Capítulo 25
—Maldita sea... —expulsó Jonh, golpeando la plancha en la que estaba sentado.
—Ya basta, Jonh, es una nave de La Federación, era prácticamente imposible que pudieras salir.
—No buscaba salir, buscaba despedirme... —admitió un tanto triste.
—¿De quién?
—De todos. Quería despedirme, disculparme, agradecerles, reír una última vez... verla, quería verla antes de que todo terminara.
—¿Sientes algo por ella, verdad? —Altham sonrió, pero Jonh se mantuvo en silencio— Sería casi imposible para cualquier mortal no llegar a maravillarse con alguien como ella. Takeshi lo hizo, y enloqueció por la misma razón.
—¿Dices que voy a enloquecer?
—No necesariamente, Jonh Riley. Creo que estás hecho de otra pasta —tras eso, Jonh recordó algunas cuestiones que buscaba esclarecer desde hacía tiempo.
—Altham... ¿por qué yo? —se giró para verlo directamente—. ¿Por qué me encomendaste buscarla en primer lugar?
—Luego de tantos años de incertidumbre finalmente habíamos conseguido una señal, La Orden se apuró a buscarla en todos los confines del universo. Viajaba sin un rumbo específico, hasta que finalmente detecté algo en un lejano planeta salvaje del Cuadrante Omega.
—Eso no me responde lo que quiero saber.
—Hice un par de escalas en algunas galaxias, hasta que llegué a la Vía Láctea, llegué a la Tierra y fue cuando ocurrió. Tuve una visión; el universo ante mis ojos, luz y oscuridad peleando en un remolino de muerte y destrucción, y finalmente, un nombre que sonó en mi cabeza durante mucho tiempo; Jonh. Fue cuando lo supe, mi destino no era encontrar al remanente, sino protegerlo.
—¿Así que contrataste al primer idiota que se llamaba Jonh?
—No, tu nombre comenzó a circular por las calles como si fuera parte de múltiples historias que no muchos creían. Pero yo sí, lo sabía, el universo me estaba guiando a ti, así te busqué y supe inmediatamente que eras tú y tu gente los que podrían cumplir con una misión de tal importancia.
—Y ahora estamos atrapados aquí, esperando el momento en que den la orden para asesinarnos. —Reviró con disgusto.
—Dudo mucho que eso pase —realmente el rostro confiado de aquel hombre lo hacía sentir muy confundido. Como si no se percatara de algunas cuestiones que para aquel monje estaban más que claras.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
—Tengo fe, Jonh Riley, mucha fe. Y esa es el arma más poderosa que existe.
—Si eso fuera verdad, no estaríamos aquí.
La celda se abrió de repente, y aquel Stack que lo había aprendido se presentó.
—El Capitán quiere verlos —su rostro, rígido cual piedra, y adornado con cicatrices que solo lo hacían ver más amenazante y poco paciente.
—¿Qué? —reclamó estupefacto.
—Ya me oyeron. Tú y tu tripulación son requeridos en el puente —sacó unas esposas y los miró.
Ambos salieron, acompañados por dos Stacks y unos cuantos guardias, quienes no dejaban de hablar a medida que los escoltaban.
—Parece que ahora soy popular —comentó una vez que escuchó claramente como lo mencionaban a él.
—Cierra la boca y sigue caminando —el Stack lo empujó.
—¿Qué sucede, así tratan a los de alto rango aquí? —rio un poco hasta que sintió como le colocaban una pistola en la nuca. Miró por encima del hombro y todos se habían detenido.
—Tú no eres de alto rango, ni mucho menos un Stack, eres un maldito traidor y un criminal —guardó finalmente la pistola y lo hizo avanzar nuevamente.
—¿Soy un traidor por no seguir un sistema tan corrupto como el tuyo?
—No sabes de qué hablas...
—Tengo años de experiencia, hombre, créeme, tarde o temprano te darás cuenta, y desearás haber desertado, como lo hice yo.
Siguieron a través de los pasillos durante unos minutos más. Hasta que se toparon con algunos miembros de su tripulación. Marco, Xirack, Dutch y Chickari eran llevados de igual manera al mismo lugar que ellos.
Jonh y Marco buscaron acercarse uno del otro sin llamar tanto la atención de los guardias.
—Creí que te habían asesinado —declaró Marco al verlo. Tal vez no se veía en su rostro, pero estaba feliz de verlo.
—También lo creí. —Aseguró su amigo.
—¿Qué crees que estén tramando?
—No lo sé, pero no tengo un buen presentimiento.
Llegaron finalmente al puente de la nave, una gran sala llena de gente trabajando arduamente en tantas tareas que hubiese sido imposible para ellos mantener la atención en un solo lugar. Subieron por unas escaleras hasta llegar a una zona elevada, donde una persona sobresalía. Miraba a través de un enorme ventanal toda la batalla mientras pasaba sus manos atrás.
Volteó, era un hombre alto, complexión atlética, de piel oscura y cabello completamente rapado. Su rostro era firme pero analítico, y tal vez fue una primera impresión, pero Jonh no lo sintió como una amenaza.
—¿Ustedes son los tripulantes de la Infinity? —cuestionó con voz directa y algo grave. No recibió respuesta por parte de ellos—. ¿Quién es su Capitán?
—Soy yo —dio un paso al frente, ambos se miraron fijamente—. ¿Y tú eres?
—Mi nombre es James Deckard. Soy el Capitán de la Nexus —alzó su mano con cordialidad, lo cual resultó inexplicablemente sorprendente para Jonh, correspondió el saludo, pero aún desconfiaba—. Por favor, liberen a estos individuos —si las acciones de dicho Capitán resultaban extrañas, con aquella orden todo fue imposible de asimilar.
—Pero, señor... —aquel Stack fue quien no creyó que hablase en serio.
—Obedezca, Comandante Shepard —lo hizo, luego de meditarlo unos segundos, rápidamente a todos se les removieron las esposas—. Bien, ahora que se encuentran un poco más cómodos necesito hacerles unas preguntas...
—Me faltan tripulantes —declaró inexpresivo.
—¿Qué?
—Me hacen falta algunos tripulantes, y ahora que lo pienso, ¿dónde está mi nave?
—Los demás miembros de su tripulación ya están siendo trasladados hacia acá, no deberían tardar mucho. Y con respecto a su nave —se sentó en una silla, la cual le proporcionaba una vista completa de todo el puente—. En estos momentos se encuentra en el hangar, ya que obviamente fue confiscada.
—Mierda, espero y no la dañen.
—Cierra la boca, estás hablando con un alto mando de La Federación —exclamó Shepard bastante disgustado y un tanto molesto.
—Comandante, por favor —volvió a interferir el Capitán Deckard—. Tranquilo, Jonh Riley, le aseguro que su nave no será dañada ni mucho menos, ahora, las preguntas.
—¿Qué es lo que quieres, Deckard? —cuestionó con hastío y cero disciplinas.
Cada acto de rebeldía por parte de Jonh hacía rabiar al Comandante Shepard al punto de casi no soportarlo.
—¿Cómo encontraron al remanente?
—¿Dónde está ella? —Lo miró seriamente.
—Ahora me toca hacer las preguntas, Jonh Riley, por favor conteste y se la mostraré. —Era diplomático en todo sentido, tal vez por ello no le sorprendía que fuese capitán de un crucero estelar.
—En una misión —desvió sus ojos y miró hacia su tripulación.
—¿Puede ser más específico?
Jonh suspiró y se agachó en hombros.
—Estábamos en misión y la encontramos, eso es todo. ¿Por qué tanta importancia?
—Porque aquella dulce chica celeste es la causante de esto —apuntó hacia el combate fuera de la nave—. Y es la clave para frenarlo.
—No sabemos nada de ella... —miró por encima del hombro, Benjamín y Minck habían llegado—. Ni siquiera ella misma sabe qué ocurre.
—Los diagnósticos médicos indican que sufre de una aparente amnesia. Tampoco pudo decirnos mucho —le dio la razón.
—¿Dónde está ella, Deckard? —el Capitán mostró una ligera sonrisa y se levantó.
—Por favor, síganme. —Comenzó a descender por unas escaleras, la tripulación, junto con algunos guardias le secundaron, la gente en el puente no dejaba de alzar la voz y realizar sus tareas mientras la batalla se desenvolvía frente a ellos.
Pero a pesar de todo, James Deckard parecía estar completamente neutral ante tal situación, se detuvo justo en frente de aquel ventanal y miró la batalla—. La Federación no creyó que algo así pudiera pasar... Una fuerza tan oscura y siniestra era algo inimaginable, y ahora estamos aquí, al borde de un enfrentamiento de tallas cósmicas. Y lo único que pude salvarnos, es ella —un par de guardias salieron de otro sector en el puente, la escoltaban. Pero no fue suficiente, una vez que se vieron, ambos corrieron uno al otro y se abrazaron como nunca antes.
Xirack miró en otra dirección.
—¿Te encuentras bien? —Acarició su rostro intentando saber si lo que ocurría no era un sueño. Ella asintió sin poder creerlo.
—¿Por qué estamos aquí, Deckard? —Inquirió Marco captando su atención, y la de todos.
—La noticia del resurgimiento de la luz y la oscuridad llegó a todos los confines del cosmos en cuestión de horas. Al igual que sus hazañas, y tal parece, que lograron captar la atención del Senado Universal, quienes me encomendaron personalmente llevarlos ante ellos.
—¿Somos prisioneros, o no?
—Están bajo mi custodia hasta que cumpla mi misión. Eso es todo lo que necesitan saber.
—¿Y cuál es el siguiente paso? —Deckard comenzó a subir nuevamente.
—Salir de aquí y llegar a Stronghold.
Los guardias y Shepard siguieron al Capitán dejando a la tripulación sorpresivamente sola, todos se reunieron para poder hablar.
—¿Por qué le mentiste a Deckard? —Marco nuevamente se acercó a Jonh y le cuestionó semejante acción.
—No confío en los Stacks, mucho menos en uno enviado por el maldito Senado. Sé de lo que son capaces —recordó con terror.
—Aún tenemos que llegar a Dunkai —interrumpió Altham.
—Tarde o temprano tendremos que actuar o decir la verdad. Pero tener al Senado Universal como enemigo no es un buen plan, amigo.
—Ya se me ocurrirá algo, por el momento hay que seguir con ellos... —declaró nervioso, rápido lo disimuló y se apartó de sus compañeros. Miró nuevamente el exterior, la batalla no había cesado, las naves se enfrentaban en un duelo indescriptible, mientras que las millones de naves emergían de la tierra buscando evitar el conflicto lo más pronto posible.
Jonh agachó la cabeza, el haberle mentido a los Stacks no parecía aterrarle tanto como el haber ocultado a sus amigos el mapa que había encontrado en Lylum. Definitivamente planeaba contarles, pero no ahí y no en esos momentos.
Miró a su gente, no recordaba con exactitud la última vez que los había visto de tal manera; temerosos, impacientes, confundidos y sobre todo, aterrados sobre un destino realmente incierto. Pero Agatha ya se lo había dicho, ahora todos dependían de él, así que no podía permitirse dudar ni un instante.
—Ahora que Khroll ha atacado, ¿qué pasará? —Dudó el joven Benjamín mirando la destrucción y a sus amigos.
—Lo que es de esperarse niño —comenzó a decir Marco mientras se recargaba el cristal—. Guerra...
—Pase lo que pase, estoy contigo —Jonh tomó su resplandeciente mano y la miró con determinación—. Desde este día, hasta el último.
Ella se acercó a y colocó su cabeza sobre su pecho, cerró sus ojos y largó un pequeño suspiro. Khroll se estaba acercando, y lo sabía, las palabras de la Lunariam volvían a hacer eco en sus pensamientos, si ella era la clave para asegurar la vida en el cosmos, entonces llegaría hasta el final para descubrir cómo hacerlo. Jonh miró por última vez la batalla y luego depositó su vista en ella, la sola idea de que una guerra se avecinaba lo hacía estremecer y con seguridad a todo el universo, pero, aún con la inminente oscuridad acechando a cada ser vivo en el basto cosmos, una fuerte luz también nacía, y con ella, una esperanza para todos.
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