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Capítulo 19

—No conozco a este tal Blutcher —Xirack colocó un cargador en su pistola y apuntó.

—Eso es bueno, el desgraciado es aterrador —afirmó girando a lado de un edificio, alejándose del tráfico.
Sobrevolaron hasta llegar a una parte de la ciudad bastante más deplorable y un tanto aterradora. Todo el entorno lucía devastado y olvidado, los edificios y las calles estaban en ruinas, y la gente que ahí se veía no tenía una buena pinta

—.Abre bien los ojos —bajó el vehículo a ras de calle. Si en la lejanía se veía bastante desagradable, de cerca era mucho peor. Mientras recorrían las oscuras y sucias calles más de una vez algún sujeto les gritó o les arrojó algún objeto, hasta que un grupo de encapuchados se colocó a media calle evitando el paso.

—Eso no es bueno... —en ese instante un sujeto estrelló una barra de metal contra el parabrisas del auto, lo cual causó una gran ruptura.

—¡Ey, cabrón! —abrió la puerta bastante enfadado y el encapuchado lanzó otro golpe en dirección a él. Marco esquivó el golpe, le propinó un codazo justo en la nuca y finalmente lo sometió contra el cofre del auto. Otros sujetos se acercaron, pero se precipitó desenfundando su pistola y disparando contra el más próximo.

Uno de ellos se acercó silente desde la derecha, y Xirack lo recibió abriendo la puerta de golpe, el sujeto se agachó y ella lo golpeó nuevamente, salió del auto y le apuntó con una pistola a él y con otra a los demás.

—No les recomiendo que se acerquen... —Marco volteó al sujeto que sometía y colocó la pistola bajo su cabeza.

—¿Dónde está Blutcher, idiota?

—¡No conozco a ningún Blutcher!

—Otra vez con ese cuento —arqueó los ojos y suspiró con frustración—. Entonces no me sirves —haló la corredera y volvió a apuntar.

—¡Espera! —el chico recuperó el aliento—. Sé... sé dónde está.

—Bien —lo levantó y le quitó la capucha, era un joven no más grande que Ben, de cabello rubio bastante sucio y maltratado y lleno de piezas robóticas por todo el cuerpo—. Porque nos llevarás con él —lo sujetó del cuello sin dejar de apuntarle, Xirack cerró las puertas y los alcanzó.

—Si algo le pasa al auto: los cazaré uno por uno y me haré un saco con sus pieles —les advirtió ella antes de entrar a un oscuro callejón.

El chico de las piezas biónicas comenzó a guiarlos por una serie de callejones de mala muerte, lleno de indigentes, vendedores de drogas, y bastantes personas de aspecto temible tanto como enfermizo.

—Donde esto sea una trampa... —amenazó Marco sin soltarlo y sin bajar el arma ni un poco.

—No lo es —admitió inexpresivo. Siguieron caminando por los callejones sin bajar la guardia—. Y... ¿por qué quieren ver al Carnicero?

—Eso es algo que no te importa, niño.

—Cierto, cierto —intentó sacar algo de sus bolsillos, pero Marco lo detuvo precipitadamente—. Tranquilo, solo quería un cigarrillo —lo encendió sin más y siguieron caminando—, ¿son policías? No tienen pinta de policías.

—Deja de hablar —le dio un ligero empujón.

—Ya sé, son Stacks —Marco lo estrelló contra una pared y se acercó peligrosamente a él.

—Escucha, niño, en mi experiencia las personas que abren demasiado la boca por lo regular ayudan a los demás y se perjudican a ellos mismos, así que hazte un favor y cierra la boca. Y trágate todas tus palabras.

—Está bien... Pero...

—¡Mierda! Te lo ganaste —le puso la pistola en la frente y él apuntó rápidamente hacia un edificio.

—¡Llegamos! —exclamó antes de recibir un tiro.
Marco bajó el arma y soltó el cuello del chico, se acercaron un poco y ante ellos estaba un edificio, parecía uno de los pocos que no habían sido remodelados o cambiados radicalmente con el paso de los años.

—Vete de aquí —le soltó y el chico no esperó otra cosa y salió corriendo de ahí, finalmente llegaron hasta la puerta principal, donde un fornido y algo obeso hombre la custodiaba. Éste se acercó precipitadamente a ellos, impidiéndoles el paso—. Marco Ramírez, soy un viejo amigo del Carnicero.

—No conozco a ningún Marco Ramírez... —extendió su brazo y no le dejó avanzar más de lo necesario.

—Solo déjanos pasar, ¿quieres? —Lo empujó y casi lo derriba.

—Largo —amenazó, cruzó sus enormes brazos y frunció las cejas de su tosca cara.

—¿Por qué mierda todo es tan difícil en estos días? —miró a su compañera con frustración, después volteó hacia él, desenfundó su pistola y le disparó justo en el pie, el grandullón cayó al suelo gritando como un niño, lo esquivaron y sin más enteraron el edificio. El cual era más que espantoso, en ruinas completamente, lleno de manchas de sangre y suciedad por doquier, además de la alfombra de adictos e indigentes que había por todo el suelo.

—Que desagradable —pisó un charco de agua estancada y negó con la cabeza—. Que amigos tienes, Marco.
Mientras recorrían el lugar, encontraban ocasionalmente algún cuarto oscuro en donde se realizaban grotescos actos de todo tipo, desde inenarrables torturas, algún asesinato o acto sexual indescriptible.

—Lo conozco, sí, pero esto jamás ha formado parte de mi vida—un adicto apareció de repente y casi mata del susto a Xirack. Marco lo golpeó con la cacha de su arma y lo alejó de ahí con un empujón—. ¿Estás bien?

—Sí... —lo miró unos segundos y bajó la cabeza. Siguieron por su grotesco recorrido hasta que escucharon algo, el inconfundible sonido de un público sobresaltado por un espectáculo sin igual.
Finalmente llegaron al epicentro del lugar, el edificio contaba con un agujero en vertical que hacía que todos los pisos pudieran ver lo que pasaba hasta abajo: un combate, dentro del último piso en lo que parecía era una habitación de muros altos, como si fuera una pelea de perros.

Dos sujetos combatían sin piedad mientras toda la gente miraba y gritaba como vulgares reos al presenciar las masacres. Finalmente uno de los contrincantes logró ganar, derribó a su contrincante y le aplastó la cabeza repetidas veces con un ladrillo, toda la gente se volvió loca.

—¿Qué es esto? —soltó Xirack con asombro. A lo largo de su vida como esclava y como Cazarrecompensas había visto cosas inenarrables tanto como desagradables, pero aquello era por demás sorprendente, más cuando se suponía que la ciudad estaba bajo el control de la Federación Estelar, igual que toda el planeta y aledaños en el Cuadrante.

—¡Marco Ramírez! —exclamó una voz un tanto extraña. Y de entre la gente que rondaba por ahí emergió un ser, bastante prominente en altura, de piel pálida, ojos amarillos y cabello púrpura y en punta, portaba un traje del mismo color. Aquél sujeto se acercó a ambos con una siniestra sonrisa—. Cuanto tiempo cabrón —se inclinó un poco para mirarlo de frente. Marco formó una mueca de disgusto.

—Hola, Blutcher —respondió sin muchos ánimos de hablarle. Poco antes de conocer a Rollan, Marco había trabajado algunas veces para el Carnicero, traficando u extorsionando gente que le debía algo, pues en aquel sector de la ciudad, Blutcher era el pez más grande, nadie se atrevía a meterse con él, y si lo hacían, nadie lo volvía a ver.

—Y veo que no vienes solo, ¿quién es la señorita?

—Xirack. —Respondió hosca y llena de desagrado.

—Bienvenida a mi humilde establecimiento —hizo una reverencia—. Vengan, vengan.

Comenzó a caminar, ambos lo siguieron sin dejar de ver el ambiente a su alrededor. Aquel desagradable tugurio era morada de la escoria más repulsiva que podía ofrecer San Francisco. Drogadictos, criminales, malvivientes y todo tipo de rastreros seres que frecuentaban el establecimiento para saciar sus más oscuros deseos.

Arribaron a un cuartucho lejano a las apuestas y las peleas.

—Y díganme, ¿qué los trae por aquí? —Se sirvió una copa de un vino barato y la bebió de un trago.

—Necesitamos de tu ayuda.

—Todos la necesitan, ¿pero qué necesitan ustedes, matar a alguien? ¿Órganos baratos, o alguna niña traviesa que los haga sentir bien? —Xirack se sobresaltó, cerró sus puños y si Marco no la hubiese detenido, se hubiera ido a los golpes.

—Solo queremos información.

—Es una lástima, porque recibí un cargamento de hojas de Pantilåk que estoy seguro y los harían ladrar —se rio descaradamente, tosiendo mórbidamente en el proceso.

—Blutch...

—Cierto, cierto, información —aclaró su garganta—, ¿de qué tipo?

—Necesitamos saber dónde tiene Rollan a Jonh... —tras eso Blutcher estalló en sonoras y burlescas carcajadas.

—¿Y por qué crees que yo lo sabría?

—Porque tú eres quién elimina todo lo que él no necesita.

—Jonh Riley... —pensó un poco, y chasqueó los dedos. Un grupo de hombres los sometió repentinamente, ni Marco ni Xirack alcanzaron a reaccionar—. Eres un estúpido, Marco, todos hablan sobre ustedes.

Los desarmaron y levantaron a la fuerza, nuevamente el Carnicero comenzó a caminar, sus hombres los hicieron seguirlo.

—Dicen... que ustedes han probado que la profecía es cierta y que el Último Guardián es real... —llegaron hasta un pasillo lleno de manchas de sangre— sea verdad o no, Rollan me ordenó que si llegaban conmigo debía matarlos sin contemplaciones, ¿pero eso cómo de dejaría a mí? Como una persona fría y sin corazón, alguien que solo piensa en sí mismo, y eso no es verdad... —sacó una pistola y les indicó seguir por aquel pasillo, lo hicieron sin más opción, hasta finalmente llegar a una puerta oxidada.— ¡Yo siempre pienso en mi público!

La puerta se abrió luego de escuchar sus desquiciadas risas, Xirack y Marco atravesaron el umbral y contemplaron todo, estaban en una habitación, llena de huellas de combate y sangre en sus altos muros, y al elevar la cabeza, solo pudieron ver a todo el público vuelto loco.
Estaban en la jaula de combate.

—¡Damas y caballeros! —la voz de Blutcher sonó por todo el lugar— ¡Hoy, les tengo un combate sin igual, pues tenemos a dos grandes personalidades entre nosotros, nada más y nada menos que a dos miembros de la tripulación de la Infinity! —La gente reaccionó de distintas maneras, mientras que algunos gritaban de la emoción muchos los abucheaban y unos cuantos incluso arrojaron objetos contra ellos—. ¿Pero quién podría ser un digno rival para ellos? No lo sé... ¿qué tal Zero? —Nuevamente la gente se emocionó, y frente a ellos una puerta se empezó a abrir.

—Prepárate —dijo Marco y ambos se pusieron en guardia.

La puerta se abrió por completo y de entre la oscuridad emergió un androide, de segunda generación a lo que se podía ver, estaba hecho completamente de metal pero sus facciones y rasgos eran muy humanos. Se veía Corrompido pues todo su cuerpo estaba lleno de estragos y signos de decenas de combates, a la par que sonreía de una manera muy siniestra.

—¡Veamos si son capaces de sobrevivir! —una alarma sonó y rápidamente el androide cargó contra ellos.
Marco empujó a Xirack antes de que el androide llegase con ellos, el impacto lo recibió él y acabó saliendo disparado contra una pared.
Ella se levantó y rápidamente lanzó una patada contra el androide, éste alcanzó su pierna y con una fuerza descomunal la arrojó a la mitad de la jaula. Zero se lanzó contra ella con el puño en alto, Xirack giró un poco y evitó el impacto, el puño del androide se hundió por completo en el asfalto, nuevamente golpeó con la izquierda y ella giró en dirección contraria, ya estaba atorado en el suelo. Marco llegó y lo sujetó de la cabeza con fuerza, el androide la giró 180 grados hasta verlo de frente luego estiró sus piernas y lo sujetó.

—¡Mierda! —lo lanzó nuevamente. El androide se impulsó y logró salir, volvió a su forma normal y caminó hasta Marco, cuando un contundente impacto le llegó justo en el rostro. Xirack lo había golpeado con una varilla metálica que encontró en el suelo, ahora la mitad de su rostro dejaba al descubierto sus circuitos internos.

La sujetó del cuello y la levantó con fuerza, soltó la varilla e intentó librarse de su fuerte agarre, pero era imposible. Parecía que finalmente le rompería el cuello, cuando Marco lo atravesó de lleno con la varilla, el androide entró en pánico y comenzó a contorsionarse por todo el lugar, hasta que Xirack logró derribarlo, comenzó a arrastrarse hasta que le puso fin a su sintética existencia con un contundente pisotón en el cráneo.

La gente aplaudió enérgica, mientras que Blutcher deformaba su rostro en una mueca de disgusto total. Disimuló una sonrisa y tomó su micrófono.

—Bueno, esto si fue una sorpresa, nuestros nuevos amigos lograron derrotar a Zero... ¡Pero veamos que son capaces de hacer ahora que han logrado pasar a la segunda ronda!

—¿Segunda ronda? —Inquirió ella con apuro.

—Así parece... —sacó nuevamente las píldoras que sorpresivamente no le fueron arrebatadas, y tomó una— Prepárate.

La puerta nuevamente comenzó a abrirse y ambos se colocaron en guardia esperando lo peor. Pronto, una exaltada criatura de piel marrón y con un gran cuerno en la cabeza emergió y cargó contra ellos, era un Prothorn, y uno bastante acelerado. El par de Cazarrecompensas lo eludieron con éxito, pero la criatura parecía dispuesta a seguir por un rato más.

—¡Cuidado con el cuerno! —alertó Marco alzando los puños. El Prothorn barrió la tierra con su pie, anticipando que pronto cargaría contra uno de ellos, rabioso los observó pero no demoró en cargar contra él.

Rugió y llevó su puño en su dirección. Pronto Marco lo eludió, giró sobre su eje y lo apartó con una patada a su espalda, el alienígena rugió con más fuerza y corrió hasta Xirack.

Pronto se despojó de su chaqueta y la dejó como distracción, el Prothorn atravesó la prenda con su cuerno y batalló para liberarse, y cuando lo hizo, Xirack lo recibió con dos poderosos puñetazos y una patada giratoria que lo mando con Marco. El avispado mercenario lo atrapó y lo condujo hasta que su cuerno atravesó la malla de seguridad y perforó el pecho de uno de los guardias de la jaula de combates, el hombre gritó y murió a los pocos segundos.

El Prothorn volvió a rugir, intentó liberarse, pero Marco le propinó unapatada que rompió su cuello y lo dejó pegado contra la malla. La multitudenardecida clamó sin parar, Blutcher gruñó desde su cabina y golpeó le mesa.Marco tronó su cuello y lo observó, retándolo e incitándole a liberar uncontrincante más.

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