XIX.
nineteen;
LA MALDICIÓN
SOMBRA
James decidió que se quedaría en la cama lo que quedaba del día.
Aunque no pudo evitarse sentirse extrañado que, al abrir los ojos, no encontró una cabellera rubia haciéndola cosquillas a la barbilla, y mucho menos inhaló el aroma dulzón de White al estar consciente de que acababa de despertar. Su novia no era de levantarse antes que él, de hecho, White podría hacer que James se quedara allí con ella si realmente se lo propusiera.
Pensarlo no lo ayudó a estar menos confundido.
— ¿Te quedaste pegado a la sábana, Jimbo? — se burló Sirius. James se talló el párpado y estiró la mano, tanteando la mesita de noche en busca de sus gafas. Sintiendo el marco contra sus dedos, se las colocó, parpadeando para acostumbrarse a la nitidez. Sirius se aguantaba la risa, recostado al marco de la puerta — Remus está abajo, por si necesitas el hechizo.
James rodó los ojos. Para cuarto año, Sirius le hizo una broma mientras dormía, lo que terminó con James pegado a la cama y la perspectiva de un posible regaño de McGonagall si no lograba quitarse las sábanas de encima. James gritó mucho ese día, sobretodo groserías donde le deseaba a Sirius sufrir malos días de cabello más seguido, hasta que Remus logró conseguir el hechizo que desharía la broma y libraría a James de un castigo con la minina profesora.
James persiguió a Sirius por todo el castillo y lo tiró al lago negro frente al grupo de chicas con las que coqueteaba esa semana como venganza.
— Estoy bien — farfulló, ahogando un bostezo y apartándose el edredón. Sirius asintió, revoloteando alrededor de la habitación, permitiendo a James tratar de desperezarse y despertarse para enfrentar a Sirius en todos sus sentidos.
Sirius gritó, sobresaltando a James que pegó un brinco fuera la cama y tomó la varita de su mesa de noche.
— ¿¡Qué sucede!?
— ¡Dime que eso no era ropa interior de White!
James bajó la varita, sintiendo unas ganas inmensas de lanzársela a Sirius a la cabeza. Remus entró apresurado a la habitación, buscando la posible amenaza que mantenía a Sirius tan alterado.
Cuando vio la expresión de James, y a Sirius teniendo arcadas, se relajó con exasperación.
— ¿Qué pasó?
— ¡Eres asqueroso, Cornamenta! — chilló Sirius, sacudiéndose y haciendo gestos de asco. James se acarició el puente de la nariz, la risa brotando de forma ahogada a causa de Sirius, que seguía retorciéndose como gusano — ¡Por Morgana! ¡Asco, asco, asco! ¡Si veo un condón usado, te tiro del balcón!
— Entonces no veas la papelera.
Sirius chilló de nuevo.
Remus trató de no reír. Los músculos de su rostro parecían luchar contra si mismos para no exteriorizar la clara diversión que le causaba la indignación exagerado de Sirius.
— ¿Qué piensas tú que hacen las parejas, Canuto?
— ¡Te estás follando a mi hermana! — dramatizó, teniendo una última arcada. James colocó los ojos en blanco, compartiendo una leve mirada con Remus, ambos riéndose internamente de su amigo — Oh, Merlín. Eso es asqueroso. No lo puedo creer.
— ¿No lo puedes creer? — repitió James, incrédulo — Te follaste a medio alumnado de Hogwarts mientras estudiábamos. Y los que no, fue porque tenían menos de 15. ¿Qué creías que hago con mi novia? ¿Jugar al snap explosivo? No necesito el cuarto insonorizado por eso, hermano.
Sirius lo ignoró, abriendo una de las ventanas y soltando un alarido de frustración, que James aprovechó para cubrir la carcajada que le generaba la actitud protectora que estaba teniendo su mejor amigo últimamente hacía White. Al principio molestó a James solo porque le parecía divertido, ahora sí se veía decidido a dejar salir su hermano mayor interior, incluso tratándose de él.
— Pensé que ya lo había superado — suspiró Remus, apartándose el flequillo canoso de la cara.
— Aún no empieza el proceso de aceptación — bromeó James, atrapando la almohada que Sirius lanzó a su cara entre risas. El aroma dulzón que White impregnó a su habitación desde su mudanza inundó la nariz de James, ya que Sirius eligió el cojín que estaba en el lado de la cama de la chica. De forma inevitable, arrugó la nariz — ¿Dónde está White?
— Salió con Tonks, Bill y su novia la francesa — respondió Sirius, ignorando deliberadamente la prenda de ropa que estaba esparcida por la alfombra — ¿Cómo se llamaba? Fleugg.
— Fleur — corrigió Remus, mirándolo con impaciencia.
— Es lo mismo — protestó él, haciendo un gesto desdeñoso.
James negó, empujando a Sirius fuera de su camino. Levantó la ropa de White, asegurándose de no dejarse nada que haría a Sirius indignarse de nuevo. Él y White tenían la manía de tirar la ropa a donde cayera antes de tener sexo. Definitivamente debían abandonar ese mal hábito.
Chasqueó los dedos, dejando que la flama que flotaba sobre su pulgar se deslizara a la vela de la mesa, junto a una foto de Harry y Rose de pequeños. A pesar de la luz solar que iluminaba la habitación a través de la ventana descubierta, desde el accidente con Lily y White, el fuego le ofrecía más calma a James de la natural. Era como si su conexión al elemento se hubiera reforzado.
— ¿Cómo estás? — preguntó Remus. James lo miró confundido — Con lo de William.
— Sí — Sirius se cruzó de brazos, sentándose a la orilla de la cama y regalándole a James una sonrisa sardónica — No todos los días te enteras que tu ex, que por cierto tiene como mil años, resulta siendo el hijo y el sobrino de dos de los fundadores de Hogwarts.
James arrugó el entrecejo.
— ¿Sabes que anoche estaba follando con White ahí, cierto? — le picó.
Sirius saltó, emitiendo un renovado alarido que hizo a Remus alargar el brazo y darle un golpe directo a la nuca, queriendo que se calmara. James sonrió, satisfecho de molestar a Sirius y darle la oportunidad a Remus de descargar un poco su ira. Luna Llena no estaba saliendo muy bien que se diría, últimamente. Era claro que Remus les estaba ocultando algo, y solo lo dejaba salir con el lobo.
Pensó en White de nuevo, recordando esa vez que insinúo lo raro que actuaba su amigo a cada mención de Tonks.
¿Acaso...?
James sacudió la cabeza. Eso no tenía el más mínimo sentido.
— De verdad ¿Cómo estaría? — James rodó los ojos, aún no se sentía listo para dejar salir lo abrumado que lo tenía la situación de William — Ya sabía que William era raro. En ámbitos generales de William, que resulte siendo mi ancestro lejano no está ni cerca de las primeras diez. Hizo cosas peores.
— Te acostaste con tu ancestro — señaló Sirius.
— Y también con tu hermana.
— ¡Ya deja de repetirlo!
Remus cogió a Sirius de la oreja y tiró de él fuera de la habitación, ignorando las protestas de Sirius y las risas de James, que crecían a la par de los chillidos de dolor por parte de su mejor amigo.
No es como que James quisiera ocultare cosas a sus mejores amigos. Ya bastante mal lo dejaba saber que Sirius y Remus se sintieron dolidos al enterarse del significado del tatuaje luego de casi dos décadas que lo tenía. Aún así, James realmente se sentía abrumado.
Pasó años queriendo aprender de lo que implicaba ese poder. William lo conocía desde que era un bebé y aunque él mismo le dijo sus razones para no haberle explicado desde el comienzo todo lo que debía saber, enterarse repentinamente que él y su familia descendían de Godric Gryffindor, un mago al que admiró desde que oyó a su padre hablando sobre él a los 6 años, lo tenía atontado.
— Entonces — James le había dicho ese día a William. Tenía a White a su lado, lo que agradecía porque sentía que se desmayaría si no sentía la presencia de su novia apoyándolo. William se paseaba frente a él, sus ojos oscuros recorriendo los retratos y pinturas de la sala de estar, como si quisiera evitar mirar a James de manera directa — No te llamas William.
— De nacimiento, no — aceptó William, deteniéndose frente a la chimenea encendida. James notó el ligero temblor de White cuando los ojos grises encontraban las llamas, por lo que silenciosamente agradeció a William que la imagen se alejara del campo de visión de White y la temperatura descendiera un poco al cubrir con su cuerpo la pequeña hoguera, dándole la calma suficiente a la rubia para prestar atención — Mi madre me llamó Ragnor.
— Suena al nombre que le pondrías a un dragón — dijo White.
William sonrió.
— Sí, creo que esa era su intención — el tono de voz, uno demasiado nostálgico para ignorarlo, llamó la atención de James.
— Nunca dijiste nada de esto.
— No fue a propósito — terció William, su mano haciendo un gesto impaciente, pidiéndole la oportunidad de explicarse. James asintió, mordiéndose el labio para no soltar la lista entera de groserías que quería gritarle al adolescente inmortal — Me enteré de esto hace dos días, Jimbo. Si lo hubiera sabido, te lo hubiera explicado desde el principio.
James ya no estaba tan seguro, sin embargo, prefirió no decirlo en voz alta.
— ¿Cómo es que sigues vivo? — preguntó. — Recuerdo que dijiste que no sabías.
— Sigo sin saberlo — William hizo una mueca — Del todo. Sé que mi madre dejó el Reino de Alba (Escocia es gaélico escoces, dejen de mirarme así) y se refugió en Britania, antes de que se unificaran por supuesto. Ella estaba embarazada sin saberlo y me tuvo poco después. Estaba bajo una maldición oscura, esa era su razón de abandonar Hogwarts. Así que no duró mucho con vida... — William repitió el gesto, disgustado al recordarlo — Me hizo prometer que haría lo que ella nunca pudo y protegería el linaje de mi padre. Hasta ahora vengo a entender que se refería a mi ¿Saben? El punto es — William sacudió las manos, obligándose a volver a enfocarse ante las miradas confundidas de James y White — que murió cuando tenía 16. No recuerdo demasiado lo que sucedió, solo sé que desde entonces, no he envejecido un solo día.
— ¿Y? — James insistió — ¿Por qué el cambio de nombre?
— Colón, en nombre de la Corona de Castilla, pisó suelo centroamericano y los colonos ingleses bajo el mandato de Henry VII llegaron a suelo norteamericano — William se rió de si mismo — Se descubrió América y la globalización empezó, lo que detuvo momentáneamente la cacería de brujas. Solo que en Salem tuvieron su momento de pánico casi dos siglos después...
— William... — insistió James. ¿O debería llamarlo Ragnor?
— Ah, sí — William se revolvió el cabello, volviendo en si. Se veía algo atontado — Hay un punto que es borroso. No sé si me descubrieron, o intenté salvar a alguien... — William ladeó la cabeza, frotándose la sien en una evidente migraña — Bueno, después de eso no recordaba quién era. Me encontraron los Sayre, para entonces Isolt Sayre ya había escapado de su tía Gormlaith Gaunt.
— ¿Gaunt? — dijo White. — Como los...
— ¿Descendientes de mi tío Salz? Sí — William sonrió, para luego hacer una mueca de asco — Ew, estoy emparentado con la loca.
— ¡William!
— ¿Te quieres relajar? Aún no recuerdo todo — William lo miró exasperado y se tomó el puente de la nariz, cerrando los ojos con fuerza, como si aquel gesto fuera a ayudarlo a agilizar su memoria — Isolt me encontró. Sabía que era un mago, así que ella, su hijo ilegítimo y su esposo muggle me dieron refugio. Desde entonces soy un Sayre. Elegí mi propio nombre.
— ¿Y por qué William? — preguntó White. James la miró extrañado — ¿Qué? Cuando estoy nerviosa hago preguntas estúpidas...
— Bueno — William tosió, ocultando una risa — Por William Shakespeare. Consideraba (aún lo hago) que mi vida es una tragicomedia y al hombre le salían muy bien hacer de esas.
James ciertamente también pensaba que su vida era una tragicomedia. Debería cambiarse el apellido a Shakespeare.
Las burbujas de la tina relajaban a James, que no pudo evitar rememorar toda la intensa conversación que tuvo aquel día. No entendía del todo por qué hasta apenas William comenzaba a recordar (él tampoco intentó explicarlo, seguía atontado de los recuerdos de casi cuatro siglos perdidos de su vida que le llegaron de un momento a otro). Ahora, lo que más le venía a la mente es que debía hablar con sus hijos, averiguar algún indicio de aparición del tatuaje.
Harry ya había cumplido 16, y por lo que sabía, este no apareció.
Se iba a deprimir si resultaba que lo tenía y solo se lo ocultó.
— Hola — el aroma dulzón de White llenó al baño, y los hombros de James se destensaron bajo las caricias de las manos suaves de su novia, que comenzó a masajearlos al sentir los músculos contraídos — ¿Algo que te tenga tan distraído?
— Mi ex.
— ¿Qué?
James bufó. Había olvidado que nunca le dijo a White de eso.
— Dijiste que querías saber quien era el chico.
No podía verla, pero la repentina quietud de la chica le indicó a James lo sorprendida que lo dejó la declaración. De pronto, la risa genuina de su novia rompió el silencio del baño, el vibrato de sus cuerdas vocales adentrándose al sentido auditivo de James y danzando en ondas sonoras hacía su cerebro, que reaccionó dejando una pequeña sonrisa tirando de sus labios.
Se giró, encontrándose con la cara risueña de White.
— Sabía que estuviste con un chico — se burló, inclinándose y dejando un pico sobre su boca que hizo a James protestar, buscando un contacto más prolongado — Me alegra que decidieras compartirlo, boomer. Es un gran avance.
— Muy chistosa — ironizó James, sacando los brazos fuera de la tina y tirando de ella hacía él, ignorando las protestas de White y dejando que se hundiera con él en el agua, besando su cuello y boca y ahogando los balbuceos de White por su ropa empapada.
White se rió, sacudiendo un poco su brazo por la pesadez del suéter.
— Eres odioso — se quejó, inclinándose de nuevo y dejando que su lengua explorara, una vez más, la boca de James, succionando de su labio inferior y sentándose encima del regazo de su novio, sus piernas cubiertas por unas medias veladas color negro que se perdían en unas botas hasta los tobillos de tacón colgando fuera de la tina.
James sonrió en medio del beso.
— ¿Cómo fue tu salida?
— Fleur se emocionó conociendo muggles — White sonrió, arremangándose el suéter. James besó el hombro sobre la ropa y esperó que se removiera en una posición más cómoda — Bill intenta mantenerla alejada de la Madriguera el más tiempo que pueda. Al parecer, a su mami no le gustó su elección de novia.
— ¿Y tú qué dices?
— ¡Fleur es un amor de persona! — protestó, chapoteando un poco el agua. El puchero de su cara lo hizo reír — No entiendo por qué les cae mal. Tiene un sentido de la moda impecable. Y me está enseñando francés.
James negó con la cabeza.
— ¿Ah sí? ¿Y qué sabes decir?
— Le langage de l'amour.
— ¿Qué se supone significa eso? — preguntó, arrugando el entrecejo.
— Es el idioma del amor, anciano — declaró, ahogando su gruñido con otro beso, más intenso y más necesitado.
James le correspondió, apresurándose a quitarle el suéter y lanzándolo lejos, sin importarle el sonido que hizo al chocar con la pared y el agua que escurría de él. White cerró los ojos, dejándose llevar del sentimiento, sus largas uñas delineando el abdomen marcado de James, acariciando las pecas y los pequeños lunares repartidos por su torso.
— ¡Ya deja de comerte a mi hermana, maldito patán!
White gritó una grosería, estirándose para tomar la botella de shampoo y tirarla hacía la puerta.
— ¡Vete, perro pulgoso!
— ¡Pues no quiero, si te fijas!
James rodó los ojos, recostando su frente contra la clavícula de su novia.
— Vio tu ropa esta mañana — informó, dejando un pequeño pico sobre la piel pálida y jugando con la tira del brasier — Y tal vez le dije que había un condón usado en la papelera.
White bufó, estirando el cuello y clavando su mirada furiosa en la puerta cerrada.
— ¡Si quiero follar con mi novio en la tina no lo vas a impedir, Sirio!
— ¡Eso sí que no, reina roja!
— ¡Piérdete!
— ¡No... AH REMUS, ESO DUELE!
No por primera vez, James agradeció la existencia de Remus en su vida.
Las protestas de Sirius y los regaños de Remus quedaron ahogados tras un rato de griterío, dejando a James reírse libremente ante la imagen mental de ese par. White lo dejó reírse, acariciando su cabello rebelde y permitiendo que la temperatura del agua descendiera otra vez.
Tras unos segundos de silencio, James comenzó a jugar, una vez más, con el broche del brasier de White.
— Tengo algo que contarte — murmuró ella, cerrando los ojos y disfrutando de los suaves besos que dejaba James sobre su cuerpo.
Él se alejó un poco, frunciendo el ceño al ver su expresión.
— ¿Qué sucede? — dijo James, acunando el rostro pálido entre sus manos.
White suspiró.
— ¿Recuerdas que William dijo que su madre tenía una maldición? — James asintió, confundido. El rostro de White estaba demasiado serio para que aquello fuera una pregunta cualquiera — Creo que no es el único maldito, James.
— ¿De qué estás hablando?
— No fue normal, James — White arrugó la nariz, había un poco de pánico en sus orbes oscuros. Repentinamente, la temperatura del baño volvió a descender. A James no le gustó el presentimiento que tuvo, encontrando la mirada asustada de su novia — Salí con Tonks y Bill... e hice una investigación rápida.
— No estoy comprendiendo — James recostó su espalda al borde de la tina, permitiéndose estudiar el rostro de White.
— ¿Alguna vez has escuchado de Galatea Gryffindor? — el labio de White tembló formulando la pregunta. James sacudió la cabeza en negativa — Era la madrastra de Godric Gryffindor. La quemaron los muggles, por la casa de brujas. Ella... ella fue la razón de que cayera en el velo ese día, con Sirius.
James se tensó, ellos nunca hablaron del velo.
— ¿Qué tiene que ver?
— Galatea fue quemada, James — repitió White, tallándose el rostro — Cuando la vi, ella me dijo que tenía su espíritu. Y de alguna forma, se parecía a mi. Físicamente, quiero decir. — White cerró los ojos, respirando hondo antes de continuar — Se le llama la maldición de la sombra a aquella persona que ha sido maldita mediante una muerte violenta y un suceso en que la naturaleza tuvo intervención. Esa persona... tiene un doble. Una sombra. No es igual, las sombras nunca son iguales a su dueño.
— ¿Estás diciendo... — James parpadeó, abriendo y cerrando la boca sin estar muy seguro de lo que debía decir. Al final, balbuceó la primera frase que logró procesar con coherencia: — que te afectó esta maldición?
— No lo sé — White tragó saliva — Pero lo del fuego no fue normal, James. Es la única razón que se me ocurre para que sucediera. Además, ella me dijo que volver tenía un precio. Sirius y yo olvidaríamos algo. Y he... me he sentido muy asustada cerca de las fogatas, incluso antes de lo de Evans. No le presté atención al recuerdo perdido, pero esta sensación... Lo que sea que me hizo olvidar, tiene que ver con eso. No ha sido la única vez que casi muero quemada, James. Y no recuerdo la primera.
ADIVINEN
¿Quién tiene dos pulgares arriba y se puso a escribir cuando debería hacer tarea? Esta nena, asies. Al fin conocimos un poco de Will y su maldición, y el re spoiler para las que leen Control ajua.
Aquí es cuando empiezan los problemas, chikis, disfruten.
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