Capítulo 7
Dentro de la nave el calor era mucho más intenso. Había sido apagada para ahorrar toda la energía posible y así alimentar el Reactor Vóltico para su siguiente salto a velocidad luz, por lo que estar encerrados ahí sin ningún tipo de calefacción era equiparable a estar en un enorme horno industrial con la potencia al máximo. Ni siquiera se podía concentrar del todo, trataba de ajustar algunos cables salidos de un panel, pero no podía dejar de sentirse abrumado por la calurosa zona inferior del vehículo.
Se limpió el sudor de la frente y suspiró, estaba medianamente acostumbrado a los ambientes así, pero ni por asomo los disfrutaba.
Xirack se asomó desde el otro lado de la habitación, igual que él estaba haciendo algunas reparaciones menores, pero aun siendo una nativa de un planeta de inclementes condiciones como lo podía ser Dorma Prime, se notaba a gusto con su situación. El sudor le empapaba y hacia brillar su fina piel morena. Marco la observó, prestando particular atención en su atractiva y torneada figura, sus brazos delgados pero marcados gracias a todos sus años de experiencia como guerrera, así como su retaguardia, la cual amplió de sobremanera al agacharse y tratar de alcanzar una llave que se le cayó en el sitio donde otrora había estado trabajando. Entrecerró los ojos y llevó su mente al lado más primitivo de su ser, aquella mujer lo tenía hipnotizado.
—¿Te diviertes? —preguntó luego de alcanzar su herramienta. Ni siquiera necesitó voltear para saber que tenía sus ojos clavados en ella. Marco se levantó y se acercó cuidadosamente hasta quedar tras ella.
Rápido la sujetó por detrás rodeando su cuello con su mano y con la otra acariciando su abdomen.
—Aún no... —besó un par de veces su cuello y sintió como su piel se erizaba, subió lentamente su mano hasta casi acariciar sus pechos.
—Basta —se soltó, Marco nuevamente se acercó a ella, y sujetó firmemente sus caderas y la aproximó a él.
—¿Por qué? —podía sentir como su corazón se aceleraba cada vez más rápido.
—Está mal...
—¿Temes que Jonh lo descubra? —se acercó y la besó rápidamente, ella reaccionó empujándolo con fuerza.
—Marco, hablo en serio. Además ¿descubrir qué? No hay nada entre nosotros —le dio nuevamente la espalda, Marco emitió un ligero suspiro mientras blanqueaba sus ojos con algo de frustración.
—Solo dices eso porque estás enamorada de él —sentenció cruzado de brazos. Xirack volteó a mirarlo—. Él no te merece...
—No sabes lo que dices, es tu mejor amigo, maldita sea. —Aseveró con molestia.
—Es mi mejor amigo, sí, por eso sé exactamente cómo piensa. Y sé que él no siente lo mismo que yo hacia ti —abrió los ojos sin saber qué decir. Nuevamente Marco se acercó a ella y la tomó de las manos—. No puedo dejar de pensar en ti.
Acarició delicadamente su piel mientras sentía aquel incontrolable e indescriptible sentimiento que lo invadía cada vez que la veía. Siendo la única mujer en la tripulación, hubiese sido prácticamente un milagro que ninguno llegara haber sentido algo por ella.
Pero con Marco había sido muy diferente. Desde el primer instante en que cruzó miradas con ella había experimentado algo sin igual, no la conocía, no sabía absolutamente nada de ella y ya estaba perdidamente enamorado.
—Escapa conmigo...
—¿Qué? —reviró atónita, las piernas le temblaban y se sentía vulnerable, como una niña temerosa enfrentando el peligro.
—Sí, hay que huir, solo tú y yo. Dejemos todo atrás y viajemos lejos.
—Es una locura lo que dices —en un inicio lo tomó como una burla, pero la intriga pareció ganarle, miró hacia el suelo y formó una mueca con sus labios—, además ¿a dónde iríamos? —pronunció sin saber exactamente si lo preguntaba en serio o no. Marco se sorprendió.
—A donde quieras. Lo único que deseo es que estés conmigo.
—Eso implicaría abandonar la tripulación, ¿qué pensarían los demás?
—¿A caso importa? —se acercó a ella nuevamente, esta vez no puso tanta resistencia, llegó hasta sus labios y se besaron.
—Marco, tenemos la turbina, acerca la nave —la voz de Jonh provocó que ambos se separaran de golpe. Marco la observó detenidamente, pero ella le evadió la mirada.
—Está bien... vamos para allá —cortó comunicación tras decir eso. Xirack caminó hacia las escaleras para subir a la cubierta—. Solo piénsalo —le dijo antes de que subiera a la sección superior, subió sin decirle nada más.
Lylum miraba y tocaba todas las prendas del lugar. Después de comer acabaron en el puesto de una anciana Lunariam. Un local bastante modesto y sencillo, lleno de ropa procedente de todos los Cuadrantes.
—¿Buscas algo en especial, cariño? —preguntó la amable mujer mientras movía el aumento de sus gafas. Lylum tomó un vestido traslúcido de color púrpura, suave y terso al tacto—. Seda de Dorma Prime, hermosa y bastante resistente, adelante pruébatelo —sonrió y Lylum también.
Caminó un poco hasta llegar a un pequeño cuarto con un espejo algo dañado en la pared, cerró la puerta y se despojó de la gabardina de Jonh.
Se miró en el espejo, incluso para ella todo su cuerpo era un enigma, rozó delicadamente las marcas en su piel celeste, hasta que llegó al cuello, donde estas terminaban. Acarició su rostro luminiscente y analizó sus ojos, blancos y brillantes. Miró su reflejo un largo tiempo, como si buscara las respuestas en ella misma, era inútil por más que lo intentara, no recordaba nada.
Tomó el vestido y se lo puso.
—Oh cielos —exclamó la anciana con algo de alegría al verla salir. Se veía maravillosa, el vestido le quedaba a la perfección y hacía relucir su cuerpo aún más, como si el vestido fuera el vínculo perfecto entre la elegancia y la sensualidad, Lylum sonrió halagada—. Te ves hermosa, mi niña.
—¿Cuánto le debo?
La anciana comenzó a negar con la cabeza.
—Absolutamente nada, puedes quedártelo, solo porque te ves fantástica en él —nuevamente esbozó una sonrisa—. Pero déjame verte más de cerca, mi niña.
Se acercó a la anciana sonriente, levantó sus arrugadas y temblorosas manos y sujetó las de ella. La anciana abrió los ojos como nunca, Lylum pareció aterrarse ante su reacción.
—Mi niña... puedo ver... puedo ver tú futuro —los ojos de la Lunariam se volvieron blancos, pero ni por asomo tan brillantes como los de ella—. Las estrellas me hablan... tú, tú cargas el destino del universo en tus hombros, tú mi niña tienes el don de hacer de este un lugar lleno de luz y esperanza, o dolor y oscuridad... —Lylum estaba conmocionada. La anciana comenzó a temblar, mientras que toda la tienda cubría en tinieblas, un extraño cántico susurraba en el viento a la par que la Lunariam pronunciaba palabras en su dialecto natal.
—¿Qué ocurre? —exclamó aterrada, la anciana la miró directamente.
—La oscuridad se avecina, debes estar preparada para enfrentarla... eres más poderosa de lo que crees. Puedo verlo, en tu camino encontrarás gente, aliados y enemigos, compañeros e incluso... tu verdadero amor. Ten cuidado, las apariencias engañan, las estrellas me advierten que te has topado que gente única, uno de ellos un héroe; destinado a ser una leyenda, pero el otro... —negó nuevamente como si temiera lo peor—. Ten mucho cuidado mi niña, pues tus decisiones marcarán el rumbo de la historia para siempre, busca las respuestas y forja un destino brillante para todos...
Los ojos de la anciana volvieron a la normalidad, la tienda y todo a su alrededor estaba como antes, la Lunariam terminó abatida en su silla, como si el sueño la hubiera vencido. Lylum se levantó temblorosa y escuchó las palabras en su cabeza, salió a toda prisa de la tienda y se topó con sus dos acompañantes, dejaron de charlar entre sí y la miraron extrañados.
—¿Te ocurre algo? —le preguntó Minck al verla tan asustada. Ambos se acercaron y ella reaccionó. Negó con la cabeza y forzó una sonrisa—. ¿Estás segura?
—Sí —se colocó la capucha del vestido.
—Está bien, vamos, hay que volver con el Capitán —comenzaron a caminar—, por cierto, te ves bien.
—Gracias...
Jonh estaba paralizado, ni siquiera recordaba el porqué de su misión. Tanto había sucedido, tantas emociones y experiencias en tan solo poco tiempo que no le habían permitido poner los pies en la Tierra.
Aproximó el comunicador a su oído y atendió la llamada.
—¿Hola?
—¿Jonh? ¿Jonh Riley, eres tú? —preguntó bastante alarmado.
—Sí, Altham, soy yo.
—Diablos, por un momento pensé que habías muerto.
—Lamento decepcionarte.
—¿Qué ocurrió? ¿Todo está bien?
—Tuvimos algunos contratiempos, estamos varados en un planeta del Cuadrante Beta, llegaremos a la Tierra en un par de días.
—Alto... significa que... ¿Lo encontraron?
—Así parece.
—¡No puede ser, no puede ser! —festejó a todo volumen—. ¿Cómo es? ¿Qué es?
—Realmente enviaste a mi tripulación y a mí a una misión sin un objetivo en específico —aseguró, sonrió y arqueó las cejas con resignación—. Es una chica, o eso parece, no sabemos con exactitud.
—Oh mierda... Todo era verdad.
—Estás comenzando a asustarme. ¿Exactamente qué está pasando?
—Escucha Jonh. Aún no puedo decirte mucho, pero necesito que confíes, lo que llevas es algo realmente importante, no solo para mí y mi gente, sino para el universo entero —en ese momento el comunicador comenzó a fallar, las palabras de Altham se comenzaron a cortar.
—¡Ey! ¡Dime algo coherente, maldición! —gritó desesperado.
—No dejes que lo obtengan —se cortó nuevamente—. Cuando llegues te lo explicaré todo... —la comunicación terminó, Jonh presionó el comunicador contra su frente y gruñó. Se tranquilizó un poco y se encaminó hacia la localización de Dutch y Minck.
Caminó rápidamente entre los callejones, cuando se topó con sus compañeros y la deslumbrante nueva pasajera.
—Cielos —exclamó atónito al ver a Lylum, ella sonrió una vez que lo vio—. Te ves... Extraordinaria.
Era verdad, ante sus ojos había un ángel, una visón, algo irreal y hermoso.
—Gracias —un ligero tonó rosado se mostró sobre sus mejillas. Parecía estar ruborizada.
—¿Noticias, Capitán? —preguntó Dutch mientras encendía un habano.
—Pues, solo diré que estaremos aquí un rato —miró nuevamente a Lylum—. Vamos con los demás, tengo que dar algunos anuncios.
Las horas marcharon con forme al paso del sol, dejando sobre el desértico panorama un ocaso rojizo que les recordaba a los atardeceres en la Tierra. Marco y Xirack acercaron la nave lo mayor posible hasta los inicios de aquella árida ciudadela, justo en un pequeño hangar al aire libre donde los habitantes guardaban sus vehículos.
—Muy bien, estaremos un par de días aquí hasta que nuestros mecánicos reparen la turbina —comenzó Jonh ante su tripulación—, necesitaremos un lugar para dormir.
—Vi unos cuantos hoteles cerca de aquí, podríamos quedarnos en uno —propuso Marco Ramírez.
—Suena bien, bajen solo lo necesario, debemos mantener un perfil bajo y no llamar lo atención en lo absoluto, lo que menos necesitamos ahora es que alguien nos reconozca —la tripulación entró a la nave, Marco se acercó a su amigo, se notaba bastante tenso.
—¿Todo bien? —palmeó su espalda.
—El tipo que nos contrató me llamó en la mañana.
—¿Y qué te dijo? —inquirió intrigado.
—Parece que nuestra nueva compañera es más importante de lo que pensábamos —miró a Lylum, ella estaba de espaldas mirando hacia el horizonte carmesí. Su figura se entre mezclaba con los colores del ocaso, dibujándose en la lejanía como un bello espejismo.
—¿Y ella sabe que la entregaremos? —Jonh se quedó en silencio—. Debemos decirle.
—Lo haré, solo... necesito el momento adecuado —el aire levantó mucha arena, ella se giró y se acercó a la tripulación.
—No te demores —Marco caminó junto a la tripulación a la entrada de la ciudad.
Necesitaba aclarar su cabeza, ya tenía suficientes presiones, los daños en la nave, la caza de él y toda su tripulación gracias a su desastre en la tierra, al igual que su encuentro con los Donthraks. Pero lo que más lo tenía consternado era Lylum, ¿cómo era posible que aquella muchachita azul les hubiera causado tantos problemas en tan poco tiempo?
«Debe ser especial.» Se dijo así mismo mientras recorrían los barrios de la ciudadela de arena. Le prestó atención, era bella, muy bella, y en cierta medida le recordaba a alguien que había perdido hacía mucho tiempo atrás. Acarició un collar que llevaba discretamente en el cuello y suspiró, para después mirar al menudo mecánico de Klim.
—Oye, chico. ¿Sabes dónde puedo conseguir un trago?
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