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XXIII.










twenty three;
EL LIRIO, LA SABIDURÍA Y LA SORTIJA















Godric quería jalarse de los pelos. O mejor, jalar a James de los pelos.

— ¿¡Qué estás haciendo, grandísimo tonto!? — gritó, con desesperación, consciente de lo inútil que es hacerlo porque su descendiente no puede escucharlo. De igual manera, la lagrimilla que recorre la mejilla de su tatatatatatara-nuera aumenta su frustración, y sus ganas de darle un golpe a James en la nuca si así lograba que reaccionara y se retractara de la estupidez que acababa de hacer.

— Lo heredó de ti  — decidió Salazar, esquivando agilmente el manotazo que Godric lanzó a su persona y escondiéndose detrás de Rowena, que murmura algunas cuantas maldiciones bajo su aliento (¿podían tener aliento? Han pasado más de seiscientos años muertos y Godric aún no se acostumbra del todo a las jergas de los espíritus), viendo la clara frustración que posee la expresión de James al contenerse de tratar brindar consuelo a White.

— Lo peor de todo esto — murmuró Rowena, sacudiendo la cabeza — Es que Salazar tiene razón.

— ¡Eh! — reclamó Godric.

— ¡Já! — se rió Salazar, en cambio.

— ¿Por qué acepté venir con ustedes? — se quejó Helga, jugando con el borde de la capa de Rowena e ignorando, profesionalmente, el pequeño puchero que hacen él y Salazar al girar a verla. Ella rodó los ojos y suspiró — Los odio.

Godric había escuchado (estaba seguro de que medio mundo de los muertos también los escuchó) la discusión que tuvieron James y White, y gracias a su pequeña conexión con la mente de Harry (lo que sea en lo que Harry esté metido le disgusta, porque la poca ventaja que tenía con él se desvanecía cada tanto gracias a eso), pudo presenciar las cenizas de esta antes de que las hormonas le ganaran al niño y se quedara encerrado junto a Morrigan. Godric comprendía a Harry, de una manera que no quería hacer retorcida porque ese par tenía 16 años y Godric vivió durante los primeros siglos del milenio, aún así, a él también quería jalarlo de los pelos por no insistir y hacer cambiar de opinión a James. 

Como se dió cuenta que no podía confiar ni en sus propios descendientes, decidió hacer el trabajo por si mismo, siguiéndolos.

Quería venir solo, de verdad. Ellos procuraban no meterse en cualquier cosa que involucraran descendientes que no fueran los suyos; sin embargo, igual que antaño, a donde iba él tenían que ir sus amigos y si alguna vez te preguntabas qué carajo harían los fundadores de Hogwarts siendo fantasmas, estar enterados de las últimas noticias definitivamente era parte de su vida como espíritus.

Godric estaba seguro de que la palabra correcta a eso sería chisme, pero a Rowena no le haría gracia oírlo y él y Salazar ya habían aprendido de que si querían pasar el resto de la eternidad atados a ella y Helga, tendrían que cuidar su boca más de lo que hacían en su tiempo vivos.

¿Quién dijo que estar muerto era fácil? Porque Godric tenía un par de cosas que aclararle.

— Yo apoyo a que lo termine — dijo Salazar, cuando la segunda lágrima bajó por la mejilla de White.

— ¡Claro que no! — le chilló Godric, volviendo a lanzar un golpe. Esa vez, Salazar no lo vió venir, recibiéndolo contra su frente y soltando un alarido que, si no supiera porqué pasan desapercibidos para su descendiente y su novia, le sorprendería que no los escucharan — ¡Aquí nadie deja a nadie! ¡Tienen que estar juntos!

— La hizo llorar — señaló Helga.

— Él podría estar llorando si no se pareciera tanto a Godric — terció Rowena, notando lo distraído que se encontraba James al salir del auto frente a la estación de policía. 

— ¡Sí! — asintió Godric. Luego procesó las palabras de Rowena y retrocedió — ¿Qué quieres decir con eso? 

— Que eres un cabeza dura — recriminó Rowena, ignorando las risitas de Salazar y Helga.— Y se lo heredaste a ellos.

— No tienen los genes de Nova para contrarrestar los defectuosos — bromeó Salazar. 

A Godric le alegraba que habían podido arreglar sus diferencias después de tantos siglos discutiendo por idioteces y evitándose mutuamente a causa de sus orgullos. Las cosas siempre le resultaban más fáciles cuando tenía a su mejor amigo con él.

— No lo creas — dijo Helga, siguiendo el rastro de James y White dentro de la comisaría. Iban a la recepción, acercándose al escritorio ocupado por un muggle uniformado, que sostenía un bolígrafo y un portapapeles. — Ragnor también hace cosas estúpidas.

— Como romperle el corazón a tu descendiente, Gody — apoyó Rowena. Godric frunció el ceño con confusión — De verdad, decirle a James Potter que nunca lo quiso y su relación era solo por el sexo es la decisión más idiota que lo he visto tomar respecto a su inmortalidad. Lo que logró fue lanzar a James devuelta a los brazos de la niña Evans y el único perjudicado resultó siendo Ragnor. 

— Lo heredó de Nova — balbuceó Godric, en su defensa.

— Ni siquiera puedo negarlo porque es cierto — Salazar sonrió burlón, aniñando el tono de su voz. Cuando arreglaron sus problemas, Salazar siempre sacaba a relucir el tema de que Nova lo dejó botado, como decían ahora, porque le parecía muy gracioso y reírse a costa de Godric, según ellos tres, era lo más divertido de vivir siendo espíritus — Pobre bebé Gody con su pobre corazón roto.

Helga y Rowena se rieron, a pesar de que Godric renovó el puchero y miraba a Salazar con ojitos tristes. O como recordaba haber oído al mejor amigo de James decir, ojitos de bambi.

— Cállate, Salz.

— ¿Su relación con la detenida? — preguntó el uniformado, sin darle un vistazo a James, escribiendo algunas palabras encima de sus papeles.

— Soy su ex esposo.

— Que triste debe ser que tu única opción de contacto cuando acabas en la cárcel es tu ex esposo — dijo Helga, ladeando la cabeza.

— Helgs — Rowena colocó la mano encima de su brazo, recibiendo la mirada confundida de la castaña mientras Salazar y Godric se reían de forma silenciosa — No lo hagas más raro, cariño.

El oficial levantó la cara, por gracia de Circe, y de inmediato enfocó su atención hacía White, que se mordía la mejilla interior y jugaba con uno de los mechones de su cabello, cambiando el peso de su cuerpo de una pierna a otra y sin prestar atención de lo que estaba pasando frente a ella. 

James se tensó de pies a cabeza, regalándole al hombre una mirada llena de resentimiento y advertencia al notar el deseo que brillaba en sus ojos viendo a White.

— Que asco — se quejaron Rowena y Helga.

— Al descendiente de Gody se le explotará la vena de la frente — se carcajeó Salazar. La expresión de James era mortal, como la de Godric, que se sentía indignado presenciando aquello — y a Godric también. Oh, es que son una calca del otro.

— ¿Y el suyo, señorita? — preguntó, lamiéndose los labios.

White arrugó la nariz.

— La novia del ex esposo — declaró, levantando una de sus cejas y logrando que su expresión se pronunciara. 

Todo ella gritaba Pendragon y a Godric le causó mucha gracia recordar momentáneamente que, en antaño, a la familia Black se le conocía como los Pendragon. Esto iba a terminar mal si el hombre no se retractaba de su posición. Cuántas veces presenció las cosas que terminaban mal con Arturo, Morgana, Merlín y Ragnor. Eran un desastre esos cuatro juntos.

— Mi novia — gruñó James, al mismo tiempo.

El oficial se avergonzó, volviendo a su postura y garabateando algunas palabras en sus papeles. Se levantó, saliendo del escritorio (y esquivando la mirada de James, que aún tenía intenciones asesinas) y los guió dentro de la comisaría.

 — Descendiente de Godric — decidieron Rowena, Salazar y Helga, riéndose de la sonrisa orgullosa que portaba el rostro del mencionado presenciando la escena de celos. Era hilarante. Casi tenía el apellido Gryffindor tatuado en la frente con esa simple acción.

James, White y Lily volvieron al poco tiempo. La incomodidad era palpable alrededor de los tres. White se mordía la uña del dedo pulgar, Lily no levantaba la mirada del suelo y James solo recibía los comentarios de ambos oficiales sin intenciones de responder.

— Deberíamos darles privacidad — sugirió Helga, silenciosamente.

— ¡No arruines mis pocas fuentes de entretenimiento, mujer! — aulló Salazar, dramatizando — Estar muerto es duro y la pelea matrimonial que tienen estos dos es lo más gracioso que he visto en siglos.

— Tu descendiente está aterrorizando el mundo mágico, Salazar Slytherin — dijo Rowena, su tono de voz haciéndose incrédulo y, al mismo tiempo, resignado, viendo a Salazar encogerse de hombros.

— Los únicos descendientes míos que conozco son los Sayre — respondió Salazar, fingiendo confusión — Tatia está ocupada con el MACUSA en Norteamérica y a Morrigan la vi muy feliz besuqueando al niño de Gody hace unas horas. No sé de qué me hablas, Ro.

— Sí, ahora no sabes de lo que hablamos — Helga lo vió con resentimiento — Pasamos siglos soportando tus quejas acerca de los Gaunt.

— La línea Gaunt murió con Marvolo, no hay ninguno existiendo ahora — se defendió Salazar.

— La línea de los Gaunt no debió ni existir — se burló Godric. Eran muy pocas las ocasiones en que podía tomarle el pelo a su mejor amigo, y definitivamente, usar la existencia de la familia incestuosa era una de esas cuantas — Pero tenías que follarte a la hija ilegítima del Rey Uther. De todas las princesas, elegiste a la que estaba loca.

— Por eso Magia no te quería — agregó Rowena.

— ¿¡En qué momento se convirtió esto en algo acerca de mí!?

— Siempre es algo acerca de ti — murmuró Helga, frunciendo el entrecejo. — Tenías que poner un jodido basilisco en el castillo ¿verdad?

— Le tienes que decir a Harry que le devuelva la vida a mi bebé — Salazar miró a Godric, con evidente molestia.

Godric se encogió de hombros.

— Si no me escucha, no es mi problema.

— ¿Podemos hablar, Lily? — logró entender la voz de James, sobre las quejas de Salazar, mientras White se alejaba al único local abierto de comida cerca de la comisaría y los dejaba a ambos en los escalones del porche.

— ¡Cállate, Salz, esto es interesante! — le chillaron los tres, cerrando al instante los labios de Salazar, que soltó un bufido y se cruzó de brazos.

James y Lily se sentaron en los escalones más altos. La mujer pelirroja luce extremadamente cansada. Las ojeras de su rostro resaltan ante su palidez enfermiza. Lily Evans es la más gráfica representación del descuido. Su cuerpo es esquelético y a Godric no le sorprendió ver la tristeza en el rostro de James. Aunque las cosas entre ese par no habían funcionado, era claro lo mucho que a James aún le preocupaba, sintiéndose tan afectado de lo que Lily terminó convirtiéndose por culpa de un psicópata y una inestabilidad mental que él no logra entender del todo. 

— Lo lamento — balbuceó Lily. Se veía a punto de llorar — Sé que... que los estoy poniendo más en riesgo de lo que los estoy protegiendo. Es solo que... es muy difícil ver las cosas que están pasando y dar un paso atrás para que mi hijo se enfrente a ese... a ese psicópata que tanto daño nos causó.

— Todo es culpa de Salazar — declaró Helga. 

Rowena, Godric y Salazar hicieron shhh al mismo tiempo, recibiendo una mirada indignada de parte de la castaña.

— ¿Qué fue lo que sucedió en Valle de Godric? — preguntó James. Lily se cubrió el rostro con ambas manos, su cuerpo sufriendo sacudidas a causa del frío. La nieve caía a sus pies y James no tardó en quitarse la chaqueta, su mano generando un par de hilos naranjados que se envolvieron alrededor del cuero al posicionarse encima de los hombros de Lily, brindándole calor instantáneo a la llorosa mujer — Jamás quisiste hablar de lo que te hizo.

— Estaba dispuesta a dar mi vida por mantener a Harry a salvo, James — sollozó Lily. La cantidad de lágrimas que bajaba en sus mejillas aumentaba, los labios resecos temblando al mirarlo — Mi magia. Era un... era un ritual muy antiguo, pero era seguro. Harry viviría si yo entregaba mi magia, y nunca quise contártelo porque intentarías evitarlo y no quería que lo hicieras. Tu vida es el mundo mágico, James — añadió, cuando él se mostró dispuesto a interrumpir — Para ti fue difícil intentar llevar mi ritmo, el ritmo de mi vida muggle. No quería que solo... solo porque estábamos juntos tendrías que renunciar a una de las cosas más importantes que tenías.

— Nuestra familia era lo más importante para mí, Lily.

— Lo sé — Lily le regaló una sonrisa rota — Lo sé y yo de verdad... de verdad lo lamento. Cuando él apareció esa noche, te habías ido con la capa y lo único que yo sabía era que Roselyn estaba a salvo en su cuarto. Pero Harry no, porque yo lo tenía entre mis brazos. Me asusté y yo... — la voz de Lily se perdió, sus sollozos aumentando de volumen al igual que el temblor de su cuerpo.

James la rodeó con sus brazos, recargando la cabeza de Lily contra su pecho y apartándole el cabello del rostro, tratando de reconfortarla, aunque en vano. Lily pasó años reteniendo todo aquello y todo el agua del dique que construyó entorno a esa noche se desbordaba a grandes cantidades.

— Hiciste lo que podías hacer — susurró a su oído, queriendo calmarla.

— No hice nada, James — sollozó — Solo condené a Harry. Condené a Harry a tener que enfrentarlo. Quería que viviera y no me dí cuenta de lo que estaba ocasionando. No quiero que sufra todo esto, James, por favor, es solo un niño...

Godric se removió. Las palabras de Lily eran inentendibles para James, porque a él nunca le quedaría claro lo que sucedió a Lily dando su magia por mantener a Harry con vida, y muchos menos el peligroso vínculo que se formó entre ella y la magia antigua al hacerlo. Lily dió su cordura por su hijo y, aunque le gustaría decirle lo que significaba a sus descendientes para ahorrarles el futuro sufrimiento que representaba, no podía.

Godric ya experimentó lo que ocasionaría destruir el frágil flujo de la magia. No lo intentaría de nuevo, incluso si su corazón se rompía viendo a James tan lleno de dudas y ninguna posibilidad de ayudarlo sin cambiar todo el curso de la historia.

— Está bien, Gody — susurró la voz de Salazar. Godric se distrajo. El par de ojos cambiantes de su mejor amigo lo observaban de forma atenta y compasiva, una de las facetas de Salazar que solo dos personas y un ente de la naturaleza tuvieron la oportunidad de presenciar. Godric nunca lo admitió, después de su disputa, estando vivo, pero extrañaba con el alma a su mejor amigo — Podemos irnos si quieres, no tenemos nada más que hacer aquí.

— Quiero ver cómo termina — Godric sacudió la cabeza, su atención volviendo a James y Lily. Rowena y Helga parecían haber escuchado a Salazar, porque se giraron hacía Godric esperando su veredicto — Si James no arregla las cosas con White, lo patearé y lo obligaré a lamentarse.

— Solo arruinarás más la situación — dijo Helga.

— Claro que no — Godric la miró ofendido.

— Claro que sí — insistió ella, sonriendo burlona — Tú siempre arruinas la situación.

— ¡Oye!

Las risas de los cuatro ahogaron un poco las voces de James y Lily, aunque Godric trató de concentrarse en ellos de nuevo. Fue reconfortante verlos entenderse el uno al otro luego de casi veinte años profesando odio y disgusto al estar en la misma habitación.

— Sé que no te he dejado las cosas fáciles — suspiró Lily, ignorando el sarcástico nah, como crees de James, aunque sus amigos no lo hicieron porque, una vez más, dijeron al unísono descendiente de Godric, sacándole una pequeña sonrisa al nombrado — Lo lamento. Solo quieres lo mejor para ellos.

— Yo lamento no haber notado que algo sucedía — dijo James, acariciando la mejilla de Lily y limpiando sus lágrimas — Simplemente me alejé, y no era lo que tenía que hacer.

— Éramos jóvenes y tontos — Lily sonrió, levemente. Eso pareció hacer sentir mejor a James — No sabíamos lo que hacíamos.

— Sí, en ese entonces — ironizó, mirando sobre el hombro de Lily hacía el local de comida. White estaba sentada junto a la puerta, devorando lo que lucía como una hamburguesa y no dando más que ligeros vistazos hacía atrás, buscándolos entre la oscuridad. 

Lily siguió la mirada de James y encontró el objetivo del dolor que se expandía en el hogareño iris avellana.

— ¿Algo sucedió, cierto? — indagó, con perspicacia. James suspiró y se rascó la nuca avergonzado — ¿Qué hiciste?

— Tal vez le grité porque llevó a Roselyn contigo — balbuceó, incómodo. Lily levantó la ceja y se cruzó de brazos, mirando a James con advertencia. La clara posición de regaño solo consiguió hacerlo sentir peor, para risa de los cuatro fundadores que los observaban divertidos — Y le dije que no tenía derecho a decirme cómo criar a mis hijos, porque era una niña aún.

— Lo es, pero follas con esa niña.

— Ella me cae bien — decidió Helga.

— ¡Ya lo sé! — James sacudió las manos — No quería decirlo. No es lo que pienso de ella, Lily. Me arrepentí en cuanto lo dije. Solo sabía que quería... que quería que se sintiera mal por haber actuado a mis espaldas. Merlín, ni siquiera estoy seguro de por qué quería eso.

— El sabbat — murmuró Rowena, mirando a Godric. Él se removió incómodo ante eso. Rowena era muy peligrosa y tendía a enfadarse más rápido que antes desde que pasa tanto tiempo solo con Helga, si no era con ellos. No era divertido cuando Rowena se enfadaba — ¿Lo has visitado últimamente?

— ¿Te refieres a fuera de esa vez que le mostré un sueño y luego me alejé sin nada más? — dijo Godric. Podía sentir la mirada amenazadora de sus mejores amigos sobre él — ¡Bueno, he estado muy ocupado! Harry sigue llamándome y alejándome y vuelve a llamar. ¡Es molesto y me limita a estar junto a él! Además, hay algo que cierra la conexión que tengo con él. Sea lo que sea que le pasa, es realmente irritante.

— Agrégalo a la lista de cosas por hacer, Ro — dijo Salazar, soltando un bufido — Estar pendientes del culo de los niños de Gody.

—¿Cuándo no lo hemos estado? — ironizó Helga.

Godric hizo un puchero y los ignoró. A este punto, extrañaba más a los dragones.

— Vas a pedirle disculpas — decía Lily.

— Lo haré — James se revolvió el cabello — Solo que no sé cómo. Decirle lo siento será muy vacío y no quiero perderla, Lily. No ahora. Ni nunca.

White volvió en ese momento. Cargaba una bolsa, de la que desprendía un rico aroma, y bebía un poco de agua. James y Lily se giraron, enfrentándola. 

Ella se encogió de hombros.

— No haremos paradas en el viaje a Londres ¿verdad? Y no sé ustedes, pero yo sigo con hambre.

Lily miró a James.

— Iremos a San Mungo — declaró, recibiendo un asentimiento desganado de parte de Lily. James le sonrió y miró a White, que le tendió la bolsa con comida. Lily se encaminó al auto, dejándolos atrás. Él se acercó a la rubia y suspiró de forma temblorosa — Aún tenemos que hablar.

— Después de esto — decidió White — Lo que necesitas ahora es que Lily esté bien.

James se rascó la nuca y asintió.

— Vale, venga.

— ¿Godric? — llamó Rowena, notando su cara.

— ¡Oh, por favor, solo pídele perdón ya! — Godric se quejó, sintiéndose frustrado.

— Será una madrugada larga — declaró Salazar.

El viaje a San Mungo no duró mucho. El medimago de Lily no se sintió sorprendido de recibirla a esas horas, aunque sí lo hizo viendo a James junto a ella. Evanson, si mal no recordaba Godric, explicó a White la situación mental de Lily mientras ella se dejaba vencer por el sueño, haciéndolo su revisión matutina. James se mordía el labio y prestaba atención de cada una de las palabras del medimago, que acomodó las pociones sobre su escritorio y se las enseñó a James.

Lily permanecía dormida sobre su silla, la chaqueta de James envolviéndola y manteniéndola a una temperatura ideal a pesar del frío invernal.

— Debe tomarlas, James — dijo el medimago. Godric se paseaba detrás de James e ignoraba por completo a Salazar y Helga, que le quitaron la capa a Rowena y se la tiraban el uno al otro, aburridos, Rowena ignorándolos mientras vigilaba el sueño tranquilo de la pelirroja — Y lo sabes.

— Lily dijo que no funcionan — intervino White, por primera vez desde que llegaron ahí. Todos los presentes, fantasmas incluidos, la miraron — Que solo la confunden. Que no se siente bien con ellas.

— Las pociones la calman — explicó Rowena, ante la expresión confusa de Godric — Interrumpen el vínculo que tiene. Le hace creer que las cosas no están tan mal, borra de su memoria lo que sabe pasará. No es lo que quiere, porque necesita que Harry esté a salvo.

— Ah, eso.

— Sí, eso — se rió Salazar — La rojita está loca y ni siquiera Magia puede hacer algo por ella. Y saben lo mucho que a Magia le gusta ayudar.  

— Sí, solo contigo era repelente — le picó Helga.

— ¡Deja de recordármelo, mujer!

Godric se rió, y volvió a centrarse en la conversación frente a ellos. White parecía pensativa.

— ¿Estás bien? — murmuró James, tomando su mano como acto-reflejo. 

Godric casi chilló.

— ¡Ya pídele perdón, maldita sea!

— Sí, es solo que... — White sacudió la cabeza, mordiéndose el labio inferior. No parecía incómoda sosteniendo la mano de James, lo que hizo a Godric sentir esperanzas. Esto era tan bonito. Si James lo arruinaba de nuevo, Godric se encargaría de jalarlo de las piernas mientras dormía para que se replanteara la vida entera — Creo que sé lo que sería mejor para Lily.

De esa manera, y luego de una charla llena de instrucciones por parte del medimago, estuvieron de pie (James cargando a Lily, porque seguía dormida), frente a la casa de la madre adoptiva de White, Atenea.

— Yo digo que a ella deberíamos devolverle los recuerdos — dijo Salazar, recostando su cabeza contra el hombro de Godric.

— ¿Y por qué no se lo dices a Magia?

— ¡Está evitándome!

Godric rodó los ojos. 

Recordaba eso. Galatea insistió por mantener con vida a Atenea, nunca dijo porqué (según era entre Magia y ella, aunque Godric se quejaba bastante de estar fuera del asunto incluso por parte de su madrastra). Cuando White tuvo su accidente con el fuego, a los 5 años, Atenea casi murió en su intento de salvarla de las llamas (a Godric siempre le pareció cruel lo que tenían que vivir los portadores de la maldición sombra; estaba esperando que Ragnor recordara sus aventuras con Merlín, Arturo y Morgana y acabara la situación de una vez por todas), y por la intervención de Galatea era que la mujer permanecía viva. Sin recuerdos del incidente, pero viva. Era deber de White devolver esa particular situación a las memorias de su madre adoptiva.

— Hola, Nea — White sonrió con picardía. Atenea, que parecía un poco dormida, levantó la ceja y se recostó contra el marco de la puerta, mirándola aburrida — ¿Te despertamos?

— No, veía comedias románticas en plena madrugada, Altair — ironizó la bruja. White murmuró su indignación por no haber sido invitada. James trató de no reírse del comentario, acomodando mejor a Lily entre sus brazos. Eso llamó la atención de Atenea, que se enderezó al instante y miró el rostro dormido de la pelirroja — ¿Qué sucedió?

White arrugó la nariz. 

— Necesitamos ayuda.

— ¿En qué podría ayudar? — preguntó Atenea, dejando a Lily sobre el sofá cerca de la chimenea encendida. White se removió, incómoda, llamando la instantánea atención de James que cogió su mano y la alejó de la visión del fuego. 

Rowena gritó AWW en el oído de Salazar, haciéndolo saltar y quejarse de eso, bajo la mirada exasperada de Helga y las risas divertidas de Godric.

— Eres buena con la mente — White hizo ademanes. James la veía confundido — Sabes lo que quiero decir, Nea. Creo que Lily estaría bien si permaneciera aquí contigo.

— Necesito una mejor explicación que eso — pidió James.

— No, no la necesitas — Godric alzó las manos, exasperado — ¡Váyanse ya y hablen que tienes que disculparte, idiota!

— Gody — llamó Helga, intentando no reírse — Recuerdas que le dijo que tendría que elegir ¿verdad? No creo que ayude mucho que le pida disculpas si ella elige irse.

— ¡Helga Hufflepuff! — reprendió Rowena.

Salazar se rió de la expresión desesperanzada de Godric.

— Confía en mí, James — pidió White, con ojos suplicantes — Lily estará bien aquí, con Nea. Ella sabrá qué hacer si ocurre algo. Por favor.

James permaneció indeciso unos segundos. Los segundos más aterradores de toda la existencia fantasmal de Godric. Si ese pedazo de grandísimo tonto decía que no, Godric iba a lanzarlo al fuego, inmune a quemarse o no. 

— Confío en ti — aceptó James, lamiéndose los labios. White sonrió ligeramente al notarlo — Vale, sí. Estará bien, supongo.

— Está en buenas manos — White le acarició el brazo — ¿Cierto, Nea?

Atenea asintió, dejando una manta tejida encima de Lily y dándole a James su chaqueta, que extendió a White viéndola abrazarse a si misma ante la ráfaga de frío que entró por la ventana abierta.

— Tal vez haya posibilidades para el linaje Gryffindor.

— Lo heredó de los genes maternos del linaje — interrumpió Salazar a Rowena — No te hagas muchas esperanzas.

Godric no se contuvo para estirar su mano y golpearlo en la nuca.

— Al menos los niños de Gody sí se disculpan — masculló Helga.

— ¡Ya te dije que sentía que Tom matara a tu loca, mujer!

— ¡No era ninguna loca!

— ¡Se hubiera casado con él si por ella fuera! ¡Tom tenía 19 años! ¡Tu descendiente, además de demente, era pervertida!

— ¿No era que no conocías descendientes tuyos fuera de los Sayre? — se burló Godric.

Salazar cerró la boca y refunfuñó todo el camino devuelta a Potter Manor.

A Godric le gustaba mucho Potter Manor. Había estado presente mientras se construía. La mayoría del tiempo, solo fantaseaba poder ver a sus descendientes con Nova correr de aquí para allá, risas de niños y el apellido Potter haciéndose paso dentro de la comunidad mágica. Habían muchas cosas que no pudieron ser, para él y el amor de su vida, pero algo bonito estaba pasando ahora. 

Una de las razones por las que no quería que James dejara ir a White, era porque sabía lo que pasaría. James se parecía tanto a él que llegaba a ser aterrador. Si ocurría a ellos lo que les ocurrió a él y Nova, no estaba seguro de que James pudiera soportarlo. Siempre fue un chico muy fuerte, pero las personas tenían límites.

Godric no quería que James conociera el suyo.

— Aún tengo hambre — balbuceó White, dirigiéndose a la cocina. James la seguía, con cautela.

Godric y Salazar se miraron.

— ¿Estás pensando lo mismo que yo? — preguntó Salazar.

— ¿Que deberían dejar de comer tantos sándwiches? — Godric frunció el entrecejo.

— No sé ni porqué insisto — Salazar rodó los ojos, girándose a Rowena que los veía divertida — Dime que tú estás pensando lo mismo que yo.

— ¿Por qué mejor no dejan de pensar y actúan? — recriminó Helga, acercándose a la isla y sacudiendo un poco el gabinete al borde de esta. 

James estaba tan distraído que no escuchó el ruido, a diferencia de White, que dejó de lado su trabajo en la alacena buscando las cosas para hacerse un sándwich y se giró, viendo con atención el gabinete abierto.

— ¿Y eso en qué va a ayudar? — preguntó Godric, confundido. Sus amigos lo vieron exasperados y lo ignoraron. 

Definitivamente, Godric ya extrañaba a los dragones.

— Oye, White — dijo James, sentándose. White hizo un sonidito de garganta, sacando el pan tajado y acercándose a la isla — Sé que... te dije que tendrías que elegir lo que debías hacer. No quiero presionarte, porque esa decisión necesita tiempo, pero...

— James — White estiró su mano, colocándola encima de su mejilla y acunando el rostro de James con ternura. Rowena y Helga profirieron una exclamación de ternura y Salazar fingió vomitar, aunque recibió una patada de Godric y dejó las tonterías, mostrándose indignado de su trato — Te quiero, te lo dije hace horas. Y quiero estar aquí contigo. Lo de Lily no me importa, cariño. Elegí lo que sea venía teniendo una relación contigo cuando acepté mudarme y sigo eligiendo estar aquí porque mis sentimientos hacía a ti no han cambiando en lo absoluto, James.

Helga volvió a sacudir el gabinete. James estaba demasiado perdido en los ojos de White para notarlo, pero White no lo dejó pasar. Abruptamente, se separó de James, para sorpresa de este, y abrió el gabinete.

— Oh, mierda, no — James se levantó de su asiento, al borde de un ataque de pura histeria.

Godric no entendía nada. Las sonrisas de sus amigos tampoco explicaron mucho.

— ¿Qué demo...? — White sacó una cajita de terciopelo negro del gabinete. James cerró los ojos y se mordió el labio inferior, avergonzado.

— ¡LE IBAS A PEDIR MATRIMONIO! — chilló Godric, enternecido. Se acercó a su descendiente y contuvo las ganas de golpearlo al notar el pánico de su expresión — ¡ES QUE ERES UN IDIOTA, JAMES!

— Hurra, descubriste América en un vaso de agua, tonto — recriminó Salazar.

— No pensé que lo vieras — murmuró James.

White abrió la cajita. Dentro había un delicado anillo de plata con un pequeña piedra rojiza (un rubí, pensaba Godric) que, si ya no era obvio, era de compromiso.

— ¿Ibas a pedirme matrimonio? — preguntó White, en un hilo de voz.

James, sin abrir los ojos, asintió.

— Lo siento — balbuceó.

— ¡NO TE DISCULPES! — gritaron los cuatro, siendo olímpicamente ignorados. Les hubiera ofendido si no supieran ya que iba a pasar. Magia y sus leyes eran crueles a veces.

— ¿Tú... — White abrió y cerró la boca, sin saber qué decir — lo sientes?

— ¡No, no! — James se dignó a mirarla en ese momento. Sus ojos brillaban al hacerlo. Si era vergüenza o esperanza, Godric no estaba muy seguro. James siempre tenía esa luz dentro de los orbes avellana que era bastante difícil diferenciar entre ellas — Estoy apresurando las cosas. Se arruinaron ayer y yo no sabía si...

White, que mientras James balbuceaba rodeaba la isla, soltó la cajita de terciopelo y envolvió los brazos alrededor de su cuello, besándolo necesitada y apresuradamente.

Esta vez, los cuatro chillaron enternecidos.

— Joder, sí — susurró White, sobre los labios de James.

— ¿Qué...? 

— ¡Que te casas, estúpido! — gritó Godric, con júbilo.

— Sí quiero casarme contigo, tonto.

Este era el mejor momento de toda la vida fantasmal de Godric Gryffindor.

Y estaba seguro de que también era el mejor momento de toda la vida de James Potter y White Black.












declaro este mi capítulo favorito de toda la fic
SE NOS VAN A CASAR LOS NIÑOS, HAY BODA A LA VISTA CHIKIS





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