Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

IV.




four;
VIGILANCIA




A White no le duró mucho la buena suerte: se encontró a Bill Weasley su tercer día en Grimmauld Place.

Si creía que su conversación con Tonks en el que terminaron llorando los ocho años que estuvieron separadas desde su graduación le agotó emocionalmente, nada le preparó para volver a ver ese rostro pecoso y amigable que daba la impresión de colocarse más pálido de lo que era sano cuando se le encontró allí de pie, ayudando a su madre a hacer la comida aquella noche.

— ¿Altair? — balbuceó Bill.

White quería que la tierra se le tragara. A sus espaldas, Tonks le codeó el coxis con fuerza, o la suficiente para que tropezara con sus propios pies y quedara a unos centímetros de Bill. Las personas que estaban en las cocinas aquel día vieron por primera vez a Altair Black presa de la vergüenza, incapaz de dirigir los ojos al pelirrojo.

— Hola — saludó torpemente.

— ¿Qué haces aquí? — Bill descargó lo que eran nueve pergaminos enrollados sobre la mesa del comedor, sin apartar la mirada. 

— ¿Qué hago aquí? — repitió, el tono sarcástico y mordaz se deslizó entre sus palabras más rápido de lo que esperaba. De repente, olvidó el motivo del temor a su ex novio y arqueó a ceja, retándole a repetir la pregunta estúpida que acababa de emitir. — Vendo galletas, me volví niña exploradora. ¿Qué más crees que hago aquí?

Tonks tosió para ahogar una risa. En su mente, consideraba que esto era más hilarante de lo que alguna vez pensó sería verles reencontrarse.

— No has cambiado nada — aunque no había nada rudo en sus palabras, o en su expresión; White de repente sintió ganas de encogerse, apartando la cara lejos del radar de los ojos de Bill. La última vez que se vieron, las últimas palabras que ella le dirigió, eran las de su rompimiento, y las recordaba como si hubieran sido dichas ayer. — ¿Cuándo llegaste?

— Hace unos días — murmuró. — Uhm, señora Weasley ¿Necesita que la ayude en algo más?

White era buena en muchas cosas: ignorar sus sentimientos, desplazar los pensamientos intrusivos que no le dejaban ser feliz, evitar a la gente. El tipo de cosas que le impedían preocuparse por lo que sucedía a su alrededor; no era una persona emocionalmente desinteresada y tenía claro que nunca lo sería. Los sentimentalismos no funcionaban con ella.

Aun así, se considera alguien decente al menos. Saber que lo último que hizo en su relación amorosa con Bill Weasley antes de decidir terminar fue engañarlo en un campamento hippie al que asistió por la persuasión de uno de sus profesores, le impedía siquiera pretender que nada había ocurrido entre ellos. Cuando Molly sirvió la cena, sin parar de mirarle ahora que era obvio la familiaridad de su hijo y White, se fue directo al área más alejada posible de Bill, donde estaba James frunciéndole el ceño a un rostro adolescente en un espejo. 

— No me interesa — le decía al adolescente, que no parecía estar de buen humor. — Te lo prometo, ha pasado un año y ya se me acabaron las excusas para que no te viera. Tienes que volver, ella no está muy feliz contigo.

— Sólo mantenla ocupada — espetó la voz masculina. Los ojos chocolate de la persona en el espejo viraron exasperados ante el resoplido molesto que soltó James a sus palabras. Era de piel pálida, con una mínima cantidad de lunares repartidos de forma casi estratégica en su rostro juvenil. De cierta manera, su apariencia le daba un aire similar a Harry, aunque no podía estar segura por la oscuridad que le rodeaba. — Volveré para el inicio del año escolar ¿Contento?

— Contigo en mi vida no puedo estar contento, William.

— Que grosero eres — un puchero falso se instaló sobre los labios rosados del otro. James renovó su ceño fruncido, pero eso no alteró ni un poco a la persona en el espejo, que suspiró con resignación. — Bueno, señor gruñón, quita esa cara que te saldrán más arrugas.

James agitó el pedazo de espejo, cortando bruscamente la imagen que le ofrecía, y lo dejó encima de la mesa como si este le quemara. White se sentó a su lado con cautela. Él no dio indicios de haberle notado siquiera; se revolvió el cabello y escondió el rostro en la palma de sus manos. 

— ¿Todo en orden? — preguntó en voz baja.

James casi saltó fuera de su piel al escuchar su voz. Definitivamente no se había dado cuenta que estaba ahí. White hizo un puchero ante eso; se acostumbró bastante fácil a llamar la atención y le ofendía cuando no lo lograba. James tenía una excusa, por supuesto; cual sea el contexto de la extraña conversación con el adolescente del espejo, debía de ser una gran distracción para él.

— Sí — dijo, rascándose la parte inferior de la nuca. — ¿Ya está hecha la cena?

— Si sientes la sopa más salada, fue culpa mía, pero no le digas a Molly.

Una pequeña risa, muy silenciosa, escapó de su boca. White asintió con satisfacción; al menos consiguió que quitara la cara de querer suicidarse. Eso contaba como un logro en sus libros. No había parado de pensar, durante los últimos tres días, en la imagen de James simplemente resignándose a que su ex esposa le lanzara vasos de vidrio a la cabeza. Incluso ella no podía sólo ignorar lo perturbador que era. 

Malditos hippies, hicieron a White preocuparse por la seguridad y la felicidad de las personas.

— Mi madre decía que alguien estaba feliz si le echaba más sal de lo adecuado a la sopa.

— ¿Qué clase de dicho es ese?

— No sé, papá creía que a veces le faltaba un tornillo — James se encogió de hombros. Esta vez, fue White quien se rio. Aunque no tenía idea de quiénes eran los padres de James, sonaban como la clase de personas que le caerían bien. — Entonces ¿Por qué estás feliz?

Sus ojos se desviaron a Bill en el otro extremo por una milésima de segundo, con la suficiente lentitud para que James lo notara. Bill también le miró de vuelta, pero se apartó tan rápido que pudo haber sido un simple juego de luces.

— Feliz no es como yo lo describiría — murmuró.

La cena pasó silenciosamente. O lo más silencioso que se podía, considerando que la manada de niños no se resignaron a la información que les dieron la primera noche de White en el cuartel y querían seguir recibiendo nuevas noticias. Harry fue el único que logró un pequeño avance, dado que James estaba decidido a recordarles a los miembros de la Orden que era él quien tenía la última palabra respecto a las decisiones sobre sus hijos y no le negaba nada hasta que sentía que había sido suficiente. Después de eso, ni siquiera Harry se atrevió a insistir para no molestar a su padre.

— ¿Cómo se conocieron, Bill? — preguntó Arthur de pronto, queriendo cambiar el ambiente en la cocina.

White se atragantó con la sopa cuando se dio cuenta que él estaba hablándole a Bill mientras le miraba. Tonks no se quedó atrás, tosiendo contra su mano por la sorpresa de tener que oír esto. Bill suspiró resignadamente a no poder librarse de sus padres y respondió con tono calmado:

— Fuimos a Hogwarts juntos.

— Espera — Ron, pelirrojo número 3, conectó los puntos demasiado rápido, señalando con su tenedor de él a White. — ¿Eres esa Altair? ¿La novia de Bill que nunca quiso presentarnos?

— Ron — Bill pareció querer estrangular a su hermano menor.

— ¿Eran pareja? — Molly se interesó, dándole una larga mirada a White, como si le conociera todos sus secretos. Fue muy intrusivo, así que decidió concentrarse en la expresión de Sirius, que arqueó una ceja en dirección de Bill ¿A qué venía eso? Remus debía de saberlo, porque se reía entre dientes de él.

— No fue nada serio — Bill atajó a su madre antes que tuviera tiempo de seguir.

— Sí, sólo duramos un par de meses.

— Duramos un año. — su voz se escuchó bastante amarga.

White suspiró. Por ese tipo de cosas no tenía relaciones serias. Las relaciones serias herían a las personas, las ataban a otra, las volvían dependientes y las hacía olvidarse de si mismas. No era el tipo de cosas en el que le gustaba involucrarse, y su intento fallido de noviazgo con Bill se lo demostró. 

— Fue un año maravilloso — murmuró Tonks.

— ¿Qué clase de pacto satánico hizo Bill para que le hicieras caso? — George, o eso pensó White (gemelo número 2) apoyó el mentón encima de su mano, con una curiosidad traviesa que no sabía si tomarlo como broma o era una clase de Charlie Weasley 2.0 otra vez. Su último curso en Hogwarts fue muy extraño. — Y atreverse a terminar contigo...

— Me conoces desde hace tres días — le recordó, riéndose. 

— Aun así, yo nunca lo haría.

— No terminé con ella — Bill declaró, y la amargura se volvió evidente. — Ella terminó conmigo.

— Como debería — bromeó gemelo número 1. 

— ¡Fred, no molestes a tu hermano!

El resto de semanas fueron infernales. Tonks estaba dividida entre pasar su tiempo con Bill y White por separado, ya que no se hablaron desde esa noche. Sirius empezó a obligarle a convivir con él, Remus y James siempre que la metamorfomaga se ocupaba con el mayor de los hijos Weasley; tal vez porque se lo pidieron, tal vez porque en realidad se dio cuenta de lo incómoda que se veía al estar cerca de los pelirrojos, especialmente de Bill.

— ¿Por qué tienes esa cara? — le preguntó Remus, una de esas mañanas donde White no se encontraba muy feliz con el mundo en general.

Pasar su tiempo en Grimmauld Place no era tan genial como creyó al inicio. Claro, estudiar los objetos mágicos que su familia biológica guardaba allí le entretenía; las historias variadas de los mejores amigos de James sobre su adolescencia y las bromas que hacían a McGonagall también le entretenían; pero estar dentro de las mismas cuatro paredes por casi un mes no era el tipo de ambiente que White esperó vivir aquel año. 

Necesitaba moverse. Necesitaba salir de aquí.

— Este lugar me genera piquiña.

— Se le llama ser un Black — dijo Sirius, dándole una calada al cigarrillo entre sus dedos. Habían abierto la ventana de la sala de estar aquel día, por lo que el olor a marihuana y los vahos de humo que expulsaba de su boca eran expulsados a la calle. El mes que pasó con los hippies le enseñó que era fácil drogarse con el puro olor. — Sólo falta que oigas los gritos de mi querida madre y vivirás la experiencia Grimmauld Place completa.

— Walburga se murió hace siglos ¿Por qué tendría la desgracia de aguantarla?

— Me pregunto lo mismo todos los días — Sirius suspiró dramáticamente. Remus le pegó una patada sin fuerza al tobillo; aunque eso no impidió que el pelinegro lloriqueara con falsedad, para diversión de White. — Por Hécate sagrada, como odio este lugar ¿A dónde fue James, Moony?

— ¿Ya quieres que te saquen a pasear, Pads? — Remus arqueó una ceja, y la sonrisa inocente que Sirius le dirigió debió de servirle de respuesta, porque inhaló hondo con aire resignado. La mayor parte del tiempo, White no entendía las bromas internas que tenían esos tres, sin importar cuánto tiempo haya pasado con ellos estas últimas semanas al huir de Bill. — Iba a dejar a Rose y Harry con Lily, dijo que regresaría pronto.

— No les cae bien la loc... quiero decir, Lily ¿cierto? — preguntó White tentativamente, al notar la opacidad repentina que tenían los ojos de Sirius y la pequeña expresión de dolor que cubría el rostro de Remus. 

Ambos le miraron.

— Lily fue una gran amiga — Remus respondió con neutralidad. A su lado, Sirius pareció estar en desacuerdo de esas palabras, pero no le interrumpió: — Lo que sucede es que no la ha pasado bien desde que perdió su magia en el ataque de Voldemort a Valle de Godric ¿Conoces la historia, cierto? 

White asintió. En realidad, Historia de la Magia era útil cuando a Binns le apetecía serlo. Tomó la clase del fantasma luego de los TIMO's porque Bill se lo había pedido (se arrepintió de ello todo séptimo curso), y se volvió bastante interesante a partir de ahí. La historia de los sagrados veintiocho, los sabbats que celebraban las antiguas comunidades, Camelot. Llegaron incluso hasta la gran guerra, que terminó con la caída de Voldemort en 1981 a manos de Harry Potter, un bebé de un año con una cicatriz en la frente que lo marcaría como el niño qué vivió para siempre.

— Me caía bien hasta que culpó a James de todo lo que había ocurrido esa noche — Sirius masculló de malhumor; dándole otra larga calada al cigarrillo con más agresividad de la requerida. Remus apartó los ojos ambarinos y se concentró en el reloj de arena que tenían encima de la chimenea, mientras Sirius continuaba: — No sabemos qué pasó exactamente, pero se le zafaron los tornillos y decidió que si ella nunca se hubiera casado con él, no estaría involucrada en esa guerra sangrienta. Maldita descarada, no fue suficiente que...

— Sirius — advirtió Remus.

Sirius calló.

Justo en ese momento, James y Harry hicieron aparición por el pasillo. El ambiente cambió de inmediato con las risas de padre e hijo, que llamaron la atención de las tres personas en los sofás. Harry estaba radiante, más de lo que White esperaba que estuviera cuando tenía que ver a Lily (dado su actitud a su madre, hasta apostaría que la odiaba enserio), y James no se quedó muy atrás, con los brazos alrededor del pecho de su hijo en un fuerte agarre de mamá osa que al chico ni le molestó. 

White no lo había visto tan feliz desde que bromearon acerca de la sex shop en el Soho que quedaba justo frente al bar donde trabajaba. Le alegraba que olvidara al menos por un rato todos sus problemas y se divirtiera.

— ¡Absuelto de todos los cargos! — Harry chilló.

— ¿Qué? — Sirius se atragantó con el humo de su cigarrillo. 

La madera de las escaleras sonó por un repiqueteo de zapatos. Morrigan bajó con audífonos muggles en los oídos (¿Cómo consiguió que funcionaran aquí? La magia no se llevaba bien con la electricidad, era uno de sus más grandes límites), pero se detuvo bruscamente bajo el arco de entrada a la sala al verlos ahí. Sus ojos brillantes encontraron primero a James, con la ceja arqueada, y luego a Harry, que estaba tan feliz por lo que sea que significara ese absuelto de todos los cargos para darse cuenta de que su crush le prestaba atención.

— ¿No iban tú y Rose a quedarse con Lily hoy?

— Me salvé de la desgracia — Harry ignoró la presencia de su padre aun abrazándole (aunque el pequeño golpe sin fuerza que le propinó James detrás de la cabeza se lo recordó) y sonrió a Morrigan, que se quitó los audífonos de las orejas para poder oírlo mejor. Una sonrisa creció en el rostro del chico antes de girar hacía James: — Diles.

— Cambiaron la fecha de la audiencia disciplinaria — explicó hacía todos los presentes. — Era en tres días, pero Arthur me envío un patronus advirtiéndome que lo estaban esperando hoy. Dejé a Rosie en casa de Lily y llevé a Harry al Ministerio, hicieron la audiencia en el tribunal 10.

— Usaron los tribunales para juzgar mortifagos después de la guerra — Remus parpadeó horrorizado.

— ¿Ante todo el Wizengamot? — Sirius dio la impresión de querer estrangular a alguien. Al ministro, probablemente.

— Sí — James rodó los ojos exasperado (con el gobierno, no con sus amigos) y continúo: — No sé qué tiene Fudge en la cabeza, pero definitivamente no es un cerebro. En fin, Dumbledore llegó y funcionó como testigo de la defensa.

— Al fin se dignó a darse cuenta que existo — Harry murmuró oscuramente.

— Y Arabella Figg, ya saben, la anciana squib que vive en Privet Drive, atestiguó a la defensa de Harry — James envolvió una vez más a Harry en un abrazo aplastante, pero el chico no se quejó, sólo se dejó arrastrar por su padre. — Madame Bones estaba ahí, creemos que eso fue lo que más ayudó en el caso. Fudge hizo de todo para meterse en la mente de los del Wizengamot con tal de que eligieran la expulsión. 

— Duende asqueroso interesado.

White se rio de la cara que el adolescente acababa de poner, mientras James se decidía a no hacer caso de su hijo:

— La audiencia duró casi una hora.

— ¡Y me absolvieron de todos los cargos! — Harry repitió, con los brazos extendidos en señal de triunfo.

Morrigan soltó un chillido de felicidad y corrió hacia él, lanzándose en un brazo que el chico no dudó en devolver, a pesar de lo sonrojado que estaba colocándose de tenerla tan cerca. James retrocedió dos pasos de ambos, una sonrisa divertida creciéndole sobre la cara; al mismo tiempo que Sirius y Remus se daban una mirada cómplice. White notó que los ojos de Harry se cristalizaban, sin apartar los brazos que envolvían la cintura de la chica.

— ¡Lo sabía! — su voz se rio encantada, y para Harry el sonido debió ser música, porque sus mejillas no pararon de encenderse hasta conseguir el mismo color intenso del cabello de su hermana. Morrigan no pareció notar lo que había hecho al principio, pero en cuanto abrió los ojos y realizó que estaba abrazándolo, se retractó bruscamente. — Qui-quiero decir, es bueno que vuelvas, así te destrozaré en quidditch.

— Las chicas no entran al equipo de Slytherin.

— No subestimes mis métodos, Potter, voy a patear tu culo.

— Tú deseas, Sayre. 

— ¿Eres Slytherin? — White preguntó, cortando lo que se veía como una larga discusión entre Harry y Morrigan para desviar el hecho de que seguían casi pegados el uno al otro. James, Sirius y Remus le miraron, aliviados y agradecidos de su intervención, cosa que le sacó una sonrisa. Ver la dinámica de esos dos era hilarante. — Que alivio, pensé que iba a estar con puros leones el resto del verano.

— ¿Qué tienen de malo los leones? — Harry se quejó. — Somos geniales, White.

— Eres uno, tu opinión no cuenta — se burló Morrigan.

Y la discusión se reanudó. 

White sacudió la cabeza, el par de enamorados adolescentes no parecieron querer dejar de molestarse el uno al otro, ya que descendieron por la escalera en dirección del sótano aun dándose comentarios hirientes que le daba la impresión ni siquiera se tomaban enserio. Sin embargo, sus voces conjuntas despertaron a Walburga, y James, Sirius y Remus tuvieron que salir corriendo para cerrar las cortinas del retrato otra vez mientras White se reía a carcajadas.

Más tarde ese día, cuando dieron las 4 de la tarde, una reunión de la Orden del Fénix se ordenó con la llegada de Dumbledore al cuartel. La manada de niños, como White los llamaba, fueron obligados a hacer-cualquier-otra-cosa-excepto-espiar-la-reunión; se insonorizó la puerta de la cocina y volvió a sentarse lo más lejos posible de donde estaba Bill, con Tonks, que le dio una mueca de infelicidad al verle junto a Sirius. 

A Tonks no le gustaba que por su relación fallida y ser cercana a los dos, no pudiera pasar el tiempo con sus mejores amigos fuera de Charlie. A veces se sentía mal, o peor que antes de reencontrarse aquí, siempre que recordaba lo que había sucedido; pero prefería no tener que acercarse a Bill a menos que le resultara realmente necesario. White creía que ya le había hecho el suficiente daño.

— La vigilancia de esta noche — comentaba Dumbledore. Los párpados le pesaban luego de pasar cuatro horas con el culo en una silla, y el estómago le rugía de hambre. Tenía sueño, por lo que casi pasó de largo el anuncio del director: — Queda a manos de James y la señorita Black ¿Están los dos de acuerdo?

White parpadeó.

— Eh, sí, claro — aceptó, cubriendo un bostezo.

James lucía preocupado, pero también asintió hacía Dumbledore.

White no sabía qué era lo que vigilaban, por lo que sólo se decidió a seguir a James. Tenía la mano aferrada a la varita e iluminaba la calle desierta con un lumos conjurado de forma no verbal. Él se paseaba de un lado a otro, asegurándose de no dejar ningún lugar a los alrededores sin revisión. Las instalaciones del Ministerio de Magia le habían sorprendido de ver cuando se aparecieron aquí, pero por su expresión hosca, decidió no insistir al momento el motivo.

El silencio estaba matándole. No estaba para nada acostumbrada a pasarla de aquella manera y eso se notaba, por su gesto impaciente y el cansancio de sus acciones, recostada contra la pared. De vez en cuando prestaba atención de James, que se mantenía con la varita preparada para un ataque, pero aquello volvía a aburrirle gracias a sus pocas ganas de hacer conversación.

Así que sólo se quejaba, luchando contra el sueño. Tal vez debió haber dejado la vigilancia a alguien con experiencia, o alguien que no fuera ella, porque actualmente no estaba siendo más que una carga.

— ¿Al menos puedo saber por qué estamos aquí? — preguntó, bostezando abiertamente.

— Vigilar — dijo James.

White soltó un bufido escéptico.

— ¿Me lo juras, Sherlock? — ironizó. Bostezó otra vez y se enderezó de manera brusca, haciendo crujir su espalda — ¿Sabes? me gustaría saber de verdad qué hacemos aquí. ¿Qué es lo importante que tenemos que vigilar?

James no respondió. Se quedó quieto, girándose lentamente hacía la izquierda. White lo imitó, reforzando el agarre que tenía sobre su varita. Acababan de oír movimiento, el murmullo de capas y plops constantes de apariciones. Oh, dulce Circe.

— Por eso estamos aquí — susurró, tensándose. 

White sintió un escalofrío recorrerle.

Era demasiado joven, no tenía la experiencia de Tonks por el cuartel de aurores ni mucho menos la de los miembros originales de la Orden del Fénix, o los que vivieron los horrores de la primera guerra mágica. Era su primera vigilancia y ser tan curiosa no la estaba ayudando, porque aunque intentó prestar atención y estar tan alerta como James, no vio venir el ardor del costado de su cuerpo cuando fue impactado por un hechizo.

James se dio la vuelta y golpeó al hombre en las sombras, que salió expulsado por la potencia del conjuro. White cayó al suelo, sosteniéndose el costado que ya comenzaba a sangrar. Reprendiéndose mentalmente, trató de ver la pelea, aunque sus ojos nublados no la ayudaban.

James luchaba contra lo que parecían cuatro mortifagos a la vez, y la velocidad en que utilizaba y alternaba entre la magia defensiva y la ofensiva aturdía a White. Jamás había visto a alguien luchar tan ferozmente como él lo hacía. La expresión de su rostro y la decisión en toda su expresión corporal indicaba lo personal que era para James todo aquello.

Otro mortifago llegó por detrás, James no tenía forma de saber que estaba ahí.

Alzó la varita como pudo y masculló.

— ¡Stupefy! — el mortifago fue lanzado metros atrás, y con una sonrisa desganada por serle un poco de utilidad al hombre del rostro bonito, White tosió sangre, colocando presión en su herida.

Maneras estúpidas de caer en un duelo y White Black. De verdad. 

James se acercó cuando los únicos dos mortifagos de pie se llevaron a sus tres compañeros inconscientes, desvaneciéndose en el aire. Haciendo una nota mental de informar a Dumbledore de este extraño método de teletransportación que estaban utilizando, estudio el rostro pálido de White. Tenía los ojos cerrados y su respiración era errática.

La varita reposaba, entre sus dedos temblorosos, sobre el estómago, manchada de sangre como estos y su ropa bajo la túnica.

— Oye ¿Sigues viva?

— No, me morí — masculló, sarcásticamente. Tosió sangre una vez más e hizo una mueca por el sabor metálico de esta, parpadeando varias veces para recuperar su consciencia. 

James suspiro aliviado.

— Sigue insultándome por no decirte la razón — pidió James, apartando un poco la túnica para revisar la herida. Estaba comenzando a ponerse negra y eso no era bueno en absoluto, podía sentir el poder del fuego envolverse ahí. Rezando para que White no lo notara, colocó la mano encima de la sangre y cerró los ojos, obligándose a hablar con la única intención de entretenerle y que no viera lo que trataba de hacer. — Vamos, háblame y no te duermas. Si te mueres, Sirius probablemente me mata.

— Uhm, solo di que no podrías vivir sin mí — bromeó, quejándose de dolor y dejando escurrir la varita por la poca fuerza que le quedaba para sostenerla.

— Es muy pronto para eso — bromeó de vuelta, aliviado de ver la quemadura contenerse en el lugar del golpe. Quitó su mano y se apoyó de tal forma que le pudo levantar al estilo princesa, una localización segura bailando por su mente mientras pensaba qué hacer a continuación. Necesitaba conseguir ayuda para White, rápido.

— ¿Entonces lo dirás en algún momento? — balbuceó, recostando la cabeza contra su pecho y luchando contra la inconsciencia, que estaba ganándole la partida en ese momento.

— Si con eso te mantengo despierta...

Y con el corazón acelerado por su falta de respuesta, se desapareció con dirección a San Mungo.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro