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III.




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LA ORDEN DEL FÉNIX




White intentó tomar el pomo de la puerta del comedor y este le electrocutó.

— Te dije que no funcionaría — le dijo Harry, tratando de contener una sonrisa. Tras él, la manada de adolescentes le observaban con precaución, aun no del todo seguros por su presencia en la casa. Le ofendería si otra fuera la situación.

— Tu altura es insuficiente para llamar mi atención, mocoso — White le frunció el ceño e ignoró olímpicamente la queja inmediata de Harry, que provocó la risa del resto de sus acompañantes.

— Tonks me enseñó cómo demostrar si está insonorizado — dijo una chica pelirroja de pecas y ojos mieles.

— ¿Tonks está aquí? — parpadeó con sorpresa. De las cosas que creyó pasarían en esta casa, reencontrarse a su torpe mejor amiga era la última de la larga lista.

White recordaba que Tonks y su madre, Andromeda, no eran muy bienvenidas en la antigua casa de Black; posiblemente porque Andromeda escapó, se casó con un hijo de muggles y tuvo una hija mestiza, la cual ni fue seleccionada a Slytherin. Los Black eran muy prejuicios, según Andromeda. Conocer la historia siempre le hizo preguntarse con qué clase de locos se relacionaba sanguíneamente. 

— ¿Conoces a Tonks? — preguntó un chico de cabello rojo, ojos azules y pecas. A su lado, una castaña de cabello enmarañado y mirada severa la evaluaba.

— Asistimos a Hogwarts casi al mismo tiempo. Yo estaba dos años encima de su curso — explicó, pretendiendo no darle importancia al asunto. No había vuelto a verla desde que se graduó, por decisión propia más que de ella; White nunca aceptó estar realmente avergonzada de lo que pasó con Bill, su ex, y era incapaz de mirarlos a la cara. Sacudió la cabeza para apartar esos pensamientos y pegó su oído a la puerta. — Sip, está insonorizada.

El par de gemelos idénticos hicieron soniditos de resignación y enrollaron lo que parecía un pedazo de oreja. ¿Por qué la tenían y a quién se la quitaron? White hizo nota mental de preguntar después.

— La Orden no quiere que sepamos sus planes — dijo una niña pelirroja, de intensos ojos verdes como los de Harry y expresión nerviosa. White decidió que ella debía ser la otra hija de James. El iris esmeralda la delataba.

Debía haber heredado los rasgos prominentes de su madre; a diferencia de Harry que heredó los de James. Era una niña muy bonita. Su cabello rojo daba la impresión de estar constantemente bajo la luz, porque era de un tono brillante y encendido. El salpicado desigual de pecas mieles que adornaban su blanquecino rostro le daban un aspecto bastante inocente, casi angelical; lo que hacía resaltar su presencia de una manera que seguro incomodó a la niña, removiéndose a la fugaz mirada de White para quedar escondida detrás de su hermano. 

Eso también debió sacarlo de su madre. Una noche escuchando a James hacer bromas luego de la confianza que le brindó una hamburguesa y cuatro tragos de whisky añejo le dieron la impresión que James no era realmente una persona tímida, mucho menos que se avergonzara con facilidad. Harry maniobró el cuerpo de su hermana pequeña con agilidad para que la atención que le daban recayera sobre él, sonriéndole a White como si no supiera la razón de su interés por ellos.

De verdad, ese chico le caía bien.

— Sigo sin saber qué demonios es la Orden — tarareó, apartando por fin su mirada de Harry y la niña pelirroja para inclinarse, sacar la varita del escondite que tenía en su bota alta de cuero sintético y apuntarla a la puerta cerrada. Los niños a sus espaldas inhalaron y retrocedieron por el puro instinto de verle hacer eso. — Pero siempre hay maneras de enterarse.

— ¿Qué estás...? — se escandalizó la castaña del cabello enmarañado.

— A mí nadie me deja fuera de la situación — declaró, alzando la barbilla — ¡Bombarda maxima!

La puerta explotó.

Hubo polvo, escombros y quejas alucinadas de la manada de adolescentes. White se quitó algunos pedazos de madera de su suéter cuello tortuga; volvió a guardarse la varita en la bota y entró por el marco a lo que parecía una cocina, encontrándose con más de veinte varitas que le apuntaban directo al rostro; distintas expresiones de alerta y desconfianza que consiguieron marearle unos segundos antes de permitir a su cerebro funcionar otra vez.

White alzó ambas manos, señalando rendición.

— ¡A cualquier lado menos a la cara!

— ¡Hiciste explotar la puerta! — chilló una niña de piel oliva, con acento estadounidense. Estaba casi al fondo de todo el grupo, como si hubiera decidido que prefería ver el desastre que participar en él. Tenía el cabello castaño corto por los hombros, como White, y sus ojos chocolates no dejaban de verle, impresionada de su actuar.

White le guiñó el ojo. Adoraba causar buenas impresiones.

— ¿Altair? — preguntó una voz femenina.

Una mujer de cabello violeta y rostro en forma de corazón se asomó entre la multitud. Aunque no le tomó mucho tiempo darse cuenta quién era y por qué le conocía, fue incapaz de reaccionar los primeros minutos al sentir que el corazón se le aceleraba. Tras graduarse de Hogwarts, no miró lo que dejaba atrás y cortó los lazos que tenía con cualquier persona que conoció como estudiante, lo que incluía a su mejor amiga. Su única verdadera amiga.

— Hola, Tonks — saludó, con su voz forzosamente amistosa.

— ¿Qué haces aquí? — dijo Tonks, los ojos resplandeciéndole de un color grisáceo más parecido a los suyos que el habitual dorado extravagante que elegía llevar. 

Era una de las manías de Tonks una vez que supo controlar su metamorfomagia a voluntad; fingir que era White y colocar las mentes de los profesores de Hogwarts patas arriba mientras trataban de entender quién era la rubia de túnica verde que acababa de patear a alguien cuando esa misma rubia de túnica verde estaba cumpliendo un castigo para Snape después de hacer explotar los calderos de toda la clase. No era un bromista nato, pero a Tonks le gustaba el desastre y era incapaz de negarse a la idea de conseguir alterarle los nervios a McGonagall.

Maldición, enserio que la había extrañado.

Tonks esquivó al hombre de canas y cicatrices, que si no mal recordaba era el jodido Alastor Moody, y se acercó, la varita fuera de la vista en su escondite dentro de la manga de la chaqueta de cuero de la peli rosa. 

— Mamá se despertó sentimental hoy y me abandonó para que conociera mis orígenes — un puchero falso se instaló en su cara, fingiendo que no pasaron 8 años desde la última vez que vio a su mejor amiga. White tenía un título certificado en el manejo de las emociones; el campamento hippie le ofreció eso más que drogas.

— Perra maníaca — la metamorfomaga imitó su puchero, lo que en realidad consiguió una risa genuina por parte de White. — Si supiera que iba a hacerlo, le hubiera dicho a Sirius hace siglos que la contactáramos de nuevo.

— Nymphadora — Alastor Moody gruñó, sin doblegarse ante la confianza que había entre una de sus subordinadas y a quien que consideraba una intrusa. — ¿Quién es ella? ¿Qué hace aquí? ¿Cuál es su tipo de sangre?

— No me llames Nymphadora — espetó Tonks, con fuerza. Moody rodó el ojo bueno, mientras el mágico no se despegó de White. Era aterrador. Por supuesto, su mejor amiga debía de estar acostumbrada al comportamiento de este, sólo volvió a mirarle como si nada pasara: — Su nombre es Altair, es hermana menor de Sirius, no sé qué hace aquí y es O positivo. 

— ¿Cómo sabes cuál es mi tipo de sangre?

— ¿Sabías de su existencia? — Sirius se quejó.

Tonks le guiñó el ojo. Detrás de la fachada tranquila, estaba tratando de advertirle a White que no se iba a salvar de la conversación que tendrían, por mucho que quisiera. Un suspiro resignado le escapó de los labios y prestó atención de nuevo al resto de los adultos en la cocina, que dudaban un poco de seguir manteniéndole de objetivo.

— ¿Por qué explotaste la puerta? — intervino James, bajando la varita al igual que Tonks. Se acercó a ambas y miró por el hueco, alzando una ceja al ver a los adolescentes que seguían esperando en el vestíbulo — ¿Por qué me sorprendo de esto?

— Porque te haces viejo y bajas la guardia, papá — se rió Harry. Fue el primero de los chicos en reaccionar y acercarse al comedor — Bueno, ya que hizo explotar la puerta ¿Nos dirán de qué tanto hablan?

— Tú vas a limpiar — advirtió Sirius, dándole una calada a un cigarrillo recién encendido y señalando a White el desastre que acababa de formar con su hechizo bombarda. 

Se encogió de hombros, sacó su varita y jugueteó un poco con ella antes de aplicarle un reparo simple, provocando la risa ahogada de Tonks.

— ¡Sirius! — exclamó una mujer regordeta y pelirroja en tono de reproche — Sin esa cosa frente a los niños.

— ¡No somos niños, mamá! — se quejaron los gemelos.

Sirius, en la cabecera de la mesa, hizo una mueca desdeñosa y apagó el cigarrillo, esquivando la mirada de desaprobación (y diversión oculta) que le dirigía el hombre con cicatrices y túnicas remendadas que se sentaba a su lado izquierdo. El derecho se encontraba desocupado, y White sospecho que ahí estaba James antes de que llegaran ellos.

— ¿Por qué tienes marihuana y no compartes? — dijo White, y juró escuchar a James a su espalda tosiendo falsamente para ocultar una risa. La mujer regordeta parecía a punto de sufrir un infarto por sus palabras. White la ignoró y volvió a centrarse en Tonks. — Todos estamos diciendo muchos por qué y no estamos llegando a ningún lado. ¿Qué es la Orden del Fénix?

La Orden del Fénix resultó siendo una organización mágica que se creó durante la primera guerra mágica para luchar contra las fuerzas de Aquel-Que-No-Debe-Ser-Nombrado (La Liga de la Justicia versión mágica le dijo Harry), y que fue restaurada luego de que el Señor Tenebroso regresará antes de comenzar el verano, durante la última prueba del torneo de los tres magos.

— Bien — sus labios tararearon una canción que había escuchado hace unas semanas en el bar, limándose las uñas de la mano derecha. James y Tonks se ofrecieron a explicarle en qué consistía lo que allí hacían (Tonks le conocía y James hizo parte de la Orden original). La reunión seguía con la puerta restaurada cerrada, para desgracia de la manada de adolescentes, que se congregaron alrededor de ellos tres ya que no tenían nada mejor que hacer. — Cuenten conmigo, estoy dentro.

— ¿De verdad? — Tonks parpadeó sorprendida. Sus dedos tamborilearon inquietos encima de sus rodillas y le echó un vistazo rápido, como si se preguntara qué tanto cambió en 8 años. No era de las personas que simplemente formarían parte de una organización que luchaba contra las fuerzas del mal sin un motivo detrás. White no era tan desinteresada. — ¿Eso es todo lo que dirás? Pensé que tendrías más preguntas. O que querrías pruebas.

— ¿Por qué quieres entrar? — preguntó James, quien ocupaba el sillón que tenía de frente. Los ojos avellana que escondía detrás de sus gafas no dejaron nunca a White, dedicándose a mirarle durante toda la larga explicación por parte de Tonks. Trató de no hacer notar el renovado cosquilleo de su cicatriz en la clavícula ante la inspección, y sólo apartó la cara.

— ¿Por qué no? — eligió decir en cambio. Las expresiones asombradas de los niños detrás de ellos eran muy divertidas. Sólo verlas le convenció que esto era una buena idea.

— Atenea te habló de Voldemort — dijo Tonks, aunque se oía más como una pregunta.

— Mamá nunca habla de él, ya sabes cómo es — sacudió su mano ligeramente para quitar los residuos y alzó los ojos. Tonks tenía los codos apoyados en los muslos y estaba inclinada hacía White, a diferencia de James, que le evaluaba recostado contra el sofá, brazos musculosos entrelazados encima del pecho y las rodillas separadas. Desde esa posición, la confianza que lo rodeaba destilaba puro poder. Si acaso cruzó las piernas cuando lo pensó, esperaba que nadie se diera cuenta. — Si ustedes dicen que volvió...

— ¿No lees El Profeta? — esa vez, preguntó el mismo Harry.

White enarcó la ceja, girándose al adolescente.

— ¿Y a mi qué demonios me interesa lo que diga El Profeta?

— Es lo mismo que dice el Ministerio — señaló la castaña del cabello enmarañado. 

Se llamaba Hermione, si no escuchó mal la conversación murmurada entre ella, el pelirrojo número tres y Harry. Era la más cautelosa de los adolescentes respecto a White, como si su actitud jovial no le hubiera calado de buena manera, contrario a lo que consiguió con sus amigos sólo por explotar la puerta de la cocina. Uhm, era buena. Le caía bien.

— ¿A quién carajos le importa lo que diga el Ministerio? — volvió a decir.

Harry soltó una carcajada. Sentado en el brazo del sillón donde estaba James, para White no fue muy difícil también notar la reacción del hombre mayor. Al oír sus palabras y el tono despectivo, sonrió de forma ladina, y White agradeció haber cruzado las piernas porque, de lo contrario, le temblarían ante esa magnífica vista. 

¿Cómo es que él había estado tan sorprendido con que le coqueteara esa noche? ¿No tenía espejos en su casa que le mostraran lo atractivo que era?

Lo que era una mentira. Recordaba muy bien un espejo en la habitación del departamento en el que terminaron cuando acabo su turno; en un ángulo cercano a la cama, desde el cual le persuadió a ver el reflejo de como le hacía... Para de pensarlo, hormonal pervertida, estás frente a la gente normal. White sacudió al cabeza y se obligó a enfocarse otra vez.

— Ya me caes bien — decidió Harry.

Un estruendo resonó desde la cocina del sótano.

James colocó los ojos en blanco.

— Chicos, quiero que suban — ordenó, colocándose de pie. Los adolescentes, menos Hermione, abuchearon indignados y comenzaron a protestar que querían saber al menos un poco de lo que hacía la Orden en el sótano. James debía de escuchar ese argumento demasiado seguido, ya que sólo reaccionó para mirar a su hijo a los ojos y decir con tono inflexible: — No me hagas berrinches, Harry.

— Yo no iba a hacer berrinche — se indignó el chico.

— Ya, sabemos que no quieres quedar mal frente a Morrigan— se rió maliciosamente el pelirrojo de ojos azules.

La niña bonita con el acento estadounidense y Harry se colocaron más rojos que los colores de los estandartes de Gryffindor. Ah, el amor adolescente. Una sonrisa juguetona salió a relucir sobre el rostro de White cuando notó las miradas cómplices que James y Tonks se daban, como si supieran exactamente lo que acababa de pasar.

— Cállate, Ro-Ro — gruñó Harry. Ro-Ro cerró la boca al instante y enrojeció con cada paso que daba escaleras arriba, para risa de los que parecían sus hermanos que lo seguían.

— ¿Así que no quieres quedar mal frente a mi? — se burló la niña bonita, Morrigan, con voz cantarina. 

Harry frunció el ceño.

— Te creía más inteligente — se defendió, cambiando el tema de la forma más obvia posible. Incluso su hermana menor lo miró con exasperación y casi diciéndole "esperaba otra cosa de ti". Los adolescentes eran tan divertidos, de verdad. White no llevaba aquí ni cuatro horas y ya tenía un drama romántico con el cual entretenerse. Le encantaban los dramas románticos si estos no le involucraban. — ¿Hacer caso de las cosas que dice Ron? Caíste bajo, Isolt. Debes estar tan enamorada de mí que esperas cualquier oportunidad para...

— En tus sueños más pervertidos, scarface, estaría enamorada de ti — dijo Morrigan, su dedo índice enredado en un mechón de su corto cabello castaño, dándole un aire a mean girl de las comedias adolescentes que White se veía con Atenea a las 3 de la mañana. 

Sin mirar a Harry, que tenía rastros de carmesí en la cara por pura vergüenza, Morrigan siguió a la manada de pelirrojos a los pisos superiores. Harry suspiró mientras ella se iba; y sus ojos verdes destellaron. El chico lo tenía mal enserio, White casi sintió pena por él.

— Creo que el enamorado aquí es otro, Harry — dijo James, revolviéndole el cabello azabache. Él manoteó para alejarlo y retrocedió unos pasos, ya que de esa manera se aseguró que su padre no viera sus mejillas sonrojarse, probablemente porque tenía razón. — Suban los dos. Y paren de intentar oír la reunión, he tenido que esconderles 4 orejas a las gemelos para que Molly no las viera y las destruyera con las demás.

— Es una lástima, las orejas son muy buena idea en realidad — agregó Tonks, con expresión pensativa. — Tampoco exploten la puerta. 

White se encogió de hombros con falso aire inocente cuando recibió las miradas de ella, James y sus dos hijos.

— Culpable de los cargos.

Harry le sonrió.

— Ya deberías saber que nadie puede controlar a los gemelos, papá — y no sería él quien lo intentara primero, decía su expresión. Harry se giró y colocó el brazo derecho encima de los hombros de su hermana menor, que se mordisqueaba la uña del dedo pulgar y no daba la impresión de querer despegarse de él. — Venga, Rose, aquí no nos quieren.

James los vió marchar escaleras arriba, suspirando derrotado y pasando la mano debajo de sus gafas, como si intentara quitarse el cansancio de los ojos.

— ¿Por qué decidió regresar? — dijo Tonks, al notar su expresión. El repentino tono cauteloso le desconcertó, analizando el intercambio entre ambos. No entendía a qué venía aquello exactamente. James parecía que envejeció 10 años ahora que ya no estaba en el radar de Harry y Rose. — Pensé que ya no era capaz de hacer magia. 

— No puede — concedió, con los labios unidos en una fina línea de disgusto. La molestia de su postura envío otro cosquilleo a su clavícula, aunque no tenía manera de descubrir por qué la magia que rodeaba la sutura de la herida estaba reaccionando a él de esta forma. No le hizo sentir así cuando estaban juntos en el bar. — Su única meta es sacarlos de aquí. 

Se dio vuelta y volvió a la sala de reuniones sin mirarles.

Tonks se peinó el cabello con los dedos, incapaz de enfocarse por completo en su persona ahora que estaban solas, y no despegó la atención del borde de las escaleras. Estuvo a punto de forzar la conversación hasta que un renovado estruendo (que se oyeron como vidrios rotos) subió de nuevo a la sala desde el sótano, acompañado de gritos femeninos agudos que sirvieron de coro a la voz alzada de James en respuesta.

— ¿Qué fue eso? 

— La ex esposa de James — explicó Tonks. White recordó, de nuevo, los pocos comentarios que hizo James ebrio en el bar sobre su divorcio — Vamos, le diremos a Dumbledore que quieres entrar.

Conoció a la ex esposa de James y decidió que tenía buenas razones para divorciarse. Estaba loca. Cuando entró a la cocina detrás de Tonks, vio a una mujer de cabello rojo fuego como el de Rose y desenfocados ojos esmeraldas que le gritaba a James, su mano aferrada alrededor de un vaso de vidrio que el hombre de las cicatrices trataba de quitarle. James, al otro extremo del comedor que servía de mesa de operaciones para la Orden, tampoco se quedó atrás, incluso cuando tuvo que agacharse al esquivar el vaso que su ex esposa le lanzó a la cabeza.

White saltó ante el sonido del vidrio roto, que ni siquiera era el primer intento de ataque ya que había muchos más pedazos esparcidos en el suelo a espaldas de James. ¿Por qué no la habían detenido ya? Ella sólo hizo explotar la puerta y estuvieron muy dispuestos a que volara fuera de allí. 

Tonks, que se adelantó primero, retrocedió un paso y le murmuró que la idea de Lily, la loca pelirroja, era sacar a sus hijos del mundo mágico y llevárselos del país para su propia protección. Las reuniones trataban ese tema todos los días, pues todos los días aumentaba la animosidad entre James y Lily. Ambos se comportaban como leones y serpientes y hacían un esfuerzo genuino por matarse el uno al otro. 

Si así era siempre, a White no le sorprendió que no dejaran al grupo de adolescentes formar parte de las reuniones.

— ¡Es la única seguridad que les queda! — decía Lily.

James, claramente, reclamaba:

— ¡Creo que puedo proteger bastante bien a mis hijos sin alejarlos de su verdadera naturaleza, Lily!

Lily aprovechaba la oportunidad de gritar más:

— ¡Bastante protección le diste a Harry dejando que participara en ese estúpido torneo!

— ¿Vas a seguir con eso? 

— Esa gran puta cabeza arrogante tuya no pudo pensar una manera de sacarlo de ahí.

— ¿Querías que Harry muriera? Porque eso era lo que establecía el contrato del cáliz si no competía.

— Tampoco te vi intentarlo mucho, Potter. Mi hijo pudo morir en esas pruebas y no...

— ¿¡Tu hijo!? — James casi se le fue encima, si no hubieran intervenido un pelirrojo mayor de calvicie inminente y Sirius para retenerlo en su lugar. Lily amagó a hacer lo mismo, pero el de las cicatrices la agarró de la cintura tras alejar el resto de vasos del alcance de sus manos inquietas. — ¡La última vez que verifiqué, Evans, es nuestro hijo! ¡Rose es nuestra hija! ¡De los dos, no sólo tuyos!

— ¡Eres tan inservible con su seguridad que ni mereces llamarlos tus hijos!

Y White no podía soportar el ambiente lleno de malas vibras.

— ¡Pero bueno! — gritó, saliendo detrás de Tonks sin importarle que tratara de retenerle del brazo para que no se metiera. Sirius bufó aliviado de que alguien por fin tuviera las agallas de silenciarlos; James inhaló hondo con la intención de relajarse y Lily estaba encolerizada de la interrupción. Los demás miraban la escena sin decir palabra. — ¿Qué les sucede? Hay más gente aquí que no quiere presenciar su pelea marital.

— No es una pelea marital — James masculló de malhumor.

— ¿Y tú quién eres? — demandó saber Lily.

— Eso no es de tu incumbencia — le espetó, toda su fuerza de voluntad dirigida a no fruncirle el ceño. Odiaba la idea de tener arrugas. En su lugar, se centró en la pelirroja, Lily, que a diferencia suya, parecía a punto de ahorcarle por dirigirle la palabra. — Soy propietaria de este lugar, así que puedo obligarles a que se callen. 

— Eso no es cierto — dijo Lily, enrojeciendo — Black es el propietario de este lugar.

— Bien dicho — White alzó la barbilla orgullosamente. — Black. Le sacaré de aquí si quiero, señora — no le importaba verse como una mocosa, si así evitaba que la discusión continuara. Las discusiones no eran buenas para su energía natural; ellos la alteraban y eso le alteraba. — Altair Black para usted. ¿Me puede hacer el favor de comportarse como los adultos que se supone que son y llevar esta discusión a cualquier otro lugar que no sea este? Pensé que tenían más cosas importantes que hacer que ver una telenovela romántica entre Velma y Rosita Fresita.

James se detuvo, la molestia hacia Lily olvidada ahora que procesó completamente lo que White había dicho.

— ¿Por qué soy Velma?

— Altair quiere pertenecer a la orden — tradujo Tonks, totalmente acostumbrada a las maneras extrañas que tenía White de hablar sobre las cosas.

Sirius se reía en voz muy alta.

— Definitivamente eres hermana mía — declaró, enseñándole su dedo medio a Lily sin darle importancia a la indignación que mostraba.

White no respondió. Toda su concentración regresó a James después del comentario de Velma, viéndolo soltarse del hombre pelirrojo y de Sirius, el cansancio evidente en su cara. Los vasos rotos de vidrio que rodeaban sus pies se repararon de manera mágica por el hechizo reparo del de la cicatrices, que se aseguró de mantener a Lily ocupada con él. 

James ni siquiera lo notó, sólo se dio media vuelta y decidió recargarse contra la alacena. Parecía listo para caer desmayado en una cama, y a White le revoloteó el corazón, igual que aquella noche en el bar. Su espíritu cultivado por hippies no le permitía ver a alguien tan cansado con la vida y no intentar revertirlo, pero no estaba segura de lo que podría hacer aquí.

— ¿Cuántos años tienes? — inquirió Lily, desdeñosamente — ¿15?

— Los suficientes para sacarte de una patada — siseó White. Tonks dió un paso hacia ella y le colocó una mano sobre el hombro. Tonks, que la conocía desde antes, sabía lo malo que podría resultar que dejara ver el lado venenoso que provocó su selección a Slytherin.

— Bueno, estaría bien que nos calmáramos — pidió el hombre de la larga barba en el extremo de la mesa donde estaba Lily. No tardó en reconocerlo como Dumbledore, que le dio un vistazo y una sonrisa amigable falsa. — Es bueno verla de nuevo, señorita Black. Me alegra que decida formar parte de nuestra causa.

— ¿Sabía que existía? — se quejó Sirius.

Tonks soltó una risita ante la cara de Sirius y se llevó a White con ella hacía su asiento, a mitad del comedor, cerca de Moody. 

El resto de la reunión pasó volando. Hablaron de la próxima vigilancia (le tocaba al hombre de las ropas remendadas, que respondía al nombre de Remus Lupin, y a Tonks), tocaron el tema de la protección de Harry otra vez, que debían reforzar luego del ataque de dementores que sufrió mientras pasaba tiempo con su familia muggle materna (aquí James y Lily volvieron a mirarse el uno al otro como si pensaran en estrangularse) y se concluyó con White susurrándole en voz baja a Tonks que le explicara lo que estaba ocurriendo.

— Harry vio a Voldemort regresar — Tonks se aseguró que nadie los estuviera escuchando en realidad. Las personas presentes en la mesa declinaron la invitación a cenar de Molly Weasley, la mujer pelirroja regordeta, y se fueron uno a uno hacía el piso superior. — Él es la razón por la que siquiera sabemos que está vivo otra vez. Y lo atacaron hace una semana cuando pasaba su día en casa de los Dursley, la hermana de Lily. Ella tiene derecho a eso por la custodia, de acuerdo con James, así que sucedió cuando Harry no tenía a nadie de apoyo. Hizo un patronus, que lo salvó de los dementores, pero es menor de edad y tendrá un juicio a finales de agosto para determinar si lo sacan o no de Hogwarts.

Los adolescentes irrumpieron por la puerta abierta de nuevo. Harry iba a la cabeza, con Rose pegada a su brazo, y trató de ver los planos que tenían abiertos en la mesa; aunque Molly no lo permitió del todo, ella hechizó los pergaminos y se los entregó a su marido con brusquedad, para irritación de Harry que encontró interesante verles ahí sentadas.

— Escuché a Lily gritar — dijo Harry, mirando a White con aire resuelto. A su lado, Rose lo miró con ojos entrecerrados a esa mención. Lily. Se le hizo evidente en ese momento que a Harry no le gustaba mucho su madre, y que Rose no apreciaba el disgusto de su hermano: ella se soltó de él por primera vez y siguió derecho hacía Sirius y Remus. Los ojos esmeraldas revolotearon de exasperación. — ¡Ya hablamos de esto, Rosie! Mierda, odio cuando se pone toda moralista conmigo.

— ¿Qué le pasa a tu hermana? — White arqueó una ceja.

— A Rosie no le gusta que hable así de Lily — él se encogió de hombros. — Una lástima, no me interesa su opinión. ¿Qué quería? Espero que el sonido de los vasos no haya sido ella.

Deseó entonces que Harry no hubiera visto discutir a sus padres alguna vez. Era la persona menos indicada para hablar sobre crianza infantil, pero hasta White sabía que eso no era algo que un hijo debía presenciar. Tonks tuvo su mismo pensamiento, dándole una mirada rápida al chico.

— ¿Has visto a tus padres discutir, Harry? — preguntó Tonks, con temor de la respuesta.

— No, pero suena a algo que Lily haría — Harry arrugó el ceño, sin entender el motivo de sus miradas. White y Tonks casi se desinflaron de alivio. — A ella le faltan unos cuantos tornillos... no le digan a papá que dije eso.

Y cuando se dio cuenta que James acababa de entrar a la cocina, giró sobre sus talones y echó a correr en dirección de Sirius y Remus, donde Rose lo ignoró olímpicamente, sacándole un puchero falso que cambió de inmediato a una sonrisa genuina, feliz por devolver el tratamiento de la ley de hielo que su hermana le estaba aplicando. 

James se detuvo con cautela viendo la escena.

— ¿Qué dijo Harry de Lily? — les preguntó.

— ¿Cómo sabes...? — Tonks abrió la boca impresionada.

— Conozco a mis hijos — James se acarició el puente de la nariz, un suspiro resignado escapó de sus labios. — Los dejé solos cinco minutos, gloriosa Magia.

White se atragantó de la risa por su expresión.

Después de que le obligaron, junto a Tonks, a ayudar a cocinar la cena, White encontró un asiento lo más lejos posible de la familia Weasley, entre Sirius y Remus Lupin, de frente a James, que observaba a Harry con ojos agudos. El adolescente pretendió no notarlo, picando a su hermana con la punta no afilada de un cuchillo por aburrimiento. Rose lo picaba de vuelta también.

El cuerpo de James, ahora que White lo analizaba, estaba muy tenso, los músculos agarrotados en una posición hosca de enfado con el mundo general. El poder que destilaba de él gracias al malhumor era cautivador, e hipnotizante, una advertencia de peligro que en sus libros era más una invitación. 

No fue la única persona que se dio cuenta; Sirius y Remus dieron un vistazo bastante largo a James, no dispuestos a iniciar una conversación con Harry y Roselyn cerca. O mientras tuviera esa cara de planear el asesinato del primero que lo molestara.

— ¿Qué le dijiste a Lily? — Harry preguntó de pronto. White, que se había perdido en sus pensamientos sobre James, sólo pudo parpadear con desconcierto. Harry se explicó ante su cara: — Sé que se calló después de que llegaste. ¿Qué le dijiste? Normalmente nunca se calla.

— Harry — advirtió James.

— Es simple curiosidad — el chico le dio una sonrisa sarcástica a su padre y volvió a concentrarse en White. — Tonks colocó el hechizo insonoro cuando entraron, así que escuchamos todo antes de eso. ¿Qué le dijiste?

— Que se callara o la echaría de una patada.

Harry estalló en carcajadas. Rose abrió los ojos de par en par y luego le regaló una mirada fulminante, como si estuviera pensando en golpearle de forma mental. A White le sorprendió que la niña tan tímida fuera capaz de tener esa expresión; más de lo que le indignó que le viera así.

James suspiró.

— Para de reírte, Harry.

— Lo siento, es muy chistoso — él tosió, pasando el mejor momento de su vida ante la idea de que White echara a su madre a la calle a las patadas. — Quita esa cara, Rosie, Lily se lo merece. ¿Cuándo podremos saber lo que hace la Orden, papá?

La pregunta fue un movimiento ágil, concedió White. Por la manera en que las manos de James se tensaron más que antes, no estaba a favor de que Harry llamara Lily a su madre. A Rose le gustaba mucho menos, porque volvió a concentrarse en su hermano mayor y le pegó con la parte plana del cuchillo, consiguiendo un ay indignado por parte del chico.

— ¡La cena! — exclamó Molly, y los platos vacíos se deslizaron sobre el comedor hacia cada persona allí sentada.

— Después de la cena — James respondió a la pregunta de Harry, que asintió satisfecho.

Durante unos minutos sólo se oyó el tintineo cubiertos y el ruido de las sillas arrastrándose, y todos se dispusieron a comer. Entonces Molly miró a Sirius y le dijo:

— Se me olvidó comentarte, Sirius, que hay algo atrapado en ese escritorio del salón que no para de vibrar y tamborilear. A lo mejor sólo es un boggart, desde luego, pero quizá deberíamos pedirle a Alastor que le echara un vistazo antes de soltarlo.

— Como quieras — contestó Sirius con indiferencia.

— Y las cortinas están llenas de doxys — añadió Molly. — He pensado que mañana podríamos ocuparnos de ellas.

— Será un placer — dijo Sirius. El sarcasmo de su voz divirtió muchísimo a White, aunque no tenía seguro si alguien más aparte de su persona lo notó. Por la mirada cómplice de James y Remus, ellos sí que lo hicieron.

White se enderezó al terminar su segunda ración de tarta. Dio un vistazo rápido al resto de gente en el comedor; permitiendo a su mente agradecer que no se encontraba presente una coleta de caballo que amarrara un largo cabello rojo que reconocería incluso entre tantos pelirrojos, y dejó los cubiertos cruzados encima del plato vacío. 

— Ahí fue mi dieta... — murmuró. 

James le miró de reojo, y White no dudó en sonreírle descaradamente, satisfecha de verlo nervioso. Le era fácil hacerse un hueco en los nervios de las personas y tocarlos de forma constante para su entretenimiento, a los Slytherin de su año sólo les preocupaba que se colocara contra ellos.

— Bueno, creo que ya es hora de ir a la cama — dijo Molly con un bostezo.

— Aún no, Molly — interrumpió James. Dejó de mirar a White y centró los ojos avellana en su hijo mayor, que se colocó muy recto y se inclinó en la mesa a la expectativa de la conversación prometida dos horas atrás. — ¿Qué quieres saber?

— ¿Por qué tanto secretismo? — preguntó Harry. El ambiente se colocó tenso y todos miraron con cautela a ese extremo de la mesa. — No nos dejan preguntar porque no pertenecemos a la Orden.

— Son demasiado jóvenes — dijo Molly. Estaba tiesa y con los puños cerrados sobre el reposabrazos.

— Lo que me parece una estupidez — Harry continúo como si nunca la hubiera escuchado. — Papá, sabes perfectamente que Voldemort no es de los que se detienen y ya. Me ha intentado matar 4 veces, y en la última regresó a su cuerpo. Merezco saber mejor que cualquiera cuando está detrás de mi cabeza.

— No puedes esperar luchar una guerra, Harry — argumentó Molly, metiéndose de nuevo. Su mirada maternal no surgió ningún efecto en el chico, que sólo la miró con indiferencia. — Ese no es tu trabajo para hacer, es el de la Orden.

— Nadie tiene que pertenecer a la Orden para poder hacer preguntas, Molly — terció Sirius bruscamente. 

— ¡Un momento! — le cortó uno de los gemelos.

— ¿Por qué Harry puede hacer preguntas? — quiso saber el otro, enojado.

— ¡Nosotros llevamos un mes intentando sonsacarles algo y no han soltado varita! — protestó el primero.

— «Son demasiado jóvenes, no pertenecen a la Orden» — dijo el segundo con una vocecilla aguda increíblemente parecida a la de su madre. — ¡Harry ni siquiera es mayor de edad!

— Yo no tengo la culpa de que no les hayan contado a qué se dedica la Orden — comentó Sirius con calma. — Eso lo han decidido sus padres. James no ha prohibido que...

— Supongo que no habrás olvidado lo que dijo Dumbledore. — dijo Molly, su expresión cambió a una amenazadora.

— Molly — dijo James. Se veía muy serio de repente — El que toma las decisiones de lo que es mejor para mi hijo soy yo, no Dumbledore.

— No, déjala James, que hable — dijo Sirius con educación, pero con el aire de un hombre que se prepara para pelear. — ¿Qué parte en concreto te refieres?

— A lo de que no teníamos que contarle a Harry más de lo que necesita saber  —dijo Molly, poniendo mucho énfasis en las dos últimas palabras.

Sirius miró a James, con una sonrisita socarrona en la cara.

— No pensábamos decirle más que eso — dijo James. White podía sentir el aire a su alrededor colocarse denso. Estaba muy molesto. White ya vió antes magos poderosos así. De manera precavida, corrió un poco su silla — Pero dado que fue él quien vio regresar a Voldemort — un estremecimiento colectivo recorrió la mesa después de que James pronunciara ese nombre tan casualmente como lo decía su hijo. — tiene más derecho que nadie a...

— ¡Harry no es miembro de la Orden del Fénix! — dijo Molly. — Sólo tiene quince años y...

— Y se ha enfrentado a situaciones más graves que muchos de nosotros — afirmó Sirius.

— ¡Nadie pone en duda lo que ha hecho! — exclamó Molly elevando la voz; sus puños temblaban sobre los reposabrazos de la silla. — Pero sigue siendo...

— ¡No es ningún niño! —soltó Sirius con impaciencia.

— ¡Tampoco es ningún adulto! —insistió Molly, cuyas mejillas estaban poniéndose coloradas.

— Personalmente — terció Remus con voz queda, apartando por fin la vista de Sirius (había pasado casi toda la cena haciéndolo), mientras Molly giraba con rapidez la cabeza hacia él, creyendo que por fin iba a tener un aliado. — creo que es mejor que nosotros le expliquemos a Harry los hechos, no todos, Molly, sino la idea general, a que obtenga una versión tergiversada a través de... otros.

— ¡Arthur! — exclamó Molly buscando con la mirada a su marido. — ¡Apóyame, Arthur!

Arthur no habló de inmediato. Se quitó las gafas y se puso a limpiarlas parsimoniosamente con su túnica sin mirar a su mujer. No contestó hasta que se las hubo colocado de nuevo con mucho cuidado.

— Dumbledore sabe que la situación ha cambiado, Molly. Está de acuerdo en que habrá que informar a Harry, hasta cierto punto, ahora que va a quedarse en el cuartel general.

— ¡Sí, pero eso no es lo mismo que invitarlo a preguntar todo lo que quiera!

— Vale, ya — James se colocó de pie. White parpadeó al darse cuenta de lo alto que era. Y enojado le sumaba unos veinte centímetros más — Dumbledore podrá haber dado unas sugerencias y eso no significa que se hará al pie de la letra como él dijo. Harry, pregunta todo lo que quieras.

Sí, papi pensó White, tragando saliva. Espera solo haberlo pensado Esa voz grave dando órdenes. Merlín mío...

El aura de James emanaba sentimientos encontrados, a White no le resultó complicado descifrarlos. Y estaba vez, no era su culpa que una persona tuviera los nervios destrozados. Fue extraño verlo. Él parecía dispuesto a hechizar al primero que lo contradijera, no quería que se metieran en una decisión que involucraba a sus hijos y Sirius y Remus no dejaron que nadie interrumpiera el interrogatorio de Harry a James, como si ellos lo supieran también y no desearan colocarse de su lado malo con su estado.

Y la influencia que tenía, sin emitir palabra a los miembros de la orden presentes, fue cautivadora. Ninguno se atrevió a contradecirlo o tratar de persuadirlo a que cambiara de opinión. Simplemente lo aceptaron. Eso le dejó con la boca abierta. 

Ese hombre tenía su atención, y no se liberaría de ello.



yo pensé que el cap estaba corto y tenía más de 4000 palabras vieron ahre





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