X.
ten;
TONTO, NO IDIOTA
White estaba pasando gran parte de su tiempo en la biblioteca de los Black.
Desde que había tenido el sueño de la mujer condenada a la hoguera y presenció la trágica muerte del hombre misterioso que intentó salvarla, no pudo sacarse de la cabeza el posible panorama.
Recordaba que durante su tercer año en Hogwarts, el fantasma de Binns los mandó a hacer una tarea relacionada a la caza de brujas, la época muggle del oscurantismo donde su pueblo era tratado como una plaga culpable de la peste negra (también recordaba haber leído que acusaban a las brujas de causarla, lo cual era sumamente ridículo para ella). Pero, Historia de la Magia indicaba que eran muy pocas las veces (casi inexistentes) que los muggles realmente atrapaban a un mago de verdad, y mucho menos lograba asesinarlo, porque para la época existían cientos de hechizos de los cuales se podía disponer y aplacar la mortalidad de las llamas.
Así que no entendía el sueño.
— La caza de brujas es la búsqueda de brujas, brujos o pruebas de brujería... — recitó en voz alta. White hacía eso a veces. El silencio le perturbaba, porque estar en silencio significaba escuchar sus pensamientos y los pensamientos de White llegaban a ser muy deprimentes, por lo que prefería no prestarles atención — que lleva a acusar a personas de practicar la brujería, a un juicio y finalmente a una condena.
— Una perdida de tiempo, si quieres mi opinión.
White saltó en su asiento, tirando el pesado libro fuera de su regazo. James la veía recostado en el marco de la puerta, los brazos cruzados sobre su pecho y una mirada calmada que la observaba de forma penetrante. White no había notado el intenso tono de sus ojos avellana hasta ahora.
Todo en él parecía tan intenso que, de pronto, la habitación se llenó de calor. O tal vez solo era ella, que no podía dejar de notar lo atractivo que parecía usando chaquetas de cuero.
— Eh, hola — White procuró calmar su tono, doblando sus piernas y quedando sentada como indio sobre la silla. James le sonrió mientras se acercaba, levantando el libro del suelo y dándole un vistazo de interés a la portada — Puedo explicar eso.
— ¿Tienes qué? — replicó él, sacando la silla debajo del escritorio y atrayéndola hacía ella.
White se encogió de hombros.
— Luces confundido.
— No es mi asunto.
— Un poco de chisme no le hace mal a nadie ¿Sabes? — le quitó importancia, sonriendo ligeramente al oírlo reírse. No habían hablado desde que volvieron a Grimmauld Place, ese día de navidad. Era un acuerdo silencioso entre ellos no mencionar el beso, White podía ser muchas cosas, pero no tonta. James tenía demasiado en lo que debía pensar. No podía ser egoísta y obligarlo a pensar un poco menos, cuando él vivió años de esa manera. No era fácil dejar las costumbres — Bueno, pues la verdad es que me pregunto si la caza de brujas funcionó.
James frunció el ceño, chasqueando la lengua pensativo.
— No lo creo, según recuerdo, los muggles no sabían identificar la verdadera magia. Si lo hacían, era de forma accidental con los niños.
— ¿Descubrían a los niños?
Eso era algo que ella nunca había escuchado. En Historia de la Magia no lo mencionaron.
James parecía nostálgico.
— Lo hacían en ocasiones — mencionó, entre dientes. No le ilusionaba hablar del tema — Ellos no podían controlarse. Antes de que crearan Hogwarts, se intentaba enseñarles en casa. Pero no podían abarcar todo, y ellos perdían el control. Se delataban sin saberlo, y los muggles... Bueno, tememos de lo que desconocemos, White. Estaban dispuestos a asesinarlos si así aseguraban la normalidad.
White abrió la boca, sin embargo, ninguna clase de sonido escapó de sus labios. La sorpresa comenzaba a expandirse por todo su cuerpo, terror y asco incluido. ¿Ellos le hacían eso a niños inocentes?
El odio que los sangre pura les profesaban tenía más sentido ahora.
— Eso es... — se le ocurría un millón de adjetivos que podía decir y todos se quedaban cortos a lo que sentía sabiendo aquello.
James asintió.
— La historia del ser humano es trágica — comentó, recostándose contra la silla — Solo nos queda aprender de nuestros errores y vivir con el pasado a cuestas.
— Como una espada de Damocles.
— Oye... — James se mostró más calmado, su mirada suave estudiando a White — Conoces la tradición griega.
— ¿Tú conoces la tradición griega?
— No era solo un niño mimado — protestó, encogiéndose de hombros — tuve mi educación en casa también.
— ¿Por qué las descripciones "niño mimado" y "educación en casa" no me calzan juntas? — bromeó, ahogando la risa al notar su expresión ofendida, conteniendo las ganas al colocar la mano sobre su boca y morder su labio inferior.
Hablar con James resultaba tan ligero, casi analgésico, que White de repente olvidó la razón por la que estaba en la biblioteca en primer lugar. James se veía tan tranquilo, sentado frente a ella, viéndola tratar y fallar de esconder sus intenciones burlescas, aunque Sirius y Remus tuvieran anécdotas variadas acerca de lo explosivo que podría llegar a ser él, que White sentía como si la marea bajara y todo lo que ella veía era el resplandor del amanecer.
Y el solo hecho de darse cuenta de que pensó todo eso viéndolo sonreírle, asustó a White.
Tonks fue la primera en notarlo.
— Altair — la llamó tras finalizar una reunión de la orden. White había estado perdida en su mente durante todo el parloteo de Dumbledore, y no es que precisamente fuera la que está más atenta a los discursos de su antiguo director, sin embargo, incluso White tenía límites — ¿Está todo bien?
White negó.
Cuando era adolescente, y se dio cuenta que los niños eran atractivos y le parecieron algo más que incordios para una vida sin arrugas, White también se decidió a nunca tomar enserio alguna relación. White no se veía a si misma casada, menos siendo una madre. La idea de una relación estable le carcomía los nervios y ella prefería algo sin compromisos o sentimientos de por medio.
La única vez que intentó algo serio, fue con Bill. Eso terminó mal, y luego de que ella le rompiera el corazón se decidió a nunca tener novio otra vez, o algo que representara sentimientos a largo plazo para ella.
Se preguntó si su insistencia a darle tiempo a James a decidir lo que sucedería entre ambos no era más que una simple excusa para no detenerse y hacer eso ella también.
— Creo que me gusta James.
Tonks al principio no responde. Tampoco parece sorprendida. Sonríe con paciencia y le abraza, lo que sería muy incómodo si White no estuviera acostumbrada a la extraña actitud, casi maternal, de Tonks.
— Bill y yo apostamos sobre cuándo te darías cuenta — dijo ella, sin apartarla. White quiere quejarse, pero una vez apostó con Tonks sobre cuánto duraría Bill sin admitir que gustaba de ella y se lo guardó. — Creo que Bill estaba esperando que nunca llegara. Aún pienso que le gustas.
— La pregunta es por qué no le gustaría — soltó sin pensar, acostumbrada como estaba a desviar las conversaciones a sus zonas de confort ni siquiera le prestó atención a eso.
Tonks se rió.
— ¿Estás bien con esa idea?
— Pensé que su sonrisa podría ser el indicio del amanecer ¿Hay algo bien en eso? — y puede que esté exagerando, porque exagerar es uno de los modos favoritos de White. Pero esto es importante, porque a ella no le gustan los chicos. No al menos para algo fuera de lo sexual.
¿En qué momento James dejó de ser solo eso para ella?
— Eso, Altair — Tonks parecía muy divertida. White quería patearla por estarlo — Significa que te gusta. No está mal. Eres una persona como todos nosotros, enamorarse...
— Frena ese tren — pidió, parpadeando furiosamente — nadie dijo nada del amor. ¿Quién hablo de amor? Yo no sirvo para el amor, Dora.
— ¿Según tú... — Tonks colocó los ojos en blanco — por qué no?
— Porque soy yo — se señaló a si misma, como si fuera demasiado claro y no debería de explicarlo — Ya vivimos esto.
— James Potter no es Bill Weasley.
— Representan sentimientos para mí — replicó, sacudiendo la cabeza — Me conoces, Tonks. No son lo mío. No sirvo para una relación. Olvido fechas importantes, me preocupa más mi bienestar que el de cualquier otro. Te aseguro que si hay un aniversario de por medio y tengo una cita en un spa, iré al spa.
— Podrían ir al spa ambos — sugirió, interrumpiendo su enumeración. White era buena señalando sus defectos, más de lo que era buena señalando sus virtudes. Te sorprendería que no puede llegar más allá de ser una cara bonita tratándose de lo último — Sirius dijo una vez que James puede ser vanidoso.
— ¡Ese no es el punto!
— ¡Ese es todo el punto! — la contradijo al instante, colocando las manos sobre sus hombros y sacudiéndolos, como si quisiera hacerla reaccionar — Crees que eso es malo porque mantienes presente tu única relación seria como punto de comparación. James no es Bill, Altair. James podrá ser un desastre recordando aniversarios al igual que tú, James podrá ir a un spa contigo o te acompañará a ir de compras o te enseñará a protegerte. ¡Incluso eso ya lo está haciendo! No sabrás si las cosas funcionan cuando no te arriesgas a estar con él. Además, lo de vital importancia aquí siempre ha sido que tiene hijos...
— Supe desde el principio que tenía hijos, nunca me importó.
— ¿Entonces? — Tonks colocó cara de sabionda. Se veía muy decidida a hacerla entrar en razón — Aparte, se nota que también le gustas. No todos tenemos esa oportunidad, no la desperdicies.
Sin poder evitarlo, supo interpretar la información entre líneas que le estaba ofreciendo su mejor amiga. Porque White era excelente para que lo importante recayera en cualquier otra cosa que no sea aquello que le preocupa.
— Te gusta alguien — decidió, casi gritando de emoción al verla poner cara de susto y tragar saliva de forma nerviosa. Incluso su cabello la delata, porque se ha puesto azul de la vergüenza — ¡Por Morgana! ¿Por qué no me dijiste?
— Porque no estamos hablando de mí — inquirió, girando la cabeza para que no la viera sonrojarse — Estamos hablando de ti.
— Ay sí, como no — bufó, torciendo los ojos — No te libras de esta conversación, Nymphadora.
Tonks le frunció el ceño al instante.
— No me llames Nymphadora.
— Lo que sea — sacudió la mano, el odio de Tonks por su nombre completo era tan normal que a White ya no me importaban sus ataques de enojo si se hacía mención de este — ¿Hace cuánto no te gusta alguien? ¡Vamos, cuéntame!
— ¡Oigan, mocosas! — les llamó Sirius.
Estaba en el vestíbulo, James y Remus a cada lado. El primero estaba conteniendo una risa por el apodo y el segundo miraba a su hermano mayor con reproche por aquello mismo.
— No nos digas mocosas, Sirio.
— No me digas Sirio, dorado.
— Lo que Sirius quería decir — intervino Remus, hundiendo su codo en las costillas de Sirius, que se quejó de dolor — Es si quieren acompañarnos. Iremos por algo de comer.
— Yo ya tengo que irme — se apresuró a decir Tonks, antes de que White pudiera aceptar por ambas — Mamá y papá están esperándome en casa. Los abuelos irían a cenar.
— Los padres de Ted me caen bien — opinó Sirius, sonriendo.
— Te caen bien todos los padres que no sean los tuyos — terció James, mirándolo con escepticismo.
— Nah, los de Lockhart me caían mal por haberlo traído al mundo — negó Sirius.
— ¿Lockhart no era el de los libros fantasiosos? — recordó White, porque Atenea pasó horas despotricando el nombre del hombre cuando hizo una gira por Londres y le arruinó su día de compras en Diagon Alley.
— No pensarás también que es guapo, ¿Cierto? — Sirius hizo una mueca de asco.
James la miró, interesado en la respuesta.
— No me ofendas — fingió vomitar, provocando la risa de Tonks y una mirada orgullosa de Sirius — Tengo gustos mejores que ese tipo, ew.
Y si deliberadamente miró a James al decirlo, solo Tonks podría haberlo notado, porque le sonrió cómplicemente mientras salía a la acera.
— Entonces... — James silbó, tras despedir a Tonks — ¿Vienes?
White sonrió.
— ¿A dónde vamos?
— Hay un local de comida rápida algunas calles arriba — explicó Sirius, mientras salían de la casa. Se aseguraron de que no había nadie en la calle que pudiera verlos salir de la nada, para ellos al menos, y bajaron a la acera — La bruja de mi madre detestaba el olor.
— Walburga suena cada vez más como una aguafiestas.
Sirius se rió con amargura.
— Lo era. — asintió, discutiendo a Remus al oírlo susurrar Sirius con reproche.
— Problemas maternales — James se inclinó, susurrando al oído de White. Una sonrisita comenzaba a asomarse en sus labios al decirlo — Podrás saberlo, pero no lo va a admitir.
— Suena jodido.
— Aprendes a tomarlo con gracia — James suspiró, escondiendo las manos en los bolsillos de su pantalón — No podemos cambiarlo, así que nos reímos de ello. Intentamos verle lo divertido, aunque sea más triste que gracioso. Sirius lo toma así.
— Siento que esa filosofía tiene intenciones ocultas — White lo miró, suspicaz.
James se revolvió el cabello.
— Noté que nuestra conversación de la caza de brujas te perturbó un poco — White pensaba más en el hecho de que la sonrisa de James era casi la representación de hogareño, sin embargo, decidió no contradecirlo — Fue horrible, White. Para los niños descubiertos y los muggles que acusaron injustamente, al menos. Pero avanzaron. Nosotros avanzamos. Ver el pasado y estancarte por lo horrible que resultó todo aquello solo te amargara las cosas.
— ¿Te refieres a que lo ignore y ya?
— Me refiero... — James calló una vez más, dando un vistazo a sus amigos. Sirius y Remus se habían adelantado, aún discutiendo — a que si lo ves, sea para no repetir esa historia. No podemos ignorarlo, pero lo que podemos hacer es ser diferentes. La caza de brujas fue una época oscura, deberíamos pensar en cómo no repetirla.
— Derechos humanos.
James sonrió, y White sintió que le temblaron las piernas. Él tenía una sonrisa tan bonita.
Y ella estaba muy jodida.
Luego de la cena y un contratiempo, porque la lluvia se les vino encima y Remus y Sirius tenían un turno de vigilancia juntos, James y White bajaron las mojadas aceras de Londres en un intento de no mojarse, conscientes de que les tenían prácticamente aparecerse a Grimmauld Place.
Cuando llegaron, estaban completamente empapados.
— ¿Quién dijo que era buena idea colocar tantos hechizos protectores aquí? — reclamó James, quitándose la chaqueta y colgándola en el perchero.
White jadeó, subiendo las mangas de su jersey hasta los codos.
— Según mamá, Orión era un hombre paranoico — contó, quitándose el cabello mojado de la cara — Lo volvía loco cualquier tipo de contacto con los muggles.
James se rió.
— Sirius también lo dijo — comentó, moviendo la cabeza de un lado a otro — sí que lo odia.
White se encogió de hombros.
— Lo único que yo sé de ese hombre es que, para mamá, es culpa de él que me gusten los mayores — bufó, una risa sarcástica escapando de su garganta. Hizo tronar su cuello para alejar el entumecimiento de sus músculos ante el frío — Ella piensa que busco reemplazar mi inexistente figura paterna.
— ¿Lo haces?
White no giró, ni se movió. No necesitaba hacerlo para sentir la presencia de James sobre ella. La repentina ráfaga de energía que le recorrió el cuerpo lo decía todo.
— No lo sé — admitió, bajando el tono de su voz. Nunca se detuvo a pensarlo, por lo mucho que le perturbaba la situación. Ella quería divertirse, no incrementar las razones para que le salieran arrugas más que por el inevitable avance del tiempo — Tampoco quiero saberlo. ¿Quién en su sano juicio quiere a Orión Black en su vida?
— ¿Tú qué quieres?
— Eso tampoco lo sé — respondió, casi al instante — Solo me dejó llevar. Pienso que si somos mayores y lo queremos ¿Por qué no?
— ¿Sin consecuencias?
Fue entonces que volteó. Su aliento y el de James chocaron el uno con el otro. El ligero aroma del vodka que consumieron en la tienda los envolvió.
— ¿Qué es la vida sin un poco de peligro?
Esa vez, ella avanzó ese paso. Sus dedos se enredaron detrás del cuello de James y acercó su boca a la de ella, succionando su labio inferior con fuerza y obligarlo a reaccionar a ella.
Las manos de James envolvieron su cintura, alzándola lo suficiente del suelo para que sus pies descalzos quedaran flotando. Tropezó hacía adelante, llevándolo a la escalera y sujetándola contra el barandal.
— Entonces... — murmuró en medio del beso. Sus pechos subían y bajaban agitadamente, el lente de las gafas de James empañadas y torcidas. White sonrió — Ya te decidiste.
— Lo hice hace bastante — aceptó, sin abrir los ojos. Sus dedos calientes incursionaron debajo del suéter de White y ella gimió ante el contacto — Esperaba a que lo hicieras tú. No soy el único que lo piensa demasiado ¿Eh?
— Solo estamos siendo unos imbéciles — protestó, volviendo a besarlo con más furia.
James correspondió de la misma forma, alzándola de nuevo fuera de los escalones. White enredó las piernas alrededor de su cadera, tirando de su cabello y estremeciéndose bajo el recorrido de sus manos inquietas, sosteniéndola del trasero y dando leves apretones que provocaban ruidos nada respetuosos de su parte.
Cuando llegaron a la habitación de James, su cerebro trabajo más rápido que el resto de su sistema y se separó de James, lo suficiente para obligarlo abrir los ojos. Su espalda estaba pegada a la puerta, sus dedos sosteniendo la manija de serpiente enrollada.
— ¿Me prometes que no te arrepentirás en la mañana?
— Soy tonto, no idiota.
Y si acaso alguien pensó lo contrario, el hechizo silenciador alrededor de la habitación de James llamaría mucho la atención.
Pero eso era algo por lo que podrían preocuparse después.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro