Capítulo 23
Simplemente no pudo conciliar el sueño, todos los recuerdos lo mantenían en un estado de insomnio total, además de no estar suficientemente cómodo, le había tocado dormir en el sofá de la habitación, mientras que Chickari se había adueñado de la cama.
Minck nuevamente había rentado las habitaciones, así que fue él quien organizó dónde dormirían, a ciencia cierta Benjamín no sabía por qué lo había asignado junto a ella, pero al poco tiempo dejó de importarle. Tenía otras cosas en qué ocupar su mente.
Se levantó del sofá y se quedó unos segundos mirando hacia la nada. Un golpeteo se comenzó a escuchar en la habitación de al lado y fue cuando supo que no lograría descansar aquella noche.
—¿No puedes dormir? —Chickari se incorporó y lo miró desde la penumbra, Ben alcanzó a ver que la tinta en su tatuaje brillaba en una tonalidad azul.
—No. —Caminó hacia el balcón de la habitación y salió sin camisa para recibir la noche. La lluvia seguía, pero un poco más calmada.
Chickari se levantó y caminó hacia él, había dormido solo con una camiseta larga, por lo cual el frío le llegó directo a las piernas.
—Te enfermarás si sigues ahí —se abrazó a sí misma y trató de menguar el frio. Ben no le respondió nada, solo siguió mirando hacia la ciudad—. ¿Te ocurre algo?
—Creo que apenas me di cuenta de lo que ha ocurrido... y lo que hice —cubrió su boca con su mano, parecía que quería llorar.
—Sé que es duro, pero estoy segura que podrás superarlo. Eras tú o él.
—Hablas como si fuese cualquier cosa. Maté a alguien, maldita sea —sujetó el barandal y miró hacia abajo con absoluta tristeza—. No sabes cómo me siento.
—Sé exactamente cómo te sientes —volteó a verla, su mirada se había vuelto completamente vacía—. Mis padres murieron cuando apenas era una niña, así que crecí en las calles, robaba, estafaba, hacía lo que fuera para sobrevivir. Solo tenía quince años cuando una noche intentaba encontrar un lugar donde protegerme del frío, un hombre apareció, dijo que podía ayudarme, obviamente no le creí e intenté escapar, pero él no me dejó... me sometió en el fondo de un callejón e intentó abusar de mí —tragó saliva y respiró—. Yo gritaba y peleaba pero él era mucho más fuerte, así que tomé un cristal que había en el suelo y lo apuñalé, justo en el cuello. La sangre cayó sobre mí, y yo solo podía gritar, el cerdo murió al cabo de unos minutos.
Luego de eso me vi forzada a cambiar mi identidad, si la gente me hubiera descubierto, me hubieran asesinado, así que cambié mi apariencia, mi forma de ser, todo.
—No tenía idea... —su historia le llegó justo al corazón, realmente nunca pensó que hubiera podido pasar por algo así.
—Nunca le conté esto a nadie, porque me volví realmente desconfiada. Al menos hasta que los conocí a ustedes, y en especial a ti... tú me enseñaste que no todos buscan hacer el mal, y te doy las gracias, por todo lo que has hecho por mí... —se quedó unos segundos mirándolo. Para luego besar sorpresivamente sus labios.
Aquel inusual beso duró poco, pero fue suficiente para que ambos se dieran cuenta de lo que realmente querían. Chickari se despegó y quedó unos segundos con su vista puesta en el vacío, igual que Ben.
—Fue... diferente a como lo imaginaba —mencionó con cierta gracia y confusión. Ben recorrió su mojado cabello hacia atrás.
—Lo siento, creo... creo que no me gustas.
—No te preocupes. —Sonrió, Ben le imitó—. Y bien, ¿quién es la chica?
Guardó silencio, la respuesta era demasiado difícil, pero justo cuando buscó responder, un objeto volador se vislumbró entre los edificios yendo en dirección al hotel.
—Mierda —exclamó la chica—. ¿Quiénes son?
—Problemas.
Minutos antes, Jonh y Lylum seguían... era la tercera vez que hacían el amor, y no parecían estar demasiado fatigados. Estaba encima de él, dando pequeños saltos que lo mantenían inmerso en su tarea.
Acarició su espalda sin dejar de exhalar por los esfuerzos y el placer, y fue cuando notó algo extraño. Miró fijamente las marcas en su cuerpo, en un inicio no pensó que realmente fueran algo más que la forma de su piel o incluso un tatuaje. Pero cada vez más aquellas marcas comenzaban a parecerle familiares.
Se detuvo involuntariamente y comenzó a revisarlas. Trazadas en toda su espalda había decenas de circunferencias de color oscuro, algunos dispersados pero unos puestos en cierto orden que incluso parecía ser un patrón, de igual manera, había cientos de líneas hechas a base de minúsculos puntos, como si las hubieran agregado a mano en un orden especifico.
—Mierda —liberó incrédulo.
—¿Qué pasa? ¿Quieres descansar? —preguntó exhausta. Lo miró por encima del hombro, no se habían separado, pero ni aunque hubiese retomado sus movimientos él hubiera proseguido. Todo lo contrario, la atención que le dio a los símbolos en su cuerpo la preocupó un poco.
La giró con delicadeza y siguió las líneas, en el frente de su cuerpo las marcas parecían combinarse y encajar con las curvas de su cuerpo, finalmente otra circunferencia alojada a la mitad de su pecho. Levantó la mirada con asombró y ella se mostró muy confundida.
—Lylum... ¿estás segura que no recuerdas cómo obtuviste esto? —ella negó intranquila.
—¿Qué pasa?
—No pude dejar de pensar que estos símbolos me parecían muy familiares. Y ya descubrí por qué. No son tatuajes ni mucho menos marcas, son indicaciones...
—¿Qué? —no comprendió aquello.
—Son coordenadas, y una especie de mapa —trazó con su dedo desde su columna y comenzó a bajar lentamente—. Mira, son los Cuadrantes registrados, desde el Alfa hasta Oscura —siguió por su costilla, pasando por su abdomen hasta llegar al círculo en su pecho—. Las coordenadas y la ruta a seguir están marcadas, pero el destino... es un lugar que jamás había visto... ni siquiera sabía de su existencia. Quienes colocaron esto en tu piel lo hicieron tal vez con la esperanza de que lograrías descifrarlo, y posiblemente, que irías a buscar lo que sea que esto significa.
—Tenemos que decirle a Altham.
Ambos saltaron de la cama y rápidamente comenzaron a vestirse.
Cuando una explosión sacudió el lugar. Tomó su pistola y abrió la puerta, desde un vehículo comenzaron a descender un gran número de androides policiales.
—¡Mierda, es una redada! —exclamó al salir de la habitación. Disparó contra los androides, y estos rápidamente devolvieron el fuego, pero estaban usando balas eléctricas. Tomó su comunicador—. ¡Todos a la nave, ahora!
Le tendió la mano a Lylum y juntos salieron de la habitación, a mitad de pasillo, Dutch y Minck dispararon contra los androides. Salieron de ahí mientras escuchaban a la policía rodeando el lugar.
—¡¿Cómo nos encontraron?! —Dutch le voló la cabeza a uno que emergió de una habitación desocupada.
—El puto gerente debió habernos delatado —en la carrera se unió Marco, Xirack, Chickari y Ben.
Llegaron hasta el ascensor y lo llamaron, pero la policía destituyó nuevamente otro muro. Más unidades sintéticas entraron.
—¡Nos vemos arriba! —solo Dutch, Marco, Chickari y Minck entraron en el ascensor.
Los demás siguieron por las escaleras, comenzaron a subir con la policía a sus espaldas.
Una bala logró impactar contra Altham, cayó a mitad del trayecto, Jonh se apuró a levantarlo pero él lo sujetó con firmeza.
—No dejes que nada le pase... —los androides ya se acercaban. Jonh disparó contra ellos, pero no detuvo a muchos—. Vete...
Lo hizo, siguió subiendo las escaleras a toda prisa, y justo cuando llegaron al pasillo que conducía a la azotea, encontró a sus amigos siendo arrestados por los sintéticos.
—¡No! —disparó sin control hasta que se quedó sin balas.
—¡Tenemos que irnos! —Xirack lo jaló con fuerza y lo hizo seguir.
En sus últimas instancias pudo ver el miedo reflejado en los ojos de Marco, soltó unas lágrimas de desesperación y siguió corriendo.
Llegaron finalmente a la azotea, pero demasiado tarde... había decenas de patrullas rodeando la nave, mientras que los androides apuntaban contra ellos. Miró aterrado el panorama, y por primera vez, no vio ninguna salida.
—Jonh... —Lylum tomó su mano. Un último vehículo se alzó en el lluvioso cielo y de esté bajaron cinco figuras. Altas, fornidas, las cuales portaban un uniforme táctico completo, de color oscuro, y un lente en el casco del cual varias pequeñas luces asomaban creando confusión y temor en todos.
—Stacks... —sentenció y todo pareció congelarse en el tiempo. Pudo ver como los androides sometían a sus amigos ante sus ojos, miró como varios de ellos sujetaban a Lylum y la dormían utilizando distintos aparatos, regresó la mirada hacia su derecha una última vez, y recibió un golpe directo al rostro, cayó de bruces al suelo mojado.
—Jonh Riley, estás bajo arresto, se te acusa de cometer actos de terrorismo de alto nivel, asesinato múltiple en este y otros Cuadrantes, además de realizar crímenes contra el Senado Universal —la voz del Stack estaba distorsionada, le colocó unas esposas magnéticas tras la espalda y lo alzó con fuerza—. Serás encerrado en una prisión de máxima seguridad hasta que El Consejo De Seguridad Estelar dictamine cuál será tu sentencia definitiva, al igual que la de tus compañeros —lo arrojaron al interior del mismo vehículo de donde bajaron. Los Stacks enteraron y el mismo que lo sometió se quitó el casco, era caucásico, de cabello rubio y recortado al estilo militar, de mirada molesta y amenazante. Se sentó junto a sus compañeros y fue cuando el vehículo comenzó a ascender.
Aturdido miró hacia todas partes intentando encontrar a sus amigos, y lo hizo, Ben, Chickari, Xirack y Lylum estaban tirados junto a él. Se arrastró hasta llegar con ella, estaba inconsciente.
—Lo siento tanto... —se giró hasta dar con el techo del vehículo— no pude salvarlos...
—Esto aún no acaba Jonh... —pronunció una voz suave y serena entre el viento, como si hubiera sido un susurro—. Apenas empieza...
Cerró lentamente sus ojos y sintió una gran turbulencia, las alarmas del vehículo comenzaron a sonar, escuchó gritos llenos de miedo y desesperación, y luego todo se oscureció.
Encontró una luz en medio de la penumbra, así que la siguió, y en un segundo se vio despertar en una modesta habitación, agitado miró a un lado y encontró un vitral que daba directo a un escenario hecho de estrellas y algunos planetas cercanos. Negó confundido y se levantó, alzó su mano y la pegó contra el cristal, sintiendo la paz y quietud que le otorgaba aquel momento, pero que de alguna manera se sentía ajeno a su realidad.
—¿No puedes dormir? —preguntó entonces una apacible voz a sus espaldas, se giró y encontró a Agatha, quien sonriente lo veía.
—No. —Se rascó la nuca—. Esto aún es nuevo para mí.
La hermosa mujer se levantó de la cama, cubriendo su figura desnuda con una ligera sábana, llegó hasta él y acarició su rostro para después besarlo. Jonh la tomó en sus brazos y juntos miraron hacia el espacio. Algunas naves de la Federación sobrevolaban cerca a la estación, como aves de metal que surcaban el vacío.
—Ya te acostumbrarás. —Dejó su cabeza sobre su hombro—. Puede ser algo aterrador las primeras veces, pero cuando te acostumbras, no hay nada más hermoso que contemplar las estrellas.
—Me siento muy pequeño —confesó mientras veía el mar de astros en la negra nada.
—Sí, estar arriba es... imposible de describir. Recuerdo la primera vez que abandoné Ganímedes en un carguero de especias Yodaradianas. Estaba muerta de miedo y lo único que quería era regresar a casa —acarició su pecho hasta sentir un objeto que colgaba de su cuello, un collar, una cadena de plata que llevaba como dije un pequeño zafiro de color azul profundo—, pero mi papá era un hombre que toda su vida se la pasó viajando entre las estrellas, me obsequió este collar y me dijo que siempre que lo viera, estaría en casa.
—Es... una forma hermosa de verlo.
—Lo único que necesitas es un ancla, Jonh, así siempre estarás en tu hogar.
Volteó hacia ella y la besó con pasión.
—Tú eres todo el hogar que necesito.
Siguieron besándose con la intención de volver a meterse a la cama, pero una alarma sonó y toda su habitación se cubrió con una parpadeante luz amarillenta. Simultáneamente se despegaron y vieron sus uniformes alojados en una vitrina cercana.
—Tenemos trabajo que hacer —Agatha besó su mejilla y se encaminó al traje de oficial de rango 2.
—A la orden, señora.
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