Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

I.




one;
WHITE BLACK




JAMES CREE QUE NECESITA UN DESCANSO.

Ser padre soltero es una cosa distinta a lo que vio de sus padres cuando era niño, principalmente por el ambiente de amor y adoración en el que lo criaron. Y no es que no quisiera o deseara lo mejor para sus hijos; él haría cualquier cosa por ellos, son su luz y su felicidad cuando todo lo demás pareció ir mal gracias a la guerra. 

Si era sincero consigo mismo, ese es el problema que tenía.

Él está demasiado centrado en sus hijos.

Ser padre fue algo que James tomó enserio desde que supo que Harry, su primer hijo, estaba en camino en el vientre de su ex esposa, Lily. Pero luego del trágico ataque que sufrieron a causa de Voldemort, un malvado mago que había aterrorizado el mundo mágico durante 11 años antes de ser derrotado por el bebé de un año que era su hijo, y el divorcio completamente problemático y nada silencioso que tuvo con Lily, ser padre se convirtió en una tarea de veinticuatro horas y siete días a la semana para él.

Dejó su entrenamiento como medimago para el Hospital San Mungo de Heridas y Enfermedades Mágicas y se dedicó a tiempo completo a sus dos hijos, Harry y Roselyn, de quienes obtuvo la custodia luego del divorcio con Lily. No tenían problemas económicos que lo obligaran a buscar un trabajo para mantenerse; a los 18 años había heredado una fortuna que sus ancestros construyeron a lo largo de los siglos en el área de las pociones. Eran de los más adinerados del Reino Unido Mágico. Ciertamente tampoco tenían problemas familiares (o eso le gustaba creer); Harry y Roselyn lo adoraban y él los adoraba a ellos.

— Tienes la cara de una persona que está a punto de desfallecer — le dijo la tabernera del bar donde se encontraba, sirviendo un poco de whiskey en el vaso vacío que sostenía con una mano floja. Era rubia, definitivamente más joven que él, de cabello cortado desigualmente a la altura de los hombros (lo peor de todo es que no se le veía mal) y unos ojos grises resplandecientes que le resultaron conocidos; con piel pálida y estatura baja. 

Lo último era subjetivo, en comparación a James, cualquiera podría ser una hormiga si se situaba el tiempo suficiente junto a él. James era bastante alto.

No era la primera vez que venía a este bar; estaba en la zona Soho de Londres, la que Sirius lo obligó a recorrer el primer verano que pasaron juntos luego que escapara de casa de sus padres. Fue una experiencia reveladora, así que a James le gustaba repetirla siempre que sentía que necesitaba un tiempo a solas. Tenía 34 años y dos hijos entrando a la plena adolescencia; Remus había dicho que ya era momento de que se preocupara por si mismo. 

De cualquier manera, ver a la tabernera ir y venir por la barra mientras sacaba lo que parecían fascinantes conversaciones a los demás clientes era algo casi obligatorio con cada una de sus visitas al bar. Nunca le habló, porque estaba ocupada cuando llegaba o porque otro de los empleados lo elegía como su presa de la noche. Aun así, a James le resultaba inevitable notar su presencia moverse a sólo metros de él; algo en su forma de gesticular y caminar parecía destinado a hacer que le miraran. 

Lo malo es que no era el único que le notaba.

James había escuchado los cosas que un grupo desagradable de ebrios en la esquina le chiflaban a la tabernera cuando pasaba junto a ellos; pero también escuchó las ingeniosas respuestas que la rubia devolvía y le causaba cierta gracia la manera en que, con esa estatura y unas cuantas palabras, lograba hacer que se encogieran de pavor.

— Es el día de celebración de mi divorcio — dijo James, que para entonces ya tenía tres vasos de Whiskey corriendo por su sistema.

Tenía más razones para haber entrado aquella noche al bar con tan sólo una semana de su última aparición por la zona. Su hijo mayor, Harry, fue seleccionado como parte de un peligroso torneo, El Torneo de los Tres Magos, que fue cancelado años atrás por la cantidad de muertes que se generaban en él. Hacía unos días que enfrentó la primera prueba, saliendo ileso de puro milagro, y la segunda sería a finales de febrero, sin que James pudiera hacer algo para sacarlo de todo esto. 

Además; Lily volvía a insistirle para que le cediera a ella la custodia de sus dos hijos. En sus palabras, él no estaba cumpliendo su rol como padre si dejó que Harry participara en aquel torneo.

El aniversario de su separación no era mentira, exactamente un mes después del ataque de Voldemort, en el que James no estuvo presente, Lily le presentó los papeles de divorcio y una citación a una entidad muggle de la que James jamás oyó hablar para tener un juicio por la custodia de sus hijos. James agradecía que, como eran magos, Lily tuvo que atenerse a las leyes mágicas y hacer el juicio en el Ministerio, donde le concedieron a James la custodia total de Harry y Roselyn.

Algunas veces servía el sistema purista en el que vivían. Si lo hubieran hecho al revés, James estaba seguro de que Lily tendría la custodia de Harry y Roselyn.

No era una gran noche en realidad, y no quería sentirse como una carga para sus mejores amigos. No este año. Cuando pensaba que iba superando las malas pasadas que le jugó la vida; la mesa giraba en su contra y el karma le recordaba a James de la manera dolorosa en que resultó lo que creyó sería un futuro brillante. 

Inclinó el vaso hacia el frente y esperó. Ella lo miró con repentino interés. Pareció olvidar que tenía unos 4 pedidos más por atender y sus oídos se ensordecieron a los silbidos de las demás personas en la barra, esperando que la candente rubia les tomara la orden de la noche. Sus manos ágiles deslizaron botellas hacia sus compañeros de trabajo, y destapó con dedos serpenteantes la botella del whisky.

— Uhm — su garganta emitió un sonido de consideración mientras rellenaba el vaso. A sus espaldas, vio al adolescente de la caja registradora desviar los ojos a su trasero, ya que la manera en que se inclinaba sobre la barra le daba una fácil vista al pervertido. James no se arrepintió de intimidar a un puberto cuando este se dio cuenta que lo miraba y enrojeció, apartándose de inmediato de su área de visión y de la tabernera. — Normalmente los divorciados que asisten aquí vienen a embriagarse por despecho.

— Soy una caja de sorpresas — bromeó, bebiéndose el whiskey de un trago y sin hacer muecas, a diferencia de los otros clientes. Era licor muggle y él creció bebiendo whiskey de fuego, que literalmente podía hacer escupir fuego a una persona estando lo suficiente añejado. Estaba acostumbrado a la ligera sensación del ardor en su garganta.

— Sí ¿Quién se divorciaría de una cara tan bonita? — se rió la tabernera. 

James le miró sobre el borde del vaso, mudo de repente.

Durante todas las noches que estaba de turno y él se pasaba por el bar, le había notado una personalidad coqueta; de cierta forma salvaje. Le recordaba a Sirius cuando eran adolescentes y el perro pulgoso no aceptaba todavía que el género femenino no era lo suyo. Escucharle reír era frecuente; sonidos melodiosos que harían enrojecer de placer a quien sea con quien estuviera hablando en el momento. Presentía que hacía esto porque ella era así, y no porque buscara algo en particular; pero era un hombre divorciado que olvidó con facilidad lo que era preocuparse por si mismo por los últimos catorce años; tenerle cerca lo desconcertaba.

¿Cómo se suponía que iba a responder? Le deprimía haber perdido su toque. Él no era Sirius, que siempre fue bueno para el coqueteo amistoso incluso si huía cuando veía demasiado cerca un par de tetas porque no sabía que hacer consigo mismo. Maldición, incluso Remus era bueno en el coqueteo amistoso. Remus. El hombre lobo que tuvo a más de la mitad de su generación enamorada de él y no se dio cuenta hasta que alguien se le declaró a gritos un día a mitad del gran comedor.

Tu vida apesta, Potter sus pensamientos se burlaron.

Soltó un suspiro de resignación. No perdía nada intentándolo ¿Cierto? Si ignoraba la existencia de sus hijos al menos unas horas, tal vez esto le resultara una excusa para poder dejar solos más seguido a Sirius y Remus cuando se colocaban muy melosos e insoportables.  

Por una noche, James dejó de pensar en Harry y Roselyn. Solo por una noche.

— Las caras bonitas ocultamos muchos secretos — insinúo, dejando el vaso en la barra para que ella siguiera sirviendo.

— ¿La engañaste? — la rubia se hizo la sorprendida, abriendo ligeramente los delgados y rosados labios en una perfecta — Dime que la engañaste. Las historias de los engaños son lo más interesante de los ebrios divorciados...

— ¿Emborrachas a los clientes para oír sus historias de engaños trágicos?

— No, escucho sus historias de engaños trágicos para que sigan bebiendo y me den una buena propina — se encogió de hombros, tomando el trapo que colgaba sobre su hombro y fingiendo que limpiaba la barra cuando un hombre calvo y anciano, James pensó que su jefe, pasó a sus espaldas. Igual que el de la caja registradora, no perdió la oportunidad de darle un vistazo al trasero de la rubia. James decidió que los empleados de este lugar apestaban luego de eso. — Además, es más divertido que los ebrios de la esquina.

Los ebrios de la esquina eran quienes le hacían los comentarios desagradables, aunque James no veía la diferencia entre ellos y el viejo verde que volvía a pasar sólo para observar su cuerpo delineado por ropa muggle ajustada. Claro, los jeans de tiro alto y la camisa negra de tirantes que usaba se le veían espectaculares, pero no le quitaba lo asqueroso al comportamiento que tenían con ella.

— ¿Soportas este lugar por la propina? — logró decir.

— A veces hay bonitos rostros que ponen su bonito culo en estas sillas — dijo la rubia, en una baile de cejas que definitivamente fue una insinuación. 

James intentó no atragantarse, sin haber visto venir el comentario descarado. Ella le sonrió, encantada por tomarlo con la guarda baja. Se le comenzaba a volver obvio que tocar los botones del límite de las personas de distintas y creativas maneras debía ser uno de sus pasatiempos, porque le salía a la perfección hacerlo.

— ¡Mujer! — le gritó uno de los desagradables ebrios de la esquina. James debió haber sido el único que logró ver el cambio de su expresión, lo rápido que la actitud atrevida se desvanecía y era reemplazada por un ligero tic nervioso de su ojo izquierdo, la tela entre sus manos arrugándose con la fuerza que apretaba el objeto — ¿¡Por qué no dejas de ofrecerte como una puta barata y mueves un poco el trasero!? ¡Para eso te pagan!

James los miró. Todos ellos se rieron, claramente divertidos por lo rápido que lograron colocarle de los nervios, mientras la rubia tomaba dirección a la mesa con una bandeja en la que sostenía una botella de whisky, cinco vasos de vidrio y una cubeta de hielo. Ella les sirvió, sin dirigirles ni una sola palabra, y volvió a la mesa, no antes de recibir una palmada en el trasero que la hizo sufrir un estremecimiento.

— ¡Oye! — él no pudo morderse la lengua más tiempo — ¿Qué crees que estás...?

— Ignóralos — siseó, tirando de su brazo. Sus largas uñas casi se le clavaron en la muñeca, y James no ignoró el escalofrío que le recorrió de pies a cabeza gracias al toque directo piel a piel. Si a ella le pasó algo parecido, no lo mencionó, sólo se dedicó a mirarlo a los ojos. — No valen la pena y no falta mucho para que se vayan. 

— Pero — James abrió la boca, dispuesto a protestar otro rato. La mano le picaba por sacar la varita y hechizar un rato a esos muggles; jugar a colocarle furúnculos en la cara de imbéciles era de sus pasatiempos favoritos de Hogwarts. Sin embargo, la rubia volvió a tirar de su antebrazo y lo obligó a concentrarse en ella y la sonrisa delicada que le daba. — ¿Por qué dejas que te traten así?

— Porque no se puede razonar con cavernicolas — declaró, como si fuera muy obvio. Las voces de los ebrios de la esquina murieron un poco dentro de la cabeza de James, viéndole arrastrar otra vez el trapo encima de la barra cuando el jefe calvo pasó a sus espaldas. A él también iba a maldecirlo cuando ella no prestara atención. — Créeme, no importa cuántas veces les diga que no soy una mujer, ellos siguen llamándome así. No hay mucho que pueda esperarse de los hombres.

James intentó no sentirse muy ofendido con esas palabras. Le recordó dolorosamente a su antigua amiga, Marlene, que había tenido comentarios parecidos en vida respecto a los hombres. Siendo adolescente, James no perdió oportunidad de replicarle. Ahora mismo, algo más logró captar su atención antes de enfrentarse a un argumento que, tenía el presentimiento, iba a perder.

— ¿No eres una mujer?

— Nop — la rubia repitió ese extraño y pasivo gesto de encogerse de hombros, que no concordaba con el resto de su personalidad salvaje. Fue raro de notar. — El género es un constructo social y tener vagina no me hace ser mujer. 

— Eres la persona más extraña que he conocido. — declaró sin miramientos. — Y mi mejor amigo creía que hacerlo encima de las sábanas lo volvía menos gay.

— Un placer — su sonrisa se agrandó mientras se tragaba la risa por el comentario, cosa que también lo hizo reír. James nunca perdió la oportunidad de recordarle a Sirius ese tiempo antes de aceptar su sexualidad. Por supuesto, lo apoyó a capa y espada y fue el primero de todos en decirle que no tenía nada de malo que le gustaran las pollas; pero era su mejor amigo, tenía derecho a un poco de burla. — ¿Qué vas a pedir de comer? No pensarás irte tan rápido, es temprano aun.

— ¿Qué me recomiendas? 

— Uhm — los ojos grisáceos observaron la pizarra encima de la barra que mostraba el menú de la noche. James notó que tenía una pequeña cicatriz curveando desde su clavícula, y el omoplato de su espalda cosquilleó, pero decidió simplemente esperar a lo que dijera. Ya tendría tiempo de interrogar al idiota por esa extraña sensación. — Si no eres vegetariano o vegano; hamburguesa doble carne, doble pollo y tocino. Son la especialidad de la casa en días de celebración.

— ¿Y qué estamos celebrando? — preguntó, estirando de nuevo el vaso vacío.

Su rostro resplandeció mientras servía, y ahora en realidad le estaba coqueteando al decir:

— Tu aniversario de divorcio. 

Cuando faltaba poco para la medianoche, James la llevó al departamento muggle que tenía en Londres entre besos y tropezones, tratando de quitarle la ropa con manos temblorosas.

Podía fingir que el temblor era a causa del frío, estando a comienzos de una nevada invernal, pero James sabía que la realidad era sus catorce años de abstinencia auto impuesta. Aunque le habló con total confianza y concordó en el apodo de cara bonita, James llevaba mucho tiempo sin sentirse de esa manera.

En su adolescencia, la arrogancia de James y el conocimiento que tenía de su atractivo le causó problemas a la hora de conquistar a Lily, que lo odiaba por su seguridad exagerada y por deleitarse de tener a la mayoría de las chicas babeando al verlo. Tanto cambió James para agradarle que comenzó a depender de una mirada de Lily para sentirse bien consigo mismo otra vez. Tras el divorcio, James dejó de sentirse atractivo, aunque sabía que lo era.

En realidad, no era culpa de Lily que él dependiera emocionalmente de ella. Pero ella sí que hacía bastante apropósito esos comentarios, con la única intención de herirlo porque enserio lo aborrecía. Se tardó años en darse cuenta de aquello, lo que resultó en otra crisis que esperaba sus hijos jamás se enteraran que tuvo.

— Bonitas pecas — susurró a su oído, acariciando su pecho y deteniéndose unos segundos a detallarlo — Bonitos pectorales. Bonito rostro. Labios deliciosos ¿Hay algo de ti que no parezca apetecible?

Ella le hizo sentir atractivo de nuevo.

Fue cosa de una sola noche, James estaba bastante seguro que no le volvería a ver. Luego de ese día, su rutina de estar pendiente de Harry y Roselyn seguiría. Pero se sintió bien, colocar las manos encima de esas tentadoras caderas mientras se balanceaban y era incapaz de apartar los ojos de los chupetones oscuros que le dejó sobre la pálida piel de sus senos. Por una noche, James decidió que no era un desastre absoluto, cuando los jadeos de su nombre que escapaban de aquellos apetecibles labios rosados ahogaban incluso el sonido de sus cuerpos el uno contra el otro.

Se sintió vivo otra vez.

Al día siguiente se despertó solo en la cama; pero con una nota reposando sobre la almohada, que tenía su aroma rociado en ella.

Deberías saber que si te divorciaste no fue por problemas de cama. Es el mejor sexo que he tenido en mi vida. No cambies nunca, anciano ;)

Esa nota, esa mirada y esa noche entera quedaron grabadas a fuego en la memoria de James; incluso medio año después, cuando el cuarto curso de Harry y el tercer año de Roselyn en el Colegio Hogwarts de Magia terminó en un completo desastre, con Lord Voldemort regresando a su cuerpo usando la ayuda de aquel que ocasionó el ataque a su familia hacía 14 años, Peter Pettigrew, una de las personas que siempre hacía doler su corazón cuando lo recordaba.

James había llevado a sus hijos a Grimmauld Place, la antigua casa de infancia de Sirius, que ahora era el cuartel general de la Orden del Fénix, una organización de la primera guerra mágica que luchaba contra las fuerzas de Voldemort y sus mortifagos. Fue parte de ella siendo adolescente, y por mucho que se haya prometido que no volvería a hacerlo luego que toda su vida se derrumbara sin que él pudiera hacer nada para impedirlo, no era capaz de quitar los ojos del inminente desastre que se volvería el mundo con Voldemort de regreso. 

Nunca se dio cuenta que en Grimmauld Place empezaría su delirio. Y ese delirio tenía firmado su nombre en el alma de James.

— ¿Recuerdas a Atenea? — le preguntó Sirius una mañana; sus largos dedos balancearon un cigarrillo antes de llevárselo a los labios y darle una calada honda. Una bruja de piel trigueña y estatura bajita estaba su lado, mirando disgustada el cigarrillo. James podía identificarse con eso. Tras dejar él mismo la marihuana a los 17, no tenía idea de cómo le llegó a gustar alguna vez.

— ¿Tu niñera? — se burló. 

Sirius le había dicho, cuando tenían 13 años, que sus padres contrataron una institutriz llamada Atenea Selwyn para él y su hermano menor, Regulus, y que trabajó en la Antigua y Noble Casa de Black hasta el año antes que recibieron las cartas de Hogwarts. Siempre se refirió a ella como la niñera, porque no le cabía en la cabeza que su mejor amigo tuviera una institutriz de verdad. Los sangre pura estaban locos.

—Sí, la niñera —dijo Sirius, bruscamente. Eso alertó a James, porque Sirius haría una broma de vuelta o intentaría lanzarle el cigarrillo. El tema era serio, incluso en los estándares de Sirius. Ja, esa broma no pasaba de moda—. La niñera que desapareció cuando tenía 11 sin dejar explicación.

—Tus padres se cansaron de tenerme aquí en vano —intervino ella, usando un tono burlón que, a ojos de James, le daba algunos puntos. Sirius nunca le había dicho que la institutriz no era tan mayor que ellos; por mucho le veía unos diez años más. Si era capaz de mantener a los hermanos Black a raya con esa edad, ya le agradaba.

—¿O mi madre no quería a la amante embarazada en casa?

— ¿De qué estás hablando? — preguntó James, levantándose de la silla y dejando el periódico que había estado intentando leer sobre la mesa. 

Sirius no se veía de buen humor, y no era bueno que no estuviera de buen humor. Una vez fue suficiente descuido para que el imbécil de Snape decidiera jugar a los legeremantes y se metiera a su mente con la única intención de ver cómo se accedía al pasadizo dentro del sauce boxeador, sólo porque el idiota estaba obsesionado con descubrir a Remus como hombre lobo. Sirius nunca se perdonó que eso hubiera sucedido y haber arriesgado a Remus así.

—El promiscuo de mi padre se folló a mi institutriz en las narices de mi madre. —Sirius se cruzó de brazos y le dio otra calada al cigarrillo, con una agresividad que lo preocupó más—. Y Atenea desapareció con mes y medio de embarazo porque la loca de Walburga amenazó con destruirla o una mierda por el estilo.

La bruja bajita, ahora conocida como Atenea, sólo se encogió de hombros, casi sin darle importancia a la molestia de Sirius.

—Walburga era posesiva con lo que creía suyo —explicó Atenea, que prefería ignorar (igual que James) los murmuros desdeñosos de Sirius acerca de su madre y cómo le faltaban algunos tornillos—. Orión me dio una casa, el apellido para la bebé y una fuente de ingresos infinitas, así que no tenía problemas con irme.

Sirius frunció el ceño.

—¿Y por qué regresaste justo ahora?

—Creí que querrías conocer a tu hermana antes de morir —dijo Atenea, permaneciendo con una expresión neutra que le puso los vellos de punta a James por la forma tan tranquila en que ella formuló esa frase—. No es una activista por la pureza de sangre, Sirius, no te preocupes por eso. Sé criar niños, te críe a ti y a Regulus.

—Sí, por eso me preocupo —murmuró Sirius.

—¿Por qué me lo estás diciendo a mi? —James hizo un ademán de manos, sin entender del todo la conversación.

— Eres padre, sabes de... mini humanos — Sirius le restó importancia con otro gesto desdeñoso — Y eres como mi consciencia cuando no está Lunático. Atenea necesita que tenga una consciencia ahora.

—Siempre lo necesité, Sirius —dijo Atenea, casi con una sonrisa—. Pero parecía imposible al tratarse de ti.

James se rió. Siempre era divertido molestar a Sirius.

—¿Qué se supone que voy a hacer yo, Sirius? —James sacudió la cabeza—. Debe tener... ¿Qué? ¿Cuándo me dijiste que desapareció Atenea? ¿En el 70? Ella es casi de la edad de Bill, no estás tratando con una adolescente, amigo.

—Altair es... complicada —dijo Atenea, con cautela—. Y Sirius se niega a conocerla sin que tú estés ahí.

James rodó los ojos y los siguió fuera de la cocina. No lo creía tan problemático. Sirius, aunque lo negara, quería un familiar que no estuviera loco fuera de su prima Andromeda y la hija de esta, Tonks. Si era un hermano, aún mejor. James conocía a Sirius, la desaparición de Regulus lo había puesto en una mala situación y eso no mejoró con los años desde que se enteraron de su muerte.

Una hermana, aunque acabara de aparecer, tal vez le serviría. A Sirius, porque James casi se desmayó en cuanto conoció a la nueva integrante de los Black.

Rubia, cabello corto, intensos ojos grises, labios delgados y rosados. Sonrisa retorcida, piel pálida, ropa muggle y cuerpo curvilíneo. El mismo brillo de la dorada juventud que James conoció en aquel bar.

— Hey, soy White — saludó, extendiendo su mano hacía James. Ningún indicio de reconocimiento en sus ojos — Es un verdadero placer conocerte.

¿Era muy pronto para pedir que Voldemort lo mate?






sólo para especificar: White se identifica como género no binarie y sus pronombres son she/they, así que, aunque en la narración (sobre todo estos dos primeros actos) se le trate más de "she" por cuestiones de facilidad a la hora de escribir, también les agradecería que usen "they" para referirse a White

*: si no lo notaron JAJAJAJA "sobre las sábanas" es una referencia a All The Young Dudes, una fanfic wolfstar de ao3 que trata los siete años de Hogwarts de los merodeadores y la guerra, hasta el año después de que Sirius escapa de Azkaban. Me destrozó la estabilidad emocional y tiene caracterizaciones un poco extrañas pero se las recomiendo al 100%


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro