EPILOGUE
epílogo;
2 DE MAYO DE
2014
Ares Potter no era de enojarse muy seguido.
Bueno, eso es una mentira. El genio de Ares resultó una extraña combinación del de sus padres, lo cual definitivamente colocó patas arriba a cada profesor de Hogwarts cuando Neville, jefe de Gryffindor, llamó a su nombre durante la selección. El primogénito de James y White posee una afinidad irremediable al drama, la exageración y ser el centro de atención que, cuando su natural malhumor se dispara, es inevitable que ocurra un choque de trenes augurando desgracia.
— Vamos, Ares, deja de quejarte — Teddy Lupin, el Pepe Grillo andante de Ares, rodó los ojos. Su cabello variaba entre morado y el habitual azul eléctrico, la varita tras la oreja élfica y una sonrisilla maniática que anima a Ares a colocarle las manos en el cuello y ahorcarle. Se pregunta si la corbata de Hufflepuff que esconde dentro del jersey negro de Teddy podría ayudarlo a librarse de su mejor amigo — ¿Por qué estás tan malhumorado hoy?
Ares respiró hondo, contó hasta veinte y trató de concentrarse en las lecciones de yoga a las que se inscribió con su madre unos veranos atrás. Una vez le dijeron que no existía forma posible de que el genio de Ares empeorara. Sería buena idea que alguien le recordara al demonio que revolotea alrededor de Scorpius que las palabras no eran un desafío que Venus Black-Potter debería tomarse a pecho.
— Ella perturba mi existencia — refunfuñó, desenredando la corbata de Slytherin y tirándose al pasto junto a Teddy.
El día fuera de Hogwarts era espectacular; el sol brillaba, lo que se agradecía después de un largo invierno escocés, el viento corría de forma tranquila, las plantas que Hagrid y la profesora Sprout estuvieron cultivando durante el otoño habían florecido y el suave aroma a lavanda que desprenden barrían los jardínes del castillo. Todo era tan hermoso que parecía creado exactamente para contradecir el estado de ánimo de Ares.
Se preguntó si esto era alguna clase de broma de mal gusto por parte de Magia.
— Venus sólo está jugando con Scorpius — dijo Teddy.
— ¡Exacto! — Ares alzó los brazos, la molestia arrugaba su nariz porque Teddy no captaba su punto — ¡Scorpius no debería prestarle tanta atención!
A veces se preguntaba (véase como: la mayor parte del día cuando recordaba a Venus) por qué sus padres decidieron buena idea tener un segundo hijo. Podrían haberse conformado perfectamente con Ares. Él tenía unos seis años al momento que le dijeron que tendría un hermano y desde ese día, Ares odia la sola presencia de la niña. Sabía lo que pasaría estando Venus en la ecuación familiar: era un bebé, necesitaba atención, James y White concentrarían sus energías en ella y Ares se quedaría de lado, como siempre sucedía a los hijos mayores.
Y ahora, el pequeño mono estaba robándole a Scorpius también.
— Estás celoso de no ser lo único por lo que vive Scorpius — murmuró Teddy, acariciándose el tabique exasperado. El tono neutro de su cabello, normalmente vivo de colores fosforescentes, delataba las ganas de la mirada ambarina de golpear el hombro de Ares y sacudirle hasta que dejara de ser un imbécil egoísta.
Ares decidió no prestarle atención al comentario lleno de lógica de Teddy y cruzó los brazos, los vellos de su nuca erizándose ante las risas de Venus.
Scorpius Malfoy era un tema delicado para Ares. Todo el mundo en ese castillo lo sabía. Parte de las reglas no escritas de Hogwarts era no meterse con lo que Ares Potter consideraba suyo, no importa lo poco sano que sea el pensamiento o la posesividad desmedida que alguien debería quitarle al chico de la cabeza. La consciencia colectiva si Ares estaba en el asunto era permitirlo, a menos que quisieras al hijo problemático de James y White tirándote de la torre de Astronomía y fingiendo que habías resbalado al vacío, incluso con el barandal allí para impedir algo parecido.
Es Slytherin, él sabe cómo encubrir un maldito crimen.
— ¿Por qué tiene que ser tan buena persona? — suspiró, viéndolo hacer el avión con su hermana menor.
Ese día, 2 de mayo, celebraban el termino de la segunda guerra mágica y la conmemoración anual que se hacía en Hogwarts era parte de la cultura en las últimas décadas; las clases eran canceladas toda la semana, la gente del exterior iba y se compartían historias de las personas caídas durante la Batalla que cobró la vida de estudiantes, miembros de la Orden del Fénix, profesorado de Hogwarts e incluso criaturas mágicas amistosas.
Era el sexto año de Ares y aún no terminaba de acostumbrarse a los bucles de magia que envolvían la semana de conmemoración.
Volvió a mirar a Scorpius y decidió que memorizar la sonrisa del rubio (incluso si Ares llevaba la sonrisa de Scorpius inmortalizada en una sección específica de su cerebro dedicada a él desde los cinco años) era mejor idea que darle importancia al combate de hidras furiosas en su estómago.
— Porque alguien tiene que compensar tu horrenda personalidad, Niké — estableció Teddy, el tono de su voz indicaba que tuvieron esa conversación antes.
— ¿Qué? — balbuceó.
Teddy se palmeó la frente.
— ¿Has escuchado algo de lo que digo, Potter? — preguntó, aunque sabía que la respuesta era negativa sin la necesidad de la sonrisa inocente que Ares le dirigió como disculpa. Cuando se trataba de Scorpius, a Teddy ya no le sorprendía lo fácil que era distraerlo. Él y Nova habían hecho una apuesta de que confesarían sus sentimientos antes de terminar el año, y Teddy está perdiendo con honores porque Ares y Scorpius son unos malditos cabezotas — Maldita sea, Ares, no puedes asesinar a tu hermana sólo porque estás celoso de ella.
— ¿Por qué no? — Ares arqueó una ceja; a este punto, la idea lo tentaba mucho.
— White lloraría — señaló Teddy.
Ares refunfuñó. Odiaba cuando Teddy decía cosas lógicas. Hacer llorar a White era una línea que ni siquiera él estaba dispuesto a cruzar. Un punto de no retorno que atormentaba las pesadillas de Ares cada vez que se acercaba la semana de conmemoración de Hogwarts. Se estremeció, y Teddy lo vio como una victoria.
— Cállate — refunfuñó, dándole un puñetazo poco fuerte al hombro.
El cabello de Teddy brilló azul otra vez y sacudió la cabeza, las manos alzadas en una señal de paz. La risa que brotaba de sus labios no hizo nada por calmar a Ares, pero no lo reprochó a Teddy, sólo acomodó la cabeza contra las piernas estiradas del metamorfomago y dejó que el lente de sus gafas redondas se oscureciera gracias al sol.
— ¡Venus, no corras tan lejos! — la voz de Scorpius, tan cerca que colocó el corazón de Ares a latir como una locomotora, lo sacó de su ensoñación. El rubio platino estaba junto a ellos, todo risas y vida escrita en su expresión. La cara pálida estaba sonrosada del esfuerzo, las orejas puntiagudas se retraían sin que lo notara y había sacado el jersey, dejándolo con la camiseta abierta los tres primeros botones y la corbata verde y plata. — Es un terremoto.
Teddy tosió a Ares para que dejara de babear y Ares se prometió que le daría al calamar gigante una ofrenda metamorfomaga como su regalo de equinoccio de primavera atrasado.
— ¿Ya volviste a prestarle atención a la plebe? — refunfuñó, no muy capaz de mantener la irritación fuera de su voz.
Scorpius arrugó la nariz. Ares contuvo las ganas que tenía de besar esas pequeñas montañitas de piel que se hacían con el gesto. Y definitivamente no pensó eso. Por qué Teddy lo está mirando como si planeara el funeral de su dignidad. Scorpius Malfoy ¿quién?
— ¿Por qué estás tan molesto?
— Él siempre está molesto — dijo Teddy, sin apartar los ojos del libro que había sacado de la mochila ahora que Ares le prestó atención, planeando mentalmente su asesinato cada vez más lento y doloroso — Pensé que establecimos eso cuando teníamos 8, Scorp.
Habían sido amigos desde siempre. Ellos y Konstantinova, la hija del tío William y la tía Pansy. Roselyn los llamaba los cuatro demonios, lo que les quedaba bastante bien, considerando la cantidad de desastres que causaban si se les permitía estar más de cinco minutos sin la supervisión adulta. Se conocían como uña, mugre y bacteria y Ares no pudo evitar que sus puños se cerraran, aún luchaba por recordar los ejercicios de respiración que aprendió en las clases de yoga. Scorpius debería saber por qué está molesto, fue a él particularmente con el que se quejó todo el tiempo que duró el embarazo de su madre, casi diez años atrás.
— Nada — decidió, apartando la cara — ¿No ibas a seguir jugando con Venus?
— Bueno, ella quería explorar — Scorpius permaneció confundido. — ¿Cuál es tu problema?
— Mejor síguela — Ares apretó la mandíbula. Teddy le estaba haciendo señas para que se detuviera. Por supuesto, Ares lo ignoró — Es lo que has hecho desde que llegaron.
— ¿Sabes? Se supone que tú estás cuidándola — Scorpius suspiró, exasperado. Teddy parecía estar a punto de cerrar el libro y correr lejos de ellos. Eran muy pocas las veces que Ares y Scorpius discutían, pero cuando lo hacían, el sentido común te gritaba por alejarte. Konstantinova y Teddy lo sabían mejor que nadie, habían presenciado todos los estallidos — Te estaba haciendo la vida más fácil, Ares, es un único día que debes fingir que ella te importa para que White tenga su momento a solas por la conmemoración y no eres capaz de hacerle un miserable favor a tus padres. Sé que no la soportas, pero... ¡Ugh, eres tan exasperante!
Scorpius le dio una mirada fulminante y se alejó devuelta al castillo por el camino de piedra. A cada paso que daba, el pasto moría y la vegetación se marchitaba. Sprout probablemente tendría que preguntarse mañana quién había dejado que el malhumor le dañara sus plantas.
Ares tuvo la sensación de que Scorpius no le hablaba exactamente de Venus con ese estallido.
— Te lo mereces — dijo Teddy, golpeándole el pecho con el libro cerrado — Scorpius tiene razón. Hoy es el único día que no se trata de ti, Ares. Se trata de tía White, de mi abuela, de... — las palabras que dejó al aire, de mi mamá, fueron suficientes para bloquear su patético intento por defenderse. El cabello de Teddy cambió de color otra vez, a ese neutro que llevaba los días de la conmemoración, y suspiró — Sabes que lo comprendemos, Ares, joder, siempre lo hemos hecho y nunca te juzgamos, pero hoy... Intenta no ser egoísta, al menos por hoy.
Tardó cinco minutos en darse cuenta, escuchando el chapoteo que generaba los brazos del calamar al salir a la superficie y bajar, que Venus no había vuelto a aparecer. Maldita sea, él perdió a su hermana.
El primer instinto que tuvo fue decirle a sus padres (y existe la posibilidad de ser castigado, pero esos son tecnicismos con los que Ares puede vivir). El segundo instinto es pedirle el mapa del merodeador a Teddy y rastrear la etiqueta de su hermana, regañar a la niña por irse y volver al jardín a fingir que esto no acababa de pasar. El tercero era decirle a Scorpius, él la ayudaría a buscarla.
Ares hizo una mueca ante ese último, Scorpius no era una opción ahora. Lo incineraría vivo, aunque él era inmune a quemarse, si le decía que perdió el rastro de Venus.
Cuando llegó al monumento de los caídos, Ares no se sintió capaz de intentar los dos primeros tampoco.
Su madre estaba de pie junto la estatua de Tonks, la madre de Teddy. A pesar de que daba la espalda a Ares, él sabía que estaba llorando. El ligero temblor de sus hombros le delataba. Junto a White estaba Teddy, abrazándole, su padre, tío Remus y tío Sirius detrás de ellos, la presencia del trío como gestos de apoyo. Se le encogió el corazón al recordar lo que Scorpius había dicho. Era un único día durante el cual White se permitía recordar a su mejor amiga.
Dio media vuelta y regresó por donde había llegado. Subió, bajó, dobló y recorrió cada pasillo, pasadizo, aula vacía y escaleras que se encontró por el camino, preguntándose qué tan lejos pudo llegar Venus. No desapareció de su vista hace mucho tiempo, y Hogwarts no era tan grande después de seis años asistiendo a la escuela.
Mentira grosera, Hogwarts era inmenso.
Ares maldijo a sus ancestros y saltó los escalones falsos de las escaleras hacia los pisos superiores. A mitad de camino, hizo el tiempo de conversar con los retratos e interrogarles por si habían visto a una mocosita de cabello rubio, ojos grises y cara de problemas pasar frente a ellos. Los retratos no fueron de mucha ayuda, y Ares ya estaba perdiendo la paciencia cuando chocó (literalmente, pensó estremeciéndose) con uno de los fantasmas.
— Ah, mierda — refunfuñó — ¿Nunca te han dicho que es de mala educación atravesar vivos?
— ¿Nunca te han dicho que es de la mala educación decir groserías?
— Vete al... — alzó la cara, y sólo porque reconoció el par de destellantes ojos grises (además que el maldito fantasma no era del todo un fantasma, porque no era transparente, como los otros) detuvo su retahíla de malas palabras preparadas para todas las ocasiones — ¿Tío Sirius?
— Oh, por favor — el fantasma-no-muy-fantasmal tuvo la audacia de parecer indignado — Han pasado más de cuarenta años y la gente sigue confundiéndome con el chucho pulgoso. No lo hagas también, chico, fue suficiente el tiempo que pasé en el otro lado soportando a los amigos muertos de mi hermano.
Las neuronas de Ares dijeron arrivederci cuando no-tío-Sirius terminó de quejarse. Le tomó unos cinco minutos parpadeando como idiota para que el proceso de sinapsis volviera a funcionar.
— ¿Tío Regulus?
— Excelente — Regulus Black suspiró con irritación — Pensé que habías heredado la lentitud de James. Conté cinco minutos, chico, cinco. — Ares abrió la boca, la cerró porque no tenía nada qué decir y miró a Regulus como si viniera del espacio. El suspiro que recibió a cambio no terminó de ayudarle a entender la situación — ¿Por qué eres Slytherin?
— Puedo revivirte, matarte otra vez y hacerme el sorprendido cuando encuentren tu cuerpo — dijo Ares, en automático. Las personas retrocedían cuando esas palabras dejaban su boca. Le hacia sentir mejor, no le gustaba que cuestionaran la selección del sombrero. Estaba orgulloso de ser Slytherin, muchas gracias. — Si acaso lo encuentran.
Por el contrario, Regulus sonrió.
— Sí, ahí está — asintió satisfecho y ladeó la cabeza. Ares notó que Regulus no flotaba, a diferencia de los fantasmas de verdad. De hecho, y sólo porque lo atravesó decía otra cosa, Ares pudo pensar perfectamente que Regulus estaba vivo. Parecía muy vivo. Se preguntó si era por la concentración de energías que implicaba la conmemoración del 2 de mayo o el apocalipsis zombie acababa de comenzar — ¿Estás buscando a alguien?
— El mono de mi hermana menor se perdió — Ares alzó la cabeza y miró al techo pisos más arriba, preguntándose lo que había hecho para merecer esto. Decidió que no quería que alguien le contestara a la pregunta (porque, incluso si no lo admitía, existía la respuesta) y volvió a mirar a Regulus, que sonreía divertido — Mi no-novio me odia por ser un imbécil egoísta de mala autoestima, no tengo idea de dónde está mi mejor amiga, es uno de los peores días en la vida de mi mejor amigo y vi a mi mamá llorando. Mi mamá. No es un buen momento para que Venus se me pierda.
Regulus parpadeó, procesando la información.
— Yo pensé que la vida sería tranquila después de derrotar a Voldemort — dijo, con tono consternado. Ares quiso reírse; puede que los Potter ya no tuvieran a un sociópata tras sus cabezas, pero tranquila no era la manera que describiría sus vidas. — ¿Te ayudo a buscarla?
Ares retrocedió. Las alarmas se dispararon en su cabeza al procesar las palabras de su tío. Scorpius le había dicho una vez que no aceptara ayuda de los muertos, aunque el caso fuera desesperado.
— ¿Qué haces aquí? — preguntó, precavido. Miró alrededor y maldijo porque no vio a nadie a quien pudiera pedirle ayuda si de verdad el apocalipsis zombie, necesidad de comer cerebros incluida, empezó ese día — Todos pensábamos que estarías escuchando a My Chemical Romance mientras te emborrachabas en el más allá tras la muerte de los non-magicae. Bueno, yo lo haría.
— ¡Ah, conoces la historia! — Regulus se iluminó — ¿Altair te habló de mi? Con más razón te ayudó a buscar a mi sobrinita — y sin esperar respuesta de Ares, comenzó a caminar. Ares tuvo la idea de dar la vuelta y dejarlo allí, pero se recordó que ya la había regado mucho ese día y colocar de malas a un muerto no parecía muy considerado de su parte el día de la conmemoración. Suspiró y lo alcanzó — ¿Cómo pierdes a tu hermana? Quiero decir, no te juzgo, yo lo habría hecho con Sirius a la menor oportunidad. Él era irritante.
— ¿Qué te hace pensar que Venus no es irritante? — gruñó Ares.
Cuando encontrara al pequeño mono, la empujaría de la escalera en movimiento y le diría a cualquiera que preguntara que la niña corrió, se tropezó y Ares no llegó a tiempo para salvarla de una muerte inminente. Le dejaría rosas azules en su tumba y acompañaría a su madre a cambiarlas cada sábado por la mañana.
— Los hermanos mayores son los irritantes — señaló Regulus, con obviedad e ignoró la mirada ofendida que le daba — Los menores los soportamos.
— Tal vez tú también te pierdas y nadie encuentre rastro tuyo, tío Reggie.
— Eso ya lo hice solo, chico, ten originalidad — Regulus se encogió de hombros, sonriéndole. Ares no sabía si sería malo reírse ¿Quién le dijo a su tío que podría venir a contarle un chiste de humor negro a su sobrino? Se preguntó si los fantasmas se ofenden fácilmente. Los vivos lo hacen. Scorpius ya intentó incendiarlo con fuego griego antes por ello — Entonces ¿Venus? ¿Por qué se perdió?
Ares suspiró y le contó la historia. Trató de no sentirse amargado al recordar las palabras de Scorpius. Le estaba haciendo un favor cuidando a Venus (se supone que él debía hacerlo, no Scorpius) y él fue a reclamarle por ello. Si antes tenía esperanzas de enamorarlo (en realidad no, cuando Ares dice que tiene mala autoestima, es que la tiene. La mayor parte del tiempo sólo se preguntaba lo que Scorpius veía en Victoire Weasley, la hija de su padrino, y cómo podía copiárselo con originalidad), ahora se habían ido al tártaro.
Regulus lo miró atentamente mientras doblaban el pasillo.
— Los hermanos son para siempre — le dijo, como un susurro. Ares contuvo un escalofrío y lo miró dudoso — No importa cuánto quieras deshacerte de ella, no lo vas a lograr.
— ¿Se supone que eso debe hacerme sentir mejor?
— Se supone, mocoso descarriado — Regulus le dio una mirada feroz. Ares cerró la boca de inmediato. Él no era Harry, tenía sentido común. Realmente no quería molestar a los muertos el día de la conmemoración. Konstantinova nunca se lo dejaría olvidar — que estoy dándote un consejo. Y deberías tomarlo, estar muerto me da cierta sabiduría — Ares quería decirle que su no-novio le advirtió una vez ignorar la llamada del más allá, y Ares estaba inclinado a hacerle más caso a él que a Regulus (ser tataranieto de Magia no venía solo), pero mantuvo el silencio — Di que odias a tu hermana todo lo que quieras, de alguna u otra forma llegará el momento que aceptes que la quieres, porque sacrificarías tu vida por salvarla.
— ¿Eso fue lo que hiciste tú?
Regulus sonrió con nostalgia.
— Sí, eso fue exactamente lo que hice.
Una risa maniaca y pasos apresurados distrajo a Ares. Al darse la vuelta, vio a Venus corriendo hacia él, todo rizos rubios y felicidad, su vestido negro agitándose con el viento.
— Ah — Venus se detuvo y arrugó la nariz. Ares ya había escuchado lo mucho que Venus se parecía a su madre, Atenea no dejaba de mencionarlo en cada visita que hacían a Notting Hill. Aún así, cuando la niña coloca esa mirada, a él no le queda otra opción diferente a creerles. Venus Black-Potter es la copia en miniatura de White — Eres tú.
— Guárdate el tono decepcionado, mono — Ares refunfuñó.
Inconscientemente, comenzó a buscar signos de heridas en el pequeño cuerpo de su hermana. No encontró nada, para alivio el latir de su corazón agitado. Lo atribuyó al posible castigo que se llevaría si algo le pasara a Venus bajo su supervisión y no al fugaz recuerdo de la conversación que tuvo con Regulus Black.
— ¿Estabas hablando solo? — preguntó Venus, viéndolo desviar los ojos hacia el costado. Regulus Black ya no se encontraba allí, lo que incentivo las burlas de la niña — Sabía que un día enloquecerías, Ares, pero no pensé que fuera tan pronto.
— Cállate — Ares le frunció el ceño a la sonrisa triunfante de Venus — O le diré a papá que te fuiste.
— Tendrás que explicarle que no estabas prestándome atención.
— Mocosa inteligente.
Venus rió. Ares decidió que lo mejor era no reírse también y se acercó a ella, empujándola suavemente de la nuca para que caminara. Venus lo agarró de la mano y empezó a moverse de un lado a otro, contándole lo que había visto en el castillo. Ares diría, más tarde, que en realidad no prestó atención a lo que decía y si acaso exploró al día siguiente ese pasadizo que Venus encontró, nadie podía comprobarlo.
Scorpius sonrió mientras los hermanos Potter-Black se acercaban a sus padres. Venus alzó los brazos y pidió ser cargada, capricho que James no tuvo el corazón de negarle. Ares se dejó abrazar por White y le aseguró que estuvo todo el tiempo pendiente de la niña, aunque la mentira fue obvia y la mirada de White aseguró que no le creyó.
— Gracias — susurró.
— Siempre un placer molestar vivos — Regulus asintió descuidadamente hacia el rubio — Yo debería agradecerte, dejaste que viera a mis sobrinos por última vez.
— Alguien tenía que darle una lección a Ares — Scorpius tocó el collar plateado que colgaba de su cuello y desvío la mirada a sus propios padres, unos metros más allá de los Potter-Black, frente a la estatua de amigos perdidos.
Regulus le apretó el hombro y asintió, dándole un último vistazo a White. Era feliz, a pesar de que era el aniversario de la muerte de Tonks, la sonrisa que cubrió su pálido rostro ante la pelea de sus hijos hizo que, por unos segundos, Regulus volviera a sentir que el corazón le latía, que estaba vivo.
— Los hermanos son para siempre, chico.
Y Regulus Arcturus Black nunca se arrepentiría de lo que había hecho para la seguridad de Sirius y White. Ellos, después de todo, eran la mejor versión de él mismo.
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