XIV.
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POTTER MANOR
White estaba empacando su maleta.
— ¿Crees que debería llevarme todo o dejar algunas cosas por aquí? — preguntó, encontrando en el fondo de su armario un par de vestidos que no había usado hacía años.
Atenea se asomó, tomando la caja de que White denominó como cosas inútiles y colocándola en lo más alto, sobre la repisa del ropero.
— No llevas basura a una mudanza, Altair — reprendió Atenea, quitándole el par de vestidos de las manos. White hizo un puchero que ella ignoró, doblando las prendas viejas y dejándolas junto a la caja cerrada — Menos si hay alguien esperándote ahí. Da una mala impresión.
— Lo que me preocupa más — inquirió White, dándose la vuelta y saliendo del gran armario. Su habitación en casa de Atenea se veía vacía con la mayoría de cosas empacadas, las paredes sin tapizados de pósters y el ventanal sin cortinas. Se detuvo frente a la cama, donde estaba su maleta abierta y llena de ropa — Es que el armario casi no tenga espacio. Tengo muchos tacones.
— Por eso nunca me casé — mencionó su madre, moviendo la varita y dejando que las cosas se organizaran solas en el resto de bolsos. La maleta de los tacones se cerró y la de ropa se sacudió un poco, el hechizo de extensión indetectable haciendo su trabajo — El espacio para ti misma se extingue.
— No nos vamos a casar — protestó, peinándose el cabello mientras regalaba una mirada extrañada a Atenea.
— Mudarse juntos es el primer paso, Altair.
White prefirió ignorarla, dejándose caer sobre la cama. Atenea golpeó la planta de sus zapatos a forma de reproche, recibiendo una sonrisa inocente por parte de la chica. James entró a la habitación en ese momento, cargando un par de cajas vacías.
— ¿Necesitan algo más?
— No — Atenea se acercó a él, quitándole la caja más pequeña de las manos — Guardaré los del baño. Haz que mueva un poco el trasero ¿Quieres?
James asintió, riéndose al oírla quejarse en voz alta. Atenea salió de la habitación, y las prendas de ropa que había encantado para organizarse por si solas cayeron al suelo.
— Eso no es justo — White hizo un puchero, sacando la varita y repitiendo el hechizo que Atenea empleó. A diferencia de su madre, White no tenía la habilidad para hacer que todo se doblara por si solo y se organizara, así que no le sorprendió cuando las cosas se guardaron amontonadas sobre lo demás — Bueno, lo intenté.
— Un gran intento — ironizó James.
White bufó.
— Un intento. Es lo que cuenta.
La cara de James decía la contrario, aunque no la dejó quejarse, inclinándose para tomar sus mejillas y unir sus labios. White suspiró en medio del beso, rodeándole el cuello con los brazos mientras se dejaba caer sobre la cama, James encima de ella. Sus piernas envolvieron su cadera, apartando la maleta de ropa que cayó al suelo para hacer más espacio.
James se separó, respirando agitadamente.
— Deberíamos seguir organizando.
— Eso puede esperar — gruñó White, sonriendo al sentir que correspondía su beso otra vez.
Las manos de James se perdieron debajo de su ropa, sus labios descendiendo por el cuello de White a la par del movimiento de sus dedos, provocando suspiros de placer por parte de la rubia.
— ¿Y no crees que esto puede esperar? — preguntó, succionando ligeramente la piel de su cuello.
— Definitivamente puede esperar.
Ambos se apartaron de golpe. Atenea los veía debajo del marco de la puerta abierta, cargando la caja cerrada y marcada como aseo personal. White cubrió su boca para no soltarse a reír, ladeando la cabeza sin hacer caso de James, que se acomodaba la ropa sin mirar a la morena.
— ¿Tan rápido te quieres deshacer de mí? — bromeó White, sentándose en la cama. Alcanzó sus tacones y se los colocó, sus ojos buscando a James que cerraba la maleta de ropa.
— No — Atenea la miró calmada, dejando la caja encima de las demás. La burla de su tono de voz iba a la perfección con el repentino brillo divertido de sus ojos oscuro — Solo deseo que tu cama permanezca libre de tus perversidades.
— ¿Cómo es tan segura de que no lo he hecho antes?
Atenea sonrió de forma macabra.
— Nada sucede en esta casa sin que yo me entere — declaró, acercándose a quitar el tendido de la cama. White se levantó, aceptando la chaqueta que le ofrecía James para cubrirse del frío infernal que hacía afuera. Incluso a mitad de verano, en una ciudad como lo era Londres, las cosas se estaban colocando complicadas con el clima — Por mucho que quieras hacerte la revolucionaría.
— Amor y paz, mamá — sonrió, levantando su dedo índice y medio.
James tosió falsamente, disimulando la risa que tenía atorada en la garganta. White rodó los ojos, dejando que envolviera el brazo alrededor de sus hombros mientras hacía los hechizos necesarios para transportar sus cosas a Potter Manor.
Mudarse con su novio no fue algo que White dudó aceptar. Luego de su momento de confesión a Galatea, que por cierto no había visto desde su falsa muerte (agradecida con el de arriba por eso), decidió a intentar una vida junto a James y esto era parte en el plan, aunque no estuviera muy segura de que todos los involucrados estuvieran contentos.
White sabía que no le agradaba a todo el mundo, y poco le importaba porque si viviera de lo que piensan de ella estaría llorando siempre por aceptación, sin embargo... la sensación que le brindaba saber el descontento de Roselyn hacía su persona no era cómoda como para ignorarla.
— Sigo creyendo que no le caigo bien — comentó, luego de un rato en silencio. James manejaba todo el camino a Wiltshire y White veía por la ventana, observando la lluvia caer sobre la capital inglesa.
— ¿A quién no le caes bien? — James no apartó los ojos del camino, activando el parabrisas y murmurando entre dientes al inclinarse hacía el volante para ver mejor.
— A Roselyn.
James frunció el ceño.
— Eso no es cierto.
— ¿No es cierto? — White parpadeó incrédula. Se enderezó en el asiento y bajó el volumen de la radio, recibiendo una mirada de reojo por parte del azabache — Te juro que Roselyn no puede estar conmigo en una habitación más de cinco minutos sin huir de ahí. ¿No la viste cuando regresaron de Hogwarts? Harry estaba riéndose, pero ella no estaba contenta.
— Rose no te odia, White — James sonrió de lado, apartando una mano de las manos del volante y tomando la suya. White suspiró, entrelazando sus dedos y dejándolos caer cerca de la palanca de cambios — Es difícil para ella. Lo único que ella sabe de mi vida amorosa es lo pésimo que resultó mi matrimonio. Nunca tuve una pareja, preciosa. Esto es nuevo para todos. Solo tiene que acostumbrarse a la idea, pero ella no te odia.
White rechinó los dientes. Le frustraba un poquito que sus intentos por llevarse bien con los hijos de James hayan fracasado.
— Espero tengas razón.
James sonrió, llevando sus nudillos hacía sus labios y dejando un beso cálido sobre ellos. Inevitablemente, White sonrió.
Al principio no pudo sacarse de la cabeza el encuentro con Galatea. Le había dicho que perdería algo y temía que eso afectara su relación. Nada pasó hasta el momento, White estaba segura de que recordaba todo lo que era importante y James seguía siendo el mismo tipo que vio aquella noche en el bar, esa melancolía y nostalgia transformándose por completo en la sensación hogareña que la mantenía de pie.
— ¿Cómo están todos?
— William le prohibió a Harry llevar a Morrigan a su habitación — James se rió, sacudiendo la cabeza por el recuerdo. White trató de imaginarse la situación, completamente divertida ante la imagen mental. No conocía mucho a William, sin embargo, le pareció algo temperamental las únicas dos veces que tuvo la oportunidad de verlo — A Harry no le importó, por supuesto. Así que William y Morrigan están mudándose al departamento de Londres. Intenté convencerlo de que estaba siendo un idiota, pero no escucha razones.
— ¿Es celoso?
— No — James torció los ojos, acomodándose la montura de los lentes — Solo es un idiota. Rose dice que sufre del síndrome de no tengo novia así que no dejo a los demás ser felices con las suyas, según ella solo afecta a los hombres.
— Oh, eso es cierto — se burló, recibiendo un bufido ofendido de parte de su novio — Bill lo sufrió en Hogwarts. Jamás dejó a Tonks tener una cita por la paz, y la única razón por la que no lo intentó conmigo es porque Charlie amenazó con golpearlo. Él era cazador del equipo, así que Bill le tenía un poco de miedo.
— Jamás experimenté de esos.
— Sí, claro — ironizó White, mordiéndose el labio para no soltarse a reír — ¿Qué fue lo que dijo Sirius sobre chicas en el dormitorio?
— Eso es... muy diferente — protestó, sin hacer caso del sonidito sarcástico que profirió — De verdad, muy diferente. Si estuvieras escuchando a alguien teniendo sexo en la cama junto a la tuya todas las noches sin faltar, probablemente lo habrías hecho también.
— Nah — White se encogió de hombros — Probablemente me les hubiera unido. No tengo preferencias.
James hizo una mueca.
— Sí, pues yo no iba a hacer un trío con Sirius involucrado.
— ¿Y si no fuera Sirius? — la duda salió de sus labios antes de que pudiera procesarla por completo. — ¿Alguna vez te ha gustado un chico? — James comenzó a toser, atorándose con su propia saliva. White se soltó a reír al verlo colocarse rojo — ¿Eso es un sí?
— Eso es... — James volvió a toser, tomando el volante con ambas manos y bufando al oír sus risitas — No seguiremos esta conversación.
— ¿Y por qué no? — White frunció el entrecejo, acomodándose en el asiento para verlo de frente. James mantuvo sus ojos sobre la carretera, no dándole nada más que vistazos de reojo — Vamos, boomer. Llamémoslo experimentar para que no se incomode el señor ¿Nunca te planteaste estar con un chico?
— ¿Cuándo dije que no pudo suceder?
— ¿Entonces sí lo estuviste?
— Tampoco dije eso.
White rodó los ojos, un puchero en sus labios que hizo sonreír a James.
— Que enigmático — se quejó, colocando sus pies sobre el tablero del auto. Recostó su cabeza en la ventana y cerró los ojos, dejándose llevar por la música que reproducía la radio y el golpe de la lluvia contra el vidrio.
Despertó cuando escuchó la puerta abrirse de golpe.
— Llegamos — anunció James, sosteniendo su cabeza para que no cayera fuera del auto. White se quejó entre dientes, dándose la vuelta y estirando los brazos para que la cargara. James rodó los ojos, sosteniéndola debajo de las rodillas al estilo princesa — ¿Quieres comer algo? Solo seremos nosotros hoy.
— ¿Por qué?
— Harry y Rose pasaran dos semanas con los Weasley — explicó, dejando que la magia de la casa reconociera su presencia mientras se abría la puerta — William y Morrigan ya se instalaron en el departamento. Tal vez vengan a cenar mañana.
James comenzó a subir las escaleras. Cuando ya estaban en el segundo piso, White realizó el hecho de que nunca antes había estado en la habitación de James.
— ¿Tu habitación es grande?
— Lo suficiente.
— Bien, tengo mucha ropa — murmuró, recostando su cabeza contra el pecho de su novio. Parpadeó varias veces y frunció el ceño — ¿De verdad nunca estuviste con un chico?
James sonrió de lado.
— Prefiero a las chicas.
— Ah, entonces sí lo estuviste — lo señaló con su dedo índice, riéndose ligeramente al verlo rodar los ojos.
White vio de reojo la puerta de madera tallada, antes de que James la abriera y el primer vistazo que obtuvo de la habitación fue la cama matrimonial. Se veía algo vacío, aunque había un desorden de ropa encima de unos sillones y papeles repartidos por todo el escritorio. White se deslizó fuera de los brazos de James, paseando por todo el espacio con mirada analítica.
— Olvidé organizar esta mañana — James hizo una mueca, dejándose caer sobre la cama.
— Huele a menta — comentó, una sonrisa ladina surgiendo en su cara. Se acercó a la cama, sentándose encima de él con una pierna a cada lado. James llevó las manos hacía su cintura, acariciando lentamente mientras White se desperezaba. — Esta es una bonita manera de empezar una mudanza.
— Al menos no nos interrumpirán ahora.
Ella se inclinó, uniendo sus labios en un beso húmedo que fue intensificándose cada segundo, dejando que las manos de James siguieran hurgando debajo de su ropa hacía su trasero, acariciando debajo de la falda de tela escocesa y dando apretones que provocaron los gemidos de White, jadeando por el repentino calor.
Se enderezó, quitándose el jersey y permitiendo que le quitara el brasier de lencería, su boca encarnizándose en los pechos de White, dejando pequeños chupones y mordidas. Ella cerró los ojos, moviendo lentamente sus caderas para provocarlo, tirando de su cabello y dándole vía libre para seguir recorriendo su cuerpo.
James se quitó la camisa, girando la posición para quedar sobre ella. White se removió, acariciando los pectorales marcados y los pequeños lunares repartidos en su torso. Las marcas en el cuerpo de James siempre le habían llamado la atención, lo que no había disminuido aunque ya hayan compartido la cama antes.
James se deslizó, perdiéndose entre sus muslos y falda al quitarle las bragas. La rubia hundió la cabeza en las almohadas, encorvándose de forma abrupta al sentir el primer contacto. Los dedos de James, ya lubricados de saliva y lo suficientemente largos para alcanzar los puntos de placer de White, siguieron moviéndose al ritmo de las indicaciones que murmuraba la chica, retorciéndose en las sabanas y presa del sudor que le provocaba la excitación y el calor.
— Espera, espera... — jadeó, obligándose a parpadear para volver a la realidad. James jadeó, deteniendo el movimiento y esperando que hablara — Condones, mierda. Dime que tienes condones.
James masculló una grosería, inclinándose sobre ella para alcanzar la mesa de noche. Rezando tener, abrió uno de los cajones y esculcó en su contenido, sacando con alivio el paquete de preservativos y un pote de lubricante.
— Ni recordaba que los tenía ahí.
White intentó no reírse, alcanzando sus labios y untando su dedos del líquido sin detener el beso, que James correspondió de inmediato, gimiendo al sentir el toque de la chica sobre su miembro, la erección volviéndose mayor cuando movió las caderas, provocando el roce del glande sobre la zona íntima de la rubia.
James se alejó, lo suficiente para que ella lograra girarse, quedando boca abajo contra el colchón. James besó su cuello, distrayéndola de la intrusión de su miembro mientras lo acomodaba dentro de ella. El movimiento de su pelvis acompañó los gemidos de White, que murmuraba toda las groserías que conocía cuando James estiró la mano, estimulando el clítoris al ritmo de sus penetraciones.
Su estómago se contrajo de placer cuando llegó al orgasmo, sin detener sus penetraciones hasta sentir el de White, las paredes musculares ensanchándose mientras ella caía sobre la cama, el rostro sudoroso enterrado en la almohada. James se salió con lentitud, quitándose el condón y amarrándolo de forma temblorosa, tirándolo al bote de basura para luego dejarse caer junto a White, recuperando el ritmo normal de su respiración.
White se giró, acomodándose en la cama y estirándose para besarlo, su aliento errático chocando contra su rostro.
— Puedo acostumbrarme a esto — murmuró, escondiendo el rostro en su cuello.
— Yo también — James suspiró, quitándose las gafas empañadas y escondiéndolas debajo de la almohada.
Ella sonrió.
— ¿Siguiente ronda?
James se rió. Potter Manor sería un lugar ocupado durante las próximas semanas.
Empezamos este segundo acto con Jhite siendo unos calenturientos gg
Hagan sus apuestas para este ¿La felicidad seguirá o tengo preparado hacerlas sufrir? Apuestas, hagan sus apuestas xd
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