Capítulo 9
El fuego cubría todo el horizonte, los árboles de aspecto coralino brillaban gracias a las llamas que se extendían como una mortífera plaga que reducía todo a cenizas. Las tiendas de aspecto cónico yacían manchadas con la verdosa sangre de sus habitantes, explosiones cercanas azotaban y reducían los cultivos y los alrededores a nada más que lodo y tierra maltrecha.
Los despavoridos Caledianos huían despavoridos, trataban de cualquier modo de huir de la masacre, pero era imposible, las criaturas les superaban en número, arrasando sus tierras con maquinaria de guerra y disparos que dejaban a cualquier ser vivo tendidos contra el suelo en un mar de sangre y cenizas inacabable.
Una madre y su hijo intentaron huir, pero les acribillaron nomas al abandonar su granja. El padre, quien además era el líder de la aldea presenció horrorizado como sus seres amados caían al suelo y morían en silente agonía. El pequeño ser de aspecto biomecánico cayó de rodillas y sollozó, pero la pálida figura frente a él lo levantó sin ponerle un dedo encima; tan solo le bastó con alzar su mano para así separar al pequeño extraterrestre del suelo, haciendo uso de una siniestra habilidad telequinética.
—El remanente, ¿dónde está? —cuestionó imperativo, pero el ser apenas y podía respirar—. ¡¿Dónde?!
Rugió una vez que lo soltó, el ser lo observó, su figura resaltaba gracias al fulgor del rojo ocaso en aquella villa, negó y lloró.
—¿Por qué haces esto?
—Porque es necesario —respondió.
—Eres un monstruo.
Khroll mostró una diminuta y malevolente sonrisa, desenfundó una alargada lanza de doble filo y lo atravesó sin problemas. Lo levantó para que así pudiera observar su mundo siendo arrasado por completo.
—No, yo soy el balance.
Arrojó lejos el cadáver del alienígena y lo dejó para que pudiera incinerarse junto con los demás habitantes. Subió por una pendiente hasta que se encontró frente al desolador panorama, caos y destrucción en todo su esplendor, el hedor de la muerte inundaba aquel pequeño mundo mientras que la gran nave nodriza tapaba el cielo con su aterradora magnificencia.
—Señor —una de las criaturas arribó a la villa, trepó la lodosa pendiente y se arrodilló frente a él—, el remanente, mi señor, se ha manifestado.
—¿Dónde? —demandó con despego.
—En Klim, señor, un planeta ubicado a no muy lejos de aquí —respondió, sin levantar la cabeza ni un centímetro.
—Capitán Belog, prepare la nave, partimos hacia Klim lo antes posible. Pero primero movilice un escuadrón de reconocimiento, quiero que encuentren al remanente y me lo hagan saber.
—Como ordene, mi señor —hizo una reverencia.
—Ah, y destruyan esta horrible roca —se dio media vuelta y empezó a caminar entre los cuerpos y el fuego, tal y como un heraldo de la destrucción—. Ya no me sirve de nada.
—¿Dices qué fueron hombres de Rollan? —Marco terminó de aplicar el agua oxigenada en las heridas del rostro de Jonh.
—Sí, ese imbécil ya no busca su pago, ahora nos quiere muertos —se levantó de su asiento, Xirack había salido de su camarote cargando un pequeño botiquín médico—. ¿Cómo está?
—Muy golpeado, pero afortunadamente nada grave —respondió secamente y bajó al nivel inferior, Jonh apretó los labios y salió de la nave sin la oportunidad de decir algo más.
Minck y Dutch ayudaban a Chick a instalar la turbina, ya casi estaba, solo faltaban algunos ajustes y pronto emprenderían su viaje de retorno a la Tierra.
Mientras tanto, Ben estaba en el camarote de Jonh, tendido en la cama sintiéndose como un completo estorbo.
Lylum salió del baño, ella también estaba a su cuidado, vio como temblaba y mantenía un rostro enojado.
—¿Qué te ocurre? —Benjamín no respondió, miró hacia el techo sin poder ocultar su furia, y rompió en llanto.
—¡Soy un maldito inútil! —Exclamó cubriendo su rostro con vergüenza. Lylum lo miró nuevamente algo confundida—. Soy un completo cobarde... ellos nos atacaron y lo único que pude hacer fue correr y paralizarme del miedo —estaba enojado y triste como nunca antes, las palabras de Jonh ahora cobraban sentido, solo era un niño.
—No fue tu culpa —Lylum intentó animarlo.
—Pero pude haber hecho algo... de no ser tan cobarde —nada parecía animarlo.
Marco Ramírez escuchó toda la discusión desde la cubierta, sin más entró en el camarote y miró a Benjamín con seriedad absoluta.
—¿Así qué lo único que harás será llorar? —se cruzó de brazos. Ben no supo que responder—. Levántate de ahí y ven conmigo, ahora —pronunció imperativo. Benjamín se levantó con dificultad y fue directo hacia Marco.
Caminó hasta terminar algo lejos de la nave, donde solo la arena les acompañaba. Benjamín se acercó sujetando su costado un poco herido, Marco se giró y apuntó una pistola directo hacia su cabeza. Benjamín gritó y cerró los ojos sin dejar de temblar.
—Bang... estás muerto —pronunció con pena y decepción.
—¿Qué? —abrió lentamente los ojos, Marco se acercó y le entregó el arma.
—¿Quieres pelear? Entonces aprende —arrojó un dispositivo en la arena y de este emergió la imagen holográfica de un Belidar armado—, te están apuntando, ¿qué haces?
—Bueno... yo...
—Error —levantó un arma y disparó tres veces contra el holograma, este simuló morir, y nuevamente apareció—. Disparas primero. Le apuntan a tu familia... ¿qué haces?
Luego de unos segundos en los cuales no reaccionó el holograma le disparó a Benjamín, y comenzó a reír, Marcó negó y volvió a abrir fuego contra la bestia de espantosas facciones.
—Le disparas... y lo matas. Nunca dejes que alguien amenace a los que te importan. Y si tienes la oportunidad de actuar para evitar que les pase algo malo, nunca dudes en hacerlo —nuevamente el holograma apareció.
Benjamín levantó el arma, y apretó el gatillo, el pateo del arma fue tan fuerte que casi la suelta. La bala pasó un par de metros al lado del holograma.
—Le están apuntando al amor de tu vida... ¿qué haces, niño? —Benjamín levantó nuevamente el arma y disparó, la bala a penas y tocó el holograma, Marco negó—. Inaceptable. Déjame ayudarte —avanzó hasta colocar su pistola contra su sien.
—¿Qué haces? —dudó atemorizado. El sudor empezó a bañarlo y sus piernas parecían de gelatina.
—Si no matas a tu enemigo. Yo te mataré a ti.
—¿Estás loco? —clamó, pero Marco no titubeó.
—Vista a tu enemigo, chico, tienes tres segundos para matar o morir.
—¿Esto como me ayudará? —farfulló aterrado.
—Te enseñará a actuar bajo presión —recargó el arma—. Tres.
Benjamín levantó el arma con su mano temblorosa y apuntó contra el holograma, a penas y podía verlo por la tensión que sentía.
—¡No puedo!
—Dos...
—¡Estás demente! —su corazón sonaba como un alocado e incontrolable tambor, casi parecía que saldría disparado de su tórax.
—Uno... —Benjamín disparó, la bala atravesó de lleno todo el cuello del holograma, este se cayó y murió. Para aparecer nuevamente. Benjamín soltó el arma y volvió a respirar—, bien, ahora solo tenemos que rogar porque tu siguiente enemigo sea tan cobarde como tú para tener una oportunidad.
—¡Estás demente! —rugió sosegado y cubierto de sudor—. ¿Eso cómo demonios me ayudará en un combate real? Es una estupidez.
Arrojó el arma y marchó en dirección a la nave.
—¡Ey! —tan solo eso bastó para frenarlo de sopetón y hacerle voltear nuevamente con él. Marco endureció su rostro, recogió el arma y caminó hasta dejarle en sus manos—. Es el miedo, chico. Puedes dejar que te domine y te haga flaquear, o puedes enfrentarlo y así superar cualquier obstáculo que te presente.
Alzó las cejas y se marchó de ahí. Dejándolo el resto del día para que siguiera practicando.
De su gabardina Jonh sacó un cigarrillo, el último que le quedaba, negó con la cabeza un par de veces y lo encendió. Arrojó la cajetilla y dejó que el humo entrara en sus pulmones.
—Creo que era verdad —Lylum llegó a su lado—. Si un grupo de matones no pudo hacerte mucho... un pequeño cigarrillo no hará nada —el aire desértico movía su cabello mientras que su figura era iluminada por los rayos del sol.
—No me hicieron daño gracias a ti —se acercó un poco más a ella—. Así que gracias.
—No, gracias a ti —ella se le acercó temerosa, y le otorgó un breve beso en la mejilla. Apenas y duró un par de segundos, pero Jonh sintió como si hubieran sido horas.
—¿Y eso? —fue como sentir una corriente eléctrica recorriendo su cuerpo, algo indescriptible que hizo que toda su piel se erizara y lo cargara de adrenalina.
—He aprendido que muchos seres; en especial los humanos, demuestran diversas emociones a través del contacto físico. Así que eso es una pequeña muestra de mi agradecimiento.
—Cielos —dijo en un suspiro. Ella rio, Jonh estuvo a punto de decir algo, cuando sintió una extraña sensación, como si alguien lo mirara fijamente. Volteó hacia la nave y se topó con Xirack, ella mostró un rostro que logró preocuparlo—. Vuelvo en seguida.
Caminó rápidamente hasta entrar a la nave, y siguió a Xirack hasta el nivel inferior.
—Xi... —dijo una vez que la encontró, afilando sus cuchillos.
—No me hables —respondió molesta y sin voltearlo a ver, siguió afilando sus armas.
—Xirack, por favor —la tomó ligeramente del hombro y ella volteó colocando su cuchillo en su pecho—. ¿Piensas hacerme otra cicatriz?
—No intentes hacerte el gracioso —retiró el arma y lo fulminó con la mirada.
—¿Qué te sucede? Solamente me miras y te enfadas pero no dices nada.
—Tú sabes bien qué pasa —su tono de voz no era nada amigable, Jonh estaba en aprietos.
—¿Es por Lylum? —preguntó, y ella no dijo nada—. ¿Lo es, no es así?
—Desde que ella llegó... —no encontraba las palabras adecuadas—. Desde que ella llegó no has dejado de comportarte como si fuera lo más importante de tu vida, y eso que solo tienes días de conocerla.
—Ella es la misión.
—¿Así que lo único que te importa es la misión? —cruzó los brazos y Jonh quedó callado nuevamente—. Eso creí.
—No puedo explicarlo...
—¡¿Qué diablos es eso?! —exclamó Minck a todo volumen. Rápido salieron de la nave, fue como si todo se hubiera quedado en silencio. El atardecer carmesí era opacado por una gran mancha oscura que se aproximaba con rapidez hacia la ciudad.
—¿Es una nube? —preguntó Dutch. Marco y Benjamín llegaron junto a ellos una vez que presenciaron eso en el entrenamiento.
—No hay nubes aquí, Dutch, es... algo más —sentenció.
En ese instante contemplaron horrorizados como una flota de naves llegaba con rapidez a la ciudad, y sin más, abrieron fuego contra esta. El caos estalló en fracción de segundos, las naves disparaban proyectiles de plasma que cubrían todo de un espectral fuego color esmeralda.
—¡Hay que irnos, ya! —dijo Jonh y todos se apresuraron a entrar a la nave.
Rápido llegó a la cabina y se sentó junto a Marco.
—¿Qué hacemos con él? —Jonh volteó apresuradamente y se topó con Chick.
—Si se queda, morirá —se adelantó Benjamín y el mecánico le dedicó una mirada de asombro.
—Bien, entonces vendrá con nosotros —preparó los motores y volvió a mirar hacia atrás—. ¿Dónde está Lylum? —todos estaban, excepto ella, nadie sabía sobre su paradero—. ¡Carajo!
Se levantó de su asiento con rapidez y llegó hasta su camarote, abrió su armario y de este sacó una escopeta Rager semi-automática.
—¿A dónde crees que vas? —inquirió Marco Ramírez al verlo tan apurado.
—No podemos irnos sin ella.
—Jonh, esto es una maldita zona de guerra, no podemos arriesgarnos —desde el interior de la Infinity ya se escuchaban los lamentos y el caos de la ciudad.
—Ustedes no, pero yo sí —salió de la nave y se dispuso a encontrarla.
—¡Espera! —Marco salió con una ametralladora de fotones—. Si vas tú solo, morirás —Jonh asintió con dureza.
—Si la cosa se pone fea... no nos esperen. Dutch, estás a cargo —sin esperar respuestas; ambos se adentraron con rapidez en la ciudad.
Todo estaba en caos, el fuego y la muerte plagaban las calles que hacía horas estaban llenas de vida. Ambos caminaban sin separarse y con las armas en alto, mientras que las naves seguían destruyendo todo sin piedad.
—¿Qué mierda pasó? —Jonh se agachó frente al cadáver humeante de lo que parecía fue una mujer.
—No lo sé... pero me trae recuerdos —ambos se miraron seriamente luego de eso. Marco sujetó a Jonh y lo arrastró con fuerza hasta que ambos terminaron tras una pared de una casa.
—¿Qué te sucede? —exclamó una vez que estuvieron a cubiertos. Marco le tapó la boca y apuntó hacia un grupo de criaturas.
—Untarks... —susurró preocupado.
—¿Qué?
—Seres de Oscura... despiadados por naturaleza e implacables en batalla, fueron exiliados por los Guardianes como última opción tras no poder convertirlos en seres pacíficos —Jonh asomó su cabeza lentamente y los analizó con detenimiento.
Había oído sobre ellos, como todo el mundo, pero parecía que las historias y las leyendas se quedaban cortas; con unos aspecto realmente amenazador se presentaron ante sus ojos, eran fornidos y oscuros, vistiendo armaduras de hueso que más parecían una suerte de grueso exoesqueleto rojizo, mismas que dejaban al descubierto sus bocas repletas de dientes y sus múltiples ojos amarillos.
—Pues si son exiliados ¿qué hacen aquí?
—Nada bueno —ambos evitaron a aquellos seres y siguieron recorriendo las calles en guerra.
Evitaban el conflicto a toda costa, se ocultaban en las casas o edificios que aún estaban en pie, mientras que los Untarks exterminaban a todos los que se cruzaban en su camino.
—¿Dónde está? —salieron de cobertura al dejar de escuchar disparos. Y se toparon de frente con un escuadrón, el Untark que lideraba gritó al verlos, y todos abrieron fuego.
Nuevamente ambos volvieron a cubrirse mientras recibían disparos sin cesar. Jonh asomó su torso con rapidez y disparó, las balas lograron atravesar a uno. Nuevamente el líder rugió, y uno de sus soldados se adelantó, sacó una granada y la arrojó.
—¡Mierda! —gritó Marco al ver el pequeño objeto redondo rodar ante ellos. Ambos saltaron lo más lejos que pudieron, la granada estalló cubriendo todo de polvo y llamas verdes. A penas y el humo se disipó dos Untarks se aproximaron, y Marco los abatió con una veloz ráfaga, aun estando en el suelo.
—¡Corre, ya! —Jonh lo ayudó a levantarse y salieron huyendo sintiendo los disparos pasar a un lado de ellos. Nuevamente las explosiones y la batalla poblaban las calles, la gente de la ciudad se defendía, pero los Untarks eran realmente letales, tan solo al correr presenciaron una masacre sin igual, vieron como la gente era quemada viva, como niños eran descuartizados y arrojados al fuego como desperdicio, era una pesadilla.
Siguieron con su carrera por las calles, cuando un evento ocurrió. Como lo había presenciado Jonh en su emboscada; una onda expansiva azotó las calles, muchos terminaron en el suelo, y si ellos se habían percatado, los invasores también.
—Tiene que estar por aquí —Jonh dejó atrás a Marco al correr, un escuadrón estaba a punto de entrar a lo que parecía un local semi destruido. Apuntó su escopeta y gritó—. ¡Ey! —los Untarks voltearon confundidos, y Jonh disparó sin piedad. Logró destruir las cabezas de los más cercanos, mientras que a los demás los acribilló disparando directamente a sus pechos o al estómago. Respiraba con dificultad, aquello lo había puesto bastante tenso, se acercó a la entrada del local, cuando escuchó un arma.
—¡Alto! —uno de los soldados había sobrevivido—, ¡date la vuelta, ya! —ordenó furioso, Jonh se giró lentamente con el arma en alto.
—Tranquilo...
—¡Cierra la boca! —gritó, se presionó el costado y Jonh pudo ver, si lo había herido—. ¡Arroja tu arma!
En ese instante una bala atravesó su cabeza, el cuerpo cayó esparciendo su sangre violeta por todo el suelo. Marco apareció con su pistola en mano.
—Te tardaste...
—Si bueno, al parecer llegué justo a tiempo —cortó cartucho, igual que Jonh—. ¿Entramos?
Ambos caminaron lentamente hacia la puerta, y finalmente entraron al local.
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