XV.
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EL PODER DEL FUEGO Y EL AGUA
Lo que más recordaba James de tener 16 años, había sido el tatuaje.
Al principio no notó la aparición. Fue una mañana relativamente normal, para ese tiempo y los amigos que tenía. Sirius lo despertó haciendo un bala de cañón sobre su cama y Remus pensó que sería una buena idea que se duchara antes de entrar a la ducha. James se quejó mucho por ese ataque poco honroso, el día de su cumpleaños, sin embargo, rápidamente olvidó el incidente y se decidió a disfrutar del día por completo.
Aquello resultó, durante una buena hora, hasta que salió de la ducha solo en toalla y Sirius, como siempre, empezó a invadir su espacio personal.
— ¡Te hiciste un tatuaje y nunca nos dijiste! — acusó, dando una palmada a la nuca de James.
James no tardó en quejarse, sintiendo el ardor del manotazo gracias al agua que seguía deslizándose por su piel. Confundido, y ofendido, se giró hacía su mejor amigo, acariciándose el lugar afectado y regalándole a Sirius un bufido de indignación.
— ¿De qué estás hablando? — gruñó entre dientes, haciendo una pequeña mueca por el dolor.
— ¿Cómo que de qué estoy hablando, Potter? — ironizó Sirius, rodando los ojos exasperado. James se encogió de hombros, realmente sin entender a qué venía ese ataque repentino — ¡El tatuaje que tienes en la espalda! ¿Cómo lo ocultaste tanto tiempo? ¿Te lo hiciste en la salida a Hogsmeade del mes pasado, no?
James estuvo a punto de decirle a Sirius que, para hacer una broma, debía ser al menos gracioso. Eso pensó hasta que Sirius, algo molesto de que James siguiera sin entender, lo hizo girar la espalda hacía el espejo y verse el omóplato.
Estuvo tan asustado de eso que se escapó de Hogwarts el fin de semana que le siguió a su cumpleaños y pasó esos días encerrado en Potter Manor.
Habían muy pocas cosas, por esa época, a las que James le daba importancia. El tatuaje le hubiera importado menos (realmente, no le sorprendería si terminaba pensado que era la versión de broma de cumpleaños de Peter) si no se moviera. En cuanto James notó que se movía, el ardor y la sensación que este lo dejaba, no pudo evitar irse y hablar con la única persona que creía lo entendería completamente.
— SÚBELE A ESE TEMA, QUE ES MI TEMA — chilló la voz de William, dando saltos alrededor de la sala de estar.
El James de 16 años adoraba a William, de verdad, aunque sus padres no confiaran mucho en el chico. James no podía evitar sentirse eclipsado por la forma de ser explosiva de William, bastante parecido a su personalidad (sus padres siempre creyeron que la influencia de William hizo a James lo que él era). James no podía evitar verlo y pensar cómo le faltaban a su vida más personas como William o Sirius, que le dieran algo de sentido o felicidad cuando comenzaba a dejarse llevar de los malos tratos de Lily.
William revoloteaba entre los muebles, sin camiseta. El tatuaje de la serpiente al costado de su torso, que iba desde el borde izquierdo de su cadera y atravesaba hasta la parte baja del omóplato derecho. La primera vez que William le habló de él, James tenía como unos nueve años y había estado encantado con el tatuaje mágico, tanto que incluso le preguntó cuándo podía él tener el suyo.
Ahora quisiera nunca haberlo adquirido.
— ¿Cómo es que lo tomas a la ligera? — preguntó, luego de un rato en silencio.
William se detuvo, subido a una de las sillas y sosteniendo una botella de vino como micrófono. Jadeaba un poco y sudaba por el intenso fuego de la chimenea, que James no aprendería hasta después, respondía a sus sentimientos encontrados y alterados. William sonrió de lado, dejándose caer a la alfombra y abriendo la botella de vino.
— ¿El qué? — bromeó, dando un sorbo al alcohol. James tuvo que contener la risa, si su madre hubiera visto a William, probablemente le habría dado un infarto — ¿Mover las caderas? Si quieres impresionar a una chica, tienes que hacerlo bien, Jimmy.
James se removió incómodo en el sofá. Él podía impresionar a las chicas, pero la única que le importaba era Lily y para nada impresionaba a Lily.
William parece notar lo que piensa, porque finge vomitar y vuelve a beber del vino.
— Sabes de lo que hablo — se quejó, frunciendo el entrecejo. Podría tomarlo como William si no estuviera asustado y muy aterrado luego de la particular explicación que él le había dado tras ver a James sufriendo un ataque de pánico en su habitación.
— Ah — William se encoge de hombros. La gota de sudor da un poco de iluminación a la serpiente, que para sorpresa de James, brilla como una gran esmeralda. William sonríe al ver su ensoñación — Tantos años vivo, te da control, James.
— ¿Y crees que voy a tener tiempo para eso? — James parpadea, muy incrédulo — Tienes como mil años.
— No me faltes al respeto, niño — William lo señala usando la boquilla de la botella. Su respiración se entrecorta cada tanto y el sudor se reanuda otra vez, alzando los brazos y haciendo crujir los huesos. El músculo que curvilínea su cuerpo se contrae y las venas sobresalen un poco, llamando la atención de James — Además, no es para pensar en eso. Venga, James. Viniste porque querías relajarte, eso haremos.
La música cambia de nuevo. James no sabe qué ha hecho William con el curioso instrumento muggle para que funcione rodeado de tanta magia, sin embargo, no puede evitar reírse cuando ve a William bailando de nuevo, tarareando lo que parece portugués.
— ¿Qué se supone que hago?
— ¡Mueves las caderas! — se ríe William, dejando la botella en la mesa y saltando sobre la silla, una vez más. Lleva los brazos detrás de la nuca y se balancea de un lado a otro, exhibiendo su abdomen trabajado frente a James que carcajea y olvida de forma repentina la alteración que sufre el fuego y el tatuaje ante sus sentimientos.
Ante William.
— Nunca aprendí a bailar eso — el James del presente, que está usando una musculosa blanca y botas militares, parpadea y mira a William con interés, que está recostado en el suelo y observa atentamente la copa de los árboles que rodean la casa.
— ¿Bailar qué?
— Lo que sea que bailabas con esa canción brasileña.
Cuando James se acerca, puede ver mejor la sonrisa de William, que cierra los ojos y se impulsa hacía arriba. Se ve calmado, pero William siempre parece calmado, así que no se confía. Probablemente está pensando en cómo atacarlo por la espalda mientras recuerda, lo que James también debería estar haciendo porque se supone que para eso entrenan, sin embargo, sus pensamientos se desvían y James nunca entendió cómo se suponía debía de evitar eso.
— Es fácil — fanfarronea, sacudiendo los brazos y estirándolos, haciendo crujir los huesos — Jamás aprendiste a mover las caderas.
James levanta la ceja, escéptico.
— Sé mover las caderas bastante bien, William.
— Puede ser — acepta, dándose la vuelta y revoloteando alrededor del claro — Pero si yo no puedo verificarlo, no cuenta.
— Lo verificaste — corrigió, tratando de contener una sonrisa.
— Error — William se detiene, cruzándose de brazos y lanzándole a James una mirada perversa, de esas que lo hacen pensar cómo es que él y Sirius no se llevaban bien, o al menos hasta que recuerda la razón y se le pasa — Yo movía las caderas, tú solo estabas ahí — la sonrisa problemática se agranda, al igual que el cosquilleo en las manos de James — disfrutando.
Aprovecha eso para levantar la mano y enviar una bola de fuego hacía él. William, para su mala suerte, se da cuenta de sus intenciones y encierra la llama en un óvalo de agua, que apaga lentamente el resplandor naranja y se desvanece en humo con olor a carne.
— Mierda — se queja, escuchando la risa de William.
— Buen intento — William lo mira con burla, chasqueando los dedos y dejando que otra barricada de agua, directamente extraída del arroyo que corre metros abajo, le viaje por el cuerpo, curando sus manos chamuscadas ante el ataque — Me gusta. Distrayendo al enemigo. Solo que necesitas ser 20 veces menos obvio.
— ¿Qué me delató?
William borró su sonrisa.
— Nunca hablas de ese tiempo, James — susurró, dándose la vuelta y tomando asiento en una de las piedras grandes — Eso te delató.
— Si tú fueras 20 veces menos nostálgico, tal vez lo haría — frunció el ceño, cruzándose de brazos y observando atentamente la reacción de William. No parece estar muy a gusto siguiendo la conversación, así que prefiere cambiar el rumbo del asunto y le lanza una llamarada de fuego.
William se tira al suelo para esquivarlo, lo que hace sentir a James un poco mejor. Habían pasado años desde la última vez que logró sorprenderlo.
— Bien... — William jadeó adolorido, tomándose el costado donde permanecía el tatuaje oculto mientras hacía muecas — Eso no lo esperaba. ¿Usas mi nostalgia por los viejos tiempo en mi contra? Estás pensando como una serpiente, James. Que interesante.
— Hablando de serpientes... — James miró hacía atrás. No se distinguía la casa, pero estaba adquiriendo la manía de hacerlo. El enfrentamiento en el Ministerio lo colocó paranoico. Casi perdió a Sirius y White por distraerse, necesitaba ver sobre su hombro o sentía que volvería a pasar — White debe haber despertado.
William ahogó una risa.
— Me parece hilarante que hayas terminado envuelto con una serpiente — se burló, colocándose de pie otra vez. Tenía tierra en los hombros y la cara, aunque no le importaba demasiado cuando continúo hablando como si nada — ¿No las despreciabas?
— Tenía 15, William — James rodó los ojos — Despreciaba muchas cosas por esa época.
— Como mi compañía — William se llevó la mano al pecho y colocó cara dramática, sonriendo al verlo levantar la ceja.
— Eso lo sigo despreciando — declaró, ignorando el bufido ofendido de William y dando la vuelta para salir del claro.
No se esperó que William lo tackleara y lo mandara al suelo, rodando sobre la tierra y quedando tendido, el dolor de su espalda extendiéndose. James murmuró groserías, ignorando la risa de William que ha caído encima de él.
— Me rompes el corazón — William hizo un puchero, colocando el dedo índice contra la frente y dejando caer gotas de agua. James puede sentir el ardor que aquello le provoca, por lo que se remueve tratando de quitárselo de encima, pero William afianza el agarre colocándole el antebrazo contra el cuello y frunciendo el ceño — ¿Cómo puedes despreciarme aún? Hemos pasado 36 años tan bonitos, Jimmy.
— Yo ya no te creo cuando dices que pasas bonitos años — gruñó, sus cuerdas vocales algo tensas por la fuerza de William.
William ladea la cabeza.
— No he vivido tanto.
— Tienes como mil.
— No paso de 800, James, me ofendes — William retira el brazo, colocándose de pie. James tiene que respirar hondo para recuperar la circulación normal de su cuerpo, acariciándose el cuello — Como sea, me gusta tu avance.
— Estás demasiado feliz — jadeó, enderezándose con lentitud — ¿Qué pasó en Hogwarts?
William sonrió.
— Tal vez conocí a alguien.
James tuvo que contenerse de soltar la risotada.
— ¡Jamás conoces a alguien, William! — exclamó, colocándose de pie. William lo miró ofendido — ¿Quién es? ¿A qué casa va? ¿La conozco?
— Se llama Pansy Parkinson — William escondió las manos dentro de los bolsillos del pantalón — Va a Slytherin, conmigo e Isolt.
— Pansy Parkinson — repitió. Se le hacía conocido el nombre — Creo que oí a Harry y Ron mencionándola. ¿No dijeron que tenía cara de bulldog?
No le sorprendió cuando fue atacado por todo el maldito arroyo, tirándolo al suelo de nuevo. William comenzó a murmurar groserías, lo que solo logró hacerlo reír. Verlo enojado era divertido. Sirius decía que James tenía instinto suicida si confiaba en William enojado, aunque James solo sabía que tantos años de conocerlo, ya no le interesaba mucho si lo hacía o no. William juró protegerlo el mismo día de su nacimiento.
Había muy pocas cosas que James confiaba a las personas. La existencia de William en su vida solo la conocían Sirius y Remus. William no era, como fingía a las personas, su hijo adoptivo. William llevaba vivo, según sabía, casi 800 años, aparentando ser un adolescente de 16 que vivía con los Potter.
Podía controlar el agua, y había enseñado a James a controlar el fuego cuando el tatuaje apareció. Los Sayre eran su familia "adoptiva" de antaño, pues su madre había muerto el mismo día que William dejó de envejecer. No le decía a James el por qué se quedó en Inglaterra, y menos le dijo por qué parecía tan dispuesto a protegerlo. Era bastante cerrado con su pasado o la razón de su inmortalidad.
— Pansy es realmente hermosa — declaró William, comenzando a salir del claro sin darle importancia a las toses incontrolables de James por el agua que tragó — Y si Harry la vuelve a llamar cara de bulldog, voy a patearlo.
James lo siguió, asegurándose de que no hiciera lo que prometió. Veía a William muy capaz de ir tras Harry solo por Pansy Parkinson. William era así de raro.
— ¡Buenos días! — saluda White, sus antebrazos recostados sobre la cerámica de la isla en la cocina y una sonrisa que tira sus labios de oreja a oreja. James ha pensado, muchas veces, que White es demasiado activa y alegre para ser real, incluso por los tiempos que viven. Aún así, se deja llevar del entusiasmo de su novia y planta un beso sobre sus labios cuando se acerca a ella.
— Ew, relaciones adultas — William finge vomitar, acercándose a la alacena y sacando un vaso de ella. White ladea la cabeza, y James aprovecha para darle una mirada asesina al adolescente inmortal. A William le hace gracia, tomando la botella de jugo y sirviéndose un poco.
A James le sorprendería que no fuera directamente por el vino si White no estuviera en su campo de visión. Cuando William estaba rodeado de personas, se comportaba como el adolescente que llevaba años fingiendo ser.
— Largo — ordenó, frunciéndole el ceño.
William bebe del vaso y sale de la cocina, riéndose entre dientes y logrando exasperar a James otra vez.
— Él es raro — decide White, tras un rato de silencio. Gira la cabeza hacía él de nuevo y lo estudia — ¿Hacían ejercicio?
— El bosque es bastante grande — responde, por auto-reflejo. Tiene que acostumbrarse a tener una chica en su vida de nuevo, ocultarle a Lily del tatuaje o de William siempre fue una de las razones por las que discutían, ella sabía que James no le decía la verdad completa. Pero no se sentía preparado.
El primer paso, fue con lo del fuego. White lo sabía. Ahora solo debía encontrar la manera de contarle de la inmortalidad de William... si William quería que se la contara. Carajo, siempre era difícil mantener secretos de los demás como secretos.
— Es bueno, mantiene una vida saludable — White parlotea, tomando la botella y dos copas — Ahora entiendo esos pectorales.
James se ríe al verla guiñarle el ojo, sirviendo el jugo para ambos. Aprovecha su distracción para inclinarse y besarla de nuevo, disfrutando del sabor a naranja que tenían sus labios.
— Ajám — James se separa, viendo a Roselyn en la entrada de la cocina. Está de pijama y sostiene a Cornamenta, el ciervo de peluche que James le consiguió mediante Sirius cuando era una bebé.
— Hola, cielo.
— Hola, papá — susurra, tragando saliva y pasando tras de White casi como si le quemara. White se endereza, peinándose el cabello con incomodidad — Uh... ¿Puedo comer en mi habitación?
— Por supuesto, Rosie — aceptó, escuchando el suspiro resignado de White.
Rose sonríe tensamente, sacando la botella de leches, cereales, tazón y cubierto antes de salir de la cocina, casi corriendo.
— Ella definitivamente me odia — suspira White, tomándose el cabello e inclinando la cabeza con cansancio — ¿Qué hago mal? Ayer Harry me enseñó a jugar al Mario Kart que tienen y cuando la invité una partida, me miró como si estuviera loca.
— Oye — James coloca sus manos sobre los de ella y los aleja de su cara, acariciando lentamente para relajarla. White cierra los ojos, dejándose llevar por su voz — Rose es... es complicada, preciosa. Te lo digo enserio. Siempre ha sido la más cercana a Lily y no ha tenido tiempo para convivir en paz con la idea. Créeme, a mi tampoco me gusta esto, pero...
— Darle tiempo — completó White, recostando la frente contra su pecho — Sí, lo sé.
James sonrió.
— Eres la mejor — se inclinó otra vez, colocándole los brazos alrededor de la cintura. Ella saltó, riéndose y escondiendo el rostro en su hombro.
— ¡Papá... AH, NO HAGAN COCHINADAS FRENTE A LOS ADOLESCENTES!
James solo contuvo las groserías porque tenía a su hijo a unos metros. White se tapó la boca con la mano, alejándose de él y saliendo de la cocina. Cuando James enfrentó a Harry, tenía una sonrisa de fingida inocencia en la cara.
— ¿Qué quieres?
— Oye ¿Dónde quedó el cariño? — Harry se acercó, ignorando la mala mirada que James le daba. — Vale, lamento arruinar tu... lo que sea que estás haciendo.
— ¿Qué podrías hacer tú diferente con Morrigan?
Harry hizo una mueca de asco.
— No necesito saber eso, papá.
— ¡No te le acerques a Isolt! — William, casi salido de la nada, salta encima de Harry, que se sostiene del borde de la isla y no cae al suelo solo por eso. Harry sigue quejándose, sacudiéndose a William que se aferra a él como koala y no lo deja ir.
Y no había tenido un día más tranquilo que aquel. Antes de que las cosas se comenzaran a derrumbar.
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