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Capítulo 16

Con lo primero que se topó al abrir los ojos fue con un descascarado y bastante sucio techo de color blanco, con lámparas dañadas y parpadeantes que lo cegaban momentáneamente. Su boca sabia a sangre y en sus oídos apenas y percibía el sonido a su alrededor. Volteó hacia adelante y notó que lo llevaban en una camilla, desvió la mirada hacia su derecha y contempló que estaba esposado a esta misma.

—¿Pero qué...? —su voz sonó áspera y adolorida como aquel que lleva varios días sin beber agua.

—¡Pero miren quien despertó! —un horrible rostro de piel gris le observó con felicidad.

—Grondo... —comenzó a cerrar nuevamente los ojos, el Boctariano palmeó su rostro un par de veces logrando despertarlo.

—No te duermas, Riley, hay mucho que hacer —comentó entre risas. Jonh no dejaba de voltear hacia ambos lados buscando dilucidar en donde se encontraba.
Pero lo único que alcanzaba a ver era horridos pasillos llenos de manchas de sangre seca, puertas cerradas en las cuales se escuchaban lamentos y bramidos de dolor, y un penetrante olor de una mezcla de químicos, humedad, sangre y heces. Finalmente entraron en una habitación que no lucía mejor que el lugar en sí.

—Grondo, ¿en dónde estamos? —dudó atontado.

—En la enfermería, Jonh... te toca revisión —rio indiscriminadamente y lo liberó. Inmediatamente intentó atacarlo, pero estaba tan debilitado que no pudo hacer nada más que sujetarlo de su obeso cuello—. Buen intento, idiota —le propinó un contundente puñetazo que lo regresó a la camilla, Grondo lo levantó con suma facilidad y lo depositó en una mesa metálica, le arrancó su camiseta dejándolo descubierto de la cintura para arriba, y nuevamente le colocó unas esposas magnéticas.

—Grondo, Grondo —emitió antes de que saliera de la habitación, él se giró a verlo—. Si logro salir de aquí, juro que te mataré.

—La cuestión aquí, Riley, es que no saldrás vivo de esta —enunció sin dejar de reír. Abrió la puerta y se marchó de aquel lúgubre cuartucho.

Jonh se quedó unos minutos escuchando los lamentos que resonaban por todo el lugar, después intentó liberarse a tirones de las esposas, fue inútil por completo. Agitado miró en todas direcciones hasta que escuchó como alguien abría la puerta otra vez, pero ye no era Grondo, sino un hombre, se veía bastante más avejentado, caucásico y de cabello rubio bastante descolorido como desaliñado.
Riley se estremeció al ver como se acercaba a él, con su rostro frío, adornado con sus quemaduras y su aterrador ojo gris ya muerto desde hacía tiempo.

—Rollan —tragó saliva sin despegar su mirada de aquel hombre.

—Jonh —sentenció, carente de toda emoción—. Hasta que decides visitarme, eres una maldita rata escurridiza.

—Yo diría que esto es un secuestro más que una visita.

—No me dejaste opción, Jonh, sabes que todo esto se hubiera podido evitar de no ser por ti.

—¿Por mí? Tú enviaste tus mascotas para matarme y a mi tripulación. ¿Y todo por un maldito atraso en la cuota?

—¡No quieras pasarte de listo conmigo, muchacho! —se acercó peligrosamente a él, lo sujetó del cabello mientras cambiaba su semblante a uno lleno de ira.— ¡Sabes bien que no te traje aquí por eso!

—¿Podrías ser más claro? ¡Es que tu psicopatía no me permite entender qué diablos dices! —elevó la voz con enojo. Rollan se apartó de él mientras se rascaba la nuca, buscó algo entre sus bolsillos y sacó un proyector holográfico.

—Hablo de esto, infeliz —proyectó algunas imágenes y fragmentos de videos en los cuales se veía a Lylum, después proyectó la pelea en las calles—. Los rumores sobre la profecía se han esparcido por el universo más rápido que un maldito crucero estelar. El Último Guardián ha regresado, y tú lo encontraste —instantáneamente Jonh rompió en carcajadas.

—¿Bromeas? Es un montaje, ¿cómo puedes...? —Rollan colocó un cuchillo bajo su garganta.

—Conozco esa mirada, muchacho, sé bien cuando mientes, ahora... ¿dónde está?

—Suéltame y te guiaré personalmente. —Sonrió con cinismo y su viejo empleador resopló.

—Buen intento, pero me temo que no será posible —se colocó frente a una mesa llena de extraños objetos metálicos—. Firmaste tu sentencia al huir y asesinar a mis hombres, me faltaste al respeto por última vez —levantó un artefacto parecido a un gancho algo plano y bastante afilado—, así que ahora me dirás dónde está ella, así tenga que cortarte en mil pedazos para que lo hagas.

Jonh miró como lentamente se aproximaba a él con tal instrumento, tembló y tragó saliva, pues sabía exactamente que algo muy malo estaba a punto de pasar.

—Mierda, mierda —volvió a ver la televisión—. Puta madre —Dutch se apartó y comenzó a rondar por toda la sala sin saber qué hacer.

—Tranquilo, grandulón —dijo el pequeño Minck intentando tranquilizarlo.

—¿A caso no viste? —ambos miraron nuevamente el reportaje, el caos ocasionado por Lylum estaba circulando por todas partes, era como si fuera la única noticia importante en el universo, y ciertamente tal vez así era—. No podemos estar tranquilos después de esto.

—¡Llegaron! —Benjamín entró a la sala precipitadamente, igual que Lylum, Marco, y un extraño.
Lucían derrotados y bastante heridos, rápidamente colocaron a Marco encima del sofá.

—¿Qué ocurrió? —preguntó Dutch, todos se acercaron a él buscando respuestas.

—Una emboscada, Rollan.

—Pero... vimos las noticias —recordó instantáneamente lo ocurrido hacía horas en aquellas calles lluviosas.

—Khroll, ha regresado... —aseguró Altham recuperando el aliento.

—Oh mierda. —Enunció Dutch y se apartó.

—¿Y tú quién eres? —cuestionó Minck.

—Me llamo Altham, soy...

—Larga historia —interrumpió Marco—. Lo único que debe interesarles es que está con nosotros, pueden confiar en él.

—Mi deber es proteger al Último Guardián, y eso haré —limpió su espada y la enfundó, acto seguido todos miraron a Lylum, estaba en Shock, mirando a la nada con los brazos cruzados.

—¿Dónde está Jonh? —sentenció Xirack, pronto todo quedó en silencio.

—Desapareció... —Marco se levantó y se acercó a ella—. Creemos que Rollan lo tiene...

—¿Y no hicieron nada para encontrarlo? —levantó la voz presa de la ira y el miedo. Volteó hacia la mujer celeste y comenzó a dirigirse a ella—. Todo esto es tu culpa —tenía todas las intenciones de lastimarla, cuando Altham se colocó frente a ella.

—No permitiré que le hagas daño —se paró firme como un roble y la encaró. Todos pudieron ver como aproximaba su mano a la pistola en su cinturón.

—Xirack... —finalmente la sacó—. Basta —Marco la detuvo—, este no es momento para pelear entre nosotros, Jonh está desaparecido, así que lo primero que debemos hacer es encontrarlo.

—Espero y no sea demasiado tarde —su mirada era fría y cortante cual daga, y Lylum lo sentía.

—No será así, Jonh es fuerte como un maldito Juntack, quién lo haya secuestrado corre un gran riesgo—escuchar la seguridad en las palabras de Marco la hizo sentir un poco más tranquila—. Muy bien, Ben, Minck y Chickari, quiero que vayan al hangar del recinto y busquen un vehículo, Dutch, busca nuestras armas —asintieron, y se encaminaron a sus tareas—. Tú y yo rastrearemos a Jonh. No necesito decirte que hagas tú —miró a Altham—, solo asegúrense de estar preparados.

Y en un segundo, la sala se había vaciado, Marco comenzó a caminar hacia su habitación, tenía la pierna herida por el impacto contra aquel muro, y de vez en cuando su costado derecho le provocaba un dolor punzante.
Finalmente se recargó contra la pared y escupió un cúmulo de sangre.

—Cielos... —Xirack llegó hasta él, pasó su brazo por debajo del suyo y lo ayudó a caminar.
Una vez que entraron en su habitación lo acostó en su colchoneta.

—Gracias —respondió con la voz bastante adolorida. Nuevamente un ataque de tos lo sacudió y volvió a escupir sangre.

—Estás muy herido, no creo que sea buena idea.

—Ayudaré a Jonh, no importa que —desvió la mirada.

—Estás loco en verdad, pero eres un gran amigo.

—No lo hago por él... lo hago por ti —nuevamente la sorprendió—. Si él regresa volverás a estar bien y así podré largarme tranquilo.

—¿Qué? —arremetió confundida.

—Lo que escuchaste. Traeré de regreso a Jonh y me iré.

—¿Planeas abandonarnos?

—Planeo irme de aquí, sea como sea.

—Pero... —se levantó y caminó hacia el botiquín de primeros auxilios.

—Espero y esta cosa tenga algo que ayude —sacó un frasco de cristal con algunas píldoras azules—. Midryaxilizina Rödhaliana, he oído que los Stacks la usan en conflictos de nivel universal.

Tomó un par de aquellas píldoras y las llevó a su boca, las tragó sin siquiera beber agua. Xirack notó como sus pupilas se dilataron tras eso.

—Necesitas un médico, Marco, eso no durará para siempre.

—Tienes razón —caminó sin problemas hasta su armario, donde sacó un par de pistolas—. Pero me mantendrá en pie, al menos hasta traerlo de vuelta —se colocó una gabardina café claro, y volteó a verla—. ¿Lista?

Salieron de la habitación no sin que antes Xirack hubiera tomado sus pistolas y su impresionante juego de cuchillos.

—Sabes, creo que tendremos que romper unas cuantas piernas para averiguar donde se encuentra —dijo Marco una vez que se aproximaron al hangar del lugar.

—Por mí no hay problema —entraron al hangar. El cual estaba lleno de cientos de lujosos vehículos. Desde automóviles, aerodeslizadores, hasta transportes intergalácticos.
Benjamín salió de entre los vehículos y se acercó a ellos.

—¿Tienes nuestro vehículo, chico?

—Así es —les mostró un flamante Valiant de color rojo—. Convertible, con un pequeño reactor Boltrex que permite alcanzar velocidades bastante superiores, es... hermoso —acarició el cofre del automóvil con gran impresión.

—Excelente —subió a este de un salto y lo encendió. El motor zumbó a la par que las turbinas traseras se encendían. Xirack se pasó al asiento de copiloto mientras dejaba las armas en los traseros—. Niño, quiero que seas mis ojos y oídos aquí, ¿entendido?

—Claro.

—Recuerda lo que te enseñé. Si algo pasa, no dudes en actuar.

—Lo haré...

—No confíes en nadie —el automóvil se elevó unos metros y salió velozmente de aquel hangar, Benjamín pudo ver como se integraba al tráfico en el cielo y finalmente desaparecía.
Mientras que desde su oficina, Takeshi observaba todo desde las cámaras, centrando toda su atención en Lylum.

—Se han ido, ¿los detengo? —inquirió Lao cubierto por la luz neón de la oficina.

—No... ahora que no tienen un líder, están vulnerables. Hay que aprovecharlo, comenzando por nuestros inquilinos, tienes mi autorización para acabar con ellos —tras eso Lao mostró una sonrisa gigantesca y salió de ahí.


Escupió sangre nuevamente, mientras que Rollan se limpiaba los nudillos.

—Eres más duro de lo que pensaba —nuevamente acarició sus heridas y volteó a verlo. Tenía regados por todo el rostro una gran cantidad de golpes, moretones, rasguños, y mucha, mucha sangre.

—Y eso... —pasó su lengua por sus labios—... y eso que sólo hablas de mi cara —rio y tosió violentamente.
Para el tiempo que llevaban, el cual era muy poco, Rollan había implementado varias torturas, golpes, asfixias, descargas eléctricas y unos cuantos cortes en zonas altamente sensitivas, pero nada lo había logrado hacer hablar, ya había algo de desesperación en él, y Jonh lo notaba.

—Sabes —recordó con una sonrisa—. Hay un método infalible para hacer hablar a cualquier hombre, por más duro que sea. —Caminó hacia unos casilleros oxidados y extrajo una caja metálica.

—¿Qué es eso? ¿Un juguete sexual? —se carcajeó nuevamente, pero el semblante sonriente de Rollan no desapareció.

—¿Recuerdas a los Vectori, Jonh? Una valiente tripulación de comerciantes, cuyo único objetivo era cruzar todos los cuadrantes ofreciendo sus productos. Fue noticia universal, todos y cada uno de ellos fueron encontrados muertos en el interior de su nave —merodeaba sobre él como un depredador ante una indefensa presa—. Lo más perturbador de todo, era que los indicios arrojaban que se habían masacrado los unos a los otros, sin razón aparente... hasta que luego de cientos de autopsias, encontraron la causa —abrió la caja y con unas pinzas extrajo algo de su interior, una criatura de apenas quince centímetros, de cuerpo alargado, verdoso, con decenas de patas y una cabeza color carmesí llena de pequeños y delgados tentáculos que se movían sin control, una criatura realmente escalofriante—. Gusano Knääk, un parásito del Cuadrante Lambda, pequeño y aparentemente inofensivo, pero con una cualidad especial; una vez que entra, se aloja en tu sistema nervioso, desgarrando tus órganos hasta llegar a tu cerebro, dónde realiza su magia; segrega una sustancia que amplifica el miedo en su portador, generando alucinaciones hasta que ya no puede más —acercó el parásito a su rostro hasta que pudo sentir el tacto de sus tentáculos.

—Muy interesante la clase, profesor.

—Tienes dos opciones, Jonh; o dejo que mi ponzoñoso amigo entre en tu sistema y te haga gritar lo que quiero. O te ahorro la horrible experiencia dándote el antídoto, claro, solo si me dices dónde está.

—Está bien... —suspiró, Rollan le prestó total atención, sin embargo Jonh endureció su rostro y le escupió un cumulo de sangre—, vete a la mierda.

—Contaba con que elegirías pésimamente —limpió su rostro, se aproximó a él y abrió su boca con dificultad y soltó al gusano. Jonh pudo sentir como el parásito escalaba con rapidez por su garganta hasta llegar a un punto dónde ya no reaccionó.
Rollan se acercó a él tras ver como su pecho se hinchaba por su ritmo acelerado—. Buen viaje, viejo amigo.

Jonh tembló, se puso pálido y tras unos agónicos segundos gritó sincontrol mientras todo a su alrededor se tornaba oscuro.

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