perra ahora.
Stefan levantó la ceja con escepticismo.
— Ambos sabemos que solo finges ser fuerte, en realidad no lo eres.
— Mira — White comenzaba a enojarse — Tuvimos sexo. Mucho sexo. Lo disfruté. Lo disfrutaste. Cuando se te fueron los efectos de las drogas, te arrepentiste. Eso no se va a cambiar y tampoco quiero que lo haga. Como ya dije, yo hice mi avance. Si no te perdonas porque crees que le rompiste el corazón a una adolescente inexperta de 16 años, baja de la nube y perdónate, porque no llegaste más allá de la piel.
— ¿De verdad no lo hice?
— Hey, White — el fuerte aroma natural de James a menta inundó a White en cuanto el brazo de su prometido le rodeó la cadera. Stefan se enderezó al ver a James, que era casi diez centímetros más alto que él. — Te buscaba, preciosa.
— Hola — White sonrió, queriendo que no fuera demasiado obvia su incomodidad. No le funcionó porque James arrugó el entrecejo, desconfiado al volver a ver hacía Stefan. White se acomodó el cabello rubio y trató de calmar la situación — James, él es Stefan. Fue profesor de Estudios Muggles cuando estudiaba aquí — ¿era mucho pedir que no recordara que le dijo que durmió con uno de sus profesores? White se respondió al ver que su ceño solo se fruncía más. Por supuesto que él recordaba eso — Stefan, él es mi prometido James.
— ¿Qué tal? — saludó, sonriendo y mostrando los dientes. James nunca sonreía mostrando los dientes.
Stefan estrechó su mano.
— ¿Prometido?
— Sí — White alzó su mano y mostró su argolla. Si ella no malinterpretó lo que él pidió como una oportunidad, le frustraba que se haya retractado solo porque sabía tenía prometido y no porque ella le dijo que no. ¿Nadie entendía acaso que un no era un no?
— De matrimonio. — dijo James, al notar su expresión incrédula.
— Sé lo que significa prometido — le respondió Stefan, tensándose.
— No lo parecía — la hipocresía en la expresión de James era cada vez más notable — Solo me aseguraba.
White se mordió su labio inferior. Esto no estaba sucediendo ahora.
— Bueno — se giró, palmeando el hombro de James, que no había abandonado su postura a la defensiva. Era la primera vez que ella lo veía celoso. Oh, Merlín sagrado — Ya nos íbamos ¿verdad, cariño? — James asintió con rigidez. White trató de no torcer los ojos — Un gusto verte, Stefan.
— Sí — Stefan sonrió, sin dejar de ver a James cauteloso — espero nos veamos de nuevo, Altair.
White tomó a James de la mano y lo arrastró con ella por el pasillo.
— Parecía que le ibas a saltar encima, James — reprendió, cruzándose de brazos.
— Tal vez lo hubiera hecho — James miró sobre su hombro, aún enojado. — Escuché lo que estaban hablando.
White se tensó.
— Yo no iba...
— Está bien, preciosa — James colocó ambas manos encima de sus mejillas y las acunó, reconfortándola — No hiciste nada malo, White. No estoy molesto contigo. Estoy molesto con él. ¿Quién mierda se cree que es para decirte que finges ser fuerte? No tienes nada que fingir, eres perfecta así y eres de las personas más fuertes que conozco. Ese... niño idiota con cara de galán de película.
White estaba demasiado sorprendida de lo que dijo para reaccionar apropiadamente.
— ¿Cara de galán de película? — repitió.
James se encogió de hombros.
— Mi madre los llamaba de esa manera.
Ella se rió. Se encontraba tan nerviosa que se rió. Su aniversario podría haberse dado por arruinado, probablemente haya amenazado de muerte a un chico cinco años menor que ella solo por una niña a la que quiere demasiado para verla sufrir de nuevo y esté buscando repetir el momento con su futuro hijastro, y allí estaba ella, riéndose como una completa idiota solo porque James estaba celoso de un patán que nunca podría igualarlo.
— Eres un tonto — se quejó.
— ¿Ahora qué hice? — preguntó.
— De verdad estás celoso — siguió diciendo, rodeándole el cuello con ambos brazos y acercando sus rostros.
— No estoy celoso — se defendió al instante. Por inercia, colocó las manos encima de sus caderas, acariciando sobre su ropa — ¿Por qué estaría celoso?
— Estás celoso.
— No lo estoy.
— Sí lo estás — White se rió, dándole un pico. James seguía con el ceño fruncido — Es adorable.
— Primero, no soy adorable — se defendió, torciendo los ojos. White murmuró sarcásticamente — Segundo, no estoy celoso.
— Sí, claro — White volvió a besarlo, y esa vez, James no la dejó alejarse mucho. Profundizó el beso y la pegó a él con fuerza, sosteniéndola casi del trasero y levantándola un poco del suelo. White disfrutó de la sensación, sosteniéndose de la espalda de James y aprovechando el juego de lenguas que tenían por quién tomaba las riendas del beso para morder un poco su labio.
James suspiró agitado cuando se separaron.
— Primer aniversario arruinado — murmuró, entre los besos de White — Eso no es un buen augurio.
— Lo hará memorable — ella se encogió de hombros — Vamos, veamos cómo ha avanzado Roselyn mientras tenías tu escena de celos.
— ¡No estoy celoso!
todas podemos estar de acuerdo que James está celoso xd
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